Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Haz realidad nuestros sueños por Paz

[Reviews - 123]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Hasta aquí hemos llegado con el fic original, espero que lo hayais disfrutado como yo escribiéndolo.

Haz realidad nuestros sueños

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

By Paz

Capítulo 9: Un feliz acontecimiento

 

 

-Para todos es una incógnita vuestra súbita ausencia. -Comentó Masanobu al ser interrogado al respecto una semana después de aquella primera noche juntos- Nadie os ha visto marchar, y como vuestra montura continúa en las caballerizas se preguntan como habéis podido iros.

-Debí pensar en ello, pero lo olvidé... -reconoció que ese lapsus podía resultarle fatal- Y mi padre que dice? Sabes algo de él? Has oído que haya echo algún comentario respecto a mi.

-No mi señor... solo soy un humilde súbdito... mis oídos no llegan tan lejos.

-Eres mi esposo... no quiero volver a escucharte expresarte en esos términos -le tomó del brazo acercándole a él- Cuándo vas a tutearme? -preguntó con una sonrisa.

-Se me hace difícil... -dejo escapar un suspiro cuando sintió que la presión en su brazo cedía y esa mano, ascendía hasta detenerse en su cuello, que acarició con suavidad.

-Ámame.

Su pedido le hizo olvidar que no estaban solos.

Kentaro salió discretamente dejándoles solos. Él no era nadie para juzgar a su señor y bien sabía lo frustrado que estaba su señor durante el tiempo que mantuvo apartado a Masanobu de su lado.

*********************

Si Masanobu pensaba que no era nadie, excepto para Katsuyoshi, pronto quedo convencido de lo contrario, cuando una mañana recibió un aviso para presentarse ante su señor, el daymo Kobayashi Toshiaki.

Era consciente que tarde o temprano iba a suceder, solo que él deseaba no tener que verse frente al padre de su amado. Era un hombre terrible cuando se le contradecía. Era muy capaz de pillarle en una mentira, solo deseaba que su presencia de animo fuera suficiente para sortear ese instante.

Si pensó que iba a ser una reunión a solas se equivocó. La sala de audiencias estaba repleta de cortesanos, hombres y mujeres esperaban para obtener favores de su señor, allí se resolvían reclamaciones y disputas. Su señor, el daymo impartía justicia con mano recta y firme.

-Vos sois Sakuragi Masanobu, camarada de armas y compañero de mi hijo?

-Lo fui mi señor.... -se inclinó respetuosamente- ya no, mi señor. He quedado a vuestra disposición, en estos momentos estoy a cargo de vuestra caballeriza.

-Comprendo. Habéis caído en desgracia ante sus ojos. Que hicisteis para enojarle?

Levantó su mirada atreviéndose a quedar ante un igual ante él.

-No lo se, mi señor. -y su respuesta tenía el mismo tono desolado cuando él mismo se preguntó lo mismo y en sus ojos había el dolor que había sentido al ser apartado de su lado.

-Me han dicho que cuidáis con esmero su montura, que a menudo lo sacáis a cabalgar para mantenerle en forma.

-Si, mi señor.

-Os lo pidió él antes de marchar.

-No, mi señor. No supe que se había ido hasta que comenzaron a hablar de su súbita ausencia. -eso no era así, pero deseaba parecer lo suficientemente sincero para ser creíble.

-Os dijo donde pensaba ir? -insistió.

-Mi señor, fui apartado de su servicio mucho antes que se fuera. -eso era cierto.

-Tal vez luego os pidió que no hablarais.

-Cómo podía hacerlo si ya se había ido? -se atrevió a preguntar a su vez, sintiendo que su cabeza comenzaría a rodar de un momento a otro.

-Podéis iros...

Se inclinó profundamente y comenzó a retroceder sin darle la espalda. Cuando se vió fuera del salón, respiró aliviado. Era consciente que no había conseguido engañarle. Ese hombre era como un zorro tras su presa... no iba a quedarse tranquilo hasta sonsacarle lo que sabía, era consciente que debía ser más prudente y pensó que necesitaba alguien que guardara sus espaldas para asegurarse que nadie le seguía cuando iba a reunirse con su amado.

A través del primo de Kentaro, él no se atrevió a salir de su alojamiento esa primera noche ni las siguientes, le hizo saber a Katsuyoshi de sus sospechas tras la conversación con el daymo, su padre.

Por intermedio del chico, supo que no se encontraba bien, echo al olvidó su decisión de no verle pidiéndole al chico que le avisara por medio de silbidos si alguien le seguía. Había notado que a su alrededor demasiados ojos se fijaban en él. No sabía si por curiosidad por ser llamado a presencia del daymo o bien por orden suya para espiarlo. Tras dos contundentes avisos, se metió por estrechos recovecos entre calles para perder a sus seguidores, empezó a sentir que lo había conseguido cuando volvió a escuchar el estridente silbido.

Giro a su izquierda moviéndose con pasos presurosos, intentando dejarlos atrás definitivamente, solo esperaba que el chiquillo fuera capaz de seguirle sin dejarse ver a su vez. Su paso se volvió errático por las diversas callejuelas hasta que sintió que esa vez lo había logrado. Se detuvo a pocos pasos del callejón, mirando hacia su espalda, sus ojos de águila recorrieron el entorno, escudriñando las sombras, solo cuando se sintió libre de miradas indiscretas tras puertas y ventanas, se introdujo en el callejón que le conducía hasta la casa de Kentaro.

Estaba a dos pasos de la puerta cuando escuchó una voz bronca.

-Ey.. muchacho... que haces por aquí?

-Regreso a casa, señor oficial.

Comprendió que el muchacho se había dejado ver para entretenerles y para darle un poco más de tiempo. Llamó suavemente a la puerta y esta se abrió con igual cuidado.

-Me han seguido... estoy seguro que no me han visto... tu primo les estaba distrayendo. -susurró.

-Entonces apuraros a subir, me ocuparé de camuflar más aún la entrada.

-Tened cuidado y no os arriesguéis.

-Confiad en mi. -dijo Kentaro.

-Lo hacemos los dos -dijo para hacerle saber que no estaba solo- Si vienen recuerda que solo eres un escudero, sentiríamos perderte.

-Seré prudente... -prometió y cerró la trampilla tras él.

Se apresuró a llegar al lado de Katsuyoshi, le encontró tumbado entre almohadones con expresión doliente.

-Masanobu!!! -intentó recomponer la expresión de su rostro.

-Perdonarme... no pudo venir antes... ahora mismo me han seguido -dijo yendo a su lado para estrecharle en sus brazos, se le veía tan desamparado como a un niño pequeño- Qué te pasa? O solo me echabais de menos.

-Tienes razón, te extrañaba, me siento muy solo sin ti por las noches -dijo dejándose rodear por los cálidos brazos de su amor, no quería preocuparle con sus malestares matutinos, que habían comenzado al principio de esa semana., justo cuando él dejo de acudir a su lado para dormir juntos.

-Si pensará que eres esa clase de persona podías llegar a convencerme, pero no -acarició su rostro, se le veía pálido y ojeroso- Cuál es la causa por la que no duermes?

-Creo... creo que lo hemos conseguido... Estoy embarazado..... -murmuró como avergonzado de pasar por esa situación, aunque sus ojos tenían un brillo esperanzador- Mi cuerpo esta cambiando..., siento como si algo se moviera dentro de mi..., como si el hijo que vamos a tener estuviera buscando un hueco donde cobijarse.

Masanobu se quedo mirándole con absoluta admiración y regocijo.

-¡¡Un hijo...!! -exclamó cuando pudo hablar- Gracias, Katsuyoshi. Te prometo no separarme de ti en ningún momento. A partir de ahora estaremos siempre juntos, pasaremos estos maravillosos momentos uno al lado del otro. Te ayudaré en la medida de lo posible a sobrellevar esta maravillosa realidad. -y mientras hablaba le estrechaba entre sus brazos con ternura, cobijándole contra su pecho, como la más preciada de sus pertenencias, porque Katsuyoshi y ese hijo era lo más maravilloso que podía tener y decir que eran suyos, por eso no quería perderlos.

-Masa..., necesitaremos un médico y más tarde una comadrona...

-Me ocuparé de todo... te traeré aquí todo lo que necesites... -de pronto se sintió inútil, que sabía el sobre embarazos.

-No te agobies... -vió en su mirada lo que pensaba- Me he informado bien de todo y se lo que debo hacer, si tú sigues a mi lado... no tengo miedo.

-Katsuyoshi, tu nunca has tenido miedo... eres el más valeroso de los hombres.

-Ahora si... tengo miedo por él -y al decirlo, paso con suavidad su mano por su vientre, que aún se mantenía plano.

-Saldrá adelante... porque será tan valiente como su madre, luchara por sobrevivir y lo conseguirá con nuestra ayuda. Ahora lo principal es que descanses -con cariño le tumbó sobre los almohadones.

Katsuyoshi se dejo mimar por él. A su lado, el temor se alejaba y aunque sentía ciertas molestias en su cuerpo, intento sobrellevarlo con valentía, para que Masanobu siguiera sintiéndose orgulloso de él. Cerró los ojos y poco a poco el sueño le alcanzó.

 

 

En los días siguientes la gente del castillo comenzó a conmocionarse por las diferentes desapariciones que inexplicablemente se producían. A quien primero se advirtió su ausencia fue al médico personal del daymo, más no solo él, sino que al ir a su casa, encontraron que también había desaparecido todo su laboratorio, las paredes del cuarto mostraban los estantes vacíos. Nadie había visto nada y todos se mostraban muy perplejos.

A las pocas semanas cuando los comentarios comenzaban a cesar, una nueva desaparición los reavivo, aunque no causaron excesiva preocupación, se trataba solamente de dos jóvenes que trabajaban en las cocinas.

A la desaparición de personas se sumaron los cosas más inverosímiles e inútiles según algunos. La encargada del material de cocina advirtió que le faltaban cachorros, en cantidad importante como para darse cuenta de su falta. De las bodegas desaparecían pequeños toneles con especias y alimentos ahumados, también piezas de carne en conserva, llegando al extremo de serles arrebatados tres docenas de pasteles recién horneados, la cocinera expresaba su disgusto con airados gritos.

Nadie veía nada, ni oían nada, así que comenzó a circular en susurros el convencimiento que algún akuma había decidido tomar el castillo y sus alrededores como su residencia.

El daymo enterado de todo, no tomaba en cuenta esos temores, pensaba que detrás de todo eso estaba su hijo, sabía que su boda se acercaba e intentaba retrasar ese momento lo más posible, con toda seguridad era un plan suyo para presentarle algún pequeño bastardo como propio, solo eso justificaba la prolongada ausencia de su médico, como descubriera que él estaba de acuerdo con su hijo, lamentaría haberse prestado a ese engaño.

Así pues hacia oídos sordos a las continuas quejas que le llegaban día tras día. Lo que si era que sentía curiosidad por conocer el lugar donde se ocultaban todos, y aunque discretamente había hecho que lo buscaran no dieron con él, tampoco servía de nada que intentaran seguir a las personas que gozaron de la confianza de su hijo. Todas ellas se movían con naturalidad, llevando a cabo sus tareas sin salirse de lo habitual.

 

 

Entre tanto, en la torre, un pequeño grupo de personas se afanaban en realizar las tareas asignadas con total disciplina y silencio, todos sabían lo que pasaba en el piso superior y ninguno de ellos deseaba perturbar el descanso de su señor que esa noche había tenido una de sus habituales recaídas dándoles a todos un buen sobresalto.

-Lo siento... -murmuró cansado.

-Solo piensa en descansar, ya has oído lo que dijo el médico... no es un embarazo normal, eres un hombre y tu cuerpo reacciona de distinta manera que una mujer, por eso tienes que cuidarte más que cualquiera otra embarazada. No puedes moverte en estos últimos meses, reposo absoluto y me asegurare que lo lleves a rajatabla.

-Debo estar horrible -dijo bajando la mirada hacia su vientre abultado, cubierto ligeramente con un yukata de fina tela, porque no podía ponerse otra ropa excepto yukatas o batas cortas.

-Estas precioso... -se inclinó y besó ligeramente su vientre a través de la tela.

-No es normal que este tan gordo... siempre estoy hambriento... debería controlarme...

-Nuestro bebe necesita alimentarse... no puedes privarte de comer como corresponde.

-Ya no me quieres..., hace mucho tiempo que no me amas... ya no recuerdo que es lo que se siente.

-Te amo... tanto que me duele el corazón -intento calmar sus temores propios del embarazo, había escuchado que muchas mujeres reaccionaban así- Y si no hago el amor contigo es por el bien de nuestro bebe, tengo miedo de lastimarlo. -murmuró abrazándole en la medida que le permitía su voluminoso vientre.

Fue entonces cuando pensó que existía otra manera de calmar sus temores y al instante la puso en practica, fue dejando por su pecho y vientre pequeños y húmedos besos, su ombligo había estaba dilatado al estirarse su piel, al contacto de sus labios, sentía el continuo movimiento lo que le llevó a pensar que su hijo también estaba disfrutando de sus caricias, llevándole a redoblar sus caricias en toda la extensión de vientre.

-Se siente bien... -murmuró Katsuyoshi entre jadeos entrecortados cuando inesperadamente, su boca húmeda le envolvió por completo, llevándole al éxtasis en pocos minutos.

-Te encuentras mejor ahora? -preguntó incorporándose hasta quedar a su altura.

-Mucho mejor. Gracias. -cerró los ojos y al poco rato quedaba dormido.

-Será un magnifico guerrero.... -pensó Masanobu con orgullo viendo como se sacudía el vientre de su amado, su hijo estaba inquieto por salir, solo aún le quedaban algunas semanas.

 

 

Eran las dos de la madrugada cuando despertó al oírle gemir en sueños. Al abrir los ojos se apresuró a iluminar la habitación, fijándose entonces que Katsuyoshi estaba totalmente despierto.

-Creo que ha llegado el momento..., estoy todo mojado.

-Llamaré a... -no tuvo tiempo de seguir hablando, al abrir la puerta para salir se llevó por delante un cuerpo que estaba cruzado, al mirar al joven que se incorporó de un salto reconoció a Kentaro- Que venga el médico, la comadrona y todo aquel que sea necesario...

Kentaro no necesito más que oír las primeras palabras para salir corriendo hacia las escaleras, inesperadamente se frenó al darse cuenta que en su nerviosismo había olvidado que todos estaban en la habitación de enfrente preparados para cualquier emergencia. Dos golpes en la puerta que retumbaron en toda la torre y al instante sin ellos saberlo todos se movieron con rapidez, conscientes que había llegado el momento, en el hogar fue reavivado el fuego, las ollas se llenaron de agua y puestas a calentar, se prepararon paños blancos de fina tela para cualquier necesidad. En el otro extremo donde Katsuyoshi permanecía doliente, las muchachas prepararon un cómodo lecho, donde el medico y la comadrona le ayudarían a traer al mundo a su hijo.

Cuando quedo cómodamente instalado allí, Katsuyoshi, tomo con fuerza la mano de Masanobu e intento hablar pero una contracción le dejo sin aliento, cuando pudo hablar le dijo.

-Trae a mi padre... tiene que estar aquí... dile que venga...

-Tranquilízate le traeré.

Olvido toda prudencia y corrió por las desiertas calles para llegar al palacio, afortunadamente no se cruzo con ninguna patrulla y pudo llegar sin sufrir inconvenientes.

-Necesito hablar con tu señor -dijo cuando se detuvo ante la puerta de las habitaciones privadas de su señor.

-Esta descansando, no puedo interrumpir su sueño.

-Es una urgencia...

-Marchaos!! -se le cruzaron por delante al ver su intención de atravesar la puerta cerrada.

Ante el escándalo originado por sus voces, la puerta se abrió desde el interior y una persona asomó el rostro, al fijarse en él le interrogó.

-Sois Sakuragi Masanobu?- preguntó al creer reconocerle.

-Si..., lo soy.

-Dejarle pasar....

-Qué es lo que ocurre? -apareció vestido con ropas de dormir.

-Mi señor... -se arrodilló a sus pies con la frente tocando la punta de sus pies- por favor venid conmigo... vuestro hijo os necesita a su lado.

-Levántate..., y cuéntame.

-Señor... no podéis entreteneros. Venid conmigo y comprenderéis. No serán necesarias las palabras.

-Voy a vestirme.... -la desesperación en su voz era autentica.

-No hay tiempo, echaros por encima una capa.

-¡¡¡Qué!!

-Si os demoráis no llegareis a tiempo... posiblemente, ya sea tarde... -si así era, el mismo se había perdido el nacimiento de su hijo.

El daymo se echó sobre los hombros la capa que le trajo su hombre de confianza. Y los tres salieron de la habitación. No podía negarse a que llevara compañía, así que les condujo por las distintas callejuelas con rapidez.

El oscuro callejón más le pareció el lugar ideal para una emboscada, más le siguieron en silencio, cuando la puerta se abrio y le permitieron el paso, se vió en una pobre vivienda en la que si bien ardía un fuego que iluminaba la estancia estaba vacia.

Vió como el joven golpeaba sobre una madera con una cadencia que debía ser una contraseña, porque comenzó a escuchar ciertos ruidos del otro lado y al momento una abertura quedo a la vista.

-Tenéis que inclinaros mi señor -indicó Masanobu- No temáis mi señor, vos no corréis ningún peligro.

El daymo confió en él, hasta el momento nada malo parecía provenir de él. Además si su hijo estaba detrás de toda esa farsa, no podía haber peligro. Le interesaba saber hasta donde era capaz de llegar. Por eso cruzó el estrecho paso sin temor alguno. Cuando se incorporó se encontró que las personas que allí estaban se movían afanosas subiendo y bajando unas escaleras sin mostrar el menor interés en su persona.

-Por aquí... -Masanobu subió apresuradamente las escaleras hasta llegar a la cámara donde estaba su amado, las cortinas estaban corridas y solo se vislumbraba la sombra de los que allí estaban atendiéndole, el médico y la parturienta.

-Katsuyoshi... -susurró llamándole.

-Le has traído? -preguntó.

-Estoy aquí... que significa todo esto? -preguntó el daymo dispuesto a levantar la cortina cuando Masanobu se interpuso entre él y la tela.

-Recuerdas vuestro trato... un hijo a cambio de mi libertad.

-Vais a presentarme a vuestro hijo... que artimaña habéis preparado.

-Ninguna... vos y mi esposo veréis nacer a mi hijo.

-Tu esposo...? -había pensado que dentro estaba la muchacha que se prestaba a ese engaño.

-Déjale pasar... Masanobu... -su voz se apagó un instante.

Sin darle la espalda, el joven apartó el fino cortinaje que dejo el espacio suficiente para distinguir parte del lecho sin ver a la parturienta.

La sonrisa de suficiencia del daymo se borró de sus labios, al ver quien ocupaba ese lecho, Masanobu dejo caer la tela con él en su interior, preocupado fue a su lado y tomó su mano entre la suya.

-Estoy bien... solo hemos tenido que esperar un poquito más... -cerro los ojos un instante, luego miró al medico y la comadrona- estoy listo.

-Por seguridad, vamos a proceder a dormirle, efectuare un corte de este extremo al otro -señaló una línea por donde iba a cortar, no sentirá ningún dolor.

-Ya me lo habéis dicho... proceded. -miró a Masanobu- si algo va mal... -aparto los dedos de sus labios que él se había apresurado a acallarle- sabes que será difícil y puede complicarse, cumple tú mi promesa, nuestro primogénito, entrégaselo a mi padre. Me consta que aunque no este para protegerte, él lo hará por mi.

-No hables... no digas nada... todo ira bien, nuestro hijo crecerá sano y fuerte y tú estarás cerca para verlo. Además, si me abandonas, nunca te lo perdonaré. Te seguiré hasta encontrarte y no querrás verme enojado, verdad?

-No... -sonrió y con esa dulce sonrisa en sus labios se quedo dormido.

Kobayashi Toshiaki, sintió que aquello debía ser un sueño, no podía ser real, había estado tan obsesionado con lo que su hijo planeaba con su desaparición que ahora invadía también sus sueño. Se pellizcó con fuerza y sintió dolor.

Aquella momento rompió todos sus esquemas, era real, allí estaba su hijo, delante suyo, con su vientre abierto mostrando una bolsa que se sacudía con leves espasmos, en ese instante el medico la fue cortando con cuidado, un liquido oscuro se desparramó como una cascada, una mano chiquita asomó por el hueco, sus puñitos cerrados fueron como una maravillosa visión.

Miró al joven, que lloraba emocionado y comprendió sus sentimientos. Su duro corazón también se estremecía ante el surgir de esa nueva vida. Su nieto, un hijo de su hijo, hasta donde llegaba la fe de Katsuyoshi que había conseguido lo imposible. Aquel era un acontecimiento extraordinario.

La comadrona ayudaba extrayendo con paños todo aquel líquido que llenaba las entrañas de su hijo y que luego dejaba caer empañados sobre un cubo puesto a su alcance para tal efecto y sustituyéndolos por otros limpios que al momento volvía cambiar.

Inesperadamente la bolsa se rasgo por la fuerza del pequeño dejando ver por completo su contenido.

La exclamación de sorpresa del médico y la comadrona le llevó a acercarse, Masanobu lloraba con mayor intensidad, pero al mismo tiempo sonreía feliz. Al ver a los bebes comprendió, ese brillo que había a través de sus lágrimas y él también sintió que unas rebeldes lágrimas caían por sus mejillas empapándolas.

Gemelos...

*********************

-Así fue como Katsuyoshi cumplió con su promesa, con todo el dolor de su corazón le entregó su primogénito a su padre cuando apenas tenía unas horas de vida, para que él tomara las medidas oportunas para criarlo y convertirlo en un autentico guerrero. Más su padre conmovido por la fe de su hijo, se lo devolvió con la convicción que hijos no iban a faltarle a Katsuyoshi, cosa que así fue.

-Así que esa es la historia -murmuró Kaede cuando terminó de hablar- y cuando ocurrió todo eso?

-Han pasado muchas generaciones desde entonces. -algo en su tono de voz le hizo comprenderlo- No me crees?

-Se que tú si y para mi es suficiente. Solo que sigo pensando que es un mito, una bonita fábula para contar a los niños en las largas noches de invierno.

-Si te hace feliz pensar así... -no se ofendió por su incredulidad.

-Tu mismo dijiste que nunca volvió a suceder.

-Así es.

-Ves? Eso es lo único real. Un hombre no puede quedar embarazado. -Enseguida encontró una explicación plausible- En invierno se hace de noche enseguida, seguramente que todas las madres de tu familia le contaban a sus hijos esa historia para entretenerlos -añadió porfiado.

-Kitsune.... -le acalló tapando sus labios con sus dedos- No ha ido pasando de madres a hijos, ni se ha contado en las largas noches al calor del hogar. Luego no digas que no te lo he advertido..., no es ningún cuento, es la historia de mi familia... solo conocida por los primogénitos y solo cuando se trata de dos hombres, el esposo tiene la obligación de contárselo a su pareja. Solo al primer hijo varón se le pone en conocimiento de este secreto y se le entregan los diarios.

-Diarios? -era la primera vez que lo mencionaba.

-Si... -miró hacia un cajoncito que cerraba bajo llave, allí guardaba la vida de ocho generaciones de primogénitos, solo el primero de ellos, Katsuyoshi y su pareja Masanobu, se vieron bendecidos con el regalo de dos preciosos niños. Uno, él que fue entregado a su abuelo, vivió muchos años y de esa rama procedía él- Ya te lo dije que aprendí a leer con las crónicas de mi familia.

-Ah si, las crónicas..., puedo verlas? -sentía curiosidad por ellas, si bien seguía considerando absurda esa creencia.

-Aún es pronto... tal vez más adelante.... cuando quedes convencido de lo que digo.

-Ah... -se conformó seguía pensando que todo era un cuento inventado por Hanamichi, no le conocía esa febril imaginación, tenía que reconocer que le había mantenido despierto durante ocho noches.- Además, si fuera así, cómo es que tú madre estaba enterada? -o era eso o parecía que difícil guardar secretos en esta familia. -Pero que tontería estaba diciendo sacudió la cabeza, solo faltaba que también creyera que un hombre podía embarazarse. ¡¡Vaya tontería.!!

-No lo sé, supongo que mi padre rompió su promesa y también se lo contó a mi madre, tal vez porque pensó que yo no... -miró a Kaede con una media sonrisa- podría enamorarme de un chico y no tenía sentido seguir manteniendo el secreto o acaso era tan incrédulo como tú. -su padre siempre había sido una persona con los pies bien puestos sobre el suelo, aunque pensándolo mejor esa teoría tampoco era valida, aún recordaba con emoción cuando su padre le llamó una tarde. Tenía cuatro años.

Recuerdo de Hanamichi

Estaba entretenido en el jardín cuando de pronto la voz de su padre interrumpió sus juegos.

-Hanamichi....!!

Aunque solo tenía cuatro años supo que iba reprenderlo por algo que no había hecho, sus pensamientos fueron hacia las actividades que ese día había realizado y no encontró razón para el enojo de su padre. Aún así dejo todo y se le acercó.

-Sígueme...

Así lo hizo.

Llegaron hasta la habitación en la que su padre trabajaba.

-Me ha dicho tu madre que no pones interés en tu estudio. Que no aprendes las catas, supongo que encuentras tus juegos más interesantes, pero no olvides, hijo mío que lo más importante es que aprendas, no te estoy diciendo que dejes de jugar, es primordial que hagas las dos cosas.

-Es aburrido... -se atrevió a decirle.

Su padre le miró seriamente.

-Entonces, tendré que incentivarte...

-Incer.. incen....

-Incentivarte... sabes que significa? -le preguntó.

La sonrisa de su padre le hizo saber que no debía ser nada malo.

Negó con un movimiento de cabeza. Su mirada fija en su padre.

-Sabes lo que es un secreto? No, supongo que no -añadió al ver su expresión de incertidumbre- Si yo te contara una cosa y te pidiera que no lo hablaras con nadie, lo harías?

-Tampoco a mamá? -preguntó.

-A nadie...

-No se... supongo que podré hacerlo. -dijo inseguro.

-Es necesario que este quede entre nosotros... de hombre a hombre...

Al oírle expresarse en aquellos términos, se irguió sobre su corta estatura, lamentando en aquel instante no ser tan alto como su papá.

-Confió en ti....

Esas palabras le llenaron de orgullo. Se fijo que llevaba la mano al pecho, sabía que bajo la camisa llevaba una cadena de la cual colgaba una pequeña llave, y tocaba a través de la tela el extraño colgante, su padre nunca se desprendía de el. Sintió un hormigueo en las manos, como si supiera que iba a conocer que cosas maravillosas se guardaban tras esa llave.

-Nuestra familia proviene de muy antiguo..., nuestros antepasados fueron guerreros, algunos murieron jóvenes, otros consiguieron llegar en aquellos turbulentos años de nuestra historia a una relativa y tranquila ancianidad -se llevó la mano al cuello sacándose la cadena y mostrándose la centelleante llave cuando un rayo de sol incidió en ella- Todos ellos conocían la maldición o bendición, según se mire que cae sobre los primogénitos de nuestra familia.

-Maldición...? -preguntó y enseguida su imaginación se desbordó hacia dragones y fantasmas.

-O bendición. No lo olvides -uso la llave para abrir un cajón de su mesa de trabajo, extrayendo de su interior un libro. -Vió la desilusión en la mirada del niño- Aquí... -posó sus dedos de la mano izquierda sobre el libro que sostenía con la otra, había en su actitud un latente fervor- esta escrita la historia de nuestra familia. -Lo puso en sus pequeñas manos- Ábrelo.

Así lo hizo pero no pudo entender nada de lo que allí estaba escrito, excepto unas pocas catas que despertaron su curiosidad.

-Que dice? -preguntó alzando la mirada hacia su padre.

-Eso tendrás que resolverlo por ti mismo. Ahora guárdalo en un buen lugar, donde tu madre no pueda verlo, aprovecha ahora que no esta en casa y recuerda. Cuando consigas saber lo que ahí dice, nadie, absolutamente nadie debe saberlo.

Asintió. Él guardó el secreto. Su padre debió pensar al cabo de los años que su madre tenía que saber a lo que podía enfrentarse.

Fin del recuerdo de Hanamichi

-Te has quedado muy callado...

-Pensaba en mi padre, cuando me llamo a su lado.... y me entregó el primero de los diarios. Estaba escrito por Kobayashi Katsuyoshi, quien como una muestra de deferencia hacia su esposo tomó su nombre y a partir de entonces se le conoció por Sakuragi Katsuyoshi y ese nombre es el que ha perdurado desde aquella remota época.

-Afortunadamente... -Kaede volvió a expresar su sentir- no es real porque ahora todos los guardaespaldas de mi hermano están al tanto. -pensó que sería vergonzoso para él.

Hanamichi solo le abrazó. No iba a gastar saliva en su terco koi, porque con toda seguridad ya estaba embarazado y con ese pensamiento se durmió en sus brazos.

*************************

-Donde esta Kaede? -preguntó Hiroshi al entrar en la casa y ver a su futuro cuñado leyendo un libro de texto y a su suegra cambiando de canales en busca de algo digno de verse.

-Durmiendo...

-Ayer también dormía....-objetó

-Si. -dijo sin levantar la mirada del libro.

-Cuántas horas lleva durmiendo?

-Cuarenta y ocho... -respondió sin apartar la mirada del texto que leía.

-Qué has hecho con él para que duerma tanto? -rió ante su desbocada imaginación.

-Contarle un cuento... -dijo sin inmutarse.

-Bromeas?

-Nop... -levantó su risueña mirada fijándola en esa copia de su zorrito.

-Dile que estuve a verle.

-Se lo diré...

-Qué tienes que decirme? -preguntó Kaede apareciendo de improviso, todavía se le veía somnoliento.

-Tu hermano ha venido a verte estos días. -señaló con la cabeza hacia donde estaba.

-Ah... Qué hay para comer, mamá? -preguntó volviéndose de espaldas para ocultar un bostezo.

-Ahora mismo te preparo un rico plato -dijo soltando el mando y dirigiéndose a la cocina.

-Yo también quiero comer -dijo Hanamichi.

-Ven a hacértelo... -le respondió su madre.

-Por qué a él si y a mi no? -preguntó quejoso.

-Porque el pobre muchacho necesita alimentarse bien para seguir tu ritmo, hijo mío, no se como puede soportarlo.

-Será porque le gusta, ne. -dijo con picardía.

Hiroshi rió. Kaede sintió el rubor subir a sus mejillas, Hana le tomó de la mano y le sentó en su regazo, al momento rodeó su cuello con sus brazos y ocultó su rostro en el hueco de su cuello, como si quisiera esconderse.

-Ahggg, por qué me has mordido?

-Lo hice? -preguntó con expresión inocente- lo siento, fue sin querer...

-Ven a sentarte, Kaede... -se escuchó la voz de la señora Sakuragi algunos minutos después.

-Voy... -se levantó con presteza y se dirigió a la cocina- Ummhh... esto esta delicioso, mamá. -se le escuchó decir algunos minutos después.

*************************

Dos meses después comenzaron los nauseas, pero aún así siguió durante las siguientes dos semanas achacando su malestar a cualquier otra causa excepto un posible embarazo, ese pensamiento ni siquiera paso por su imaginación. Al cabo de algunos días, comenzó a pensar diferente, empezando a preguntarse que había de verdad en esa fábula familiar.

-Qué ocurre Kaede? -preguntó Hanamichi una noche mientras cenaban y comenzó a verle más pálido aún.

-Creo que me ha sentado mal el nabo macerado.... -murmuró.

-Pero si no lo has probado, cómo puede hacerte daño algo que no...?-se interrumpió al ver la fría mirada que Kaede le dirigió- De acuerdo..., -se levantó preocupado- Te ayudaré a llegar a la habitación, te quitarás la ropa para ponerte más cómodo y te tiendes un rato hasta que se te pase el malestar.

Kaede no puso reparos a su propuesta, su estomago era un revoltijo de sensaciones, ninguna de ellas agradables. A mitad de camino hacia el dormitorio, su malestar evolucionó hasta provocarle un retortijón, la bilis subió a su garganta, dejándole un mal sabor de boca y al instante una basca más intensa que otras le hizo llevar la mano a la boca al tiempo que se soltaba de Hanamichi y corría al aseo.

Hanamichi se apresuró a ir tras él, le encontró sentado en el suelo, con el rostro prácticamente metido en el vater, dejando en su interior el contenido de su estomago. Humedeció un paño y llenó un vaso con agua del grifo, cuando se calmó se lo pasó para que se enjuagara la boca, enseguida le ayudo a levantarse pasando por su rostro enrojecido por el esfuerzo, el fresco paño para aliviar su calentura.

-Lo lamento... -se disculpó- no se que me ha pasado... últimamente, la comida me sienta mal.

-Cuánto tiempo hace de eso? -Inquirió preocupado por su bienestar.

-Unos días.... -ante su mirada suspicaz añadió- Un par de semanas... no es nada preocupante, solo nauseas, es la primera vez que me pasa esto.

-Siempre hay una primera vez para todo..., me gustaría que te viera un médico.

-No es necesario... -protestó- Solo es una indisposición pasajera.

-Pues para ser así ya llevas muchos días... hazme caso o prefieres que te lleve a la fuerza.

-No serías capaz....

-No me pongas a prueba.

-Debe ser alguna comida que se sienta mal..., -aventuró conciliador- a lo mejor es una rediviva de mi ulcera de estomago.

Se miraron con fijeza, luego sus labios se distendieron en una sonrisa.

En tanto, en el comedor la señora Sakuragi terminó de cena, pensando con cierta razón que Hanamichi no dejaría solo a Kaede.

Poco después, antes de poder acostarse comenzó a escuchar ciertos sonidos provenientes de la habitación de los chicos, sacudió la cabeza, pensando con cierta razón que esa noche no iba a poder dormir.

El tiempo le dio la razón.

*************************

A la mañana siguiente, estaba preparándose un té cuando escuchó pasos sigilosos, se quedó en la cocina creyendo que iban hacia allí, sin embargo, se detuvieron antes de llegar. Al instante, escuchó que levantaban el teléfono y marcaban un número, desde donde estaba solo veía la espalda de su hijo.

-Hiroshi? -el vozarrón de Hanamichi quedo convertido en un suave murmullo- Soy Hanamichi..., no pasa nada... si estamos bien... no quiero que me oiga Kaede... esta durmiendo..., creo -volvió el rostro hacia el dormitorio- necesito que busques un ginecólogo... si has oído bien...., no, no estoy seguro. Conseguí que accediera a ir al médico, no tiene porque saber de que especialidad... hace dos semanas que tiene nauseas y anoche vomitó. Gracias. Estaré esperando.

Así que de eso se trataba, una ancha sonrisa ensanchó los labios de la señora Sakuragi, cuando lo supo se mantuvo bastante escéptica, por respeto a su esposo nunca le contó que durante uno de sus episodios febriles le había puesto en antecedentes del secreto que guardaba, ahora tras escuchar a Hanamichi y ver en que estado se encontraba Kaede, ya no tuvo dudas, a pesar de lo que pudiera decirse acerca de la naturaleza humana la iban a hacer abuela. Contra todo pronostico, Hanamichi tenía el poder de convertirla en abuela y no tenia ninguna duda que Kaede sería una madre maravillosa.

Dejo escapar una risilla.

Hanamichi se volvió sobresaltado, encontrándose con la mirada divertida de su madre. No necesitaba preguntarle si le oyó, lo veía en sus ojos.

-Papá te lo contó? -necesitaba saber porque no cumplió su palabra.

-Indirectamente... -supo que deseaba saber- él nunca rompió su secreto conscientemente. Fui escuchando lo que murmuraba durante sus ataques de fiebre.

-Comprendo... -sintió alivio al saber que su padre no había roto la promesa de guardar el secreto- Le creíste?

-Pensé que se trataba de delirios...

-Y ahora?

-Desde hace unos días vengo observando a Kaede... todos sus síntomas son propios de un embarazo.

Hanamichi sonrió.

-Parecéis dos confabuladores... -dijo Kaede, al ver que se volvía demasiado presto, le miró de hito en hito- No estaréis tramando algo contra mi? -inquirió.

-Cariño... como puedes pensar algo así... no olvides que eres nuestro ángel -dijo Hanamichi con expresión compungida- somos incapaces de algo así, verdad mamita?

-Cierto... -afirmó la señora Sakuragi sosteniendo la mirada de Kaede.

-Te creo, mamá... pero él... Ummhh....

-Tu duda me ofende... -dijo saliendo de la cocina con expresión apenada, de espaldas a Kaede le guiño el ojo a su madre con una amplia sonrisa.

Hasta el próximo capítulo....

Paz

Notas finales:

Esper ser capaz de mostraros a un Kaede embarazado... porque va a ser una empresa dificil para él y para mi... jajaja.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).