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Los títeres rebeldes por PokeGirl Uchiha

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Notas del capitulo:

Muchas gracias a todos los que leyeron el prólogo, en especial a los que dejaron un review, los cuales ya están contestados. Así sin más dejamos el primer capítulo. ¿Pudo Neil arreglar el embrollo en que se metió o solo se buscó uno más grande?

I.

La manecilla del minutero parecía, de un momento a otro, haber acelerado de una manera estrepitosa. Patrick miraba como el catedrático había entrado hacía cinco minutos al aula. Estaba empezando a sudar frío—Maldito mocoso, estúpido engendro, sabía que no iba a presentarse— Mascullaba entre dientes mientras caminaba de un lado a otro—. Juro que voy a vengarme, ese enano va a desear no haber nacido cuando termine con él— Empezó a sudar frío cuando el arquitecto anunció que procedería a empezar a calificar, volteó a ver por la ventana justo cuando las luces de los faroles alrededor del bosquecito se encendieron.

Cuando creyó que todo estaba perdido lo vio. Una figura menudita correr desde los bosques, luchando contra el viento que se instauraba a esa hora. Corría como alma que la venía persiguiendo el mismísimo diablo, haciendo malabares con la maqueta, los planos y demás cosas. El arquitecto Landerson terminó de calificar la primera maqueta y por la cara que tenía el dueño de esta había sido una nota para nada motivacional. Patrick con cierto disimulo salió del aula solo para  precipitarse escaleras abajo. Logró llegar a la pequeña plaza justo cuando el chico, del cual ya había olvidado su nombre, terminó de subir las escaleras. Tenía el cabello alborotado por el viento, las mejillas enrojecidas del frío y del esfuerzo que parecía haber hecho en venir corriendo y cuidando el trabajo.

Puso la maqueta en las manos de Patrick y alzó el índice pidiendo un segundo para respirar— Lo siento, lo siento, sé que vengo tarde— tomó una bocanada de aire antes de volver a hablar: —Joder, a ustedes no los quieren, mira que dejarlos en el rincón más recóndito de la universidad.

Patrick no prestaba atención a lo que le estaba diciendo, miraba su maqueta sin saber qué hacer. Alternaba la vista entre la maqueta y los ojos de aquel chico de movimientos torpes. Abrió la boca, pero nada salió, ni siquiera el más mínimo insulto. Luego de una batalla campal consigo mismo logró pronunciar un dificultoso: — ¿Qué es esto?

Neil no comprendió de buenas a primera la interrogación— ¡Oh! Le hice unas modificaciones a tu maqueta. Nada grave, solo unos detalles que ayudarían más a resaltar la estructura básica.

Patrick sintió como su párpado del ojo izquierdo temblaba un poco, ese no era un buen signo— ¡¿Te has vuelto completamente loco?! — Gritó con fuerza— ¡¿Tienes una puta idea del problema que me has metido?!

— ¿Eh? ¿Por qué?

— ¡Porque la maqueta tiene que corresponder a los planos y a las láminas, pequeño imbécil! — Bramó furioso a punto de destrozar la maqueta.

Neil le miró profundamente ofendido y le estrelló los planos, las láminas y el cuaderno de bosquejos  con fuerza— ¡Eso ya lo sé, idiota! —Capitán de la selección de fútbol o no, el tipo era insoportable— ¡¿Por qué crees que me tardé tanto?! No me daban los nuevos planos. Había demasiada gente en el centro de ploteo—  Patrick se quedó sin saber bien qué decir al ver al chico fulminarle con la mirada— También van las láminas del proceso modificadas y…

—No tengo tiempo para esto— Sentenció. Ignorando las palabras del chico por completo y emprendió la marcha al edificio de arquitectura.

— ¡Hey! ¡Un gracias por salvarte el culo no te cuesta nada! — Patrick se detuvo en seco y giró su rostro con lentitud. Vio al chico tragar hondo— O no hace falta, después de todo fue mi culpa— Se apresuró agregar con una pequeña sonrisa nerviosa—. Suerte.

Patrick bufó antes de mirarle despectivamente y retomar su marcha. Al llegar al salón se fue a la esquina más alejada de todas. Se apresuró a extender los planos y para su sorpresa no encontró ni el más mínimo error. Examinaba con minuciosidad hasta la última medida, y que el plano hubiera sido impreso correctamente. Tocó el papel entre sus dedos, aunque no hacía falta, sabía que era herculene, pero quería sentirlo. Una sonrisa se dibujó en sus labios. Siempre había querido ver uno de sus planos en ese papel, pero jamás se había dado el gusto de hacerlo ya que costaba un ojo de la cara. Desvió su mirada a las láminas del proceso— Maldito niño rico— Masculló entre dientes al notar las fotografías a impresión láser y en papel fotográfico del proceso de la maqueta.

—Señor Smith—Patrick alzó la mirada confundido y se encontró con la mirada del arquitecto— ¿Va a dejar que le califique?

Llevaba al menos un minuto plantado allí y Patrick ni siquiera se había percatado de su presencia. Tuvo que dejar de lado sus pensamientos para concentrarse en lo que pasaba frente a sus ojos. El arquitecto Landerson, estricto como ninguno, y más venenoso que una serpiente de cascabel— Bueno, este mi trabajo…—Calló al notar que alzaba la mano en señal que debía guardar silencio.

— ¿No puede dejar que su trabajo hable por usted, señor Smith?

—Yo…

— ¿Acaso su trabajo es tan mediocre que es incapaz de transmitirme por sí mismo su idea?

Patrick tuvo que controlar el imperceptible temblor de sus manos, si no lo hacía estaba seguro que su puño iba a cobrar vida y terminar estrellándose contra el rostro de aquel viejo cincuentón con cara de sapo. Todos a su alrededor intentaban dar los últimos retoques a la maqueta o se dedicaban a ver como el arquitecto evaluaba los demás trabajos.

Lo vio alzar la maqueta entre sus manos y tirar un poco de algún detalle. Patrick intentó permanecer lo más tranquilo posible, pero no tenía idea si el mocoso había pegado las piezas como era debido. La suerte estaba de su lado puesto que ninguna pieza se desprendió. Vio como el hombre fruncía más el ceño. Él permanecía impasible, pero por dentro estaba nervioso, tenía que admitirlo a su pesar. Su mente era un completo caos donde se hacía desde las preguntas más rebuscadas hasta las más insignificantes.

El arquitecto bajó la maqueta y pasó a ver los planos, casi rozaba la punta de la nariz por estos para examinar con una minuciosidad, propia de un paranoico, hasta el más mínimo detalle. Luego revisó las láminas del proceso, para esas alturas todos en el aula los observaban. Generalmente aquel tortuoso proceso no demoraba más de unos diez minutos, pero con Patrick llevaba casi los quince. Los ojos cansados del arquitecto volvieron a la maqueta— La frase es una mierda— Susurró, cualquiera diría que se le escapó, pero Patrick estaba consciente que lo había dicho con la intención que lo escuchara.

Patrick inconscientemente vio la frase que se realzaba entre la maqueta y rechinó los dientes. Sabiendo que en momentos así no tenía más remedio que tragarse su orgullo y tener la mirada baja, con la esperanza que un día el que la mantuviera fuera el otro y no él. No comprendía que había hecho para ganarse el odio de aquel hombre, de una clase a otra pareció notar su existencia y al parecer se sintió profundamente ofendido por esta, al principio Patrick se lo tomó con relativa pasividad, pero conforme iba notando que aquello era algo más personal no tuvo más remedio que no dejarse pisotear, dentro de sus posibilidades, las cuales no eran muchas.

—Nueve.

Patrick no comprendió esa minúscula palabra hasta que notó el número plasmado en su maqueta, seguido con una larga, y muy minuciosa, explicación de los detalles que le habían impedido obtener el diez; se quedó mirándole sorprendido sin saber qué decir.

—La próxima vez deje que su trabajo hable por sí mismo— Fue lo último que dijo antes de girarse con cierta brusquedad y caminar hacia otra mesa. Patrick se quedó en silencio viendo aún su maqueta. Varios le susurraron discretamente alguna felicitación. Era la mayor nota hasta el momento. Lejos de sentirse feliz sintió un sabor amargo en su garganta a causa del enojo.

***

Neil aún no tenía claro que estaba haciendo, pero esperaba que su subconsciente al menos tuviera una razón justificada para quedarse esperando a la persona que lo había amenazado, humillado, mallugado, insultado y un largo, etc. todo en menos de veinticuatro horas.

Llevaba media hora jugando en su móvil “line up” cuando escuchó a varios de arquitectura salir. Guardó su celular y se puso de pie. No tardó en localizar a Patrick. Al verlo sonrió y alzó una mano, sin embargo el otro le pasó de largo. Neil frunció el ceño y corrió a darle alcance— ¡Hey! ¿Cómo te fue? — El chico no respondió, en realidad aceleró el paso. Bajaron las gradas, a Neil le tocó bajarlas de dos en dos para intentar seguirle el paso, se adentraron al bosquecito. La luz se hizo más mortecina en aquel lugar, las conversaciones de los otros se fueron volviéndose sin sentido, puesto que ellos se alejaron por su propio camino. Neil y Patrick eran los únicos que iban en ese sendero. El perenne silencio de Patrick hacía crispar los nervios a Neil. Sin pensárselo mucho se le plantó enfrente— Escucha, pasé las últimas horas haciendo esa maqueta, lo menos que merezco es saber si te he salvado o la he cagado completamente— Esta vez no se dejó intimidar ante la expresión fiera del mayor. Solo se escuchó el sonido del viento entre las ramas de los árboles—. No pienso moverme— le advirtió.

Patrick logró apartarlo con la facilidad de alguien que desecha una hoja de papel— Te has sacado nueve y has sido la mayor nota— Dijo sin detener su paso.

— ¿Eh? ¡¿En serio?! — Exclamó corriendo hasta ponerse a su lado— Caramba, por un segundo creí que la había cagado completamente, por la cara que traías pensé que te habían puesto un tres o un dos— Patrick lo miró de reojo antes de volver su mirada al camino y acelerar un poco más el paso—. ¿Y por qué no estás feliz?

Patrick frenó de golpe sintiendo al chico estrellarse contra su espalda, pero no logró moverlo ni un centímetro. Se giró molesto, pero al notar aquellos ojos cafés cuestionarle aquello que era tan obvio para él, y tan confuso para el otro no supo bien que decir.

Se quedó examinando al tipo bajo la penumbra de uno de los farolitos del sendero: rostro alargado, frente ancha que de alguna manera u otra terminaba asociándola con la inteligencia, pero después de recordar que el chico se había caído de las escaleras le hizo quitar ese atributo. Cejas arqueadas y espesas; negras, al igual que el cabello  que era lo suficiente largo para que estuviera un poco levantado, pero no tanto como para que le llegase a la nuca. Ojos cafés, pero no del tipo frecuente, burdo, vulgar, que pasaba desapercibido. Aquellos ojos eran un café intenso, claro, de un color chocolate de esos que rara vez encuentras, le recordaban al color del que llevaban los alfajores que tanto le encantaban, pero que los asociara con su postre favorito no significaba que los ojos de aquel chico le gustasen. Había algo más que un color bonito en ellos, algo que lo hizo sentir algo incómodo, no sabía si era el brillo que desprendían, la chispa de vida, la confianza o el optimismo que lograba transmitir a pesar que en estos momentos el resto de su rostro se comprimía una mueca que demostraba su confusión. Le costó apartar la mirada de esos ojos adornados por largas y ensortijadas pestañas. Desvió la atención a la nariz que era pequeña y respingada de la punta, como si quiera demostrar la clase que a todas leguas poseía. La barbilla un tanto pequeña, pero en ningún momento desentonaba con el rostro sereno, apacible.

Aquel niño, porque no encontraba otra manera de describirlo, era demasiado bonito para su seguridad. Si no fuera porque medía, calculó, uno setenta y cinco estaba seguro que pasaría como alguien que iba al colegio aún. Incluso allí de seguro se debía de ver  bastante joven. Debía ser de nuevo ingreso, pensó.

—No tengo tiempo para esto— Respondió después de lo que le pareció una eternidad y volvió a darle la espalda y empezó a caminar más deprisa.

— ¿Estás huyendo de mí?

—Sí— Respondió con toda naturalidad—. No tengo tiempo para tratar con chiquillos de nuevo ingreso.

— ¡Voy a segundo año, para tu información! —Dejando a relucir lo profundamente ofendido que se sentía— No te vengas a pavonear que eres todo un hombre, si de seguro tenemos la misma edad.

— ¿Cuántos años tienes, nenito? — Preguntó mientras agradecía en silencio que salieran de la espesa arboleda. Consultó su reloj. Tenía que volar si quería tomar el último bus.

—Diecinueve.

Patrick redujo un poco la velocidad sólo para darle una segunda inspección. En verdad no parecía como alguien de diecinueve, o él no parecía como alguien que tuviera veinte. Cualquiera que los viera diría que al menos le sacaba tres años a ese niñato, que hacía mucho había perdido toda esperanza de recordarse de su nombre.

Llegaron a la plaza principal de la universidad y se dirigió a la salida de la peatonal donde podía abordar los buses— ¿Aún estás siguiéndome?

—Me dirijo a mi casa y este es el camino más corto— Respondió molesto Neil.

Salieron del lugar y Patrick se escabulló entre la multitud, pero en todo momento sentía que aquel chico lo seguía. Volvió a girarse— En serio, ¿se te ofrece algo?

—Nunca respondiste mi pregunta— Le recordó—. Te has sacado un nueve en una maqueta que decías no aspirar a más del siete ¿Por qué no estás feliz?

La gente los obligó apartarse del camino— No…

—Sí, sí ya sé que no tienes tiempo— Lo cortó Neil hastiado con la misma excusa—. Si no quieres decirme por qué demonios no estás feliz pues no lo hagas. Es tu problema, no el mío. Yo ya cumplí con mi responsabilidad de arreglar tu maqueta y enmendar mi error.

La firmeza con que le habló sorprendió a Patrick, no recordaba la última vez que alguien, que no fuese un catedrático, le hablase de esa forma, lo vio alejarse de allí y al llegar a la esquina detenerse antes de cruzar la calle una vez tuvo pase libre. Él por su parte tuvo que correr para alcanzar el que parecía ser el último bus. No estaba de ánimos para caminar hasta su casa.

***

 Hacía mucho que los vestigios de los tonos pasteles del atardecer habían desaparecido. Las primeras estrellas empezaban a aparecer en el cielo cuando Neil finalmente entró a su colonia. Los faroles que iluminaban las largas y pacíficas calles. Caminó con deliberada lentitud el camino hasta su hogar. Una parte de él le decía que se equivocó al regresar tan temprano a casa, pero ya era demasiado tarde para cambiar de opinión. Una agradable brisa de verano fue lo único que logró reconfortarle por unos segundos.

Rebuscó entre sus bolsillos hasta que finalmente dio con las llaves, luego de forcejar un poco con la puerta antigua de madera logró entrar— ¿Danny? — Preguntó mientras empezaba a encender todas las luces de la casa— ¿Danny? — Volvió a llamar, pero nadie salió a recibirlo.

Dejó las llaves en una especie de tazón que su madre había puesto meses atrás para intentar contrarrestar su innata habilidad de perderlas. Se vio reflejado en el espejo, que también había sido idea de su madre para que se diera un vistazo antes de salir en un intento que siempre fuera lo más presentable posible, pero en esos momentos no le agradó el Neil que le devolvió la mirada.

Cruzó la estancia hasta dejarse caer en el sofá y encender el televisor, cualquier cosa era mejor que el silencio asfixiante de esa casa. Neil puso el canal de música intentando de ignorar el vacío de esa casa cuando Danny no estaba cerca—  Joder, ¿dónde se habrá metido? —  Susurró sintiéndose incómodo ante tanta soledad. La música pronto dejó de ser un alivio, y tuvo que obligarse a ponerse de pie y buscar algo que cenar. Pasó de largo la mesa del comedor que era la única evidencia del trabajo que había pasado haciendo las últimas horas. Pedazos de cartón, tijeras, pegamento, escuadras.

Sonrió al pensar que su madre ya hubiera puesto el grito en el cielo si veía el estado en que tenía la mesa. En el microondas había quedado ya preparada su cena, así que la comida no lo mantendría distraído demasiado tiempo. Empezó a recorrer la casa con la esperanza que Danny estuviera dormido y por eso no había salido a recibirlo como siempre, pero luego de unos minutos era claro que era el único allí.

Volvió a salir de la casa ignorando el sonido del microondas que le anunciaba que su comida ya estaba lista. Buscó en la calle con la esperanza que solo hubiese salido a dar un paseo por los alrededores sin su permiso, pero era claro que Danny no estaba cerca— Maldita sea, ¿por qué no está cuando lo necesito?

***

Media hora más tarde bajó del autobús. No sin antes mirar en todas direcciones, lo último que necesitaba para ese día era que lo asaltasen. No es que el lugar en sí fuera peligroso. Durante el día se veían a los niños correr de un lado a otro en el parque despreocupadamente, a las madres salir a dar una vuelta con el cochecito del bebé. El problema era durante la noche cuando los  vagos de las zonas marginales que rodeaban el perímetro salían a buscar algún pobre diablo del cual aprovecharse. Se podría decir que Patrick vivía entre la línea de lo que muchos consideraría como la civilización y los bajos mundos. Recorrió las solitarias calles de su barrio. Hasta que llegó a su edificio con la pintura descolorida por los años. A la entrada de este se acumulaban las bolsas de basura, consecuencia del paro de los recolectores que llevaban dos semanas en protestas y no parecía tener final. Una enorme rata negra lo hizo retroceder unos pasos cuando estuvo a punto de patearla. Bufó molesto y subió las escaleras de dos en dos, escuchando a lo lejos el monótono sonido de la televisión local, que se colaba de las delgadas paredes de los apartamentos vecinos, la mayoría veía los noticieros: Muertos, protestas, paros del área pública, del área de transporte. Nada que motivase realmente a sonreír. Conforme subía dejó de escuchar las noticias y empezó a escuchar las diversas telenovelas, en el peor de los casos alcanzaba a escuchar algún trozo de las novelas que a diario vivían sus vecinos.

Llegó al último piso, pasó enfrente de tres puertas y se detuvo frente a la cuarta. Rebuscó entre sus llaves y finalmente logró abrir la suya. El sonido del Jazz lo embargó de inmediato, así como el olor a habano. Aunque hacía mucho que la persona que estaba adentro, había dejado de fumarlos, pero era un olor característico, así como el de gato. Sintió algo rozar su pierna y sonrió como pocas veces se daba el lujo— Hola, Niebla— saludó con especial afecto. El viejo gato de la familia ronroneó perezosamente.

Patrick dejó la mochila sobre la mesa y la maqueta con la que no había salido esa mañana— Ya llegué, abuelo— anunció. De una de las dos habitaciones salió el aludido: Gabriel Smith, algo bajito, rellenito, con una mirada afable escondida detrás de las arrugas ganadas por el paso de los años y de los gruesos lentes de carey. Gabriel siempre vestía pantalón formal, incluso para estar en la casa; camisa manga larga y sobre esa uno de esos chalequitos de lana cuadriculada. Patrick siempre se preguntaba cómo no se asaba con ellos puestos todo el día.

—Patrick, estaba preocupado por ti.

El menor suspiró— Sabes bien que tengo clases este día, pero que no necesariamente vendré temprano. Te lo recuerdo todas las semanas— Dijo con cierta rudeza. Una que no había sido su intención.

Gabriel ignoró la contestación de su nieto— ¿Qué tal la U?

—Normal. Nada que reportar— Dijo yendo a la cocina y sacó una manzana del refrigerador.

— ¿Quieres que te prepare algo de cenar?

—No. Estoy bien así. Me iré a la cama temprano— Anunció tomando su mochila dispuesto a entrar a su habitación.

— ¿No quieres que conversemos un rato?

Patrick se detuvo antes de tocar el pomo de su puerta. Giró un poco el rostro y se encontró con la figura de su abuelo a mitad de la sala invitándole a sentarse un rato con él— Abuelo, estoy cansado— Notó un destello de tristeza en el semblante de Gabriel, pero decidió ignorarlo.

—Está bien. No te preocupes. Tienes razón, lo mejor será que vayas y descanses. Apenas y has pegado un ojo los últimos días.

Patrick asintió con seriedad antes de entrar a la habitación, para luego cerrar la puerta. Se dejó caer en la cama sin siquiera molestarse en encender la luz. Desde la calle se colaba un poco la luz del alumbrado público. Dejó su manzana a medio comer y la puso sobre su escritorio. Estuvo dando vueltas a ciegas por más de una hora hasta que la puerta de su habitación se abrió y Patrick se vio forzado a quedarse quieto. No pasó mucho tiempo para que sintiera una mano intentando aplastar en vano sus rebeldes rizos y así como entró, Gabriel volvió a salir intentando, según él, no despertar a su nieto.

Patrick volvió a girarse y notó en la penumbra la maqueta que había dejado en el comedor. Su abuelo había entrado a llevársela. Suspiró. Inevitablemente volvió a escuchar la voz de aquel tipo. Gruñó molesto, no contra el chico, sino por la pregunta que le había hecho. Era que si se relacionara con más gente seguramente le harían: ¿Por qué no eres feliz? Las razones eran demasiadas como para enumerarlas de una sola vez, pero se resumían en: Su vida era una mierda.

***

Las peleas matutinas de sus vecinos lo despertaron. Si no viviera en ese edificio, Patrick estaba seguro que podría dormir hasta la una de la tarde si se lo propusiera. Se restregó perezosamente los ojos. Hacía días que no se sentía tan descansado. El reloj marcaba las seis de la mañana. Se cambió lo más rápido que pudo, tenía que estar en la universidad a las siete para el entreno.

Tomó su mochila y estaba a punto de salir cuando notó que no llevaba su cuaderno de bosquejos. Se suponía que lo andaba siempre en la mochila por cualquier cosa. La última vez todos los del equipo de fútbol lo habían molestado porque paró el entrenamiento para ir por su cuaderno para poder dibujar un arco bastante inusual que describió el balón en un tiro libre que había terminado en gol, pero si no lo hubiera hecho, estaba seguro no hubiese podido captar la forma  de esa curva fielmente.

Después de revolver su habitación finalmente lo encontró debajo de aquella maqueta que le producía un enorme dolor de cabeza con sólo mirarla. La levantó, y para su sorpresa notó no solo su cuaderno de bosquejos, sino otro que no era suyo, lo miró extrañado iba a hojearlo cuando la voz de su abuelo le llegó detrás de la puerta —Patrick, se te hará tarde y no has tomado tu desayuno— Dijo con amabilidad mientras tocaba la puerta.

—Ya voy, abuelo— No necesitaba que le recordaran las cosas obvias. Metió ambos cuadernos y salió de la habitación—. Me voy ya, cuídate.

—Te hice el desayuno— Se apresuró a decir antes que su nieto cruzara la puerta.

Patrick sintió un pequeño destello de irritación, al ver el desayuno perfectamente servido en la mesa y la expresión de su abuelo tuvo que dejar la mochila con cierta pesadez— Vale, pero solo un poco, tengo entreno y no quiero vomitar todo en el calentamiento.

Ambos se sentaron a la mesa y Patrick empezó a comer con cierta rapidez— Despacio, muchacho, no voy a robarte la comida.

Patrick frunció un poco el ceño y redujo considerablemente su ritmo— ¿Tú no comes?

—Ya he desayunado, gracias por preguntar— Nuevamente el silencio se instauró entre ellos. Gabriel lucía un poco ansioso por no dejar que esa conversación muriera—. Te han puesto buena nota en la maqueta que habías estado trabajando.

Aquello le cayó como pedrada en el estómago. Dejó de comer en el momento y se puso de pie de golpe— Gracias por el desayuno. Se me hace tarde— Volvió a tomar su mochila—. Vengo más noche. Cualquier cosa me llamas al móvil.

—No has terminado de comer…

—Ya te dije que no puedo comer mucho— Le recordó intentando sonar lo menos irritado que pudiera. Rebuscó entre sus bolsillos y sacó un billete arrugado de veinte—. Aquí tienes para el gas, el número está en la refri, pídeles que te lo suban hasta acá. También hay para leche y las cosas menores que hagan falta. Mañana es día de pago así que esperemos que los del agua puedan esperar hasta entonces.

—La fui a pagar ayer— Se apresuró a decir Gabriel—. No había tocado el dinero de la pensión, sabía que estabas un poco corto por los materiales que has estado comprando últimamente.

Patrick asintió, pero no sintiéndose feliz por esa declaración— De acuerdo. Te lo repongo mañana…—Odiaba cuando su abuelo hacía esas cosas, aunque sabía que cualquier persona normal se alegraría por no lidiar con esa factura, pero en su mente había una vocecilla diciéndole que seguía siendo una carga.

—No es necesario, Patrick.

—Sí, si es necesario. Es tu dinero, abuelo— Y dejó zanjada la discusión antes de salir azotando la puerta. Bajó las gradas del edificio y gruñó molesto al notar lo tarde que se le había hecho. Tuvo que correr hasta la parada y por poco lo deja el bus. Se apresuró a subir y a acomodarse en uno de los pocos asientos libres.

Tardó unos segundos en recuperar el aliento. Miró a su alrededor a las personas que aún lucían adormitadas y a otro poco que iba consultando su reloj constantemente. Patrick abrió su mochila y volvió a sacar aquel cuaderno que no era suyo

Lo abrió haciendo que se deslizaran unos tickets. Patrick los miró detenidamente y dejó escapar un silbido al ver el total: $40.00. Todo de los materiales e impresiones que el tipo de ayer había gastado. Se fue a la primera página y finalmente encontró el nombre que había olvidado: Neil Evans. Escrito con una letra bastante agraciada, denotando el esfuerzo que había puesto al escribirlo.  Hojeó distraídamente el cuaderno que denotaba una limpieza y pulcritud soberbias. Ni siquiera él era tan ordenado con sus cuadernos.

Por la cantidad obscenas de ejercicios el tal Neil debía llevar alguna ingeniería. Guardó el cuaderno y fue cuando cayó en cuenta que inevitablemente tendría que volverlo a ver— Genial— Murmuró apoyando su cabeza con la ventana, lo que menos necesitaba en esos momentos era encontrarse a ese tipo de nuevo. Había algo en él que no le gustaba y en segunda algo le decía que iba a tener mucho tiempo para averiguarlo.

***

Pateó el balón casi con odio, haciendo que describiera una comba perfecta y que éste se encajara en el ángulo superior izquierdo. El siguiente fue directo al travesaño. Frunció el ceño antes de lograr que el otro entrara sin ninguna dificultad. Hacía diez minutos que su víctima, el portero, le había pedido clemencia y lo había dejado irse a duchar. No era divertido hacer tiros libres cuando no había nadie para detenerlos, pero aquel entreno no había sido suficiente para él. Aún tenía mucha energía, mucha rabia. Dio tres vueltas corriendo a su máxima velocidad, pero no sirvieron para cansarlo. Frustrado consigo mismo entró al vestuario. Sus compañeros de equipo se habían ido hacía bastante. Estaba solo. A esas horas la mayoría tenía clases y los que no, estaban más interesados en buscar un desayuno, en lugar de hacer ejercicio.

Dejó sus cosas en una de las bancas. Abrió su mochila de entreno y sacó su toalla justo cuando escuchó la puerta abrirse. Al poco tiempo entró un tipo que identificó de cuarto año de marketing. Llevaba varios días llegando a ver los entrenamientos. Patrick no era estúpido, sabía distinguir bien entre aquellos que iban a ver como entrenaban y los que iban a verlo a él.

Miró el reloj. No tenía absolutamente nada que hacer hasta dentro de cuarenta minutos. Si se daba prisa. Sonrió con malicia. Antes de quitarse la camiseta completamente sudada. Aquello era de una de las cosas que veía favorable de ser gay. No tenía que andar con tantas mierdas de etiqueta, presentación, si se quería follar a alguien podía hacerlo justo como estaba en esos momentos. Sintió la mirada del de marketing deslizarse por la curvatura de su espalda. Sacó su móvil y puso un poco de rock a un volumen bastante alto, así no se arriesgaba que los interrumpieran.

Se giró y notó como el otro apartó la mirada rápidamente de allí, dándole la espalda. Grave error, pensó Patrick, quien se acercó por detrás con una lentitud de quien examina a plenitud su próxima presa. El chico se giró justo cuando iba a acorralarlo, lo vio dar brinco de sorpresa antes de apegarse a la pared. Patrick sonrió de lado relamiéndose inconscientemente los labios.

—Yo no…

La sonrisa de Patrick se ensanchó— ¿No qué? ¿No venías a esto? — Preguntó acorralándolo completamente sintiendo como el cuerpo del otro se tensaba y al mismo tiempo se estremecía ante su contacto, le debía sacar al menos cinco centímetros, pero eso no evitaba tuviera el control de la situación.

—N-no soy gay…

Patrick dejó escapar una risa irónica— Es lo que todos dicen antes que me los folle— Le dijo con seguridad haciendo que sus labios se rozaran con una deliberada lentitud que hacía estremecer a quien acorralaba en esos momentos.

Aquella guerra Patrick la tenía ganada desde el momento en que entró a su territorio. Sus bocas se encontraron desesperadas. Patrick lo presionó más contra la pared, permitiéndose percibir la dureza del otro. Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios del chico, mejor así, pensó, no andaba de ánimos para tantos preliminares, lo llevó hasta uno de los vestidores, las duchas eran un poco más estrechas e incómodas para hacerlo.

Aquel hombre se dejó guiar mansamente. Echó el pasador y lo obligó a arrodillarse a la altura de su entrepierna— Yo no sé la chupo a nadie— Exclamó el sujeto cuando notó las intenciones del otro.

Patrick bufó hastiado de tipos como él—O lo hacemos a mi manera o no lo hacemos— le dejó en claro—. Perfectamente puedo encontrar a alguien que te reemplace— dijo dispuesto a correr el pasador de la puerta cuando unas manos se posaron en el short del equipo y fue bajado. Rio para sus adentros antes de sentir un condón ser firmemente puesto alrededor de su sexo, menos mal que no era gay y no venía preparado, pensó Patrick irremediablemente, antes de sentir unos labios sobre este.  Patrick dejó al otro trabajar, para ser alguien quien “no se la chupaba a nadie” el tipo parecía que había sacado una especialización en sexo oral. Su mente estaba abandonándolo cuando la pregunta volvió con fuerza: ¿Por qué no eres feliz?

Abrió sus ojos de golpe, pero la voz del tal Neil no se iba, en realidad parecía que en verdad estuviera allí. Se corrió sin previo aviso, y la voz del chico le llegó con más fuerza— ¿Estás follando en el vestidor? — No se estaba volviendo loco. En verdad Neil estaba allí. Una vez el otro soltó su pene se apresuró a quitarse el preservativo utilizado, lo tiró en el pequeño contenedor de basura, se acomodó el short y le indicó al otro que no hiciera ruido. Salió con cierta dificultad para evitar que el otro fuera visto, tampoco era un cabronazo para hacer salir del clóset a quien no estaba listo. Allí estaba ese chico— Hola. Lo siento, y-yo no quería interrumpir…

— ¿Qué quieres?

—Es que no encuentro mi cuaderno con las clases de estática y de mate III ¿No lo puse con todas tus cosas?

Patrick se cruzó de brazos y notó aquellos ojos café bajar un poco más hasta su pelvis él siguió la mirada y notó como parte de su tatuaje sobresalía un poco. Se subió la calzoneta sin ningún disimulo— Sí. Está en mi otra mochila en el locker.

—Oh, de acuerdo. Espero a que te duches.

Patrick frunció el ceño, avanzó hasta la banca donde estaba su mochila y rebuscó hasta dar con la llave del locker, se la tendió a Neil con cierta impaciencia— Ve a sacarlo. No hay razón para que esperes a que me duche.

—No tengo prisa— Comentó con tranquilidad mientras se acomodaba en una de las bancas.

La rabia empezó a bullir en Patrick al ver a ese chico tan relajado, tan feliz, parecía inmune a su mal humor. Tiró la llave a su mochila y fue hasta el vestidor— Dudo que quieras terminar lo que empezamos con ese imbécil afuera— Comentó hastiado. El tipo negó con la cabeza—. Bueno, entonces largo, tengo que ducharme— No se movió. Patrick empezó a maldecir entre dientes—. Tú— dijo señalando a Neil furioso—. Métete a uno de los vestidores o a una de las duchas —Neil se encogió de hombros y se encerró en el vestidor más cercano y le echó seguro—. Listo, ya puedes salir— Comentó dejándole salir. El tipo asintió avergonzado—. Y la próxima vez que quieras ligarte con alguien y no quieras que los demás se den cuenta que eres gay, deberías hacerlo fuera de la universidad— El otro no dijo nada más.

Patrick dio un leve golpe al vestidor donde estaba Neil y pasó a meterse a una de las duchas. Se tomó más tiempo del que usualmente se llevaba con la esperanza que el tipo se hubiera hartado de esperarlo, pero cuando salió seguía allí con su aire despreocupado, un poco despistado y muy inocentón. Leía un libro que hasta ese momento no había notado cuando lo vio entrar. No apartó la mirada de éste hasta que le anunció que estaba listo.

Neil se levantó y siguió a Patrick hasta los lockers donde se apresuró a buscar el cuaderno  para poder deshacerse de él— Listo. Aquí tienes— Dijo dándoselo sin siquiera mirarlo. Guardó su mochila de entreno en el locker, después regresaría por ella. Tomó su otra mochila y vio la hora. Tenía quince minutos para, prácticamente, volar a su clase de Análisis histórico III.

Empezó a caminar casi a trote, sintiendo como lo iban siguiendo, debió suponer que no sería tan fácil deshacerse de él— ¿Tienes clases? — Preguntó el chico.

—Sí y voy tarde.

—Oh, bueno no quiero quitarte tu tiempo. ¿Podemos hablar más tarde?

— ¿Sobre qué? — Preguntó mirándolo sobre el hombro sin reducir el paso.

—Tengo un negocio que proponerte.

Patrick alzó una ceja— ¿Eres gay, Evans?

El chico sonrió con tranquilidad— No sé, nunca me he puesto a pensar en ello. ¿Debería? —Aquel chico en verdad era raro; no, rarísimo—. No sé, sólo me han gustado mujeres hasta el momento, pero a veces me digo que soy bisexual por si me llega a gustar algún hombre así no entraré en alguna crisis extraña, pero no quiero acostarme contigo si es lo que estás pensando, lo que quiero proponerte es un negocio serio.

—No quiero tener ningún tipo de negocios contigo, Neil Evans.

—Ni siquiera lo has escuchado.

— ¡No quiero hacerlo! — Exclamó perdiendo la poca paciencia que tenía— Escúchame, no me agradas.

—Lo sé— Respondió Neil—, tardé toda la noche en averiguar el porqué, pero finalmente lo he comprendido.

Patrick soltó una risa sarcástica— ¿Así que lo has entendido?

Neil no se ofendió por el tono del mayor— Sí, estás molesto conmigo, pero no porque destrocé tu maqueta— Tomó un poco de aire intentando recuperar el que se le había escapado cuando hacía cinco metros atrás empezaron a subir una cuesta para llegar a los edificios de arquitectura por la parte de atrás—. Estás molesto porque la he modificado sin tu consentimiento— Patrick redujo un poco la velocidad al escuchar aquello—. Sientes que la nota que te has sacado no es tuya y por eso ayer dijiste “te has sacado un nueve”; en ese momento no reparé en esas palabras a plenitud, pero ahora lo hago y te pido perdón por mi falta de tacto y haber osado modificar todo sin tu consentimiento. Si la maqueta estaba de esa manera era porque pensabas que así debía de ir, sin nada más, o sin nada menos— Ahora fue turno de Neil de mirar atrás y detenerse. Patrick se había quedado de pie varios metros atrás mirándole consternado— ¿Es así? ¿O aún estoy interpretando mal las cosas? — No. Todo lo contrario, pensó Patrick sin salir de su asombro. En realidad era exactamente como se sentía, pero no esperó que realmente aquel chico pudiera comprenderlo—. Al menos déjame enmendar mi error y te invito a almorzar. Así de paso te propongo mi negocio y si no te gusta la idea, entonces me lo dices francamente y hasta aquí llegamos— Patrick se lo pensó un poco— ¡Bien, te busco cuando salgas! ¡Nos vemos! —Dijo antes de echar a correr por un pequeño sendero— ¡Date prisa o llegarás tarde a clases!

Patrick se quedó con las palabras en la boca al ver aquel tipo partir. En verdad era muy raro. Neil Evans. Su inconsciente había estado en lo correcto: Iba a tener mucho tiempo para averiguar que era aquello que tanto le molestaba del chico y él no estaba con el ánimo suficiente como para averiguarlo.

Notas finales:

Espero que les haya gustado el primer acto. Cualquier duda estoy a sus órdenes, gracias por seguir leyendo. 

¡Feliz semana a todos!


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