Oscuridad.
Así definió su vida, un pozo negro de donde no daba como salir. Su destino fue cruel al dejarlo sin más ayuda que su propia fuerza.
Esa fuerza lo obligó a cometer actos atroces sin ninguna alternativa.Muchos le temían incluso los adultos más salvajes.
Pensó que su vida en algún momento terminaría a manos de alguien más fuerte que él, pero hasta que llegase ese instante no moriría, lucharía con todo lo que tenía.
Entonces ocurrió.
Una frágil luz se abrió paso hasta llegar a él.
Cómo podía algo cruzar ese mar de desesperación hasta llegar a su mano.
No le tenía miedo, le observo unos instantes, en sus ojos no había rastro de desprecio, ni cólera solo existía curiosidad a cerca de...
Esa persona era mala, buena no importaba con un simple movimiento acabaría con su vida y veía algún rastro de peligro. Esos dos habían cruzado camino en esta vida.
Un adulto, que como cabe esperar de un buen adulto era confiable. Así que simplemente le brindó una ligera luz para que el mocoso demonio saliera a jugar con él, o simplemente lo acompañara en sus días más cansados diciendo con su sola presencia que su vida no había sido un desperdicio y que cuando no estuviera más en este mundo, un pequeño acto bueno lo redimiría quizás del juicio de gran rey del inflamando.
Más allá de todo, solo quería que ese niño estuviera a su lado.
Un niño demonio que solo conocía maldad, putrefacción, un mundo de soledad al ver un simple gesto de bondad se conmovió,
Un niño que nació de las entrañas de la muerte, que creció alimentándose de la sangre de los muertos y que se empezaba a consumir poco a poco.
Quería tocar ese el rayo de luz y pensó que no sería malo, que ese adulto que le pareció un bueno para nada no sería un demonio como los otros.
Puede que con esa cara tan tonta, sea el mejor adulto que jamás verá.
El único.
Y así.
Como un cuento para niños.
Iniciaron su camino.
El futuro parecía pintar cosa buenas.
Comer.
Dormir.
Jugar.
Pelar por simples tonterías.
Aprender.
Enseñar.
Bromear.
Sonreír.
Respetar.
Al lado de alguien aunque sea un simple acto ya no era tan solitario como antes.
Estar acompañado ya no era peligroso. Soñar no significaba la muerte.
Por fin en un largo tiempo podía confiar sinceramente a una persona, puede que con el tiempo su mundo se abriría mucho más y vería colores que antes no, hermosos sentimientos crecerían en su corazón.
Y con mucha suerte amaría hasta quedarse sin aliento, entregando su todo.
Por cierto este niño compartía una historia similar con otro nacido en un lugar diferente.
Uno con cabello plateado, un gusto obsesivo por el dulce y gran habilidad con la espada. El otro con el cabello de color negro, mal carácter, pero con una alma muy amable.
Y ese adulto, que le sonreía también existía para el otro niño demonio.
En lugares diferentes dos niños Oni (demonio).
Y dos adultos buenos para nada los acogieron.
Esperemos que esos dos se encuentren, sería muy divertirlos verlos jugar.
Dulces sueños mocosos Oni.