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Desviado. por Momino

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Notas del fanfic:

Hola. Bueno este es mi segundo fanfic "largo", ya que los demás que tengo son one-shots (que por cierto, los invito a que se pasen a leerlos). Yo sé que tengo un fanfic que no he concluido, sin mencionar actualizado, pero qué se le puede hacer. A veces unos tienen más ideas para otras cosas (como en este fic) que en las otras.

Sin más les recuerdo algo importante: Los personajes no me pertenecen, son completamente propiedad de Masashi Kishimoto.

Notas del capitulo:

A leer.

 

Capítulo  1.

 

                Su pecho subía y bajaba con rapidez conforme sus pasos, los cuales no duraban más de un segundo en el mismo lugar.  Sus garras rascuñaban cada elemento que se osaba interrumpir en su camino; los callos de sus manos se irritaban cada vez que levantaba su propio cuerpo, al mismo tiempo que sus brazos hacían fuerza para secundarlos.

                La agilidad que poseía para subirse a los techos y brincar de un lado a otro era sumamente envidiable. Dejaba asombrados a sus perseguidores con una clara molestia al no ser capaces de mantener la misma velocidad que aquel fenómeno ladrón.

                Miró por encima del hombro sin detener por más mínima la velocidad y enarcó una sonrisa triunfante de oreja a oreja, demostrando la  evidente malformación de caninos sobrehumanos que poseía.  Sin pesar, se dejó caer en un abismo entre un edificio y otro, aterrizando con las rodillas dobladas y las manos en el suelo. Sus orejas se irguieron por debajo de su gorra advirtiendo alguna amenaza mas no percibió nada cerca.

                Se incorporó con fatiga dejando un suspiro en el camino. Aferró con las palmas callosas para corroborar la permanencia de su mochila en la espalda y se adentró a un hueco en la pared de un largo muro que limitaba los andares de la aldea. Con facilitad y monotonía, desprendió pequeñas piedras que evitaban su intromisión y una vez del otro lado su olfato se inundó de libertad.

                Inhaló fuerte y llenó sus pulmones de aire fresco y aroma a cedro.

 

 

                Los puños se estrellaron con fuerza en su escritorio. No era la primera vez que recibía la misma noticia en lo que llevaba los últimos años. No podía ser posible que los robos hubieran aumentado a un 10% en la aldea. Sin embargo, lo que más le carcomía hasta en los sueños era el sospechoso dueño de aquellos delitos; siempre con las mismas características:

-“Un chico de no más de 19 años, piel morena y ojos azules.”-pero no era eso lo que le causaba insomnio- “Posee una gran velocidad y fuerza en los brazos, capitán. Nos es imposible seguirle el paso.

                Gran velocidad y fuerza.

 Siempre eran las mismas palabras en cada diferente saqueo. Sería demasiado estúpido de su parte no darse cuenta que todo se trataba de la misma persona la cual siempre se salía con la suya. Dudaba a veces de su capacitación, no obstante luego hacía memoria que solo con ese ingrato les eran imposibles salir victoriosos.

                Muchos de sus subalternos comenzaban a extrañarse de que su jefe no les mandara a advertir a la población o hacer un llamado a través de los medios un “se busca”, pero él no era idiota. No se trataba de cualquier persona, sino de una en especial. Un Desviado.

                Había hablado con él durante los últimos treinta robos al inicio de ese año. No le había gustado para nada la idea de que un Desviado hiciera aparición en su aldea, por lo que le ordenó mantenerlo en secreto y tratar de capturarlo lo más rápido posible, sin causar sospechas o algún sobresalto.

                Pero ya estaba cansado. Parecía que se burlaba de ellos, de sus vanas capacidades humanas.

                Chasqueó la lengua y apretó más los puños causando una palidez en los nudillos. Tendría que tomar medidas drásticas.

 

 

                Itachi se había ido como cada semana, esta vez le había dejado una nota en el frigorífico donde le decía que de nuevo viajaría y que pronto regresaría. Le costaba aún comprender como su hermano podía sobrellevar la reciente muerte de sus padres. Tal vez quizá peregrinando de aquí para allá era la manera de mantenerse estable. Sin duda, una de las muchas cosas que no concuerda con su hermano.

                Con pasos lentos y seguros, tomó la cesta de ropa sucia que se encontraba en su cuarto para dirigirse al patio.

                Le tomó un poco más de una hora para terminar de lavarla y se apresuró a tenderlas en un hilo que mantenía tenso de la pared a un árbol de su patio, como cada semana.

                Desvió la mirada a la rúa, no había mucha gente en ella. Era un día tranquilo y el sol lo predecía.  Torció la cabeza para el otro lado y se topó con el límite del poblado. El muro de piedras era parte de su casa y el linde del pueblo. Más allá se encontraban árboles de  pino y cedro que parecía no tener fin.

                Se metió las manos en los bolsillos de los pantalones, cerró los párpados unos segundos para después entrar a su hogar a hacer los deberes que como sucesor de sus difuntos padres heredó.

               

 

                Su mirada se afiló cuando vio que el hueco de su pantalón se había hecho más grande de lo que había predicho.  Esa huida pasada le había costado un pantalón nuevo. Hizo un puchero al recordar que tendría que adentrarse al pueblo para costar de nuevo su bienestar. Si fuera por él, ya hubiera dejado que ese orificio se agradara hasta desmoronarse por completo, sin embargo eso requería andar casi en calzones en la aldea para robar otro, por ende mostrar una parte de su anatomía que no quería y por obvias razones llamaría la atención de cada transeúnte. Incómodo, movió la extra extensión de su cuerpo dentro de los pantalones que lloraba por libertad. Suspiró incómodo, por más que la llevara siempre así, su cola nunca estaría a gusto en un lugar tan apretado.

                Descalzo comenzó a caminar despreocupado por las ramas y piedras que pisaba; estaba tan acostumbrado su cuerpo a la vida semisalvaje que no le molestaba en absoluto. Se detuvo cuando divisó el paredón de rocas apiladas y se ajustó la gorra, la cual le servía más para esconder sus peludas orejas que por el mismo sol.

                Entre vertederos y cosas que se encontraban detrás de los hogares de los aldeanos se escondía en busca de un objeto en específico. Sin embargo, parecía increíble que ese día no estaría a su favor.

                Brincando de muro en muro, techo en techo, encontró lo que buscaba. Un gran patio que poseía un enorme árbol frondoso de que de ella se alargaba una serie de vestimenta. Al fin había dado en el clavo.

                Dejó escapar una risilla traviesa de solo pensar que se robaría los calzoncillos y pantalones de algún desafortunado. Sin más contratiempos, se impulsó hasta el vacío y cayó en el césped con ligereza cual fiera.

                Si no fuera por su ausencia de calzado, no hubiera podido pasar desapercibido tan rápido como ahora, además de que no era la primera vez que hacia este tipo de diablura de mal gusto, más no fue tanta la fortuna cuando al  bajar sus manos con una serie de pantalones oscuros, se topó con la figura de un hombre que lo veía completamente descolocado detrás del ventanal que daba hacia el jardín.

                Más tardó en responder al llamado de aquel muchacho que salir disparado de aquel lugar con la ropa claramente hurtada.

El hombre detrás del ventanal no podía creerlo, estaba siendo ¿asaltado? Si es que a eso se le llamaba robo. Podría ser muy egoísta al preocuparse por sus pantalones, ya que no era como si fuera el objeto más costoso y valioso de su morada, no obstante, quién se creía ese tipo de adentrarse a su terreno sin su consentimiento; eso no se lo permitía a nadie.

                Sus piernas comenzaron a aumentar la velocidad con el propósito de alcanzar al intruso, pero qué rayos, era demasiado rápido ese canijo. Afiló sus ojos negros con un claro enojo al  verlo subirse por la muralla que dividía el poblado con el bosque, parecía que no le había costado absolutamente nada de esfuerzo. No es que se tratara de un debilucho, era solamente que ese ladrón podría rebasarle un poco sus capacidades, pero solo un poco.

                Podría no ser tan rápido como él, pero al menos era más inteligente, por lo que hizo uso de la última fuerza de sus piernas, para quedar a unos metros de él y saltar lo más alto posible y tomar  entre sus manos una extensión de los pantalones que llevaba en la mano aquel intruso con gorra anaranjada.

                Se llevó una exclamación cuando sintió un tirón entre la ropa que se había robado. Desconcertado volteó el rostro al ver al pelinegro jalándolo con sus fuertes brazos. Nunca un humano lo había alcanzado. No hasta ahora. Sin esperarlo, un último jalón hizo de las suyas tirándolo en el suelo con todo y las prendas aferradas.

                Lo último que recordó desde el suelo, fueron esos ojos negros fruncidos con rabia y un puño estrellándose en su rostro.

Notas finales:

Espero que les haya gustado. Más que un capítulo es como una pequeña introducción, pero de todas formas ahí esta y cuenta. 

Me gustaría que me dejen sus comentarios con respecto al fic, si les gustó o no. Eso me alenta muchísimo.

 

Nos leemos pronto.

 


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