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Amor Yaoi
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Paradise por AndromedaShunL

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Notas del fanfic:

Hace 3 días que fue el día de San Valentín, pero como esta página se llama amor yaoi (y que además hace muchíiiiiiiisimo tiempo que no publico nada), pues celebro que hoy también puedo escribir fanfics románticos :).

Notas del capitulo:

Los personajes pertenecen a Masami Kurumada (aunque en ningún momento diga sus nombres, tan solo en la descripción).

Te cogí de la mano y escapé de la realidad.

Me miraste a los ojos preguntándome mil cosas, pero ni yo sabía lo que tenía que contestar. Simplemente me dejé llevar por aquel impulso que no me permitía detener los pasos por el camino, y sabía que tú me ibas a acompañar, porque siempre lo has hecho, porque estábamos unidos por un hilo invisible.

                —Tengo miedo —me dijiste, y lo noté porque te temblaban las manos.

                Yo también tenía miedo, aunque trataba que la seguridad lo sobrepasase. Quería darte la sorpresa más bonita del universo, y el temor no podría ser capaz de frenarme. Entonces, comencé a cantar en un idioma que ni si quiera yo conocía, pero que transmitía todo aquello que necesitaba decirte, y tú me escuchabas con tu rostro de niño, ladeando la cabeza y tarareando los versos que yo mismo me estaba inventando.

                Se notaba que el sendero era poco transitado, pues era estrecho y lleno de hierbajos que apenas dejaban ver las losas de piedra descuidadas por los años. Sin embargo, los miles de cielos coloridos que se atisbaban por entre las copas de los árboles despejaban cualquier duda: aquel era el camino que buscaba.

                —¿Qué dice? —Me preguntaste con una sonrisa.

                —¿El qué?

                —La canción —cerraste los ojos sin dejar de sonreír y me contagiaste más alegría de la que ya tenía.

                —Habla sobre ti y lo maravilloso que eres —dije sin pensar, y en realidad así lo creía.

                Me abrazaste con fuerza tras esas palabras, y me susurraste al oído que no había nada en el mundo comparado conmigo, aunque yo no te creía. Lo único que quería era hacerte feliz, costase lo que costase. Sabía que no merecías menos que una constante felicidad.

                Los árboles se abrieron dejando claros tan verdes y azules como nunca los habíamos visto antes. Te despegaste de mi lado y te postraste en la linde del sendero de piedra, ataviado con los destellos de los soles y las lunas que salían a nuestro encuentro por entre las montañas nevadas. Entonces te echaste sobre la hierba, contemplando el cielo, y me hiciste gestos con las manos para que me echase a tu lado. Contamos las estrellas sobre nosotros y describimos círculos al compás del movimiento de los cientos de planetas más visibles, susurrando sus nombres, aunque no los supiéramos, y bautizando a los que nos dejaban sin palabras.

                —Tenemos que continuar el camino —te dije, y tú me miraste con esa sonrisa siempre en tus labios.

                —¿Dónde quieres que acabemos?

                —En el lugar más bonito del universo.

                —¿Hay algo más bonito que tus ojos?

                No te contesté, porque no podía. Sabía que tenía que cogerte de la mano y guiarte por alguna parte hacia algún lugar que ni yo mismo tenía la certeza de que existiera. Lo único que me guiaba era la brisa que cubría nuestros pasos y tu mirada esclavizada por el paisaje, paseándose de un lugar a otro sin dejar de contemplar. Pero aquello no era lo que buscaba, sino parte.

                Me armé de valor y me levanté con tu mano entre las mías. Regresamos al sendero y continuamos avanzando, aunque a aquellas alturas del camino era imposible saber qué sentido era adelante y cuál atrás.

                Unas nubes blanquísimas comenzaron a teñir el pedazo de cielo que nos acompañaba sobre nuestras cabezas, y unas diminutas gotas de lluvia nos ampararon en el camino, destellando con colores que no habíamos visto jamás. Pero no quisimos resguardarnos de la lluvia. Nos daba cobijo sin saber exactamente por qué, y era suave y refrescante. Parecía, incluso, que hasta el suelo bajo nuestros pies se estremecía al contacto con la llovizna.

                Subimos por unas escaleras de plata, tan finas que parecían transparentes y se veía el campo que dejábamos abajo. Tocamos las estrellas y los planetas que continuaban dando vueltas. Traspasamos los límites del universo en un mar infinito de esferas deslumbrantes. Recorrimos travesías que hacía milenios que estaban perdidas. Descubrimos el Paraíso del que no quisimos regresar.

Notas finales:

Espero que os haya gustado. 


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