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Me enseñó a vivir por Lemniscata

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Notas del fanfic:

Buenas, gente.
Yo no gano nada escribiendo esto, Harry Potter y sus personajes le pertenecen a JK Rowling y a compañías que se han hecho millonarias con el mundo mágico, lo único que consigo es el placer de saber que el Drarry existe. Respecto a ello, mi historia es slash, la relación es entre chico y chico, si a alguien le molesta, mejor cierre la página o vaya hacia atrás, no sea que les genere trauma de por vida.
Por otro lado, esta historia va a ir muy lenta, trata sobre la recuperación emocional y anímica de dos personas que no se la han pasado bien, así si no quieren deprimirse, mejor no lean.

¡Un placer tenerlos aquí! Disfruten.

Prólogo

 

Cuando una mirada desesperada se cruzó con la suya, supo que había problemas.

Dejó pasar a la mujer al vestíbulo, indicándole el perchero donde podría abandonar su abrigo mientras llamaba a Kreacher para que preparara té. Ella no había dicho nada desde que se había presentado delante de su puerta, no le sorprendía que la casa no hubiese avisado antes por la visita tan inesperada, después de todo, aquella bruja era una Black.

La guió hacia el salón, probablemente la dama habría analizado los cambios hechos en la mansión desde que había vivido allí, habría notado cómo Harry se había esmerado en hacer aquel un lugar acogedor, sin siquiera poder acercarse a ello. Claro, lo habría notado en el caso de no mostrarse tan nerviosa y tensa, incluso su máscara de fría elegancia dejaba entrever lo ansiosa que se encontraba. Parecía a punto de explotar o llorar y el mago no estaba seguro de querer tener a Narcissa Malfoy derrumbándose frente suyo.

Se acomodó lo mejor que pudo en el sofá frente a su visita, intentando no mostrarse tan ansioso como se sentía, sabía que la mujer estaba juntando todo el valor para explicar el motivo de su llegada o lo que fuera que estuviese haciendo en su casa. Si alguien le hubiese dicho el día anterior que tendría a la señora Malfoy sentada en su salón con una taza de té entre las manos y en un estado completamente devastado de seguro habría mandado a aquel a San Mugo. Pero ahí la tenía, con el porte de una reina, la elegancia que emanaba, el hecho que te hacía sentir inferior, sucio e indigno. Sin embargo la bruja estaba jugueteando con la taza entre sus manos, tamborileando los dedos sobre la porcelana, mirando todo nerviosa, como si no fuera capaz de decir aquello por lo que había venido.

—Necesito su ayuda, señor Potter —sonaba como si estuviera a punto de quebrarse.

—¿En qué la podría ayudar yo?

—Usted es el mago más famoso por ahora, usted derrotó al Señor Oscuro… —comenzó la mujer de forma nerviosa, fijando de nuevo su vista desesperada en el joven—. Estoy embarazada.

La noticia le impactó, no notó que había dejado de respirar hasta que los pulmones le dolieron, demostrándole la falta de oxígeno. Boqueó un par de veces y se frotó el puente de la nariz, nervioso, asustado, ¿qué podía hacer él con una mujer encinta? Él ni siquiera había vivido con un embarazo, el niño más cercano a él era Teddy, su ahijado, pero tampoco había estado muy involucrado con Tonk para saber cómo había sobrellevado aquello. Quizás la mujer quería otra cosa, no era dinero, por supuesto, ¿protección? Sintió una punzada de culpa, había estado en el juicio de ella, de ella y de su hijo y los había defendido en un gesto completamente Gryffindor, había hecho lo que creía correcto.

—Sabe que no puedo impedir que vaya a Azkaban —dijo apenado.

—No le pido eso. Sé que estuve en el bando perdedor y que hice cosas horribles, cosas por las que debo pagar, al igual que todos los demás. En las guerras se pierde o se gana o ambas. Perdí muchas cosas, entre ellas mi libertad, son las consecuencias de mis actos y asumiré la responsabilidad de ellos —mencionó como si fuera una nimiedad—, el punto es que el niño que estoy esperando no tiene por qué pagar lo que Lucius o yo hicimos. No es justo.

Harry asintió lentamente, pensando en la reciente guerra, apenas un mes atrás y sintió su corazón encogerse al pensar en todos aquellos que ya no estarían más. Cerró sus ojos e intentó recordar como respirar, últimamente le pasaba a menudo. Cuando al fin se repuso, volvió a observar a la bruja, había esperado que se calmara y lo miraba ansiosa, como si él fuera la solución a todos sus problemas. La presión por hacer lo que se esperaba que él hiciera volvió a surgir y tuvo que apartar la mirada de los ojos anhelantes de Narcissa.

—Tampoco puedo hacer mucho… Quizás Hermione sepa algo, alguna ley que impida… Pero yo no… Intenté que no la llevaran, a usted y a su hijo… Mucha gente murió… Están enojados… —sabía que balbuceaba y la mujer le sonrió, lo que lo hizo sentir peor, era la sonrisa de la derrota. Colocó lo más dignamente que pudo la taza sin beber sobre la mesita de centro, se levantó y apoyó su mano en el hombro del Niño Que Vivió.

—No le estoy pidiendo que me libere, señor Potter, conozco las leyes, conozco mis derechos. Solo quiero salvar a mi hijo, quiero asegurarme de que estará bien. Draco sufrió mucho en esta guerra y no pude hacer demasiado, le fallé. No quiero que este niño pase por el mismo tormento… Si usted se vuelve su padrino, estará protegido, nadie tocaría a un pequeño a su cuidado, incluso si es de una familia de mortífagos —la mujer volvió a sentarse y le observó suplicante—. Por supuesto, cae en usted si acepta ser el padrino.

Padrino…

Eso le recordaba a Sirius, que había sido asesinado por la tía del futuro crío y le recordaba a Teddy, sus padres, muertos en guerra. Se mordió el labio inferior, angustiado. Aquel pequeño que traería Narcissa tenía todas las de perder. No tendría familia al menos hasta que fuera mayor y solo si esta no hubiese muerto en prisión, poseería un apellido por el cual sería repudiado en el mundo mágico, probablemente sería odiado, sería la víctima del odio de aquellas familias que habían perdido todo, de aquellas familias que habían creído que solo por estar del lado de Harry Potter saldrían ilesas. Respiró hondo, calmándose. Volvió a mirar a la mujer y esta vez había decisión en sus ojos. No iba a permitir que una pobre criatura sufriera por algo que ni siquiera era consciente. Por un momento pensó en los Durleys y asintió hacia la mujer que tenía enfrente.

—Acepto.

 

 


Dos meses después había recibido una carta del ministerio, explicaba que Narcissa Malfoy había tenido a un niño de nombre Alioth y que como ningún pariente cercano podía hacerse cargo de él, la responsabilidad caía en el padrino, en este caso él. Todo el escrito era muy oficial, impersonal y triste, horriblemente triste. Le citaban al día siguiente para buscar al niño y le informaban que una bruja le ayudaría con todo el procedimiento legal.

Ya había hablado con sus amigos y los Weasley sobre aquello, incluso se lo había comentado a Andrómeda que había reaccionado de la mejor manera, había asentido y había murmurando que era mejor una educación por parte de él que por una familia loca de sangre pura, le había deseado suerte y le había ofrecido ayuda. Hermione se había negado en un principio, pero le basto unos segundos para cambiar de opinión, tal como en quinto año había apoyado a los elfos, estaba decidida a apoyar a un pobre niño hijo de horribles personas. Aquella mujer habría servido como política. Los Weasley habían reaccionado de diferente manera, Ron se había molestado, había gritado y luego había bromeado, diciendo que era lo más irónico del mundo. Ginny no podía aceptarlo, dejó a Harry con un ultimátum y aún no iba a buscarla para pedirle perdón, las visitas a La Madriguera se habían vuelto incómoda por ella, que se sentía cada vez más enfadada porque su novio no hacía nada para intentar recuperarla. Molly y Fleur habían reaccionado igual que Hermione, la primera porque era madre por naturaleza, la segunda… bueno, dudaba un poco su razón de aceptar, pero era bueno.

Cuando había intentado cambiar la casa para hacerla más acorde a la llegada de un niño, se dio cuenta que era demasiado peligrosa, grande y oscura como para poder criar a uno, además habían muchas habitaciones que no visitaba porque le recordaban a la guerra, partiendo por la cocina. Compró una casa cerca de los Weaslys, pequeña, pero acogedora, además quedaba cerca del mar. La llenó de hechizos de protección para niños y acomodó una habitación para el pequeño Alioth, hasta el último momento había ido cambiado colores, muebles y formas. Había terminado por dejar un cielo que de noche era estrellado y de día mostraba un cielo veraniego con unas pocas nubes, el suelo alfombrado de un color verde césped y las paredes con dragones que se movían de aquí para allá. Teddy se había mostrado fascinado y había tenido que abrir un cuarto para él para cuando se quedara, aparte de esos dos y el suyo, había uno de visitas, que consistía en Andrómeda cuando su nieto se quedaba, Ron y Hermione. Su hogar era tranquilo, pero acogedor, se había encargado de ello y, sin querer, había estado pensando siempre en cómo sus padres habrían actuado con él.

El día en que tuvo que ir a recoger a Alioth se encontraba excesivamente nervioso, las manos le sudaban y el corazón parecía querer salirse de su pecho. Era ridículo, no se había sentido así desde esa cita con Cho en quinto año y ahora solo iba a recoger a un pequeño bebé.

Llegó al Ministerio, cubriendo como podía la cicatriz. Se había colocado un hechizo glamour, pero tampoco estaba seguro qué tanto le funcionaría. Le llevaron con una vieja bruja quien lo trasladó a la prisión y luego lo llevó a la celda de Narcissa. La mujer estaba medio sentada en su cama con un pequeño bebé en brazos, blanco como la nieve, con el cabello rubio platinado. Estaba tan arropado como podía, prendas limpias, pero viejas. Estaba seguro que era la primera vez en siglos que un Malfoy debía vestir así.

Se acercó a ellos y observó a la mujer, se veía mucho más vieja y cansada, casi enfermiza, pero tenía una sonrisa que la hacía ver mejor, más relajada e incluso hermosa. Narcissa cuando no estaba despreciando a los demás era una mujer bella.

—Alioth, él es Harry Potter, tu padrino. Vivirás con él hasta que alguno de nosotros pueda salir. Bueno, Draco o yo, hasta el momento estaremos cuidándote desde aquí —besó la cabeza del bebé y fijó sus ojos en los del gryffindor—. Puede tomar a un elfo doméstico de la mansión, Holly estará encantada de atender a mi hijo, ella estuvo a cargo de Draco, sabe cuidar a un pequeño Malfoy.

—¿Un elfo no debería ser fiel a un lugar? ¿Cómo vendrá conmigo?

—Olvidaba que usted no ha sido bien criado —otra vez el gesto despectivo—. Los elfos domésticos son fieles a sus amos, Holly irá con usted. Y hablando de eso, usted también tendrá acceso a la mansión cuando lo necesite, también a nuestra cámara en Gringotts, aunque veo que no tiene problemas para meterse en lugares que no le pertenecen.

Harry enrojeció por la vergüenza y el coraje, pensó en dar media vuelta e irse, pero el llanto infantil le hizo detenerse. Observó embelesado como la bruja calmaba al bebé. Delicada, pero firme, una madre aristocrática. Potter sonrió y se acercó de nuevo a la pequeña familia, sintiendo que la vida no era justa para esa nueva vida. Un mago les fue a decir que el tiempo se había acabado, parecía contrariado por el hecho de que el Salvador del mundo mágico estuviera allí con la esposa de un mortífago.

Narcissa le entregó al pequeño con reticencia, buscando tenerlo el mayor tiempo posible. Harry lo acomodó contra sus brazos, había estado practicando cómo cargar a un niño, pero ahora se le antojaba demasiado pequeño, demasiado frágil. Su corazón le dolió, no podían separar a una madre de su hijo de esa forma.

—La mansión y los duendes saben que usted está al cuidado de mi hijo, no crearán problemas. Lamentablemente no tuve tiempo para comprar nada para Alioth, tendrá que hacerse cargo usted de eso. Cuídelo bien, sé que no podrán visitarme, esperaré que el tiempo pase lo más rápido posible. Debe hablarle de mí, de Lucius y de Draco —la mujer pareció dudar un momento antes de besar la frente de su hijo, quizás por última vez—. Espero verte pronto, Alioth. Recuerda que te amo.


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