SEDUCCIÓN
Keny-chan
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Hazuki sabe, por experiencia propia, que hay infinidad de maneras de seducir. Las hay directas, abruptas, calculadas, efusivas, descaradas y explosivas, por sólo mencionar unas cuantas; y después, está aquella…
Silenciosa, natural e involuntaria. Tan sutil que sólo el observador más agudo o el enamorado más idiotizado es capaz de percibir. Y él es ambos. Es un poco observador y está un poco idiotizado. O es muy agudo y está muy enamorado. Como sea el caso, Hazuki puede percibirlo, estando allí, sentado en el tatami frente a él, con la guitarra descansando sobre los muslos. Takeshi afina las cuerdas de su propia guitarra con una sonrisa relajada en los labios y Hazuki se siente seducido.
Primero suspira y en seguida ríe, ríe como quien acepta la derrota pero está satisfecho con ello. Takeshi levanta la mirada, intrigado por el tintineo de su voz. Sus ojos se encuentran, curiosidad contra rendición, devoción y entrega en ambos lados.
“¿Qué ocurre?” Pregunta Takeshi con suavidad, ha dejado de mover la maquinaria para prestarle toda su atención a Hazuki.
El mayor se relame los labios pues recién descubre Takeshi lo había dejado sin aliento. Sonríe y mueve la cabeza de un lado a otro, queriendo restarle importancia a sus divagaciones.
“No es nada, continúa.”
Takeshi duda un segundo, se encoge de hombros al mismo tiempo que le regala una sonrisa y vuelve a su tarea. Hazuki, quien no había dejado de observarle, se acomoda nuevamente sobre la curva de su guitarra y vuelve a perder el tiempo contemplando las finas facciones de Nii: el ángulo de su nariz, el arco de sus labios, el relieve de sus pómulos y la oscura cascada que dibujaba su sedoso cabello. Luce tan concentrado, tan tranquilo y tan profesional. Y Hazuki se siente seducido de nuevo.
¿Cómo lo hace? Se pregunta. La seducción de Takeshi es inocente, ligera y tierna, tanto que resulta certera y poderosa. No necesita batir sus pestañas como las alas de una mariposa, no hay necesidad de morderse el labio mientras mantiene el contacto visual, no hace falta reír con recato, no necesita mostrar la piel o caminar como una presa fácil. No hay necesidad de nada.
Y por eso le encanta, le embruja y le enloquece. Porque para seducirlo Takeshi sólo necesita mirarle, con curiosidad, con cariño, con enfado, con tristeza, con alegría, tan sólo mirarle, a él. Sólo tiene que hablarle, reírse, bromear o protestar, tan sólo decir su nombre, en un tono quedo e íntimo. Takeshi sólo debe ser él mismo y Hazuki será seducido, por su timidez, por sus boberías, por su risa, por sus manos, sus labios, sus brazos, sus dedos, su piel y sus lunares; por la silueta de su cuerpo, el sonido de sus pasos o su aliento al respirar. Hazuki será seducido por su amor y su cariño.
Hazuki será seducido por Takeshi sin importar la razón, porque no puede ser de otra manera…
Hazuki vuelve a reír, rendido, enamorado. Takeshi le mira de nuevo, fijamente, sin articular pregunta alguna, tan sólo esperando una explicación que sabe otra vez no recibirá. Hazuki se inclina hacia delante, lo suficiente para que el menor inspire su perfume, y entonces presiona los labios contra el lunar sobre su ceja derecha, con ternura y vuelve a su lugar, no sin antes pasarle un rebelde mechón de cabello tras la ojera, donde personalmente cree, luce mejor.
Le obsequia una sonrisa, entonces pisa las cuerdas de la guitarra y rasguea al azar, produciendo melodías aleatorias que describen su sentir.
Takeshi resopla, divertido y ligeramente avergonzado, no comprende muy bien qué acaba de pasar, pero le da igual, ríe soltando un quedo Bobozuki y se le une con un acompañamiento de tranquilos acordes.
Hazuki le ha escuchado perfectamente, ¿y saben algo? Fue irremediablemente seducido. De nuevo.