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Promesas por kura

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Notas del fanfic:

 

Disclaimer: Los derechos de los personajes de One Piece  le pertenecen al mangaka Eichiro Oda.

 

Notas del capitulo:

Escribir sobre magia y cosas sobrenaturales, es algo que siempre quise hacer,  y a decir verdad esta idea me rondaba en la cabeza desde hace varios meses, tengo visualizado todo lo que tengo que describir y como siempre ya tengo el final escrito, es solo buscar los sucesos para llegar a dicho final, solo espero no tardar tanto con las actualizaciones.


 


De antemano,  les agradezco de tomarse su tiempo en leer este fic.


 

 

Prologo

 

A mediados del periodo Heian, en las prosperas tierras del sol naciente; la pugna por el poder dentro de la corte imperial por parte de Familias y Clanes respetables, era frecuente.

 

Las continuas intrigas palaciegas y luchas internas ostentaban un solo objetivo con desmedro,  el papel de: Regente Imperial. Tal mención era indicativo a convertirse en el representante y vocero directo del mismísimo Emperador del antiguo Japón.

 

Dentro de todo este conflicto, una familia fue la que logro dicho ascenso. Siendo la familia Fujiwara la que llego a la cumbre de sus ambiciones; trayendo con ello  una paz superficial y una pseudo-tranquilidad a todo el imperio.

 

Para mantener su estatus social e imperial, los Fujiwara optan  por implementar a su nuevo sistema, el arte místico del Onmyodo. Ya no considerándola como una ciencia cosmológica y de adivinación; sino que aprovecharían su poder ocultista como fuerza militar, pendiente de su seguridad y la del país entero.

 

A aquellos que practicaban el Onmyodo, se los denominaba Onmyoji. Estos eran maestros y conocedores de  las fuerzas del Ying y el Yang (el bien y el mal) y expertos en el manejo de los cinco elementos, siendo el fuego su más valiosa fuerza de ataque. Su auge como su proliferación  fue tan grande, que todas las familias y clanes reclutaban por lo menos a un onmyoji a su servicio.

 

Sin embargo…

 

La familia Fujiwara no disfrutaría por mucho tiempo de los derechos de la clase alta ni de los diferentes privilegios que conllevaban el cargo; puesto que, las disputas entre otras  familias, serian nuevamente el pan de cada día.

 

Entre las disputas, dos clanes resaltarían sobre los demás; cambiando el rumbo de la historia al efectuar una nueva sistematización de la corte imperial, afectando irremediablemente a la fuerza onmyoji, ya que su poder seria difamado de manera abierta; arruinando su credibilidad ante el pueblo.

 

La baja aceptación hacia los magos, obligo a la corte, a incluir un nuevo poder militar, y esta no fue difícil de reemplazar por los mismos clanes que desvirtuaron a los onmyoji. La adhesión fue rápida, y el guerrero definitivo había nacido.

 

El Samurái.

 

Los samurái  o denominados  también servidores, eran guerreros de increíble nobleza y honor, creyendo en un solo camino: El Bushido o camino del guerrero, basado en siete principios fundamentales; Justicia, valor, compasión, cortesía, honor, sinceridad y el más importante de todos, la lealtad.

 

Agilidad con la espada, fuerza espiritual, determinación en la lucha y una disciplina formidable; era todo lo que un samurái representaba.

 

Por otro lado, los pocos onmyojis que continuaban al servicio de diferentes familias, trabajaron hombro con hombro con los samurái, solo por una pequeña fracción de tiempo, ya que  mientras lo hacían, estos decidieron incrementar sus poderes  en  secreto  para así  recibir el favor del pueblo, sin imaginar que esto causaría un mayor temor a sus poderes antinaturales.

 

El miedo a lo desconocido obligo al emperador y a toda la corte, a tomar medidas drásticas para la  abolición de sus antiguos guerreros. La prohibición del Onmyodo fue inevitable y la erradicación definitiva de los onmyojis fue sanguinaria, la simple protección a alguno de ellos, sería considerada como la máxima traición al emperador, castigada con la pena de muerte. Ya no había marcha atrás…

 

La era de los samurái  había iniciado

 

Y nosotros los Onmyoji teníamos los días contados.

 

 

~ 0 ~

 

 

Un pelotón completo de guerreros samurái, se movieron agiles  generando un estrepitoso barullo  por el agitar de sus espadas al tropel que realizaban. Todos se formaron a ambos extremos de la entrada hacia las mazmorras donde se encerraba a los prisioneros rebeldes  y a criminales de guerra.

 

Inclinando las cabezas en señal de respeto, dieron paso a su Señor y líder de Clan, quien con su porte orgulloso y la expresión fría pero decidida,  dio pasos seguros, uno después de otro y se desplazó al interior del infierno al cual condeno a muchos, pero que en su vida se hubiera imaginado conocer.

 

En el interior gobernaba el frio y la humedad. Las paredes y el piso eran de piedra caliza tallada y enmohecida,  de las grietas del techo y los muros, goteaba parte de la humedad acumulada. Las celdas se hallaban ubicadas a un poco más de dos metros unas de otras, y en su encierro algunos restos óseos de los que alguna vez en el tiempo fueron llamados personas.

 

Las antorchas empotradas en lo largo del amplio pasillo, iluminaban pobremente el sepulcro condenatorio y le regalaban un brillo diabólico a los ojos dorados del líder del clan dominante en toda la región. Sus pisadas pacientes lo llevaron hasta la última celda, situada en lo más profundo del camino. Deteniéndose, agudizo la vista, escudriñando en el interior de la misma. La curvatura de su boca se movió ligeramente, mostrando una sonrisa innotable, habiendo hallado, lo que había venido buscando.

 

Teniendo en alerta cada uno de sus sentidos, mantuvo una corta distancia entre él y las rejas de metal oxidado.

 

— ¿Por qué… no te acercas un poco más? —una voz seca y cansada se hizo oír desde la celda oscura y brumosa—  ¿acaso piensas que podría hacerte daño en estas condiciones? Me parece… insultante que desconfíes de mí, a pesar de que te fui fiel desde bastantes años atrás… incluso… mucho antes de que te nombraran como  la cabeza del clan, mi honorable Roronoa Mihawk —dijo el prisionero con voz débil, dando bocanas de aire cada que podía, al sentir colapsar sus pulmones por el simple esfuerzo de hablar.

 

Roronoa Mihawk, líder del clan Roronoa, movió sus ojos no así su cabeza, para poder examinar al hombre del interior de la celda, quien se hallaba colgado desde las manos por grilletes que sobresalían de las paredes, denotando su posición de prisionero total.

 

Su cabello dorado era irreconocible, el rostro tenía escoriaciones recientes y la sangre continuaba brotando de la parte superior de su cabeza, deslizándose lentamente por la mejilla, hacia el mentón. Los ropajes que siempre fueron  límpidos y pulcros, estaban rasgados y deshechos, aun con señales de la lucha que libro hace poco nada más.

 

—No te imaginas cuanto me duele tenerte encerrado aquí —dijo Mihawk— pero la ingratitud no tiene perdón, y en el remoto caso de que te perdonara… tu clase no tiene salvación. El emperador ordeno su eliminación y mi deber como cabeza de uno de los clanes más importantes del país, es obedecer;  aunque, al que tenga que eliminar seas tú, mi fiel onmyoji,  Rocinante.

 

Rocinante, movió sus facciones,  mostrando una leve sonrisa irónica en su rostro magullado y en sus ojos, una frustración desoladora.

 

— ¿Eliminaran a todos mis amigos…  por culpa de un miedo infundado? ¡Nosotros juramos protegerlos! —la rabia de la verdadera traición, hirvió su sangre de rencor. Ni misericordia ni perdón, ese era el pago a toda una vida de lealtad y protección.

 

Mihawk giro sobre sus propios talones, ondeando sus vestimentas, logrando darle la espalda a su antiguo sirviente.

 

—Lo sé, pero fue un convenio entre  los Fujiwara,  los Akainu y nosotros los Roronoa,  y si deseamos que nuestra familia se haga con el poder completo de la corte, debemos actuar de momento, amistosos con ellos.

 

Rocinante solo podía temblar de impotencia, y rogar al cielo y las estrellas de que alguno de sus discípulos logre sobrevivir a esta injusta casería.

 

—Mis muchachos son fuertes, lograran escapar…

 

Mihawk lentamente movió la cabeza y miro sobre su hombro, viendo por un momento  no a un prisionero, sino a su gran amigo, confidente, protector  y hermano.

 

—Lamento ser yo quien te lo diga, pero, mientras intentabas ayudar a escapar a Pierna Negra, el clan de Akainu ejecuto públicamente a sus magos;   Puño de fuego Ace y a Marco el fénix —El hechicero prisionero paro la respiración y sus ojos se abrieron incrédulos de esa verdad que se le trasmitía— La familia de Sengoku Fujiwara, también hizo algo parecido con Sabo de la voluntad de fuego, sin importarles la relación que tenía con la hermana del emperador, y ahora yo…

 

—Tú, tú acabaras conmigo como tu onmyoji, ¿verdad? ¡¿Verdad?! —exclamo Rocinante con lágrimas incontenibles deslizándose a borbotones por todo su rostro, debido al sentimiento tan doloroso que le dejaba  la muerte de aquellos que cuido y guio  por tanto tiempo como sus propios hijos.

 

 Sin embargo, la angustia inmediatamente fue dejada de lado, y sus manos temblorosas y lesionadas se cerraron en puños llenos de ira,  su mirada benévola se volvió fría,  y mostrando sus dientes resalto un  odio que nunca imagino que  poseía— ¡Mihawk! —grito el mago, arremetiendo hacia adelante, tensando las cadenas que lo sujetaban y sacudiendo su cuerpo al no poder avanzar más de lo que el largo de las cadenas le permitían.

 

—Como lo dije antes, ese es tu destino y mi deber — respondió el  líder del clan Roronoa,  con su mirada fija, penetrante y calculadora, similares al de un halcón orgulloso y majestuoso,  ante una presa débil y lesionada —Pero, lo único que puedo asegurarte es que…  tu sacrificio no será en vano. Para ganar grandes cosas, se debe estar dispuesto a perder cosas valiosas.

 

—Como no pude verlo.  En qué momento… fue  que cambiaste a esto que veo ahora, pero te advierto Mihawk, no canten victoria, aún queda un mago y dudo que tu hijo sea capaz de eliminarlo. El joven amo cree en un bushido diferente al tuyo, para él su onmyoji es lo más importante en este mundo, ya que él lo am…

 

Mihawk dio vuelta completamente y  acercándose hasta la reja, sujeto las barras con sus manos rugosas, agitándolas por la brusquedad y rabia que ejerció en ellas

 

— ¡Cállate! — La irrompible seriedad de Mihawk fue quebrada por unas cuantas pero sutiles palabras—. Pierna Negra morirá, tenlo por seguro.

 

Pero el mago onmyoji no sintió miedo a esa reacción, es más, esbozó una gran sonrisa, una llena de paz y conformidad. Sintiendo que aun existían esperanzas para su estirpe.  A pesar de ser expertos en la adivinación, ninguno de los onmyojis logro predecir este terrible destino; aunque,  si tan solo uno sobreviviera y continuara su legado de extremo conocimiento, no todo podía darse por perdido.

 

—Te diré…  mi viejo amigo, si Pierna negra o mejor dicho Sanji,  llegara a morir, tu hijo también lo haría y por voluntad propia;  y sin Roronoa Zoro en el clan, tu apellido, tu sangre, toda la familia desaparecerá.

 

El destino de esos muchachos es algo que nadie puede predecir, pero el que se merezcan el uno al otro, es algo que todos pueden sentir.

 

Ellos no morirán, hagas lo que hagas, nunca lo harán.

 

Definitivamente…

 

Ellos dos sobrevivirán.

 

 

Notas finales:

Hola a todos, aquí estoy, con una nueva historia, en la cual espero me acompañen (tiembla de los nervios). Esta es diferente a las que escribí anteriormente, jugare un poco con los tiempos, y escribiré lo mejor posible para no confundirlos con eso.

¿Por qué publico otra historia y no actualizo MI MASCARA? Pues, porque ese fic lo aprecio mucho, y por eso mismo,  estoy editando varios capítulos (los primeros para ser exacta) y los estoy subiendo  en mi cuenta de wattpad Xd (aun no escribo el final)

 

Y ya sabe, si tiene alguna duda, idea o sugerencia, estaré más que feliz de leerla. Nos vemos XD

Pd: ¡¡¡Saludos Rouge!!!


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