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Away from here. por darkness la reyna siniestra

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Notas del fanfic:

Que les digo hermosuras, esta historia esta inspirada en la cancion Flay away from here de Aerosmith, si no han oido a esta banda lejendaria, les invito a hacerlo.

Espero con todo el corazon que les guste esta historia cuya pareja protagonista es Saga y Camus, es primera vez que la utilizo, asi que no sean tan crueles porfa n_nU

Notas del capitulo:

Bien como saben Saint Seiya y sus personajes no me pertenecen, asi como la letra de la cancion que aparecerá en todo el fic. Son propiedad de Masami Kurumada y Aerosmith, y yo no gano ningun fin lucrativo con esto más el de hacerles pasar a ustedes un rato bonito.

 

 

 

Era una época tallada con dureza sobre los años largos. Dos especies se debatían en sanguinarios encuentros para librar lo que cada parte tomaba como suya, de a su criterio una plaga que debía ser exterminada con rapidez y rudeza. No podía ser de otra manera, ambos bandos se odiaban a muerte eterna, nada bueno podía surgir de la unión de ellos –según las ordenes de cada líder–. Pero había algo en toda esa matanza y destrucción que nadie conocía, que estaba oculto en medio de tanta sangre

 

Aquellas especies que se juraban odio eran los humanos con su destrucción y pocos sentimientos, con su impureza y su malicia aun por encima de los otros. Y los ángeles de la guerra…

 

Los ángeles; hombres alados de gran atractivo físico y fuerte carácter deseaban aniquilar a los humanos con la fuerza de un huracán y de igual modo los hombres terrestres quienes querían ser la única raza reinante de la tierra. El líder de los alados era un hombre fuerte de cabellera azul llamado Aspros, este a su vez, tenía dos hijos gemelos llamados Saga y Kanon, el mayor era Saga quien además era primer oficial de su ejército de ángeles guerreros. Cuando Aspros se ausentaba por algo, era Saga quien se encargaba de suplir a su padre.

 

Los hombres humanos también poseían un líder que ordenaba y planeaba los ataques y defensas en contra de los ángeles: Degel era su nombre, y era conocido por ser un hombre frio, inteligente y calculador y que, al igual que su rival tenía un hijo: el príncipe Camus, que era el primero en las filas de combate de su padre, y su soldado más fuerte…

 

Había habido muchos encuentros entre los mortales y los alados, pero hubo uno en particular que cambiaría muchas cosas para dos de los guerreros más fuertes de cada batallón.

 

 

 

Tenemos que encontrar la manera, no puedo esperar otro día
nada va a cambiar
si nos quedamos así
tenemos que hacerlo
porque está en nuestras manos, todos cometemos errores pero nunca es demasiado tarde para empezar de nuevo... tomar otro aliento y decir otra plegaria....

 


Era uno de esos días grises y fríos que calan hasta los huesos, Degel le había ordenado formar a sus más fuertes guerreros y salir en una hora, un espía enviado a la entrada de la montaña donde habitaban los ángeles, les había mandado un mensaje con un halcón donde informaba que los alados planeaban atacarlos por sorpresa. Fue por ello que Degel había enviado a Camus a encontrarlos antes de que aquellos los emboscaran.

 

Aspros le había encargado la misión de invasión y eliminación de los mortales en su nombre pues él estaba reunido con los miembros de su consejo para planear un ataque a gran escala en contra de los alevosos humanos.

 

Saga había aceptado aquella orden de su padre con honor, decidido a cumplir el deber que se le ordenó, sin imaginarse lo que sucedería…

 

Los dos ejércitos se encontraron de frente en una cadena de montañas arenosas. Saga era el que iba a la cabeza de los guerreros alados, mientras que Camus era el que guiaba a los hombres armados y enardecidos  con deseos de lucha tormentosa, la mirada del peli turquesa se entrecerró en odio al igual que la verde del peli azul quien le miraba como un asesino a su peor enemigo, y eso es lo que el príncipe era para él.

 

Ángeles y humanos lanzaron un gruñido al dar inicio a la contienda, y ambos numerosos grupos de salvajes chocaron sin consentimiento, golpeándose, insultándose, matándose, odiándose… hasta que finalmente ambos representantes de los reales líderes se encontraron frente a frente. Camus blandía su espada con elegancia y maestría en lo que Saga luchaba con dos largas dagas. Lucharon enfrascados en su honor y en el de su especie, querían asesinar a su rival y declarar la victoria sobre su cuerpo sin vida frio y marchito. Y Saga casi lo lograba…

 

De un rápido movimiento de sus dagas, el peli azul mandó a volar la espada de su adversario quien quedó desprotegido, la mirada de Camus se agudizó más que cuando el encuentro empezara, Saga no se detendría; hizo girar su cuerpo veloz para arrojar al príncipe al suelo arenoso dolorosamente y ahí, a sus pies, a su merced, de un movimiento tan ágil como el mismo aire. Cortó el tapaboca que el peli turquesa llevaba en la parte baja de su rostro ocultando su nariz y labios.

 

Más Saga se quedó de piedra al ver la cara del otro hombre a sus pies. Era simplemente hermoso… aunque su mirada refulgiera de odio y respirara agitadamente por verse a punto de ser destruido por el que se había quedado prendado por su belleza. Saga retrocedió en estado de shock, Camus solo lo miró molesto, tomó el tapaboca que estaba partido y se alejó del otro a gran velocidad. Estaba desarmado, no podía enfrentar al ángel y eso le pesaba.   

 

Desde ese entonces, Saga no había podido quitarse al joven príncipe de la cabeza, el enfrentamiento terminó con unos cuantos de los suyos muertos y con la mitad del batallón mortal exterminado.

 

Había pasado una semana desde que vio la cara del príncipe por primera vez y aunque solo fue un breve momento, para Saga había sido una eternidad y ni aun así consideraba que era lo suficiente.

 

Quería ver de nuevo a Camus, saber de él. Sabía que podía secuestrarlo pero esa no sería una buena manera de comenzar algo –porque él quería más de lo que debía o podía aspirar– debía hacer algo o terminaría enloqueciendo.

 

Nadie, ni siquiera su hermano Kanon conocía aquello que oprimía el pecho del primer oficial. Con cada día que pasaba, el peli azul se desesperaba más por saber del menor hasta que después de darle innumerables vueltas al asunto, llegó a la conclusión de que se estaba enamorando de su enemigo de guerra…

 

Para Camus, la situación era un poco similar. Tras aquel encuentro en el que decidió huir al verse desarmado y perder a la mitad de su ejército y en el cual su padre lo reprendió severamente. Camus no podía quitarse la imagen de ese ángel, su rostro, sus ojos verde, su cabello y su porte tan… indescriptible –según las palabras del mismo príncipe guerrero–. Y si, Camus por primera vez en sus 22 años de vida, se estaba enamorando de una ilusión prohibida.

 

Ambos hombres sabían que aquello que empezaba a crecer en sus corazones no podía ser, era peligroso y además atentaban en contra de su propia raza el amar al enemigo. A parte de eso, tanto Camus como Saga, tenían miedo de que el otro no sintiera ni por cerca lo mismo que ellos sentían. No querían odiar al contrario solo por no ser amados, sino porque debían hacerlo.   

 

 


Y volar lejos de aquí, adonde sea
no importa
solo volaremos lejos de aquí
nuestras esperanzas y sueños están en algún lugar allá afuera
no dejemos que pase el tiempo, solo volemos lejos de aquí.

 

 

 

Existía una región neutra, una que no era ni de hombres, ni de ángeles. Y ahí sucedió…

 

Era una hermosa noche de luna nueva, un cielo despejado donde se podían admirar a las estrellas por montones en la lejanía incierta del infinito espacio. Degel estaba en una reunión importante con reyes y duques de otras regiones con la idea de unir fuerzas para vencer a los guerreros alados, Camus estaba cansado de vivir como lo estaba haciendo y al mirar la luna brillante por la amplia terraza de su recamara, solo pudo preguntarse si aquel ángel también la estaría viendo… y así de la nada, al bello príncipe le surgió una idea, volteó a ver hacia atrás la puerta de su pieza y con una sonrisa traviesa trepó los gruesos barandales de piedra y descendió  hábilmente por las enredaderas que cubrían la pared del muro hasta tocar el suelo del exterior.

 

Sabía que Degel no lo necesitaría, él nunca estaba en esas reuniones de igual manera, a él lo que le gustaba era ir al campo de batalla y luchar.

 

Sabía bien a donde ir: quería ver la luna en su máximo esplendor. Por ello, se encamino ansioso a un claro que yacía en aquella zona neutra donde cualquiera podía ir sin ser amenazado de muerte.

 

Al llegar se quedó maravillado al ver tanta belleza ante sus ojos azules como el cielo nocturno del que la luna plateada era la única soberana. Camus se sentó sobre el poco césped  y admiró con la inocencia de un pequeño soñador.

 

Había pasado de ese modo alrededor de media hora en el que la calma lo reclamó como suyo, cayendo dormido el príncipe en un sueño insolente que lo volvía presa fácil para los deseos que se reflejan en los sueños. Estaba solo con la luna y las estrellas, y uno que otro cometa que caía como lagrima del manto nocturno. Hasta que alguien nuevo acudió a aquel paisaje sacado de lo más bello de la imaginación de la vida; Saga había ido a aquel mismo lugar donde Camus había llegado y donde ahora reposaba.

 

Las alas del peli azul, se movían con suavidad creando una pequeña corriente de aire que movía algunas hojas muertas del suelo. Hasta que finalmente sus botas tocaron tierra y pudo ver con fijeza a aquel que dormía acunado por los astros.

 

Saga, abrió los ojos sorprendido y sin más se acercó a Camus quien ignorante seguía aletargado en la fantasía lejana. El ángel se hincó para admirar su rostro apacible y bello que lucía más blanco a la luz de la luna.

 

El guerrero alado no pudo resistirse a tocarle en los labios y esto, Saga lo quisiera o no, termino por despertar al menor que al ver al mayor se alarmó y como reflejo, se alejó lo más rápido que pudo.

 

Era algo lógico, Camus no tenía ningún arma con la cual defenderse por si el motivo del ángel frente a él era atacarlo… pero lejos estaba aquello de ser el motivo que Saga tenia para acercársele, así que simplemente el peli azul sonrió.

 

 

–¿Qué haces tú aquí? –inquirió Camus, visiblemente sorprendido.

 

 

Saga en otro tiempo, quizás le hubiera dado una altanera respuesta o bien,  pudo no haberle dicho nada. Pero las cosas eran diferentes, y lo que más quería en esos momentos ya que el destino y los dioses así le dieron la oportunidad, era que ese humano y él comenzaran a conocerse.

 

 

–He salido a tomar aire y a admirar la belleza que la luna ofrece a los seres… veo que tú has hecho lo mismo.

 

 

Camus no bajaba la guardia, pero aceptaba que lo que su adversario de batalla decía era realmente cierto, e interiormente le dio la razón al mayor.

 

 

–Estaba cansado de estar encerrado en el palacio, nunca creí que los ángeles también vinieran a este sitio.

 

–No todos conocen de este lugar, solo yo. Y no he querido decirles a los míos porque  perdería su magia…

 

–Vengo aquí casi a diario, cuando estoy triste o molesto. Mi padre no sabe que escapo para venir, si lo supiera quizás pondría barrotes en mis ventanas.

 

–¿Te protege mucho? –Saga estaba realmente interesado en lo que Camus decía.

 

–Tiene qué… soy su mejor guerrero.

 

 

Camus bajó la cabeza al decir lo último, nunca supo con certeza si Degel le quería o simplemente le consideraba valioso por lo que hacía en una batalla. Lo cierto era que si pudiera cambiar un poco su vida lo haría sin pensar.

 

Y de esa manera, de uno y mil temas más, hombre y alado se pasaron gran parte de la noche secreta hablando de sus sueños y desvelos. El príncipe no creyó posible que algún día se abriera con uno de sus enemigos. Y Saga no imaginaba que todo lo que una vez pensó se extinguiera para dar paso a lo que estaba sintiendo ahora por aquel hermoso mortal.

 

Las horas volaban entre las palabras y el acompañamiento mutuo de dos almas solitarias, Camus decidió marcharse antes, y Saga lo vio partir entre las sombras de los árboles cuidando sus pasos en la lejanía.

 

Esa noche, todo había dado un giro inesperado para ambos, un giro que cambiaría para siempre todo lo que conocían y querían. Y desde esa noche, hubieron muchas más donde cada vez crecía más el rosal de emociones dormidas que esas dos almas germinaban y que regaban con esperanzas que aguardaban en un secreto inimaginable para los que yacían a su alrededor.

 

 

 

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Un mes entero de noches habían pasado llevándose encuentros de sangre y otros de besos… desde aquella noche de luna nueva en la que hablaron civilizadamente por vez primera, ambos guerreros habían descubierto en el interior del contrario, lo que más añoraban: amor.

 

Tres veces por semana, Saga y Camus se encontraban furtivamente en aquel claro de bosque donde sus pieles se unían hasta erizarse, sus bocas se devoraban hasta doler y sus manos se apropiaban de la ajena y prohibida piel de ese cuerpo que desmoronaba el autocontrol y la fiereza por la lujuria y la pasión de la inconciencia sobre un mañana que podía tener su nombre escrito en los rayos del sol.

 

 

Esta vida parece dura ahora
no importa yo estoy a tu lado
y cuando quieras
podemos subirnos a un tren y buscar un lugar mejor
porque no queremos dejar nada que guarde nuestras penas
tal vez tú y yo podemos empacar maletas y golpear el cielo.

 

 

El príncipe se entregaba con total convicción al primer oficial, Saga besaba con devoción el blanco cuello del más joven, mientras que sus manos recorrían con delicadeza la suave piel de esas piernas que ocultaban  el que sería su paraíso. Los gemidos dulces de una garganta virgen que gozaba ser acariciada, y la lengua de un hombre de vidas pasadas que intentaban animosamente de llegar al nirvana mental.

 

Una entrega completa estaba siendo presenciada por la luna menguante, y el cielo estrellado parecía sonreír ante aquella danza divina de seres que se aman aun a voces calladas. Saga expandía sus alas para tener mejor equilibrio al estar sobre el joven príncipe quien recorría con sus dedos los contornos de las mismas con tal dulzura, que el ángel no pudo más que vibrar de emociones revueltas.

 

 

–Camus… eres un ángel… –susurró Saga a su amante antes de besarle en los labios.

 

–Tú me convertiste en uno. –respondió el menor cuando se hubieron separado.

 

 

Las caricias iban y venían, los dos hombres yacían completamente desnudos para deleite de su compañero en aquella escena de ensoñaciones despiertas. Saga estaba sobre el cuerpo del príncipe, las pieles de sus vientres, de sus piernas y de su hombría se rosaban exquisitamente en contactos prolongados y tibios de un calor profundo que se sentía como la gloria de una victoria.

 

La mano izquierda del de grandes alas, se aventuró a viajar por el costado de la cintura fina de su hermoso amante, luego por su vientre plano y bien esculpido hasta que finalmente, encontró lo que ansiaba su ser: la virilidad ajena que se alzaba magnifica como bandera de guerra así como la suya, igual de firme e imponente. Goteante, deseosa. Mojada…

 

El peli azul masajeaba aquel falo con cuidado desmedido, esto hacia al otro gemir y suspirar con apuro y cadencia, quería más del sensual contacto, y lo hizo saber moviendo sus caderas al compás de estocadas imaginarias al aire que formaba el poco espacio entre ambos cuerpos ardientes.

 

Dejó entonces el ángel de besar el pecho fuerte de su amado para descender entre besos húmedos en línea recta hasta su hinchado miembro. Una vez hubo llegado, Saga dio leves besos en la punta rojiza y goteante, besos que hacían al príncipe retorcerse de placer haciendo que inconscientemente en su delirio, llevara sus blancas manos hasta la azulina cabellera de su ángel de pasiones. Saga marcaba el ritmo de sus besos hasta que finalmente lo metió de a poco en su boca, sacándolo y metiéndolo consecutivas veces hasta que lo envolvió por completo entre sus sensuales labios propinando así magistrales succiones que provocaron espasmos en el cuerpo que reposaba sobre su espalda en el verde pasto que había crecido hace poco.

 

Camus sentía su ser como nunca antes en su vida, un placer tan grande lo envolvió por completo, su razonamiento había sido cegado de la manera más maravillosa y lo único que podía hacer era gemir el nombre del otro hombre que lo estaba haciendo suyo solo con sus labios.

 

 

–Sa-Saga… Sag…a

 

 

Saga escuchaba aquella armónica voz perdida en deseo, haciendo que el suyo aumentara a niveles infinitos e impensables. Usó su mano derecha para ayudarse, tomando el tronco del sexo del otro y succionando más afanoso con su boca la parte superior; bastaron unos cuantos apretones y chupetones más para que Camus explotara su orgasmo en la boca del alado oji verde quien engulló con gusto la simiente de su pequeño príncipe de la guerra.

 

Las mejillas del peli turquesa estaban totalmente rojas y su respiración agitada ante tal descarga de sentires varios. Estaba apenado con el mayor por no haber evitado mancharle el rostro, pero en lugar de verse molesto. Saga, estaba realmente fascinado saboreándose los labios con la lengua ante la mirada azul del menor.

 

 

–Saga yo… lo siento… –trató de disculparse, pero el más alto se acercó rápidamente a él para besarlo en los labios, haciendo de este modo que probara su propio sabor.

 

 

Todo lo que acontecía, todo lo que sentía y lo que estaba haciendo era algo muy nuevo para él, Camus nunca se había fijado en alguien antes. Jamás imaginó llegar al punto en el que se encontraba actualmente, pero a pesar de eso no se arrepentía de nada, estaba seguro del amor que Saga sentía por él así como el que él mismo le tenía al peli azul.

 

Sintió entonces la mano de Saga adentrándose en medio de sus piernas, pero esta vez, el objetivo del alado no era su intimidad, sino algo más profundo. Camus dio un respingo al sentir la invasión de uno de los largos y fuertes dedos del oji verde, adentrándose en su interior aun virgen y puro.

 

Saga le regaló una sonrisa de dulzura que lo hizo tranquilizarse. Confiaba tanto en ese guerrero, sabía que nunca le haría daño y que no haría algo que él no le autorizara.

 

Con algo de trabajo, Saga se abrió paso entre los sellados anillos de carne de Camus, cuando pudo al fin atravesar la barrera. Con su dedo realizó movimientos de entradas y salidas para que el interior se lubricara y cediera con mayor facilidad. El oji azul daba quedos gemidos que alentaban al otro a continuar con lo que hacía, así que más seguro que al inicio, Saga se aventuró a ingresar otro dedo y luego un tercero que entraba y salían con libertad dada la buena lubricación y dilatación que había adquirido.

 

El príncipe se hallaba perdido entre tanto placer que golpeaba a su cuerpo, el primer oficial seguía metiendo y sacando los dedos mojados de esa estrecha cavidad. Hasta que sin pensarlo encontró el punto erógeno que hizo a Camus soltar un gemido gutural y una exclamación ahogada.

 

 

–Saga… por favor ¡Hazlo ya…!

 

 

Jadeante, excitado y deseoso. Camus tenía los ojos fuertemente cerrados mientras su boca abierta liberaba su sensación quemante. Saga sonrió.

 

 

–Como usted diga, mi príncipe…

 

Volvió a posesionarse sobre el humano, tomó las piernas de este y las separó lentamente. Situándose entre medio de las mismas, acarició con su palma todo el muslo izquierdo para seguidamente, llevar la misma mano hasta su propia hombría donde acarició todo el tronco para distribuir uniformemente la humedad de la punta. Cuando hubo terminado, acercó la goteante punta rosácea a la entrada de Camus y posteriormente entró cuidadoso en él.

 

Camus se quejó, el tamaño era mucho, le estaba doliendo. Saga notando esto, se inclinó hasta poder verse de frente y en esa posición, le besó con ternura en la boca para luego ir hasta su cuello dándole sensuales chupetones en esa área pero sin dejar de empujar para entrar por completo en su cuerpo.

 

Y sin darse cuenta, sin dolor. Saga estaba llenándolo por completo, este se había quedado quieto para esperar a que el menor se acostumbrara a aquello que aparentemente había sido más difícil de lo que parecía. Luego de unos interminables momentos, Camus se movió hacia delante indicando a Saga que ya podía moverse.

 

El mayor no esperó mucho ante aquella señal e inició un rítmico movimiento hacia adelante y hacia atrás. Conforme lo hacía, el peli azul sentía algo caliente y bastante húmedo mojarlo desde el interior de su pequeño; supuso que era sangre pues sabía que Camus era virgen hasta ese momento en el que él acababa de hacerlo suyo, esto le preocupó, de ninguna manera quería lastimar al mortal, pero nada podía hacer ya más el de ser más cuidadoso.

 

Su entrega seguía pero con movimientos más delicados y profundos, la suavidad de la piel de Camus era lo más mágico para Saga, los dos se estaban volviendo locos ante la esencia del otro. Y les gustaba porque se amaban con la misma fuerza y fiereza con la que luchaban en las batallas,

 

La temperatura subía indomable en cada uno de esos atractivos cuerpos de ensueño, las estocadas certeras estaban dando de lleno en el punto íntimo donde empieza la cuenta regresiva de un volcán que dormía profundamente y estaba por dar en erupción por primera vez en su existencia. Los sonidos universales que dan anuncio a algo grande, algo ansiado. Saga gemía en el oído del que estaba debajo de su peso quien le seguía en el mismo cantico.

 

El alado podía prever lo que sucedería, en su vientre se sentían las vibraciones de un orgasmo latente y poderoso. Las caderas se movían solas en busca del contacto con la contraria, Camus podía sentir el palpitar que recorría su espina dorsal y que le hacia las piernas temblar a cada lado de las caderas del mayor; se besaron de nueva cuenta, esta vez enrollando sus vivaces lenguas en un ardiente contacto que secaba la sed que los gemidos les robaban.

 

 

–Saga… Saga…

 

 

Repetía incesante el más chico de los dos hombres. El nombrado sabía perfectamente a lo que su amante se estaba refiriendo, iba a dejar correr su esencia entre sus vientres; así como el mismo estaba por dejar su semilla en el interior del príncipe guerrero. Lo ansiaba, dejar su huella y marcar su pertenencia.

 

El menor era suyo y nadie iba a alejarlos nunca, aunque tuviera que dejarlo todo por Camus: su padre, su hermano, su pueblo, su guerra. Lo dejaría para volar con el hombre que le había robado la fiereza y la había reemplazado por una bella ilusión que ahora lo llevaba a fundirse entero.

 

 

–Camus, mi Camus… te amo.

 

 

El ángel y el hombre se estremecieron acompañados de una fuerte exclamación que rompió la calma de la noche sublime, ambos dijeron el nombre del otro mientras el placer de una entrega completa los bañaba desde adentro hacia afuera. Camus sentía en su intimidad esa sensación de vacío cuando Saga se retiró aun con un delgado hilo de simiente uniendo su sexo a la entrada que acababa de profanar y con esto, un caminillo de sangre que se perdía entre las blancas piernas combinado con su lechosa sustancia.

 

Se acercaron mutuamente para abrazarse y decirse en susurros al oído cuanto se amaban, y solo las estrellas y la luna sabían aquel secreto.

 

 

–Saga… –llamó el menor.

 

–Dime pequeño.

 

–¿Qué pasará si nuestros padres descubren que tú y yo estamos juntos?

 

 

Saga, se quedó pensativo mirando la luna. Tras algunos minutos de mutismo, abrazó con más fuerza al hombre entre sus brazos y habló:

 

 

–No lo sé mi niño… solo sé que pase lo que pase, nunca te dejare.

 

–Ni yo a ti.

 

–Mi padre me dijo hoy que mañana habrá un enfrentamiento con los tuyos…

 

–Sí, lo sé. Mi padre me ordenó preparar a las filas para salir en la madrugada, faltan pocas horas… no quiero ir.

 

–Yo tampoco.

 

–Saga y si… ¿Tratamos de convencerlos, a tu padre y al mío de que puede haber paz entre ustedes y nosotros? –Camus se dio la vuelta para poder ver al peli azul.

 

Saga suspiró.

 

–¿Crees que será fácil?

 

–No lo sé, pero podemos intentar.

 

–¿Y si no funciona?

 

–…– Camus no contestó, no sabía cómo. Conocía el carácter de su padre, seguramente no lo comprendería y lo tacharía de traidor o en el peor de los casos, lo encerraría para siempre.

 

 

Ambos se abrazaron, tenían miedo de lo que pudiera pasarles al confesar lo que tenían. Querían seguir juntos pero de la manera correcta, no ocultándose en las sombras como dos ladrones desalmados. Deseaban amarse en libertad pero dadas sus circunstancias y sus posiciones, eso no sería fácilmente posible.

 

Se dieron un último beso de despedida, los dos debían volver a sus respectivas realidades por mucho que no quisieran hacerlo. Camus vio partir a Saga surcando los cielos aun un poco oscuros, faltaban aun un par de horas para que amaneciera. Tenía que llegar a su palacio para preparar a su ejército.

 

 


Y volar lejos de aquí, adonde sea
no importa
solo volaremos lejos de aquí
nuestras esperanzas y sueños están en algún lugar allá afuera
no dejemos que pase el tiempo, solo volemos lejos de aquí.

 

 

 

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Había llegado con prisa a su castillo, Saga entró por el amplio ventanal de su habitación en una de las torres más altas, pero no contaba con encontrarse a su padre ahí.

 

 

–Saga ¿Dónde estabas? –habló el hombre peli azul saliendo desde las sombras de la habitación. El menor se tensó.

 

–Padre ¿Qué haces en mi habitación? –evadió la pregunta con otra poniendo los pies finalmente en el suelo, dejando sus alas compactadas tras su espalda.

 

–Vine a buscarte, pero no estabas aquí.

 

–Salí a calentar un poco las alas, hoy es el encuentro con los humanos. Harán mucho esfuerzo en la batalla y no quiero que se fracturen por algo. –mintió.

 

 

Aspros suavizó sus facciones al escuchar la excusa de su hijo. Lo consideró creíble ya que Saga seria el que encabezaría a los múltiples guerreros que luchaban por su causa.

 

 

–Está bien, pero la próxima vez deja una nota. Nunca se sabe lo que puede pasar mientras estamos descansando, ni cuando te puedo necesitar.

 

–Claro, disculpa. No lo olvidaré la próxima vez. A todo esto, ¿necesitabas algo? –Saga se acercó a una lámpara de aceite prendiéndola sin dificultad para iluminar la pieza.

 

–Casi lo olvido, vine a despertarte pero ya no hay necesidad. La otra cosa era para informarte que Kanon irá contigo encabezando a los guerreros; necesitaras ayuda y él como tu hermano puede dártela sin oposición.

 

–Bien…

 

–Comienza a prepararte hijo, este día será el último de esos insectos. –siendo la última palabra del mayor, dio la vuelta para salir de aquella recamara. Dejando al oji verde solo y afligido.

 

 

No podía permitir que algo le pasara a Camus en aquella batalla, tenía ventaja al ser el primero en la fila pero también estaría Kanon a su lado, eso complicaba las cosas más de lo que estaban.

 

Por otro lado, Camus al llegar a su palacio, había escalado las enredaderas del muro de su habitación hasta que ingresó a la terraza, seguidamente a su recamara. No se acostó a descansar, se dirigió hacia el cuarto de baño para darse un pequeño baño en la tina. Al salir se secó lo mejor que pudo para después ir hasta su armario y buscar el traje que utilizaría ese día. Debía darse prisa, dentro de pocos minutos tendría que bajar hasta la torre de los soltados para preparar el batallón.

 

En unos meses atrás, a Camus no se revolvería el estómago de los nervios por ir a una batalla de esa naturaleza. De hecho, le habría dado igual matar o no matar, combatir o no… pero ahora era diferente pues tenía una razón por la cual dejar de hacer aquello que en antaño le parecía tan importante. Una razón que había hecho crecer la comprensión y el deseo de paz en su pecho.

 

No se dio cuenta en que momento fue en el que él y ese ángel guerrero llamado Saga  habían llegado al punto de amarse como lo hacían, a tal grado de tener el impulso de mandarlo todo al demonio y volar hacia la libertad, hacia la felicidad con el hombre que amaba.

 

 

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El sol se ponía lentamente en el horizonte, el ejército de Degel avanzaba orgulloso sobre corceles pura sangre de oscuro pelaje. Del otro lado de la colina que se distinguía; el ejército de ángeles se acercaba volando armados y frente a todos ellos Saga y Kanon, los hermanos gemelos guiaban el camino a una lucha sin tregua.

 

 

–Se acercan mi rey. –avisó uno de los soldados a Degel. Este asintió.

 

–Camus ¿Estás preparado?

 

–…– el peli turquesa no respondió, paralizado ante lo que ocurriría.

 

–¡Camus! –le gritó por fin el peli verde.

 

–Estoy listo…

 

 

Camus cubrió la mitad de su rostro con un tapaboca de plata, sacudió las riendas de su caballo y se adelantó al numeroso grupo de hombres. Ante esto, los guerreros se pusieron alerta a esperar las órdenes del príncipe.

 

Camus sentía un horrible escozor en sus ojos azules, las lágrimas de angustia y arrepentimiento estaban amenazando con salir libres para morir detrás de su máscara. Después de algunos minutos que para él fueron años, divisó a Saga con su porte y sus grandes e imponentes alas volando a gran velocidad hacia donde ellos estaban, tras de él venían cantidades enormes de alados con armas en las manos y armaduras más grandes que las que los mortales tenían cubriendo sus cuerpos.

 

El viento soplaba hacia el norte levantando tierra del suelo empedrado, los largos cabellos del príncipe se movían armónicos, como si danzaran. Las alas de Saga subían y bajaban con maestría cortando el viento a su paso…  

 

Un grito ronco.

 

Una exclamación.

 

Rugidos de guerra…

 

–¡¡¡Acaben con ellos!!! –gritó Kanon con voz bestial mientras los de su especie lo imitaban sacudiendo más fervientemente las alas.

 

 

Saga escuchó los rugidos y sintió un miedo abismal, él llevaba su cabello suelto como siempre, Kanon por el contrario lo llevaba trenzado en una larga cola y su rostro estaba cubierto por una máscara que yacía unida a un casco dorado con una especie de aletas a los lados. Sabía que Camus no podía confundirlo con su hermano, pero igual trataría de que el menor no se le acercara al príncipe.

 

Camus levantó su larga espada, su caballo se paró en dos patas de modo amenazante y de esta forma exclamó:

 

 

–¡¡¡A luchar!!!

 

 

El caballo negro bajó su cuerpo, relinchó y comenzó a galopar hacia el encuentro de los alados.

 

Ambos ejércitos colisionaron,  llevando las de ganar los ángeles de la guerra pues estos atacaban desde el aire con flechas y diversas armas más. Aspros se había ido al encuentro con el propio Degel, le había tirado del caballo, pero el rey era hábil y logró ponerse de pie rápidamente. Ambos luchaban con poderosas espadas y ninguno parecía estar dispuesto a perder.

 

Kanon sin ser notado por Saga quien solo golpeaba a los hombres sin matarlos, se había acercado a Camus quien también solo noqueaba a los alados sin herirlos realmente. Fue cuando el peli turquesa sintió un fuerte golpe en su rostro que supo que era atacado por uno de sus adversarios.

 

Kanon no parecía tener la intención de dejarlo vivir, Camus estaba muy mareado después del golpe, el de la trenza estaba por dar un ataque mortal con una eficiente hoz que portaba en sus manos, Degel aun en su pelea con Aspros, pudo ver perfectamente lo que estaba a punto de pasarle a su hijo. Trató de alejarse el peli azul e ir a ayudar a su pequeño pero el alado no se lo permitió golpeándolo fuertemente con una patada en el estómago que lo dejó tirado en el suelo a unos metros de él.

 

 

–¡¡¡Caaamus!!! –gritó Degel con el poco aire que pudo tomar.

 

 

A quince metros de distancia Saga escuchó la exclamación del rey de los mortales, y completamente pálido buscó con la mirada a su amado. Al encontrarlo vio que este estaba tendido en el suelo y Kanon, su hermano, estaba a punto de darle muerte. Se maldijo internamente por dejar que su gemelo llegara hasta el peli turquesa, y sin pensar en nada más, aventó de su lado al hombre que tenía en sus manos para tomar el vuelo yendo hasta donde estaba el menor a punto de ser asesinado por su hermano menor.

 

 

–¡¡¡Kanon, no!!!

 

 

El grito del primer oficial hizo que el del casco volteara a verle, solo para ser tacleado por Saga que le cayó encima de pura desesperación.

 

 

–¡Saga, quítate de encima! –exigía Kanon desesperado empujando al mayor.

 

 

Las alas de Kanon estaban llenas de polvo por la caída que había sufrido.

 

Saga se acercó a Camus para sentarlo. El príncipe abrió los ojos, era lo único que podía verse pues aun tenia cubierta la mitad de su cara.

 

 

–¿Estas bien…? Por favor dime que estas bien… –pedía Saga abrazando a Camus.

 

–Saga… estoy bien, no te preocupes. Gracias por salvarme…

 

 

Kanon miraba a su hermano con el ceño fruncido tras la máscara. No comprendía porque su hermano abrazaba y le hablaba a ese mortal.  ¡Ellos debían matarlos, no defenderlos!

 

 

–¡¿Saga, que se supone que haces?!

 

–Kanon, no voy a permitir que le hagas daño a Camus.

 

–¡¿Camus?! ¡Cómo es que lo conoces!

 

 

Kanon se quitó el casco y lo arrojó al suelo, el sonido del metal resonó al chocar con las rocas del suelo. Camus miró a Kanon visiblemente sorprendido, ¡Era Saga!

 

 

–¿Qué? ¿Quién eres tú? ¡Y tú! –dijo esta vez refiriéndose a Saga.

 

–Lamento no habértelo dicho… tengo un hermano gemelo, él es Kanon.

 

–Saga ¿Sabes que papá te matara si nos traicionas? Mata a este tipo de una buena vez ¡O lo haré yo!

 

–De ninguna manera Kanon ¡Yo lo amo!

 

 

Un nuevo hombre en la escena escuchó aquellas palabras que Saga le dijera a su hermano. Era Aspros, que llegaba al ver como su hijo mayor caía de la nada sobre el menor.

 

 

–¡¿Qué has dicho?!

 

 

El líder de los guerreros alados se miraba furioso. No obstante, Saga no se amedrentó.

 

 

–Dije que amo al príncipe Camus, padre.

 

–¡¿Pero cómo?! ¡Es un miserable humano hijo que no te das cuenta! ¡Debemos acabar con ellos!

 

–Padre, el que no entiende eres tú… –se puso de pie junto con Camus para encarar al mayor–  tú eres el que quieres destruirlos sin una razón real. Ellos no son malos, solo se defienden de nosotros ¡Solo míranos! ¿Qué ventaja tienen ellos contra nosotros?

 

–Saga, esta es una guerra que no acabará hasta que uno de las dos especies prevalezca. Somos inmortales, ellos no.

 

–Exactamente… ellos morirán en determinados años, y nosotros seguiremos aquí, puede que los aniquilemos pero vendrán otros y esto nunca acabará.

 

 

Todos los guerreros habían cesado su lucha para ver y escuchar lo que aquel alado le refutaba a su padre.

 

Nadie había pensado alguna vez que entre ángeles y humanos pudiera crecer algo como el amor. Quizás no sabían absolutamente nada de la relación de su príncipe con ese guerrero pero estaban seguros de que ambos se amaban de verdad y lo que más querían era que aquella lucha terminara de una vez.

 

No sería fácil hacer entrar en razón a ninguno de los involucrados en aquel aparatoso asunto. Y menos ahora que Degel se acercaba con ayuda de uno de sus guerreros más fieles.

 

 

–¡Camus, aléjate de ese tipo en este mismo momento!

 

 

La voz de Degel hizo voltear a los presentes, Camus comenzó a derramar lágrima tras lágrima al ver que su padre no tenía intención de escuchar lo que Saga decía, pero él debía intentarlo. Sabía muy bien que no había peor lucha que la que no se hacía y esta vez le tocaba a él entrar en el campo de batalla.

 

 

–¡No lo haré padre…! –respondió poniéndose frente a Saga para ver de frente al rey.

 

–No te di a elegir ¡Te lo estoy ordenando!

 

–Aunque así sea, no lo haré. No me alejare de Saga.

 

–Camus, por favor obedece a tu padre. –habló quien ayudaba al soberano.

 

–No puedo hacerlo, Milo. Padre tú me enseñaste desde pequeño que luchara por mis ideales ante quien fuera, por ello no pienso dejar que me reprimas de este modo.

 

–Esa criatura te ha hecho algo para que digas todo eso. Pero yo te arreglaré.

 

 

Degel hizo ademan de querer tomar a Camus de uno de sus brazos pero este se soltó antes de que el mayor hiciera fuerza sobre su agarre.

 

 

–¡No me toques! Saga no me ha hecho nada malo. Padre, quiero que entiendas que no hay necesidad de que peleemos…

 

–Humano –llamó Aspros a Camus, este lo miró mientras retiraba el tapaboca de su rostro– ¿En verdad amas a mi hijo Saga?

 

–Con mi vida entera, señor.

 

 

Aspros quedó impresionado por la forma de declaración del joven mortal a la interrogante que le hizo. Además de la belleza del menor, quizás no fuera un guerrero alado, pero para Aspros eso era más que suficiente.

 

 

–Hijo, ¿tu amor por este príncipe es verdadero?

 

–Absolutamente, padre. –aceptó Saga sin titubeos.

 

–Hermanos míos –inició el líder alado–, bajen las armas, mi hijo Saga me ha mostrado algo muy importante hoy: la comprensión, y algo que no recordamos, el amor… Saga ha encontrado el amor en quien menos se imaginó.

 

–Padre ¿Quieres decir que…? –Saga estaba impresionado por lo que su progenitor estaba diciendo. Prácticamente estaba aceptando el hecho de que estuviera con Camus.

 

–Saga, yo te amo hijo mío, solo quiero tu felicidad. Nunca te di a escoger a ti o a tu hermano si querían ser parte de las batallas que como líder he tenido. Si su madre estuviera viva seguramente me habría reñido por marcarles este destino.

 

 

Aspros colocó una mano sobre el hombro derecho de Saga, y la otra mano sobre el izquierdo de Kanon, el gemelo mayor estaba agradecido con el peli azul mayor por entenderlo. Aspros soltó a sus hijos y se dirigió esta vez a Degel.

 

 

–Tú que eres el rey de los tuyos, por mi hijo dejo el orgullo a un lado y te propongo una alianza de paz.

 

 

Degel abrió grandemente los ojos ante aquella propuesta. Él era un hombre intelectual, casi un genio no un hombre de guerras, luchaba por su reino, por su gente. Y lo que le pedía a los dioses antes de dormir aunque sea un par de horas en la noche era que aquella guerra entre ambas especies se terminara, fuera muriendo los alados o llegando a un acuerdo.

 

Muchas veces intento llenarse de valor y tratar de dialogar para que todo llegara a un punto medio. Pero a último momento llegaban avisos de que algunos o muchos de sus guerreros morían a manos de los guerreros alados, esto le acrecentaba el odio que trataba de apaciguar y todas sus buenas intenciones quedaban debajo de la sangre de los caídos.

 

Pero ahora, una salida tranquila y sencilla se presentaba ante ellos gracias a que su hijo amaba a ese ángel de la guerra, tenía que dejar de pensar en él y pensar en su pueblo… y en su hijo Camus.

 

Por ello, Degel se acercó hacia el menor para entablar una conversación más civilizada.

 

 

–Camus, hijo… ¿Esta es tu verdadera felicidad? ¿Quieres esto?

 

–Si papá… por favor, acepta la alianza, todos saldremos ganando. Ya no habrá más muertes innecesarias.  

 

 

Degel dejó salir una exhalación y tras algunos segundos de mutismo, sonrió.

 

 

–Está bien… acepto la alianza de paz, por mi pueblo, por mi familia y por mi único hijo. Deseo su felicidad por sobre todo y si esto es lo que debo de hacer para que se cumpla, pues que así sea.  

 

 

Aspros y Degel se dieron la mano como muestra de aceptación, los humanos y los alados festejaron al ver que por fin las sangrientas batallas llegaban a su fin, todo será diferente de ahora en adelante.

 

Aunque todo era relativa alegría, los humanos dándose la mano con los ángeles y demás, faltaba algo que nadie se esperaba; dos hombres realmente hermosos de largo cabello rubio y enormes alas se acercaron hasta ambos líderes y sus respectivos hijos.

 

–Aspros, recuerda las condiciones que deberán cumplir los dos menores al llevar a cabo esta unión.

 

–Asmita, no creo que esto sea realmente necesario.

 

–Lo es. Es necesario a no ser que quiera que tu hijo sea rechazado por los demás representantes de las nubes.

 

–Shaka tiene razón, Saga deberá decidir si convertirse en un hombre humano con sus pies eternamente en la tierra, o si llevará al príncipe a las eternas alturas.

 

–¿De qué hablan ustedes dos? –interrogó Saga a los hermanos rubios considerados como los guerreros alados más sabios en las filas de Aspros.

 

–Saga –le habló Shaka–, como condición para que esta unión sea bendecida por nuestros dioses, debes decidir en abandonar tus alas para siempre para convertirte en un hombre humano al lado del príncipe…

 

–O… –incluyó Asmita terminando la oración por su hermano– el príncipe puede aceptar las alas para estar a tu lado por la eternidad.

 

 

Camus, Degel, Saga y Aspros se miraron entre sí con muchas dudas en la mente. Cuando al fin parecía que las cosas mejoraban, aparecían estas condiciones que daban algo a cambio de lo que ellos eran. Camus no quería que Saga perdiera sus alas por su culpa, pero si no lo hacía, no podrían estar juntos.

 

 

–Saga…–nombró el menor en un susurro. El nombrado lo escuchó, le abrazó por los hombros y le besó en la frente a modo de tranquilizarlo.

 

–Calma mi pequeño, algo podremos hacer.

 

–Pero no quiero que pierdas tus hermosas alas por mi culpa, no sería justo.

 

–Joven príncipe –se acercó Shaka–, usted también puede aceptar a renunciar a ser un humano para convertirse en un alado como nosotros.

 

–¿Ser… uno de ustedes?

 

–Sí, su transformación le dará alas, y jamás envejecerá.

 

 

Asmita notando que Shaka omitía una parte importante, se aproximó a los tres para decirles la parte a la que conllevaría ser convertido a un alado.

 

 

–Saga escucha, mi hermano no ha dicho todo. Si el príncipe acepta ser convertido en uno de nosotros tú Camus, como no perderás nada en realidad; recibirás el don de concebir vida… –finalizó el rubio más alto.

 

 

Camus se había quedado perplejo al escuchar las palabras del rubio. ¿Concebir vida? ¿Eso no era cosa de mujeres? Él era un hombre, ¿cómo iba a embarazarse? ¡Era absurdo!

 

 

–¿Quieres decir que… quedaré embarazado?

 

–Exactamente –respondió Shaka–, al ser convertido en un alado en lugar de haber nacido como uno, te otorga la capacidad de dar vida en tu interior en compensación de lo que dejas atrás, es un regalo de los dioses.

 

 

Saga miró a Camus con gran preocupación, sabía que ese don no era nada fácil en especial para un hombre. Él estaba dispuesto a abandonar su naturaleza para estar con el peli turquesa aun con la condición de ser humano, envejecer y morir en un determinado momento.

 

 

–Saga ¿Qué haremos? No quiero que dejes tu inmortalidad por culpa  mía, pero yo…

 

 

Ninguno sabía que decir, estaban atrapados en una incertidumbre insana e hiriente, querían respuestas, una salida, cualquier cosa pero era más difícil de lo pensado.

 

Y viendo la desesperación de su hijo, Degel habló.

 

 

–Camus, no temas a lo que viene, quizás el futuro te tenga muchas sorpresas. Pero no te las pierdas por no haberle dado una oportunidad.

 

–¿A-A que te refieres padre?

 

–A que vayas a las nubes y vivas esa felicidad que tanto estaban pidiéndonos.

 

–Pero…

 

–No hay pero que valga hijo, no sé como sea eso de que podrás embarazarte pero, siempre tendrás mi apoyo.

 

–No quiero dejarte padre… –Camus vencido por el momento, abrazó a Degel mientras lloraba cual indefenso infante.

 

 

No quería dejar a Degel, a pesar de como era su vida con el peli verde, era su padre y lo adoraba porque siempre encontraba un momento para escucharlo y al final era importante todo lo que el hombre hizo para que él pudiera ser quien era.

 

 

–¿E-estas seguro papá?

 

–Completamente hijo, Saga te cuidará como yo mismo lo hubiera hecho.

 

–Yo me encargare de eso –aportó Aspros con una sonrisa–. Entonces, ¿Qué decides muchacho?

 

–Saga, ¿estás de acuerdo? ¿Quieres que sea un alado como tú?

 

–Nada me haría más feliz mi niño. –sonrió el gemelo mayor acariciándole la cara al príncipe.

 

–Está bien… lo haré…

 

 


¿Ves el cielo azul ahora?
puedes tener una vida mejor ahora
abre tus ojos porque ya no hay nadie que nos detenga
ellos podrán intentarlo pero no los dejaremos
tal vez tú y yo podamos empacar nuestras maletas
y decir adiós.

 

 

 

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Habían  pasado diez meses, meses en los que muchas de las cosas antiguas habían cambiado radicalmente. Camus había sido convertido en un alado gracias a la aceptación de los dioses de las nubes quienes habían bendecido la unión entre él y Saga y así como Shaka y Asmita les habían dicho el día en que la alianza entre los humanos y los ángeles guerreros se proclamó, Camus llevaba alimentando a una pequeña vida en su interior…

 

Llevaba apenas tres meses de gestación, no se le había hecho tan fácil pero tampoco tan complicado, Saga se encargaba de que siempre estuviera cómodo, lo mimaba y le hablaba con añoranza a su abultado vientre haciéndole reír con sus ocurrencias. Los demás alados habían recibido de muy buena gana al que alguna vez fuera príncipe en la tierra, pero aún seguía siendo uno: el príncipe de Saga.

 

Ahora Saga y Camus se encontraban abrazados en la terraza de su alcoba matrimonial donde se extasiaban admirando la noche estrellada de donde de vez en vez se dejaba ver uno que otro cometa, la luna estaba nueva y Camus  acomodó su suave rostro sobre el fuerte pecho de su pareja.

 

 

 –¿Recuerdas cuando nos vimos por primera vez? –interrogó Camus a Saga.

 

–Cómo olvidarlo, me hechizaste con tu belleza y tu pasión al luchar. –sonrió.

 

–Y tú a mí. Después de ese encuentro, no te podía sacar de mi mente.

 

–Me hace feliz el tenerte a mi lado Camus, si no nos hubiéramos conocido…

 

–Seguramente Kanon me habría matado el día en que firmamos la alianza.

 

–No lo digas ni de broma… y hablando de Kanon, ¿tú ves a donde sale en las tardes? Le pregunté a papá y dijo que él no sabía nada tampoco.

 

–Oh –rio–, si lo sé. Kanon baja al reino de mi padre para ver a Milo.

 

–¿Milo? ¿El guardián de tu padre?

 

–Sí, creo que está cortejándolo –sonrió felizmente.

 

–Bueno, al menos no estará solo mucho tiempo, puede que veas a Milo por aquí también en algún momento.  –dio un suave beso en los labios contrarios.

 

–¡Ahh! –exclamó el peli turquesa con una mueca de dolor en el rostro, saga se alarmó.

 

–¡Que tienes! ¿Te duele algo?

 

–No… uff, tranquilo, tu hijo me ha dado un buen golpe. Está muy inquieto esta noche.

 

–Si lo deseas podemos ir a acostarnos.

 

–No, admiremos un poco más la luna, y mientras soñamos con los ojos abiertos, volemos lejos de aquí...

 

 

Saga sonrió con dulzura al escuchar al menor, se sentaron en una banquilla que colgaba desde un arco en la terraza, el peli azul extendió su ala izquierda sobre las del más bajo y recostó ese rostro angelical sobre su pecho, inclinando un poco la cabeza para darle un beso cargado de amor y cariño.

 

Ellos no miraban a la luna, ella los miraba a ellos y sonreía satisfecha. No había necesidad de huir al desconcierto cuando el amor te lleva a volar lejos de aquí…

 

 

 

 

 

Notas finales:

Gray para los que leyeron esta humilde historia que va de todo cariño para ustedes y en especial para mi linda hermanita Gea, que espero haya sido de su agrado.

Bien, ustedes ya saben bellezas si quieren darme una critica, un consejo o algo, seran bienvenidos los reviews y yo estare contestandoles a la brevedad posible. Nos leemos en la siguiente historia o en la proxima actualizacion.

Sigan bell@s ;)


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