Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Haz realidad nuestros sueños por Paz

[Reviews - 123]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Aquí empieza el fic original que os comenté, no será excesivamente largo, apenas unos cinco capítulos, en el que Hanamichi hace de Schehrazada contándole la historia noche tras noche.

 


Haz realidad nuestros sueños

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

By Paz

Capítulo 2: Una crónica olvidada en el tiempo


 

-Hace mucho, muchísimo tiempo, existía un hombre muy poderoso. Se llamaba Kobayashi Toshiaki y era el daymo de una región del centro de Kanto.

-No se llamaba Sakuragi? –preguntó como si se sintiera decepcionado.

-Eso vendrá después –sonrió al oír su tonillo- Era un hombre duro, enérgico, solo tenía una debilidad, su hijo, el último descendiente que le quedaba de una numerosa prole. Se llegó a decir que tuvo treinta hijos de distintas mujeres, todas ellas en su momento fueron esposas por su capacidad para engendrar, se separaba de una para casarse con la siguiente. Su gente, aún habiéndole jurado fidelidad al daymo eran capaces de hablar a sus espaldas, apodándole “el estéril” , por supuesto que nadie se atrevía a decírselo a la cara, se hubieran quedado sin cabeza...

-Que pasó con el hijo? –le interrumpió al ver que se apartaba de la verdadera cuestión.

-¡Ah si, el hijo!  -retomó la idea donde la había dejado- Su nombre era Kobayashi Katsuyoshi, tenía entonces quince años y quienes le conocían, decían que no solo era hermoso, sino también valiente, recuerda que estamos hablando de una época remota, -le advirtió Hanamichi, ante su asentimiento prosiguió- capaz de empuñar la espada como el mejor samurai de su padre, desde muy niño este le puso bajo la tutela de los dos mejores maestros,  para ser instruido no solo en el arte de la guerra, sino también en la lectura, la escritura y las ciencias. Su maestro en las armas era un viejo samurai, fiel hasta la medula a su señor feudal y que tomó a su cargo al chiquillo como si le hubieran concedido un alto privilegio en la corte de su daymo, el otro maestro, era un reconocido monje saolin. Por la mañana recibía instrucción militar, por la tarde se reunía con el monje saolin y aprendía otras ciencias tan valiosas como el saber defenderse de sus enemigos. Desde muy niño, su padre le puso en antecedentes acerca de quien iba a sucederle, el niño creció sabiendo que cuando faltara su padre él tomaría posesión de tierras y hombres y que a su vez debía acudir en defensa de su señor cuando así le fuera requerido, no solo con diezmos sino también con hombres, en el transcurso del tiempo fue un reconocido maestro en cualquiera de las armas de la época, y dominaba la escritura, la astronomía, la lectura, se trataba de un hombre adelantado a su época por sus conocimientos.

-Hasta ahora solo es una historia más –dijo Kaede cuando se detuvo para tomar un respiro.

Hanamichi sonrió. Hacía mucho tiempo que no pensaba en la historia de su familia y se sentía eufórico al darse cuenta que no había olvidado nada de lo que había leído.

-Prosigo... –avisó como si no tuviera toda su atención- El joven Katsuyoshi había tenido desde pequeño un amiguito de juegos, el hijo de un sirviente, un niño que crecía a su lado compartiendo, juegos y estudios, en un rasgo de generosidad del daymo, recibió la misma instrucción militar que su joven amo. Eran inseparables, competían entre si para ver quien era el mejor y las mozas se sentía amenazadas por ambos porque también competían en ver quien era el primero en conquistar los corazones femeninos y más de una tuvo que ser casada precipitadamente...

-O sea igualito al padre... –le interrumpió con un bostezo.

-Aha... ha quedado constancia escrita que a los trece años embarazó a una dama de treinta, a su marido no debió gustarle mucho saber que nadie ignoraba de quien era el hijo que esperaba su mujer.

-¡¡Qué tierno infante!!! –se burló.

-Aha... –pasó por alto su sarcasmo- Su padre se sentía satisfecho porque esa circunstancia le daba la plena seguridad que su hijo era fértil, era un nombre que vivía para la guerra y necesitaba hombres. Sus dominios eran ricos y él daba ejemplo llenándolo de hijos legítimos, no sería extraño pensar que también tuviera algún otro no reconocido como tal, aunque se decía lo contrario.

-Has vuelto a desviarte... –le avisó.

Hana se llevó la mano a la cabeza con gesto infantil.

-Me entusiasmo.... sabías que esa crónica era mi libro de cabecera cuando tenía seis años? Aprendí a leer con él.

-No, no lo sabía.

-Te prometo ir recto al asunto que nos interesa. Katsuyoshi y su criado Masanobu. Eran más que amo y criado, más que camaradas, más que amigos, no pienses mal, aún no habían alcanzado ese paso –le aclaró al ver su expresión risueña- fue entonces que el daymo tomó una decisión que afectaba a su hijo, por tanto le hizo llamar para que acudiera a la sala de audiencias. Había decidido que había llegado el momento de concertar su boda, en realidad no iba a preguntarle que le parecía la idea, ya le había comprometido con la hijo de otro señor feudal, aquella unión les haría ser más fuertes contra sus enemigos y con esa boda, su familia, su casa y su nombre se perpetuaría a través de los hijos de su hijo.

Katsuyoshi quedo sorprendido al oír a su padre y al instante supo que no deseaba casarse, tanto es así que no tuvo valor para decírselo a su padre al ver su entusiasmo. Al conocer la edad de su futura esposa, argumentó la necesidad de esperar un par de años para entonces sería núbil y tras la celebración del matrimonio podía consumarse.

El daymo comprendió la sensatez de su argumentación y accedió siempre que el padre de su futura desposada aceptara esa justa espera.

Apenas dejo la amplia estancia, donde su padre tomaba sus decisiones y demás mandatarios sin discusión las acataban, pudo expresar su malestar, apartando de una patada un perro que se le acercó demasiado y pagó las consecuencias de su enojo.

Abatido por esa inesperada noticia decidió saber porque la noticia de su boda le repelía, al cruzarse con un sirviente y le pidió que prepararan su caballo, necesitaba pensar, y solo en los espacios abiertos conseguía hacerlo.

Masanobu recibió el aviso que su señor salía y se apresuró a reunir todo lo necesario. Bien sabía él donde acababan las salidas intempestivas de su señor. Llenó las alforjas con comida y se dio prisa en salir al patio, allí estaban ensillados sus caballos, dos caballerizos sostenían las riendas. Atravesó la alforja sobre el lomo del animal y la sujetó con la trabilla a la silla, cuando algunos minutos después apareció su señor todo esta dispuesto para partir.

Ajeno a las miradas a hurtadillas de las mujeres, poseía una bella estampa, su estatura estaba por encima de lo habitual, un metro ochenta, delgado por el constante ejercicio, siempre que podía no abandonaba sus practicas de tiro, de lucha o bien salía a cabalgar como esa tarde. Sus cabellos recogidos según la moda entre los grandes señores se balanceaba debido a sus pasos acelerados. Estaba arrebatador y todas las damas suspiraban por él.

Su sirviente, apenas resbaló su mirada en él supo que lo que le preocupaba debía ser muy serio. Nunca antes le había visto así de alterado.

-Mi señor... –saludó inclinándose.

-Marchémonos... –dijo tan solo.

Apenas montó, espoleó al animal que sobresaltado por el fustazo salió a galope tendido, espantando a perros y gallinas que se apartaron ladrando y cacareando con igual sobresalto que el caballo al atravesar las calles empedradas de la aldea que rodeaba el castillo.

Al instante, Masanobu, salió tras sus pasos a la misma velocidad, no debía perderle de vista, los caminos no eran seguros aún dentro de la aparente calma de la que disfrutaban.

La cabalgata se prolongó hasta que los cansados animales comenzaron a espumajear por las fauces y de sus ollares escapaban sus respiraciones sibilantes por el agotamiento.

-Mi señor... –se puso a su altura- No debemos continuar a este ritmo, reventaremos los caballos. –sintió alivio cuando su joven señor refrenó su montura, él enseguida consiguió llevar su mismo paso, los caballos avanzaron sosegadamente.

Nuevamente, se ubicó un par de cabezas por detrás de él. Cuando le vió desviarse hacia el oeste supo donde acabaría ese alocado paseo. Media hora después se internaron por el bosquecillo atravesaron un río de aguas tumultuosas, más allá un remanso profundo y tranquilo proporcionaba siempre descanso a su señor.

Tras ayudarlo a desmontar, su siguiente preocupación fue ocuparse de los caballos, liberándolos del peso de las sillas y cepillando sus cuerpos sudorosos para acabar cubriéndoles con amplias mantas para impedir que se enfriaran, maniato sus patas delanteras para impedir su fuga en caso de sobresalto y los dejo sueltos para que pastaran a su antojo.

Cuando concluyó el mismo se sentía sudoroso, pasó un paño por su rostro y cuello para liberarse de esa pegajosa humedad y para impedir que cayera sobre sus ojos. Pensó que un baño largo y refrescante era lo que necesitaba, sin embargo, fue a sentarse a menos de dos metros de su señor, sin hacer un comentario al respecto, el lugar estaba sombreado. Se estaba a gusto allí, solo el piar de los pájaros y el sonido de las hojas mecidas por el viento llegaban a sus oídos.

Ante el silencio de su señor, él también permaneció quieto, esperando que él hablara cuando estuviera dispuesto.  El airecillo que balanceaba las ramas de los árboles les proporcionaba un alivio al sofocante calor que aún caía sobre la tierra.

-Qué sabes del Daymo Maeshima? –preguntó al cabo de un prolongado silencio.

-Es un poderoso señor y un guerrero invencible... –le interrumpió con un gesto de su mano.

-Qué sabes de su familia? –esa fama era conocida por todos.

-Familia? –no pudo menos que sorprenderse.

-Tiene hijos? –pensó que si no los tenía le interesaba casar pronto a su hija.

-Tres, mi señor.

-O sea que tiene asegurada su sucesión... –murmuró más para si.

-No exactamente, mi señor –al ver su mirada fija en él añadió- Son muy pequeños por lo que he oído. Puedo haceros una pregunta –ante su gesto asintiendo la hizo- Os preocupa el Daymo Maeshima?

-Si... –reconoció.

-Puedo preguntaros, por qué?

-Desde hace una semana estoy comprometido en matrimonio con la hija del Daymo Maeshima, esta mañana temprano mi señor padre tuvo a bien informarme. –dijo con marcado sarcasmo.

-Será una unión ventajosa para ambas partes.

-Si, así es, sería mi padre quien obtenga mayor beneficio.

-Entonces, que os preocupa? –preguntó.

-Lo que me inquieta... –no le importó reconocerlo ante él- es el compromiso. No deseo casarme.

-Por qué no? –olvidó toda formalidad, cuando le escuchó decir de su matrimonio ya concertado, saber que era cosa hecha le produjo una extraña sensación de dolor inexplicable en el pecho, y al oírle expresar sus sentimientos acerca de esa boda no pudo menos que asombrarse y sentir un calorcillo que le animaba a seguir hablando.

-No lo se... se que mi obligación es acatar los deseos de mi padre, tengo la sensación que de hacerlo me arrepentiré toda mi vida. Necesito saber... necesito comprender porque esa palabra me repele... –le miró y como si por primera vez viera algo diferente, se inclinó hacia delante, fijándose en ese rostro de facciones perfectas que se quedo ensimismado con la mirada perdida. Una tierna sonrisa entreabría sus labios. Le vió hermoso, nunca antes se había fijado, en el color de sus ojos que en ese instante parecían no ver, en su nariz recta, en los pómulos llenos, en los labios rojos, en el mentón cuadrado, en la piel dorada por el sol, en sus cabellos oscuros recogidos en la coronilla.

-Masa...  –empezaba a sentirse nervioso baja la fija mirada de su joven señor.

Solo eran adolescentes en edad, más por como habían transcurrido sus vidas, ya eran hombres con el derecho a reclamar una existencia tranquila, un hogar donde una presencia le hiciera saber que era querido, nunca antes había sentido tal anhelo, cerró los ojos y se dejo llevar por sus pensamientos, y de pronto ocurrió, una presencia a su lado, no era amenazante, al contrario, un sentimiento de plenitud le embargaba, la sentía familiar, una sensación entrañable al calor del hogar, se veía sentado frente a las danzantes llamas y muy cerca oía el llanto de un bebe.

-Qué ha sido eso? –preguntó cuando sus parpados se abrieron y su mirada era más firme.

-Una visión, creo que mi vida futura.

-Mujer e hijos... una bonita casa y todo eso... –se expresó como si sintiera nostalgia de no tener algo así, cuando instantes antes la sola idea de casarse le repelía.

-Eso es lo extraño..., no vi ninguna mujer... pero si oí el llanto de un niño. Estaba en una cabaña... vi bien el hogar, el fuego chisporroteaba, las llamas iluminaban un lugar modesto pero cálido, porque había mucho amor. Lo paradójico es que no pude distinguir a la persona que estaba a mi lado... solo el sentimiento de sentirme protegido y amado.

-Una hermosa visión. ¡Deseo que se te cumpla!! –expresó sincero.

-Arigatoo... –y añadió- No le deis más vueltas... seguro que encontrareis una solución.

-De momento he conseguido una tregua –y le expuso los mismos razonamientos que dio a su padre.

-Veis tenéis más tiempo para acostumbraros a la idea de vuestra boda. Vuestra futura esposa, será digna de mereceros y vos la amareis con el trato diario.

-Quisiera estar tan seguro como tú –solía tutearlo cuando estaban solos.

-Un baño es lo que necesitáis, un buen chapuzón para aclarar vuestros pensamientos, seguro que desaparecerán vuestras inquietudes.

Su voz se fue apagando hasta detenerse. Llevaba hablando más de tres horas, miró hacia la ventana, el cielo comenzaba a clarear

-Te has dormido? –preguntó ante su prolongado silencio y su quietud, Kaede tenía la mejilla apoyada en su pecho, su brazo izquierdo rodeaba su cintura, el otro se le estaba quedando acalambrado por la postura, pero no le importaba.

-No, continua... –la trama era interesante, pero hasta el momento no le había explicado nada fuera de lo corriente. Todo estaba dentro de los cauces normales de la historia del país y podía encontrarse en cualquier libro de historia.

-Mejor lo dejamos para mañana.... –murmuró echándose sobre él y buscando su boca que se le entrego ansiosa, la caricia se prolongo, tierna y suave al principio para volverse apasionada.

Kaede gimió al sentir la mano de Hanamichi dentro de su yukata, su mente se olvidó de todo lo escuchado, excepto de lo que estaba experimentando en esos instantes, Hanamichi sabía como enloquecerle de deseo y se entregó a él con ansia.

Hasta el próximo capítulo....


Paz


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).