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[]+[]+ El camino de un destino. +[]+[] por darkness la reyna siniestra

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Notas del capitulo:

Hola quiero avisar que este capítulo es parte del uno, pero los dividí en dos para hacerlo más ordenado. La historia en general a sufrido algunos cambios con la finalidad de darle más sentido y no dejar tantos huecos al aire.

 Capítulo II.

 

Milo había llevado a Damien a la parte trasera de la institución, el griego sabía que casi nadie iba a esa zona a esas horas de la mañana por lo que le pareció buena idea salir junto con su nuevo amigo por ahí sin que ningún estudiante o maestro los descubriera.

Lo único que separaba a los dos jóvenes de la libertad eran unos resistentes barandales de acero que cumplían como una especie de reja alta que debían saltar para poder estar afuera. Milo ya lo había hecho, ahora solo faltaba el menor que ya estaba del lado de la calle, solo tenía que soltarse y el oji-turquesa lo alentaba a lograrlo.

—Suéltate, Damien —dijo Milo desde el suelo. El menor tembloroso y asustado obedeció.

Se soltó de la baranda de seguridad y cayó directo en los brazos fuertes del joven Milo.

—Abre los ojos —sonrió—. Te dije que podías confiar en mi… nunca te dejaría caer.

Lo dicho hizo sonrojar al italiano que miraba como hipnotizado al griego peli-largo.

Milo lo había visto muchas veces junto a Kanon. Y sin saber en que momento fue precisamente. El bello canceriano le robó el corazón. Sentía algo en su interior que lo hacía querer protegerlo y al saber que Kanon lo abandonó por otro. Le daba las esperanzas para tratar de conquistarle y darle aquel amor que el gemelo menor le fingía.

—Estoy muy agradecido, Milo… —no conocía su apellido.

—Mi nombre es Milo de Escorpio. No me olvides —le guiño el ojo.

—N-no lo haré… debo irme —se dio la vuelta para empezar el camino a casa pero el griego lo detuvo tomándole del brazo. Damien lo miró a los ojos turquesa.

—¿Nos volveremos a ver, Damien? —su voz sonaba triste. Suplicante.

—No lo sé… si es nuestro destino entonces… nos veremos de nuevo.

Se soltó del agarre del mayor, y se alejó corriendo. Corría a casa como si con ello las penas se quedarían atrás. Milo lo vio perderse en la distancia y se prometió a sí mismo el que se volverían a encontrar. Lo quisiera el destino o no…

Él también comenzó su camino hasta donde quería estar: un claro oculto entre los árboles del parque público donde siempre se veía a las parejas pasear de la mano. Donde él alimentaba a los cisnes lejos del estrés y la hipocresía de sus compañeros y la anti-ética de algunos profesores.

 

 ♋♏♋♏♋♏

 

Damien llegó a casa, corrió escaleras arriba y se encerró en su habitación. Manigoldo estaba trabajando, no había nadie en casa para hablar…

No lloraría más, no valía la pena. Fue directamente hasta un armario de madera de dónde sacó una caja de zapatos cuyo contenido eran figurillas hechas de fomi y capullos de rosas un poco secas metidas en bolsas pequeñas de plástico transparente donde habían mantenido algo de su color y consistencia. Con esto, un cuaderno que junto con Kanon había hecho. Eran una especie de cartas de amor que él hacía para luego dárselo al gemelo y que éste hiciera uno en respuesta del suyo… al leer las páginas lloró sin control, sintiendo que todas las palabras, regalos y momentos no habían sido más que una farsa. Una cruel farsa.

Tomó el cuaderno y una por una fue arrancando las páginas hasta que sólo quedó la pasta. Una por una fueron rotas en miles de pedazos las páginas con palabras románticas y “te amo” mentirosos… sentía que los dedos le sangrarían al estar cortando papel. Una vez los hubo hecho añicos, los llevó al patio de la casa donde había un bote de aluminio y ahí vertió los papeles para que el fuego del olvido los consumiera sin dejar más rastro que las cenizas que el viento se llevaría lejos.

Contempló como el fuego devoraba sus alegrías y ante el fuego prometió para sí mismo que nunca nadie volvería a lastimarlo, no volvería a creer en las palabras de nadie, ni dejaría que se acercaran de nuevo a él con intenciones románticas. Para Damien el amor… era una mentira.

Regresó al interior de su casa. Borró de su celular todas las fotos que se había tomado junto a Kanon y junto a Aioria. Bloqueó sus números y luego los borró, al igual que en las redes sociales donde ahora aparecía como soltero.

Sus amigos lo llamaron por los distintos medios, preocupados porque había desaparecido luego de saludarlo en la mañana e incluso habían ido a la casa. Pero él no había respondido…

Hasta que finalmente se quedó dormido en el sillón de la sala donde al caer la noche. Manigoldo quien llegaba del trabajo lo encontró en medio de la oscuridad de las 7:00pm.

Manigoldo encendió una lámpara y se acercó a su pequeño hermano, notando caminos de lágrimas en sus mejillas. Damien había estado llorando…

—Hermano… despierta —llamó sutilmente el mayor, haciendo que se despertara el más joven.

—¿Hmmm...? —abrió sus cansados ojos ante el movimiento del que era víctima, encontrándose de frente con el más alto— ¡...Hermano! —Damien se abalanzó a los brazos de Manigoldo cuando lo vio, rompiendo a llorar. Descolocándolo por completo.

—¿Dami…? ¿Qué tienes, hermano? —consolaba acariciándole el cabello con ternura.

—Las personas mienten, Manigoldo…

El hombre imaginándose muy bien el por que el pequeño decía aquello con tanto dolor, cerró los ojos sintiendo el pesar que debía llevar en su alma aún demasiado inocente para saber cuándo se es amado y cuándo es una mera ilusión.     

Pasaron así toda la noche los italianos hermanos de Cáncer. El mayor acompañó al menor quien le contó todo lo vivido en su día sin omitir el que escapó del instituto. Manigoldo no le había refutado nada de eso pues se imaginó que no sería fácil para Damien el ver al que creyó su amor y al que quiso como su mejor amigo frente a frente.

—Quiero irme, Manigoldo… quiero volver a Italia, necesito recuperarme de esto que siento.

—Está bien, hermano… hablaré con mamá y papá para que regreses en esta semana allá.

—Te lo agradezco. No quisiera tener que alejarme de ti pero…

—Te comprendo pequeño —interrumpió el mayor—. Puedes volver cuando estés listo, yo estaré esperándote.

Sabía lo complicado que era el primer amor. ¿Quién no había sufrido en su vida por eso? Era normal pero dependiendo de la persona, podía ser peligroso. Accedió a que el menor se marchara de nuevo a su natal Sicilia con sus padres. Aioria, Kanon y los que habían sido sus amigos no volvieron a saber de él después de ese día. Y tres días después llegaba a casa de sus padres con una perspectiva diferente de los sentimientos. Aún conservaba las redes sociales pero no las usaba. Ya habían pasado seis meses desde que volviera a Italia y estaba demasiado concentrado en sus estudios como para hablar con personas que quizás ya no lo recordaban. No le importaba.

En Italia siguió con el segundo año así como estaba en Grecia dadas sus buenas calificaciones, no tenía que repetir el curso. Su madre y su padre, lo habían notado muy frío tras su regreso. Distante, sarcástico y muy desconfiado, siempre serio; lo opuesto de cómo era cuando se fue junto con su hijo mayor a Grecia.

Incluso, en el instituto donde estudiaba en Sicilia, tuvo muchos pretendientes, pero tanto hombres como mujeres eran rechazados de manera fría e indiferente. No quería a nadie cerca y menos con intenciones amorosas, o como él lo llamaba: pérdida de tiempo.

 

♋♏♋♏♋♏

 

Habían pasado cinco años. Ahora Damien con 20 años de edad era un joven hombre con una belleza masculina atrayente. Impresionantemente atrayente, pero en sus ojos ya no había brillo de inocencia ni bellos sentimientos… en su lugar, se hallaban nublados del resentimiento y las emociones congeladas tras un muro de hielo eterno que nadie podía atravesar.

Mientras iba en el avión con destino a Grecia, miraba indiferente la belleza que se mostraba ante el mundo con magnificencia. Él solo quería llegar, abrazar a su querido hermano Manigoldo a quien había extrañado y dormir para reponerse de ese cansado viaje.

 

♋♏♋♏♋♏

 

Habían pasado dos semanas y media desde que Damien volvió a vivir junto a su hermano mayor en Grecia, durante ese tiempo, el joven siciliano entró a diversos cursos y llenó el papeleo necesario para inscribirse en la Universidad Santuario de Atenas, donde fue admitido casi de inmediato aunque las clases ya hubieran empezado. Por eso, hoy un lunes nuevecito de la tercera semana de Mayo, Damien de Cáncer con 20 años de edad a cuestas, empezaría su carrera universitaria...

—¿Hoy es el primer día en la universidad, hermano?

Manigoldo tomaba una taza de café sentado a la mesa de la cocina cuando Damien bajó para tomar un poco de jugo antes de marcharse.

—Así es, deséame suerte.

—Claro, aunque con lo que me ha dicho mamá, sé que no la necesitaras. Te irá bien.

—Gracias, hermano. Nos vemos en la noche.

—Cuídate.

El menor salió con rumbo a la Universidad Santuario en Atenas. Si bien ahora era alguien frío y desconfiado, le causaba preocupación el pensar en encontrarse con alguno de ese par de traidores que le cambiaron la vida. No creía que la vida le jugara tan sucio, además, el país era enorme quizás hasta se habían largado a otro lado, o ni siquiera habían llegado a la universidad quedándose sólo con la educación media.

 

♋♏♋♏♋♏

 

En un salón de clases medio vacío con asientos ascendentes puestos en graderías con mesas largas divididas en cuatro filas por un metro de distancia. Se encontraba un atractivo joven de larga y ondulada cabellera añil y hermosos ojos turquesa recostado en sus brazos cruzados sobre la mesa, con la mirada perdida en el exterior. Pues éste se encontraba sentado en una de las largas mesas del lado derecho en la tercera columna justo en la esquina junto al amplio ventanal donde la luz del día llenaba todo el espacio.

Tan concentrado estaba el joven en sus pensamientos que no se dio cuenta del otro hermoso chico que se acercaba subiendo los pocos escalones que los dividían del piso de mármol, yendo en su dirección del lado contrario a donde miraba.

—¿Otra vez estás de melancólico, amigo mío?

La suave voz con acento francés lo hizo volver a la realidad, lentamente levantó la cabeza de sobre sus brazos para ver a su interlocutor. Encontrando a su buen amigo mirándole con una ceja alzada, los brazos cruzados al nivel de su pecho y una sonrisa en sus suaves labios. Suspiró y contestó a lo que el otro le preguntaba:

—Han pasado algunos años ya pero… aún no puedo olvidar a ese chico… ¿Crees que estoy loco, Camus?

El francés sólo miró hacia la ventana, bufó a modo de risa y habló con calma:

—Creo que viste pureza en su alma… —negó con su cabeza—, te enamoraste de alguien lejano.

—Me dijo que nos veríamos de nuevo si era nuestro destino hacerlo...

—¿Crees en el destino, Milo? —Camus descruzó sus brazos y tomó asiento sobre la mesa frente al griego.

—…Desde que lo conocí a él, sí…

Milo miraba a Camus con una sonrisa de esperanza tatuada en los labios, haciéndole sonreír también.

—Entonces, si estás destinado a verlo otra vez.  

Milo le miró con profundidad y duda en su brillo turquesa.

—¿Por qué dices eso? —interrogó genuinamente interesado.

—Porque el destino es algo que sólo tú puedes decidir. Si buscas la manera de volver a ver a Damien, entonces lo verás pero, si lo vez… ¿Qué harás? ¿Qué le dirás?

Camus conocía bien la historia que ocurrió hace cinco largos años con su amigo Milo y ese chico llamado Damien… el griego se lo había confiado cuando se habían vuelto a ver en una de las visitas del peli-azul a sus familiares —y vecinos del peli-turquesa en Francia— antes de que Camus viajara a Grecia y se instalara allí. Por ello el de lisa cabellera podía ser libre de aconsejar a su amigo y darle una luz de esperanza a su larga espera pues bien sabía lo que Milo había ido cultivando en su corazón por aquel recuerdo de inocencia.

Camus exhaló esperando la respuesta del mayor, la que no tardó en llegar:

—Le diré que me enamoré de su recuerdo. Aunque no lo haya conocido bien, aunque solo le haya hablado una vez. Porque amé su forma de mirar…

El oriundo de Francia se sorprendió por la forma tan apasionada y sincera con la que su mejor amigo hablaba. Aportó para el otro:

—Saga dice que Kanon se siente culpable todavía y que Aioria no era lo que pensó…

Milo chasqueó la lengua en señal de fastidio.

—Tu novio está tan loco como su hermano…

Camus volvió a cruzar sus brazos, y seriamente comentó:

—Aioria, engañó a Kanon con un tal Frodi que sé yo…

—Se lo merece… —susurró con desprecio en lo que su entrecejo se fruncía.

Camus rió…

—Quizá si… quizá no.

La mirada del griego se posó sobre el galo con escepticismo.

—¿Lo defiendes? —le había preguntado Milo a Camus refiriéndose a Kanon.

—No, sólo digo que, cuando somos jóvenes somos presa fácil para la impulsividad. Pero cuando maduramos lo suficiente aprendemos que algunas cosas que sentíamos fueron sólo ilusiones… errores de la inocencia.

Milo iba a agregar algo pero la gentil melodía que recorrió la institución entera a modo de toque se lo impidió.

—Anda, Milo —habló de nuevo Camus bajándose de su improvisado asiento—, acomódate que ya se empezará a llenar el salón. Dicen los rumores que hoy viene uno nuevo a esta clase.

—¿Quién viene?

—No lo sé, Afrodita me lo contó. Mira que él siempre está bien informado. Aunque ahora Shura abarque casi todo su tiempo —rió alegremente en lo que se alejaba hasta su propio lugar justo al lado del griego pero en la otra fila.

Los amigos se acomodaron en sus respectivos lugares. El curso de diseño gráfico en la universidad había empezado desde hace dos meses pero siempre se aceptaban nuevos estudiantes. Saga llegó hasta la mesa donde estaba sentado Camus para besar sus labios como saludo y tomar el lugar a su lado. Al gemelo se le había hecho tarde, Camus había viajado desde Francia hasta Grecia por cuestiones de estudios y trabajaba medio tiempo como diseñador web además de que vivía con Saga en un bonito apartamento, pero el Géminis llegaba a la universidad antes de ir a su trabajo.

Todos los asientos de las mesas empezaron a ser ocupados hasta estar llenos, excepto uno frente a Milo en la columna antes de la suya justo a la orilla de la fila. El catedrático había llegado hace poco y ya estaba a punto de cerrar la puerta cuando un último alumno llegaba corriendo. El atractivo hombre le tomó el pequeño papel al bello joven de cabellos azules que acababa de llegar para seguidamente leer el contenido. Tras algunos segundos, el educador separó sus irises color cielo de las letras para informar:

—Muy bien jóvenes —habló el peli-negro—. Él es un nuevo compañero, su nombre es Damien de Cáncer y viene desde Italia, espero lo hagan sentir bienvenido. Mi nombre es Hades —le dijo al nombrado con una suave sonrisa y luego le indicó con gentileza—, puede ubicarse en el asiento frente al joven de Escorpio.

Damien obedeció al azabache algo sorprendido por el nombre que le había dado. ¿Joven de Escorpio? ¿Sería aquel joven de bellos ojos turquesa y cabellera azulina que lo ayudó a escapar del instituto hace ya cinco años?

Se giró en su asiento para comprobar sus sospechas. Milo le sonreía y Camus miraba aquello desde su asiento sintiéndose feliz de que el destino de su amigo Milo le hubiera hecho ese milagro de dejar ver de nuevo a aquel chico que sin saberlo le había robado las noches de calma al escorpiano.

Damien abrió los ojos en sorpresa al reconocer aquellos bellos ojos, esos labios atrayentes, esa piel bronceada tan suave a la vista y aquella expresión de travesura con la que se había encontrado cinco años atrás y que estaba tan tatuada en sus sueños.

—Veo que no me has olvidado —sonrió el de pelo largo y el canceriano se sonrojó.

Había vuelto a ver a aquel desconocido que le había arrebatado más de un sonrojo. Porque aunque no lo vio en un buen tiempo, y dudaba volver a verle. El destino quería que ese griego estuviera en su camino. Aunque siendo sinceros. Los dos querían ir por el camino de un destino.

 

 

Notas finales:

Aclarando, este capítulo era parte del número uno, los dividí así para hacer más ordenada la historia en general y para que ustedes la encuentren más prolija. Gracias por leer.


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