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Alas rotas por Naghi Tan

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Notas del capitulo:

Si acaso temes a la obscuridad deberías echar un vistazo a tu interior. Tal vez te sorprenda lo que puedes llegar a encontrar.

Titulo: Alas rotas.

Autor: Naghi-tan

Fandom: One Piece

Pairing(s): Roronoa Zoro/Sanji; Monkey D. Luffy/Sanji

Clasificación: NC-17

Resumen: Cuando algo cae sobre el cofre de su auto la vida de Sanji da un giro de ciento ochenta grados, y cosas grandes y extraordinarias están a punto de pasarle.

Notas de autor: Hey~ fic para entrenar mi mano izquierda, disculpen los dedazos o las fallas ortográficas. Este fic solo se publicará aquí en Tumblr y AO3.

Tabla: Tiempo No. Y Nombre: 003. Futuro

Grupo: Minutitos


 

[…]

Sanji sostenía el volante con una seriedad que parecía inventada, sus nudillos blancos por la presión ejercida, sus ojos fijos en la carretera.

—Repasemos— habló en voz baja—, el motor no parece fallar, —dijo, respirando con fuerza— las balatas las han revisado hace poco —miró hacia a un lado—, los retrovisores están en perfecta alineación.

Era una noche obscura como tantas otras, pero había algo diferente en esa noche, algo que le hacía fascinantemente especial pero eso Sanji no lo sabía, miró hacia el retrovisor frente a él y trató de sonreír a su reflejo: un joven rubio de ojos color del mar y una cejilla que parecía imitar una ola fue lo que vio, volvió su atención a la carretera de apenas dos segundos de mirarse, había cierta vacilación en el reflejo de sus ojos, un tipo de miedo indescifrable.

—¡Maldito coche de mierda!— exclamó de pronto, sus pupilas dilatadas. Odiaba -enserio- manejar.  

Se lo merecía, nadie le mandaba a conseguir un puto departamento lejos de la ciudad. Una hora manejando en carretera libre podía hacer estragos en personas como él.

Lo positivo de vivir tan lejos era que en cuanto lo económico no gastaba más de lo que necesitaba. No pagaba renta, los vecinos eran calmados y no armaban desastres ante la menor provocación. El pago de la luz y el agua eran inevitables, pero siendo soltero los gastos se reducían a lo mínimo. Ya quisiera el gobierno poderle sacar más de lo que debía.

Suspiró, esta vez logrando calmarse un poco—Mirada al frente—exhaló como un mantra—, no hay forma de que me duerma al volante, no hay edificios contra los cuales chocar... excepto árboles, malditos árboles.—recordó entonces por que estaba tan pendiente de los edificios inexistentes de la carretera, la noche anterior había terminado por leer un manga que hacía algún tipo de referencia a ese tipo de accidentes en especial.—Bueno, esta noche no voy a morir, porqué no estoy drogado y no tengo a nadie que pueda alucinar... ¡Mierda, esto no me esta calmando para nada!

Estar solo no era su mayor miedo, más, era realmente alucinante llegar cada noche a su apartamento y notar que no había quien le recibiera con una nota de felicidad en su voz. Una sonrisa, un abrazo y un beso, joder que eso sería un incentivo para llegar con vida a casa, más que eso, sería una grata recompensa. 

Su vida se había visto envuelta en una carrera contra el tiempo y sus estudios. Por ende se había privado así mismo de romances fugaces, no había podido dedicar mucho tiempo al amor, y sus amistades compartían sus cursos e igual se habían complicado con la distribución de sus horarios. 

Suspiró, perdiendo la cuenta de cuantas veces lo había hecho ya, si de encontrar compañía se trataba tal vez le bastaría con una mascota, un perro tal vez, eran muy entusiastas al recibir a los dueños y cuidaban del hogar... tambien necesitaban cuidados y alimentos... y agua para sobrevivir. Un perro quedaba descartado, asi como cualquier ser viviente. No quería llegar un día a casa y descubrir que este había estirado la pata sobre su alfombra. Era mejor conseguir una persona. Las personas sabían cuidarse ¿verdad?

Ahora sonaba como si no necesitara amor más que la compañía de alguien. 

—Concentración—se dijo—, enfocate en el camino. 

Había cierto tipo de drama y terror ante la idea de morir prensado entre una mole de hierro, y ser devorado por llamas provenientes de una explosión causada por una fuga de gasolina y la chispa de los cables que hacían que un automóvil funcionaran.

—Sumamente aterrador—murmuró, sin apartar su mirada de la carretera, por el momento solo había visto como cerca de quince acelerados conductores le rebasaban por el otro lado. Eso hacía que su miedo aumentara un poco al imaginar como cualquiera de ellos podía perder el control y estrellarse contra él.

Comenzó a sudar frío ante la idea y, nuevamente, miró por el retrovisor—Nada va a pasar—trató de convencerse en voz alta—, absolutamente nad...

Y entonces algo había logrado estrellarse contra el cofre del auto—¡Maldición!— gritó mientras giraba el volante tratando de no invadir el otro carril, apoyó su pie sobre el acelerador recordando el consejos de un amigo, más valía que no muriera en el intento al llevar la acción a la practica, la idea consistía que si en caso de perder el control de volante debía mantener una dirección fija, si frenaba corría el riesgo de que el veiculo cediera ante el peso y por ende terminaría volcando. Lentamente recuperó el control y fue entonces que comenzó a bajar la velocidad. 

—¡Mierda, mierda, mierda! —su corazón no paraba de latir con fuerza, y para cuando hubo frenado al completo no perdió el tiempo y se deshizo del cinturón de seguridad. 

Salió del auto y empezó a desordenarse con desesperación sus cabellos con las manos—Santa mierda del infierno—respiró con fuerza antes de acuclillarse y tratar de calmar un poco sus sentidos. 

¿Qué cojones estaba pasando?

¿Qué mierda había caído del cielo para chocar contra su coche?

Todo parecía una loca comedia, por qué no podía pensar en como de la nada algo así podía pasarle. No había árboles tan grandes de donde pudiera alguna persona saltar para causar un fuerte impacto sobre el cofre, aun menos una roca lograría algo así, a menos de que fuera enorme y de serlo seguramente no habría sobrevivido. No había ni cerros, ni montañas para que una roca cayera así. ¿Un pájaro? imposible, las aves eran torpes, algo tontas, ¡pero no en exceso! de ser un ave habría chocado contra su parabrisas para empezar.

 

Se levanto lentamente, y respirando profundo trato de armarse del coraje necesario para acercarse al cofre.

—Esto no puede estarme pasando—palideció.

La señorita del clima no había sugerido que esa misma noche del cielo caerían hombres.

¿A quien llamaría ahora?

Notas finales:

Es una colaboración de la cual por el momento me encuentro editando lentamente, espero que no decepcione a nadie. Naghi, estaré lo más pendiente que pueda (sabes que no soy la definición exacta de apoyo permanente)-DiZereon Out.


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