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Lluvia por MecyLyss

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen sino a la grandiosa Shinobu Ohtaka.

Notas del capitulo:

Hola!! Cómo habéis estado?

Vaya! ha pasado un largo tiempo desde que publiqué algo aquí. De hecho pasó mucho tiempo desde la última vez que escribí algo siquiera.

Espero no haber pérdido la -poca- práctica que tenía xD

En fin...no lo entretengo más con esto...

Disfrutad leyendo~

Las gotas de lluvia caían en perfecta sinfonía, golpeando con rítmico son la ventana. A su frente la nueva maestra de literatura recitaba con monotonía un fragmento de una obra desconocida. Sus compañeros fingían interés mientras luchaban por ahuyentar el sueño. Para su buena – o mala – suerte el reloj marcaba tres minutos para el final de las clases. La lluvia, a pesar de todo, no se detenía.

Para pasar el tiempo juega con el bolígrafo entre sus dedos. Suspira e instintivamente sus ojos se fijan en el actual amo y señor de sus pensamientos; Aladdin Jehoahaz Abraham, delegado de curso por dos años consecutivos, chico de cabellera azulina y sonrisa de comercial, calificaciones perfectas y eterno favorito de los profesores, hijo de una de las familias más poderosas de la región, y abreviando su extensa lista de cualidades: un señorito con una vida envidiable. Ah, olvidó mencionar que es el amigo del cual hace cinco años está irremediablemente enamorado.

Los segundos se deslizan lentamente y con ello retumba el ansiado sonido del timbre. La clase en general se desase en un barullo exasperante para luego quedar en silencio absoluto, por algún motivo siempre es el último al salir. Toma sus libros y los mete – de manera brusca – en su mochila, da un último vistazo a la pizarra blanca en el frente y sale al pasillo anotando mentalmente pedir apuntes a sus compañeros al día siguiente.

Recorre la longitud del pasillo para finalmente salir del edificio. Las calles le dan la bienvenida con una fría lluvia de otoño, sus cabellos negros se alborotan y sus manos se congelan. Odiaba los días lluviosos. Eran terribles en su parecer, siempre lo pillaban por sorpresa y terminaban por mojar sus libros. Gracias a Dios hoy día sí recordó llevar un paraguas, y sale rumbo a su hogar recordando de las veces que tuvo que resguardarse en tiendas para que la tormenta no terminara por llevárselo cuesta abajo a él también.

Pone pies en marcha pero la voz de alguien llamándolo a sus espaldas hace que se detenga. Se voltea y logra ver al delegado corriendo hacia él mientras se aferra a un folio enorme. Casi sin querer en su rostro se dibuja una sonrisa.

–Lo siento – dice Aladdin colocándose a su lado e instintivamente inclina el paraguas hacia él – ¿Podría acompañarte hoy? Olvidé completamente mi paraguas y el profesor me ha encomendado ordenar los expedientes de los alumnos, por nada deben estropearse.

El pelinegro arquea una ceja, pues sabe que es una excusa. El rostro del otro incendia en carmín, comprende que lo han descubierto. Sin embargo, ninguno de ellos mencionará palabra.

–Por supuesto – responde con falsa cortesía.

Aladdin agradece y ambos se ponen en marcha. Las calles están casi desérticas –salvo por unos pocos transeúntes –, Judal se pregunta internamente por qué no puede ser así siempre ya que volver a casa con las aceras repletas no era de su gusto.

–Judal – lo llama el peliazul–…sobre la otra vez, yo quería–

–No es necesario que lo menciones, fue una estupidez

Judal responde por instinto, porque sabe que desde algunas semanas Aladdin lo ha estado buscando, y ha querido hablar sobre el tema, en cambio él rehuye por algún motivo, y finge que nada ha pasado realmente.

Pero no – piensa –, de hecho sí que quería escuchar algo de los labios del otro; alguna queja, o reproche que al fin pudiera ponerle fin a su auto-tortura rutinaria. Porque actuar como si nada hubiese sucedido era una tortura.

El silencio vuelve a caer sobre sus hombros, y esta vez nota el aire incómodo que se ha formado. Reprime una broma respecto a la apariencia del otro, pues el cabello generalmente bien peinado esta hecho ahora un revoltijo, la camisa luce arrugada y no puede evitar notar que el brillo de sus ojos también se han apagado un poco.

–No – volvió a hablar Aladdin – si lo que me dijiste aquella vez fue verdad, entonces no creo que pueda restarle importancia.

Judal lo observa por unos instantes y suelta una risa sarcástica, era justamente ese tipo de reacciones que se esperaba del más bajo.

–Pensé que al ser delegado serías una persona mucho más inteligente…– dice con forzada burla– Déjame volver a repetir: NO importa, NO estaba en mis cabales, NO sabía lo que estaba diciendo, no te tomes todo tan en serio…

–…No es la primera vez que me dices ese tipo de cosas.

– ¿Por qué insistes tanto? – pregunta, su poca paciencia estaba por agotarse, pero intenta mantener su apariencia despreocupada, por lo que agrega – ¿Acaso quisieras que fuera real?

Aladdin guarda silencio y ambos continúan cuesta abajo, la lluvia disminuyó en los últimos minutos, pero Judal sigue sosteniendo firmemente el paraguas.

–¿Qué…– comienza de nuevo Aladdin– ¿Qué sucedería si así fuera?

Judal se detiene visiblemente confundido, observa los ojos del menor en busca de algún rastro de burla o broma. Pero conoce –siempre supo –, que Aladdin no bromeaba sobre este tipo de cosas, sobre todo, si estaban en juego los sentimientos de alguien.

–¿Qué?

–Pregunté qué harías si yo me sintiera de esa forma hacia ti.

Por unos instantes el silencio vuelve a reinar. Judal en su estupor, observa al sonriente peliazul levantar ambas cejas en señal de que quería una respuesta. Si alguna vez alguien dijese que Judal quedaría con la mente en blanco ante Aladdin, reiría desenfrenadamente, y diría que aquella persona era idiota. Pero hoy, señoras y señores ese día había llegado.

–¿Qué? – volvió a repetir el pelinegro, al parecer en estos instantes era la única palabra que lograba articular. Aladdin soltó una risa quedada, que de alguna manera logró despertarlo.

–No me jodas– masculló y volvió a retomar el paso, gracias a Dios no quedaba mucho para llegar a la casa del ojiazul.

–Es en serio – insiste Aladdin, apretando el paso para continuar a su lado.

–…

–Judal…

–Entonces diré que era lo más predecible, quiero decir ¡Mírame! soy la perfección hecha hombre, ¿Quién no querría estar conmigo?

–Judal, porfavor…

–De hecho creo que en breve tendré mi propio harén. Estoy seguro que mitad de la clase va tras mío.

–Judal, ya basta…

–Además la otra vez noté que varias chicas de tercero me observaban en clase de educación física, es decir, ¿Quién en su sano juicio no lo haría? Pero…

–¡Judal! – levanta la voz el peliazul –Todo este tiempo he estado hablando en serio, ¿podrías siquiera tener la amabilidad de responderme?

El pelinegro mantiene el rostro inexpresivo mientras ambos siguen caminando, Judal reconoce la calle que en antaño le gustaba visitar, cuando pasaba horas en la casa de Aladdin con la excusa de ser su mejor amigo. Cuando aún no conocía por sus nombres a aquellos sentimientos que afloraban dentro de su pecho, y a esa calidez tranquilizadora que le alteraba el pulso.

Llegan frente a la casa indicada, y cruzan el pequeño jardín. Se quedan observando por varios segundos, o minutos quizá, ninguno lo sabe a ciencia cierta, pero para cuando uno de los dos se atrevió a finalmente despegar sus ojos del otro, pudo apreciar que la lluvia casi había cesado, y Aladdin pudo comprender con aterradora certeza que de que todo fue sino algún tipo de malentendido en la que cayó.

–Entiendo... – murmuraron entonces sus labios – Creo que simplemente dejaré de hablar de esto, y si quieres...

No tuvo siquiera tiempo para acabar con esa frase pues con ávida rapidez Judal dejó de lado el paraguas que no hacía más que estorbar, y tomó ambos brazos del peliazul para atraerlo hacia sí, plantándole en lleno un beso.

No hubo quien pudiese explicar el motivo, pero eso realmente era lo que menos importaba, tampoco importaba el hecho de que la carpeta, junto a los papeles estuvieran desperdigados en el suelo. Llegados a este punto ambos jóvenes se encontraban perdidos en los labios del otro, degustando y explorando cada rincón de su interior.

Cuando finalmente hubieron de separarse, – la necesidad de oxigeno juega en contra, pensó Judal – vislumbraron un extraño brillo en sus miradas, sus pulsos y la respiración acelerada, no hicieron más que solo incitarles a continuar aquello que comenzaron.

–Lamentablemente – dice Judal con la voz impregnada en un tono jocoso –nunca fui muy bueno con las palabras...

Aladdin ríe, y besa con delicadeza la mejilla del mayor

–Sin embargo lo entendí perfectamente.

–¿De verdad? Tenía la esperanza de que quisieras otra explicación...

–Una explicación extra siempre es bienvenida

Ambos muchachos volvieron a juntar sus labios, y esta vez el beso fue más calmo y suave. Y a pesar del fondo gris de la lluvia y los papeles desparramados, los dos creen que no puede ser mejor, pues se tienen el uno al otro, y eso basta para sentirse completos. Además, por primera vez en su vida Judal cree que la lluvia no es tan mala.

Notas finales:

Algo corto y sin sentido justo como me gusta! e.e

Como he dicho antes ha pasado mucho tiempo desde la última vez que he escrito algo, además no manejé muy bien las personalidades de estos dos, es algo en la que debo trabajar más.

Pero bueno! Espero que les haya gustado <3

Besos!!


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