Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lágrimas de miel por Kiharu

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Para el tercer DIK en el que participo.

01


Si me preguntaran cuántas cartas de amor recibí en la preparatoria, podría fácilmente contarlas con los dedos de una sola mano. No era que fuera impopular, sino que, más bien, las chicas que deseaban decirme que era de su agrado, me preparaban chocolate y se confesaban. En San Valentín no hay confesión sin chocolates de la misma manera en que no hay chocolate sin confesión. Sea de cualquier tipo: me gustas, estoy enamorada de ti, gracias por esto o aquello… Nunca falta que el chocolate tenga un significado. Es por eso que, a lo mucho, recibí unas cuatro cartas de amor. Todas ellas no llegaron nunca a nada, puesto que no pedían nada —y de hecho, nunca ponían remitente. Sólo hablaban de cómo se sentían y cómo me admiraban. Si me lo preguntan, es pura basura: ¿cómo sabes la personalidad de alguien con tan sólo acosarlo a diario? Una mierda. Sabían mis hábitos, pero no había nada de trasfondo en ello.


He salido con tres personas hasta la fecha. Tres mujeres que han sido buenas chicas dentro de lo que cabe, pero que nunca he querido subirme al tren con ellas. Nunca he estado especialmente enamorado de ninguna. En total, he besado a quince personas, me he enredado con 5 y, por supuesto, he deseado a más personas de las que pudiera tener. Es normal, creo. La vida sexual —o la libido— de un hombre de 34 años es normal si es así. El sexo y el deseo no son malos en absoluto, si es que me lo preguntan. Es más bien como un hábito que uno desarrolla luego de sentirse maduro, o de cumplir la mayoría de edad, o de pensar que le gustas a alguien. Había que preguntárselo a Takanori, que ha tenido a más personas en un año de las que podrán caberle a alguien en toda su vida. Tampoco es malo, vamos. Uno no es un ñoño de una sola pareja toda la vida como Kouyou y Akira, que han estado saliendo desde los veintes… Aunque venga, eso mucho menos es malo. Es sólo que… Bueno, ellos sabrán.


A Takanori le gusta hablar conmigo acerca de esto. Dado que Yuu casi nunca nos comparte sobre su vida amorosa/sexual y Akira y Kouyou se jactan de sólo haberlo hecho entre ellos y haber besado a una o dos personas aparte, el tema de conversación se enfría muy rápido. La cosa es que periódicamente hablamos de esto, él y yo, con la intención de actualizarnos. Solemos entendernos bien, porque ambos reconocemos que desde niños siempre hemos sido muy precoces; eso, para nosotros, es algo natural. Como fuera que fuese, Takanori y yo habíamos tenido esa conversación el viernes pasado, cuando inevitablemente nos dimos cuenta de que el periodo vacacional que tomamos por tres semanas había expirado. Había mostrado una mirada melancólica, contándome su ligue de hace poco, confesando que había terminado muy mal. Un drama clásico de Takanori. Habían roto hacía apenas dos días y parecía estar muy amargado por ello. No obstante, mientras hablábamos, tenía esa sonrisa socarrona de estar tramando algo. Un nuevo ligue, supuse.



Cuando menos me di cuenta, mis días de hacer el vago habían terminado. Reanudábamos nuestras labores como banda el día estipulado desde el día en que tomamos el descanso. Era catorce de febrero. Un día bastante romántico y… patético. Por mi mente había estado rondando el idiota de Yuu, con esa cara pálida y tonta que había puesto la última vez que nos vimos. Takanori me había preguntado sobre eso, qué opinaba acerca de Yuu —aunque de eso ya hacían más de dos años, cuando le conté a Takanori que no me importaba si eran hombres o mujeres—; recuerdo haberle dicho que me ponía cachondo, o que en algún momento lo había hecho, pero que dado que éramos compañeros de trabajo, además que él es bastante reservado y refunfuñón, nunca ahondé demasiado en ello; y con esto tengo que dejar algo en claro: estaba demasiado enamorado de él, incluso podía decir que estaba demasiado obsesionado con él. No obstante, intento pensar lo menos posible en él cuando estaba frente a mí o cuando alguien lo sacaba a colación en alguna platica. Eso me bastaba eso para evadir un poco las consecuencias. No daría un paso tan trascendental como confesármele. No podría vivir con el rechazo de un hombre mayor que toca la guitarra en el mismo grupo que yo. Simplemente, no quería. Por otro lado, Takanori me dijo que a él, de hecho, también le ponía. ¿Has visto cuando se sube los pantalones porque se le bajan? Dios, Yutaka, quisiera bajárselos ahí mismo.


Tampoco es para tanto, idiota, recuerdo haberle dicho. Se admite: Yuu Shiroyama es un tío sensual y que en circunstancias ameritadoras uno piensa que estaría bien estar bajo su cuidado; no obstante, a veces hay un muro enorme entre todo eso y uno. No puedes dejarte llevar tan fácil y no es que se te pare tan pronto lo veas. Yuu es carne sin explorar para Takanori y para mí y es carne fresca que se quedará de esa manera, porque mientras Yuu siga siendo ese mueble que demuestra poca atención a las cosas sexuales y/o románticas, no me moveré de donde estoy. En fin.


Dadas las circunstancias, esa impresión delicada y varonil que deja cada que lo miras, debe quedarse en mi retina y en mi cerebro solamente. Esa manera de fumar, de sentarse, de fruncir los labios cuando hay algo que no sale de la manera que quiere… Yuu es todo un personaje. Ese cabello negro y liso que crece a pasos acelerados, enmarcando su cara que según la temporada palidece o se reaviva, es simplemente perfecto. Sus manos largas, sus ojos soñadores y esas uñas cuidadas. Sus caderas, pequeñas y angostas, su pecho, plano y delgado y esos pies con dedos largos y delgados, no me dejan dormir en algunas noches. No siempre, quiero decir, tengo una vida, responsabilidad… Son pocas las veces en las que me dejo llevar por los recuerdos nocturnos y me entrego a una metáfora de él. Esto es un completo secreto.


Pensando en verlo una vez más, me visto con ánimo. Como la empresa me queda relativamente cerca de casa, días como hoy, decido hacer el camino a pie. Días en los que mis sentimientos son cálidos y tranquilos, en que el clima no se ve miserable —no demasiado. Me pongo la bufanda, el saco y los dobles pantalones, que pese a que me hacen sentir pesado, protegen bastante bien del frío. La nieve haría que se me congelaran hasta los huevos si no uso toda esta ropa. ¿Por qué será que Japón tiene climas tan extremos? Algo hemos de estar pagando como sociedad, nadie me puede quitar eso de la cabeza.


 


Al llegar a la sala de ensayo, me desprendo de la bufanda y el saco y me acerco a la batería, dispuesto a afinarla en lo que se presentan los demás o empiezo con alguna otra actividad. En el banco de la batería, cómo no, hay una caja de cartas de las fans —de éstos sí que he recibido cartas de amor, al menos desde que comenzamos a ser famosos. La manager nueva debió dejarlas aquí antes de que llegara, puesto que además he entrado sin usar la llave. Pongo la caja a un lado del banquillo y entonces veo cómo una carta sale volando. Me inclino a recogerla; de cerca puedo ver que mi nombre está en el frente. Pienso en dejarla de nuevo en la caja, pero al final abro el sobre, que es de un color ópalo, y la leo, porque qué demonios.


 


Yutaka:


Estoy muy enamorado de ti. Profundamente.


 


Una hoja doblada y con solo ese texto sacude mi corazón de una manera casi inaudita. Nadie nunca ha conseguido emocionarme tanto con un pedazo de papel, y cómo no, es Yuu el que la firma. La sangre se me sube a la cara; doblo el papel y lo guardé lo más rápido que pude. ¿Era de verdad? Bien podía ser una broma de Takanori, porque le había dicho que me ponía —aunque no que estaba prendado de él, pero Takanori es él y quizá soy un blanco demasiado fácil—. Era una buena broma, después de todo. Catorce de febrero, no pareja, amigos insensibles, pesados y calenturientos. Claro. Nadie era consciente de mi realidad, por lo que pensaría que las cosas estaban bien si hacía una bromilla, al final de cuentas, Yuu es de los que te miran por arriba del hombro cada que les haces una broma.


Pensé en preguntarle a Yuu cuando llegó —tuve que meterme el sobre entre los pantalones, porque no quería decirle de buenas a primeras Oye, recibí una carta que al parecer firmaste tú, pero venga tío, es imposible, ¿no?—, sin embargo, no tuve el valor de decirle porque era más probable que de buenas a primeras, en un día común y corriente despertara con algún tipo de superpoder. Digamos algo no demasiado extravagante, como telepatía, pero un poder. Y después, al llegar a la compañía, todos tuviéramos superpoderes y dejáramos de ser estrellas de rock. Era casi así de posible que Yuu, con esa cara de póker fuera a darme una carta como aquella.  Preguntarle, por otro lado, a Takanori era bastante humillante. Bien sabía él que últimamente no había tenido una buena racha y había estado en un aparente celibato. La broma también debería ser un desfogue a sus sentimientos de frustración, porque desquitarse con alguien a veces funciona para sentirse mejor. Sí, incluso esa hipótesis tiene sentido. Tiene sentido, sí. Ahora que ha llegado al salón, tiene esa mirada pícara típica de él, esa que no tiene cuando su vida va por vías de destrucción, como pensé que estaba yendo.


A veces quisiera darme un poco de ánimo pensando en que mi platónico sí es quien puede escribir todas esas cartas cursis… Joder, tampoco tengo que ser un genio para saber que hasta la llegada de aliens es más probable como para que una carta con, justamente, esas palabras, la haya escrito ese individuo del que me siento atraído. Yuu me saluda como casi siempre, sin siquiera voltearme ver y desenfunda la guitarra. Takanori, que ha entrado segundos después del susodicho, me saluda enérgicamente y comienza a sacar cosas de su bolso.


Hombre, al menos mírame un poquito.


Como sea. Les digo que las cartas de todos están en una caja —la cual señalo, porque me da demasiado pereza cargarla y ponerla al centro—, por si es que quiere darles una hojeada; asienten al mismo tiempo, dejando escapar un ligero sí; Yuu se pone a tocar sin muchas ganas, canciones al azar, que ciertamente no son de nuestra banda. Covers. Maldita sea. Tú, de entre todas las personas, tocando mierda ajena. Ignorándome. Takanori, de mientras, se sienta a limarse las uñas.


Era lógico que él no había mandado la carta.


Cuando Akira y Kouyou llegan, comenzamos a charlar un rato sobre qué tal ido las vacaciones. Luego, afinamos, tocamos algo con cierta vaguedad, y acabamos por concluir el día con un café de la compañía. De la máquina expendedora. Incluso habiendo pasado el día entero en el mismo cuarto, Yuu no me deseó un feliz día de San Valentín y mucho menos, dijo algo sobre la carta.


*


—Oi, Yuu, tú… ¿estás saliendo con alguien?


He tenido que esperar hasta ahora, corriendo detrás de él en el estacionamiento de la compañía para poder preguntárselo. Y en efecto, no era la pregunta que quería hacer. La cosa iba más bien orientada a decir “eh, tío, ¿de casualidad nos mandaste cartas hoy por el día de san Valentín? Vi a Takanori leer una y pensé que tendría que ser de alguno de nosotros o alguien muy importante para que la leyera. Ya sabes cómo es. Ya le pregunté a Takashima y Akira, pero no han sido ellos, así que…” Una excusa, barata, si me permiten opinar. Se nota, vamos, pero, ¿de qué otra manera podría preguntarle algo tan embarazoso a alguien como él?


Yuu no me mira. Es más, ni siquiera se ha dado la vuelta. He venido detrás de él y apenas, cuando alcé la voz para preguntárselo, se detuvo. En la mano derecha lleva su celular y en la izquierda la llaves de su auto. Antes de siquiera pensar en acercarme, pienso que por mucho que uno mire la nuca de alguien, es imposible leerle la mente. Mirar fijamente un objeto tampoco hará que se mueva. No hay nada emocionante en ser un civil común y corriente, pero hasta yo puedo admitir que todas esas leyes físicas establecidas hace siglos tienen buenas bases y uno no sólo pierde el tiempo en secundaria. También, hay que añadir, hago un esfuerzo por no reírme de mí, pensando en tales tonterías. En casos como estos, si esas cosas no existieran, podría ver dentro de su cabeza y descubrir qué coño piensa, pero no. Es imposible. Al final, me acerco a él con una tranquilidad fingida y le toco el hombro, para intentar hacer que me mire. Al tocarlo se gira con velocidad, lo cual me asusta y salto un poco hacia atrás. Describir su expresión facial es complicado. No sé si está enojado, angustiado o avergonzado. Creo que nunca le he preguntado esto de frente, porque en realidad, todos asumíamos que Yuu no salía con personas, porque si acaso le daban ganas de desahogarse bien podía conseguirse algo de una noche. Si es que eso le interesaba. Si es que se le paraba, había dicho Takanori entre risas. A veces nos atrevíamos a decir que su desfachatez en los conciertos era un precioso alter ego, porque cuando estaba con nosotros no era nada parecido a esa persona extrovertida. Era más bien sombrío y ambiguo. O al menos así lo percibimos. Quiero decir, Takashima dice que es una persona bastante extravagante y que sólo tendríamos que ponerle más empeño a pasar tiempo con él… Hombre, a veces eso resulta imposible. Estamos tanto tiempo juntos los cinco, que a veces es como perder la personalidad.


—No, no estoy saliendo con nadie —responde, luego de dejar pasar un silencio.


—Ah, ya… Ya veo.


Bueno, esto es una mierda. Sonrío como si no estuviera a punto de golpearme contra el parabrisas de su auto y me quedo sin qué decir. Miedo escénico, o algo como eso. ¿Saben a lo que me refiero, no? Meto las manos en los bolsillos traseros del pantalón y le hago una seña con la cabeza. Me largo, joder. Tuerzo la boca y suelto una frase acerca de que me olvidé la bufanda, de modo que regresaré a la sala de ensayos —dentro de lo cual, hay mucha verdad, no sólo estoy siendo un tarado—; me voy yendo, porque parezco un idiota preguntándole sobre su vida amorosa en un estacionamiento sin siquiera saludar de antemano.


—¿Quieres que te lleve, Yutaka? Está haciendo frío.


Me muero por decirle que no, pero hacerlo sería ser cobarde. Él está siendo amable, como pocas veces lo es, y tampoco quiero ser grosero. Joder.


—¿Está bien para ti?


—Sí, seguro.


—La bufanda… Voy por ella y regreso.


Sigo caminando, sin darme la vuelta. Lo escuchó ir detrás de mí y luego, cuando me alcanza, no dice nada, pero camina sin vacilar y portando una expresión bastante concienzuda. No es que sea un expertazo, y de hecho intento no presumir de ello… Siempre he sabido leer las situaciones y Yuu no es la excepción. Aunque claro, dado que comparte tan poco de sí mismo, tan sólo puedo imaginar cómo se siente y no la razón de aquello. Preguntarle no está en la lista de opciones por hacer, porque ser cotilla se me da bien, no obstante, abochornar a las personas es algo muy impropio de mí. Caminamos hasta el elevador y después compartimos un cálido camino de subida hasta el salón de ensayos. La canción clásica que sonaba en el elevador ha logrado calmarme. Es esa sensación que te da cuando sabes que saldrás a tal hora y la lluvia aun no comienza, por lo que no debes preocuparte en absoluto. Conforme paso más tiempo a su lado voy haciéndome a la idea de que no es un pedazo de carne, de que es Yuu Shiroyama, mi amigo —si es que podemos llamarle así—, compañero de aventuras y banda. Nada malo tiene que pasar si no meto la pata. Nos hemos llevado más de diez años bien, no voy a arruinarlo ahora.


Abro la puerta de ensayos, camino hasta el banquillo de la batería, en donde dejé la bufanda. La tomo, me la pongo y me reviso los bolsillos, supervisando que la carta sigue conmigo y que llevo el teléfono y las llaves de la casa. Antes de que logre girarme, Yuu, desde la puerta, donde se quedó al entrar, me dice:


—Me gustas, Yutaka.


El cuerpo entero se me tensa, casi como si estuviera teniendo un desgarre muscular. No con el dolor, claro. Me giro, con lentitud. Yuu me mira con unos ojos vidriosos que parecen gritarme algo que no logro descifrar qué es. Me siento mareado. No podía haberlo visto venir porque él siempre es callado y seco, y cuando hace bromas todos nos miramos, tratando de pensar si reír y cuestionarle qué lo motivo a hacer algo más allá de lo usual. Siempre puede ser una broma. Es una broma, ¿verdad?


Sin embargo, Yuu no es así.


Nos miramos durante segundos que me parecen eternos. Apostaría todo el dinero de un concierto a que Yuu ha comenzado a sudar. Cuando quiero decir algo, porque todo el tiempo en que nos miramos he estado intentando dilucidar un poco de la verdad en sus palabras y en el peso que tienen, se me adelanta, diciéndome que sería mejor irnos, porque el pronóstico del tiempo habló sobre la nevada de esa noche y no tardaba en ocurrir. Asiento, casi de manera automática, y lo sigo de regreso a su auto.


*


El mundo sigue girando más o menos igual luego de que escuché eso. Toda la noche pensé mucho acerca de las palabras de Yuu, a las cuales no respondí porque no podía salir de esa inconciencia que me produjeron.


Quisiera pensar en que las cosas pueden ser igual. Es decir, él no pidió respuesta, yo no dije nada y ya está. Podíamos fingir que nadie habló de más y nadie sale herido —quizá Yuu, quizá yo, quizá toda la banda, porqué no. En todo caso, el miedo se apoderó de mí. Sus palabras me habían dado un gancho al estómago, porque joder, ¿no es perfecto tener platónicos? Los amores platónicos son preciosos. Son casi como imaginarte en un auto último modelo o saltando de un avión sin paracaídas. Algo que podrías hacer, que quisieras hacer, que, sin embargo, es mil veces más tentador en tu cabeza que en cualquier otro lado. Quiero decir, ¿qué pasaría si voy yo a la casa de una fan y le digo que estoy enamorado de ella? Es básicamente lo mismo. Yuu está muy lejos de mí, de lo que soy y lo que siento. Me he limitado asentirle, ahí, cuando pude haberlo besado, cuando pude decirle que… ¡¡Sólo he asentido y me he subido a su auto por diez minutos, escuchando una música de mierda de la radio!!


Pero vamos a ver, hay que analizarlo. En primer lugar, no interactuamos demasiado. Su grupo de amistades son tan desconocidas para mí como las galaxias ajenas a la vía láctea para la humanidad. (¿Podemos asegurar, siquiera, que tiene amistades largas y amables?) Tengo deseos de contárselo a alguien, de preguntarle a Takanori qué coño hacer, porque estoy bloqueado. Es casi como cuando te están rebanando jamón en el supermercado y su máquina se atora porque la envoltura del jamón entró en ese disco cortador. El jamón no sale de mí. Me atasqué con un pedazo de plástico. Necesito un técnico. Preguntárselo a ese hombre —Takanori, un probable técnico— sería un “hey, hey, hey, pues a la cama, ¿qué están esperando? No sean tímidos, venga, que la juventud se va más rápido que un fugitivo de prisión” que no quiero escuchar.


En segundo lugar, él y yo no nos conocemos demasiado: ni siquiera sé cuál es su comida favorita. Y, en tercer lugar, yo no sé si a él le gustaría follar conmigo —digo, en dado caso que él quisiera comenzar algo, creo que este punto sería reelevante.



Han pasado dos semanas luego de aquello. Yuu básicamente me ha saludado como si fuera un asistente técnico o un conserje, pero no es como que antes me saludara diferente. Él ya me saludaba de esa manera, él ya me trataba así. Nada cambia, la banda está bien. Todo está bien, todo gira como debe girar: los aliens siguen sin abducirme, la economía no hace sino sólo traer problemas globales, y yo tengo el mismo cayo en la mano por ensayar que hace dos semanas. Quizá sólo soy el único defectuoso... Porque estoy rayado con esas tres fatídicas palabras —mi nombre, cabe mencionar, suena precioso luego de una confesión.


Luego de tanto pensar supongo que las cosas deberían quedarse como están. Sin que nada avance. Porque soy quien debería dar el paso, quien debería poner la frente en alto y hablar con sinceridad, sobre cómo le miro —miraba— el culo, o cómo me gusta el sonido de su respiración cuando se duerme en medio de algo importante. Arriesgar todo suena duro para mí. No me importaría en absoluto si quien me lo hubiera dicho fuera alguien ajeno a la banda. Nos hubiéramos encamado esa misma noche. Pero, joder, Yuu, tú, de entre todas las personas, no puedes sino empeorar la sensación de que todo está mal hecho. De que todo va a joderse por mi culpa. Y así no se puede. Reitero: siendo un amor platónico o un acostón de una noche, hubiera sido la historia perfecta. Porque aún tengo que casarme y reproducirme, y Yuu, estas interponiéndote en todo. Maldita sea el momento en el que decidí que eras guapo.


Espero, casi rogándole a Dios, que la calma no se vaya. Que no se cumpla el estas dentro de la calma antes de la tormenta que solía decirme mi mamá cada que llegaba de la preparatoria luego de haber rendido los exámenes finales y me sentía extrañamente relajado. Que Yuu deje pasar las cosas, como yo, y que sigamos tal cual. Que envejezcamos, que tengamos un futuro pasivo.


*


Las cosas siempre son justo como no las quieres. Uno puede esperar que en el trabajo las cosas vayan de acuerdo al plan si trabajas a diario, o que nuestra realidad no cambie y sigamos toda la vida trabajando de algo maravilloso.


La realidad siempre ha sido cruel.


He estado trabajando sin dormir durante dos días, porque los nervios no me dejan. Pero hoy es el día. Pese a no tener un auto conmigo —porque seguramente me quedaría dormido al ir manejando— tomar un taxi desde la compañía no suena como una mala idea. De hecho, hasta me reconforta pensar en un señor diciéndome “¿a dónde lo voy a llevar?” para luego escuchar esa música tan común de los taxistas. Desde siempre han sido así, amables y con esa música que uno jamás en la vida ha escuchado en otro lado. Manejan de manera temeraria, tanto que quitan el sueño, pero al final de cuentas, cuando te regresa el cambio justo afuera de tu casa y te sonríen para luego desearte una buena noche, hacen que la experiencia valga la pena.


Ese es el plan de hoy, hasta que veo que Yuu ha apoyado sus manos en el marco de la puerta, esperándome, después de que todos se han ido ya. De hecho, él ya se había ido. Acaba de regresar. Levanto la mirada y él me mira por segundos, para luego mirar la batería.


—¿Qué pasa, Yuu?


—Regresemos a casa.


¿En qué estamos, en la secundaria? Ese truco funciona bien con las muchachas de quince, no conmigo. Con incomodidad, asiento y tomo todos los papeles que me faltan por leer y que debo hacerlo por la noche. No quiero hacer esto. Es obvio que vamos a hablar de cosas serias. De cosas serias que no tengo la más mínima intención de escuchar… Cuando salimos de la habitación, pasamos al ascensor, cruzamos el estacionamiento y llegamos a su auto y no decimos una mierda. Pero tampoco me preocupa demasiado. No tengo ganas. No tengo ni ganas de existir. Estoy cansado.


—Mañana tenemos que llegar aquí a las 8, ¿verdad?


—Sí. No lo olvides. No vayas a llegar antes.


—Es bueno recordar los horarios, ¿no crees? Takashima tiende a olvidarlo todo.


—Sí.


No se me ocurre qué más decir, tan sólo, quizá, mandarlo a callar. ¿Desde cuándo me hace plática por él mismo?


Luego de eso, Yuu acciona el auto y en la radio pasan una canción de música clásica, que es suficiente para que me quede dormido.


*


Cuando despierto, estoy siendo extraído del auto. Alzo la mirada y Yuu está observándome. En sus brazos, hasta parece un tipo accesible. Cierro los ojos de nuevo y él avanza conmigo por el pasillo que va a dar a su puerta; con dificultad, logra abrirla. Me sostengo de su cuello y lo miro, como si no me importara nada. Porque en realidad, nada me importa. No ahora. Me quedo dormido de nuevo cuando siento que me dejan en la cama.



Cuando vuelvo a despertar, tomo consciencia del sueño tranquilo que tuve. Una tarde por la mañana con mamá, sin preocupaciones, sin trabajo, sin nada. Al abrir los ojos observo ese techo que no es mío. Hay un plafón caro, de estilo occidental, como le gustan a Yuu. Su casa es muy tradicional. Tiene kotatsu y futones, pero como estoy en el cuarto de invitados —no es la primera vez que estoy aquí— en donde dormí fue en una cama que se hunde según tu peso. Es una cama increíblemente cómoda y es reconfortante estar aquí. No obstante, apenas agarro la sensación de estar despierto y no puedo dejar de ver el techo. Quizá algo suceda. Quiero que algo suceda, si tenemos que ser honestos. El pánico me inunda, porque desde el principio he estado evitando decir que no, aunque quiera decir que sí. Es, imagino, el equivalente a estar saliendo con alguien y tener que aceptar a alguien más. Una patética lucha interna, donde al parecer estoy haciendo el ridículo, como siempre que tengo que salir con alguien de manera formal. No tengo madera para esto. Nunca la he tenido. No obstante, ni salgo con nadie ni tengo que aceptarlo, dado que no me ha pedido nada de nada. Mi corazón está incómodo. No quiero arruinarlo todo. (Pensarlo todo de esta manera estúpida es como arruinarlo sin hacer siquiera un solo movimiento.)


Busco a tientas mi teléfono celular y veo que son las dos cuarenta y siete de la madrugada. He dormido unas ocho horas desde que me trajeron aquí. Me siento casi fresco, ya no me apetece dormir más. Sentándome en la cama descubro que tengo hambre y estoy entorpecido. Podría ir y usurpar la cocina de Yuu para hacerme un sándwich o comerme un cereal. Sin embargo, no quiero hacer ruido y molestarlo, por lo que me pongo a ver imágenes desde mi celular, pensando en enviarle un mail a Takanori para hacerle preguntas sobre la tensión emocional que tengo, pero seguro que se despierta y me llama, y eso es justo lo que no quiero que haga. Luego de un rato de navegar por internet, mi celular muere y me quedo a oscuras. Observo el techo durante un largo tiempo, siendo afortunado de que no se me caiga encima de tanto taladrarlo con la mirada. Merezco, de hecho que se caiga sobre mí por ser un maldito marica.



Son las siete con diez minutos.


Si desde el principio era yo quien le traía ganas a Yuu, así que no debería estar haciendo el imbécil luego de que me dijo que le gustaba. Simplemente debería aprovechar, si es que lo dijo en serio. Esa ha sido la conclusión a la que llegué luego de las casi cuatro horas y media que duré pensando en los pros y en los encontras de lo poco profesional que es salir con alguien de tu banda, compañero, lo que sea, con el que seguramente no te entiendes bien y todo podría terminar en la basura, tú incluido. Esto sucede seguido, ¿no? El que acabes rindiéndote ante los deseos más brutos y primitivos. No creo que tengamos que ser tan complicados como yo quiero. Y si él no dice que no…


Estoy preparando una tortilla española cuando Yuu entra a la cocina, aun en un pijama que parece abrigadora. Lo saludo, como si nada pasara. Con la misma ropa de ayer, solo que arrugada por haber dormido con ella. Voy a actuar normal. Si sucede algo, que suceda, al diablo con todo. No llevamos diez años haciendo lo mismo como para que de la noche a la mañana, si nos peleamos, todo se joda. Vamos a estar bien —darse ánimos a uno mismo, o que te los den incluso cuando sabes que estás siendo un zoquete y nada de eso va a pasar, es parte del paquete de principiante de la clásica persona a la que el deseo le gana.


Yuu no dice nada, se sienta en la barra y poco después, cuando se acaba de cocer el huevo, le sirvo leche y la mitad de la tortilla. Luego, me siento con él y comienzo a comer.


—Perdona haber usado la cocina sin preguntar. También lamento haberte obligado a traerme tu casa.


¿Está bien esta disculpa, verdad? Bien, porque no quiero volver a repetir mis palabras. Soy estúpido, me duermo donde sea cuando estoy muy cansado. Lo siento por ello, no me mires así.


—Está bien. ¿Quieres tomar una ducha?


—Sí, por favor.


—Te prestaré ropa, entonces.


—La lavaré.


—Quédate sin cuidado.


La conversación muere ahí, para seguir comiendo. En seguida me lleva a dónde puedo ducharme y me pasa una toalla y un cambio de ropa. Entre ese cambio, mientras espero a que el agua salga caliente, descubro que hay un paquete de ropa interior nuevo.


—Eh, Yuu, ¿está bien que me des esto?


Saco la mano por el poco espacio que deslice de la puerta y espero que siga ahí, porque estoy agitando el paquete para que lo vea.


—No los he usado aún, así que está bien. No creo que traigas ropa interior limpia contigo.


Sonrío al mismo tiempo que me desvisto, Yuu no se fue a ninguna parte, se quedó en la habitación aguardando por mí. Lo imagino sentado en el piso, escuchando el agua correr. A un lado de la puerta.


—Ciertamente no.


Comenzamos a hablar de esto y lo otro mientras me ducho. De cómo van las cosas en la banda, del pollo frito, de que Takanori ya debería cortarse el cabello, de lo acaramelados que han estado Kouyou y Akira desde el catorce de febrero… La conversación comienza a irse por las ramas en el momento en el que estoy vistiéndome. Creo que ha sido la conversación más banal que he tenido con Yuu, por lo que la voy atesorando en mi cabeza. Después nos quedamos en silencio y escucho cómo carraspea desde afuera. Llevo puestos los bóxers nuevos que me prestó y una camisa de cuello alto que pocas veces le he visto usar. Voy metiendo las piernas en los pantalones cuando lo oigo volver a hablar.


—Lo que te dije el otro día… No es verdad.


—¿Qué quieres decir?


—Lo que te dije antes de llevarte a casa el primer día de actividades. No debería decirlo ahora, pero sólo quiero decir que era una broma y…


Subo los pantalones a lo largo de esa frase y ni siquiera los abrocho cuando estoy saliendo del baño. Todas las puertas de esta casa deslizan, así que cuando deslizo para abrir, lo hago rápido y de inmediato Yuu se cae de culo dentro del baño. Estaba apoyado en la puerta hablándome. Su expresión está adolorida y afligida, mientras se toca en trasero intentando amortiguar el dolor. Me arrodillo ante él y veo un sonrojo leve que cubre sus mejillas.


—¿Estás diciéndome que cambias de opinión así como cambias de ropa, es eso, Yuu?


Lo siento. Mi tono de voz ha sonado casi como si intentara intimidarte. No me devuelvas esa mirada afligida, no. No estoy tan enfadado como parezco. En realidad creo que estoy asustado.


—¿De qué hablas?


—Es increíble. No puedo seguir ese ritmo, ¿sabes? Sí y no, en cuestión de semanas. No puedes tomártelo tan a la ligera, ¿no crees?


—¿Qué sugieres entonces?


¿Que qué sugiero? ¿Es en serio? Menudo hombre.


Me toma tres segundos decidir. Cuando menos me doy cuenta ya nos estamos besando en el piso del baño, incluso aunque hace unos segundos él estuviera muy adolorido. Su boca está seca, pero su interior es cálido y húmedo. El beso es rítmico, tornándose erótico en cuanto tocamos nuestras lenguas. El cambio de humor es rápido, como un relámpago y me separo antes de que tenga que volver a desvestirme. No me siento enfadado, no me siento rechazado. Floto sobre un sentimiento de satisfacción. Yuu se levanta y sale de la habitación, dejándome en las nubes.


Ni siquiera ha sido un beso particularmente bueno. Ni largo.


*


Las cosas se hacen realmente fáciles entonces. Es increíble lo sencillo que resulta dejar de querer ser racional. Dejar de ser quien dice que no porque ha pensado en todos los escenarios posibles dado que la responsabilidad es desbordante. Si Yuu no dice que no y tampoco habla demasiado del tema, tampoco tengo porque hacerlo yo. Y nada de complicaciones, vamos, se han acabado esas miradas que me huyen, esos saludos escuetos y por supuesto, he estado más cerca de Yuu de lo que algún ser humano ha estado jamás —o eso es lo que quiero pensar. Ahora paso tardes enteras en su departamento, y cuando llega a la compañía y me ve solo y libre, me besa los labios con ligereza. También me toma de la mano cada que vamos en su auto y la luz se pone en rojo. Comemos juntos, practicamos juntos…


Lo único que resulta difícil es tener que estar aguardando la hora de la salida para arrinconarnos detrás de la puerta de la sala de ensayos, luego de que todos se van. O el tiempo que nos lleva llegar a su carro; de su carro a mi casa o a la suya y el largo tiempo que nos toma abrir la puerta de nuestras respectivas casas para comernos la boca una vez tengamos un pie dentro. Es fascinante descubrir el enorme apetito sexual de Yuu, que casi siempre había sido seco como el vodka más seco que pueda haber. Sus labios se acoplan perfectamente bien a los míos, se hinchan de tanto moverse contra mí y sus dientes, siempre mordisqueándome, tienen una forma que me encanta. Ni hablar de su lengua. Su cavidad es húmeda, caliente, viscosa. Su saliva sabe dulce, incluso después de fumar. Sus manos se están quietas alrededor de mi cuello, mientras yo intento tocarle los pezones, pero el suéter y la playera están ajustados y resulta  difícil. Le saco ambas, porque maldita sea es bueno tener a alguien a quien quieres listo para follar.


—Yuu, los pantalones, hombre, los pantalones.


Deja de abrazarme y se desabrocha el cinto y luego los pantalones y los baja ahí mismo, en medio de la sala, porque no podemos llegar aun a mi cama, pero él ya solo tiene unos bóxers.


La pregunta ¿qué es lo que intentamos conseguir? Se queda varada en mi cabeza, sin siquiera ser relevante como para pensar.



Vamos y venimos, acostándonos aquí y allá, en su cama de invitados o su futón, en mi cama, en el sofá de la sala o en la cocina. No hablamos especialmente mucho —más bien hemos disminuido la cantidad de palabras que soltamos—, sin embargo, creo yo, hemos llegado a un nivel de entendimiento superior. Anoche, por ejemplo, rodamos en la cama intentando hacer cucharita, intentando decidir quién iba enfrente y quien atrás. Yuu es sorprendentemente activo —mereciéndome una hostia, claro, porque también tiene la polla bien puesta y eso no quita que quiera ser el activo—, parece que desea tener sexo a cada rato. No puedo resistirme en absoluto a él. Esa mirada destellante que tiene cada que me mira me lleva a volar y no objeto. Ni siquiera puedo decir algo en su contra. Ni siquiera puedo esconderle a Takanori lo duro que estoy luego de ver a Yuu tocar desde atrás, dejándome ver su cabello mecerse, sus piernas moverse, sus rodillas ayudándole a flexionarse. Desde atrás, todos se ven bien. A veces se giran y me miran. A veces Yuu lo hace, y se relame los labios. Como un gatito glotón. Como un ser sensual recién descubierto.



Nadie me culpa. Sé que es mi culpa, que vamos atrasados por mi irresponsabilidad, que hay un par de cosas que no he discutido con la manager porque lo he olvidado. Nadie nos culpa. Los ensayos están cada vez más energéticos, pero hay veces en que ni él ni yo nos concentramos, y además, hemos fallado en una presentación en vivo. Nuestra profesionalidad ha sido tocada, ofendida. Nadie nos culpa, porque entienden, porque saben que puede pasarles.


Sé que lo saben. Takanori mostró sus dientes en una sonrisa engreída los primeros días, intentando sonsacarme información. Luego de que avergonzamos a la banda en una presentación, me miró con reproche, sin esa sensualidad digna de su rostro. Se disculpó, por supuesto. De hecho, los tres nos dijeron que eso solía pasar. Que se me resbalaran las baquetas de las manos para darle en la cabeza a Akira —me disculpé unas cinco veces en menos de un minuto— o que a Yuu se le aflojara la correa de la guitarra y dejara de tocar unos segundos, todo por haberse besado conmigo con la guitarra puesta.


Yuu y yo no tenemos un acuerdo, no hemos dicho nada. Decido salir con unas chicas que me han buscado los últimos días, porque lo único que quiero es despejar mi cabeza. Dejar de pensar en Yuu Shiroyama. Las invito, a las tres, al cine. Días consecutivos, buscando una excusa para mirar paisjes y no buscar a Yuu con la mirada por todas las calles por las que camino. Justo el último día en que salgo con una muchacha, me lo encuentro afuera del cine, con el cabello recogido en una coleta y una cara de pocos amigos. Al verme, básicamente ha dado la media vuelta y ha regresado por donde vino.


Nunca hemos tenido ninguna formalidad, por lo que me sorprende que deje de mirarme al día siguiente. No hubo beso de buenos días, ni siquiera un “mh” cuando informo que voy entrando o saliendo a la sala de ensayos. Entiendo más o menos lo que pasa. Busco con la mirada a Takanori, que sólo me deja entrever que entiende algo de lo que me pasa.


Yuu y yo dejamos de buscarnos un tiempo, intentando concentrarnos, intentando hacer que deje de consumirnos el deseo. O eso es lo que creo que pasa.


*


Han pasado unos pocos días y estando en casa, en la soledad, he llegado a una única conclusión: no puedo sostenerlo más por cuenta propia. Soy algo así como papel de baño húmedo intentando sostener monedas, y no creo ser de esa marca de comerciales de papeles higiénicos súper resistentes. Voy a acabar por venirme abajo, porque tener la atención sólo en una persona es estar muy jodido. Es como cuando estás a punto de reprobar una materia, una situación cardíaca en la que apuestas todo y puedes ganar o perder. Y repetir curso. Aunque creo que no puedo repetir curso con Yuu…


Llamé a Takanori hace veinte minutos.


El timbre suena sin ninguna dilación al minuto veinticinco, justo como me dijo por teléfono. Me levanto con cansancio y le abro la puerta, dejando pasar a su pulga primero y luego a él. Le sonrío y le ofrezco algo para comer. Son las nueve de la mañana de un día feriado, en el que decidimos quedarnos en casa. Niega, dice ya haber desayunado, y luego saca de su bolso un plato para perro y croquetas, las cuales sirve y se las ofrece a su perrito. Me quedo un tiempo viéndolo comer, mientras escucho que Takanori va y viene por mi casa, ordenando todo cuanto ve. Acaba pronto, pues he recogido hace poco.


—Entonces, Yutaka, ¿de qué quieres hablar? ¿Qué te tiene tan mal?


Suena tan poco importante cuando sale de tus labios arrogantes, Takanori.


Se sienta en el sofá. Le digo que voy a ir por unas bebidas. Cuando abro el refrigerador, sin ganas, veo que hay cerveza. Ya no recuerdo cuándo fue que la compré, pero sigue ahí, todo un paquete de seis sin abrir. Saco dos, les saco la tapa, y le llevo una a Takanori. Koron, su perro, sigue comiendo como si la vida dependiese de ello —la vida depende de comer, por supuesto, en mayor sentido literal de lo que significa esa frase.


—Ten.


—Es Yuu, ¿verdad? —toma la cerveza y me mira como preguntándome el origen de la existencia. Me encojo en hombros mientras suavizo la mirada y me siento en el sillón de enfrente. Si ya lo sabías, deberías empezar por darme una palmadita en la espalda—. Son las nueve de la mañana, Yutaka. Me estás dando cerveza…


—Es por Yuu, sí.


No te pongas pesado porque quiera resolver mis problemas bebiendo.


—Pillín. Ya lo sabía. Están echando chispas desde hace un tiempo.


—No sé qué hacer.


—¿Follaron?


—Ajá.


—¿Qué tal estuvo?


—Bastante bien. Increíble, sí.


—Vaya…


Sonríe, parece que va a seguir diciendo algo. Como es algo que no tengo ganas de oír, y no porque sepa qué viene, sino porque por un segundo decido que no quiero oír su voz, hablo:


—Hay algo malo entre nosotros. No hay nada, sólo nos acostamos. Casi ni hablamos. Pasamos el rato mirándonos y nada, ahí se acaba. Me quedo dormido y cuando despierto, él ya se está duchando y preparándose para marcharse. Supongo que tengo la sensación de culpabilidad porque no sé qué piensa y yo dejé, en primer lugar, que esto pasara. Y ahora ni siquiera me mira.


—¿Y él no siente nada por ti?


—Me mandó una carta que decía que estaba enamorado de mí y luego me dijo que le gustaba.


La vergüenza de decirlo había pasado a segundo plano. Quiero que alguien consuele mis sentimientos. Mala suerte


—Uh.


Hace una mueca preocupada. No le pregunto qué le pasa, pero él, luego de un rato, bebe de su cerveza y habla, con un tono quedo del que tengo que fijarme demasiado, para no perder detalle.


—Yo te dejé esa carta. Vi a Yuu escribiendo una vez que fui a su casa, antes de regresar de vacaciones. La ocultó de mí, por lo que pensé que era una carta de amor. Y como tú dijiste que te gustaba pensé que sería buena idea hacerles una broma que pudiera llevarlos a la cama o a reírse un rato. Lo siento, Yutaka…


Guardo silencio mientras inclino la botella para terminarme su contenido. Ni siquiera puedo sentirme molesto, porque sabía que algo así pasaba, que en realidad no había sido él. Porque venga, Yuu no es esa clase de persona. Yuu es de los que se recargan contra el marco de la puerta y sueltan la confesión como si estuvieran hablando los planes para la comida de esa tarde. Haberme hecho ilusiones sólo fue un medio para armarme de valor. Miro a mi interlocutor, quien luce entre apenado y risueño —debe sentirse culpable porque estoy muy jodido, pero orgulloso porque ese desquite emocional nos llevó, como dijo él, a la cama—; después de un rato me levanto y voy por otra cerveza. Le ofrezco otra desde la cocina y él la rechaza, pues dice que es demasiado temprano como parar comenzar a beber.


—Entonces la carta no la escribió él.


Qué patético suena decirlo luego de que conservé esa carta durante todo este tiempo dentro de mi libro favorito.


—No, fui yo. Sólo era una broma, venga. Lo siento, en serio que sí.


—No te preocupes. No obstante, sigo teniendo la culpa de que ahora no me mire.


—¿Qué hiciste?


—Intenté salir con una chica. Ya sabes, cuando empecé a sentir que lo mío con Yuu era en serio, sentí miedo de tener que salir en serio con él. Así que invité a algunas chicas al cine en varios días de la semana. En alguna vez, me vio con una y pasó de mí. Como ahora.


—¿Qué coño te da miedo?


—Bueno, ya sabes. No podemos tener hijos, ni casarnos, ni tomarnos de las manos por la ciudad. Además es muy callado, no sé qué es lo que quiere de mí y se enoja sin decirme nada. Siempre que le pregunto qué es lo que quiere, nunca responde y siempre le da vuelta a las cosas. Es un tipo exasperante, si lo vemos desde ese punto.


—Pero estás enamorado de él.


—Pero estoy enamorado de él, sí.


Admitirlo cuesta menos trabajo de lo que había pensado. Takanori me mira como si tuviera monos en la cara, porque sabe que no puedo estar bromeando cuando tengo esta cara —la cara de no haber dormido nada en noches y estar a punto de explotar en cualquier momento. Koron se sube a su regazo y él comienza a acariciarlo. Estas pláticas son una jodida pérdida de tiempo. Al hablar siempre de tías y tíos con los que nos enrollamos, charlar de esto resulta casi mortificante. Puedo saberme cuántos lunares tiene Takanori en la ingle, o cómo le arañan la espalda en noches de amor instantáneo, pero nunca puedo saber qué demonios piensa cuando me mira seriamente. Es un tipo difícil, versátil. Nunca sé cómo va a insultarme la próxima vez. Lo que sí puedo saber es que va a reñirme, porque hasta yo mismo lo haría.


—Tío, te conozco desde hace años. Te he visto orinar. Sé que cuando haces mal intentas reponerlo por todos los medios, porque te pones inaguantable, como ahora. Te pesa la consciencia y te pones tan intenso que todos nos queremos alejar de ti.


—Sí.


Ni siquiera hago el esfuerzo por parecer ofendido.


—Y también conozco a Yuu. Sé que no tiene grandes habilidades sociales y a como lo describes, parece que necesita una buena patada en los cojones.


—Esa es una grandiosa aportación, Takanori —digo, con sarcasmo. Sigo vaciando la botella mientras él pone los ojos en blanco. Lo veo sonreír.


—Lo que quiero decir, idiota, es que ustedes dos brillaban hace unos días. Se miraban y parecían que podrían hornear empanadas con esos ojos llenos de tanta intensidad. Lo que sea que tengan ahora, háganlo mejor, porque al parecer tienen una comunicación de mierda. Ni siquiera le habrás dicho que lo quieres, ¿verdad? —Guardo silencio, aceptando el hecho. Takanori chasquea la lengua con fastidio. Este tipo me conoce mejor que Dios—. Al parecer no, pedazo de inútil. Sé claro contigo, con él. Van a jodernos años y años de trabajo por no poder decir unas puñeteras palabras. Deja de arruinarlo, que lo han estado haciendo todo mal desde el principio.


Porque yo no respondí a su confesión. Porque lo besé sin considerar cómo se sentía. Porque me entregué a él sin pedirle nada. Porque no escuché ni pregunté lo que él quería de mí. Porque guardé demasiado silencio mientras nos comíamos a besos.


—Creo que ya lo entiendo.


—Si serás lento, tío. ¿No me irás a decir algo?


—¿Quieres un café?


—¡Dame las gracias, tonto!


—Gracias.


—Pero sí, tráeme un café. Y luego báñate, que te ves horrible.


Empieza a reírse de mí, de la broma y de cómo fue a acertar. Mencionó que creyó que Yuu se enfadaría y le reclamaría, pero al final, admitió con orgullo, había sido un plan perfecto. Después de oírlo echarse flores a sí mismo por tan ingenioso plan, voy relajándome con el alcohol y con su plática. Al final, creo que no es tan malo.


*


Esta vez no soy yo el que sale al final de la sala de ensayos. He pasado cuatro días enteros pensando en cómo diablos puedo acercarme a Yuu, siendo observado por Takanori desde cerca. Al parecer, les ha contado a Shima y Akira, porque ellos también están mirándome día a día, como si fuera una rata de laboratorio. No saben comportarse ni ser discretos, no, no, no, para nada. Si un ovni entrara por la ventana sólo estarían gritando para que todo el mundo lo supiese. Yuu se ha quedado divagando mientras toca, así que todos nos hemos despedido de él al salir. Una vez que he visto cómo todos se van a sus casas, de ver como Matsumoto me guiña un ojo, regreso a la sala de ensayos, porque joder, uno tiene que ponerse bien las bolas.


—Oye, Yuu, tenemos que hablar.


Lo digo tan pronto como puedo, tan rápido que hasta siento que no se ha entendido. Yuu alza la mirada, se sienta derecho en el sofá en el que está practicando y coloca su guitarra en sus muslos, con las cuerdas mirando hacia abajo. Entro a la sala, cerrando la puerta. Supongo que su silencio es un indicador de que puedo pasar. Joder. A Yuu ni siquiera le baja, pero sigue siendo igual de complejo que una mujer menstruando. Hasta más. Quizá sólo les hable correctamente a sus gatos. Pero está mirándome y tengo que aprovechar esta oportunidad.


—Tenemos que hablar —repito.


—No.


—¿Por qué no?


—Porque la última vez que hablamos un poco, acabamos enredándonos. Y tú estás saliendo con alguien.


—No estoy saliendo con alguien —Yuu desvía la mirada; me acerco con tranquilidad hasta dónde está y me quedo parado frente a él. Venga Yutaka, eres el hombre, no lo arruines aquí. Puedes hacerlo. Sólo hay que ser honestos y amables—. Mira, hemos estado haciendo las cosas mal. Nuestra relación…


—Somos compañeros de banda, Yutaka. ¿De qué estás hablando?


Sus palabras rozan mi corazón, pero ya me había hecho a la idea de esto. No iba a ser fácil. No he dicho lo que quería decir. Si un rayo no me parte en dos en los próximos minutos, voy a tragarme el coraje y el orgullo y voy a decirle cómo me siento. Qué espero, qué quiero. Disculparme.


—Sabes que no sólo somos eso. Lo sabes, ¿verdad?


—Mira, si fue porque nos acostamos, olvídalo.


—¿Por qué siempre estás echándote para atrás? Yuu, deja de decirme algo agradable y luego decir que no era lo que querías decir. Es grosero.


—Perdóname. No me siento orgulloso de hacerlo. Pero…


¿Ahora qué? ¿Te palmeo el hombro y te digo que está bien? ¿Te digo que sí? Coñojoder.


—¿Pero?


Oh dios mío. Sigue hablándome. Sigue diciéndome cosas. Ya no sé qué decir.


—Pero no supe qué hacer. Llevas gustándome desde hace tanto tiempo… Pero la banda era muy importante y tu mandaste esa carta que creí que era una broma, diciéndome que me deseabas y pensé que podría decírtelo sin problema. Porque si al menos me deseabas, estaba bien y…


Guarda silencio. No digo nada, pensando en la cara de niño travieso que tiene Takanori luego de hacer estas bromas. Al imbécil no sólo le bastó con mandarme una carta a mí. También se la mandó a él. Me siento cerca de él. Ahora mismo todos esos abrazos, esas mordidas y esos hay que hacerlo aquí parecen distantes. Es como si nunca hubieran sucedido. La cabeza me da vueltas, sin embargo, estoy seguro de que esta conversación es pasiva y muchísimo mejor de lo que había pensado que sería.


—He hecho mal las cosas desde el principio —digo, acomodándome un poco en el sofá. Estoy muriéndome de los nervios—. La chica con la que me viste el otro día… Yo… No estoy con ella. Lo intenté, porque me asusté de lo que teníamos, pero no es nada serio.


—Hemos hecho mal las cosas, los dos. No debí decírtelo, no debí enfadarme contigo por…


—Yuu, no hagas esto más difícil. Deja de complicarlo. No te culpes, no has sido quien se deja llevar sin consideración.


—Yutaka, ¿yo te gusto?


Te odio por ser así de directo. No me mires con esos ojos de perrito. No me dejes ver cómo te tiemblan las manos. Deja de mover la pierna con impaciencia. Maldición, Yuu, deja de ser…


—Eso puedes saberlo, ¿no?


Yuu niega con la cabeza.


—Dímelo. Por favor. Si no me lo dices voy a pensar que solo quieres acostarte conmigo. Voy a dejar que pase de nuevo y luego me enfadaré, otra vez. Necesito saberlo, Yutaka. En serio lo necesito.


—Me gustas.


Exhala tan fuerte que parece que soltó todas sus preocupaciones. Me estremezco al escuchar cómo mi voz ha perdido fuerza en las últimas silabas. Hay un silencio corto, en el que puedo ver cómo sus músculos van perdiendo rigidez.


—Me alegro mucho, porque me gustas muchísimo, Yutaka, más que nada en esta vida. Es lo más seguro que puedo estar de algo que no sea la música…


Se ahoga en sus palabras y veo como gotas gruesas salen de sus ojos y caen por sus mejillas, para acaban en su guitarra. Sus lágrimas me recuerdan al té verde endulzado con miel cristalina que me dio Takanori luego de ponerme borracho con cinco cervezas el día en que solté la sopa. Observé esa cuchara con miel por tanto tiempo, lleno de estupor y vergüenza, que el brillo se quedó grabado en mi retina. Sus lágrimas parecían igual de brillantes. Ni siquiera quería detener ese llanto, pues tenía la intención de verlo hasta el final. Después de unos minutos, en los que gimoteó y lagrimeó más, me acerqué y lo abracé, tentado a besarlo, conteniéndome, pues estaría de locos besarlo en ese momento. Sería casi como robar un banco luego de haber depositado dinero en el mismo.


Cuando paso mis brazos por sus hombros, lo veo sonreír. Limpio sus mejillas con mis pulgares y le beso la nariz, sin poder contenerme ni un minuto más.


—Si me sonrieras así de por vida, sería el tipo más feliz sobre la tierra.


Se ríe de mí y me abraza, temblando entre mis brazos, sintiendo mi calor mientras me da el suyo. Le acaricio los cabellos y él va a adormeciéndose cada vez más. El peso va acrecentándose según nos vamos acurrucando en el sofá. El estómago lo siento ligero, como la mente. Liberados de toda tensión, con ganas de seguir adelante.


—Hagamos las cosas bien, ¿sí? Cuéntame las cosas, dime cómo te sientes…


—Sí —responde.


Aspiro su aroma una vez más. Le susurró que si quiere ser mi novio y él me responde, contra el oído y con un aliento caliente, que sí. Nos quedamos abrazados por un buen tiempo. Pasada una media hora, decido que es hora de movernos.


—Vamos por chocolate a la cafetería que está cerca de casa, ¿te parece?


—¿Es una cita?


Eres el Dios de decir cosas vergonzosas con una cara estoica, Yuu.


—Sí, ¿por qué no? Vamos a tomárnoslo con calma.


—Tener citas, besos y eso, ¿no? —me dice, como burlándose. Tiene una sonrisa confiada que se inclina a la derecha. Esa sonrisa es preciosa.


—Ajá. Vamos a ponernos ñoños y eso. Que lo pervertido ya lo hicimos. Vayamos un poco al inicio. Como debe ser. Como te mereces.


—Eso es demasiado marica, Yutaka.


Le doy un golpecillo en la frente y, tomados de la mano, salimos de la sala.


*


Tres horas después de aquello, estoy dejándole marcas entre los muslos, mientras él se retuerce debajo de mí y abre más sus piernas.


—Oye, Yutaka, los condones están…


Me río con suavidad. Claro que sé en dónde están, es mi propia casa, Yuu, ya debería yo saberlo. Los busco en la gaveta que está a un lado de mi cama y cuando los saco, se los tiro sobre el ombligo.


—Vamos a tomárnoslo con calma, ¿verdad? —le repito.


—Con mucha calma, sí.


Dice, mientras jadea y me abraza con sus piernas.

Notas finales:

Estoy llegando a tiempo, barriéndome, pero a tiempo.

Esto también va por el Retame que me dejaron hace meses, y por el cual no tengo ni perdón por subirlo hasta ahora, mucho menos por entregarlo para el DIK, matando dos pájaros de un tiro, haciendo una trampa impresionante. 

No he parado de escribir desde finales de noviembre del año pasado. He estado moviendo los dedos sin descanso, completando cosas que tenían, cosas que se me ocurren... Me quedo con ganas de poder escribir más. Siempre. Pero esto ha salido al final, y si es que de casualidad les agradó, ya es un alivio para mí. Lamento ser un desastre, lamento no haber conseguido una beta reader para esto. Lamento la poca edición y la velocidad inconstante del fanfic, que seguramente notarán. 

En serio, en serio lo siento (menuda pérdida de tempo que es leer mis notas, que se basan en disculpas).

Kiharu. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).