Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

My new family por Ann Carmesi1

[Reviews - 13]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 La noche era realmente fría, tanto en el ambiente de fuera como dentro de sí mismo.

Duró dormido aproximadamente dos horas, o eso pensaba, la verdad Yuri no recordaba cómo es que había llegado ahí, lo único que le interesaba era marcharse cuanto antes.

Después de quedarse mirando el techo de aquel cuarto alrededor de cinco minutos más, decidió quitarse la sábana que le cubría e intentar no vomitar todo el alcohol que había ingerido.

Se sentía asqueado, totalmente desorientado y con un conocido dolor en la parte baja de su espalda.

¿Fue hombre o mujer?

Pensó en medio de su jaqueca, así que, mientras se levantaba y buscaba su pantalón y el resto de sus cosas, se dignó a mirar de soslayo a la persona que tenía a su lado.

Estaba cubierto hasta la cadera con las sábanas, puesto que la calefacción hacía su trabajo de maravilla y los protegía totalmente del frío abrasador que poseía Rusia, tenía el cabello castaño y una espalda ancha, lo que corroboraba que, efectivamente, su amante en turno era de su mismo sexo. 

La verdad, eso no le interesaba en lo más mínimo, hombre, mujer, al final todos querían lo mismo, simplemente una noche de placer otorgada por el tigre de hielo, mote que, a decir verdad, prefería mil veces más en vez del estúpido adjetivo de "hada rusa" que tanto lo persiguió durante su adolescencia.

Decidió buscar su celular para llamar algún carro que lo llevara a su casa, pero tan pronto la idea apareció en su cabeza, fue desechada sin piedad alguna. Si pedía algún transporte privado de la agencia de patinaje, Yakov sería informado de la actividad que mantenían los autos, y no tenía ganas de escuchar algún discurso molesto sobre su "deplorable y precoz" estilo de vida, pues no le sería nada difícil atar cabos y darse cuenta de que Yuri fue recogido de un edificio desconocido y con un evidente estado de ebriedad.

Maldita sea, y lo peor del caso, es que, en medio de sus lagunas mentales, recordaba haber llegado en el auto de aquel tipo. Bueno, al menos su auto estaba seguro, pues en el pub donde se encontraba horas antes se daba un plazo de 72 horas para que los clientes fueran por sus vehículos, mejor eso a permitirles conducir ebrios y perder clientes valiosos, pues el lugar no era nada barato.

La idea de un taxi tampoco era buena.

Al ser un deportista con tanta fama y dinero, no podía permitirse ingresar a cualquier taxi que encontrara en la calle, nunca se sabía si eran transportes seguros o simples delincuentes que se aprovechaban de la soledad de las personas nocturnas y jamás se les volvía a ver con vida, o también corría el riesgo de ser reconocido y que por unos billetes, el conductor avisara a alguna cadena de espectáculos el paradero y destino de sus pasajeros, no era la primera vez que sucedía algo así, y la verdad no se sentía capaz de soportar los flashes de las cámaras con el dolor de cabeza que se cargaba.

"Tendré que caminar"

Pensó desganado, al ver la dirección del edificio que se encontraba escrita en un sobre de luz que reposaba sobre la mesita de noche.

Al menos no quedaba tan lejos de su propio departamento, eso ya era una ventaja.

- ¿Ya te vas, amor? -escuchó de pronto una voz gruesa y adormilada desde la cama, justo antes de salir por la puerta de la habitación.

-Ya, no me gusta quedarme a dormir -dijo ausentemente, intentando recordar la última vez que pasó la noche realmente dormido con alguien y en paz.

Esa última persona fue su abuelo.

-Que seco - dijo con una risilla el tipo aquel, mientras se estiraba y se recargaba sobre el respaldo de la cama -al menos podría dejarme tu número, ya sabes, para volver a divertirnos - y para dar énfasis a su punto, se relamió los labios de manera provocadora.

Yuri casi se ríe en su cara por eso, él jamás, bajo ninguna circunstancia, daba su número o alguna manera de contactarlo a nadie, él sólo ofrecía sexo de una noche, ya era problema de sus amantes el aceptarlo o no.

-No lo creo, adiós...- dijo intentando recordar el nombre del sujeto, pero ni siquiera eso sabía, ni modo.

Y antes de darle oportunidad al otro de contestar, cerró la puerta y se dirigió de manera apresurada a la entrada principal, y al llegar, verificando que traía consigo su cartera con todo el dinero y tarjetas que llevaba, sus llaves del auto y departamento y su celular, salió sin molestarse en echar un último vistazo a departamento.

Dudaba volver a ir algún día.

Ya afuera, se arrepintió totalmente de no haber llevado un abrigo más grande consigo, el frío le estaba calando hasta los huesos, y su jodida resaca no le ayudaba a pasarla mejor.

Resignado ante su maldita suerte, y bajo la nueva promesa de no volver a beber de esa manera (y que nunca duraban más de seis días) se dirigió hacia el este, la zona en la que se encontraba era bastante exclusiva y costosa, así que no le fue difícil encontrar una ruta a su hogar, era el mismo vecindario de lujo en donde él mismo vivía.

Continuó caminado, pensando en el asco de vida que llevaba ahora.

Después de coronarse como el ganador del oro en su primer Grand Prix, su carrera experimentó un ascenso descomunal, su talento y ferocidad en las pistas de patinaje le otorgaron en título de genio del patinaje, siendo el ganador de otras dos medallas de oro en esos últimos cuatro años, las otras dos habían sido ganadas por Yuri Katsuki y Otabek Altin, sonrió fugazmente a recordar a su mejor amigo, ese año, Otabek había dado un espectáculo sin igual.

Sin embargo, todo ese éxito se vio levemente opacado por los escándalos de su vida desde hace alrededor de año y medio, después de la muerte de su abuelo.

Fue cuando tenía 17 años, justo después de ganar por segunda vez el oro en las finales, llegó inmensamente feliz a Rusia dispuesto a contarle a Nikolai la experiencia de haber dejado a Víctor en segundo lugar y al cerdo en tercero, sin embargo, la único que recibió fue la desgarradora noticia de que su abuelo había sido internado la noche anterior debido a un infarto, y que no pudieron comunicarse con él hasta que arribó a Rusia.

Sin pensar en nada más, fue lo más rápido posible al hospital, únicamente para encontrar la imagen de su amado abuelo en cuidados intensivos, pálido y conectado a varias máquinas.

Lo único que podía hacer era quedarse a su lado, tomando su mano y contándole entre lágrimas miles de cosas, haciéndole miles de promesas y rogándole que despertara, que le contestara y que le prometiera que todo iba a estar bien, que se recuperaría como siempre y que volverían juntos a casa, sin embargo, nada salía de esos labios.

Y fue esa misma noche, mientras que Yuri dormía al pie de la cama del hospital, que un sonido horrible proveniente de una de las tantas máquinas que mantenían a su abuelo estable lo despertó, y de pronto, varios doctores y enfermeros entraron al cuarto, obligándole a él a salir.

Esa noche, Nikolai Plisetsky había muerto de una falla cardiaca.

Esa noche, Yuri sintió que también él había muerto.

Lo demás fue demasiado rápido, los trámites del hospital, el funeral, los miles de condolencias recibidas, todo le parecía algo totalmente surreal, Yakov fue quien se encargó de todo, conoció al abuelo de Yuri y les tenía una gran estima a ambos, así que le quitó de los hombros el peso de todas esas cosas.

Recordaba perfectamente que no lloró durante todo el proceso, solamente se dedicaba a ignorar a todos, a sus compañeros, a los competidores, los viejos amigos de su abuelo y únicamente se la pasó al lado de Lilia, la cual no le soltó la mano en ningún momento.

Al finalizar todo, después de ver por última vez el rostro de su abuelo antes de ser enterrado, fue Otabek quien se ofreció a llevarlo a su casa, no era necesario, puesto que sus entrenadores eran quienes hacían eso, pero el kazajo era la única persona con quien Yuri se sentía en plena confianza, y no quería causarle más molestias a Yakov y a Lilia, así que sin pararse a preguntar la opinión de los demás, se subió al taxi con Otabek.

Otabek le preguntó la dirección exacta de su casa, pero al ver la ligera mueca de tristeza en la cara de Yuri, inmediatamente ató cabos, el rubio ya no tenía a nadie que le esperara en casa, así que ese era el último lugar a que quería ir, por eso, le pidió al chofer que se dirigiera al hotel donde se hospedaba cada vez que visitaba Rusia.

En cuanto entraron, Otabek se encargó de pedir comida para ambos y hacer que Yuri tomara una ducha, sin embargo, debido a lo rápido que salió rumbo al país del rubio, no tuvo tiempo de empacar casi nada, apenas dos mudas de ropa y las tarjetas necesarias, debido a eso sólo le entregó una camisa de dormir algo grande y un pantalón, en lo que la lavandería se encargaba de la ropa de ambos.

Y, sobre todo, Yuri recordaba lo agradecido que se sentía con Otabek por haberle permitido dormir con él esa noche, pues fue en medio de la oscuridad y el silencio de esa habitación, que se permitió soltar todo lo que tenía reunido en su interior y lloró, lloró como si fuera un niño pequeño e indefenso, gimoteó, maldijo, tembló y se desmoronó bajo la protección de los fuertes brazos de Otabek.

Sin embargo, el kazajo tarde o temprano tenía que regresar a Kazajistán, y cuando lo vio partir en el avión, fue donde se dio cuenta que estaba completamente sólo.

Los primeros meses fueron bastante difíciles para él, no podía estar en su casa sin recordar a su abuelo en cada rincón, así que decidió abandonarla y buscar un departamento en alguna zona del centro.

Poco a poco empezó a perderse más, los entrenamientos seguían siendo igual de duros e intensivos de su parte, pero se había distanciado cada vez más de sus compañeros, y fue una tarde en particular, donde un desconocido le enseñó un falso atajo a una paz inexistente.

Ese día había decidido salir a caminar un rato en la noche, cuando de pronto, un tipo chocó contra él al dar vuelta en una esquina, estuvo a punto de gritarle y agredirle, pero aquel sujeto le ganó la palabra.

-Lo lamento, chico -dijo el tipo, al que unos minutos después Yuri conocería como Gregory – iba a ir a tomar algo a algún bar por ahí, y creo que la prisa pudo más conmigo, ¿Qué tal si te invito un trago como compensación? - dijo con una sonrisa en su cara.

Yuri admitió que era bastante apuesto, además esa aura despreocupada le hacía lucir realmente bien, pero hubo un detalle que no pasó por alto.

-Soy menor de edad, idiota, no me dejan entrar a bares - respondió secamente, dispuesto a irse de una buena vez.

-Eso no es problema, guapo, tengo mis contactos - le contestó altivamente el otro - aunque entiendo que tengas miedo, a fin de cuentas, tú lo has dicho, sigues siendo un niño.

Esas palabras, junto a la sonrisa prepotente que tenía el otro en su cara, fueron el detonante perfecto para que Yuri cayera directo a la trampa de aquel sujeto.

Esa noche, en medio de pláticas banales, tragos que casi ocasionan que Yuri se atragantara en más de una vez, y la sensación de sentirse totalmente ligero y libre de los pensamientos que lo atormentaban día con día, fue que Yuri tuvo su primera borrachera, su primera resaca y sobre todo… su primera vez a manos de un total desconocido que no dudó en aprovecharse de un muchacho ebrio y roto por dentro.

Despertó al día siguiente con un malestar infernal y un dolor intenso en cada músculo de su cuerpo, intentando averiguar dónde diablos estaba y como mierda llegó ahí.

Sabía que había bebido demasiado, que había terminado cediendo ante las insinuaciones de aquel sujeto, y por lo que veía, que Gregory se había marchado de aquel cuarto de motel, mejor, no tenía ganas de verle la cara.

Se vistió y salió de ahí sintiéndose peor que basura, sin embargo, tras esa experiencia algo en él cambió, pues por primera vez desde la muerte de su abuelo, se permitió olvidarse por completo de todo, desconectó su mente y moral y dejó que sus instintos actuaran solos.

"Bebé, debes dejarte llevar, una vida sin placer es una vida aburrida, tú dices que nadie te espera en casa, así que ¿Qué te impide dar rienda suelta a todo lo que te permita alejar tu realidad por un momento? Ven conmigo, y te demostraré cómo desconectarse de todo... Te haré salir de tu infierno para tocar el cielo"

Esas palabras azotaron en su cabeza como una bala, eso le había dicho Gregory antes de llevarlo a aquel motel, darle un poco más de alcohol y terminar follándoselo sin culpa alguna.

Yuri no haría un escándalo por eso, no tenía ganas de pasar por algún proceso legal si alguien se enteraba que un extraño había abusado sexualmente de él, algo que sentía como una total mentira puesto que, aunque no lo recordara bien, seguramente él también se prestó para eso, además, Gregory tuvo razón.

Esa era la fórmula perfecta para salir de su asquerosa realidad.

Desde ese día, se encargó de conseguir alcohol y sexo ocasional con cada persona que se arriesgara a salir con un menor, y el detonante máximo de su promiscuidad fue el haber cumplido la mayoría de edad.

A partir de ese día, no tuvo que esconderse más, no daba sobornos para que le permitieran ingresar a bares y antros y no se medía en la cantidad de perdición en la que se sumía.

Sus compañeros poco a poco empezaron a notar cambios en el rubio, los que se hicieron evidentes después de su mayoría de edad, pues muchas veces las resacas y los chupetones eran tan grandes que no podía ocultarlos, y por más sermones, pláticas y muestras de preocupación hacia el rumbo que estaba tomando su vida, Yuri no se detuvo, mientras siguiera siendo un buen patinador, los demás no tenían ningún derecho a reclamarle nada.

Esa fue la metamorfosis que sufrió el hada rusa en tan poco tiempo, su nombre aparecía de vez en cuando en algún programa de espectáculos mostrándolo en algún antro con algún desconocido, sus compañeros se daban cuenta que Yuri ya no tenía esa aura de inocencia que lo caracterizaba, y sus amigos cercanos rogaban porque el rubio encontrara la paz que su vida había perdido, el camino adecuado que lo alejara de la autodestrucción a la que se estaba sometiendo.

Una solitaria lágrima recorrió su mejilla al recordar todas las veces que Lilia fue a su casa un domingo en la mañana para verificar que estuviera bien, las veces que el katsudon y Víctor lo regañaban y le sugerían irse a vivir con ellos, y todas y cada una de las veces que Otabek le vio vomitando en el excusado de los hoteles todo la mierda que se hubiera metido la noche anterior, ambos habían tomado la costumbre de hospedarse en el mismo cuarto durante las competencias, para darle privacidad a sus entrenadores y por el simple hecho de estar juntos, era en esas ocasiones, en que agradecía con toda el alma tener a alguien que se quedara a su lado sin juzgarlo, que, a pesar de saber que el kazajo odiaba más que nadie el estilo de vida que había adoptado Yuri, no se alejaba ni le despreciaba.

Odiaba en lo que se había convertido, las veces que decepcionó a las personas que algún día fueron cercanas a él, pero que, sin embargo, tarde o temprano se iban, puesto que tenían sus propias vidas y preocupaciones, y eso lo volvía a sumir en un círculo autodestructivo donde buscaba calor y desprenderse de sus tormentos personales en los brazos de cualquier desconocido y en el fondo de cualquier copa de alcohol.

De pronto, un sonido de llanto logró sacarlo de sus patéticos pensamientos, era el llanto de ¿Un bebé? ¿Qué rayos hacia un bebé dentro de un callejón con este maldito frío?

Movido por su curiosidad, decidió adentrarse al callejón donde el sonido se volvía cada vez más intenso, para encontrarse con una imagen que logró destrozarle el corazón.

Ahí, tumbado entre una improvisada guarida de cartones y periódicos, se encontraba un niño de unos seis o siete años, con un bebé en brazos.

Intentó buscar a sus padres o algún adulto que se hiciera cargo de ellos, sin embargo, no había nadie más.

-O-Oye niño, ¿Qué hacen aquí solos? -preguntó inseguro, levemente preocupado ante el pálido tono de piel del muchacho. Sin embargo, no recibió respuesta alguna.

-Hey, te estoy hablando -decía cada vez más desesperado e irritado - ¡contesta, maldita sea! -terminó por gritar en medio de su coraje al verse ignorado, no obstante, se arrepintió enseguida al ver la mueca aterrada del infante y el cómo le entregaba un pedazo de hoja maltratado.

Yuri la recibió de manera extrañada, bastante culpable ante la cara de miedo que tenía el pequeño, y al desdoblarla, se dio cuenta de que era una especie de nota con lo siguiente:

A quien vaya dirigida.

Si por azares del destino te topaste con los niños que llevaban esta nota, déjame decirte que puedes hacer con ellos lo que quieras, adóptalos, abandónalos, véndelos, llévalos a un refugio o si quieres, mátalos; La suerte que se lleven de aquí en adelante no me interesa ni en lo más mínimo, desde el primer momento fueron un estorbo para mí, así que decidí abandonarlos aquí y olvidarme totalmente de ellos. Por si te interesa, el grande se llama Vladimir y casi nunca habla, es desesperante, la bebé es Charlotte, y por su familia, ni te molestes en buscarme, pues para mi jamás existieron.

Te los dejo a tu elección.

Yuri sintió una rabia incontrolable a leer aquella nota, y de pronto, recuerdos de su infancia aparecieron en su mente, las golpizas, los maltratos y el abandono de su madre volvieron a él de tal manera que por poco vomitaba ante el desespero que sintió su cuerpo.

No sabía qué hacer, bajo ninguna circunstancia los podía dejar ahí, y en ningún momento se le ocurrió llamar a la policía, así que lo único que pudo maquinar, fue tomar al niño en brazos, intentando por todos los medios evitar las patadas y los débiles forcejeos que su hermana en brazos le permitía realizar, e ignorando totalmente las consecuencias que eso le traería, se dirigió directo a su departamento.

El edifico en el que se hospedaba era lo mejor que pudo haber encontrado, era lujoso, exclusivo y gracias a la nada barata tarifa que pagaba de renta, podía hacer lo que le viniera en gana, todo con la única condición de no molestar a sus vecinos, algo imposible, puesto que el departamento era bastante grande y se necesitaba tener una fiesta loca como para poder crear molestias con sus vecinos.

Algo que ya le había pasado una vez, pero que tras una botella de coñac y un oral en el baño por parte del ruso, su amargado vecino decidió pasar por alto el escándalo y no volver a quejarse con la administración.

Así, después de una titánica lucha por encontrar las llaves en su pantalón, abrió el portón y se adentró a la lujosa recepción. Ahora sólo quedaba dirigirse al ascensor, pues no se sentía capaz de cargar doce pisos con un niño que no dejaba de moverse y una bebé que parecía no tener otra cosa que hacer más que llorar.

Joder, ahora que lo pensaba mejor... ¿Qué cojones estaba haciendo?

Decidió que era mejor dejar esos pensamientos de lado antes de que se arrepintiera de lo que hacía y decidiera dejar a los menores donde los encontró, no, eso no era bueno, mejor se concentraría en encontrar las malditas llaves de su puerta.

Después de descubrir los nuevos límites de su precaria paciencia al poder abrir la puerta tras una batalla con el mocoso llamado Vladímir, entró a su hogar y prendió la luz. Lo primero que hizo fue acomodar al niño en el gran sofá e intentar crear una improvisada cama con un montón de sábanas, cojines y colchas para la bebé en el piso, no quería correr el riesgo de dejarla en la cama y que se cayera, además, su hermano no se la dejaba nada fácil, pues en ningún momento soltó a su hermana hasta estar seguro que nada le pasaría.

Que desconfiado es...

Pensó Yuri al ver como el pequeño se recostaba al lado de la bebé, mientras miraba a todas partes de manera defensiva.

Tras eso, pensó que lo mejor sería darles un poco de comida, pero el verdadero problema ahí era la falta de "alimentos verdaderos" en su despensa, pues su cocina estaba atiborrada en su mayoría de frituras, alcohol, alimentos precocinados los cuales casi todos estaban caducados, más alcohol, cosas enlatadas que le daba de comer a su gato, alcohol, cigarrillos y aún más alcohol.

Carajo ¿Qué podría darles que no los intoxicara o los embriagara?

Y de pronto recordó que su abuelo solía darle sopa caliente cada vez que se enfermaba o hacia demasiado frio, seguramente entre todas las latas, que hasta ahora desconocía que tenía en su despensa, se encontraría alguna lata de sopa.

Buscó y buscó hasta que por fin dio con una que no fuera comida para gato -sopa de fideos- leyó en voz baja.

Eso serviría por mientras.

Prendió la estufa y puso a calentar agua tal cual decía las instrucciones, ya que vio que el agua había comenzado a hervir, vertió el contenido y espero los cinco minutos que indicaba el instructivo.

Ahora venía lo difícil, darles de comer.

Se acercó de manera sigilosa con dos platos en las manos, la niña ya se había calmado desde hace unos quince minutos, y ahora sólo se dedicaba a jalarle la cola a SU gato, el cual sólo tenía una mirada enojada al no poder soltarse del agarre de la menor, lo bueno era que el minino parecía tener conciencia y no se atrevía a arañar a los pequeños (como hacía con cada ser viviente que no fuera Yuri) y el chico por su parte, sólo miraba divertido los balbuceos que soltaba la niña.

-Emm, chicos, les traje un poco de sopa -dijo con una sonrisa amable, trataba por todos los medios no volver a asustar al menor - vamos, coman.

Y dicho eso, puso sobre el montón de mantas los dos platos para sentarse él también -vamos, Vladimir, no seas tímido, es toda tuya, sólo ten cuidado porque está un poco caliente -acercando el plato al niño que lo miraba como si tuviera dos cabezas.

Primero veía el plato con duda, pensando si debía o no de aceptar la comida, pero el sonido de su estómago denotaba lo hambriento que se encontraba, así que decidió rendirse ante la insistencia del otro y empezó comer de manera voraz.

Yuri miraba de manera sorprendida el hambre con la que el niño devoraba, literalmente, el plato de sopa, por Dios… ¿Cuánto tiempo tenían sin alimentarse?

… ¿Cuántas veces él mismo devoró la comida que le daba su abuelo o algún desconocido con piedad cuando él apenas era un niño al que su madre ignoraba por estar drogada?

- ¿Y tú no piensas comer? – le preguntó tiernamente a la niña que miraba hipnotizada a su hermano -Vamos, di: Ahh -joder, no entendía cómo es que a la gente le gustaba hablarle de manera estúpida a los bebés, pero en este momento, no se le ocurría otra manera para hacer que la pequeña abriera la boca.

Yuri pensó que la pequeña le daría problemas a la hora de alimentarla, al igual que se los daba el hijo de JJ a sus padres cada vez que intentaban darle de comer, pero era todo lo contrario, también estaba hambrienta.

De pronto, su celular sonó, normalmente lo hubiera ignorado y seguiría con la tarea de intentar averiguar que cojones estaba haciendo al tener a esos niños en su departamento, pero el tono del mensaje era el que puso especialmente para reconocer cuando Otabek le llamaba o mandaba un mensaje.

Yuri.

Por si estás despierto y no en un coma etílico, ya estoy en el aeropuerto, extrañamente, el vuelo no tuvo ninguna demora y no terminé llegando a mitad de la tarde, así que en más o menos dos horas estoy en tu casa.

¡Mierda, mierda, mierda!

¡En medio de todo ese alboroto, olvidó que Otabek llegaría a Rusia ese día!

Para este punto, ya habían pasado tres semanas desde que el Grand Prix hubiera concluido, y como era común entre los competidores y entrenadores, todos se tomaban un descanso antes de retomar sus entrenamientos, y ese año, Yuri había convencido a Otabek de pasar ese tiempo en Rusia.

Tenía que pensar, no podía permitir que su amigo llegara y se encontrara con la sorpresa de que Yuri tenía a dos pequeños humanos en su departamento, joder, no podía decir que se los “encontró” y que simplemente los tomó… ¡Carajo, no era tan fácil de explicar como con los gatos! Seguramente pensaría que tanto vicio terminó por fundirle el cerebro y no permitirle ver el límite de los seres vivos que uno podía llevarse a su casa sin el riesgo de ser detenido.

- ¡Ya sé! -gritó de pronto, haciendo que la pequeña le escupiera la sopa en la cara debido al susto - ¡Maldita sea! E-Espera, no llores, no fue mi intención gritar -dijo aterrado, intimidado ante la mirada de odio que le dirigió Vladimir y los ojos acuosos de la niña.

Tengo que apresurarme.

Pensó de manera, un poco, desesperada, mientras buscaba un contacto en su celular.

Gracias al cielo habían decidido quedarse en Rusia.

-Bueno- contestó una voz somnolienta del otro lado de la línea.

- ¡Cerdo, necesito que vengan! -ordenó a punto de entrar en crisis, pero la mirada recriminatoria del niño le obligó a bajar el volumen de su voz – es una emergencia.

- Yurio, ¿qué sucede?  -dijo el japonés - ¿Estás bien? Víctor, despierta – decía sacudiendo a su marido para que se levantara de la cama -son las seis de la mañana, Yurio… ¿Estás arrestado?

-Claro que no, imbécil -rechinando los dientes ante las conclusiones del otro -solo despierta al idiota de tu marido y ven enseguida a mi casa…Estoy en un gran problema -decía con una gran gota de sudor resbalando por su cabeza al ver como Charlotte empezaba a masticar la cola de su gato.

- ¿Qué sucedió, Yurio? -se escuchó de pronto la voz preocupada de Víctor - ¿Estás herido? Joder, dinos que rayos pasa.

Yurio quiso gritarles en ese instante hasta de lo que se iban a morir, pero tras sus acciones en esos meses, realmente no podía culparlos de pensar las peores cosas de él.

-Solo apresúrense, por favor – y antes de darles tiempo a contestar, colgó y apagó el celular, maldita sea, su resaca no ayudaba en nada durante esa situación y el olor a sopa que le quedó en toda la cara y la camisa solo le provocaban ganas de vomitar.

De pronto, un extraño y repulsivo olor empezó a invadir la sala, o no, por Dios no, que NO fuera lo que él estaba imaginando.

Se acercó lentamente a la niña, y temiendo lo peor, la levantó del piso y, efectivamente, si era lo que se estaba imaginando, la sopa al parecer había hecho efecto y ahora tenía a un bebé con el pañal sucio.

- ¿Tienes idea de qué hacer? -le preguntó de manera desesperada al niño, el cual solo se encogió de hombros y señaló la sabana del piso.

Carajo, debí de haberles encargado pañales… Y más aspirinas.

Pensó de manera deprimente ante la idea de usar como pañal la costosa sabana de seda atigrada que sería cruelmente sacrificada.

Y tras esto, por milésima vez en lo que llevaba de la madrugada, se preguntó ¿Qué carajos estaba haciendo?

Notas finales:

Holiwis :3

He venido con un nuevo y loco proyecto XD

Esta vez quise dejar de lado los one shots cómicos y sin sentido XD que usualmente hago, para venir con una historia un poco más larga.

¿Ustedes sabían que Rusia es uno de los países con más abandono de infantes, delincuencia, tráfico, adicciones, y problemas familiares? Al ser un país tan grande y con tantos conflictos internos en anteriores décadas, a pesar de lo estricto de sus leyes, se ha prestado para tener una de las capitales más peligrosas del mundo, eso será el detonante para el hilo de esta historia.

Además, estoy un poco traumada con la idea de que Yurio tiene unos padres terribles XD pero quiero que entiendan, después de quedar totalmente solo, Yurio se encontró con un mundo totalmente nuevo y destructivo, pero que, efectivamente, le daba un sedante temporal a sus demonios y tormentos internos, yo participé en ayudas para adictos en recuperación, y conociéndolos, me enteré que así es como muchos adictos cayeron en ese estilo de vida, promiscuidad, drogas, alcohol, apuestas, dinero… Todas esas cosas que si no se dominan, te destruyen.

También, Yurio se dará cuenta de que esos niños llegaron a su vida para salvarlo, y junto con Otabek y los demás, empezará a encontrar esa luz que pensó perdida en su vida, pero no hay arcoíris sin tormenta, así que el rubio pasará por todo un caos XD, carajo, que ni siquiera sabe cambiar un pañal lol

Lo bueno es que Otabek estará ahí para ayudar a su rubia XD

Faltas de ortografía, dedazos, etc. Culpen a mi pésima vista y a mi gran cantidad de sueño n.ñ

Me gustaría saber que piensan sobre esto, así que si me dejan reviews seré muy feliz *0*

Besos.

Ann.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).