Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

[Reviews - 407]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Buenas! 

Me dejo caer con una actualización cortita. Peor es nada. 

¡Saludos!

Capítulo 111

  —¡Al suelo, imbécil! —Abrí los ojos, pero no vi nada. Alguien me había tapado la cara. Cuando desperté, ya estaba en el piso. Y, a pesar de la oscuridad, todo daba vueltas—. ¡Deja de resistirte! —oí un golpe, y algo que cayó—. ¡Este hijo de puta me dio un cabezazo! ¡Voy a matarlo!

—¡No!

Oí un disparo, que me hizo llevar mis rodillas al pecho y encogerme en el suelo, como una pequeña bola. Estaba atado de manos y pies y todo me era confuso. Y lo fue mucho más cuando todo quedó en silencio.

 Volví a perder el conocimiento.

No sé cuánto tiempo pasó antes de despertar otra vez. Cuando lo hice, me quedé en la misma posición en la que me había desmayado y levanté un poco la cabeza, para oír mejor e identificar algún sonido. Pero el ambiente era hermético y lo único que podía oír era mi propia respiración. No llegaba a mí nada más; ni conversaciones, ni disparos… ni siquiera el ruido de los muertos.

   —Oye, ¿estás consciente? —preguntaron. Di un respingo al reconocer que era Scorpion—. Menos mal, cabrón… —suspiró—. Ven, acércate un poco —Obedecí, porque entre todo ese silencio, fue un alivio escucharlo. Me enderecé y me arrastré hasta que mi espalda topó con la suya—. Quédate quieto… —ordenó, mientras él se movía. Un desagradable escalofrío me encogió el estómago cuando sentí su respiración sobre mi cuello y rostro. Un segundo después, la luz volvió. Me había quitado la venda con los dientes. 

   —Gracias… —mascullé.

Él no contestó y volvió a su posición. Nos quedamos así, cada uno mirando hacia una esquina de la habitación, que era insoportablemente pulcra. Las murallas eran blancas y no había un solo mueble, tan sólo un montón de cuadros que adornaban y saturaban la vista. Reconocí entre ellos a la Gioconda y La muerte de la virgen.

   —¿Por qué este lugar parece sacado de una novela de Dan Brown? —preguntó Scorpion.

   —Todo esto podría ser perfectamente una novela —contesté.

Él soltó una carcajada baja.

   —Entonces sería un asco de libro. De seguro no venderíamos nada —se burló.

Esbocé un intento de sonrisa, pero estaba demasiado nervioso como para reír por la broma.

Busqué alguna señal, algo que me indicara en dónde estábamos. Pero de verdad parecía que estábamos en un lugar sacado de un libro, o una película. Esa habitación no tenía nada que ver con lo que había visto hasta ahora. ¡Desde hace más de tres años que no veía un cuadro en buen estado! Y las murallas estaban limpias y perfectas. Ni una sola mancha mancillaba la pintura, que parecía brillar por una luz artificial que colgaba del techo.

   —¿Tienes idea de dónde…?

   —No —me interrumpió el cazador, antes de que acabara mi pregunta. En ese momento, giré el rostro para verlo. Le sangraba la cabeza y entendí un poco lo que había ocurrido la primera vez que desperté—. Pero, por cómo luce todo, apostaría que E.L.L.O.S está metido en esto. En estos días, el arte es un lujo que sólo privilegiados se atreverían a apreciar… —hizo una pausa, para mirar hacia la esquina que yo veía y observar los cuadros que estaban de mi lado—. Yo ya los habría quitado de ahí para hacer una fogata.

Me estremecí de pies a cabeza. ¿Había dicho E.L.L.O.S?

   —¿Qué vamos a hacer? —pregunté, mientras forcejeaba con las esposas que tenía en las muñecas. Estaban apretadas. Y no había nada cerca que me ayudara a forzarlas. En esa habitación no había nada salvo los malditos cuadros.

   —No lo sé, pero ni se te ocurra soltar que eres la cura andante. Ellos no han visto tu rostro. No saben quién eres. Pero, si llegas a decir una palabra de tu sangre… nos joderás a todos.

Me sentí un poco más desesperado cuando le oí decir eso. Él estaba hablando en serio, más serio de lo que jamás le había oído. No tenía dudas de que en otra situación. y con tal de salvarse el trasero, Scorpion me habría entregado. Pero no. Él estaba pensando en el bien mayor esta vez.

¿Qué tan grave debía ser la situación para que eso ocurriera?

Intenté tranquilizarme, respirar hondo, detener el cosquilleo punzante que hacía el pulso de mi corazón sobre mi cuello. Pero no pude. Me sentí sobrepasado y empecé a hiperventilar. Pensé en Terence, en Ada, en Dalian y en el resto de mis amigos. Si E.L.L.O.S estaba detrás de esto, significaba que estaban cerca. Quizá en estos momentos podrían estar tendiéndoles una emboscada, acribillándolos o invadiendo La Resistencia.

   —Oye…

Mi respiración se hizo pesada e imaginé el edificio en llamas y los campos de cultivo arrasados. Imaginé a Ethan y Aiden secuestrados, justo como lo estábamos nosotros. De seguro los torturarían hasta llevarlos al límite. Vi a Cuervo y al resto de cazadores ser asesinados a sangre fría. Dios, Ada estaría sola. ¿Alcanzaría a escapar? ¿Lancer le ayudaría? Dijo que la quería. No podía dejarla atrás... ¿verdad?

   —Reed…

Todo empezó a dar vueltas otra vez y sentí las tripas retorcerse dentro de mi estómago. Quería vomitar y echarlas por la boca. De pronto, la imagen de una montaña de cadáveres de rostros queridos y conocidos se atravesó en mi mente. Y no pude quitarla de ahí. ¿En qué demonios pensábamos? Esto era más grande que nosotros. Jamás podríamos ganar. Nunca debimos salir de la isla. Íbamos a morir… todos nosotros. No había salvación.

   —¡Oye, imbécil! —Scorpion gritó, y su voz estridente y ronca me paralizó por un segundo—. ¡Contrólate ya! ¡Si no te calmas, juro que buscaré la forma de quitarme esta cuerda y molerte a golpes! —Atado como estaba, con brazo y medio pegados a su torso por una soga gruesa que lo envolvía como a un artista shibari, me dio un empujón que casi me tiró de boca al piso—. No sirve de nada perder la calma ahora.

De alguna forma, su violencia me hizo reaccionar. Y logré tranquilizarme.

Me reincorporé como pude y apoyé otra vez la espalda contra la suya. Sentí que podía respirar de nuevo y que los acelerados golpeteos en mi pecho se calmaban.

Exhalé fuerte y, luego de un rato, logré suspirar:  

   —Gracias.

   —Saldremos vivos de aquí… de alguna forma —dijo él. Sonreí un poco y solté una risa baja.

   —¿Intentas animarme?  

   —Intento no lidiar con un niño en pánico. Además, debes… —guardó silencio cuando oímos la puerta. Yo también me enderecé en mi lugar y miré hacia la persona que acababa de entrar: Era un hombre de unos cuarenta años, con ropa limpia y una barba bien mantenida. Llevaba una camisa playera semiabierta y un puro en la boca. Cerró la puerta tras de sí y se quedó apoyado contra ella. Aspiró lentamente el habano mientras nos miraba. En ese momento, noté que tenía una cicatriz en el pecho.

Marcas que asemejaban garras.

   —¡E-Eres un lobo! —exclamé.

   —¡Shh! —Scorpion chitó.

El hombre soltó el humo con suavidad y esbozó una sonrisa torcida.

   —Eres muy observador, ¿eh? —se acercó. Noté que sus botas estaban impecables también y entendí una cosa: debías sentirte muy seguro como para estar tan limpio. La gente que habitaba este lugar… ¿dónde había estado metida todo este tiempo?

    —Matamos a uno de los tuyos hace poco… —mentí cuando me di cuenta de que casi metí la pata. Conocía la existencia de los Lobos por las marcas que dejaron en la gente de La Resistencia, pero también por Terence. Y, hasta donde sabía, Terence estaba muerto para ellos. Debía mantenerlo así—. La marca es difícil de olvidar.

Los oscuros ojos del hombre me cayeron encima cuando él se agachó para mirarme de frente. Me soltó el humo del habano en la cara y sin querer lo tragué. Aguanté la tos y la respiración.

   —Hemos perdido a un par de hombres en el último tiempo, sí… —admitió él. Noté que tenía varias cicatrices en el rostro también—. Soy Kerry. ¿Quién carajos eres tú?

   —Yo…

Scorpion soltó una tos escandalosa.

   —¡Dios! ¿Qué estás fumando? ¿Mierda? —La mirada de Kerry se endureció, y vio por sobre mi cabeza para mirar a Scorpion—. ¡Qué puto asco! Me extraña que tú no estés vomitando ya, Lopette —me dio un pequeño codazo. Apenas lo sentí. 

¿Lo-qué?

    —Lopette… qué nombre tan feo. ¿En qué pensaba tu madre? —Aunque el Lobo me dijo eso a mí, no me estaba mirando mientras hablaba. Su atención se había volteado completamente hacia Scorpion.

Él lo había hecho a propósito.

   —De seguro estaba tan borracha como la tuya cuando decidió llamarte Kerry —se burló Scorpion. Kerry se dirigió al cazador, se posicionó frente a él y repitió el ritual de echarle el humo de puro encima. El rubio tosió otra vez—. Bien, estoy casi seguro de que mínimo hay mierda de caballo a…

El golpe de una bofetada hizo eco en el lugar.

Scorpion ni siquiera se quejó.

   —¿Quién te crees que eres? —bufó el Lobo y, por el tono de su voz, adiviné otra sonrisa ladina en su rostro—. ¿Crees que tienes poder aquí, Scorpion? —canturreó su nombre con malicia y burla—. ¿Crees que le tengo miedo a un psicópata marica que viste un top corto? ¡Mira! —volteé a verlos cuando sentí la espalda de Scorpion inclinarse levemente contra la mía. Fue un movimiento reflejo que hizo cuando Kerry metió la mano bajo su camiseta—. Puedo tocarte las tetas. Es como si buscaras provocarlo, zorra.

   —¿Tan desesperado estás por tocar a alguien? —Scorpion escupió al suelo luego de decir eso—. ¿Es por ese olor a mierda de equino, ¿no? Mantiene a las chicas lej…

Esta vez, un puñetazo le cruzó la cara. Scorpion cayó de costado al suelo.

   —¡Tú no hablas hasta que yo lo diga! —Kerry empezó a patearlo. Oía sus golpes estrellarse justo en el estómago del cazador, quien tosió un poco más. Recogí las piernas contra mi pecho, apreté los músculos y también los dientes—. ¡Puto rubiecito de mierda! —Cada golpe que escuché me hizo dar un respingo que no pude contener—. ¡Nos has causado muchos problemas! —El cuerpo de Scorpion dejó de resistirse y sólo lo sentí estrellarse contra mi espalda, como si lo que Kerry pateara fuera un saco de arena y no a un hombre.

La paliza duró algunos minutos más. Scorpion ya había dejado de toser y yo estaba preocupado. ¿Había quedado inconsciente?

Oí claramente el chasquido de un arma.

   —¡Voy a matarte ahora! 

Volteé hacia ellos nuevamente. Y vi a Kerry apuntarle con un revólver.

   —¡No, no! —grité—. ¡No lo hagas!

El lobo sonrió.

   —Dame una sola razón para dejarlo vivir…

   —Yo… —balbuceé.

   —Lo necesitamos vivo un poco más y lo sabes, Kerry… —dijo una voz, mientras la puerta se abría. La figura alta y fornida de un hombre asomó bajo el umbral. Vestía un uniforme de militar perfectamente arreglado y tenía el cabello grisáceo y corto peinado hacia atrás. Cuando entró, nos miró a todos desde arriba, con superioridad. Como si fuéramos unos niños peleándose entre sí. Sentí el peso de sus ojos, de un color marrón rojizo y profundo, clavarse sobre mí y tuve pánico. No sé por qué, pero me aterró.

Había algo… algo en esos ojos, en esa postura, en ese uniforme… algo que lo único que me transmitió fue miedo.

A veces, las personas peligrosas podían destacar entre las demás. Era como si todas las muertes y atrocidades que habían hecho se cargaran sobre ellos y les rodearan de un halo oscuro e inquietante. Ellos tenían una marca; algunos la tenían más visibles que otros. La había visto en algunos cazadores, en algunos de mis amigos y, recientemente, en mí mismo.

Pero esto ni siquiera podía compararse a Scorpion.

Esto era mucho peor.

No sé cómo lo supe, pero lo que estaba de pie en la puerta no era un hombre, era una bestia. 

Kerry bajó el arma y se enderezó inmediatamente. Había olvidado a Scorpion y a mí en cuanto el hombre de cabello grisáceo ingresó al lugar. Y ahora toda su atención estaba en él.

   —¡Sí señor! ¡Lo siento, señor! —gritó honorablemente.

El hombre sonrió, pero en esa mueca no había una pizca de felicidad, y asintió con la cabeza.

   —Hay un problema de infectados en el sector seis. Ve a arreglarlo. 

   —¡Enseguida señor!   

Kerry ni siquiera volteó a vernos cuando se marchó. Y el hombre del uniforme tampoco lo hizo cuando cerró la puerta y abandonó el lugar.

Quedamos solos otra vez.

Dejé escapar todo el aire que, sin siquiera pensarlo, había guardado en mis pulmones. Y me dediqué algunos segundos a intentar calmarme. Las manos me temblaban y sentí otra vez el corazón punzar en mi garganta.

Scorpion se movió un poco. Reaccioné, volteé hacia él e intenté ayudarle a reintegrarse.

   —¡No me toques! —gritó, iracundo. Lo solté y él volvió a sentarse por su cuenta. Le sangraba la boca y tenía una mejilla hinchada. Se veía fatal—. No te acerques…

   —Estás sangrando… —dije.

   —Eso no importa.

   —Ese hombre pudo haberte matado.

   —Estoy vivo.

   —Estás temblando, Scorpion…

El rubio me miró a los ojos. Reconocí rabia y frustración en sus orbes azules. Por primera vez en mucho tiempo, le vi completamente derrotado. Y es que sabía que no podía ganar.

   —Tú también —dijo.

No podíamos ganar. No ahora.

Me mordí los labios para esconder su trepidar. Quizá el cuerpo de Scorpion temblaba por la paliza, pero el mío lo hacía por el miedo. Estaba horrorizado.

El cazador, con movimientos lentos y adoloridos, me hizo una mueca para volver a la posición anterior. Obedecí y él dejó descansar su espalda contra la mía. Respiraba profundo y un silbido, suave y apenas perceptible, se oía cada vez que inhalaba.

Después de un largo rato de silencio, hablé:

   —Ese hombre… —mencioné—. Tiene algo…parecía un mons…

   —Un demonio —me corrigió él, mientras forcejeaba con la cuerda que le ataba todo el cuerpo. Pero los nudos parecían muy ajustados—. «Monstruo» queda pequeño para seres así. Personas como esas sólo saben hacer daño. Y creo que es mucho decir para mí —Por un lado, me sentí aliviado porque él también percibiera la amenaza. Por otro, me sentí completamente alarmado. Que él lo reconociera sólo afirmaba que estábamos en un terrible peligro—. Una sola vez conocí a alguien que tenía esa mirada… y la cosa no acabó bien.

Tragué saliva.

En este mundo enfermizo, había toda clase de criaturas. Estaban quienes sólo querían sobrevivir, estaban quienes querían volver atrás. Había quienes disfrutaban del caos y la destrucción. Había monstruos, bestias, hombres.

Pero había algo más. Había algo tan malvado que incluso era reconocible a simple vista.

«Demonio», palabra que encarnaba el mal mismo en un sinfín de religiones.

Probablemente ninguno de los dos pudo, ni podría nunca, dilucidar lo que estábamos a punto de enfrentar.

 

 

Notas finales:

¿Críticas? ¿Comentarios? ¿Dudas? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).