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Soulmate por Dashi Schwarzung

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Notas del fanfic:

Ok, este fanfic debía entregarlo completo, sin embargo, mi tiempo, mi inspiración y varias cosas más jugaron en mi contra y no me dejaron terminarlo; pero de verdad quería entregar algo este día tan lindo, así que me decidí a hacer este two-shot. La fecha límite de entrega de nuestros fanfics para la convocatoria es el 19 de febrero, así que prometo entregarlo antes de ese día.

 

Pasando al fanfic: Esta idea surgió de un post en tumblr del usuario “auseverywhere”, lamentablemente no puedo poner el link, pues me perdería buscándolo y muy seguramente no lo encontraría :’v
Es la primera vez que escribo un AU sobre “soulmates” y de verdad quería hacerlo desde hace mucho, así que por fin se me hizo.
La pic que me tocó en el sorteo fue esta, así que espero que les guste la primera parte del fic, que sólo es para dar a entender la idea, y después pasamos a la zukulencia :if you know what I mean:

 

Advertencias:

—Soulmate AU
—Eventual KagaAo

—Menciones de otras parejas: MidoKuro, KiKasa, MuraHimu

—Eventual lemmon explícito

..::Soulmate::..

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“Cuando mires a los ojos a otra persona, a cualquiera, y veas tu propia alma reflejada, entonces sabrás que has alcanzado otro nivel de conciencia.”

-Brian Weiss

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Muchos creen en el alma gemela: esa parte en sus vidas que creían perdida; una parte de cada persona que esperaban encontrar, para sentirse plenos y vivos.

Algunas personas se pasan la vida buscando; a otras, sin en cambio, ni siquiera les importa el tema. Lo que sí es seguro es que esa persona llegará tarde o temprano; la busques o no; lo quieras o no.

 

En este mundo es muy fácil saber si has encontrado a tu alma gemela: desde el nacimiento, las personas muestran cierta heterocromía, es decir, poseen iris de diferente color. La razón es simple: uno de los colores de ojos es natural, corresponde al auténtico color de ojos de la persona; el otro color es temporal, y representa el color de iris de aquella persona a la que se le llama alma gemela.

Por esa razón hallar a esa persona importante es un trabajo más fácil.

Pero eso no es todo, pues aquel color temporal en un iris desaparece en el justo momento en el que te encuentras con esa ansiada persona, dejando saber que esa alma gemela ha aparecido.

Suena interesante. ¿No?

Pues si se lo preguntaran a Kagami Taiga, seguramente diría que no, y tras blasfemar un par de veces, daría la vuelta y se iría por donde habría llegado.

 

Hablando de él… Taiga es un bombero de 25 años, tiene pavor a los perros, pero eso se le olvida cuando tiene que salvar a uno de un incendio, pues tiene bien entendido que en una situación así, toda vida  es importante; sabe cocinar bien sin morir en el intento, y no… no tiene pareja, pues el tener un novio o novia no es algo importante en su vida; podría decirse que está feliz con su soltería.

Sus ojos aún muestran aquella heterocromía por no haber encontrado a su alma gemela todavía. Se supone que el color natural de sus ojos es rojo, justo como su cabello y cejas extrañamente partidas, pero su ojo derecho muestra su iris de color azul marino. Y por supuesto que no está nada feliz con ese iris azul.

Recordaba cómo en su infancia, sus compañeros de clases se burlaban de él, ya que el ‘rojo granada’ natural de su iris izquierdo no combinaba en lo absoluto con el azul marino de su iris derecho. Para él era ridículo. ¿Cómo era que su tonta alma gemela tenía que tener ojos azul marino?

 

Conforme pasaban los años, aprendió a lidiar con ese extraño desacuerdo de colores en sus ojos.

Creía que su heterocromía era la peor, pero no contaba con conocer en secundaria a Kuroko Tetsuya, un chico que tenía un ojo color azul celeste, como su cabello, y otro color verde bosque; y si Kagami durante su infancia se había blasfemado por el color de sus iris, en definitiva los ojos de aquel chico Tetsuya eran peores.

 

Kuroko y Kagami se hicieron muy buenos amigos, debido al bullying que ambos sufrían en la secundaria. Muy seguido el pelirrojo se enfrascaba en peleas debido a las palabras hirientes que sus compañeros decían a ambos chicos, y sus constantes idas con el director casi le costaron la expulsión de esa escuela.

 

Después de sus estudios en secundaria, ambos chicos se enlistaron en la misma preparatoria, y Kuroko no contaba con que allí conocería a su alma gemela; aquel chico de gafas y cabello verde que poseía un ojo color azul celeste. Y entonces se presentó la magia: en el momento en el que Tetsuya fijó su vista en aquel chico alto, notó cómo el iris celeste de éste comenzaba a cambiar, dejando paso al verdadero color natural de ojos de aquel estudiante de nombre Midorima Shintarou.

Sobraba decir que desde ese momento, Kagami siempre miró a Kuroko junto a ese tipo serio de Midorima. Claro que se alegraba por su amigo de la secundaria, pues aunque el rostro de éste no mostrara muchas emociones, Kagami sabía, por aquel pequeño brillo en los ojos celestes, que Tetsuya estaba sumamente feliz por haber encontrado a su persona especial.

 

Pero ni el amor que se tenían el peliverde y Kuroko era suficiente para que Kagami deseara encontrar a su alma gemela. Su soltería lo mantenía feliz. ¿Para qué complicarse con cosas del corazón?

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Era una noche nublada, Kagami había salido temprano del trabajo al no recibir más llamadas de emergencia, y daba gracias por regresar antes a casa.

Entró al departamento que estaba compartiendo con Kuroko, y tal y como lo imaginaba, su amigo peliceleste no se encontraba en casa. No entendía por qué seguía compartiendo el lugar con su amigo de la secundaria, pues éste se la pasaba con Midorima; tal vez era porque Tetsuya no quería dejar solo al pelirrojo. De cualquier manera, Kagami no interferiría con las decisiones de su amigo.

 

Lo primero que hizo enseguida fue dejar aventada su maleta del trabajo en algún lugar del departamento, para luego caminar con pereza hacia la cocina, y abrir el refrigerador; con suerte habría algo de comer. Pero sus deseos no se hicieron realidad, pues en el refrigerador no había nada más que un par de cartones de leche.

Suspiró derrotado al tener que saber que tendría que prepararse algo de comer… y con lo cansado que estaba; tal vez lo mejor era tomar el teléfono y pedir una pizza a domicilio, no era mala idea.

 

Antes de que pudiera tomar el teléfono, el picaporte de la puerta principal sonó y Kuroko entró al departamento, llevando un par de bolsas en las manos; no pudo contener una pequeña sonrisa al ver a su amigo pelirrojo en la cocina.

—Hola, Kagami-kun. Saliste temprano. — Habló el peliceleste, dirigiéndose hacia la cocina, dejando las bolsas sobre la barra.

—Hey, estaba a punto de pedir una pizza. — Mencionó Kagami, ignorando olímpicamente el comentario de su amigo.

—No será necesario, traje hamburguesas. Pasé a comprarlas antes de venir hacia aquí.

 

A Kagami le brillaron los ojitos al escuchar la palabra “hamburguesas” en boca de su amigo, y suponiendo que éstas eran del Maji Burger, se le hizo agua la boca.

 

Sin más palabras, ambos tomaron asiento en el sofá, y Kuroko encendió el televisor, buscando entre el catálogo de Netflix alguna película que fuera interesante, cosa que a Kagami no le importó realmente, pues estaba completamente concentrado en sus hamburguesas y retándose a sí mismo a ver cuántas podría comer.

 

El tiempo pasaba volando, y la película americana que había elegido ver Kuroko no era tan mala.

Pero hubo algo de lo que se dio cuenta Kagami, y es que su amigo no dejaba de mirarlo de reojo, como queriendo decirle algo, esas miradas fugaces que había recibido durante el rato que había llegado Kuroko empezaban a ser incómodas. Claro que el bombero conocía demasiado bien a su amigo, éste quería decirle algo, pero no sabía cómo.

—Quieres decirme algo, así que escúpelo. — La voz gruesa de Taiga se dejó escuchar, haciendo que los ojos celestes se fijaran en él.

Kuroko permaneció callado, mirando aquellos ojos bicolor de Kagami, sin saber si hablar o no.

—Ya sé… por eso compraste estas hamburguesas. ¿No? No eran gratis. — Kagami mostró un puchero, dejando su hamburguesa de lado.

—Bueno… — Kuroko empezó a hablar, sabiendo que tenía que decir algo. —… verás… hoy, Midorima-kun y  yo fuimos a comer, y se nos unió uno de sus amigos de la secundaria. Él era muy interesante y divertido, y empezamos a hablar sobre ti.

 

Hubo una pequeña pausa en la conversación. Lo primero que pensó Kagami era en… ¿Por qué rayos Kuroko aún seguía llamando a su novio con mucha propiedad? Luego pensó en lo siguiente que dijo Kuroko… no le importaba en lo absoluto estar en boca de otras personas, después de todo, así había pasado la mayor parte de su vida.

—¿Ajá?

—Bueno, y… este chico mencionó que sería bueno tener una cita con alguien interesante,  y de inmediato pensé en ti, así que… te ideamos una cita a ciegas. — Dijo Tetsuya, entrecerrando los ojos, por si a su amigo se le ocurría gritarle.

—Oh, vaya, una cita a ciegas….  ¡¡¿Una cita a ciegas?!! ¿¿¿¿En qué demonios estabas pensando??? — Ocurrió lo que el peliceleste esperaba, y podía apostar que los gritos de Kagami se habían escuchado hasta la siguiente cuadra. —¿¿Qué rayos pasa contigo??

 

Bueno, Kuroko sabía que su amigo pelirrojo estaba demasiado feliz con su soltería, pero… vamos, una cita a ciegas no le haría nada mal. Además de que Kagami se la pasaba trabajando todo el día, y rara vez tenía tiempo para divertirse, así que la idea de la cita no había sido tan mala para Kuroko.

—Vamos, Kagami-kun, sólo será por una vez. Si no te agrada la cita, prometo que jamás volveré a hacerlo. — Podría decirse que esa era una forma de disculpa de Kuroko, pues había arreglado la cita sin siquiera pensar en su amigo.

Kagami frunció el ceño, hacía mucho tiempo que no iba a una cita, y ahora, repentinamente, su mejor amigo había arreglado una reunión con un completo extraño… esto no iba a terminar nada bien. Pensó que si su alma gemela estuviera allí afuera, obvio que no sería nada bueno contarle que había estado saliendo a citas a ciegas, mientras esa persona no aparecía… sonaba tonto.

—Por favor… sólo una vez.  — Kuroko mostró unos ojos de cachorro, pero aún no convencía a Kagami. —Te compraré hamburguesas durante toda la semana. — fue su última oferta, y cuando Kagami mostró una mirada menos dura, supo que éste había accedido por fin.

—De acuerdo. — Dijo en un suspiro de derrota. —Pero si no me agrada esa persona, me iré de allí, y tú tendrás que darle cuentas a Midorima.

Kuroko asintió satisfecho con una pequeña sonrisa. Estaba seguro de que Kagami pasaría una buena reunión, o al menos eso es lo que quería creer.

 

Sin decir ni una palabra más, continuaron viendo aquella película, mientras el pelirrojo seguía comiendo, pero ésta vez con un mal sabor de boca, pues siendo sincero consigo mismo no quería ir a esa tonta cita. ¿Por qué rayos había accedido a algo tan tonto como eso?

Lo peor era que Kuroko estaba demasiado tranquilo, y Taiga supo de inmediato que Kuroko estaba celebrando internamente. ¡Maldita esa cara inexpresiva!

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La semana de Kagami en el trabajo pasó tranquila, se habían suscitado tres incendios pequeños que pudieron ser controlados, y por fortuna aquellos siniestros no pasaron a mayores.

Cuando Kagami se dio cuenta, el calendario marcaba el día sábado, y sabiendo que tenía el día libre, se levantaría hasta tarde.  Además su compañero de departamento le había dicho que estaría ocupado durante todo el día… nada mejor que relajarse mirando televisión, comiendo comida chatarra y durmiendo cuando se le diera la gana.

 

Pero como si el universo quisiera complotar contra él, la puerta principal se abrió en un solo movimiento, dejando mostrar a cierto chico con ojos celestes, justo a quien Kagami no quería ver en todo el día.

—¡¡¿Qué demonios, Kuroko?!! ¡Creí haberte escuchado decir que estarías ocupado hoy. — Dio un pequeño salto sobre el sillón, pues su amigo lo asustó con el golpe de la puerta repentino. —¡¡¿Y qué rayos está haciendo él aquí?!!  —Señaló sin educación alguna al segundo chico que había penetrado el lugar, ese chico peliverde que acomodaba sus gafas, sin tomarle mucha atención a Kagami.

—Lo olvidaste… — Fue lo único que mencionó el chico de baja altura, entrecerrando los ojos, provocando un extraño escalofrío en el cuerpo de Taiga.

—Uhh… ¿Qué? — Tomó una almohada del sillón, como si con ello pudiera defenderse de la mirada extraña del peliceleste.

—Tu cita… tu cita a ciegas, es hoy.

—Te dije que lo olvidaría ~nanodayo. —Mencionó el megane, con mirada superior, mirando culpablemente al pelirrojo.

—Ah, sí, eso… creo que no podré ir, verás… estoy demasiado cansado y…— Pero calló sus propias palabras al ver cómo el rostro de Tetsuya se oscurecía de molestia; incluso notó cómo Midorima se alejaba un par de pasos de su novio. — Ok, ok, me vestiré… ¡ahora lárguense!

—Ni lo pienses, Kagami-kun, nos quedaremos aquí. Si nos vamos, es muy probable que no salgas de tu cuarto.

 

Kagami pensó mil y un ofensas para Kuroko, y no tuvo otra opción más que ir a darse una ducha rápida y vestirse apropiadamente; era eso o hacer enojar aún más a Kuroko.

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—Estúpido Kuroko y estúpido Midorima, no soy un niño al que deben obligar a hacer las cosas. — Despotricaba entre dientes, sin darle importancia a todos aquellos transeúntes que lo miraban raro.

Ahora se encontraba caminando hacia el Maji Burger, lugar en donde su amigo le había arreglado la cita, aquello era lo único bueno de esa horrible reunión: al menos podría comer muchas hamburguesas; tal vez hasta con suerte, podría hacer que la otra persona pagara su comida, claro, se valía soñar, y el sueño de Kagami en ese momento era ese.

 

Pronto llegó a su destino y, con un poco de nerviosismo, entró, enfocando su mirada en los comensales, buscando a alguien que estuviera sentado a una mesa en solitario.

La única indicación que Kuroko le había dado de su cita era que esta persona tendría piel morena, y que lo reconocería fácilmente por no ser un color muy usual de piel.

Se detuvo en el pasillo de la entrada y con sus ojos bicolores escaneó el lugar, buscando a esa persona con piel morena, como seña particular.

Su sorpresa apareció al notar a alguien sentado solo, mirando su celular, era un chico con piel morena, y con su nerviosismo acrecentando, se acercó a éste.

 

—Hey. — Musitó, apenas haciéndose escuchar, vislumbrando cómo el otro chico quitaba la vista de su celular y la enfocaba en él.

—Ummm… ¿Puedo ayudarte? — cuestionó, sin darse cuenta de que sus ojos miraron de arriba abajo a Taiga.

—Soy amigo de Kuroko Tetsuya… se supone que… tú eres mi cita.

Los ojos del chico moreno se abrieron con asombro y con una pizca de terror.

—¿Tú eres mi cita a ciegas? ¡¡Ese maldito de Tetsu dijo que serías una chica con grandes pechos!!

 

Kagami enarcó una ceja ante el estúpido comentario del chico de cabellos azules y zafiros por ojos. Miró hacia ambos lados del lugar, pensando que sería mejor escapar en ese mismo momento de allí.

—Ese bastardo, me las pagará cuando lo vea. — Dijo el chico, suspirando en resignación y recorriendo una mano por su cabello azulado. — Pero bueno, ya estás aquí, así que… te daré el placer de mi compañía.

El pelirrojo frunció el ceño al escuchar el comentario, ese tipo era un completo idiota, era justo ese tipo de persona que le provocaba dolor de cabeza.

Dudó bastante en tomar asiento, pero…

—Vamos, siéntate. — Pidió el moreno, haciendo un ademán, esperando que a que Taiga accediera.

Con un suspiro de resignación el bombero se sentó, esperando que aquella primera impresión del peliazul pudiera ser borrada enseguida.

—¿Cuál es tu nombre? — Preguntó el de cabellos azules, poniendo su celular a un lado, prestándole total atención a quien estaba frente a él.

—Kagami Taiga. — Dijo serio, sin querer entablar una conversación con el otro.

­—Yo soy Aomine Daiki, policía, 25 años, soltero, atento con las chicas, amante de las tetas…

 

Una mueca de asco cruzó por el rostro de Kagami. Definitivamente aquel tipo no sólo no estaba borrando aquella primera impresión, sino que también se estaba ganando a pulso el odio de Taiga.

Sin borrar el ceño fruncido que desde hace minutos portaba, el pelirrojo miró atentamente a Aomine, y su curiosidad creció al ver que el moreno tenía ambos ojos del mismo color: azul marino, claramente dando a entender que ya había conocido a su alma gemela. Entonces… ¿Por qué se atrevía a salir con alguien más? ¿Acaso esas citas que arreglaba con otras personas eran simples juegos?

 

Parecía como si Aomine pudiera entender sus pensamientos, pues rápidamente se acomodó en su asiento y con un dedo señaló su ojo izquierdo.

—Pupilentes… — Dijo, a lo que Taiga entendió de inmediato a lo que se refería. —Mi tonta alma gemela tiene ojos de color muy extraño, y no puedo andar mostrando ese color en mi iris, de lo contrario, incluso las chicas se burlarían de mí.

La expresión en el rostro de Taiga se suavizó un poco, y es que entendía a la perfección por lo que estaba pasando el moreno; suponía que era una de las pocas cosas en las que podía entenderse con Aomine.

 

A esas alturas, incluso hasta el hambre de hamburguesas había desaparecido del estómago de Kagami, el apetito se le había ido gracias a ese extraño tipo.

—Te seré sincero… — El moreno rompió el pequeño silencio. —…No me van los hombres, no soy gay, si a ti te van, es tu problema. Yo prefiero que mi trasero sea virgen, tú me entiendes.

Taiga permaneció en silencio, pero aquella cara de pocos amigos que portaba no era suficiente para hacerle saber a Aomine su inconformidad con esa cita.

—Así que… lo lamento. — Prosiguió el peliazul. —…no podrás tener este bello trasero nunca.

 

¡Ese comentario fue la gota que derramó el vaso!

Kagami se levantó tan rápido como pudo y miró severamente al moreno.

—Eres un idiota. No te follaría ni porque me dieran millones de dólares. — Sin más, salió de allí, con la sangre hirviéndole en coraje. Esa había sido la peor cita de su vida, pero eso no era todo, sino que iba a matar a Kuroko tan pronto como lo viera.

No podía entender cómo ese idiota de Aomine fue el amigo de Midorima en la secundaria, definitivamente el megane de cabello verde tendría que escoger mejor a sus amigos.

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Midorima caminaba junto a Kuroko; habían pasado la tarde-noche en un restaurante que ofrecía comida italiana, la favorita del chico peliverde. Aquellas pequeñas citas entre ambos eran muy desestresantes después de un largo día de trabajo.

Tomaron el elevador del edificio y llegaron al departamento que Kuroko compartía con Kagami; el peliverde ni siquiera debía adivinar que Tetsuya lo invitaría a pasar, pues aquella ya era una costumbre.

—Me pregunto cómo le habrá ido a Kagami-kun. — Mencionó el peliceleste, antes de abrir la puerta de la entrada.

—Oha-Asa predijo que no sería un buen día para Leo, tal vez sería mejor evitar el tema frente a él. — Respondió el megane, en voz muy baja, notando cómo el lugar estaba en la completa penumbra.

—Así que quieren saber cómo me fue en esa cita…— La voz de Kagami se escuchó, pero por más que Kuroko y Midorima trataron de enfocar su vista en el portador de dicha voz, gracias a la oscuridad, no pudieron.

—¿Kagami-kun? — Kuroko fue lo suficientemente rápido para alcanzar el apagador y prender la luz de una buena vez por todas.

—¡¡¡¿Por qué demonios me arreglaron una cita con un imbécil como ese tipo, Aomine?!!!! — Gritó un muy enojado Kagami, levantándose de su asiento y encarando a ambos chicos. —¡¡No se imaginan la horrible cita que fue!! ¡Ese tipo es un completo patán!

—Kagami… — Trató de hablar Midorima, pero fue inmediatamente interrumpido por más quejidos del pelirrojo.

—¡¿Por qué demonios no le dijeron que iba a tener una cita conmigo?! ¡Ni siquiera le dijeron que yo no era una chica con tetas enormes, como le gustan a ese maldito pervertido!

—Kagami-kun…— Kuroko fue el siguiente en intentar conversar con Taiga, pero fue inútil.

—¡Es un maldito egocéntrico que sólo piensa en follar con cuanta tipa con pechos grandes se topa!

 

Por fin Kagami se calló al ver las expresiones de total desconcierto de los otros dos chicos, era como si tuviera algo raro en la cara, pues tanto Kuroko como Midorima lo miraban con infinita sorpresa, incluso el peliceleste tenía la boca abierta.

—¿Qué? — cuestionó tontamente al sentirse de repente incómodo.

—Kagami-kun… tu ojo… —Una sonrisa inmediata se presentó en los labios de Kuroko.

—Vaya, jamás podría haber imaginado que tú y Aomine…— Midorima dejó su comentario al aire, ajustando sus gafas, como no queriendo darle importancia al asunto, aunque era una sorpresa también para él.

—¿Eh? ¿Qué tiene mi ojo? —Después de su pregunta, corrió hacia el baño, a verse al espejo y averiguar por qué tanto alboroto. —¡¡¡¡Esto no puede ser!!!!!

 

La pareja de novios escuchó el estruendoso grito que Kagami hizo desde el baño, no podían entender cómo era que Kagami había pasado la tarde sin darse cuenta.

Ambos ojos de Kagami ahora eran color rubí; significaba que ya había conocido a su alma gemela.

—¿Cómo es que nunca lo pensé? ¡Era tan obvio! — Kuroko rara vez mostraba una sonrisa en sus labios, y en esa ocasión no pudo mitigar ese lindo gesto. —¡Tú con un ojo de color azul, y Aomine-kun con un ojo de color rojo!

—Bueno, parece que los idiotas se atraen… — Bromeó el megane, claro que su ‘bromita’ no le hizo nada de gracia a Kagami.

—¡No! ¡Debe haber un error! Sí… tal vez conocí a mi alma gemela en la acera, tal vez… pasó junto a mí y cruzamos miradas… ¡Sí! Eso debe ser.

—Kagami-kun, hay muuuuuy pocas personas con ojos azu—

—¡¡Shhh!! Cállate, Kuroko, no quiero escuchar más del tema. — Interrumpió a su amigo, para luego tomar su celular, sus llaves y una chaqueta, saliendo tan pronto como pudo de allí, para no seguir escuchando las cosas que tenían que decirles sus amigos.

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Por otra parte….

Aomine, después de que su ‘cita a ciegas’ se fuera del Maji, se encaminó hacia la cancha de basquetbol, para distraerse un poco, y qué mejor que jugando su deporte favorito. Por fortuna se encontró con unos chicos, a quienes derrotó sin mucha dificultad.

 

Cuando se aburrió de jugar con esos chicos que no le llegaban ni a los talones, regresó a Maji Burger, ésta vez para comprar su cena e irse a casa, a saciar su hambre en privado.

Comer hamburguesas en el sillón, viendo una serie interesante era un deleite para él. De repente su ojo izquierdo comenzó a dolerle un poco.

—Malditos lentes de contacto… — Dijo a la nada, mientras dejaba su hamburguesa a un lado y se disponía a ir al baño, a quitarse los pupilentes, que comenzaban a molestarle.

 

Cuando estuvo frente al espejo, con mucho cuidado comenzó a retirar el lente de contacto en su ojo izquierdo…

—¡No me jodas! — Más que un grito, aquello fue un susurro con sorpresa. No podía dejar de mirar sus ojos. Ambos eran color zafiro, cuando uno de ellos debía ser rojo. Aquello significaba… —¡Oh no…! —Mencionó, recordando a cierto chico pelirrojo con quien había tenido una especie de… cita fallida.

 

¡No, no no, no! Eso era una completa broma. ¡Su alma gemela no podía ser ese tipo! “¿Cómo se llamaba? ¿Tiger? ¿Tyler? ¿Tengu?”. Pensó en alguna otra posibilidad… trató de hacer memoria. ¿Alguna persona con ojos rojos que cruzara su camino? Pero no halló ninguna respuesta.

Esa era una broma de mal gusto. ¡¡¡¡Su alma gemela no podría ser un hombre!!!! Es decir, los hombres no poseen pechos grandes, como los que le gustan a Aomine, así que… ¡¡¿Por qué rayos un hombre tendría que ser su alma gemela?!! No tenía ningún sentido.

—Sí, una muy mala broma. —Se dijo a sí mismo, soltando una pequeña risa a sus conclusiones precipitadas.

 

Aomine, desde que tenía uso de la razón, y desde que supo sobre el término de ‘alma gemela’, esperó encontrar a esa persona especial. Cuando alcanzó la adolescencia, y se dio cuenta de que las chicas con atributos delanteros grandes eran sus favoritas, no esperó el momento de ver a su alma gemela, pues estaba seguro de que aquella chica tendría esas cualidades visuales que a él le encantaban.

Ahora que se presentaba la gran posibilidad de que su alma gemela fuera un tipo que acaba de conocer, no podía más que estar decepcionado…

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A Kagami no le importaba en lo absoluto quién fuera su alma gemela, no quería entablar ningún tipo de lazo con esa persona, mucho menos si dicha persona era ese idiota que había conocido el día anterior en el Maji Burger. Y entre más pensaba en el tema, más grande se hacía ese pensamiento de que su soltería era lo mejor para él.

 

Durante su jornada laboral el tema se quedó en el olvido, y gracias a la enorme carga de trabajo que tuvo durante ese día, se le facilitó pensar en otras cosas que no fuera el tonto tema del cambio de color de sus ojos.

 

Sin en cambio… para Aomine no había sido así: él había pensado por mucho tiempo durante ese día en el asunto del alma gemela; le tocó patrullar las cercanías de la ciudad, pero aquel encuentro con ese chico, del que no recordaba su nombre… “¿Tyler?”, no salió de su mente.

No porque quisiera acercarse más a ese chico, sino porque tenía la curiosidad de saber qué poseía el pelirrojo como para que el destino lo hubiera elegido como su alma gemela.

Definitivamente aquel chico de ojos rubíes y cejas partidas debía ser muy interesante como para ser la otra mitad de Aomine.

Sin soportar más su curiosidad, tomó su celular y, tras desbloquearlo, empezó a buscar un contacto en específico, para digitar la opción de ‘llamar’, esperando que la persona del otro lado del teléfono le contestara.

 

—Hey, Tetsu. — Saludó, cuando el nombrado contestó.

Aomine-kun. Es una sorpresa que llamaras. ¿Necesitas algo?

Sí, necesito que me hagas un favor… — Con ese simple pedido, ansiaba que el novio de su antiguo compañero de secundaria lo apoyara.

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Kagami estaba agotado, eran las 10 de la noche y por fin llegaba a casa para tener un merecido descanso; por suerte al día siguiente habría más ayudantes, así que sólo sería llamado si se le requería; tendría oportunidad de descansar un poco más de la cuenta.

Cuando entró al departamento, supo, por la penumbra del lugar, que Kuroko no se encontraba allí, lo cual no le extrañaba.

Se despojó de sus zapatos, dejó su maleta en el piso, se quitó la chaqueta y fue directo hacia su cuarto, a dormir. Ni siquiera se molestó en mover las sábanas de su cama, y se tumbó en ésta, soltando un suspiro largo y de alivio.  Por costumbre, revisó su celular antes de cerrar los ojos y dormir un rato, y su extrañeza apareció al momento en el que su celular mostraba la notificación de un mensaje sin leer.

Con suma curiosidad abrió el mensaje que provenía de un número desconocido.

 

Hey, pelirrojo. Lamento la cita de ayer. Déjame compensarte. ¿Podemos vernos de nuevo?”

 

Un sonido de negación escapó de sus labios, y es que ni en sueños pensaba responder a ese mensaje. Claro que sabía de quién se trataba, y por obvias razones prefirió borrar ese mensaje que le había llegado.

Después de que el mensaje desapareció de la memoria de su celular, se dispuso a descansar, cerrando sus ojos y cayendo de inmediato en un sueño profundo.

 

 

Y así pasaron varios días. Su enojo crecía al ver los mensajes que le llegaban a su celular de ese tipo molesto, e inmediatamente que llegaban dichos mensajes, los borraba, ya sin siquiera leerlos, pues todos ellos decían lo mismo: “¿Podemos vernos de nuevo?”

Incluso había tenido que reñir a Midorima y a Kuroko por darle a Aomine su número de celular, no le importaba quién de sus dos amigos había sido, aquellos mensajes estaban siendo demasiado molestos… era como si Taiga tuviera a su propio acosador.

 

Lo peor era que empezaba a pensar que si no accedía a ver al peliazul, éste lo seguiría molestando, pues durante 7 días, los mensajes no cesaron, al contrario, entre más días pasaban, Aomine se atrevía a mandar más de un mensaje al día.

 

De repente pensó: ¿Y si accedía a verlo? ¿Con eso Aomine quedaría conforme y dejaría de llenarlo de mensajes? Tal vez valdría la pena intentarlo, si con ver al moreno una vez más bastaría para no volver a verlo en su vida… entonces trataría.

Te veré en el Maji Burger mañana a las 3, pero tú pagarás por mi comida.” Obvio que Aomine debía al menos pagar por su comida, por darle demasiadas molestias durante una semana.

ok.” Fue lo único que respondió Aomine.

 

Kagami seguía sin entender por qué el moreno ansiaba verlo de nuevo, no era como si hubieran tenido la mejor de las citas a ciegas, como para que el peliazul quisiera tener otra cita con él. Tampoco había dejado una buena impresión en Aomine, como para que éste estuviera por 7 días convenciéndolo de verlo. Entonces… ¿Por qué demonios ese tipo tonto quería verlo?

Claro que no tendría la respuesta, al menos hasta hablar con el policía, así que trató de olvidar el tema.

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Aomine había tomado asiento en una mesa para dos. ¿Pagar por la comida de Kagami? Bah, no era nada.

Y sí… había preguntado el nombre del pelirrojo a Midorima y Kuroko, quienes además de decir el nombre, le dieron algunos datos de importancia, como que el pelirrojo tenía 25 años, era bombero y su vida consistía en trabajar, comer y dormir. Algo muy aburrido, en su opinión, pero él no era nadie para juzgar.

 

Miró la hora en su celular, aún faltaban algunos minutos para las 3 de la tarde, y sin saber por qué, empezó a sentirse nervioso. No recordaba la última vez en la que había tenido una cita que lo pusiera en ese estado; pero pronto halló una cura, y esa era jugando alguna tonta aplicación en su celular, al menos para matar el tiempo, en lo que el pelirrojo arribaba.

 

Estaba muy sumido en su juego de celular, cuando notó cómo alguien se sentaba frente a él, y tras levantar la vista para enfocarla en la otra persona, pudo notar aquellos ojos rubíes, que lo miraban con algo de molestia.

—Bien, estoy aquí. ¿Qué demonios quieres? — La voz de pesadez de Kagami se dejó escuchar, y Aomine tuvo que guardar su celular en el bolsillo de su pantalón, regalándole toda su atención al otro chico.

—Tetsu me dijo sobre tu ojo…— Empezó a hablar, notando cómo Taiga rodaba los ojos, en clara molestia. ¿Quién se creía que era Kuroko como para andar divulgando su vida de esa forma? Taiga, en definitiva, tendría que hablar muy seriamente con su amigo.

—¿Y eso qué?

—Ese día, cuando llegué a casa, al quitarme los pupilentes, también noté el cambio en mi iris izquierdo. — Aomine hablaba tranquilo, sin despegar la mirada de Kagami, mientras éste cruzaba los brazos, en clara señal de que el tema no le importaba, pero ni así callaría al moreno. —¿Puedes creer que tú eres mi alma gemela?

 

Kagami, ante la pregunta, entrecerró los ojos; aquel chico moreno no era el mismo con quien había salido la primera vez. Esta vez no se estaba comportando como un verdadero idiota; Aomine parecía estar más tranquilo, pero su voz denotaba mucha curiosidad ante el tema.

Taiga estuvo a punto de pedirle al otro chico que cambiaran de tema, pero los ojos de cuestionamiento del policía lo hicieron cambiar de parecer.

—¿De verdad crees eso? Es estúpido que tú seas mi alma gemela. Por la terrible cita que tuvimos anteriormente, pude darme cuenta de que nosotros no tenemos nada en común.

—¿Por qué demonios dices eso? — Cuestionó Aomine, enarcando una ceja.

—Por favor… aquella ocasión te portaste como un tonto. Además, por lo que dijiste, te encantan las chicas de pechos grandes, y… ¡Mírame! — Kagami puso ambas manos en sus pectorales, dándole a entender su punto al moreno. —Yo no tengo eso que a ti te gusta.

 

Aomine quedó en silencio, claramente pensando en las palabras que habían salido de la boca de Taiga. Tenía razón… el bombero tenía toda la razón del mundo, y por supuesto que Aomine había pensado en eso.

—¿Te queda claro que soy tu alma gemela? — Preguntó con toda seriedad el peliazul, pero después de un minuto no obtuvo ni una palabra, y con ese silencio, Kagami le dejó clara la respuesta.

El de ojos rubí había pensado muy sensatamente en la posibilidad de que aquel chico sentado frente a él fuera su alma gemela. Y había llegado a una cruel conclusión: el mismo color de ojos de Aomine era el que había visto en el espejo por 25 años, de eso no había ninguna duda.

—Escucha… — el moreno interrumpió el tren de pensamientos que deambulaba por la mente de Taiga. —…La idea de que un chico sea mi alma gemela no me agrada ni un poco. Es más… ni siquiera puedo pensar en una forma romántica sobre ti… — Con esas simples palabras, Kagami se relajó, al menos Aomine no quería nada más allá de una interesante conversación, o eso parecía. —…Pero… ¿Has pensado por qué?

—¿Eh? — Preguntó el pelirrojo, tras no entender muy bien la pregunta.

—¿Te has preguntado por qué eres mi alma gemela? ¿Qué tienes tú que no puede tener una chica de lindas bubis? ¿O qué puedo tener yo para complementarte?

 

La pregunta golpeó a Kagami, se había pasado la semana preguntándose por qué Aomine quería verlo; había pasado días cuestionándose si ese chico era su alma gemela, pero en ningún momento se preguntó qué podría tener el moreno para ser su alma gemela.

Y en ese instante entendió que Aomine era una de esas típicas personas que había esperado tantos años para encontrar a su alma gemela; por eso había indagado mucho en el tema, y por eso había citado a Taiga allí… porque le importaba.

 

—Jamás me lo pregunté.  — La voz discreta de Kagami se dejó escuchar. A esas alturas, incluso se había olvidado de ir hacia la barra de pedidos y solicitar sus hamburguesas.

 

Un pequeño e incómodo silencio surgió entre los dos tras la última contestación del pelirrojo, quien quedó callado al notar cómo Aomine parecía estar pensativo, claramente lidiando con todas las ideas que aparecían en su mente.

—Déjame saberlo. — Pidió Daiki, inclinándose un poco sobre la mesa, para acercarse a Taiga, vislumbrando la mirada en pregunta que éste portaba en sus ojos. —Déjame saber por qué eres mi alma gemela.

—¿Qué? ¿A qué te refieres? ¿Cómo rayos quieres saberlo? — Kagami demandaba respuestas, y es que aquella petición era muy extraña para él.

—No quiero nada sentimental contigo. Sólo quiero saber por qué el destino te eligió como mi alma gemela.

—¿Cómo piensas saber eso?  — Kagami no pudo evitar una mirada de confusión por las raras palabras de Aomine.

—Conociéndote…— Daiki mostró una ligera sonrisa ante sus palabras, un lindo gesto que provocó que Kagami dudara aún más.

 

 

 

Notas finales:

Qué les pareció? la verdad cuando lo empecé a escribir no me había dado cuenta de la interesante idea que estaba surgiendo.

Gracias por leer y por sus comentarios! subiré la segunda parte en cuanto la termine c:


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