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Tu perdición, mi perdición por Lauui

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"Oye... p-por favor no lo hagas..."


–No tiene sentido...


"Piensa en las personas que te quieren, ellos..."


–... Nadie me nota... nunca...


En toda la eternidad que llevaba como ángel guardián nunca había tenido que pasar por algo así, siempre creyó que todo estaba bien con su protegido. Es decir, en algún punto aquel pequeño que todas las noches agradecía su existencia en sus plegarias dejó de sonreír y de hablar con él, pero todo iba bien en su vida. Había conseguido ir a la escuela que quería, y había logrado hacer lo que tanto le gustaba gracias a que nunca se rendía en lo que quería. Entonces... ¿por qué Kuroko Tetsuya ahora quería terminar con su vida?


"Aún no es la hora para ti, escúchame... no puedes..."


–Lo siento... –una lágrima rodo por su mejilla y cerró los ojos mientras soltaba un suspiro.


"¡Kuro...!"


–¡Tetsu! –su rostro giró al tiempo que el del peli celeste –¿qué haces aquí? –dijo el chico que se acercaba a ellos con pereza hasta el borde de aquél edificio donde ambos se encontraban.


–¿Aomine-kun?


El alivio que sintió en aquel momento era indescriptible. Miro el rostro de aquel chico al que Kuroko regalaba una semi sonrisa para disimular.


Sabia quien era, sin embargo no fue hasta ese momento que lo miró realmente, y no le perdió de vista en ningún momento durante el resto de la tarde que pasaron juntos.


Estaba realmente agradecido.

 

 


–Por favor, ¡préstame un cuerpo humano! –tomó el tiempo de sueño de Kuroko para acudir frente al creador. Algo andaba mal, y si seguía así no iba a ser capaz de guiar al joven peli celeste hacía su felicidad cómo era su deber –Permíteme agradecer directamente a ése chico, y déjame eliminar ésas ideas de la cabeza de Kuroko. El... me ignora cuando le habló, no sé lo que le pasa...


–Taiga. Si ése es tu deseo no estoy en contra que encarnes en la tierra. Durante siglos has hecho bien tu trabajo.


–Muchas gracias –dijo sonriente y se inclinó.


–Sin embargo debes tener cuidado de los pecados y tentaciones que un cuerpo de carne y hueso conlleva consigo.


–Yo... lo sé. Sé exactamente todo lo que debo evitar.


–La vida en la tierra es temporal, pero en tu caso tus alas materializaran un cuerpo con el cual podrás integrarte fácilmente en la tierra. Un cuerpo con todas las características de un humano, a excepción que cómo tú alas puede durar eternamente si fuera necesario.


Pero recuerda. Si te dejas vencer manchándote por la más mínima cantidad de pecado, él mundo celestial rechazará tú retorno, y tendrás que permanecer cómo un ángel caído hasta el día del juicio final. Donde serás juzgado imparcialmente cómo toda la humanidad.


–Sé eso... –dijo y dudó por un segundo –Señor... si me está diciendo esto... ¿es porque hay probabilidades de que algo así suceda?


–Eso depende de tus decisiones, las posibilidades para ti son tan infinitas como las de cualquier ser. Pero confío en que elegirás bien.


–Está bien, haré lo mejor que pueda mientras esté allá abajo, y no me dejaré vencer por el mal definitivamente.


–Haz lo que mejor te parezca. Ve y lleva a tu protegido de vuelta por el buen camino... –la voz se desvanecía en cada silaba hasta que desapareció por completo.

 

 

Una vez volvió a un lado de Kuroko, sus alas comenzaron a desvanecerse para recubrirlo y darle el cuerpo físico que había solicitado. Sintió el frío en sus pies descalzos, el tacto del viento entrando por su nariz, y el palpitar en su pecho que llegaba hasta sus oídos. Todo un sistema funcionando por primera vez. Y un sin fin de sensaciones que ése cuerpo le brindaba.


–Gracias –dijo con su mirada perdida en el cielo lleno de estrellas, y se volvió hasta la cama dónde el peli celeste descansaba profundamente. El sentimiento al verlo era más fuerte, el instinto de protección parecía no tener límites, y cuando el sol comenzó a asomarse sintió que simplemente no podría alejarse de él. Seguramente ése era el sentimiento que los padres tenían para con sus hijos.

 

 

Para su primer día como humano había seguido sigilosamente a Kuroko hasta la escuela, y ya que no podía entrar aunque su aspecto concordaba con la edad del joven, esperó en la entrada durante todo el rato.

Las personas que pasaban por ahí le miraban curiosas sin falta, después de todo era un ángel encarnado, su figura y facciones no tenían comparación.

 

La campana anunció a los estudiantes el termino de las clases, y así se dejaron ver los primeros alumnos que salían con prisa, entre ellos visualizó una silueta conocida para el que se movía con pereza entre la multitud.

 

–¡Ah! –rápidamente se puso de pie y corrió para poder alcanzar al joven que se alejaba velozmente –¡espera! ¡espera! –cuando estuvo a su alcance lo pescó del brazo.

 

–Que mierda... –susurró y de un brusco movimiento se zafo del agarre para girarse y encarar a aquel que había interrumpido en su camino –¿q-qué demonios quieres? –miró con duda a aquél pelirrojo que veía por primera vez en su vida, y frunció el ceño con desconcierto sin dejar de apreciar las facciones que el otro poseía.

 

–No... nada de eso... –frunció el ceño ante el mal vocabulario, y soltó la manga contraria –lo que yo quería es...

 

–Aomine-kun –interrumpió el joven peli celeste quien se acercó a ellos sin dejar de clavar sus ojos azules en el desconocido –¿vas a saltarte de nuevo las prácticas?

 

–Tch... –se quejó el moreno –¿te mandó Satsuki? dile que no voy a ir.

 

–Eh... soy Kuroko Tetsuya, lamentó haberlos interrumpido... –dijo el más bajo dirigiéndose a aquel desconocido que le dedicaba una deslumbrante sonrisa.

 

–Kagami Taiga, y perdón por interrumpirlos yo a ustedes –dijo inclinándose en un ángulo de noventa grados recordando las costumbres humanas, y dio medía vuelta para marcharse y no interponerse en el camino de su vida diaria.

 

Hasta que a unos metros de distancia recordó que al final no había sido capaz de decir gracias al más alto –... –giro su cabeza con preocupación y chocó con la mirada del mismo, que sobresaltado desvió su atención hacia otro lado.

 

–Oye –la conocida voz a un costado suyo le hizo detenerse.

 

–¡Kuroko!

 

–Tenias asuntos que tratar con Aomine-kun, ¿no es así? en serio perdón por interrumpirlos, pero yo debo regresar a la práctica. Así que no es necesario que tú te vayas.

 

–Ah... pero viniste para llevarlo a la práctica de básquet contigo ¿no? –dijo recordando el tiempo en que vigilaba al peli celeste.

 

–Oh, ¿conoces a Aomine-kun por el básquet?

 

–Bueno... más o menos –contestó con algo de duda ya que ciertamente la primera vez que lo vio fue cuando Kuroko se encontró con él en su club.

 

Poco después de eso fue que la actitud de Kuroko había empezado a cambiar llevándolo de aquél alegre chico que disfrutaba de cada cosa que hacía, a aquél que rara vez mostraba alguna expresión.

 

Pero aquello no era nuevo para el que había sido testigo de muchos cambios parecidos en sus antiguos protegidos pasando por la misma edad.

 

Lo que si era nuevo fue el hecho de que pensara en quitarse la vida.

 

No sabía cuál era el problema, pero definitivamente no quería que el alma del chico vagara sin rumbo por toda la eternidad.

 

–¿Entonces tu juegas?

 

–No exactamente, pero realmente parece muy divertido –una amplia sonrisa adorno en su rostro nuevamente.

 

Con todo el tiempo que había pasado a un lado de Kuroko hablar con él era completamente fácil, y el hecho de que contestará a lo que decía le hacía sentir aun más feliz.

 

–Ya... –dijo el más bajo levantando una ceja. Él era bueno leyendo a los demás, pero de alguna manera la actitud del pelirrojo era confusa –bueno, me voy ya a la práctica o tendré ejercicios dobles por llegar tarde –con una seña de mano se despidió del ángel que le imitó enseguida.

 

 

El sol comenzó a ocultarse.

Al terminar la práctica se aseguró de seguir a Kuroko para que este llegará sano y salvo a su casa, pero luego de eso ya no había más que hacer para él, puesto que no podía sólo entrar a la casa del menor.

 

Se ocultó en los arbustos que quedaban debajo de la ventana de su dormitorio, y miro el deslumbrante cielo azul oscurecer y llenarse de brillantes estrellas.

 

–¿Cómo... puedo acercarme adecuadamente a él? –su pregunta fue dirigida al cielo, y sus ojos se cerraron reflexivos.

 

Al menos ya se habían presentado, como conocidos podría iniciar una conversación casual en cualquier momento.

 

Hacerse su amigo era la mejor opción para el si realmente quería que se abriera, sin embargo ganarse por completo su confianza para poder ayudarlo podía tomar algo de tiempo.

 

Suspiró profundamente y cerró los ojos.

 

El cansancio estaba haciendo de las suyas en su cuerpo, y sonrió pensando que aquella noche iba a dormir por primera vez.

 

–Gracias por permitirme terminar éste día con bien... –dijo con voz queda. Aquellas eran las palabras que más le gustaba escuchar en las oraciones de las personas, y decirlas el mismo era divertido –mañana lo intentaré aún más duro que hoy... –un bostezo lo interrumpió –supongo... que ya es hora... –cerro los ojos y se acomodó de costado.

 

 

A la mañana siguiente el sol golpeó directamente sobre su rostro  lo cual lo llevó a abrir los ojos con pesadez.

 

Se incorporó y estiró los músculos por instinto mientras pensaba en lo bien que se sentía el dormir.

 

Se puso de pié y miró hacia la ventana de Kuroko preguntándose si ya habría despertado, pero para no arriesgarse a ser visto se alejó con rumbo al colegio decidido a esperarlo ahí para vigilarlo un poco tal cual había hecho el día anterior.

 

Al final del día Kuroko salió acompañado por aquellos compañeros suyos con quienes salía a comer helado, o simplemente caminar de vez en cuando.

 

Entre ellos Aomine también estaba incluido, aún así no logró conseguir el valor de acercarse a ellos, así que ni siquiera fue capaz de decir hola.

 

 

Varios días pasaron en los que la escena se repetía.

Él terminaba siguiéndoles desde lejos durante un largo rato, y su protegido no se quedaba sólo en ningún momento.

 

En parte era bueno, pues aquel cálido sentimiento le decía que se estaba divirtiendo, y si no se quedaba solo no tendría tiempo de atentar contra su vida.

 

Sin embargo seguirlo desde las sombras era aburrido y triste. Hasta terminó de identificar los sentimientos negativos que habitaban en su cuerpo.

 

–Ha... –suspiró con pesadez en su lugar oculto tras las plantas, que parecían resguardarlo a voluntad, puesto que las ramas se habían abierto dándole un cómodo lugar para descansar.

 

Sin embargo a ésas alturas el dormir ahí empezaba a provocarle dolor en las articulaciones, aunque más que eso el sentía que el problema era la lejanía que tenía con Kuroko, a quién él solía estar pegado todo el tiempo, y el hecho de mantenerse lejos no le estaba permitiendo descansar de la mejor manera.

 

 

Aquélla noche finalmente pudo descansar cómo se debía.

 

Con el cansancio acumulado se perdió al fin en el mundo de los sueños, sin embargo al dormir tan profundamente se había perdido de ver salir a Kuroko.

 

–Oh no, oh no, oh no... –emprendió una gran carrera hasta Teiko para encontrarse con las puertas cerradas recordando que las escuelas cerraban los fines de semana.

 

Regresó a su cuarto para verificar su ausencia, y al realmente no encontrarlo terminó dando vueltas sin rumbo buscando a su protegido desesperadamente.

 

Tras varios minutos de búsqueda, y sintiéndose realmente cansado se sentó en una banca para descansar.

 

Miró a su alrededor, aquél parque era la última opción que le quedaba para buscar a Kuroko. Había recorrido cada uno de los lugares que él sabía solía frecuentar,  hasta que recordó aquel edificio tétrico al cual lo acompañó por última vez mientras aun conservaba sus alas.

 

Se puso de pié de un salto y se giró para echarse a correr con rumbo a aquel lugar en el cual rogaba no se encontrará el peli celeste.

 

–¿Kagami-kun? ¿todo va bien? –escuchó detrás suyo a lo cual se giró rápidamente con una expresión de alivio en el rostro.

 

–Kuroko...

 

Él más bajo le miró sereno, pero interiormente contrariado. Tan solo unos segundos atrás pudo notar un gesto tan preocupante en el pelirrojo cómo para tomarse la molestia de acercarse, sin embargo ya que lo había hecho parecía como si todo aquello hubiera sido tan sólo una ilusión.

 

–¿Estás dando un paseo?

 

–Estaba buscando a alguien, pero ya no importa.

 

–¿Seguro? puedo ayudarte si quieres... quiero decir, justo hace un momento realmente parecías preocupado.

 

–No, está bien. Ya he encontrado a quien buscaba –dijo algo nervioso, no es que quisiera delatarse pero tampoco es cómo si pudiera decir mentiras.

 

–Ah, ya veo –dijo desviando la mirada levemente hacia una dirección en específico –es Aomine-kun a quien buscabas.

 

Sus ojos siguieron en la dirección a la que el peli celeste miraba, encontrándose a la distancia con un moreno que parecía perdido mirando en todas las direcciones.

 

Abrió la boca dispuesto a responder negativamente, pero Kuroko continuó hablando.

 

–¿Has podido hablar con él el otro día?

 

–Ah... no, no le había visto desde entonces.

 

–Ya veo –dijo con voz neutra y empezó a andar en se dirección –¿vienes?

 

–... –sus ojos se abrieron con sorpresa, ahí había aparecido su oportunidad para acercarse a Kuroko –¡si! –se apresuró a contestar y le siguió rápidamente –¿y... ¿cómo te ha ido? –dijo amistosamente. Ganárselo era su objetivo y no debía perder el tiempo.

 

–Bien –respondió luego de una pausa de desconcierto observándole de reojo. Realmente no lograba comprender a aquel pelirrojo.

 

–Maldición Tetsu, ¿dónde te habías... –su ceño se frunció al notar que Kuroko no había llegado solo –metido...?

 

–Me encontré con Kagami-kun.

 

–Hola –saludó con el nerviosismo extendiéndose en su interior. Hablar con Kuroko era verdaderamente fácil, pero él lo había visto nacer. El cruzar palabras con otras personas era algo a lo que todavía tenía que acostumbrarse.

 

–No hay problema si viene con nosotros ¿verdad?–dijo sin perder de vista ninguno de los movimientos en aquél par intentando averiguar qué clase de relación llevaban, aunque era algo complicado porque casi parecía como si fueran un par de desconocidos.

 

–Claro...

 

 

Recorrieron un corto camino hasta llegar a una cancha totalmente abandonada cerca del parque.

 

Allí Aomine y Kuroko dejaron las cosas que llevaban encima a un lado, y con un balón en mano se dirigieron al centro de la cancha donde el más bajo empezó a hacer algunos estiramientos, mientras el otro lanzaba y encestaba una canasta tras otra.

 

–Y tú –al notar al pelirrojo parado inmóvil a un costado de la cancha se acercó a él –¿sabes jugar? –lanzó la pelota con brusquedad justo a la altura de su rostro, a lo que Kagami atrapó por puro reflejo.

 

–... Eso fue peligroso –su ceño se frunció ligeramente, y lanzó de vuelta intentando producir la misma fuerza.

 

–Si te hubiera golpeado habría sido tu propia culpa –hizo un pase nuevamente el cual el ángel pudo atrapar más fácilmente.

 

Lo pasaron entre ellos un par de veces más, con más fuerza cada vez hasta que quedó detenido en las grandes manos morenas.

 

–¿Qué es lo que quieres?

 

–... –sus labios se apretaron entre sí, podría ser su oportunidad de agradecer a Aomine por haber salvado la vida de Kuroko, pero él sentimiento de rabia estaba ganando en él y simplemente no quería hacerlo justo en esos momentos.

 

–¿Podemos empezar? –la voz de Kuroko les interrumpió desde la distancia, y así el peli azul emprendió su camino al centro de la cancha nuevamente.

 

Los vio empezar a jugar entre ellos, y mientras tanto aprovechó la oportunidad para recargarse en la reja que cubría todo el rededor de la cancha para respirar profundamente y calmarse.

 

–Kagami-kun ¿no vas a unirte?

 

Dio un salto al notar al peli celeste plantado justo al frente suyo.

 

–No, yo...

 

–Anda, ven –con un simple agarre en su muñeca lo halo con ellos hasta el centro y le entregó el balón, a lo cual ambos esperaron empezará con algún movimiento.

 

–... –botó el balón un par de veces imitando lo que le había visto hacer a Kuroko por tanto tiempo con anterioridad. Pero aunque incluso había planeado algunos movimientos fáciles que se creía capaz de hacer, el balón le fue arrebatado de las manos apenas intentó dar un paso con dirección a la canasta –¿qué...?

 

–Demasiado fácil –dijo burlón el moreno luego de que el balón chocando contra el aro se dejara escuchar.

 

En el turno de Kuroko ocurrió lo mismo, el balón le fue robado por el más alto y encesto con la gracia que le caracterizaba.

 

Para cuando fue su turno de defender junto al peli celeste el moreno pudo pasarlos fácilmente, pero justos cuando iba a quejarse el balón fue colocado directamente en sus manos –...

 

–Vamos Kagami-kun.

 

Una vez salió de su trance se apresuró hacia el aro, donde de alguna manera Aomine ya se encontraba plantado cubriendo.

 

Tragó con dificultad y se alejó un par de pasos pensándose en lanzar desde ésa distancia con el fin de conservar el balón, mas el chico se lanzó cual pantera al ataque, no permitiéndole más que hacer un pase a Kuroko.

 

Se sintió aliviado por un segundo, hasta que el balón apareció en sus manos nuevamente.

 

–¿Qué es esto...? –miró con sorpresa al más bajo mientras instintivamente se colocaba en posición de lanzamiento.

 

Saltó con fuerza a la vez que el peli azul lo hacía con el fin de bloquearlo. De alguna manera logró pasarlo y su mirada se iluminó sintiéndose triunfador.

 

Pero un rebote fue el obstáculo que derrumbó su felicidad en un instante.

 

–Ahhhg... –frustrado llevó ambas manos a sus cabellos, recomponiéndose al sentir un par de miradas clavadas sobre si.

 

–Valla.

 

–Buen salto Kagami-kun.

 

 

La tarde pasó tan rápido que no se dio cuenta en qué momento había oscurecido hasta que el cansancio que tanto esfuerzo físico había causado sobre su cuerpo lo hizo caer jadeante sobre el pavimento que refrescó al instante su piel.

 

–Fue divertido –dijo Kuroko sentándose a un lado suyo ofreciéndole de la botella de agua que llevaba consigo.

 

–Realmente lo fue –sonrió y dio un sorbo al líquido que le había sido ofrecido –gracias por invitarme a jugar con ustedes –dijo dirigiéndose también al moreno que se paró a unos metros de ellos ya con sus cosas encima.

 

Su sonrisa expresaba verdadero agradecimiento, nunca imaginó que el básquetbol fuera tan divertido a ése grado, y en esos momentos ya se encontraba deseando practicarlo más incluso aunque por más que trató, su avance no le permitió encestar ni una sola vez.

 

Los dos ojiazules se preguntaron por un momento si era su imaginación el brilló que casi podían apreciar en aquella sonrisa de la cual apartar la mirada era casi imposible.

 

–¿Puedo... venir con ustedes de nuevo?

 

 

Ante la afirmativa que había recibido, sus encuentros continuaron sin falta a partir de ahí.

 

Todos los días después de clases Aomine y Kuroko se dirigían a la cancha, en la cual Kagami esperaba impaciente por ellos.

 

Su sonrisa no hacía menos que brillar de felicidad en cuanto se reunían y hasta que cada uno tomaba su camino.

 

Y aparte de ir mejorando tanto en habilidades como en técnicas de baloncesto, su relación con Kuroko había progresado significativamente también.

 

Al principio se acercó a él para explicarle sobre lo básico del deporte, a lo cual sintió le era incluso más interesante.

 

Por su mente llegó a pasar la idea de jugar en uno de ésos que el peli azul llamaba "partido oficial" claro, era una simple fantasía, pero el frenesí de su cuerpo no desaparecía ni teniendo eso en claro.

 

Pero de pronto un día se habían encontrado hablando de un tema completamente externo, que le sorprendió, pero que a la vez le había hecho inmensamente feliz. Había pasado un tiempo desde que escuchó a Kuroko hablándole relajadamente de algún acontecimiento ocurrido en sus días.

 

Sin embargo pasó.

 

Y así fue que sus conversaciones habían surgido poco a poco.

 

 

Un grupo algo bullicioso pasó muy cerca de él haciéndole salir de sus pensamientos.

 

Miro a su alrededor, y el parque ya se encontraba abarrotado de estudiantes.

 

No se dio cuenta durante cuánto tiempo se había mantenido ausente de la realidad, pero ya que observaba en su entorno se dio cuenta que él estaría a punto de llegar en cualquier momento.

 

Enfocó su vista al frente en un punto determinado.

 

El punto por el cual aparecía cada día aproximadamente a la misma hora.

 

Y frunció el ceño.

 

Porque apenas la tarde anterior escuchó de boca de su protegido algo que le había desconcertado.

 

"Me alegra que estés aquí Kagami-kun. Hasta ahora la actitud de Aomine-kun parecía diferente, pero ha vuelto a sonreír un poco desde que juegas con nosotros"

 

Todo había salido de un cumplido que el peliceleste le había hecho mientras le acompañaba de camino a casa.

 

Si bien en la cancha aún eran completamente arrastrados tan solo el moreno empezaba a ponerse en ello, el esfuerzo que le costaba arrebatarles el balón ya no era una tarea tan sencilla como en un principio.

 

Y realmente podía percibir que no era el único que se divertía.

 

Pero aún así aquella cuestión le había puesto en que pensar, porque la posibilidad de que Kuroko podía no ser el único que necesitaba ayuda había aparecido.

 

 

Apenas pasaron un par de minutos cuando a lo lejos divisó su silueta.

 

Su caminar demostraba pereza pero se situó al frente suyo rápidamente.

 

No dijo nada, sólo bastó que sus ojos se encontrarán para darse media vuelta con rumbo a la cancha que les esperaba completamente libre.

 

Aomine sacó un balón de su bolsa y dejó su mochila a un lado para comenzar.

 

Kagami prestó especial atención a cada uno de sus movimientos intentando indagar más a fondo. Casi como si quisiera leer sus pensamientos.

 

Y no fue mucho lo que el moreno tardó en darse cuenta de la intensa mirada que estaba recibiendo.

 

¿Cómo no darse cuenta si el mismo se encontraba al pendiente de cada uno de los movimientos de ése pelirrojo?

 

Desde el primer momento en que lo vio ya se encontraba preguntándose donde había salido aquel chico tan llamativo.

 

Recordaba sus pensamientos al verlo por primera vez, y joder que se reprochaba incluso más que antes, pero no había ninguna palabra que lo describiera más a la perfección que "hermoso"

 

Estaba claro, gustaba de él. Ya lo había aceptado luego de pelearse internamente consigo mismo en varias ocasiones.

 

Pero incluso aunque fuera así y sintiera que en ocasiones se dejaba llevar con los acercamientos o miradas que le dedicaba, Kagami en su mundo parecía ni siquiera darse cuenta de ello.

 

No sabía si era un alivió, o por lo contrario algo desesperante, porque si es que no se había dado cuenta ya, Kuroko si que prestaba atención a los pequeños detalles.

 

Y bien, por muy lindo que fuera seguía siendo un chico.

 

Era por eso que aprovechaba mientras la sombra de su equipo se encontraba en los entrenamientos de Teiko para flirtear un poco.

 

Y aquélla mirada entonces, ¿podía ser acaso señal de que al fin Kagami había entendido sus insinuaciones?

 

No sabía, y no importaba.

 

Porque la atención que estaba recibiendo era suficiente

 

Y no pudo dejar de expresar su alegría en la amplia sonrisa que se pinto en su rostro cuando iban a la mitad de su uno a uno.

 

Lo que provocó un desconcierto aún mayor en Kagami, pero que  también le dio una extraña sensación de alivio, que le había ayudado a desenvolverse mejor a partir de ese instante.

 

 

Los minutos transcurrieron con ambos enfrascados en aquél juego que tanto estaban disfrutando.

 

Llegaron a un punto en el que sus facciones se relajaron cuando entraron a un estado de concentración donde cualquier pensamiento externo a ellos desapareció.

 

Sus ojos se enfocaban tan de lleno en los movimientos contrarios que una especie de danza parecía estarse suscitando en medio de la cancha.

 

Atacando, cubriendo y bloqueando con tal coordinación que casi parecía podían leerse la mente.

 

Aomine no estaba en su máxima capacidad, eso estaba claro.

 

Sin embargo se encontraba tan cómodo siguiendo el ritmo del ángel, que sintió en sus venas correr la sangre cómo si de uno de aquellos partidos que hacía mucho no tenía se trataba.

 

 Uno de aquellos partidos que habían convertido el baloncesto en una parte vital de su vida.

 

Y que habían desaparecido tan de pronto que a esas alturas había llegado a pensar si aquél sentimiento no había sido sino mas que una fantasía.

 

Pero no. Ahí,  al frente suyo estaba alguien que le estaba demostrando lo contrario.

 

–Kagami... –dijo de pronto aún con aquél pensamiento en su cabeza.

 

Los ojos de Kagami se enfocaron en los suyos sin perder la concentración y esperó expectante a que continuara.

 

Estaba emocionado, sus palabras simplemente salieron solas.

 

–¿En qué escuela vas? –su voz se enronqueció al pronunciar aquella oración, y Kagami se desestabilizo de pronto mientras se fruncía su ceño con desconcierto. –¿Entrarás al equipo de básquet? ¿estarás para el próximo torneo?

 

El balón había cesado de pronto en las manos del moreno que aguardaba ansioso por una respuesta.

 

Los músculos de Kagami se tensaron de la nada, y sus dientes apretados no parecían ceder incluso aunque intentó abrir la boca para soltar una respuesta que no tenía.

 

–No... yo no... –logró pronunciar luego de algunos intentos.

 

Pero luego de responder a la pregunta que le había sido hecha... ¿que se supone que iba a hacer con las que seguían?

 

En algún punto se había dado cuenta que su situación era delicada.

 

Mentir definitivamente no era una opción. No si quería volver al lugar al cual pertenecía.

 

¿Pero qué tan prohibido estaría revelarse a si mismo cómo un ángel?

 

No lo sabía.

 

Por eso debía cuidarse de no llegar a una situación en la cual se viera en la necesidad de decir nada sobre él.

 

Y aquello definitivamente no llevaba buena pinta.

 

–Tengo que irme –dijo con voz firme dándose medía vuelta decidido a marcharse, incluso aunque su oportunidad de ver y hablar con Kuroko se fuera con aquella decisión.

 

–¿Cómo? ¿porqué tan de repente? –  los ojos azules se abrieron a tope.

 

Su momentánea excitación paso a convertirse en desconcierto.

 

¿Había dicho algo malo?

 

Ya ni siquiera estaba seguro de ello, pero así como Kagami reacciono, el también lo hizo.

 

Tan rápido como pudo se lanzó hasta aferrarse a la muñeca de Kagami, quien ante la acción se giró lentamente con expresión confusa.

 

Aomine tragó duro.

 

Es verdad que la retirada del pelirrojo había sido muy repentina.

 

Pero aún así él no tenía una razón para detenerlo.

 

No es como si fueran muy amigos.

 

Casi podía decir que si Kuroko no estuviera ahí, ésos encuentros entre ellos no existirían. Y era por ése motivo que su pregunta sobre el porqué Kagami le había hablado aquella vez de la nada había sido enterrada en lo más profundo de su mente.

 

Porque de un momento a otro había empezado a temer la respuesta que pudiera recibir.

 

–Está bien... –dijo por fin luego de un rato, sin soltar aún el agarre. –No preguntaré nada más, pero quédate.

 

Kagami sintió culpa.

 

Porque claramente había sido malinterpretado, y la preocupación estaba pintada en la cara del peli azul.

 

Por su culpa...

 

–No puedo participar en ningún torneo... –dijo sintiendo ya el remordimiento de sus acciones.

 

De su desenfrenada sinceridad saliendo sin su permiso.

 

–...no puedo estar en ningún equipo tampoco, y ni siquiera puedo... –se detuvo.

 

Su voz de pronto ya no pudo salir más.

 

Pero no fue por el hecho de haberse podido frenar a sí mismo, o porque se diera cuenta que estaba cavando su propia tumba al hablar de más.

 

Nada de eso.

 

Tan solo... de pronto se dio cuenta del dolor que sus palabras le estaban provocando.

 

Estaba experimentando el sentimiento de tristeza lo por primera vez, y sus ganas de llorar no hacían sino aumentar al pensar que su situación le estaba pareciendo... terrible...

 

No se dio cuenta en qué momento había agachado la cabeza hasta que la levantó sólo para encontrarse con la preocupación tatuada en el rostro del más alto de una manera aún más marcada.

 

Frunció el ceño.

 

Nunca, en su eternidad de existencia se había imaginado que alguna vez llegaría a no saber qué hacer. Y mucho menos que aquélla indecisión suya llevara a alguien a preocuparse por él...

 

Por reflejo, y reprochándose una y otra vez por haber provocado aquella situación alzó la mano hasta apoyarla en las hebras azules. Intentando reconfortar a aquel a quien había perturbado.

 

 

–¿Algo va mal? –el tiempo que parecía haberse detenido de pronto volvió a correr cuando aquella voz les sorprendió.

 

–Kuroko... n-no te sentí llegar –dijo el pelirrojo mientras alejaba su mano de la cabeza del más alto, y el agarre que el mismo mantenía sobre su mano se aflojó lentamente hasta soltarle.

 

–Lo siento...¿he interrumpido algo? –su gesto de preocupación se marcó más ante la probabilidad, y observó a uno y al otro respectivamente –la expresión de ambos... creo que he visto mal. Perdón por sorprenderlos así...

 

–Si claro... –soltó Aomine con molestia y se dio medía vuelta comenzando a botar nuevamente el balón en un intento por deshacerse de su frustración.

 

–Qué bueno que has llegado ya –comentó Kagami sonriente –por hoy debo irme, pero me alegra el haber podido verte antes.

 

–Kagami-kun, ¿estás seguro que estás bien? –arqueó su ceja fijándose bien en el rostro del más alto. Que sonreía, pero no de la manera en que siempre lo hacía.

 

No sabía si era sólo cosa suya de nuevo, pero la idea que estaba forzándose a si mismo era tan clara cómo el hecho que la escena que había presenciado no era una de sus repentinas discusiones, cuando Kagami terminaba por enfadarse luego de ser molestado insistentemente por Aomine.

 

–Estoy bien, ¿por qué no lo estaría?

 

–Ok, entonces nos vemos mañana Kagami-kun –dijo después de suspirar y levantó la mano en señal de despedida.

 

Kagami sonrió una vez más imitando el gesto con la mano, y luego de dedicarle una rápida mirada al moreno, quién encestaba sin parar y sin fallar ni una sola vez, se dio medía vuelta y se alejó con paso firme.

 

Aumentando la velocidad con forme más se alejaba del lugar.

 

 

El resto de la tarde fue deprimente.

 

Y lo fue aún más cuando se dio cuenta. Las acciones de Kuroko habían sido a causa de un sentimiento similar al suyo. Y todo, inclusive el no estar enterado de cuál era el conflicto que tuvo o aún tenía el joven…

 

Era todo por su culpa.

 

No podía ayudarle del todo porque no sabía cuál era su problema.

 

Y si no lo sabía era porque no había estado lo suficientemente al pendiente de él para darse cuenta de que algo le estaba ocurriendo.

 

Quizá ni siquiera era un problema que venía de las últimas semanas.

 

Quizá todo había empezado desde el momento en que su sonrisa dejó de ser tan frecuente. O desde que dejó de demostrar sus sentimientos para mantenerse sereno e inexpresivo a cada momento.

 

Dar por sentado que estaba bien había sido un error por su parte. Porque repentinamente se había vuelto incapaz de entender a Kuroko.

 

Su guía se volvió imposible porque ni siquiera había sido capaz de reconocer las señales.

 

Y para colmo...

 

Kuroko si que se había dado cuenta que algo no iba bien con el...

 

–Ha... –un suspiro más salió en lo que llevaba de la noche.

 

Ni el cielo estrellado había sido capaz de distraer sus turbios pensamientos en aquélla ocasión.

 

Pero especular para sí mismo tampoco estaba sirviendo de nada.

 

Mordiendo su labio inferior se incorporó hasta quedar sentado y miró una vez más al cielo.

 

Antes de decir nada unió sus manos al frente suyo en posición de oración, y empezó a hablar con decisión.

 

Incluso sabiendo que en ése estado no sería capaz de obtener ninguna respuesta.

 

–Perdón... he sido tentado por la codicia de aspirar a algo a lo que no tengo derecho... –empezó.

 

Encontrar las palabras correctas le estaba siendo sumamente difícil, pero a pesar de eso sabía que debía sacarlo para que dejara de doler en su interior.

 

–Estar aquí fue diferente a sólo observar... y acercarme a Kuroko... y hacer lo que él hace... me hizo desear más de ello... –agachó su vista y sus manos cayeron hasta el suelo –...ir a la escuela... o jugar con más amigos...

 

Con gesto avergonzado volvió a clavar sus ojos en el vasto cielo.

 

–Por tener ésa clase de pensamientos, en serio perdón... –al final había terminado por apoyar la frente en el césped.

 

Y ahí se quedó.

 

Sin decir ni una palabra más, pero si reprochándose a sí mismo por sus carencias cómo ángel guardián.

 

Porque de seguir así no iba a ser capaz de ayudar a nadie.

 

 

 

Al día siguiente el sol resplandecía tan intensamente que fue capaz de traspasar sus párpados y despertarle muy temprano en la mañana.

 

Su cabeza dolía, pero el optimismo en él había vuelto.

 

Aquél era el día.

 

Definitivamente tendría la charla por la cual se encontraba ahí. Le haría ver a Kuroko lo bella que era la vida de manera que nunca más pudiera siquiera pensar en deshacerse de un regalo tan hermoso.

 

Terminaría de una vez sus asuntos en el mundo de los vivos para recuperar sus alas y volver a su lugar.

 

Resguardando día y noche al peli celeste.

 

Cuidándolo de cualquier mal, y guiándolo desde las sombras.

 

Nada era más importante que eso.

 

 

En sus horas de clase no había nada que pudiera hacer. Así pues busco un buen lugar en las cercanías y vigiló los alrededores hasta que la campana de salida sonó.

 

Su atención se centro en los alumnos que empezaban a salir.

 

Sabía que no iba a encontrar a Kuroko entre aquella multitud, pero sabía de alguien a quien si vería ahí, y con quien también tenía asuntos pendientes.

 

Pasaron algunos minutos hasta que finalmente pudo visualizar a Aomine saliendo de la institución.

 

Caminaba con el cansancio que parecía tener siempre encima, e incluso lo vio bostezar un par de veces antes de decidir acercarse.

 

Pero cualquier movimiento por su parte cesó al notar como los ojos azules le observaron aún desde lejos, y su camino cambio con ruta a su dirección.

 

–Bakagami, ¿qué haces aquí? –dijo al plantarse frente a él sin perderle de vista en ningún momento.

 

Su conversación del día anterior había quedado de lado. Y desde la llegada de Kuroko el no había podido sacarse de la cabeza nada de lo que había pasado.

 

Desde el desconcierto que Kagami le había mostrado al sincerarse con el por primera vez, hasta el leve rose de sus dedos sobre su cabello.

 

–Que no me llames así –soltó mirándole con resentimiento, cosa que no hizo más que producir una sonrisa de satisfacción en sus labios.

 

–Como digas –echó una rápida mirada a su alrededor restándole importancia –te... invito a comer... –el tono de su voz bajo significativamente.

 

Realmente era la primera vez que invitaba a salir a alguien quien le interesaba de una manera diferente.

 

Pero es que su deseo de saber más del pelirrojo había crecido.

 

El ceño de Kagami se frunció al intentar comprender las palabras que le habían sido dichas.

 

¿Por qué de pronto le invitaba a algo que no fuera jugar baloncesto?

 

Su actitud no había sido la mejor desde el primer momento en que se conocieron. Si bien había aprendido un poco de Aomine y de su extraño carácter, su relación no pasaba de un par de palabras de vez en cuando en sus juegos.

 

¿Pero entonces sería que al final se había logrado ganar un poco al moreno también?

 

–¿Qué hay de...?

 

–A Tetsu lo encontraremos más tarde como siempre –su tono de voz sonó más molesto de lo que hubiera deseado.

 

Sin perder de vista los movimientos de Kagami se enfocó en sus ojos.

 

Parecía dudar, y se golpeó internamente por hablar tan despectivamente de Kuroko aún sabiendo de lo excelentemente bien que ése par se llevaba.

 

–Le mandaré un mensaje para que se reúna con nosotros más tarde... –soltó en un intento por rectificar sus palabras.

 

Kagami frunció los labios.

 

No es que no le gustara pasar su tiempo a solas con Aomine, pero sus planes de hablar con Kuroko era algo importante para él...

 

Porque no sabía lo que le estaba pasando, pero si seguía desestabilizándose de ésa manera no era bueno el aplazar su retorno.

 

Volvió su vista al frente.

 

–Está bien. –Dijo al fin.

 

Si bien su reunión con Kuroko no sería en ese preciso momento, ¿qué de malo tendría esperarle en un sitio distinto?

 

Sorprendido como estaba le tomó tiempo el estabilizarse para dar media vuelta y guiar a Kagami a donde quiera que fuera a llevarlo.

 

Las cuadras pasaron y pasaron.

 

Y él ni siquiera tenía una idea de un lugar al cual ir. Todo había sido tan sólo un impulso

 

Más sorprendente fue que realmente aceptara a su invitación.

 

"¿Significaría algo?" Fue la pregunta que se instaló en su mente durante todo el camino.

 

Incluso luego de entrar al primer lugar que se cruzó por su camino e instalarse en una de las mesas la pregunta seguía rondando insistentemente en su cabeza.

 

La comida se desarrolló en completo silencio.

 

Desde que Aomine regreso a la mesa con un par de hamburguesas para cada uno no levantó su vista en ningún momento.

 

Kagami agradeció eso porque pudo consumir tranquilamente aquel producto que probaba por primera vez, y que era tan bueno que no fue capaz de aplacar su sonrisa ni por un segundo.

 

–Gracias por la comida –dijo el ángel una vez hubo terminado.

 

Los ojos azules finalmente se alejaron de la madera de la mesa hasta encontrarse con los rubíes que le observaban fijamente.

 

–Y gracias por... por jugar básquet conmigo...  y por salvar a Kuroko aquella vez.

 

Lo dijo sin pensarlo. Agradeció tal cual debía haber hecho aquel día en que su voz fue escuchada por primera vez por alguien.

 

–... De qué estás hablando –una de las cejas del peliazul se alzo interrogante mientras una ligera sonrisa de lado se dibujaba en su rostro.

 

Fue hasta ése momento que Kagami se dio cuenta de lo que había dicho.

 

–Todo eso me hizo feliz, así que... gracias... –y no terminaba de comprender porque su boca se soltaba a decir tantas cosas antes de pensarlas tan siquiera.

 

El silencio se hizo de nuevo.

 

Ninguno de los dos terminaba de entender del todo la situación, así que tampoco tenían algo para decir que les sacara del apuro.

 

Aomine se puso de pie tomando la charola entre sus manos, se acercó al basurero para tirar el contenido de la misma y dejarla en su lugar.

 

Hizo un gesto al pelirrojo para que lo siguiera y salieron del lugar sin más.

 

Las mismas calles que habían recorrido para llegar allí se reprodujeron una vez más frente a sus ojos, y no pudiendo más Aomine se decidió a romper el silencio.

 

–Aquello sonó casi como si hubiera sido una despedida –sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa y se encogió de hombros intentando que su comentario sonara casual.

 

Kagami agachó la cabeza sin saber si debía responder algo.

 

Pero el moreno continuó hablando.

 

–Eres extraño... a veces es confuso si actúas cómo un chico bueno todo el tiempo.

 

–... ¿"Actuar como un chico bueno"? –repitió desconcertado.

 

El tono de reclamo no le había pasado desapercibido.

 

–Me refiero a que... no sé qué hacer contigo... –dijo casi con impotencia.

 

¿Qué podía hacer si a veces sentía que tenía una oportunidad, pero luego parecía que sus señales ni siquiera habían sido captadas?

 

–¿Sabes lo que proponerte salir juntos significa?

 

Se detuvo de pronto, y se giró para encararle de frente.

 

Estaba ansioso.

 

¿Y si de pronto Kagami salía de su vida de manera tan rápida y sin aviso como había entrado?

 

¿Que si eso pasaba y él ni siquiera era capaz de expresar correctamente lo que su llegada había provocado en su interior?

 

¿Cómo guardárselo para sí mismo si había empezado a contar los minutos sólo para verlo una vez más a cada día que pasaba?

 

Lo tomó por los hombros con suavidad y buscó sus ojos de cerca.

 

No le fue difícil, la atención de Kagami se centró en los azules intentando ver más allá a través de ellos.

 

–Aomine... –susurró.

 

La desesperación en las palabras ajenas le estaban poniendo ansioso a sí mismo.

 

El azul en sus ojos se notaba turbio y no tenía ni idea de que hacer para cambiar aquello.

 

–¿Entiendes...? –murmuró Aomine tocando apenas con las yemas de sus dedos en una de las mejillas del ángel.

 

Kagami sintió un leve revoloteo formarse en la boca de su estómago que terminó ignorando al enfocarse en cómo las pupilas azules se acercaban cada vez más.

 

Jadeo cuando sintió el aire entrando en sus pulmones con dificultad.

 

¿Qué era aquella cercanía?

 

De continuar así iban a terminar...

 

Cómo una pareja sellando su amor ante los ojos de Dios para unir sus vidas para siempre...

 

 

Iban a besarse...

 

 

Asustado con la idea y logrando salir de su estupefacción apoyó ambas manos en el pecho de Aomine alejándolo de golpe.

 

La sorpresa estaba dibujada en el rostro de ambos.

 

Sus respiraciones pesaban.

 

Y sus corazones golpeaban con fuerza en su interior.

 

–Perdón –dijo sin saber porque se disculpaba exactamente –no puedo hacer algo cómo eso.

 

Aomine desvió la mirada y chasqueó la lengua. Reprochándose internamente por dejarse llevar a hacer algo así.

 

–No dejes de venir a jugar –volvió su vista al frente armándose de valor.

 

La realidad era que por dentro era todo un desastre, pero no iba a dejar las cosas así.

 

–Jugar contigo también me hace feliz, así que... siento por ser un idiota, pero no dejes de venir.

 

 

Tras soltar aquélla palabras Aomine había dado la vuelta y se había ido.

 

Dejándolo al ángel con un lio mental cómo nunca creyó tener.

 

Caminó con paso distraído hasta la cancha, donde pasaba tanto tiempo a cada día en busca de Kuroko.

 

No estaba ahí.

 

Pero lo que si halló fue una secuencia de imágenes que se dispararon en sus recuerdos, y un sonrojo no tardó en teñir su rostro de improviso.

 

Sin insistir demasiado en su búsqueda por los alrededores dio media vuelta para salir de ahí.

 

La cabeza iba a explotarle de tanto pensar.

 

 

Rápidamente llegó al hogar de Kuroko.

 

Se plantó frente a la entrada y ahí permaneció inmóvil durante varios minutos.

 

Debía tocar a la puerta, debía hablar con Kuroko y debía irse para que todos ésos extraños sentimientos le dejarán en paz.

 

Hizo un puño con la mano y dio un toque sobre la puerta de madera.

 

No esperó demasiado hasta que el peli celeste se asomó y le observó tan inexpresivo cómo siempre.

 

–Kagami-kun, creí que no te vería hoy.

 

–Kuroko... es que tenía que hablar contigo –dijo no con mucha seguridad.

 

Los ojos azules examinaron detenidamente al más alto.

 

A simple vista le notó alicaído, pero no dijo nada.

 

Esperó pacientemente por lo que fuera que Kagami tuviera que decir.

 

–Es tiempo de irme –dijo luego de tomarse algunos minutos –ya no me volverán a ver más, así que... quería asegurarme que cuidarán de sí mismos... y que estarán bien... –la razón por la que estaba hablando en plural frente a Kuroko era desconocida, es más,  ni se había dado cuenta que estaba hablando de esa manera.

 

–¿Te vas? –Kuroko no se esperaba escuchar aquello. Habían pasado apenas algunas semanas desde que el pelirrojo había aparecido en sus vidas.

 

Su presencia se le había sentado tan cómoda que no fue necesario mucho tiempo para acostumbrarse a él.

 

Inclusive si en realidad no era mucho lo que sabían de él.

 

Pero había dado por hecho que con el tiempo hablarían hasta conocerse del todo.

 

Kagami asintió a su pregunta.

 

Si bien se quedaría a su lado, el hecho de que no volvería a verlo merecía el despedirse adecuadamente.

 

–¿Hay algún problema? ¿puedo ayudarte en algo? –había un sinnúmero de posibilidades por las que el pelirrojo pudiera tener que irse.

 

Aquél hecho le preocupó, pero ya que habían formado un lazo en un corto tiempo, se relajó al pensar que sólo se marcharía por un tiempo.

 

–Solo cuídate. Si tú estás bien yo estaré feliz.

 

–También tú cuídate Kagami-kun... y si en algún momento tienes la ocasión, vuelve a jugar baloncesto con nosotros –dijo sonriendo levemente.

 

El pelirrojo le sonrió de vuelta.

 

Volver a ver aquella sonrisa que tanto extrañaba provoco que un ligero calorcito se extendiera en su interior.

 

Y eso le bastó para sentirse mejor.

 

No permitiría que aquel gesto volviera a desaparecer de manera indefinida de su rostro.

 

Con una segunda oportunidad a su favor haría todo lo que se encontraba a su alcance para evitar cualquier daño que pudiera atentar contra él.

 

 

–¿Hablaste ya con Aomine-kun? –aquella pregunta por parte del peliazul le sacó de sus pensamientos.

 

Su cara se torció en un gesto extraño. Porque de pronto alejarse de lo vivido en los últimos días parecía cómo algo que no quería hacer.

 

–Me gustó mucho jugar con ustedes... perdón por no poder ir más... –su voz fue susurrante.

 

Nunca hubiera imaginado que volver sería tan difícil...

 

–Estaremos esperando por ti. Seguro Aomine-kun también piensa lo mismo –dijo con aire conciliador.

 

Kagami le miró sorprendido.

 

Ahí estaba de nuevo. Reconfortándolo aún cuando era el quién debía ayudarle a con sus malos momentos.

 

Su visión se tornó nublada, y un "adiós" se le hizo imposible de pronunciar.

 

–Hasta pronto, Kagami-kun. –dijo Kuroko en su lugar.

 

Por su parte sonrió tristemente una vez más y se dio la vuelta.

 

"No te decepcionare de nuevo. A partir de hoy cuidare de ti adecuadamente"

 

Se alejó del lugar con aquellas palabras en mente.

 

Y pensando que aunque no volvería a mantener una conversación con ellos,

 

al menos los vería tendría la dicha de verlos siempre.

 

 

 

Tal cual había llegado se marchó.

 

Bastó una frase suya para que pequeños fragmentos luminosos se desprendieran de su cuerpo hasta materializar nuevamente sus blancas alas.

 

Pero las lágrimas en sus ojos seguían ahí, y la tristeza tampoco había desaparecido.

 

–¿Es normal que me sienta así... aún cuando mi cuerpo ya se ha desvanecido? –soltó al aire.

 

–Bienvenido de vuelta. –Escuchó en respuesta y poco a poco aquellos sentimientos negativos que aún permanecían en él fueron desapareciendo.

 

Junto a la soledad que le abrazo al volver a la nada que era en comparación a haber podido interactuar con alguien más.

 

–Todo allá es tan diferente... –soltó como comentario.

 

Aún así empezar a adaptarse nuevamente, con todo y la paz que embriagaba en el ambiente y que no había notado si no hasta que se alejó de ella y volvió nuevamente...

 

Todo aquello que le daba la bienvenida le llenó a la vez de dicha.

 

–¿Has conseguido lo que querías?

 

Sus labios se curvaron en una ligera sonrisa.

 

Había obtenido más de lo que creyó en un principio.

 

–Todo está bien ahora, algo así no volverá a ocurrir...

 

Ignorando aquélla punzada que sus palabras habían provocado en su interior emprendió su camino nuevamente a un lado de Kuroko.

 

Para vigilarlo como había hecho hasta el momento.

 

Aunque las oraciones dirigidas a él siguieron sin llegar.

 

 

 

Pasaron los días, las semanas, y el comportamiento que se había propuesto a observar más detenidamente le tenían realmente preocupado.

 

Miró cuando Aomine había preguntado por el al día siguiente de haber desaparecido.

 

Su gesto dolido...

 

Y cómo a partir de ahí había desaparecido.

 

De la vida de Kuroko, y del alcance de su vista.

 

Sentía la preocupación de su protegido golpeándole con insistencia cuando le veían pasar a lo lejos, y para él tampoco era demasiado alentadora aquella cara de pocos amigos que cargaba encima.

 

Hubo un par de ocasiones que había propuesto a Kuroko que se acercará a él.

 

Quizá había insistido demasiado ya que terminaba por hacerle caso aunque normalmente se seguía empeñando en ignorarle.

 

Pero en cada ocasión.

 

Cada intento que el peli celeste había tenido para intentar iniciar una conversación con el había fallado.

 

Provocando daño en el.

 

 

Aquél día estaba especialmente enfocado.

 

El comportamiento de Kuroko había cambiado desde que muy temprano en la mañana había tenido una conversación con una chica peli rosa que ya había visto con anterioridad en su club.

 

Normalmente se la pasaba tranquilo en sus clases.

 

Pero en ésa ocasión se veía inquieto.

 

Incluso había recibido el llamado de atención de sus maestros, por primera vez desde que había empezado con la escuela.

 

Y en cuanto sonó la alarma salió del recinto inmediatamente.

 

Dejando de lado el club sin pensárselo dos veces.

 

"Kuroko, estás actuando extraño. ¿Qué pasa?"

 

Preguntó probando suerte una vez más, pero su respuesta no llegó.

 

Observó el camino alarmado.

 

 

Iban de un lado al otro. Sin rumbo.

 

Pasaron por la cancha en la cual solían jugar los tres juntos, y luego de echar un vistazo a los alrededores el ojiazul suspiró con pesadez.

 

"–Algo anda mal con Aomine-kun..."

 

La voz de Kuroko resonando directamente dentro de su cabeza le hizo saltar de la sorpresa.

 

"¿Qué pasa con él?" aun con la inmensa felicidad que aquel acontecimiento debía haberle causando, lo único que se había removido en su interior fue una inmensa preocupación.

 

El peliazul avanzó nuevamente.

 

Y el silencio reinó de nuevo.

 

"Kuroko, respóndeme. ¿Qué pasa con Aomine?"

 

Intentó de nuevo con exasperación, pero Kuroko sólo iba enfocado en su camino.

 

Para cuando Kagami se dio cuenta ya habían llegado a su destino.

 

Aquél edificio que parecía estaba abandonado por la fachada descuidada que le ofrecía a la ciudad provocó un escalofrío en el.

 

"No. Kuroko" dijo el ángel susurrante sin poder apartar la vista de la edificación. "No vengas aquí, por favor..."

 

El peliazul se acercó hasta las escaleras de emergencia y comenzó a subirlas con lentitud.

 

Kagami continuó insistiendo con que se detuviera, pero la velocidad parecía incrementarse con cada una de sus palabras.

 

"Vamos Kuroko, prometiste que cuidarías de ti... éste lugar no es bueno, vámonos..." pero su voz se paró en seco cuando al llegar a la cima lo vio.

 

Estaba de espaldas a ellos, sentado al borde del techo con las piernas cruzadas observando el horizonte.

 

Su cabellera azul brillaba con el sol de la tarde, y el viento alborotaba las hebras de su cabello sin parar.

 

"Aomine..." dijo adelantándose levemente a Kuroko para observar bien.

 

Pero no fue sino hasta que la voz de Kuroko resonó en el lugar que el moreno se giró lentamente para observar en su dirección.

 

Su rostro era completamente inexpresivo. No mostró ni un poco de sorpresa cuando notó la presencia del peli celeste ahí.

 

Sólo le dedicó un pequeño vistazo, y de nuevo llevó su vista al frente.

 

–Vete de aquí –dijo sin denotar en su voz más que frialdad.

 

A pesar de que sus palabras calaron en él, no se permitió retroceder nuevamente.

 

Cómo había estado haciendo cada vez que lo había ahuyentado de su lado los últimos días.

 

Por el contrario avanzó en silencio hasta entrar de lleno en el lugar, y se plantó con firmeza en su posición para comenzar a hablar.

 

–Aomine-kun... ¿qué hacías aquí aquél día? –preguntó sin titubear en ningún momento.

 

Kagami frunció levemente el ceño y llevó su mirada de un peliazul a otro esperando a que alguno de los dos continuara.

 

El silencio le pareció eterno, pero una vez pasaron algunos minutos Aomine se resignó a contestar.

 

–Creo que sabes bien a lo que "ambos" venimos en aquélla ocasión. –Su voz fue serena. Cómo si aquella revelación no fuera absolutamente nada del otro mundo.

 

El rostro de Kuroko tampoco se inmuto.

 

El único que sintió todo derrumbarse fue el ángel, que observaba estático la escena al frente suyo.

 

–¿Entonces por qué me detuviste? –lanzó una nueva pregunta mientras sus puños se apretaban a cada uno de sus costados.

 

Aomine aventó una piedrita que guardaba en sus manos al vacio, y finalmente se puso de pié para encarar al de cabellos celestes.

 

Pensó en su respuesta tardó un rato. Mirando de un lugar a otro hasta reparar en su rostro.

 

–No quería ver morir a un amigo –dijo al fin.

 

Kuroko suspiró y agachó el rostro.

 

–Yo tampoco quiero eso, por eso aléjate de la orilla y...

 

–Sera mejor que te vayas.

 

Kuroko levantó la mirada sorprendido.

 

–Aunque sí te quedas ahí tampoco me importa... –una vez terminó de decir aquello se giró nuevamente para seguir observando aquella increíble vista.

 

Todo se veía tan pequeño desde ahí que ni siquiera tenía miedo.

 

Kagami sintió un estremecimiento y logrando salir de su ensimismamiento dio varios pasos al frente decidido a intervenir.

 

"¡De qué estás hablando! ¡Aléjate de ahí ya mismo!" dijo con la voz alterada llevando su mano hasta el hombro de Aomine.

 

Más le sorprendió lo que se suponía pretendía hacer, que el hecho de que su mano traspasara al más alto.

 

Y cayó en cuenta que no podía hacer nada.

 

Habiendo entrado en una especie de shock se giró hasta Kuroko y le miró aterrado.

 

"Kuroko... detenlo..." dijo apenas con un hilo de voz.

 

El ceño del mencionado se frunció.

 

No supo porque pero la imagen del pelirrojo apareció de pronto en sus pensamientos, así como también le pareció escuchar su voz.

 

–No puedes hacerlo... ¿qué hay con Kagami-kun?  –gritó sin pensárselo.

 

Aomine se quedó en silencio sintiendo sus hombros tensarse.

 

–Si le vuelves a ver, dile que conocerle... me gustó mucho...

 

Tanto los ojos azules, como los rubí se extendieron con sorpresa.

 

"No... no... no... en serio no lo hagas... “ dijo nuevamente por mucho que supiera que era inútil.

 

"Kuroko, por favor detenlo..."

 

"–¡No puedo!" gritó internamente. "–No puedo... no quiero esto,  por favor detenlo..." continuó con un tono de desesperación cada vez mayor.

 

Kagami se giró sorprendido.

 

Ahí estaba, con los ojos cerrados con fuerza lanzando súplica tras suplica para él.

 

"Kuroko perdóname... no hay nada que pueda hacer desde aquí..." dijo ya rendido dejándose caer de rodillas "en verdad perdóname..."

 

Llevó su vista al frente.

 

Resignado a observar lo que se venía.

 

El tiempo comenzó a correr en cámara lenta y todo sonido desapareció.

 

Aomine dio un paso más hacia el borde.

 

Realmente no le gustaba la idea de haberse distraído hasta el punto de que Kuroko llegara antes de que pudiera desaparecer en silencio.

 

Pero si lo dejaba pasar y le hacía caso, posiblemente no volvería a tener otra oportunidad.

 

–Tetsu... perdón por esto... –dijo en voz baja girándose levemente.

 

Se permitió sonreír una vez más antes de girarse y echar un último vistazo a la vista.

 

Todo eso bajo la atenta mirada del ángel, que con una sonrisa triste en el rostro estiró su brazo lentamente al frente.

 

"Renuncio..." soltó con voz quebrada. "Renuncio a mis alas... y a ser un guardián celestial..." una vez pronunció aquéllas palabras su alas se empezaron a desvanecerse poco a poco.

 

Tal cual había pasado aquella vez que decidió dejarlas de lado para estar en la tierra como un ser humano.

 

"...pero por favor... "

 

–...No lo hagas –apretó su mano en un puño, y en ese preciso momento pudo sentir cómo todas las sensaciones llegaron de golpe a su cuerpo.

 

El frio del suelo, el viento chocando contra su rostro…

 

El inmenso dolor en su interior... y las lágrimas empapando su rostro...

 

Pero nada de eso importaba porque entre sus dedos podía sentir que lo estaba sosteniendo. Y que de ésa manera, intentara lo que intentara...

 

No lo dejaría ir.

 

 

No podía creerse lo que sus ojos habían visto.

 

En un intento por confirmar que no se estaba volviendo loco llevó su vista hasta Kuroko, que desde el otro extremo miraba cohibido en su dirección.

 

Aún dudándolo llevó su temblorosa mano hasta el firme agarre en su camiseta, que apretó con más fuerza.

 

 

–No debes hacer algo así… –soltó cuando su pesada respiración al fin se lo permitió.

 

Abrió sus ojos con lentitud.

 

Todo era borroso detrás de esa espesa capa de lágrimas que cubría sus ojos.

 

Pero alcanzar a ver su silueta era suficiente, si estaba ahí… si seguía ahí todo estaba bien.

 

Halo de la tela suavemente.

 

Quería alejarlo de aquel lugar tan pronto le fuera posible.

 

Y Aomine se dejo llevar avanzando un paso hacia él.

 

–Kagami-kun… –por su parte Kuroko se decidió a acercarse un poco más. Finalmente sintiendo que aquel movimiento no provocaría un desastre.

 

El pelirrojo miro de soslayo y aquel dolor en su pecho golpeo un poco más fuerte.

 

Se puso de pie con algo de dificultad, y retrocedió hasta un lugar seguro sin soltar al moreno, que se dejo llevar tan perdido en sus pensamientos como lo estaba.

 

No fue su no hasta que se situó justo al centro de la azotea que pudo soltar un suspiro de alivio, y se dirigió a Kuroko.

 

–Lo siento Kuroko… ya no podre cuidar de ti mas… – dijo con la voz trabada.

 

Podía sentirlo.

 

Ya no era lo que había sido tan solo unos segundos atrás.

 

Había traicionado todo lo que conocía… y se había convertido en el ser más despreciable de todos.

 

–Perdóname por abandonarte…

 

No pudiendo encararlo más aparto la vista.

 

Ninguno de los tres hablo durante un largo rato en el cual el sol inclusive había comenzado a ponerse.

 

Hasta que finalmente Kagami se sintió repuesto y su mente ya se encontraba completamente clara.

 

–Tú… – dijo refiriéndose a Aomine que le devolvió la mirada rápidamente.

 

Antes que nada le guio hasta las escaleras. Salir de ahí era una prioridad, y sin decir nada el moreno nuevamente se dejo arrastrar.

 

Estaba tan dócil que era extraño.

 

Pero en su defensa, podía decir que en esos momentos se encontraba soñando.

 

No había otra respuesta.

 

–No se te ocurra pensar otra vez en querer hacer algo así… –soltó con dureza ya que habían bajado la mayoría de las escaleras. Todo el susto había pasado a convertirse en enojo.

 

Y que importaba ya, no hizo ningún esfuerzo por contenerse –¡Idiota!

 

Kuroko les seguía justo detrás.

 

No pudo evitar reír ante la escena que tenía enfrente.

 

La situación no la entendía del todo, y es que en realidad todo era muy fantasioso.

 

Pero ignoraría ese hecho. Ignoraría todos los hechos, y se centraría solamente en la felicidad de que se hayan resuelto las cosas le provocaba.

 

–Bienvenido de vuelta, Kagami-kun –dijo provocando un estremecimiento en el mencionado. –Lamento no haber cumplido nuestra promesa de mantenernos a salvo… pero me alegra que hallas vuelto tan pronto.

 

No dijo nada.

 

Pero escuchar sus palabras le había hecho feliz.

 

 

Al llegar abajo, y asegurarse de alejar a ambos de aquel lugar que tanto odiaba soltó finalmente a Aomine.

 

Quizá les debía una explicación, pero no sabía realmente que hacer a partir de ahí.

 

Solo tenía una única cosa en claro…

 

–Soy Kagami Taiga, he sido un ángel guardián desde hace milenios, y mi deber siempre ha sido guiar y proteger el alma de las personas durante su estancia en este mundo –explicó. Era la primera vez que hablaba sobre algo así.

 

  –Vine aquí porque vi que estabas en problemas… –dijo mirando a Kuroko, que estaba atento a sus palabras – y lamento no haber sido capaz de ayudarte antes de que tuvieras que pasar… por algo malo… a partir de ahora tendrás a alguien más adecuado –terminó y sonrió con tristeza al pensar que no seguiría viendo las distintas etapas de su vida.

 

Conociendo a alguien, casándose y formando su propia familia…

 

Ninguno de esos momentos que tan feliz le habían hecho con anterioridad.

 

–Y bien… tengo que irme…

 

Sin esperar alguna respuesta más se dio media vuelta y avanzo sin rumbo definido.

 

Alejarse era lo único bueno que podía hacer con ellos.

 

Porque su compañía ya no les traería nada más que infortunio.

 

No fue sino hasta que sus pies comenzaron a doler que finalmente se detuvo. Era de esa manera como su eternidad iba a ser de ahí en adelante.

 

–Así que… ¿un ángel? –escuchó a sus espaldas.

 

Se dio la vuelta sorprendido y ahí estaba.

 

Parado frente a él ya completamente recuperado del shock en el que parecía haberse visto enfrascado.

 

Intentado sonreír negó con la cabeza.

 

–No más… yo diría que en estos momentos soy algo más parecido… a lo que suele llamarse un “demonio”

 

Aomine rio.

 

–Debes estar de broma, un “demonio” no te pega para nada.

 

–Bueno… así es como es – se encogió de hombros y le dio la espalda nuevamente para continuar con su camino. –Y no me sigas, ya no te convengo más.

 

–Creo que eso es algo que me toca decidir a mí… –apresuro su paso hasta capturar su muñeca –si eres tú, no me importa seguirte al infierno…

 

Kagami le miro sorprendido y su ceño se frunció – que dices…

 

–No te alejes... incluso aunque digas eso

 

 

Deseo esa perdición contigo...

 

 


Kagami no dijo nada más.


Después de todo, unas  palabras parecidas  habían cruzado por su cabeza en el momento en el que hizo lo que hizo…

 

Notas finales:

Soy consciente, ¡ni un beso!
Pero en mi defensa... tienen el resto de la vida de Aomine juntos(?)

Gracias por leer >~<)/


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