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Ciao bachelor por Vampire White Du Schiffer

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La lluvia nunca sería motivo de molestia, arraigado lo traía mucho antes de su designación como Arcobaleno y se debía a las penurias que por su condición en ánimos bélicos cada trabajo suyo podía desenvolverse en ambientes agrestes… o en medio del Amazonas y después en el Polo Ártico.

Lo que por ahora arrancaba su calma fue a raíz de la llamada de Skull, aduciendo que era de suma importancia se presentase ipso facto en su lugar de origen, por referirse a la cabaña donde se conocieron los siete por vez primera; al parecer las consecuencias de aquél desperfecto al fin habían aparecido. Siempre que alguien más le ayudaba no podía evitar sentir cierto nivel de exasperación, peor aún si ese alguien era nadie más y nadie menos que el más fuerte de ellos siete. Como ocurrió esa vez…

Estaban cumpliendo un trabajo supervisando los dos el entrenamiento de los guardianes Vongola cuando Lambo se le acercó aduciendo tener una duda que quería consultar con él directo y en privado. Sintió la mirada penetrante de Reborn clavándosele en la espalda así que aceptó a ser conducido por Lambo a un recoveco, al poco rato expuso su preocupación: la bazuca estaba causando problemas, no lo había notificado al décimo para evitarle cargas, así que acudía a él para encontrar en conjunto la solución que debía ser pronto.

Colonnello rascándose la nuca no se negó, cuando el moreno de ojos verdes mostró el arma, por un descuido digno de su personalidad al tropezar, se dirigió al rubio y lo hubiera alcanzado de no haber intervenido un tercero.

–¡Reborn! –gritó el militar cuando la bazuca se tragó al asesino de negro.

–¡Lo-Lo siento mucho! –chillaba Lambo. Mientras el otro se desvenaba los sesos tratando de entender por qué no aparecía otro Reborn. Al cabo de diez minutos éste regresó con toda normalidad, salvo que padeció migraña toda la tarde. Quiso que lo dejaran en paz y que omitieran mencionar el incidente so pena de muerte bajo su mano. De eso hacían tres días.

Ahora Colonnello atravesaba el camino rápidamente, resbalando en la entrada. Notó que casi todas las luces se encontraban encendidas, a excepción de una habitación para huéspedes. Entró sin mediar el cuidado de limpiar el lodo sobre la madera y prorrumpió en la antesala. Por el estado en que halló la reunión, se percató que con él sumaba cinco aunque su nariz le advertía siete en total.

–Luce está con Reborn –adujo Fon entregándole una toalla que el rubio colocó en su cabeza; el arcobaleno de la tormenta comenzó una sustanciosa explicación de lo ocurrido hacía apenas unas horas: por convocatoria del décimo de la Familia Vongola los miembros del arco iris, específicamente Reborn, Fon y Luce, estaban en Italia para una misión especial dado que la maldición se había roto hacía seis meses y ahora cada uno podía ocupar la figura de infante o adulto según les conviniese.

Sin embargo cuando se reunieron, Reborn mostraba conductas que despertaron la curiosidad de sus compañeros, en un segundo, cuando miró a los allí reunidos no reconoció a ninguno, por ello estaba por escaparse cuando Fon y Luce lo interceptaron para traerlo a un lugar donde le prometieron esclarecer todas sus dudas. No aceptó de buen talante, así que nadie esperaba buenas consecuencias de un encuentro como aquél cuando se desvaneció en medio de ellos.

 Colonnello prestó atención al mínimo detalle; cuando hubo escuchado todo, preguntó si la condición era irreparable.

–Por siempre sería un verdadero alivio, ¿No? –mofó Verde –, sin embargo puedo trabajar en una nueva droga que anule el efecto. Justo estaba esperando un conejillo de indias.

–Suena macabro –terció Skull

–Es la solución que doy, tómenla o déjenlo en manos de otro.

–Está el misógino –dijo Viper refriéndose a Shamal.

–Con nosotros ha mostrado cooperación en otras ocasiones.

–Está de viaje.

–Dejaremos que Luce decida.

–Estás muy callado –murmuró el arcobaleno naranja que estaba sentado al lado de Colonnello, mientras los demás continuaban en propuestas.

–Es increíble-kora, aún estoy asimilando que el más fuerte de nosotros tenga la mente en blanco-kora –dijo mordiéndose por dentro, intuía que esto era derivación de aquella transferencia irregular de la que él se había salvado por obra del que ahora dormía sin recordar nada.

–Tan diáfano no es su estado. Conserva toda su habilidad. Su furia no hizo sino aumentar al vernos frente suyo sin saber quiénes éramos. Tuvimos que esforzarnos mucho para entretenerlo hasta que Luce usó sus encantos.

–¿Y cómo logró calmarlo?

El oriental sonrió levantando los hombros.

–Te perdiste una hermosa exhibición de poderes.

Cuando vio la oportunidad, después de ocultar su impaciencia por un tiempo prudente, se levantó para visitar al durmiente. Luce lo cuidaba desde su asiento y sonrió al ver entrar al rubio.

–¿Te han puesto al tanto? –inquirió, a lo que él asintió con lentitud –. El instinto no miente

–¿A qué te refieres-kora?

–Está molesto, nótalo por su entrecejo, siente tu cercanía. Otro tanto hizo al ver a Verde –dijo con aire burlón.

–Y yo que quería sentirme especial-kora –soltó socarrón, rodando los ojos –, quieren hablar contigo sobre lo que haremos con él-kora.

–Previo a eso, ¿sabes algo?

–No sé de qué me hablas –miraba por la ventana, a pesar de no querer guardarle secretos sentía por dentro bullir un plan en absoluto noble ahora que todo se encontraba dispuesto de esta manera –. Te alcanzo en unos segundos –ella le miró por un segundo, después respiró profundamente y al salir colocó una mano sobre el hombro miliciano.

–Estará bien.

Cuando Luce cerró la puerta tras de sí, Colonnello aprovechó la oportunidad, se sentó al filo de la cama, con cuidado se desprendió de su collar con sus chapas de identificación y pasó una cadena con una placa alrededor del cuello del moreno. Su corazón latía estrepitosamente contra su pecho, casi se sentía descubierto.

 

–Está claro que no podemos quedarnos perdiendo el tiempo aquí –mordió el científico –. Tengo ocupaciones más importantes, si entienden a lo que me refiero.

–¿Por qué no dejamos que el Décimo se ocupe de él? –preguntó Viper –. No quisiera encargarme de él a menos que me pagaran mi peso en diamantes.

–Quizá lo mejor es que yo me quede con él –suspiró Luce –, después de todo sólo confiará en mi al principio.

–Eso sería injusto-kora –terció Colonnello, recibiendo una mirada extraña de cada uno –, quiero decir-kora –se aclaró la garganta –, para Luce sería injusto quedarse sola, quién sabe si el idiota se quede calmado. Necesitarás ayuda y da la casualidad de que dispongo de algo de tiempo-kora.

–Shie, creo ya se decidió quiénes lo cuidarán. Por otro lado, entre Verde, Shamal y yo encontraremos el modo de revertir el estado.

–Consulten a Irie Soichi, él tuvo participación en el asunto de Byakuran. Los demás, por favor, guarden discreción respecto de lo que aquí hablamos. No faltará el listo que quiera aprovecharse de la brecha en la mente de Reborn –imperó Luce. Ante el último comentario Colonnello se hizo chiquito mentalmente.

 

Despidieron al resto. Skull prometió que al día siguiente les traería lo necesario para vivir en la cabaña por un par de semanas, después de eso regresaría a sus locuras en motocross.

–Ahora que estamos a solas, Colonnello querido, ¿quieres explicar tu plan? –lo acorraló casi inmediatamente, el rubio ocultó muy bien su nerviosismo y dejó claro que lo único que importaba era que todo volviese a la normalidad lo más rápido posible.

 

 

Al estar en el porche escucharon el abrir de la puerta y volearon al aparecer el moreno en el marco.

–¿Cómo te sientes?

Reborn hizo un mohín y se pasó en medio de ambos.

–Me es familiar este lugar.

–Aquí fue donde nos conocimos, por acuerdo común es el punto de reunión. Yo prefiero pensar que nos despierta la nostalgia del hogar y por eso lo preferimos–se reprendió por un instante, llevando la mano a la frente –. Disculpen mi grosería –puso una mano sobre el hombro del rubio –, él es Colonnello. Uno de los nuestros.

El moreno lo examinó rápidamente, ignorándolo después.

–Uff, tan bueno como siempre-kora –murmuró cuando estuvieron a solas.

–Me preocuparé menos por él y más por ti –dijo en medio de un gesto guasón.

 

 

Cuando Skull acudió para entregarles varias cosas que Luce había pedido, aprovechó para ocultarse detrás de Colonnello.

–Sigue siendo el mismo abusador de siempre, lo sé –se separó al momento en que el moreno se encerró en la habitación restándoles a todos importancia.

–¿Algún avance respecto a la ubicación de Shamal-kora?

–El anterior Jefe Vongola dijo que la última vez que supo de él fue por un trabajo en el Caribe, así que Viper ha ido en su búsqueda.

–Qué filántropa.

–Un millón de yenes como pago, sin contar los gastos del viaje… ¿Está bien que sólo tú y la líder se queden con él?

–No sé si lo habrás visto bien pero está extrañamente tranquilo, en otro tiempo esto lo tomaría como encarcelamiento y se nos habría ido entre los dedos en medio segundo-kora.

–Hay algo raro.

–Algo trama-kora –concedió.

 

 

Al séptimo día, cuando la arcobaleno cielo consideró que Reborn ya no veía a Colonnello como un extraño, optó por dejarlos solos en lo que ella arreglaba un asunto relacionado con su Familia.

O sea que mamá cree que seré un buen hermano mayor-kora.

Lo que Luce desconocía era que ella le había brindado el último factor que hacía falta para poner en marcha su plan: estando completamente solos podría decirle a Reborn cualquier cosa que le viniera a la mente.

Y lo que a él había acudido en tropel de pensamientos se concibió en la epifanía de la que se arrepentiría más tarde.

 

 

Tocó levemente la puerta, en seguida escuchó un par de ruidos y la puerta se abrió.

–¿Qué quieres? –el moreno tenía signos de haber despertado recientemente, la camisa blanca estaba a medio abotonar y los cabellos en una maraña, añadiendo una mirada pesarosa muy extraña en él.

–Dentro de un rato iré al Lago-kora. Creí que te interesaría salir de aquí un rato-kora –sin mediar permiso se coló en la habitación, notando que todos los álbumes que Skull había traído permanecían abiertos en el piso.

Eran muchísimas fotografías donde Reborn estaba en su forma maldita, un bebé eterno con múltiples habilidades. Casualmente la mayoría se trataba del período en que había fungido como profesor privado de Tsunayoshi, así que eran varios retratos del inútil siendo torturado mientras aprendía.

–Hay algo de ti que me resulta estúpidamente molesto.

–Es normal-kora –se encogió de hombros y se dejó caer en la cama, sintiendo que las sábanas todavía desprendían el calor del cuerpo que hacía unos momentos la ocupaban –. No era propicio que alguien más estuviera-kora.

–Estamos solos.

Colonnello trató de permanecer sereno, se incorporó con lentitud y caminó hacia él; le tomó sólo un parpadeo alcanzar lo que quería.

Reborn quedó clavado en el piso, mirándolo fijamente, sintiendo sobre sus labios la firmeza de los labios ajenos.  

–Nadie puede enterarse que esto somos-kora –murmuró Colonnello.

El otro, reaccionando retardadamente lo apartó.

–¿Qué mierda estás tratado de decir?

Latiendo desbocadamente, a raíz del nerviosismo, el corazón del rubio pugnaba por salir del pecho. Al fin lo había hecho y ahora estaba dicho, sólo quedaba decidir si continuaba el camino o se retractaba en medio de una sonora carcajada para hacerlo parecer una broma. Se cubrió la boca con el revés de la mano y decidió mandar las bromas al carajo.

–Tú y yo tenemos una relación profunda, por eso es que me ofrecí para quedarme-kora. No tienes idea de lo jodido que estaba.

–Estás demente.

–Una de mis placas todavía pende de tu cuello –apuntó acusadoramente, extrayendo al mismo tiempo la que le quedaba para aventársela –. Mi nombre figura en ambas. Si encuentras una explicación lógica, aunque dudo que lo hagas, soy tu radioescucha-kora.

–¿Por qué esconderlo? –fue una pregunta certera. Colonnello se golpeó mentalmente, sabía que Reborn jamás ocultaba ninguna de sus relaciones... ni de sus fechorías. Además, estaba jugando peligrosamente a ocupar el lugar de Bianchi.

–Tú así lo decidiste-kora –aventuró. Se dio cuenta que Reborn no detenía su análisis, quizá creyó que taladrándolo con la mirada encontraría la verdad y lo apartaría de la farsa. De nuevo el miedo de ser descubierto le impedía hablar, así que antes de perder la fluidez en ello prefería guardar silencio, abonando así al misterio y a la duda que quería sembrarle.

–Pruébalo y te creeré –deliberó.

–¿Qué?

–Muéstrame qué es lo que tú y yo tenemos.

Estaba en un campo minado, a infortunio si movía el pie en la dirección equivocada; pero en este momento era arriesgar todo para arrepentirse después.

Del bolcillo del costado izquierdo de su pantalón verde extrajo una pequeña cartera de cuero muy fino, la abrió y en un pequeño resguardo sacó dos pequeños objetos: un anillo plateado sin ningún adorno y un trozo de cabello negro atado con un cordoncillo.

–Fueron los regalos que intercambiamos. –se sentía de lo más estúpido diciéndolo, era de lo más absurdo que se le pudo ocurrir. ¿Qué era? ¿Una niñita de quince años?

Había mentiras, por supuesto que sí. Pero lo que Reborn de este momento no sabía era que ciertamente el anillo le pertenecía, sólo que lo había perdido hacía cinco años; lo que en realidad había ocurrido era que Colonnello se lo robó cuando tuvo la oportunidad, por eso en el interior del aro estaba gravado el nombre del asesino de negro. Y el rubio lo conservaba como el único objeto de Reborn que tendría toda su vida esperando que el amor que sentía por él de modo unilateral se congelara lentamente con el devenir de los años.

El moreno al verlo sintió removerse algo en su interior. Probablemente se trataba de ese recuerdo de haberlo perdido, Colonnello no lo supo en ese momento.

–No es suficiente –arrojó el anillo directo al pecho del soldado, que enfocó toda su concentración en recuperar la prenda de añoranza y esconderla de nuevo sin saber que esa era la intensión del otro para aprovechar la brecha en su defensa y empujarlo a la cama.

–Ou, mierda – se quejó Colonnello al estrellar su cabeza en la pared. En el segundo en que el rubio mantuvo los ojos cerrados y las manos unidas resguardando el anillo, Reborn soltó una leve risita de satisfacción. Se inclinó sobre él y le dijo lentamente.

–Tienes razón. «Quiero hacerte llorar en este momento» –y eso le hinchaba el ego y la parte bajo la cintura.

–Espera –le dio la espalda, queriendo poner sus preciadas pertenencias en la mesita de noche, cuando el cuerpo del moreno se puso totalmente encima de él. Sintió la roca cerca de sus nalgas y no lo creyó posible, ¿Cómo era que tan rápido había terminado en esta situación que sólo en sueños concebía?

Sintió dolor cuando Reborn le clavó los dientes en la nuca, le desprendió de la chamarra verde y posó la barbilla en el hombro derecho del rubio.

–¿Siempre permaneces así de pasivo? –dicha provocación funcionó, Colonnello tomó la mano del moreno, dejando que su lengua dejase un improvisado sendero de saliva entre los dedos. De perfil mostró el reto, dejando que un gesto enigmático dibujara en sus labios la altanería necesaria para fingir que llevaba toda una vida dedicándose a complacerlo.

En un estallido de besos y caricias, Colonnello a ratos dudaba de cuál sería el mejor procedimiento para crear un ambiente que pudiera hacerle creer al hombre más fuerte de la mafia que ésta no era la primera vez que compartían lecho. Hasta que se le ocurrió decir que tenían aproximadamente seis meses lejos uno del otro y por ello su cuerpo no recordaba su forma.

–Me importa un bledo –dijo antes de penetrar al rubio que lanzó un alarido de dolor.

–Idiota-kora –tenía arrugado el entrecejo, al momento que Reborn lo besó, atrajo el labio inferior de éste para mordérselo hasta obtener sangre. El beso sangriento fue mucho más placentero de lo que al moreno hubiera gustado admitir.

 

 

Enmudecido agradeció que en este universo esa mordida que sentía hormiguearle en la nuca, y el rompimiento de culo, no lo conminara para siempre a estar junto a él, pero por otro lado, ¿Qué no habría sido mejor casarse de esa forma? Así nadie se osaría interponérseles.

 

 

–No es tan divertido si el juguete está roto.

Eso causó un revuelo de preocupación, ¿acaso Colonnello había sido tan estúpido como para olvidar que Reborn es capaz de lo que sea con tal de salirse con la suya? ¿Y si sólo lo había aceptado esta noche para divertirse? Ahora estando roto no había razón para continuar este teatro… principalmente si ahora Reborn era el dramaturgo de esta obra. Esos pensamientos debieron plasmarse momentáneamente en su rostro, pues el ser visto en corto patetismo debió mellar la socarronería del moreno.

–Me extralimité –estaba por tocarle los cabellos dorados, pero Colonnello se lo impidió.

–Con memorias o no, sigues siendo una mierda-kora.

 

 

Se metió al agua con la luna llena bailando sobre la superficie; dejó que la sangre marchase con las casi imperceptibles olas. Definitivamente podía recordar el día de hoy como fracaso casi total, desde el inicio sabía que jugar con la mente del asesino de negro traería consecuencias funestas, entre ellas romperle el corazón. Sin embargo ya estaba acostumbrado a esa desazón. Como agujas en su mente le reconcomía pensar que de haber nacido mujer sus deseos por aquél imbécil no hubieran sido tan imposibles.

Sumergió la cabeza esperando que el agua ahogase esas ideas inútiles. De nada servía compadecerse, odiaba tener que colocarse en el papel de víctima, especialmente por un mujeriego como aquél. Salió a respirar y lo vio en la orilla, al otro lado de donde él estaba.

Una personalidad incandescente, lo suficiente como para quemarlo si se acercaba demasiado; ¿era eso lo que le gustaba de Reborn?

Sacó de su mochila un ungüento que le había regalado Lal hace semanas cuando vio que sus heridas estaban sin atender después de un encuentro en un bar. No eran peligrosas, pero como su instructora se preocupaba a mares por él. Hoy se sentía satisfecho por tenerla de amiga ya que el artilugio sirvió para aliviarle aquella herida.

Vistiéndose con calma sabía que Reborn había vuelto a la cabaña. Al no tener ya nadie vigilándolo tomó sus cosas para marcharse. Eso hubiera sido idóneo para él, pero ni siquiera se sentía capaz de decepcionar a Luce, así que regresaría para entregarle a Beborn, después mentiría sobre un encargo pendiente y se iría sin volver la vista.

En la pequeña sala se hallaban tomando el té. No quiso buscar un mejor momento para anunciar su abdicación por cuanto a ser niñera, sin embargo cuando lo expresó, la líder negó su permiso.

–¿Kora? –movió la cabeza con incredulidad.

–Recibí noticias –explicó que sus informantes le hicieron saber los movimientos de más de un grupo, emprendiendo búsqueda y exterminio contra los arcobalenos, ahora que el más fuerte de ellos había desaparecido sin dejar rastro. A lo que muchos atribuyeron muerte, vieron la oportunidad de quebrar la balanza de poderes.

–En aciagos tiempos es cuando debemos estar juntos –culminó la arcobaleno cielo.

–De acuerdo-kora –se dejó caer en el sillón individual sin ocultar su enfurruñamiento que no duró mucho después de ver que Luce disponía una taza de café frente suyo.

–Él dice que guardamos una relación en secreto –dijo Reborn sin mostrar emoción. Colonnello sí y mucha, vertiendo el café a un lado sobre la alfombra, incorporándose al tiempo que limpiaba su mentón con el revés de su mano.

–No lo dudo –respondió la mujer, sosteniendo la taza con delicadeza. –. Yo sospechaba desde un par de años.

–Suficiente-kora –salió azotando la puerta tras de sí. ¿Qué significaba lo que acababa de ocurrir? Más aún, ¿cómo podían hablar de eso, precisamente eso, tan campantes como si él no estuviera viéndolos? Estaba creando una trinchera con sus enormes y enérgicas zancadas. No entro de nuevo, se dejó caer sobre la yerba, faltaban cerca de dos horas para amanecer. El frescor del suelo logró apaciguar el fuego encendido por el coraje y la vergüenza.

Al despertar estaba de nuevo en la habitación del arcobaleno del sol. Notó que las sábanas estaban límpidas y no había olor desprendido de sexo.

–Entonces a eso se debe – cerca del marco de la ventana.

–¿Kora? –salió un murmulló a través de la almohada donde tenía oculto su rostro.

–Tu mirada me persigue a todos lados.

–Me sacaré los ojos si eso te alivia-kora –percibió que Reborn se sentó al borde de la cama, tratando de no reírse muy fuerte.

–No, tu empecinamiento despertó algo –dijo en tono neutral –. Tienes las reacciones absurdas de un crío.

–¿Ya me recuerdas-kora? –usó un codo para apoyarse en el colchón.

–No recuerdo a ninguno de ustedes –permanecía cruzado de brazos –, pero a ti debería.

–Exacto-kora. A mí sí-kora. –de relámpago recordó que todavía no tenía entre sus cosas el anillo, al parecer era un libro abierto pues el moreno le mostró el objeto que buscaba –. Dámelo-kora.

–Tiene mi nombre –se burló al colocarlo en su dedo anular.

–Tú me lo regalaste –mintió.

–Gánatelo de nuevo.

–¿Qué tengo que hacer? –inquirió cuando presentía el rumbo que tomaba la plática.

–Hazme recordarte, para ti debe ser sumamente fácil.

El rubio respiró hondo, pero él solo se había metido en ese lío hasta el cuello. Además, principalmente debía ayudarlo en eso mientras sus demás compañeros encontraban una forma sólida de traerlo de vuelta, y cuando eso ocurriera…

–Ya pensaré en ello después –pensó en voz alta. Reborn le miró con curiosidad a lo que el otro respondió con una leve inclinación de cabeza–. Tengo mucho trabajo contigo, ¿dónde están los álbumes? Hay ciertas historias que contarte base a ellas-kora.

–Eso ahora no. Dime qué soy yo para ti, a través de eso recordaré.

–Todo menos eso-kora –tomó asiento rápidamente, lo que menos quería en el mundo era empezar una confesión que ensalzara el carácter insufrible de Reborn, además de que tarde o temprano tendría que tocar el punto de las relaciones anteriores a él; estaba pensando cómo evitarlo cuando se percató de estar completamente desnudo. Hizo un mohín buscando su ropa.

–No podrás salir a menos que me lo digas.

–Luce no te dejaría hacerme esto-kora.

–De ella fue la idea.

–¿La de dejarme en traje de Adán?

–No, dicha parte es toda mía –soltó barbaján mirándole el trasero al descubierto –. Aún no dices cómo fue que accedí a tener una relación así de enferma con un sujeto como tú.

–Eso tendrás que meditarlo tú mismo-kora. Ni yo entiendo algunos de tus contactos… de los pechos bamboleantes y tales finos –se remordió –, ya debiste verla –hizo un gesto hacia los portafolios que se veían en una esquina –. Bianchi es tu actual… actual… -incuso se le secó la garganta tratando de encontrar una salida a su predicamento –. Quizá es mejor si ella te cuenta todo-kora. –de nuevo atravesaba hielo frágil, por dentro se desmoronaba.

Por piedad de su carcelero mantenía la sábana entre sus piernas y la espalda pegada a la pared, ya había descubierto que no era ninguna broma que se quedaría allí a su merced hasta que soltara toda la historia.

–¿Qué haría ella por mí?

–No lo sé-kora.

–¿Y tú? –cruzó los brazos.

–Ya no tenemos edad para perder tiempo en esta discusión que terminará en qué te gusta de mí –quería parecer relajado al declarar lo siguiente, así no se sentiría tan lastimero –; Renunciaría a todo si tú me lo pidieras[1]–confesó al fin.

Palabras que hicieron eco en el ecuánime corazón del moreno.

 

 

–¿Y tú que fenómeno encarnas? –preguntó a Colonnello, fingiendo no saberlo. Tomaron un sendero largo para regresar a la cabaña donde la líder los esperaba. Tenían tres días emprendiendo caminatas de este estilo, Reborn bombardeando al rubio con cuestionamientos, en ocasiones repetitivos.

–Lluvia-kora –replicó con fastidio –aunque soy un usurpador. Había una mujer que estaba destinada a ocupar este lugar, me sacrifiqué por ella, ahora que sabes las consecuencias que se originaron a la par de la maldición podrás entenderlo-kora.

–¿Te lo retribuyó bien? –inquirió burlonamente mirando el cielo esclarecerse, sintiendo el sol colándose entre las nubes.

–No-kora.

–Qué estúpido.

–Lo es-kora. –se encogió de hombros.

Colonnello agradecer en voz interna que la mayoría de las preguntas se evocaran a él, además, ya con el plan bien asentado en sus entrañas mentir le comenzaba a ser fácil, así en su fantasía compensatoria podía imaginarse que estaban en lo más parecido a una «Luna de miel» que ambos, dada su posición de asesinos malditos, podían alcanzar.

Tenían un pie en el porche, Reborn se volvió lentamente para ver al rubio subiendo los primeros escalones. Un vago sentir le atravesó cuando el militar lo miró con aire de incomprensión.

En eso, el localizador del rubio lanzó un par de destellos, vaya que era oportuno. Una misión lejos de allí era justo lo que no quería. Lanzó un largo suspiro y entró para explicarle, con cansancio, que debía ausentarse.

–Envía alguien más a cumplir el trabajo –ordenó Reborn y Luce se mostraba de acuerdo.

–También comenzaré a oxidarme si sólo me quedo aquí-kora –si bien es cierto su alma quería continuar con esta novela de amor barata, existía su orgullo golpeando la puerta exigiendo salir a dar tumbos y cortando hilos de vida –. Quiero hacerlo-kora.

–Entonces, ¿por qué no van juntos? –Luce propuso, uniendo las manos en un aplauso sin sonido.

–No estamos yendo de paseo-kora –se asustó al ver que la sonrisa maternal de Luce era exactamente la misma de siempre pero que, combinada con sombría mirada, pintaba un cuadro irresoluble –«¿Dónde quedó eso de “no se separen”?»

 

 

Los detalles del trabajo le fueron entregados por el antiguo líder de la Familia Vongola, quien todavía ejercitaba mandatos desde las sombras para proteger al actual Jefe. Siendo de los únicos que conocía el estatus del asesino de negro, designó a Colonnello una delicada cuestión de negocios.

Debía asesinar un ascendiente empresario cuyas innovaciones y posicionamiento, de dejarse consolidar, terminarían con cierto negocio denominado tráfico de bilis de oso asiático.

Debía introducirse en la nómina de la empresa como chófer del emprendedor condenado. Se vistió con un traje que daba el aire de la usanza de conductores milicianos. Sería una lástima manchar los guantes blancos así que los intercambió por unos de cuero negro que pertenecían al ajuar del difunto cuyo puesto había usurpado.

–¿A dónde cree que…? –el ingenuo empresario perdió la compostura casi inmediatamente al desconocer el rumbo decidido por su chofer, especialmente cuando los seguros de las puertas se negaron a obedecerle, como si estuviesen soldados.

Una fábrica abandonada fue el sitio que eligió.

–No es personal, en serio –guardó la muletilla para tiempos menos lúgubres. Arrastraba a la víctima por los solitarios conductos. Sabía que Reborn estaba cerca supervisando la labor. Un cosquilleo en su nuca indicaba que eso lo emocionaba morbosamente.

Usó una navaja arpía, una de sus favoritas desde que un amigo se la obsequió. Cortó la garganta de lado a lado, dibujando una segunda boca en el desafortunado hombre, cuyo cuerpo despertó un suave eco al caer.

A sus espaldas se encontró Reborn, la respiración se escuchaba pesada. Sintió el aliento serle lanzado en la nuca. El rubio apreció eso despertarse cerca de sus nalgas. Sí, sinceramente a él también lo calentaba consumir vidas.

–Esto lo recuerdas mejor, ¿no-kora? –con una gota de sangre que había tocado el guante negro, acarició el pómulo de Reborn.

–Necesito tomarte –rugió antes de morderle el lóbulo de la oreja derecha.

 

 

Después de dejar el cadáver en el fondo de una tina con ácido, Colonnello llevó a Reborn a su departamento; era algo austero pero suficiente para una persona, ya estaba por ofrecerle el cuarto de baño para que se diera una ducha cuando el moreno negó en rotundo acorralándolo en la pared del pasillo.

–Te dije que lo quiero ahora –con los felinos y seductores ojos que lo distinguen consolidó la declaración, provocando un agitación en el otro.

Era la sangre el factor que le despertaba el hambre, lo sabía, se aprovecharía de ello como todo desde un principio. Rodeó el cetrino cuello regalando un prolongando beso que adquirió la suficiente pasión antes de terminar.

A trompicones terminaron en la cama. El arco iris de la lluvia estaba sobre la cintura del sol, deslizándose suavemente sobre la pelvis en medio de una sonrisita jactanciosa.

Reborn se ocupó de desabotonarle el pantalón y meter ambas manos para abrigar las firmes líneas del trasero. Su plan era llegar al final de nuevo pero esta vez quería calcinarlo placenteramente; no se había imaginado que verlo asesinar le causaría una espantosa erección. El corazón latía rápidamente, se mordieron los labios a modo de juego un par de veces.

–Quieto-kora –con dos dedos sobre el pecho de Reborn, Colonnello le indicó que volviera a recostarse, parecía iniciar un nuevo beso cuando a modo de juego evitó la boca por unos centímetros y la lengua del moreno terminó acariciándole el cuello.

Estiró el brazo derecho, directo a la cómoda abriendo el primer cajón. El moreno en relámpago reaccionó y lo detuvo

–¿Qué planeas?

–Jugar un rato, ¿no te interesa-kora? –mostró el lubricante frío –. Quiero que me cojas y que me hagas venirme con esto –le tomó la hombría – dentro mío –dijo quedito en la oreja izquierda.

El militar escuchó su risa y al segundo siguiente habían cambiado posiciones: Reborn lo había puesto boca abajo y tomado la botella para servírsela sobre la línea del sinuoso pasaje. Un vuelco en el asesino desmemoriado cuando vio que la estimulación servía para los jadeos más dulces que escucharía en su vida.

–¿Prefieres esto?

–¿Kora? –Colonnello que estaba ocupado disfrutando de al fin gozar la consideración del peor hombre del mundo cuando notó que algo enorme y plástico le perforaba. Así que Reborn había encontrado en la misma mesa de noche al amiguito que por una noche loca había adquirido para consolarse de la soledad física que también conllevaba un amor no correspondido.

Le pidió que pasara de ello, era vergonzoso.

–Pero qué dices –la voz sonaba distante, como conteniéndose a base de apretar la quijada –, parece que estás mejor con esto, ¿no, puta?

El juguete entraba y salía de su cuerpo, había hecho enojar al engreído amarillo. Fue como encarnar al estúpido de Ícaro.

–Dime con quiénes más te has acostado –introducía el objeto hasta la base, presionando la nuca del militar con la otra mano.

–Nadie –respondió entrecortadamente.

–No te creo –se inclinó y le mordió la oreja –, si tenías a alguien más debiste decírmelo.

–¡No hay otro-kora! –lanzó en un alarido lastimero. Sucio era jugar con el ambiente de esa manera y otra que le reclamaren algo absurdo –, eres… un… imbécil… -peor aún era concebir que si esto era un juego lo calentaba con cada arremetida de la hombría falsa –. Sólo te quiero a ti, idiota…

–Mámamela –ordenó atrayéndolo por los cabellos. Colonnello aceptó por la única razón que lo había orillado a empezar todo: sentir la pálida sombra de un amor infructuoso.

Quiso apartar el consolador, más el moreno se lo prohibió.

–Así es como debes estar.

Tenía ganas de morderle la entrepierna, así mataría dos aves con una piedra, pero era débil ante la excitación de someterse en cuerpo y alma al sujeto que llevaba queriendo desde hacía años. Quizá si Reborn nunca hubiese perdido la memoria no habría confirmado de lo que era capaz por estar una noche con él, ese enferma necesidad y hoy su sentimiento era una daga de cristal que se incrustaba en su pecho con cada respiración.

Lo amaba, esa era la única verdad en toda la farsa.

–Para, no sirves en esto –no le dio importancia al comentario. Los ojos de la lluvia comenzaban a arder.

¿Valía este hombre tal dolor?

–¿Por qué no te das cuenta-kora? –pasó la mano para quitarse el exceso de saliva, sacó en un movimiento al sustituto y se sentó a horcajadas sobre el asesino de negro –. Eras todo lo que yo quería –cerró los ojos al introducirse la hombría. Caliente. Penetrándolo. Destruyéndolo.

Pero no serás mío.

En la ducha Reborn tenía los dedos de nuevo en la cavidad del rubio. Al morboso le interesaba ver su semilla descender por las acaneladas piernas y perderse en el agua. El pene de nuevo palpitaba exigiendo fricción para satisfacerse, pero en la mente del asesino más peligroso se había conectado un cable que no le permitía disfrutar del todo el plato que tenía frente, pues posteriormente de la última declaración del soldado ya no había conseguido extraerle ni una sola palabra. Sólo gemidos y quejidos de gozo que por sí mismos lo bastaban.

«Eras todo lo que yo quería».

Si le daba más fuerza a esa inútil frase acabaría por volverse loco. Intentó de nuevo pincharle el ego, no funcionó. Fue como ver al rubio entregarse sólo al contacto físico porque su alma, o lo que fuera esa mierda que los filósofos enaltecen, estaba lejos de allí, donde él no podía cernir sus perniciosas garras.

En el lago de su memoria cayó una piedra. Las ondulaciones acariciaron algo reciente. La sonrisa que ahora le estaba vedada.

 

 

Lo hicieron un par de veces más, saciando sus hambres cada uno por su propia necesidad.

 

 

El científico omitió arrugar el ceño al constatar cuánto habían cambiado las cosas desde que Colonnello y Reborn aguardaban con Luce. Apretó el puño debajo de la mesa para que nadie notara su infortunio; sabía que algo había ocurrido entre ambos y su pragmática mente se resistía a lanzar una conjetura basándose únicamente en la frustración que le causaba advertirlos juntos.

Con base o no, lanzó la siguiente propuesta con fines egoístas.

–Haremos una pequeña reunión donde, por primera vez, nos mostremos los siete ante un público selecto. Con eso se darán por terminados los rumores de la desaparición. La mansión Vongola servirá para ese propósito.

Verde tenía, efectivamente, todo planeado. Previo a dejar la estratégica base, una noche antes y contra el pacto que tenían los siete entre sí de mantener en secreto la ubicación de la Cabaña, el arcobaleno del trueno llevó a una persona ajena al arco iris.

Bianchi lo primero que hizo fue abordar al asesino de negro, lanzando sinceros reclamos a todos por haberle ocultado a Reborn y más aun no decirle lo que en realidad estaba ocurriendo pues se sentía ella indispensable.

–Yo pude haberlo cuidado con todo gusto –ronroneó la mujer escorpión, con los brazos alrededor del moreno que permanecía impasible aunque de vez en cuando le regalaba miradas a Verde que prometían retribución.

Colonnello sólo se encogió de hombros y pasó todo tiempo fuera.

 

 

El día planeado para la cena de presentación llegó. Los guardianes Vongola, la mayoría de ellos, se encontraba en el salón principal verificando que todo estuviese en orden antes de permitir la entrada a los invitados.

–Nos alegra tenerte de vuelta, Reborn –dijo el Décimo Capo.

El moreno se reservó comentarios. La extravagancia del festejo estaba ya colándosele por las venas y por ser el centro de atención en cuanto se estuvo en el cénit de la reunión. Un par de vistazos y constaba la presencia del rubio militar sosteniendo una columna aquí o allá. Estaba empezando a cansarse del empecinamiento de la mujer que aseguraba ser su amante, pues prácticamente la tenía aferrándosele a la solapa del fino traje negro.

Verde guardaba prudente distancia desde un punto que le permitía tenerlos a ambos en la mira. La exasperación de Reborn de ir hacia Colonnello, esa era la señal que el arcobaleno estaba esperando para avanzar en su plan con propósitos infantiles. Y aquí estaba.

Bianchi harta de no tener por completo la atención de su amado, se puso de puntas y le plantó un apasionado beso.

El científico notó que su compañero rubio bajaba los brazos y en sus ojos relampagueaba fugazmente la rabia de los celos, alejándose. Esa era la señal. Verde fue hacia él, adelantándose al moreno que también había reparado en la reacción de Colonnello, sin embargo una oleada de invitados intervino y tuvo que ver cómo a lo lejos el científico le lanzaba una mueca burlona en lo que daba alcance al otro.

–Déjame solo-kora –dijo el rubio recargado en el antepecho, mirando el enorme patio cuyo centro brillaba por una maravillosa fuente con esculturas de artista veneciano.

–¿Crees que vendrá a buscarte aquí? –recibió una mirada colmada de reclamo –. Sé lo que viste –indicó, posicionándose a su lado –, no pierdas el tiempo esperando que él venga, no lo hará. En el momento que recuerde quién es realmente se olvidará de ti.

–Ya lo sé-kora, ¿a ti qué te importa? –tenía el corazón en un puño. Creyó que el alcohol le disminuiría la carga de saber a la víbora sobre Reborn toda la noche, pero aquí estaba Verde, queriendo abrirle los ojos, aclarándole de una vez por todas que Reborn era de ella y que el hechizo de Cenicienta al fin había terminado.

–Estoy aquí para ofrecerte un plan de respaldo.

–¿Qué rayos significa…? –había olvidado lo alto que Verde era, aunado a eso sus fuerzas para pelear estaban tiradas en el lodo, así que el ósculo no se pudo evitar.

–Ya lo entendiste –murmuró cuando separó su boca al término de aquél beso inesperado.

–Lo siento-kora. No te usaré como costal de box ni como pañuelo de lágrimas, no es mi estilo –dijo cansinamente, poco después se incorporó y con una sonrisa resignada se despidió.

 

 

Habiéndose librado de la ropa de gala, caminó por la ciudad con rumbo a un bar; como disciplinado militar esto podría parecer mala idea, sobre todo tomando en consideración que su bebida favorita tenía más función de energizar que desinhibirle los sentidos, pero hoy lo dejaría pasar.

–Gin tonic-kora –deslizó un par de billetes por la barra.

Sabía que Verde le había puesto un localizador, lo sentía en su banda militar. Se desprendió lentamente de ella y la dejó en la madera. Un pequeño chip, sumamente inofensivo. Lo dejó a lado del vaso de cristal, cuando meditó sobre ponerse de nuevo o no la banda, concluyó que eso era para otro Colonnello, uno que no inspirara lástima a sí mismo. Se echó a reír, llamando la atención de más de un sujeto. Corrió la silla hacia atrás y salió.

 

 

Un antro de mala muerte, a su gusto. Con la fiesta su sistema le indicó que estaba acostumbrado a los lujos y suntuosidad, así que este centro era poca cosa. Encontró el localizador sobre la barra y un trozo de tela que inmediatamente reconoció.

 

 

En la tranquilidad de su habitación navegó hacia la esencia que el moreno había dejado en la almohada. No, se había desvanecido. Sin estrella qué seguir, naufragó.

–Sólo una vez más –prometió. Colocándose entre las sábanas para coquetear con el falo que nunca le reclamaría y en silencio esperaría. ­–. Mnn…

Con el tiempo la sensación del cuerpo de Reborn contra el suyo se derretiría. Debía apresar la realidad y fundirla con su fantasía mientras aún el sabor del encuentro estuviese fresco.

–Reborn…

El silencio abrigó su confesión.

 

 

Mientras Bianchi le esperaba insinuantemente en la cama con lencería fina cubriendo sus pudendas partes, Reborn permanecía sentado en la orilla manteniendo cerca de su nariz la mano diestra envuelta con la orla de Colonnello.

–Ven, Reborn –pasó la mano viperina por su hombro, brindando caricias seductoras, todo el tiempo que pasó lejos de él le pareció una grosería hoy tenía la noche, la oportunidad, la vida, de recompensarse.

En un ataque, el asesino de negro superpuso a los ojos de la mujer la banda, y le entregó un beso. Lastimero que los labios diminutos de la fémina no eran los que él hubiese querido encontrar. El artilugio no era suficiente para engañarse.

–Oh, Reborn –ronroneó tomando a ciegas las manos del moreno, notó que había una alianza en uno de sus dedos. –¿Qué es…? –se apartó del juego momentáneamente, pudiendo ver con claridad que su venerado llevaba un anillo de plata –. Veo que al fin lo encontraste –sonrió dichosa.

–¿Qué dices?

–Me habías prometido un anillo de compromiso hacía años –casi se le veía querer llorar, era vomitivo –, pero me dijiste que lo habías perdido –sacudió su cabeza rápidamente –. No importa, ¿quieres ponérmelo? –extendió ansiosa su mano.

–¿Qué harías por mí? –preguntó en un murmullo.

–Lo que sea, lo que sea –repetía añorando que la acariciara más.

–De ti no quiero escucharlo.

–¿Qué? –fue una exclamación que salió disparadamente ofensiva.

–Déjame solo –dijo aventándole la ropa.

 

 

Por información de Luce sabía que Colonnello había regresado a un lugar llamado Mafia Land, así que no tenía la bravata planeada para ir a su encuentro mientras no tuviese sus memorias íntegras.

Al fin habían encontrado a Shamal y éste había dado una solución que, a vista, era sencillamente estúpida.

–Debe volver en la bazuca ahora que el departamento de investigación ha hecho los arreglos necesarios.

–Esperábamos algo emocionante, partiendo que fuiste tú quien reinició al peor de los nuestros –dijo Viper.

–Si fue ese artefacto lo que desencadenó todo desde un inicio, era obvio que alguien de más adelante intervino.

–Colonnello nunca había mencionado ese incidente –dijo Luce.

–Fue Lambo quien terminó confesándolo todo –explicó Viper.

–Qué conveniente –terció el científico.

–Demasiado, diría yo –replicó el médico dirigiéndose al arco iris verde–, es imposible que no supieras cómo remediar este problema. Si omitiste participar fue por una razón.

–Alegaré demencia –arregló los lentes sobre el puente de su nariz.

 

 

Lambo Bovino sentía la furia asesina emanando de la sola mirada del hombre de negro, temblaba de pies a cabeza. Cuando ya no pudo más se arrodilló implorando perdón.

–¡Lo siento, lo siento! Pero tú habías ordenado que ni Colonnello o yo dijéramos una sola palabra, pero… pero…

–Cállate, vaca estúpida. –apuntó el cañón de la pistola a la cabellera azabache.

–Debes calmarte –intervino la líder –, ya tuvo su oportunidad de exponer su versión de los hechos, ¿no crees que debemos buscar la pieza que falta?

–El soldadito de plomo es mi objetivo. Lo buscaré yo solo.  –retrajo su brazo, de nuevo el enaltecido arcobaleno del sol.

 

 

Daba la treceava vuelta cuando Falco atravesó el campo llamando su atención.

Sudor exhalaba por cada poro, pasó una toalla para secarse la frente. Era extraño que su halcón apareciera en su hora de caza y no tenía algo en su agenda de entrenamientos; para esto se sentía hecho, por ello, reinaba la calma en la isla a su cargo.

–¿Qué sucede, amigo-kora?

Sin embargo tal estado fue interrumpido al ver que su emplumado amigo llegaba cargando un camaleón…

Corrió a máxima velocidad, derrapando frente la mansión en la base de la montaña. Abrió las puertas intempestivamente, pero no lo encontró en el recibidor ni el despacho. Creyó que el sol le había jugado una mala broma, movió la cabeza con un gesto entre perplejo y divertido dirigiéndose a su habitación.

Al estar semidesnudo sólo tenía que desprenderse del pantalón y las botas para darse un baño. Disponía los dedos sobre el cinturón pero un estremecimiento se dispersó desde su columna, volteó rápidamente descubriendo al arcobaleno Reborn tranquilo en la silla con la pierna izquierda sobre el muslo derecho y de brazos cruzados.

–No estaba delirando-kora.

–Recordé todo.

–Tenía que ser-kora, ¿vienes a matarme o esperas que luche por mi vida previamente-kora?

–Formula tu defensa.

–No hay nada que explicar, vi mi oportunidad y la tomé-kora.

–Era un juego para ti –reverberaba su irritación –Es lo que intentas decir.

–Si eso es lo que quieres oír-kora.

–¿Sabes? Ya estaría rompiéndote sobre tu cama en estos instantes si me dijeras lo que quiero oír.

–No lo soltaré fácil –decidió ignorar lo anterior, ya tenía suficiente experiencia como para emocionarse por una ilusión tan vana.

–¿Por qué a mí otro yo sí? –inquirió; por dentro hervía, sabía que el rubio no se daba cuenta del peligro que corría haciéndolo enojar.

–Era más agradable conversar con un Reborn que no estuviese dispuesto a humillarme por lo que sentía-kora.

–Suenas muy convencido de obtener aversión inmediata.

–Un mujeriego como tú lo entendería-kora.

–Algo para ti –arrojó un pequeño cuadro blanco que al sostenerlo se dio cuenta de que era una nota con su puño y letra –, un mensaje de tu otro yo que me entregó cuando regresé momentáneamente al futuro a recuperar mis memorias.

–Tonterías-kora –la rompió en minúsculos pedazos.

–Fue un desliz mío intervenir en mi brillante plan –se levantó, dejando que los brazos cayeran a sus costados –. Eras Tú quien debía entrar en la bazuca y ser alterado por mí diez años en el futuro para regresar sin recordar un céntimo. Así yo te habría torcido en el presente haciéndote creer que eras mío desde el principio.

–Completamente absurdo-kora. Tú nunca mostraste nada… si burlarte de mí es tu plan de venganza mejor intenta matarme-kora –apretó los puños.

–El anillo que me robaste hace años ahora está en la mano de Bianchi.

–¡Maldito bastardo! –su puño fue frenado en seco por un elegante movimiento del moreno.

–Sólo Luce sabía lo que planeaba hacer con él –prosiguió.

–Cállate. –se libró del agarre.

–Alguien cercano a ella debió escuchar sobre su existencia.

–Son mentiras.

–Lo robaste, ¿no es así? De primera mano no vi qué interés podía despertar en alguien como tú.

–¿Por eso te divierte jugar con la línea temporal-kora? –le dio la espalda, jaló una camisa blanca y la pasó sobre su cabeza. Evitar verlo a los ojos no sería suficiente, debía irse y desaparecer del mapa inmediatamente.

«Yo de hace diez años, lo que él te diga es la verdad, sé lo tonto que suena. Escúchalo y júzgalo.»

–Los seguí ese día cuando la vaca estúpida, con su vocecita de cría, imploró tu ayuda. –continuó con su parte de los hechos.

–Entonces no debiste intervenir cuando el arma de Lambo iba directa hacia mí-kora. Todo habría sido diferente y ahora yo sería tu feliz prisionero, ¿no?

–Fue un impulso idiota.

–Ese fue el desliz de tu brillante plan-kora –se recargó en el filo de la mesa de noche –¿Ahora qué? Ah, ya sé-kora –se aclaró la garganta –, no puedo ser padrino de bodas pero tienen mi bendición, tú y Bianchi. Que sean muy felices y toda esa mierda que se supone correcta.

El moreno estaba tan cerca de él que de nuevo su respiración se impregnaba de aquél aroma.

–Lo esperado es que respete mi palabra y la despose.

–¿Qué buscas probar viniendo aquí-kora?

–Cumple tu palabra –estampó su mano derecha sobre la pared, dejando que Colonnello se inclinase hacia atrás –, una vez dijiste que renunciarías a todo si yo te lo pidiera. Hazlo. Renuncia a este lugar, a la mafia, tu puesto militar.

–No estés jugando-kora.

–Si tu promesa vale tan poco no merecerás esto –extrajo una pequeña caja de su bolcillo.

Por más tranquilo que fuese su semblante, si se quedaba un minuto más el magnetismo de Reborn terminaría por vencerlo. Sin embargo, un imán no podía ser suficiente para atarlo.

–Busca tu capilla en otro lado-kora –frunció el ceño –, no pienso serlo, estúpido-kora –se apartó y cansinamente tuvo que voltear al tener la mano de Reborn apresando su antebrazo.

–Te estoy proponiendo un vínculo.

–¿Con los dos al mismo tiempo? ¿A quién verás los fines de semana? Es en serio, búscate otro al que le gusten esas morbosidades.

–Tratándose de testamentos el nuevo es el único válido.

–Jódete con eso-kora.

–Si puede más tu orgullo que la filantropía de compartirme…

–Si tu verga pugna por sacudirse en otras cuevas no es suficiente-kora. –se encogió de hombros –, dame algo por lo que quiera apostarlo todo.

El moreno estaba por mostrar de nuevo el cubo de terciopelo cuando Colonnello lo alejó con un golpe de su mano, atrajo al asesino de negro por las solapas de su traje para besarlo.

–Yo siempre seré el de la iniciativa-kora.

–No te atrevas a darme la espalda.

–Necesito un baño-kora –estampó la puerta. En soledad se permitió avergonzarse, ¿qué estaba ocurriendo? Reborn estaba al otro lado de la puerta, esperándolo, ¿para qué? ¿Era un chiste? Las mejillas estaban por estallarle del sonrojo, se dio un par de palmadas en la cara después de sumergir la cabeza en el agua de la regadera. No podía permitirse vacilar ante la negociación más irracional de su vida.

Quería alcanzar el jabón cuando la puerta del baño estalló en miles de astillas.

–¡¿Qué diablos te ocurre-kora?!

–Tu respuesta, la exijo ya. –dijo Reborn dejando su arma en una repisa blanca, se quitó en saco dejando ver las sobaqueras. Caminó hasta él desabotonándose la camisa amarilla, lanzando la corbata hacia atrás y entrando con él a la regadera, arrinconándolo al poner los antebrazos en las losas.

 

 

Colonnello tenía ambas manos sobre la pared, Reborn tenía las suyas sobre el primero, masturbándolo y pellizcándole los pezones. Segundos más tarde su enorme hombría era perfilada hacia la entrada del militar que respingó recordando las anteriores ocasiones, pero sus manos al igual que sus intenciones por escapar fueron interrumpidas por un par de dedos que se enlazaron con los suyos en una muestra mucho más significativa y sincera que cualquier frase de conquista que Reborn hubiese empleado antes.

–No huyas de mí. Jamás.

 

 

–Ahora que sé que estás enamorado de mí puede que lo tolere –apaciguó la risa que le causaba ver al rubio con ojeras.

–Tú eres el que sin mí no vive, estúpido-kora. –no evitó mirar hacia la mesita de noche donde aguardaba la caja negra con la que lo había tentado Reborn hacía unos días. Había resistido con dignidad por una semana pero en estos instantes usaba todas sus fuerzas en alejar su mano de ese lugar.

El moreno supo cuál dilema atravesaba el hombre debajo de él y sonrió siniestramente.

–Vamos, cede. Véndeme tu alma. –tomó la cajita, mostró dos anillos uno plata y el otro ónice. –No me tendrás toda la vida intentando convencerte por las buenas.

–Entonces empieza por usar tus malos métodos y métete… ¡Ese es mi anillo, idiota-kora!

–¿En serio? –soltó fingiendo sorpresa.

–Te mato-kora.

–Prueba… después de esta ronda.

 

+ : : FIN : : +



[1] L'hymne a l'amour. Esta canción fue el vals de boda de mi hermana putativa, un octubre de 2015; una de las melodías más hermosas que he escuchado en mi vida. 

Notas finales:

Como había publicado en mi perfil de usuario ya tengo mi santoral, ok no. Mi calendario de actualizaciones está allí, por si quieren darle una pasada. 


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