Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Anormalidad por Vampire White Du Schiffer

[Reviews - 16]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes de Yugi-oh! no me pertenecen, esto es creación de fan para fans. 

Notas del capitulo:

Después de una larga temporada fuera de la categoría, ayer recordé que siempre quise presentar una historia donde los dragones son más sinceros que sus dueños. 

 

+ : : : : +

Eran aproximadamente las dos de la tarde cuando la campana sonó con antelación, era extraño pues no suelen darnos pronto descanso menos estando tan cerca de la temporada de exámenes. Mis amigos aprovecharon esta oportunidad para hacer planes y salir a comer todos juntos. Al fin habíamos recuperado la tranquilidad, la misma antes de que el abuelo de Yugi fuera abducido por Pegasus. Respiré con profundidad, agradecido por tener la buena suerte de contar con tan leal grupo cuando la sombra de alguien enturbió mi día.

–Confirmando. Mismo lugar y hora –dijo el magnánimo Seto Kaiba mirándome por encima, como suele hacer –. Esta vez no llegues tarde.

–Hunm –gruñí por respuesta, me levanté de mi pupitre cuando él me jaló del brazo.

–Responde.

–Dije que ya veremos –me zafé. Di alcance a mis amigos y los convencí de que aquél encuentro no significaba peligro.

–Viniendo de ti lo dudo –se burló Tea.

–¿A qué te refieres?

–Nada~ -sonrió –. ¿A qué se refería con el mismo lu…?

–¡Tengo hambre! –exclamé de pronto –¿Por qué no nos apresuramos?

–¡Joey, espera, todavía no me respondes! ¡Joey!

 

 

Creo que no había podido contar al desocupado lector que no todo es paz en mi vida después de haber regresado a la ciudad y recibido ayuda de Yugi para la operación de mi hermana. Algunos monstruos del juego insisten en salir de sus respectivas cartas y deambular por las calles, no todos, al parecer como me explicaron Yugi y su abuelo debía tratarse de particularidades, ellos insistieron en que debíamos mantenerlo en secreto, lo más que se pudiera sabiendo que se trata de un enorme monstruo, de los demás.

Lo que causó desconcierto, más que la situación en sí misma, al abuelo fue que mi dragón negro de ojos rojos salía del mazo con un firme propósito, lo descubrí la primera noche.

–¡Dragón de ojos rojos, te ordeno que regre…! ¡Regresa!

Sin embargo mi bestia alada persistió en su idea y tuve que correr tras él todo el camino, al ser las doce de la noche las calles de mi barrio suelen estar desocupadas, no así de las avenidas principales, más de uno me miró como si me tratase loco… era casi una suerte que mi dragón fuese negro y por un poco de sentido común se alejase de las luces.

Cuando creí que mi dragón disminuía la velocidad de su vuelo con pánico descubrí que se dirigía a la mansión Kaiba. ¡No me podía estar ocurriendo! ¿Sería que mi dragón quería vengarse de Kaiba por una razón que yo mismo desconocía? De inmediato la seguridad alertó mi llegada, cuando intenté explicarles… pero me altero con facilidad, no fue fácil hablar porque ni yo mismo entendía la primera noche.

Déjenlo pasar –la voz del dueño de Corporación Kaiba sonó distorsionada por el intercomunicador, sólo así los monigotes de negro me soltaron, incluso me escoltaron hasta cierta parte de la mansión.

Mi pulso comenzaba a recuperar su normalidad durante la caminata cuando en el enorme patio me topé con una escena que volvió a alterarlo: estaba el dragón blanco de ojos azules de Kaiba y mi dragón negro de ojos azules felizmente acurrucados el uno al otro, el primero al sentir mi presencia irguió su cuello cuan largo era y me miró amenazante.

–No te acerques mucho, está así desde que salió –lo escuché a mis espaldas y por instinto accedí a su recomendación –¿Sabes lo que está pasando aquí?

–Creí que lo sabrías, sino será mejor que te largues.

–Ajá –fruncí el ceño –¡El que está cómodamente debajo de tu maldito dragón es mi ojos rojos! ¡Devuélvemelo!

–¿Crees que lo robé?

–¿No eso hiciste? Tiene toda cara de ser otro de tus intentos de robo –me crucé de brazos –. No me iré hasta que me devuelvas a mi monstruo.

–Será mejor que nos apartemos, el mío empieza a alterarse –me dio la espalda y comenzó a caminar.

–¡No me ignores!

En eso el rugido del ojos azules recorrió mi espina y todo mi sistema indicó que debía huir rápidamente, no me fijé en dónde ponía los pies, sólo sabía que mis zancadas debían alejarme de la bestia, así que tienen que creerme, no fue deliberado chocar con la espalda de Seto Kaiba.

Llegamos hasta el balcón que daba directo al jardín donde continuaban nuestros dragones dándose mimos. Seguía sin creer lo que pasaba cuando la burlona sonrisa del empresario me encabritó.

–¿Qué tiene de gracioso esto? ¿No te das cuenta que si estos dos no estuviesen tranquilos destruirían media ciudad?

–Sé retener al mío –se sentó en un diván –, estaba practicando un nuevo dispositivo precisamente con ojos azules y cuando disponía todo para guardar mi mazo él se negó a obedecer, inmediatamente activé los candados y por eso no pudo salir como el tuyo.

–Entonces tú estás detrás de todo este embrollo.

–En absoluto.

–Eso no responde a mis preguntas, rico bastardo –murmuré.

–Si lo que creo es correcto deberán estar tranquilos hasta que el efecto, o lo que sea que los mantenga en el mundo real, acabe; por otro lado parece que tu ojos rojos no se quiere apartar del mío, dudo que haga daño. Y lo que me causa gracia es que has venido en pijama.

–¡¿EH?! –tenía razón. Por eso todos me miraban como si fuese un idiota –. Estaba entrenando y listo para dormir –intenté excusarme.

–Lo que yo propongo es que ambos dragones permanezcan aquí hasta que descubramos qué los trajo y con ello la manera para regresarlos a sus cartas, sería conveniente que tú también accedieras a quedarte.

–Eso… eso jamás –me crucé de brazos nuevamente, para evitar que su mirada se topase con mi poco varonil pijama –, volveré a casa.

–¿Vestido así?

–Podrías prestarme alguna gabardina.

–Me niego, sólo concedo que vivas aquí para evitar que tu dragón note tu ausencia.

¿Cómo es que había llegado a esta situación? Por suerte con todo el jaleo ocasionado el pequeño Mokuba despertó y sirvió de mediador.

–Qué complicado –resumió el niño –, pero creo que mi hermano tiene razón, Joey. Tu dragón vino contigo detrás, nada nos garantiza que se quede igual de obediente si te vas, ¿Tendrá algo que ver con lo que decía Yugi respecto a ese mundo de sombras que mencionó después de lo de Pegasus?

–¡Eso me recuerda, Yugi debe saber qué está pasando! Debo ir con él.

–Eh… Joey, no lo consultes –recomendó Mokuba sonriendo nerviosamente –, sería incluso mejor que ni lo menciones.

–¿De qué hablas?

Después de discutirlo un par de veces más, estaba rindiéndome al sueño cuando acepté.

–Sino es molestia quisiera quedarme en el salón, así podré verlo –me preocupaba sinceramente lo que pudiera ocurrirle a mi dragón. Ya en sí era inexplicable todo esto y añadiendo su comportamiento no hacía más que marearme. Mira que venir directamente a recibir cariñitos de un dragón rival… ¡Un macho! Vaya, con tanto involucrado había olvidado el asunto de la sexualidad. Maldito Seto Kaiba, ¿por qué de todos los dragones del mundo tenía que ser el tuyo?

Esa fue en síntesis la obra de teatro que he venido protagonizando desde hace dos meses. Claro que a la primera noche nos dimos cuenta de que se desvanecieron a la primera luz del día… para volver a ocurrir a las doce, una y otra vez. Cuando se lo conté a Yugi me convenció de que sería temporal, ya que junto al Faraón estaba encargándose de eliminar las brechas, pero eso no tranquilizaba mi corazón.

Tener que ver al pomposo empresario durante clases y dormir en su casa todos los días confundía mi vida, no era esta la tranquilidad que esperaba recibir después de que fuese derrotado Maximilian. Mokuba empezó a explicarme que su hermano solía dormir poco pero desde que mis visitas se tornaron regulares, regularizó su agenda para conciliarse con Morfeo. Eso sonaba bien, quizá eso le quitase lo amargado.

Así las cosas cuando este día que se nos dejó salir temprano de la escuela, después de haber pasado tiempo con mis amigos, pasé a mi casa por la mochila especial para la misión: mudarme el fin de semana, desde este viernes, en la mansión Kaiba. Suspiré, del bolsillo de mi pantalón saqué la carta donde ojos rojos permanecía durante el día.

–Dime amigo, ¿por qué insistes en salir?

 

 

–Me alegra verte, Joey –saludo Mokuba –, será una lástima que no pueda jugar a las cartas contigo esta vez.

–No hay problema, me quedaré el fin de semana –dije con resignación –, podemos jugar mañana.

–Eh, no. Me voy de campamento.

–¡Pero si tú fuiste el que me pidió me quedara aquí por tres noches, no me dejes solo, pequeño traidor!

–Lo siento, lo siento –sostuvo sus manos frente suyo y reía sin parar –, pero no quería dejar a mi hermano solo tantos días, ¿harías esto por mí, no?

–Otra cosa debiste aprender de tu hermano –hice una mueca –, además de manipular a las personas.

–El C.E.O. consigue lo que quiere –mantuvo gesto victorioso.

 

Todavía faltaban dos horas para que llegase el momento en que mi dragón saliera a ser cortejado por los ojos azules. Maldito dragón, tiene mayor actividad que yo mismo. Eso es deprimente.

Aproveché la hospitalidad de la mansión y comí como niño malcriado, lo que nunca, tanta gula provocó a la pereza. Me dejé caer en el camastro que daba a la piscina hasta quedar dormido.

Humedad.

Húmedo, húmedos mis labios.

–Rayos, ¿empezó a llover? –me incorporé lentamente tallando mis ojos, sobresaltándome al ver que Kaiba estaba sentado al lado mío –¡Eh, bienvenido! –solté sin saber qué otra cosa podía haber dicho.

Pero eso lo alegró.

–Estoy en casa –sonrió. Eso cimbró mi cuerpo, qué diferente es ese seña a la que habitualmente da con desprecio o burla –. No tarda en ocurrir.

–Ah, claro –lancé un último bostezo y me estiré –. Mokuba me pidió que te avisara, se fue por el fin de semana.

–¿Eso hizo? –dijo sorprendido –. Se lo recompensaré después.

No entendí, así lo dejé. A veces es mejor no saberlo.

 

 

Colocamos nuestras cartas boca arriba, a las doce en punto ambas resplandecieron hasta dejar que las dos bestias se encontrasen. Verlos surgir siempre me conmocionaba, debía ser genial tener un solo propósito en la vida: ver lo que se añora a tu lado, pero es triste tener media vida si el hechizo sucumbe ante la primera luz del día.

–Es triste –no me di cuenta que mis pensamientos habían alcanzado a Kaiba.

–Al menos se tienen.

–Pero, ¿hasta cuándo?

–Creí que querías terminar esto cuanto antes.

–Ya no –rodé los ojos –, en estos momentos no se trata de mí, ha sido egoísta mi forma de pensar.

Antes de que ocurrieran estas anormalidades nunca pensé en sostener una conversación pacífica con el gran Seto Kaiba.

–¿Quieres que cancele la investigación? –la propuesta me dejó estático.

–¿Harías eso? ¿Aunque signifique ver a un perro de barrio todos los días invadiendo tú casa?

–Es por esa razón que detendría todo, incluso –se me acercó –haría todo para obstaculizar lo que tu amigo esté haciendo. Quiero que vengas a mí todos los días.

–¿Por qué? –continué quieto, creí que si me movía algo podría romper la quietud de esto. Ah, ahora te entiendo ojos rojos.

–Me sosiega saber que estarás aquí cuando llegue –colocó ambas manos sobre el mármol del barandal, conmigo en medio –, ya debiste darte cuenta de lo que quiero de ti.

–Por eso los dragones están así –quise mirarlos, pero la mano de Kaiba me obligó a mirarlo, solo a él.

–Tu dragón ha elegido a mi dragón, no esperes otra señal –me besó en los labios –. He esperado por hacerte esto.

–Me es familiar el sabor de tu boca –retrocedí asustado –, no es la primera vez que lo haces –empecé a enojarme.

–Por supuesto que no, pero han sido mientras estabas dormido. No cuenta.

–¡Claro que cuenta! –lo empujé, pero siguió como muro delante de mí. En eso sentí que ojos rojos también se alebrestaba.

–¿Ves? Tranquilízate, deja que te haga lo mismo que hace ojos azules con tu dragón todas las noches.

–Creo que me está diciendo que corra –fruncí el ceño.

–Todavía no existe lugar en esta tierra para que puedas esconderte de mí –replicó con cierta diversión.

–Idiota –rodeé su cuello con mis manos y le impedí que continuara lanzando amenazas de psicópata –. Una vez que las cosas vuelvan a su lugar terminaremos con esto.

 

 

No mentiré, al menos no respecto a esto: Kaiba siempre será un grandísimo ególatra y ese magnetismo atrae a cualquier idiota como yo, especialmente cuando de antemano sabía cómo es él con la gente que le es preciada, di constancia de ello cuando antepuso la vida de su hermano sobre la suya. Un pobre diablo como yo puede perder fácilmente la cabeza por detalles como esos. Por eso empecé a fantasear, a imaginar un mundo en que yo, por primera vez y fuera del círculo de amistades, fuese también así de importante para alguien, ¿por qué no de Seto Kaiba? ¿Es que no tengo derecho a engañarme? ¿A dañarme a mí mismo apuñalando mi corazón con cada ilusión que nunca veré satisfecha?

Y si un hecho completamente inesperado como nuestros dragones buscándose mostraron el camino, ¿por qué no aprovechar la oportunidad para tomar detalles de su vida para añadirlas a la pintura mental que soñaba? Ahora sabía cómo gustaba el café, qué perfume se desprendía de su ropa cuando estábamos cerca, cuáles palabras tiernas le podía decir a su hermano cada que debía ir al trabajo. Joey, amigo, estás perdido.

Porque sabes que pasado el domingo Yugi habrá terminado su deber, tu vida volverá a ser la de antes y todo esto podrá irse olvidando poco a poco.

 

 

Sus ojos azules serían lo primero sobre mi piel, más no lo último. Acercó su boca a la mía, pasando la mano derecha sigilosamente por mi cintura con especial desliz sobre la línea de la ropa interior.  Sus caricias eran dulces, placenteras pues llevaba días ansiándolas, aunque eso no frenó la sorpresa y el miedo cuando dos dedos se adentraron en terrenos más oscuros.

El aliento cálido, un suspiro abandonado en mi oreja antes de morder el lóbulo de mi oreja. Debí sonrojarme como doncella boba, su risa me lo dijo. Me sorprendía que no podía hablar, en otra situación me había imaginado que él tomaba una brusca iniciativa y me poseía como las bestias en celo.

–Creí que te gustaba rudo –murmuré.

–Me encanta –atrapó mis muñecas con una mano y las llevó sobre mi cabeza.

Un par de juegos previos, mi vientre sentí su entrepierna, pasé saliva con dificultad, ¿en verdad eso podría…? Lo que tenía seguro era el tamborileo incesante de mi corazón le mostraría mi caótico estado. Mi alma parecía arder en su propio infierno.

Mordí mi labio inferior mientras tomaba nuestros inhiestos miembros para estimularlos, puse mi rostro sobre su hombro, tratando de gemir bajito, no quería que recordara tener un hombre debajo de él, o podía arrepentirse. Aunque me confundió que deliberadamente jugara con mis pezones, pellizcándolos, dándoles suaves mordidas.

Dejó un sendero de besos, empezando por mi cintura hasta llegar a mi boca, se entretuvo en mi cuello. Succionando. No sabía mucho de sexo, pero para mí era un experto, sabía dónde tocarme para lograr un delirio que desataba una adicción para suplicarle lo hiciera de nuevo.

Mi respiración se tornó difícil. Cuando su cabeza descendió de nuevo hasta mi cintura sabía concretamente su objetivo, pero nada me preparó para la excitación que provocó cuando pasó su lengua sobre mi virilidad. Mi espasmo y el líquido blanquecino fueron anuncio y resultado.

Por mi orgasmo arrancado mis piernas temblaban, él se colocó entre ellas, y su cara volvió a estar a la altura de la mía. Sus dedos inmiscuidos en mi zona noble fueron insoportables, puse todas mis fuerzas en evitar quejarme.

Pero mis lagrimales poco obedecieron, Kaiba mostró complacencia. Ese maldito sádico. Besó cada gota. Llevó la mano a su miembro y comenzó a introducirse en mí. Fue reacción instintiva lo que me orilló a clavarle las uñas en su espalda, dolía como mil infiernos.

Era urgente que me acostumbrase, no quería perder detalle en absoluto. Susurré su nombre y lo sentí expandirse dentro de mí. Los movimientos de su pelvis fueron más rápidos, haciendo que los muelles de la cama rechinaran con la música de los amantes nocturnos.  

Durante estos días él dejó de lado todo trabajo, estuvimos juntos desde el alba hasta más allá del ocaso. Nuestros dragones disfrutaban con sólo permanecer juntos, era algo que yo también quería disfrutar, sin embargo sí era consiente de cuándo Cenicienta tenía que volver a su calabaza. La madrugada del lunes dejé a Kaiba dormido en su alcoba, bajé al jardín y ambos dragones ya me esperaban.

–Lo siento, amigo –dije a ojos rojos, me pareció que ambos entendieron a lo que me refería. Aún quedaban dos horas para el amanecer cuando lentamente las figuras de ambas bestias fueron perdiendo nitidez. Yugi lo había logrado, recuperé mi carta y a ella volvió mi dragón negro de ojos rojos. La guardé en mi bolcillo y salí de la mansión a escondidas, como ladrón.

 

 

No quise presentarme a la escuela sino transcurrido el medio día. Mis amigos se mostraron preocupados pero les expliqué que ya todo había terminado, nadie salvo Yugi entendió exactamente a lo que me refería. Me causó sorpresa que Kaiba no regresó por una semana. Seguramente había encontrado un nuevo proyecto al cual dedicar su tiempo, aunque de ser así seguramente su hermano menor se preocuparía.

Sospecha que se volvió certeza cuando recibí una llamada de Mokuba. Me pidió que acudiera a visitarlo, como en aquellos días, traté de no escucharme ruin o cobarde pero Mokuba Kaiba tampoco sabe recibir un no por respuesta. Aquí me tienen, se me indicó que el empresario estaba en el jardín. Al asomarme por el balcón efectivamente lo encontré.

–¿Ahora eres jardinero? –inquirí a sus espaldas, él se volteó lentamente.

–Sabías con exactitud cuándo iba a terminar –reclamó, yo asentí. No tenía caso seguirlo ocultando –¿Por qué no me lo dijiste?

–Quería aprovecharme de ello –me encogí de hombros –. Lo siento.

–No, no lo lamentas en serio. Me mentiste.

–Oculté información, no es lo mismo a mentir.

–Traicionaste mi confianza.

–Incluso… incluso si me odias, estaré bien con ello –mi pecho experimentó llameantes dagas incrustándosele –, porque me gustas. Nada podrá cambiarlo.

–¿Odiarte? ¿Crees que una jugarreta como estas la permitiría si te odiara?

–Mírame y dime qué es lo que ves –enfrenté sabiendo que no iba a responder –, un donnadie es lo que tienes delante de ti, tampoco existe método en el mundo que cambie esa condición. ¿La herencia Kaiba estará dispuesta a permitir que un cero a la izquierda altere la ecuación?

–Te hace bien el papel de víctima –subió las escaleras hasta que quedamos a dos palmos –, pero sólo si yo soy el que te hace llorar.

–Es por ti, estúpido.

Aprovechó la brecha provocada por mi estado, sacó mi mazo. Sabía qué buscaba.

–¿Qué haces?

–De verdad no creías ingenuamente que me quedaría quieto después de que me abandonaste, ¿o sí? –a su derecha se elevó una plataforma con paneles, casi idéntico a una arena de duelo donde apareció el dragón blanco de ojos azules.

–¿Cómo lo hiciste? –pregunté, sinceramente asombrado de volver a ver a mi dragón en la vida real.

–Tu error siempre es subestimarme –sonrió fantoche –. Yo decido qué o quién es digno de mí, igual que ojos azules –levantó mi mentón –. Voy a someterte, aun si tenga que usar la fuerza, ya eres mío en cuerpo sólo falta subyugar tu alma, sin embargo preguntaré como si tuvieras opción, ¿qué quieres, Wheeler?

–Que mi dragón esté con el tuyo.

–Te condenas al mismo destino que él.

–Es lo que pido –sonreí.

 

 

Después de ese día me mudé, mi padre no se opuso. Han ocurrido muchas cosas, pero ninguna como la que me trajo a la mansión Kaiba. Es una suerte que mi dragón supiera lo que mi corazón quería, quizá si no hubiese salido de mi mazo jamás me habría dado cuenta de que todo lo que yo podía querer estaba enmascarado en mi mejor enemigo. 

 

FIN.

Notas finales:

¡Espero les guste! 
Los comentarios son combustible que no daña el medio ambiente :D


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).