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Qaytadi por lauvelga

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En la época en la que el mundo tenía todo en bandeja, en la que ni siquiera la gente se paraba a pensar en el prójimo, era cuando los defectos y los fallos de la gente se hacían más plausibles. La vida ajetreada que vivían los seres humanos era cada vez más acelerada, y les exigían cosas que, siendo una persona con sentimientos y amor por el pasado -porque sí, el pasado era amado por mucha gente, por los recuerdos, por la gente que no seguía viva, pero lo importante era lo que te dejabas arrastrar por esas cosas. Si dejabas que tus recuerdos guiaran tu vida era lo que te hacíadébil.

Por eso surgieron las clínicas especializadas en el trabajo cerebral; muchas borraban recuerdos, sueños del pasado, e incluso gente que había fallecido pero que no te permitía avanzar por el dolor.

 

Era triste olvidar a alguien que había significado tanto en la vida de esa persona, pero era algo necesario. No podían estancarse, no avanzar, porque aquello los hacía ser no aptos para aquella vida que les había costado tanto conseguir.

A esa gente les costaba ir a que les borraran el recuerdo, pero salían mucho más felices. Sin pena en su interior, pero sin sentir lo que aquel hecho del pasado supuso para ellos, lo que les cambió.

 

Estamos hechos de recuerdos, montañas de sucedidos y aconteceres. Unos mejores, otros peores, y la mayoría regulares, inapreciables, inaprensibles.

Todo ese boom que supuso borrar sus recuerdos fue acontecido por la novedad de ser capaces de controlar las emociones. Y a ello le siguió el culmen: ser capaces de eliminar totalmente el mínimo sentimiento. No tener nada de humano, a fin de cuentas. Ser totalmente un androide, pero de carne y hueso.

Aquella medida era muy desesperada, y muy poca gente accedía a ello, pero uno de los casos más curiosos de los que se les presentaron en la clínica fue el de un chaval joven, con la mayoría de edad en Estados Unidos recién cumplida.

 

Su vida no había sido fácil, ya que su familia había muerto tiempo atrás, y para mantenerse había tenido que cometer hurtos menores para sobrevivir. De robar comida pasó a la ropa, y los delitos fueron creciendo de gravedad, hasta que lo encarcelaron. Sólo fueron dos años, pero fueron los peores de su vida.

Las cosas que vivió en la cárcel para él se quedarían, por desgracia. Lloraba todas las noches, asaltado por las pesadillas de lo que allí sufrió. Cuando vio todo lo que esa clínica le ofrecía, quiso enseguida borrar sus emociones. No le valía con eliminar esos recuerdos, porque eran demasiado visibles en su propia piel. Quería evitar sentir nada al verlas, por lo que fue a la clínica aquella mañana con todos los ahorros que había logrado obtener trabajando en el restaurante de comida rápida.

 

No tenía ninguna duda sobre hacerlo, así que los exámenes que le hicieron, tanto físicos como psicológicos, los aprobó con nota, y su indiferencia ante los posibles efectos adversos casi asustaba a los del laboratorio.

El proceso fue tremendamente sencillo: lo sedaron, inocularon el suero del olvido, le pusieron el inhibidor de emociones y lo llevaron al despertar.

Veinticuatro horas después, Stiles Stilinski era un androide de carne y hueso.

 

***

 

Iba todos los días a aquel restaurante de comida rápida. No era muy saludable, pero iba después del trabajo, dejándose un dineral, porque estaba fascinado completamente. Los trabajadores parecían autómatas, rápidos y sin corazón, algo que le daba asco y repudiaba.

Pero uno de ellos era diferente.

Su sonrisa al atender a la gente que iba al establecimiento era contagiosa, y procuraba hablar con respeto siempre, aunque no hicieran lo mismo con él.

 

Sin embargo, Derek Hale notó algo en la mirada de aquel chico cuando lo atendió. A pesar de sus palabras amables, en el fondo de su alma sólo pudo ver dolor. Él era bueno conociendo a las personas con tan sólo echarles un vistazo, y aquel con la placa en la que rezaba Stilinski era una persona rota de dolor, y que sin embargo sonreía al atender a la gente.

Quizás se sentía solo, como muchas veces se sentía él.

 

Un incendio en su antigua casa acabó con toda su familia, dejándolo solo en el mundo, excepto por su tío Craig. Era un hombre mayor que le encantaban los aviones, y con eso Derek se convirtió en ingeniero aeronáutico.

Su trabajo era tranquilo, y realmente le apasionaba, aunque siempre estaba deseando salir para ver al trabajador del restaurante.

 

Nuestra experiencia vital se asienta sobre lo aprendido y experimentado, lo vivido. Necesitamos recuerdos muchas de las veces para acordarnos de quienes somos, para reafirmarnos en nuestros valores, en nuestros orígenes.

Pero aquel día parecía diferente. Distinto, frío, ajeno a todo. Se le encogió el corazón porque parecía otro de los autómatas que veía por ahí. Era como sus compañeros, o incluso peor, ya que había perdido la sonrisa, pero también se esfumó el dolor y el sufrimiento de su alma. Y ya no se sentía solo... simplemente, no sentía.

 

Se sentía un poco acosador, eso era cierto, pero necesitaba saber qué demonios había pasado para que aquel chico de alma tan atormentada se viera ahora tan... impasible. Lo esperó fuera del trabajo, tras lograr que uno de sus compañeros le dijera a qué hora saldría.

Y allí estaba el chico, con una mochila colgando de uno de sus hombros y expresión ausente. Ni siquiera pareció verlo -y mucho menos reconocerlo, algo que le hizo encogerse algo en su interior- cuando él lo agarró del brazo, haciendo que se parara y lo mirara.

 

—¿Puedo ayudarle en algo? —Su voz sonó átona, dándole casi miedo al escucharlo, y Derek se aclaró la voz.

—¿Te llamas Stilinski?

—Mi nombre es más complicado —dijo con indiferencia.

—¿Cómo te llamo entonces?

—No tienes por qué saber mi nombre. No importará en un tiempo.

Hizo el intento de irse de nuevo, pero Derek se apresuró y lo alcanzó.

—A mí sí me importa, ¿cómo te llamas?

—No es de tu incumbencia —comentó dándose la vuelta, y dejando a Derek allí fuera, completamente perdido.

 

Se decidió a seguir al castaño, y a observarlo a cierta distancia. Su pelo estaba peinado de cualquier manera, y su piel blanca estaba plagada de lunares. Caminaba con decisión, pero demasiado antinatural para ser una persona normal. Juraría que ése no era el mismo que había empezado a observar hacía tiempo.

Vivía cerca del trabajo, con lo que a los cinco minutos llegaron a un edificio destartalado. La cerradura estaba rota, con lo que cuando el otro entró en el portal, Derek esperó unos minutos antes de entrar y mirar los buzones.

El nombre del castaño estaba tachado, y encima de éste ponía Stiles.

 

***

 

Son los ladrillos que van sujetando la estructura del edificio que vamos levantando a lo largo de la vida, de ellos depende en gran medida su solidez y estabilidad.

Siguió yendo todos los días al restaurante, y siempre la misma imagen de Stiles indiferente, totalmente servicial, pero sin vida en sus ojos. Y después, lo esperaba a la salida, intentando hablar con él, pero de nuevo la dolorosa indiferencia del joven lo hacía arrepentirse de haberlo intentado.

Derek no sabía qué hacer.

 

Hubo un día en el que le llevó una carta que le había salido del corazón en la que le decía que le gustaría conocer al verdadero Stiles, a aquel que vio los primeros días en el restaurante. También le había comprado un paquete de Maltesers, ya que una vez, mucho tiempo atrás, antes de que cambiara, Stiles le contó a un niño que sus favoritos eran los de chocolate blanco.

Esos dos obsequios, acabaron en el fondo del cubo de la basura.

No podía explicar qué le había dolido más: que le pisotearan sus sentimientos de esa manera o que ni siquiera Stiles pudiera volver en sí mismo, ser de nuevo quién era. Con esa sonrisa sincera y con esa alma rota.

 

***

 

El transcurrir del tiempo acrecienta nuestro pasado, consumiendo el presente vamos recortando el futuro hasta casi quedarnos sin él, y vivir solamente de recuerdos, anclados en el ayer.

Estaba furioso por haberse enganchado tanto a una persona que no conocía, ya que ahora no podía olvidarse de cuando observaba en la distancia y se veía tan extrañamente singular y especial a la vez. Derek suspiró, hojeando la publicidad que le había llegado casa una vez volvió de comer en el restaurante donde trabajaba Stiles.

 

El castaño, a pesar de que había tenido encuentros, por así decirlos, bruscos con Derek, lo trataba siempre con la misma indiferencia, y el moreno estaba frustrado. De repente vio un papel de una publicidad que le resultó curiosa, y que a la vez hizo que las piezas encajaran.

Cogió de nuevo su chaqueta y salió de casa.

 

***

 

—Le damos la bienvenida a los laboratorios Hematic, por favor, espere su turno.

—¡No pienso esperar! Quiero hablar con un maldito humano, ¡no contigo!

—Dígame pues —dijo una voz a las espaldas de Derek. Éste se dio la vuelta y vio a un hombre alto y con gafas de pasta. Le tendió la mano—. Mi nombre es Deucalion, y soy uno de los médicos de estos laboratorios, ¿en qué le puedo ayudar? ¿Quiere borrar recuerdos, las emociones?

—¿Qué? ¿Qué clase de persona querría eso?

—Muchas, créame.

 

Le instó a que lo siguiera y comenzaron a caminar por la impoluta sala, entrando en un largo pasillo lleno de puertas, de un color blanco inmaculado. Los carteles indicaban que eran distintas partes de aquel gran lugar. Analizaban muestras de sangre, también eran médicos sanitarios que trataban enfermedades comunes, pero su especialización era el cerebro.

 

—¿Hay gente que de verdad se quita las emociones?

—Claro que sí —relató el doctor—, no mucha quiere eliminarlas por completo, pero algunos hay que quieren borrar todo. Suelen ser personas que han sufrido muchísimas cosas, y eligen ese camino.

—¿Y de ese camino... hay vuelta atrás?

—La hay... —murmuró pensativo—. Por seguridad, no revelamos la manera de desactivarlo, pero se puede desactivar y activar al antojo de la persona.

—¿En serio? ¿Es tan fácil?

—¿Por qué tantas preguntas? —preguntó el doctor.

—¿Algún paciente suyo se llama Stiles Stilinski? —respondió Derek. El médico lo miró con sorpresa, pero asintió—. Lo necesito de vuelta. Sólo quiero traerlo de vuelta, y como usted dice que puede revertirse, tan sólo necesito cinco minutos con el antiguo Stiles. Luego si él quiere seguir sin emociones, lo volveré a "activar".

 

El doctor Deucalion lo miró fijamente y suspiró, quitándose las lentes y rascándose los ojos.

 

—Stiles dijo que no tenía a nadie —murmuró éste.

—Eso era porque ni yo mismo sabía que nos teníamos el uno al otro.

 

***

 

La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.

Una vez más, estaba en la salida del trabajo de Stiles, pero aquella vez tenía la clave para volverlo en sí, y preguntarle si de verdad valía la pena sacrificar lo que le hacía ser humano con tal de dejar de sufrir.

Lo vio salir como siempre, y ni siquiera le miró, por lo que se apresuró a ir detrás de él.

 

—Qaytadi (*) —dijo en voz alta y clara, y la reacción de Stiles fue inmediata.

 

Se quedó estático en aquel callejón, notando su respiración cada vez más acelerada, y Derek se puso a su altura y lo miró. Tenía un principio de ataque de ansiedad, y las lágrimas inundaron sus ojos.

 

—Borré esto —siseó el castaño—, pagué para no volver a sentir esto... ¿Qué haces aquí? —preguntó cuando se fijó en Derek. Stiles tragó pesadamente saliva y procuró no derrumbarse ante él.

—El que te ha traído de vuelta. Tengo la palabra que te devolverá a ser un ser sin emociones, y la tengo aquí —murmuró tendiéndole un papel—. Antes de que la leas, me gustaría preguntarte algo.

—Tú eres el hombre que comía todos los días en el restaurante —dijo Stiles una vez lo reconoció.

—Soy yo, e iba todos los días porque... porque... bueno, me hacías ir tú —repuso con voz ahogada, muerto de vergüenza—. Me gustaba tu manera de atender a los clientes, y tu sonrisa, a pesar de que notaba que estabas roto por dentro. Y viéndote de cerca ya veo que lo estás, y puedo entender que hayas llegado a ese extremo pero, ¿de verdad vale la pena dejar de ser humano?

—Tú no sabes lo que he sufrido —susurró con rabia.

—Todos hemos sufrido, y sé que no tengo el derecho a quitarte algo que has decidido, pero... quería verte una última vez, así, normal, siendo humano, porque me recuerdas a mí, porque yo también he sufrido en mi vida, pero mi sufrimiento y mis recuerdos han sido los que me han hecho ser como soy, los que han marcado mi vida y los que me han hecho ser quien soy ahora. —Tomó aire, porque le costaba hablar al ver los ojos llenos de lágrimas de Stiles—. ¿En serio vale la pena dejar de sentirlo... todo?

—No te conozco en absoluto, y no me conoces para nada, el sufrimiento que yo he pasado lo tengo que recordar sólo yo, porque estoy solo, estoy solo —repitió con frustración.

—Pero yo también estoy solo, podríamos estar solos juntos.

 

Stiles lo miró unos segundos, y luego miró el papel doblado, aún sin ver la palabra. Tragó saliva, sintiendo un calor en su estómago, y una tímida sonrisa nació de sus labios, mirando a Derek. Dejó caer el papel al suelo.

 

—Me gustaría comer algo que no sea aquí —murmuró señalando el restaurante del que acababa de salir.

—Aquí no se come tan bien, pero el servicio es excelente.

 

Stiles rió levemente y comenzó a caminar junto a Derek. El viento que sopló entonces abrió el papel del suelo, dejando ver la palabra que había en el papel que el moreno le había dado al otro.

O'lik (**).

 

 

(*) Qaytadi: retorno (algo así como volver)
(**) O'lik: muerto


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