Kagami se sentó en su cama, busco a tientas sobre la mesita de noche hasta hallar un pañuelo para secarse el sudor de la frente, en pleno invierno el sentía su cuerpo arder, tenía fiebre. Se levantó para ir a buscar un par de pastillas, encontrándose en el pasillo a Nash que solo lo miro unos segundos antes de seguir su camino a su propia habitación.
-¡Nash! – Le grito haciendo que el rubio detuviera su andar – Gracias por haberme contado lo de mis padres, significo mucho para mí.
-Te lo merecías – respondió sin voltearse y continúo con su camino.
Kagami le sonrió a pesar de saber que el rubio no podría verlo.
Después de haber perdido la conciencia, los milagros junto con Himuro se habían encargado de llevarlo a la habitación que Kagami tenía en casa de su hermano. Los milagros habían terminado por irse y para cuando Kagami despertó solo estaba Himuro frente a él.
“¿Recuerdas? Cuando eras pequeño solía quedarme frente a tu cama hasta que dormías, te traía el desayuno cuando estabas enfermo y me sentaba aquí observando que lo comieras todo, tenías 5 años cuando te dio varicela, no podías salir y siempre te aburrías. Recuerdo que yo me pasaba las tardes contigo después de la escuela. Me sentía feliz de ser tu hermano mayor”
Esas habían sido las primeras palabras que le dijo Himuro. Después de eso tal y como no habían hecho en años se pusieron a platicar largo y tendido. Tatsuya le contó todo, desde que su padre lo había involucrado en el seguimiento del experimento hasta cómo llegó a sospechar de la muerte de los señores Kagami, incluso le habló de la amenaza que mantenían su padre contra él, de dañar a su madre en caso de que no hiciera su trabajo; le dio una fotografía real y a colores de los señores Kagami, una fotografía preciosa donde el señor Kagami posaba abrazando a su esposa quien lucía una enorme panza de embarazada, ambos sonreían y sus manos sostenían un pequeño letrero que rezaba “es un niño”. Inesperadamente sus padres eran demasiado diferentes a él. Su madre tenía el cabello color caramelo y ojos verdes mientras su padre era un hombre rubio de ojos verdes.
Llegó a la cocina, busco entre los cajones donde sabía que su hermano guardaba las medicinas y tomo la que sabía le serviría para la fiebre. Volvió a la cama. No podía guardar resentimientos contra Tatsuya, el no había tenido nada que ver con la muerte de sus padres, al fin y al cabo cuando eso había sucedido el del lunar tenía solo siete años, pero ya no podía ver al Himuro padre nuevamente con respeto, estaba furioso, se suponía que la familia Himuro había sido muy cercana a sus padres desde hacía años.
Nash le había explicado que aunque la acusación podía incluso ser falsa, ellos estaban casi seguros que era verdad. Y Kagami ardía en rabia, quería gritar y golpear al señor Himuro. No podía, hacerlo implicarían muchas consecuencias, en su mayoría consecuencias malas; y lo que era peor aún, es que esas consecuencias podrían terminar dañando a la madre de Tatsuya y no arriesgaría aquello que el del lunar había estado protegiendo durante tanto tiempo, haciendo incluso hasta cosas que consideraba malas.
Regreso a su habitación, reviso su celular y encontró diez mensajes, todos de Takao; los abrió y leyó cada uno de ellos con una sonrisa al notar que el pelinegro trataba de subirle el ánimo, imagino que eso mismo debió haber hecho con los demás milagros, o mínimo con Kise, quien también era de los más cercanos al pelinegro. Se encargó de responder y volvió a la cama, mañana sería fin de año y Tatsuya esperaba que lo acompañara en la celebración junto con la familia Izuki.
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Akashi azotó la puerta de su habitación, tiro la mesa de noche y aventó los libros sobre economía que tenía en un librero. Su padre le había castigado quitándole las clases de equitación y le había confiscado sus tarjetas. No es como si fuese dependiente del dinero, eso no le importaba, las clases de equitación, eran sus favoritas y le dolía no poder ver a Yukimaru. Aun cuando sabía que su padre terminaría por levantarle el castigo a las semanas, no podía evitar sentirse enojado. Es un castigo que no merece, los malos en esta historia no son ellos y él lo sabe muy bien.
Se recostó en la cama intentando pensar que podían hacer para oponerse a la voluntad de sus padres. Comprendía lo que Tatsuya y Nash decían, sabía que tenía que volver a actuar normal, pero no quería hacerlo; tantos años viviendo a medias dejan sabores amargos en la memoria, él había tenido muy malas experiencias, entre esas haber estado internado en un psiquiátrico por trastorno de identidad, aún a veces necesitaba medicinas. Estaba harto de ser un títere de su padre y ahora que sabía la verdad se negaba a ser un experimento, era tan humano como cualquiera.
¿Lo eran verdad?
Miro su mano, imagino la sangre que debía pasar bajo su piel, habían sido modificados genéticamente, De sus padres poco o nada tenían, incluso las pocas características que compartía con su madre podrían ser meras coincidencias resultado de las mutaciones en su genoma. Fue un poco tonto, pero dudo sobre su humanidad y dudar de algo que para otros es tan natural le hizo sentir una opresión en el pecho. Los humanos aman, se entristecen, lloran, odian y tienen sueños, amigos y alegrías. El solo sabía de tristeza y lágrimas y odio. Tristeza por su madre, odio por su padre…
Pero también tenía a los demás milagros, sus más queridos amigos y con ellos había creado momentos felices y únicos.
Seijuuro sonrió, claro que era humano, no tenía que cuestionarse aquello. Bajo su brazo y reviso nuevamente su lista mental. Amor y sueños. Eran las opciones sobrantes de la lista improvisada que había hecho. ¿Sueños? No había pensado en eso, se había dedicado a seguir instrucciones de su padre, a tomar las clases que le pedía, no tenía un sueño por ahora, pero podía buscarlo y Amor… la sola palabra le dio escalofríos, y su mente viajo a aquellos besos que Nash le había dado, sintió sus mejillas arder un poco. Termino por sonreír, acababa de pensar algo bueno y de hecho era algo muy básico pero esperaba que funcionara, se lo contaría a los chicos en cuanto iniciara el campamento al que irían iniciando el año.
Se encargó de enviarles un mensaje a sus amigos, preguntando por cómo les había ido en sus respectivas casas. Todos habían sido castigados de distintas maneras, y todos habían sido obligados a asistir al dichoso campamento. Al parecer solo habían creado razones para que sus padres los presionaran, pero aun podían oponerse a aquello y salirse de vez en cuando con las suyas. Ser listo no quiere decir aburrido y Akashi aún tenía un par de cosas “alocadas” por hacer.
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Llegó el fin de año, había sido un muy duro año. Shun había tenido sorprendentes cambios en su vida, los más importantes daban pataditas contra sus costillas haciéndolo sentir dolor. Respiro profundo, lo más profundo que pudo, intentando calmar el dolor. Los últimos meses se le estaban haciendo eternos y complicados, sumando el hecho de que se sentía una bola inútil, ya no podía hacer los quehaceres de su cuarto, ni limpiarle al conejito que había crecido ya muchísimo, tampoco podía ayudar en la limpieza de año nuevo y ayudar en la cocina no era una opción pues estaba llena de las cocineras que iban de un lado a otro preparando todo para la cena.
Lo único que podía hacer era sentarse y leer. No había hecho más que leer en mucho tiempo, se había terminado ya todas las novelas de la librería de Himuro ya que no eran muchas las que no habían leído antes, y había pasado a leer otros libros de ciencias. Ahora en sus manos sostenía un libro de embriología humana que quien sabe porque Himuro tendría.
-¿Qué lees Shun? – le pregunto Himuro cargando cajas con las cosas que iba a acomodar en el estudio.
-Embriología – contesto el menor sin despegar su vista del libro – Es increíble saber que todo esto paso dentro de mí.
-¿Te gusta el tema?
-Sí, supongo, es lo que hay para leer, no tengo mucho que hacer ahora.
-Shun si necesitas algo para entretenerte puedes pedirlo, una televisión, una lap top, libros que te gusten – Himuro sonrió a pesar de que el otro no lo estaba viendo – Si pides que te traiga un circo te lo traeré.
-No necesito un circo – Shun por fin lo miro dejando el libro de lado – Iré a caminar, siento que los pies se me hinchan.
-Está bien, solo ten cuidado.
-Lo tendremos – Shun se levantó para ir al patio dejando a Himuro solo.
El del lunar volvió a lo suyo, acomodando las cosas en los diferentes estantes, al terminar dejo un sobre blanco encima del escritorio.
Terminaron de la limpieza justo a tiempo para cuando llego la familia Izuki. Tal y como había dicho Shun, su madre y hermanas tenían un montón de planes para la boda, planificándola para abril. La boda sería en grande, la señora Izuki había planificado todo como si fuese la boda de la mismísima reina de Inglaterra aprovechándose del buen nivel socioeconómico de su yerno. Algo que por supuesto no acepto Shun.
-Mamá eso es demasiado – Dijo Shun ante la idea de una estatua de hielo – Todo esto es demasiado, no necesitamos un coro para el camino al altar, ni una fuente con pétalos de rosas, ni mucho menos una pirámide de copas. Solo necesitamos un juez, testigos, mesas, comida e invitados.
-No digas eso Shun, es tu boda, no habrá otro día igual de especial – le replico su madre - ¿Verdad Tatsuya-kun?
-En realidad para mí lo único necesario es Shun a mi lado, los detalles no importan, él y nuestros hijos por supuesto.
La madre y las hermanas de Izuki miraron a Tatsuya con brillos en sus ojos y casi soltando un suspiro, Shun se había sacado la lotería. El menor lo miro sorprendido, al descubrir el romántico hombre que podía ser Himuro, sintió envidia por no ser tan ocurrente y sonrió al recordar que para entonces ya tendría a sus bebitos con él.
-Bueno si no importan los detalles que más da lo que tu madre ponga o no – replico el padre de Shun tomando una cerveza – Yo igual creo que basta con que se casen.
-Mamá, necesitamos dinero para los bebés, los niños implican gastos, Tatsuya gana bien pero no es el presidente Obama – Replico Shun haciendo un puchero – Aparte tú lo dijiste, es un día especial, yo debería decidir que poner y que no.
Tatsuya sonrió al ver la carita berrinchuda de Shun. Las hormonas del embarazo hacían de Shun un mosaico de emociones, el del lunar disfrutaba ver cada una de estas facetas y descubrir poco a poco más de Shun.
-¿Qué te gustaría que hubiera para esa día? – Le pregunto Tatsuya mientras sostenía su mano – Di que ponemos y que quitamos y así se hará.
Shun miro un par de segundo su mano entrelazada con la de Himuro, cierto tenían que ser una pareja feliz y enamorada frente a sus padres. Sonrió y comenzó a tachar cosas de la enorme lista que había hecho su madre.
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Nijimura miro los cuneros del hospital, detrás de él Haizaki lo abrazaba pasando sus manos por su pecho.
-Esto es demasiado irreal, tengo miedo – Shuu cerró los ojos mientras tocaba su pancita apenas abultada – No lo hare…
-Tranquilo Shuu, lo haremos bien, lo peor que puede pasar es que saque mi carácter combinado con el tuyo.
Shuu sonrió. Un niño con su carácter sería demasiado problemático y terrible de educar… pero si se parecía a Shougo posiblemente sería una ternura de bebe.
-Qué horror ni siquiera ha nacido y ya le estás deseando cosas malas a su hijo – Nash llego sosteniendo unos cuantos documentos – ¿Cómo chingados me llene de sobrinos tan pronto?
-¿Qué te dijeron? – Pregunto Nijimura pasando por alto el comentario de Nash - ¿Regresaras a América?
-La carta con el resultado fue enviada a la casa – Nash trono la lengua, deteniendo el impulso de jalarse el cabello que cada día oba perdiendo por culpa de las quimioterapias – Solo me hicieron perder el tiempo.
Nijimura y Haizaki lo miraron con preocupación, retornando su camino a la casa, donde seguro los esperaban para la cena. Todos esperaban que la carta fuera positiva.