Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ella en tu mirada por Haruka Eastwood

[Reviews - 25]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes son propiedad de Haruka Eastwood al igual que la historia, cualquier parecido con la realidad es solo coincidencia. 

 

Haruka

Notas del capitulo:

Hola, espero que esta loca idea les guste :3 de ser así me encantaria saber su opinión, ya que es mi primer proyecto original ♥ tardare un poco en actualizar. Lenta pero segura xD

Titulo: Ella en tu mirada

Resumen: No puedo evitar sucumbir ante él, ante sus malditas caricias… es una lástima que no sean para mí, sino para ella…

Categoría: Originales

Clasificación: Mayores de 16 años

Género: Drama. Romántico.

Advertencias: Lemon

N° Capítulos: Indefinido

Por: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Ella en tu mirada

Capítulo 1: Solo soy un remplazo

No pude evitar retorcerme cuando arremetió con vehemencia aferrándose a mi cadera, siempre igual, siempre salvaje. Parecía una bestia al acecho, inclusive su personalidad me recordaba a una pantera; criaturas poderosas, gráciles, frías y las perfectas maquinas de matar, mientras que yo solo era una pobre víctima más, una estúpida victima que se había cruzado en su camino en el peor momento de todos, colocando el cuello a su disposición. En aquel entonces no dudo en saltar sobre mi y enterrar sus colmillos en mi yugular.

Julián Montes, todo un macho alfa, imponente y pretencioso, a quien le encanta jugar conmigo, con su eterna presa, al menos hasta que llega “ese” momento, uno turbio que encierra más desgracias que la caja de pandora. Incluso me he llegado a preguntar, ¿por qué no me ha matado? Entonces lo recuerdo y no me queda nada, más que suspirar resignado, hundiéndome en mi miseria, o puede que en la suya disfrazada de placer.

—¡Gime para mi, gatita!

Quería mirarle con odio, pero para mi desgracia, no puedo hacerlo porque algo dentro de mí me lo impide, pese a que se lo ha ganado a pulso. Le guste o no, soy hombre, aun así me trata como a una mujer… el muy bastardo. Ansiaba darme la vuelta y golpear ese perfecto rostro. Borrar esa estúpida sonrisa y largarme de aquí, de este maldito hotel de mala muerte.

—Vete a la m… ¡Ah~! Joder…

Lo volvió a hacer, volvió a arremeter con ahínco, sujetándome y embistiéndome como si la vida se le fuera en ello. Solo puedo cerrar los ojos, aferrándome con desespero a las blancas sabanas, sintiendo como entra y sale de mi cuerpo, arañándome la espalda y azotándome el culo, mientras exclama entre alaridos que gima para él. Tal vez lo más molesto de todo esto es que me llame “gatita”. Es humillante, aunque pensándolo bien, toda esta jodida situación lo es.

Julián, Julián Montes es mi jefe, si, mi maldito jefe desde hace dos años. En aquellos días recién terminaba la universidad, no tenía experiencia en el campo laboral y necesitaba un trabajo con urgencia. Mi madre había caído gravemente enferma y mi hermano menor solo tenía diez años, en cuanto a mi padre… él es un militar. Siempre lo odie, aunque el sentimiento era mutuo. Cuando nací, él deseaba un hombre, un hijo varón que llevara sus genes. Es decir que esperaba que yo fuera un macho musculoso, alto, de rasgos toscos y voz de mando, sin embargo solo obtuvo un hijo de apariencia andrógina, cuerpo delgado y voz tan suave, que no sabías si era un hombre o una mujer con dolor de garganta.

Recuerdo mi infancia con él gritándome que yo era un monstruo, algo que ni era mujer, pero tampoco un hombre. Su frase más común era: «Hubiera preferido que fueras vieja a un adefesio maricón». Debía aclararle que era orgullosamente gay y no maricón, aunque no tenía caso discutir con una persona como él.

Tan amoroso como siempre, así era y sigue siendo el respetado general: Roberto Mondragón. Gracias al cielo casi nunca estaba en casa y cuando mi madre volvió a quedar embarazada él le pidió el divorcio, alegando que no iba a soportar que tuviera otro adefesio de hijo como yo. Vaya, él sí que sabe dar ánimos, no sé si es bueno o malo, pero mi hermanito nunca conoció al bastardo de nuestro padre, lo único bueno, es que él sería el hijo perfecto para Roberto.

Volviendo al tema de mi maldito jefe. En ese entonces me contrataron como su secretario, estaba que no cabía en la emoción, el sueldo era demasiado para mi, una pequeña fortuna que me iba a sacar de todos mis problemas, claro que con tantas responsabilidades era algo justo. Lástima que no sirvió de mucho, ya que mi madre murió seis meses después.

El primer día que vi a Julián, enarco una ceja sonriendo con socarronería y me dijo que si yo era la nueva secretaria. Sí, el muy idiota me confundió con una mujer, era eso o solo se burlaba.

—Julián… —volví a la realidad y le mire a los ojos, esos fríos ojos verdes que me erizaban la piel, enterrando mis dedos en su espeso cabello negro, lástima que esas sensaciones no eran de excitación, mucho menos de placer, más bien era una sensación desagradable—. Me lastimas…

Sin ninguna consideración, salió de mi interior y me volteo con brusquedad, haciendo que mi espalda quedara contra el colchón. Cazo mis labios en un beso hambriento antes de volver a poseerme, iniciando un nuevo vaivén aun más desesperado y fuerte que el anterior. No podía evitar arquear la espalda, sintiendo el calor agobiante de su cuerpo presionando el mío, aprisionándome de tal manera que sentía sofocarme.

—No importa cuántas veces te folle —bramo, iniciando un recorrido de besos hacia mi cuello, el cual mordió con saña, hasta que solté un grito de dolor—. Sigues malditamente estrecho.

No respondía, no tenía caso hacerlo. Siempre busca incitarme, provocarme y que caiga en su maldito juego de seducción. Julián es todo lo que una mujer puede buscar, al menos entre comillas, ya que es dueño de una cadena de hoteles y restaurantes, alguien que rebasa el metro ochenta de alto, musculoso, atlético, claro que no hay que olvidar que es malditamente guapo. Todo un hombre de treinta y siete años de edad, mientras que yo…

Yo solo tengo veinticuatro años, no soy nada sobresaliente… estatura promedio, cuerpo delgado, actitud normal. Bueno, soy inteligente, aunque viendo la situación, y el hecho de que me encuentro en este hotel, abierto de piernas para mi jefe, que ni por error es gay, como que empiezo a dudar de mi supuesta inteligencia.

Para sorpresa de todos, menos mía, Julián Montes esta —nótese el sarcasmo— felizmente casado con Ingrid Sousa, una rubia despampanante de ojos verdes, con más curvas que cerebro, y es que en lo único que piensa es en tendencias de moda o si el bolso que compro combina con sus estúpidos zapatos. Se puede decir que es una muñequita superficial.

Curiosamente es su segunda esposa, se volvió a casar hace un año. Para ser honesto me agradaba su primer esposa, era una mujer muy dulce, de ojos negros y mirada amable, incluso diría que bondadosa. Lo más característico de ella era su amplia sonrisa y aquella manía por preocuparse por todos, por desgracia falleció un mes después de que comencé a trabajar para Julián.

Tuvo un accidente; un camión se estrello contra su auto mientras esperaba que la luz del semáforo cambiara para poder seguir. El hecho mismo fue horrible, aunque para Julián no sé que fue peor, si saber que su esposa murió, o que cuando paso, ella iba acompañada de otro hombre, se trataba de un pequeño empresario, dueño de una cadena de restaurantes que recién comenzaba a tener auge en el mercado. Los rumores decían que era su amante, aunque al final se descubrió que intento contactar con la empresa para asociarse, aunque eso sigue sin explicar del todo, ¿por qué iban en el mismo auto?

—¡Gabriel! —Su potente voz me hizo abrir los ojos, ni siquiera fui consciente del momento en que los cerré, parecía molesto, aun así esquive su mirada y como otras tantas veces, me tomo del cabello, plantándome un beso—. Me gusta que me mires cuando te follo. ¡Mírame!

—Jodete —no debería estarle diciendo eso a mi jefe, pero en el momento en que se cierra la puerta, pasamos a ser Julián y Gabriel, dos personas unidas por una relación carnal, olvidándonos de lo laboral—. Que me estas lastimando.

—En ese caso pórtate bien, Gaby, mi Gaby…

—Sabes que odio que me digas así.

—Shh —unió su frente con la mía—. ¿Entonces prefieres que te diga Gatita?

Chasquee la lengua y evadí su mirada, sintiendo como sus estocadas se volvían más suaves, sus caricias sutiles y sus besos apasionados. No podía negar que tenía una pasión incontrolada y una mirada peligrosa, sin embargo en estos momentos parecía tan frágil pese a los roles… era desesperante, tan cambiante y tan… tan él. Aun así sigo molesto porque me llamó Gaby.

Es un hecho que no me gusta mi nombre. De niño era algo sin importancia, hasta que una amiga me dijo que te definía, entonces sentí que Gabriel era un nombre para alguien débil, entre más lo escuchaba, más me desagradaba. Sonaba tan femenino, tan inferior que llegue a culparlo por todo, lo peor vino cuando tenía quince años, en una navidad, mi madre había bebido tanto que me miro a los ojos y aseguro que me odiaba con todo su ser.

Que gracias a mí, el hombre de su vida la había dejado por una furcia, que gracias a mi, su matrimonio había sido un asco, y que ella deseaba una niña, una delicada y dulce niña a quien nombraría Gabriela, pero como nací yo, tuvo que ponerme Gabriel. Vaya que la naturaleza es una hija de puta.

Mi padre quería un niño, mi madre una niña y como no pudieron decidirse, pues resulte yo, alguien de apariencia andrógina que confundes con una mujer pero ¡Oh, sorpresa! Tengo pene, realmente genial. Claro que parte de esa confusión también es mi culpa, ya que me gusta llevar el cabello ligeramente largo, una cosa de nada, solo hasta los hombros, ya que oculto los aretes. Ni siquiera recuerdo cuando fue que comencé a usarlos o porque… creo que fue cuando un ex me dijo que tenía tan lindas orejas que me vendrían bien… da igual.

—J-Julián…

El suave movimiento de su mano sobre mi miembro estaba a punto de lograr que me corriera por segunda vez. No lo soporto, no soporto su dulzura, no soporto sus caricias amorosas, no soporto su maldita mirada.

Su cuerpo estaba perlado en sudor, sus facciones agotadas, y su rostro sobre el mío, mirándome a los ojos. Para mí no era sorpresa ver como su mirada se volvía tierna, dulce y temerosa, mientras sus ojos se cristalizaban, entonces las lágrimas comenzaban a salir libremente cayendo sobre mí. Era como si yo estuviese llorando… y cuando descubrí el motivo del porque un hombre tan intimidante, prepotente, egoísta e idiota como él lloraba cuando teníamos sexo, realmente lo hice, llore. Debí imaginarlo desde antes era tan evidente, aun así no lo quise aceptar, dolía hacerlo y cada vez duele más… pero aquí sigo.

Sigo entregándome…

Ese día me tendí sobre la cama y llore abrazando la almohada. Aferrándome a ella de forma desesperada y dolorosa, sintiendo que a cada segundo que pasaba, algo dentro de mí se rompía en miles de partes, ¿mi cordura, mi amor o yo? Eran tantas cosas a la vez que no podía asimilarlo, mejor dicho: no deseaba hacerlo. Había caído en su trampa, ¿en la trampa de un cazador experto o de un loco? De igual forma, yo solo era un jodido espejismo que lo sacaba de su maldita realidad, un escape, algo pasajero y tangible. Lástima que cuando me quise dar cuenta, ya era demasiado tarde.

—Gaby… mi amada Gaby… ¿por qué me dejaste?...

Cerré los ojos y mis lágrimas se confundieron con las suyas. Al abrirlos me miraba esperanzado, sus movimientos salvajes se habían ido para dar paso al hombre cariñoso y atento, alguien que me hacía el amor creyendo firmemente que era otra persona… que era ella.

Pose mi mano en su rostro y lo bese de manera lenta, actuando como deseaba, fingiendo ser alguien más, olvidándome de mi mismo, de lo que era, de mi esencia.... Ya no sé quien era más patético, si él o yo.

Era una lástima que Julián Montes no me besara porque me amara, no me hacía el amor porque me deseara. Me tomaba porque me parecía a su esposa, a esa mujer que tanto amo, y que seguirá amando. Acariciaba mi cabello rojizo, pensando que era el de ella, tan similares… nuestros ojos negros y nuestra piel blanca. Claro que yo carecía de esa elegancia, esa sonrisa y ese carácter… porque yo no soy ella… yo soy Gabriel Mondragón, pero por más que lo besara y dijera: te amo. Él me vería como alguien más, como ese alguien que perdió.

No era inmune a sentir o amar, porque estaba perdidamente enamorado de él, de ese animal salvaje, posesivo y territorial que me mataba cada que se sentía solo y deseaba recordarla a través de mí… tristemente, él la veía en mi mirada. Mientras yo, yo veía a un hombre al borde de la locura, que era capaz de acostarse con otro por el simple hecho de que compartía características similares con su esposa muerta… quería llorar y gritarle que no era Gabriela Márquez… ¡No soy ella! ¡No lo soy! Lo sabía, aun así seguía fingiendo…

¿Era por él o por mí?

Tan solo me queda pensar. Sí, es lo único que puedo hacer, mientras él sale de su burbuja y se da cuenta que yo no soy quien se aferra en creer… cuando llegue el momento, ¿Qué harás…?

—¡Julián!

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Continuará

Notas finales:

Mil gracias por leer, espero que te haya gustado y me regales tu opinión ♥

Haruka Eastwood


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).