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Fallen por Kunay_dlz

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Notas del fanfic:

Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.

 

 

Capítulo Único

 

 

Fallen

 

 

 

Todo se ha terminado. La guerra acabó… el gran Lord Voldemort fue el vencedor.

La Luz nunca tuvo oportunidad, no se tomaron las medidas correctas, la negación constante del Ministro y el esfuerzo por aparentar ‘normalidad’ así como desacreditar a aquellos que intentaron hacer la diferencia, aquellos dispuestos a prepararse para luchar.

Fue en el verano previo al sexto año, justo después del incidente en el Departamento de Misterios en el Ministerio de Magia… justo en el tiempo que estuve en duelo por la muerte de Sirius. Por mi culpa. Él murió por mi culpa.

Sí, el ministro y varios magos vieron a Voldemort pero en lugar de prepararse para la guerra entraron en pánico. Cobardes. Se movían mucho, hablaban a gritos pero nunca hicieron nada en realidad, tan solo esperaban que yo llegara, yo su tan afamado Niño-que-vivió, a salvarlos. Los mismos que me tacharon de loco en ese momento rogaban mi protección. Idiotas. Ellos que eran magos experimentados y con recursos preferían que un chico a punto de cumplir dieciséis sin nada más que las pruebas de Hogwarts llegara y venciera al terrible mago obscuro.

Y ¿Qué iba a hacer, que mis sentimientos de odio e impotencia vencieran a Voldemort?

Los Mortífagos no perdieron tiempo, su cadena de mando y estrategias aunque desordenadas fueron efectivas ante una sociedad asustadiza. El Ministerio cayó, los de la Orden del Fénix fueron perseguidos, asesinados… Dumbledore fue emboscado, le mataron tan rápido que nadie lo vio venir; alguien llegó a Privet Drive y me sacó de la supuesta casa de seguridad, me llevaron ante Voldemort. Todo esto sucedió simultáneamente, el mismo día, a la misma hora en diferentes lugares. Así de rápido perdimos. Así de rápido ganó la Orden Obscura.

Me colocaron en una celda obscura, húmeda, me dejaron medio inconsciente, me puse a llorar. Estaba aterrado. Lloré en silencio justo como solía hacerlo en la alacena bajo las escaleras de Privet Drive desde que tengo memoria, incluso ayer me había encerrado en ese pequeño espacio donde extrañamente me sentía reconfortado: las paredes chicas, el techo tan bajo, la obscuridad donde tan solo estaba, donde pese a sentir dolor ahí ya no podían infringirme más. Estar encerrado en esa alacena significaba empezar a sanar.

Esa alacena tan lejana de donde me encontraba en ese instante.

Lloré todo lo que pude, estaba seguro, me convencí a mí mismo de no llorar ni gritar frente a Voldemort ni a los Mortífagos, me prometí no darles el gusto de verme así como me siento, así de derrotado, mucho menos ante las torturas. No creo que Voldemort me tenga preparado una ejecución rápida, él querrá verme sufrir, querrá escucharme rogar porque me mate, querrá verme tan derrotado o hasta incluso que sea yo mismo quien termine con mi tormento quitándome la vida. Me forcé a calmarme, me levanté de donde me dejaron tirado y vi a mi alrededor.

No pude ver nada en realidad, mis ojos aún no se acostumbraban a la obscuridad, y luego deseé morir… en ese calabozo, no estaba solo. Alguien me acompañaba, y sin duda fue testigo de mi quiebre emocional, el deseo de morir se intensificó cuando reconocía a mi ‘compañero de celda’: Severus Snape.

Me quedé mirándolo, esperando, rogando que él estuviese inconsciente y que no me haya visto así. Estaba despierto. Me miraba fijamente, esperé escuchar alguno de sus comentarios déspotas, hirientes, sarcásticos o llenos de furia y desprecio. Esperé cualquier cosa que escuché de su boca el tiempo que llevaba de conocerlo. Para mi sorpresa, él permaneció en silencio, se levantó de donde estaba recargado en una de las esquinas del calabozo y con lentitud avanzó hacia mí. No pude moverme, no tenía caso pues no había lugar al cual escapar, lo miré expectante quizá ahora podría desahogar su odio hacia mi padre y mi existencia, nada le detenía.

Y frente a mí, él se sentó para quedar a mi altura… en un movimiento repentino, me abrazó.

Sus brazos me rodearon, me acercó a su pecho y se quedó quieto. No dijo nada, yo tampoco, no habría sabido qué decir. Nuevas lágrimas salieron de mis ojos, intenté limpiarlas pero el agarre de Snape era firme, era certero, había un claro mensaje de consuelo. Su sola presencia, aunque inesperada, era mi única conexión con lo que una vez me hizo feliz… me quedé en su regazo evocando las pocas memorias felices que tenía. Nos quedamos así por quien sabe cuánto tiempo, tan solo me perdí en el poco calor que Snape me brindaba.

No sé en qué momento me quedé dormido, un dolor intenso fue el que me despertó, un cruciatus de baja intensidad alejó todo rastro de sueño en mí. Tanto Severus como yo fuimos llevados ante Voldemort, aun sin nuestras baritas, seis Mortífagos eran nuestra ‘escolta’. En un salón enorme habían Mortífagos en una extraño orden desorganizado, había magos y brujas seguidores del nuevo régimen, quizá desde siempre estuvieron de acuerdo con los ideales del Señor Obscuro, quien sabe.

--Harry Potter, el símbolo de la Luz… en mi prisionero. –dijo Voldemort con un tono de voz entre serio y burlesco, sus viperinas facciones no eran fáciles de leer –Severus Snape, mi mejor ex mortífago, un espía de ese loco líder de la Orden del Fénix.

De ahí en adelante empezó a relatar lo sucedido, su éxito en la toma del control sobre el Mundo Mágico, la emboscada de Dumbledore, la ‘caza’ de los miembros de la Orden y de aquellos que mostraban resistencia ante su dominio. No tardaron en llegar los cruciatus, las humillaciones, hechizos que lastimaban y las pociones que me mantenían consciente para que la tortura continuara. Snape también era ‘castigado’, ya se turnaban en las torturas o las aplicaban al mismo tiempo… no saló sonido de nuestras bocas. No gritamos. No mostramos la ‘debilidad’ que ellos tanto querían ver, mordimos nuestras lenguas y nuestros labios para no darles a conocer nuestro sufrimiento.

Gemidos sordos y pesadas respiraciones era lo único que delataba nuestro dolor.

Al Señor Obscuro no le gustó, tras lo que parecieron años él estaba más furioso y ordenó devolvernos al calabozo. Nos arrastraron, esta vez no se tomaron la molestia de administrarnos poción alguna para ‘sanar’. En el calabozo, me permití yacer en frío y áspero suelo… hasta que Snape llega de alguna forma a mi lado y me sienta, me lleva con él a la esquina en la que estaba cuando lo vi por primera vez, me envuelve en sus brazos y vuelvo a llorar de lo irreal y bien que se siente estar ahí, sentir calor en medio de todo eso que sucedía. Podría jurar que sentía humedad en mi cabeza, quizá ambos encontrábamos el consuelo necesario así, de esa manera, así sin palabras… esperando que volvieran por nosotros y continuar con la tortura.

Así pasaron días, semanas, quizá años… pasó el tiempo lleno de tortura y sufrimiento, sin usar la voz, hallando consuelo en los abrazos silenciosos. Ya no tenía mis lentes, se quebraron en una de las ‘sesiones’ y no se molestaron en repararlos, mi pelo había crecido un poco, mi cabello de enfrente llegaba a la altura de mi nariz, era toda una maraña, un verdadero nido de pájaros como muchas veces me lo dijeron. Snape lo tenía más largo, en algunas ocasiones logré distinguir entre manchones sin cara ni forma algunas cortinas negras ocultando su rostro. Nuestras ropas estaban rotas, sucias del polvo del calabozo y de la sangre que brotaba de nuestras heridas, nos quedaban grandes, de nosotros no quedaban más que huesos con la piel adherida. Así Voldemort nos presentó al Mundo Mágico que él regía, nos presentó como ejemplo para quien ose desafiarlo, a Snape como ejemplo a quienes le traicionan, a mí como quedaría cualquiera que intente hacerse el héroe… la verdad no vi la reacción de los magos y brujas, en verdad no veo nada sin mis lentes.

Supongo que no causamos más que lástima.

Pasó más tiempo y las torturas parecían algo así como una rutina, ya no nos afectaban tanto, podría decirse que ya estábamos acostumbrados. Voldemort se ha cansado de nosotros, dijo que ya no le divertíamos tanto, dijo que las apuestas de ver quién gritaría primero ya vencieron, dijo que nos ejecutará mañana en el Callejón Diagon… a la vista de todos. Hoy es nuestra última noche con vida… abrazado a Snape no puedo dormir. Quiero estar despierto el tiempo que me queda ante de cerrar mis ojos para siempre.

--Deberías dormir. –escuché susurrar a Snape.

Su voz rasposa por el desuso, tan baja como un susurro por el esfuerzo de todo este tiempo para inhibir las cuerdas bucales. Supuse que así se escucharía mi voz también, pensándolo bien, si le respondo esta podría ser nuestra última platica. Mañana moriremos después de todo.

--Prefiero esperar despierto, la próxima vez que cierre los ojos ya no los volveré a abrir. –contesté en susurro y con algunas palabras sin sonido alguno, aun así él me escuchó.

--Eres algo pesimista. –dijo con seriedad.

--No es como si mañana alguien lograra rescatarnos de una muerte segura. –argumenté –Nadie tiene el valor para enfrentarse a Voldemort. No sin alguien que les dirija como ovejas. No sin algún símbolo al que puedan pedir ayuda.

--No sin su Niño-que-vivió. –añadió con duda Snape.

--Por Merlín… siempre odié ese estúpido título. –murmuré con rencor.

--Tenías el reconocimiento del Mundo Mágico, prácticamente tenías ‘el poder’ para derrotar al Señor Obscuro. –siguió Snape.

 --Fui ignorante de la política del Mundo Mágico, no tenía conexiones en altos puestos, no tenía idea que la magia existía sino hasta que me llegó la carta de Hogwarts; y, lo peor de todo, toda una sociedad esperaba que un simple chico con un título horrible peleara por ellos cuando llegara el momento. ¿De dónde sacaría el conocimiento o el poder para derrotar a Voldemort? Yo no hice nada, jamás hice algo que les demostrara que era alguien poderoso, lo que sucedió esa fatídica noche fue gracias a mamá. Perdí a mis padres, desapareció Voldemort y gané fama y un título que es absurdo. –dije todo lo que guardaba en mí.

--Parece que ya habías pensado en lo que dices. –dijo con un suspiro Snape.

--Lo pensé desde que me dijeron lo que mi cicatriz, mi nombre y el estúpido título que me dieron significaba para la sociedad mágica. –dije más calmado.

--Cuando te trajeron al calabozo, ¿Qué es lo que pensabas? –preguntó con cuidado, disimulaba su curiosidad y aun así no exigía saber, tan solo preguntaba.

--¿Te refieres a cuando me viste llorar como niña? –intenté bromear, creo –Tan solo pensé en lo cansado que estaba del peso que cargaron en mis hombros, pensé en que fallé en una tarea que nunca acepté, pensé en lo patéticos que eran los magos y brujas al colocar su fe en alguien que no sabía ni lo que pensaba hacer con su vida al siguiente día… pensé en aquellas personas que perdí y en aquellas que jamás volvería a ver. –admití.

--Por un momento pensé que extrañabas a los muggles con los que viviste. –dijo con algo de desprecio en la palabra muggle.

--La verdad ni les había dedicado un pensamiento hasta ahora que los mencionas. Ellos no fueron los más… adecuados para considerarlos familia. –suspiré, no creía que le contaría a Snape sobre mi infancia –Lo más cercano a una muestra de cariño que obtuve de ellos era cuando me ignoraban completamente. Ellos odian cualquier cosa que sea ‘diferente’… aborrecen la magia.

>>Me castigaban cada que hacía magia accidental, se encargaron de darme una imagen de chico rebelde sin causa, un bueno para nada, un parásito de la sociedad, es por ello y sus mentiras que no confío en los adultos. Jamás tuve un amigo, mi ‘querido’ primo se encargó de alejar a quien intentaba siquiera ser amable conmigo, él y sus amigos tenías este juego… me perseguían, me ‘cazaban’ por todo el vecindario.

>>Diablos. Cada que pienso más en mi infancia me doy cuenta de la vida que tuve. ¿Cómo es que logré sobrevivir?

--MI infancia tampoco fue muy buena. Mi padre era un alcohólico que golpeaba a mi madre y a mí desde que se enteró de la magia. En realidad, ya ni recuerdo el motivo… pero, en mi obscuridad, tuve una amiga. Ella me daba fuerzas para seguir adelante, éramos inseparables. –contó Snape de manera distante –Pero cometí un error, ese error me alejó de ella y la última vez que me llegó una noticia de ella… fue la de su muerte.

--¿Por qué… me abrazaste esa vez que me trajeron aquí? –pregunté, claro que quería cuestionarle sobre su amiga o sobre el odio que le tenía a mi padre pero, esta pregunta pudo más.

--Francamente, parecías necesitarlo, eres fuerte y valiente pero, a veces das esa impresión que harías lo que fuera por una muestra de afecto, por un poco de cariño. –dijo con reticencia.

--No sé, lo que es tener una familia, he visto a los Weasley, a los Granger un poco pero, experimentarlo por mí mismo no lo sé. No sé lo que significa tener padres que vean por ti, que ahuyenten las pesadillas y que te aseguren que no hay nada a qué temer pues ellos están ahí… no sé lo que el calor del hogar significa. –admití –Mi sueño, mi sueño más anhelado es tener una familia propia.

--Por lo que escuché, incluso aceptarías una oferta del mismo Señor Obscuro si te ofreciera seguir viviendo para convertirte en su heredero con tal que te demostrara un poco de cariño, quizá algún cumplido de tus habilidades, una palmada en la espalda o un ‘buen hecho’ creo serían suficientes. –dijo Snape con tal seriedad que creo él lo pensaba de verdad.

--Si Voldemort me ofreciera adoptarme como hijo, tú serías mi padrino, Bellatrix sería esa tía loca que todas las familias tienen, Lucius sería un tío estricto al igual que Narcissa y… me atrevería a cortejar a Draco. –añadí de manera burlesca, con un poco de fantasiosa esperanza.

--Ya decía yo que tú y Draco se ponían demasiada atención. –suspiró.

--Aguarda, quieres decir que Draco… pero cómo… digo, bueno, ya no tiene caso. Te agradezco, saber esto, es algo con lo que me gustaría morir en la mente. –esta vez suspiré yo.

Tanto tiempo negando estos pensamientos, sobre todo aquellos que involucran a un rubio platinado de ojos grises, arrogante, engreído y modestamente soberbio.

--Creí que habías dejado atrás el pesimismo. –dijo Snape.

--No es pesimismo, es la realidad. Ya amaneció, pronto dormiré para siempre. –murmuré aún más bajo.

--Pronto te reunirás con tus seres queridos. –quiso animar Snape.

--Con mi suerte, terminaré en un lugar muy diferente al de donde están ellos. –dije con una sonrisa.

Escuchando pasos acercarse, Snape y yo dejamos de susurrar, volvimos a nuestro mutismo y tras un muy fuerte abrazo, nos separamos. Había llegado la hora. Seis Mortífagos nos condujeron a lo que parecía una explanada donde todos los magos y brujas presentes, obligatoriamente, podían vernos. Sin mostrar miedo, controlando el temblor en nuestros cuerpos por el viento helado, Sna—Severus y yo usamos lo que quedaba de nuestras fuerzas para no desplomarnos debido a nuestra debilidad.

Voldemort pareció de manera tétrica, podía sentir su mirada escarlata en mí, le escuchaba alejarse y luego volver, por un instante deseé poder ver con claridad para observar sus movimientos, para mirarlo cara a cara cuando me lance la maldición asesina. Para mi sorpresa, se colocó frente a mí y habló.

--Potter, ¿Es cierto? Lo que dijiste en el calabozo esta noche, ¿Es verdadero? Responde, de tu respuesta depende lo que sucederá en los siguientes cinco minutos. –ordenó.

Así que nos escuchó. ¿Cómo? ¿Desde qué parte escuchó la conversación entre Severus y yo? ¿A qué se refiere con exactitud? ¿Lo de mi desprecio por el título que me dieron? ¿Mi dañada infancia? ¿Extrañar a mis seres queridos? ¿El temor de no verlos aún después de la muerte? ¿El aceptarle como padre?... No podría ser, ¿O sí?

Si ese fuera el caso, si mi vida depende de lo que le conteste… entonces, tan solo hay una respuesta.

Una única respuesta.

Una respuesta que ya todos saben.

 

 

 

 

 

 

Fin.

 

Notas finales:

Gracias por leer.


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