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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

¡Buenas, gente! ¡He vuelto! (Y para quedarme) 

Han sido semanas estresantes, pero por fin terminé con los últimos trabajos y exámenes y bueno, he decidido que tengo que seguir en esto para que la situación actual no me colapse. Matar el tiempo en algo, distraerme y, sobre todo, no deprimirme. Así que escribiré como una enagenada de ahora en adelante, por lo que las actualizaciones (tanto de esta historia como de "Noah") serán más seguidas desde ahora hasta el próximo año.

Retomamos con un par de capítulos algo flojos y tranquilos... pero pronto volverá la acción, créanme. 

Esto es lo mejor que pude hacer en este tiempo, pero al menos el bloqueo creativo ya no está. 

Espero que les guste. 

Saludos

 

PD: POR FAVOR! SI ENCUENTRAR ERRORES, HÁGANMELO SABER. (No le he puesto mucho empeño a la correción y cambié varias palabras, varias veces, por lo que es muy probable que tenga errores) 

Capítulo 91 

 

 

  —¿Dices que esto me va a sanar, Morgan? —preguntó el hombre, nervioso sobre la camilla. Sus ojos ya habían enrojecido y la mordedura en su brazo había comenzado a extenderse lentamente, dejando un camino de estallidos de vasos sanguíneos y venas que parecían querer salirse de su piel—. ¿En serio va a funcionar?

Morgan suspiró y golpeó un par de veces la jeringa que sostenía frente a su rostro.

   —Si eso no funciona, está mi sangre —le dije al sujeto que estaba en la cama, intentando darle algunas garantías y así tranquilizarle. Por lo que había alcanzado a escuchar de él, era un padre de dos niñas y el líder de una de las unidades que se dedicaban a cazar en La Resistencia. En la última cacería, una horda los había atacado y él resultó mordido. Anoche llegó, rogándome porque le inyectara mi sangre, pero Morgan lo impidió.

Él quería probar si la cura que había creado era efectiva o no.

Y había encontrado la oportunidad perfecta.

   —Claro que va a funcionar, Tom. Fui yo quien preparó esta cura —Morgan sonaba realmente convencido—. Y tengo una teoría, Reed —me habló directamente—. Técnicamente tu sangre podría curar cualquier enfermedad inmunológica… —sonrió—. ¿Lo entiendes, verdad? Alergias, lupus, e incluso…

   —¿P-Pero va a quitarme el virus, verdad? —interrumpió el hombre.

   —Estarás bien, hombre… —Morgan intentó tranquilizarle, pero la frialdad en su voz no podría calmar a nadie—. Reed… —El médico me hizo un gesto con la cabeza, para que le ayudara a sostener el brazo de ese tipo llamado Tom—. Esto podría doler un poco, así que aguanta —dijo, a punto de clavarle la jeringa directo sobre la herida.

   —Ya me duele lo suficiente, Doc —rió el otro. Desde hace un rato que la fiebre había aparecido y él había comenzado a sudar y a temblar—. ¿Qué puede ser peor? Dese prisa, por favor.  

Entonces Morgan le enterró la jeringa y le inyectó todo el contenido. Tom inspiró hondo, como si se hubiese quedado sin aire de repente y yo me apresuré en sujetarlo, lanzando medio cuerpo sobre él, porque predije lo que iba a hacer. Dos segundos más tarde, su brazo empezó a temblar y a convulsionar, mientras él intentaba ahogar un grito de dolor.

   —¡J-Joder! —se quejó y apretó los ojos—. ¡Me quema!

   —¡Resiste! —Morgan me ayudó a sostener el cuerpo de Tom que se sacudió de una manera poco natural, tensando músculos que el cansancio y la fiebre no debieron haber permitido contraer e intentando zafarse de nosotros. No era él, era su cuerpo reaccionando al dolor que la cura inyectada le causó—. Vamos, Tom. Hazlo por tus hijas.

Entonces Tom dejó de moverse de un momento a otro.

   —¿Q-Qué…? —balbuceé, al notar que se había quedado completamente quieto. Miré a Morgan a los ojos y una angustia inexplicable me subió por el pecho—. ¿¡Q-Qué pasó Morgan!?

   —Está bien, Reed —masculló él y quitó la jeringa del brazo de Tom, pero él siguió sin moverse.

¿La cura lo había matado?

Intenté poner mis dedos sobre su carótida para buscarle el pulso, pero Morgan agarró mi mano antes de que pudiera tocarlo.

   —Fuera de aquí —dijo.

¿Mi sangre había matado a alguien?

   —¡Fuera de aquí! —gritó.

 

 

 

Terence tendió una taza de té delante de mí y yo la recibí agradecido. Esa madrugada estaba muy, muy fría y cuando tomé la bebida caliente entre mis manos sentí cómo me volvía el alma al cuerpo.  

   —¿Quieres que vaya a tocar la puerta? —preguntó el pelirrojo, sentándose a mi lado—. Llevas tres horas esperando a que salga.

Di un sorbo profundo a la infusión y reconocí algunos sabores que creí había olvidado; canela, clavos de olor y limón.

Negué con la cabeza mientras soltaba:

   —Está rico.

La puerta de la enfermería se abrió en ese momento y Morgan salió de ella, con los ojos cansados y una sonrisa efusiva en el rostro. Me miró y pareció sorprenderse de verme allí, pero aun así dijo, casi eufórico:  

   —¡Sobrevivió!

Dejé la taza a un lado y me levanté del banco en la que estaba. Terence también se puso de pie.

   —¿Es en serio? —pregunté, aliviado y feliz de no haber matado a nadie con mi sangre—. ¿¡Él está bien!? —quise entrar a la enfermería, pero Morgan me detuvo, apoyando una mano sobre mi pecho.

   —Tranquilo, campeón… —me hizo retroceder algunos pasos—. Él necesita descansar.

   —¿Ha retrocedido el virus? —le interrogué.

   —Sí, sí… —Morgan puso la otra mano sobre mi hombro para contenerme—. Lamento haberte echado así de la sala, pero parecía que estabas a punto de entrar en un colapso nervioso y no hubiese podido trabajar contigo así… —se disculpó—. Al parecer cometí un pequeño error de cálculo y le inyecté más antídoto de lo necesario, por eso se desestabilizó y cayó inconsciente, pero pude contrarrestarlo.

Solté todo el aire que había estado guardando en un largo y placentero suspiro.

   —Menos mal.

Terence me dio algunas palmadas en la espalda.

   —Por fin la encontramos… —dijo, apretando el brazo de Morgan en señal de felicitación—. Dios, no puedo creerlo. Al fin tenemos una cura.

El médico me miró y sonrió, mostrando unos brillantes y perfectos dientes tan, tan blancos, que contrarrestaba un poco con el tono de su piel y les daba una apariencia aún más resplandeciente.

   —La cura siempre ha estado con nosotros —dijo—. Es sólo que encontramos la forma de hacerla viable.

Correspondí su sonrisa y me puse de puntitas para mirar por sobre el hombro de Morgan y ver a Tom. El hombre dormía plácidamente en la misma camilla en la que le había visto por última vez y de lejos podía notarse que había cambiado; ya no había sudor cubriéndole el rostro y la expresión que tenía en éste expresaba una única emoción: tranquilidad.

Él fue nuestro primer paciente salvado.

   —Tengo que avisar a su familia… —Morgan cerró la puerta y nos hizo un gesto para que le acompañáramos. Recogí mi taza de té del suelo y me encaminé junto a él—. Cuando amanezca, citaré a todo el mundo para poner en marcha el plan de difusión. Hay rumores de que hay estaciones de radio que todavía podrían funcionar, tal vez podamos hacer algo con eso… no creerás la cantidad de gente que todavía enciende las radios de los coches, esperando oír algún mensaje de esperanza.

   —Tú has creado ese mensaje, Morgan —le dije.

   —No, no… —Él negó con la cabeza—. Has sido tú y tu pequeña hermana. Ambos son un mila…  —Él calló cuando una de las puertas del sin fin de habitaciones que había en ese corredor se abrió bruscamente. Siete salió de ella y nos miró, con los ojos muy abiertos y una sonrisa cruzándole el rostro.

   —¡Llegaron! —gritó y se echó a correr por el pasillo. No sé si fue por instinto o no, pero todos comenzamos a seguirle. Yo también. Me olvidé de la taza y de la conversación que habíamos estado sosteniendo y me puse a correr—. ¡Estaba en el tejado y los he visto! ¡Llegaron!

Él sólo podía referirse a una sola cosa: Ethan y Aiden habían vuelto. ¿Habían encontrado a los cazadores también?

Parecía que Siete tenía todas las esperanzas en ello, porque, mientras corría y sin detenerse, tocaba algunas puertas frenéticamente y avisaba:

   —¡Los líderes han llegado!

Algunos cazadores salían de sus habitaciones y nos acompañaban en la carrera hacia el exterior, mientras que otros se detenían a avisarle a sus compañeros e incluso algunos curiosos de La Resistencia también se dieron la tarea de correr la voz. ¿Ethan y Aiden estarían bien? ¿Cuervo estaría bien? ¿Había sobrevivido? Esas inquietudes me revolvían el estómago mientras me apresuraba en llegar a la puerta de salida.

Cuando lo hicimos, todo el mundo estaba ahí. Vi la cabellera de Eden en medio del público y me acerqué a él, estaba junto a Mesha, Amy y Jack.

Hace algunos días, Eden por fin había podido abandonar la enfermería definitivamente. El último control que Morgan le realizó había sido ayer y él ya estaba listo para pelear.

Pero, ahora que estábamos todos juntos otra vez, quizás no sería necesario volver a hacerlo.

   —¿Nervioso? —le pregunté cuando llegué a su lado. Yo lo estaba.

   —Jesús, que bajen de ese puto auto ya.

   —¿Cómo trajeron un coche hasta aquí? —pregunté—. Creí que las tirolesas eran la única forma de llegar a La Resistencia.

   —Ellos usaron el camino difícil —murmuró Mesha y me sonrió cuando volteó la cabeza en mi dirección—. Estás nervioso, Reed.

Sonreí, sintiéndome un poco incómodo. Era como estar desnudo frente a él. No podía mentirle ni ocultarle nada a este sujeto, él podía verlo todo, aunque fuese ciego.

En eso se parecía mucho a su hermano.

    —Han pasado muchas cosas —fue lo todo lo que contesté.

   —Los nervios son peligrosos y podrían hacerte cometer errores…. —continuó él y me dio una suave palmada en el hombro—. Pero, si los utilizas bien, te serán de gran ayuda.

Sentí una especie de deja-vú. Poco antes de que David muriera, él y yo habíamos tenido una conversación similar.

   —Quizás tengas razón —contesté.

Sentí un golpe en la espalda que casi me desequilibra.

   —¡Lo siento! —chilló una voz tras de mí, era Samantha. Había chocado conmigo—. Lo siento —se disculpó de nuevo, estaba jadeando, se notaba que había corrido mucho para llegar hasta aquí—. Oí que volvieron. ¿En ese coche? ¿Están bien?

   —Todos estamos esperando… —le expliqué y, justo en ese momento, la primera puerta del coche se abrió.

Primero bajó Ethan y éste, antes de si quiera mirar a la multitud que les esperaba, se apresuró en abrir la puerta trasera, para recibir a alguien y cargarlo en brazos. Era Cuervo y estaba lleno de vendas.

   —¿E-Está muerto? —balbuceó Eden.

   —¿Para qué vendarían a un muerto? —intenté tranquilizarle y así calmarme a mí mismo. ¿Él estaba vivo, verdad?

Al parecer no fui el único que dudó ello. Varios cazadores se acercaron a Ethan, rodeándole y bombardeándoles con preguntas.

   —¡Él está bien! —gritó el moreno, para que todo el mundo se calmara—. Sólo está muy herido e inconsciente… —Siete se hizo espacio entre sus compañeros y prácticamente le arrebató a Cuervo de los brazos—. Necesita ir a la enfermería, rápido… —Siete ni siquiera esperó a que se lo ordenaran y los cazadores abrieron camino para que pasara, cargando con un inconsciente Cuervo que, cuando pasó a mi lado, me pareció apenas vivo.

   —Por aquí… —Morgan abrió la puerta—. Voy a preparar una cama.

Vi a la multitud separándose y noté que casi todo el escuadrón cuervo empezó a seguir a Siete, como una caravana que velaba por la seguridad de su líder caído. La imagen fue enternecedora.

   —¿Dónde está Scorpion? —preguntó Sam, nerviosa.

En ese momento las otras dos puertas se abrieron y vimos a Aiden y a Scorpion bajar del coche. Ethan rodeó el auto y abrazó a su novio. No podía oír lo que hablaban, pero ese abrazo me transmitió algo. Parecía que él le estaba susurrando al oído:

«Lo logramos. Ahora podemos descansar»

Todos ellos se veían desechos, se veían cansados, se veían hambrientos y deshidratados.

Sin mencionar que a Scorpion le faltaba un brazo.

Samantha se llevó una mano a la boca, para cubrírsela, ahogó un grito y avanzó hacia ellos.

   —N-Noah… —balbuceó. Él la miró, con los ojos azules exhaustos y perdidos.  

   —Sam… —dijo, quedándose quieto junto a la puerta del coche, mientras ella se le acercaba. La chica dejó de caminar y comenzó a correr hacia él—. ¿¡Qué diablos!? —chilló Scorpion cuando la rubia le abrazó, así sin más.

   —¡Mírate, imbécil! —gritó ella, con la voz quebrada. ¿Estaba llorando?—. ¿¡Qué demonios ocurrió!? ¡Tan sólo mírate! ¡Pudiste haber muerto!  

Scorpion pareció sorprenderse del comportamiento de la chica.

   —Cálmate… —le dijo, palmeando su espalda. Entonces ella comenzó a llorar—. ¡Cálmate, mujer! ¿¡Qué te pasa!?

   —Temía que no fueran a volver… —se excusó ella, sin soltarlo todavía—. ¡Estaba tan jodidamente preocupada! ¡Y tus hombres estaban vueltos locos! ¡No sabes el caos que…! —Samantha calló cuando Scorpion se apartó, sostuvo a la chica por el cuello y apoyó su frente contra la suya. La única vez que le vi hacer algo parecido fue ante las llamas que salían de la estación de metro, cuando intentó tranquilizar a un cazador.

Y parece que esta vez también había funcionado.

   —Está bien… —le dijo el hombre—. Todo está bien.

Un grupo de cazadores se les acercaron.

   —¿¡Qué pasó, Scorpion!?

   —Nada, nada. Un grupo de zombies nos atacó y acabé perdiendo el brazo.

   —¿Por qué no esperaste a llegar aquí? —pregunté, alzando la voz para que él me escuchara—. Morgan logró crear una cura hace poco, pudiste haberla pedi…

   —¿Y depender de ti? —me interrumpió y él, Sam y los cazadores caminaron hacia nosotros—. Claro que no.

   —De todas formas no te la habría dado —gruñí, entre dientes—. Hiciste bien en cortarlo.

   —De todas formas el brazo ya estaba jodido —respondió él—. Sé que hice bien en cortarlo.

«Y no sólo cortarlo», pensé. «Debiste haberte dejado comer por los muertos»

Scorpion me molestaba; su presencia, su forma de mirar y el tono de su voz. Solté un pequeño gruñido, casi sin darme cuenta:

   —Vamos con los chicos —le dije a Mesha, que se había quedado a mi lado. Aiden y Ethan todavía se encontraban a un lado del coche y Eden, Terence y los demás ya le habían rodeado para ofrecerles agua, interrogarlos a ambos y probablemente para contarles las buenas nuevas; que el propósito por el que habíamos venido a este lugar por fin se había cumplido y que pronto volveríamos a casa.

Pero antes de que pudiéramos avanzar, Scorpion se plantó delante de Mesha, cortándole el paso. Se irguió, como se alza una serpiente a punto de atacar y le apuntó con un dedo.

   —¿Qué es lo que ves ahora, Murdock? —le preguntó, con seriedad.

«Veo a un imbécil destruido y mutilado», pensé yo.

Mesha sonrió.

   —Ya no veo un hombre —soltó.

   —¿Qué es lo que ves? —volvió a preguntar el cazador.

   —Veo una torre que ni el mismísimo Dios podría tirar abajo.

Scorpion asintió con la cabeza, en un gesto de aprobación y se hizo a un lado para dejarnos pasar.  

Seguimos caminando.

   —¿Una torre que ni el mismísimo Dios podría tirar abajo? —resoplé—. ¿Se lo dijiste para quitártelo de encima?

Mesha volteó el rostro hacia mí y frunció el ceño.

   —Yo no digo mentiras —gruñó y un escalofrío me recorrió la espalda, porque noté en su tono de voz que se había molestado. Se oyó justo como mi madre, cuando estaba a punto de regañarme. Por suerte, llegamos con los chicos antes de que comenzara su discurso. Aiden me vio y abrió los brazos. Tenía los ojos llorosos y parecía emocionado.

   —Reed… —masculló.

Acorté la distancia entre nosotros y lo abracé con todas mis fuerzas.

   —Lo logramos —susurré. Entonces Aiden se echó a llorar en mi hombro. No recordaba si alguna vez lo había visto llorar y verle así me rompió un poco por dentro. ¿Qué había pasado durante todos estos días? ¿Qué había visto?—. Shhh, shhh… —intenté tranquilizarlo, acariciándole la espalda y percibí en él un montón de emociones acumuladas que la noticia de la creación de una cura había soltado de pronto—. Vamos a volver a casa, Aiden. Estaremos bien.

   —No… —Él se apartó de mí y se secó las lágrimas con la manga de su sudadera rota y sucia—. No estamos bien —me miró a mí y a todos los que estábamos ahí, para finalizar clavando los ojos en los de Ethan. El moreno asintió con la cabeza—. Estamos en peligro.

   —Hombre, siempre lo estamos —dijo Terence.

   —Tú eres el que menos lo está… —interrumpió Ethan y dio un paso al frente, para acercársenos más—. ¿Recuerdan a la encapuchada del otro día? Pues, ella y otro más nos atacaron.

   —¿D-De nuevo? —balbuceé.

   —Y no sólo eso… —Ethan buscó algo en su chaqueta y sacó del bolsillo algo que se me hizo muy extraño ver, dejándome con una pequeña sensación de confusión que duró algunos segundos. Era una tablet—. Miren esto…

Todos, incluido Mesha, nos acercamos.

   —¿Qué carajos? —masculló Terence.

Y entonces, otra vez, me sentí confundido. Fotografías, Ethan comenzó a pasarlas rápidamente, deslizándolas con su dedo sobre la pantalla, pero yo alcancé a reconocer algunos rostros familiares. El mismo Ethan, Aiden, Cuervo, Scorpion, algunos cazadores y personas de La Resistencia.

Hasta que me vi a mí mismo.

   —¿E-Ese…soy yo? —pregunté.

   —Traes la misma sudadera que en la fotografía —contestó Ethan. Sí, podía notarlo e incluso parte de mi rostro aparecía en la imagen, tomada seguramente a escondidas. Era reciente. ¿Cuándo fue? ¿En qué momento? No podía recordarlo.

Un escalofrío pausado y gélido, subió lentamente por toda mi espina dorsal cuando leí el texto bajo mi fotografía.

Nos habían estado observando y ahora nos buscaban.

Intenté contener mi nerviosismo y mantener la calma. Pasé el dedo por la pantalla, para mirar las otras imágenes y me encontré con el rostro de Terence. En la fotografía, él traía el cabello corto y vestía un uniforme militar, su rostro estaba serio y, a pesar de que era la misma persona que tenía al lado, me pareció que ambos, el de la fotografía y mi Terence, eran distintos.  

   —Cross Dagger… —mascullé, leyendo el cuadro de texto que aparecía abajo—. Desacato y traición… —Yo sabía bien a qué se referían esas palabras. Terence traicionó a E.L.L.O.S el día en que decidió intentar ayudar a mi pequeña hermana a escapar.

   —¿M-Muerto? —La voz del pelirrojo tembló.

   —Ellos te creen muerto —le confirmó Ethan—. ¿Deberías estar muerto?

Terence se lo pensó un momento.

   —Debería… —contestó—. Pero alguien me salvó a último momento y logré escapar.

   —Pues no dejes que ellos te vean. No saben que sigues vivo y mejor que no se den cuenta… —Aiden posó una mano en su hombro y pasó de él, para caminar hacia la puerta—. Necesitamos descansar, vayamos adentro.

Le seguimos, ahora en silencio. De pronto, todos los ánimos y la alegría por verlos regresar sanos y salvos se habían ido al infierno. Comprendí que, quizás, no volveríamos a casa tan rápido como lo esperaba y comprendí que estábamos lejos de estar en paz.

Teníamos a una organización malévola tras nuestras cabezas.

Y yo ni siquiera sabía cómo era, sólo sabía que me habían arruinado la vida, a mí y a todo ser humano que quedase vivo en esta tierra.

¿Podríamos contra ellos? ¿Era más fácil huir? Los cazadores y La Resistencia también estaban siendo buscado e incluso Viuda Negra y sus chicas, pero… ¿éramos suficientes?

¿Qué tan grandes y afiladas eran las garras de E.L.L.O.S?

¿Cuánto iban a cortarnos?

   —Eh, Terence… —le llamé y él tomó mi mano cuando oyó mi voz, como si hubiese estado esperando que le hablara para hacerlo.

   —¿Sí?

   —¿Cómo era E.L.L.O.S? —pregunté, en voz baja, buscando que sólo él me escuchara. El pelirrojo presionó con fuerza mi mano, hundiendo sus dedos en mi piel y otra vez tuve aquella sensación de que podían dejar marcas en mí que no se borrarían nunca—. ¿Puedes…recordarlo?

Él asintió con la cabeza.

   —¿Puedo confesarte algo? —preguntó y esta vez fui yo quién afirmó con un gesto—. Estoy asustado —declaró.   

Exhalé, intentando expulsar todo el aire que tenía en los pulmones.

   —¿Tan peligrosos son?

   —No te pongas en riesgo, Reed —Él no contestó a mi pregunta, pero lo que dijo fue una manera de responderla—. Si ellos te están buscando, entonces…

   —No voy a esconderme —le interrumpí.

   —Tienes que esconderte.

   —¿Por qué? Ya hay una cura. Ya no soy imprescindible.

   —¿De qué estás hablando? —bajó la velocidad de sus pasos, dejándonos atrás, mientras el resto se metía en las instalaciones de La Resistencia—. ¿Cómo que no eres imprescindible, Reed? ¿Tienes idea de los que esos bastardos van a hacerte si te encuentran? ¡Todos lo vimos! ¡Te están buscando para experimentar!

   —Dejaré que me coman antes de que me atrapen —solté—. No voy a dejar que ellos obtengan ni un sólo mililitro de mi sangre.

   —No —Él me detuvo, me sujetó por los hombros y me miró a los ojos—. Déjame hacerlo a mí.

   —¿D-De qué hablas? —titubeé.

   —Déjame ser yo el que evite que te atrapen, Reed —susurró y se inclinó delante de mí, arrodillándose—. Voy a protegerte.

Miré de un lado a otro, repentinamente nervioso. Por suerte, no había nadie más allí. Estábamos solos.

   —Ponte de pie, Terence… —pedí e intenté levantarlo, pero él atrapó mi mano en el aire, la sostuvo entre las suyas y me besó sobre el dorso. Me estremecí, víctima de un escalofrío que me subió desde la punta de mis pies hasta el último pelo la cabeza—. T-Terence… —tartamudeé.

   —No voy a dejar que ellos te tengan —prometió—. Me has salvado la vida tantas veces que soy capaz de morir por conservar la tuya.

Quise responder algo, pero se me trabó la lengua al hablar. Él estaba arrodillado frente a mí, como un caballero medieval, jurándome lealtad y seguridad. Sin quererlo, recordé una de las primeras palabras que me dijo, cuando apenas nos habíamos conocido:

«¿Alguna vez alguien te ha protegido, Reed?»

Él lo había hecho durante todo este tiempo, casi sin darse cuenta.

Me arrodillé, para quedar a su altura y poder mirarle a los ojos. Él sonrió cuando me hallé frente a él y yo enredé mis dedos en su cabello, para acariciarlo y atraerlo hacia mí. Sostuve su cabeza entre mis brazos y la abracé contra mi pecho.

   —Sigue protegiéndome, Terence —pedí, susurrando en su oído—. Protégeme con todo lo que tengas.  

Él me abrazó y se quedó ahí, anclado contra mi pecho.

   —Juro que lo haré.  

Notas finales:

Ay, Terence bebé. Eres el caballero más guapo que existe uwu. Si ya te imaginé con armadura y todo
Bueno, gente. ¿Les gustó el capítulo? Síganle al siguiente. 


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