Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Maybe Someday por Marimo52

[Reviews - 25]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Esta es una adaptación de un libro llamado Maybe Somday y los personajes mencionados son de Eiichiro Oda


Acabo de darle un puñetazo en la cara a un chico. Y no a cualquier chico. A mi mejor amigo. Mi compañero de cuarto.
Bueno, supongo que desde hace cinco minutos debería estar llamándole mi ex-compañero de cuarto.

Su nariz comenzó a sangrar casi de inmediato, y durante un segundo, me sentí mal por haberle golpeado. Pero entonces recordé lo puto, traicionero y mentiroso que era, y me dieron ganas de golpearlo de nuevo. Lo hubiera hecho si Nami no lo hubiese impedido, parándose entre los dos.

Así que en vez de golpearlo, la golpeé a ella. No le hice ningún daño, por desgracia. Nada comparado al daño que le hice a mi mano.

Golpear a alguien duele mucho más de lo que me imaginaba. No es que me pase una cantidad excesiva de tiempo imaginando cómo se sentiría golpear a la gente. Aunque comienzo a sentir el impulso de nuevo al observar mi teléfono, al mensaje de texto entrante de Zoro. Él es otro de quien me gustaría vengarme. Sé que técnicamente no tiene nada que ver con mi situación actual, pero podría haberme avisado un poco antes. Así que también me gustaría darle un puñetazo.

Zoro:
¿Estás bien? ¿Quieres venir hasta que la lluvia se detenga?

Por supuesto que no quiero ir. De por si, mi puño ya duele lo suficiente.
Si fuese al departamento de Zoro, me dolería aún más luego de haber terminado con él.

Me doy la vuelta y miro hacia el balcón. Se encuentra apoyado contra la puerta corrediza de vidrio, teléfono en mano, mirándome. Es casi de noche, pero las luces del patio iluminan su rostro. Sus ojos oscuros se centran en los míos, y la forma en que su boca se curva hacia arriba en una sonrisa suave y arrepentida, hace que sea difícil recordar por qué aún estoy molesto con él. Se pasa la mano libre por el cabello que cuelga sobre su frente, revelando aún más la expresión de preocupación en su rostro. O tal vez sea de pesar. Como debe ser.

Decido no responder, y en su lugar le enseño mi dedo medio. Niega con la cabeza, y se encoge de hombros, como diciendo lo intenté, para luego entrar a su apartamento, deslizando la puerta para cerrarla.

Pongo el teléfono en mi bolsillo para no mojarlo, y miro a los alrededores del patio en el complejo de apartamentos donde he vivido durante dos meses enteros. Cuando nos mudamos, el caliente verano de Japón se tragaba hasta los últimos vestigios de la primavera, pero parecía que este patio de algún modo aún se aferraba a la vida.

Vibrantes hortensias azules y púrpuras decoraban las pasarelas que conducen a las
escaleras, y la fuente colocada en el centro veía un flujo constante de visitantes jóvenes.

Ahora que el verano ha llegado a su pico más atractivo, el agua de la fuente se ha evaporado desde hace tiempo. Y las hortensias son un recuerdo triste y marchito de la emoción que sentí cuando Usopp y yo nos mudamos aquí. Mirando el patio, ahora vencido por la temporada, veo un inquietante paralelismo en cómo me siento en este momento. Derrotado y triste.

Me encuentro sentado en el borde de la fuente de cemento ahora vacía, con los codos apoyados en las dos maletas que contienen la mayor parte de mis pertenencias, esperando a que un taxi venga a recogerme. No tengo idea de a dónde va a llevarme, pero sé que preferiría estar en cualquier otro lugar que en donde estoy en estos momentos. Lo que es... bueno, sin hogar. Podría llamar al viejo, pero eso sólo le daría razones para comenzar a dispararme con todos esos “te lo dije.”

Te dije que no te mudaras tan lejos, Sanji.

Te dije que no te lo tomaras en serio con esa tipa.

Te dije que si hubieses elegido estudiar Pre-leyes en vez de música y cocina hubiese pagado por ello.

Te dije que debías golpear con el dedo pulgar en la parte exterior de tu puño. De acuerdo, tal vez nunca me enseñó las técnicas de golpe adecuadas, pero si todo el maldito tiempo tenía la razón, debió haberlo hecho.

Aprieto mi puño, extiendo los dedos, y luego los cierro de nuevo. Mi mano se encuentra sorprendentemente adolorida, y estoy bastante seguro de que debería ponerle hielo. Me siento mal por los chicos. Golpear es una mierda. ¿Saben que otra cosa es una mierda? La lluvia. Siempre busca el momento más inadecuado para caer, como ahora mismo, cuando no tengo casa.

El taxi finalmente se detiene frente a mí, y me levanto para tomar mis maletas. Las ruedo detrás de mí mientras el taxista se baja y abre el baúl. Antes de que incluso le entregue la primera maleta, mi corazón se hunde cuando de repente me doy cuenta de que ni siquiera tengo mi billetera. Mierda.

Miro a mi alrededor, hacia donde me encontraba sentado, luego hacia mi cuerpo, como si la billetera fuese a aparecer mágicamente en mi mano. Pero sé exactamente dónde está. En casa, con Usopp.

Suspiro. Y me río. Por supuesto, dejé mi billetera. Mi primer día de estar sin hogar habría sido demasiado fácil si hubiera tenido una billetera conmigo.

—Lo siento —le digo al taxista, que ahora se encuentra cargando mi segunda pieza de equipaje—. He cambiado de opinión. No necesito un taxi en este momento.

Sé que hay un hotel a cerca de medio kilómetro de aquí. Si pudiera reunir el coraje para volver a entrar y conseguir mi billetera, podría caminar allí y conseguir una habitación hasta que decida qué hacer. No es como si ya no estuviera completamente empapado

El conductor saca las maletas de nuevo, las coloca en la acera frente a mí, y camina de nuevo al lado del conductor sin siquiera hacer contacto visual. Él simplemente se sube a su auto y se va, como si mi cancelación fuese un alivio.

¿Me veo tan patético?

Tomo mis maletas y camino de regreso a donde me encontraba sentado antes de darme cuenta que no tenía billetera. Echo un vistazo a mi apartamento y me pregunto qué pasaría si volviera allí para buscar mi billetera. En cierto modo dejé las cosas hechas un lío cuando entré por la puerta. Creo que prefiero estar sin hogar y en la lluvia, que volver allí.

Tomo asiento en mi equipaje de nuevo y contemplo mi situación. Podría pagarle a alguien para ir arriba por mí. Pero no hay nadie aquí afuera, y ¿quién sabe si Nami o Usopp siquiera le darían mi billetera a esa persona?

Esto apesta de verdad. Sé que voy a tener que acabar llamando a uno de mis amigos, pero en este momento me siento demasiado avergonzado como para decirle a nadie cuán tonto he sido durante los últimos dos años. He estado completamente ciego.
Ya estoy comenzando a odiar tener veintidós años, y aún tengo que soportar otros 364 días para que eso cambie.

Apesta tanto que estoy... ¿llorando?
Genial. Ahora estoy llorando. Soy una chico violento y lloron, sin hogar y sin billetera. Y por mucho que no quiera admitirlo, creo que también podría tener el corazón roto.

Síp. Ahora es un sollozo. Estoy bastante seguro de que esto debe de ser lo que se siente al tener el corazón roto.

—Está lloviendo. Date prisa.

Subo la mirada para ver a una chico de pie junto a mí. Sostiene un paraguas sobre su cabeza y me mira con apuro mientras salta de un pie al otro, esperando a que yo haga algo. —Me estoy mojando. Date prisa.

Su voz es un poco exigente, como si me estuviese haciendo algún tipo de favor y yo fuera un desagradecido. Arqueo una ceja al mirarlo, protegiéndome de la lluvia con una mano. Echo un vistazo a su camisa, y me doy cuenta de que se trata de un uniforme de Hooters2.

¿Podría este día volverse aún más extraño? Me encuentro sentado en casi todo lo que tengo, bajo un aguacero torrencial, siendo correteado por una perro camarero de Hooters.

Todavía estoy mirando su camisa cuando el agarra mi mano y me levanta en una rabieta. —Zoro dijo que podrías hacer esto. Tengo que ir a trabajar. Sígueme, y te mostraré donde está el apartamento. —Agarra una de mis maletas, levanta el mango y la empuja hacia mí. Toma la otra y camina rápidamente fuera del patio. Le sigo, por ninguna otra razón más que por el hecho de que se ha llevado una de mis maletas y la quiero de vuelta.

Grita por encima de su hombro mientras comienza a subir la escalera. —No sé cuánto tiempo planeas quedarte, pero sólo tengo una regla. Mantente fuera de mi habitación.

Llega a un apartamento y abre la puerta, ni siquiera mira hacia atrás para ver si lo estoy siguiendo. Una vez que estoy en la parte superior de las escaleras, detengo mi andar fuera del apartamento y observo hacia el helecho que, inafectado por el calor, se encuentra en una maceta junto a la puerta. Sus hojas son verdes y exuberantes, como si estuvieran mostrándole el dedo medio al verano, negándose a sucumbir ante el calor. Le sonrío a la planta, un poco orgulloso de ella. Entonces frunzo el ceño al darme cuenta de que envidio la resistencia de un helecho.

Niego con la cabeza, mirando hacia otro lado, y luego doy un paso vacilante dentro del apartamento. El diseño es similar al mío, sólo que éste tiene dormitorios divididos, haciendo cuatro en total. El que compartía con Usopp sólo tiene dos habitaciones, pero las salas de estar son del mismo tamaño.

La única otra diferencia notable es que, en éste, no veo ningún puto traicionero y mentiroso, con la nariz ensangrentada. Tampoco veo alguno de los platos sucios de Usopp o su ropa por lavar regada por todas partes.

El chico coloca mi maleta en el suelo junto a la puerta, luego se hace a un lado y espera a que haga... bueno, no sé lo que el está esperando que haga.
Pone los ojos en blanco y me toma del brazo, alejándome de la puerta e introduciéndome aún más dentro del apartamento. —¿Qué demonios te pasa? ¿Por lo menos hablas? —Comienza a cerrar la puerta detrás de el, pero se detiene y se da vuelta, con los ojos abiertos. Sostiene su dedo en el aire—. Espera —dice—. No eres... —Rueda los ojos y se golpea a sí mismo en la frente—. Oh, Dios mío, eres sordo.

¿Eh? ¿Qué demonios le pasa a esta chico? Niego con la cabeza y empiezo a responder, pero el me interrumpe.

—Dios, Law —murmura para sí mismo. Se frota las manos por la cara y gime, ignorando por completo el hecho de que estoy sacudiendo mi cabeza—. Eres un perro insensible a veces.

Guau. Esta chico tiene problemas serios cuando se trata de relacionarse. Es medio perro, a pesar de estar haciendo un esfuerzo por no serlo. Ahora piensa que soy sordo. Ni siquiera sé cómo responder. Niega con la cabeza como si estuviese decepcionado de sí mismo, y luego me mira fijamente.

—¡TENGO... QUE... IR... A... TRABAJAR... AHORA! —grita muy fuerte y dolorosamente lento. Hago una mueca y doy un paso atrás, lo que debería ser un gran indicio de que lo oigo prácticamente gritando, pero el no se da cuenta. Apunta hacia la puerta al final del pasillo—. ¡ZORO... ESTÁ... EN... SU... HABITACIÓN!

Antes de tener la oportunidad de decirle que puede dejar de gritar, sale del apartamento y cierra la puerta detrás de el.

No tengo ni idea de qué pensar. O qué hacer ahora. Me encuentro de pie, empapado, en medio de un apartamento ajeno, y la única persona, además de Nami y Usopp con quien me encuentro furioso en este momento, se encuentra a sólo unos metros de distancia, en otra habitación. Y hablando de Zoro, ¿por qué demonios envió a su novio psicópata de Hooters a buscarme? Saco mi teléfono y comienzo a escribirle cuando la puerta de su dormitorio se abre.

Camina por el pasillo con un montón de mantas y una almohada. Tan pronto como hace contacto visual conmigo, me quedo sin aliento. Espero que no sea un jadeo notable. Es que nunca lo he visto tan de cerca, y es incluso más guapo a unos pocos metros de distancia de lo que lo es del otro lado del patio.

No creo haber visto nunca ojos que de verdad pudiesen hablar. No estoy seguro de lo que quiero decir con esto. Simplemente pareciera como que él pudiera dispararme la mirada más pequeña con esos oscuros ojos suyos, y yo sabría exactamente lo que tenía que hacer. Son penetrantes e intensos y, ¡oh, Dios mío! Lo estoy mirando fijamente.

La comisura de su boca se inclina hacia arriba en una sonrisa de complicidad mientras pasa a mi lado y se dirige directamente hacia el sofá.

A pesar de su atractivo rostro y aspecto un poco inocente, quiero gritarle por ser tan engañoso. No debería haber esperado más de dos semanas para decírmelo. Habría tenido la oportunidad de planear todo esto un poco mejor. No entiendo cómo pudimos haber tenido dos semanas de conversaciones que realmente valieron la pena, sin que él sintiera la necesidad de decirme que mi novia y mi mejor amigo se estaban enrollando.

Zoro lanza las mantas y la almohada en el sofá.

—No voy a quedarme aquí, Zoro —digo, intentando impedir que perdiera el tiempo con su hospitalidad. Sé que se siente mal por mí, pero casi no lo conozco, y me siento mucho más cómodo en una habitación de hotel que durmiendo en un sofá extraño.

Por otra parte, las habitaciones de hotel requieren dinero.

Algo que no tengo en este momento.

Algo que hay dentro de mi billetera, al otro lado del patio, en un apartamento con las únicas dos personas en el mundo que no quiero ver en este momento.
Tal vez un sofá no es tan mala idea después de todo.

Zoro arma el sofá y se da la vuelta, bajando la vista hacia mi ropa empapada. Observo el charco de agua que estoy creando en medio de su piso.

—Oh, lo siento —murmuro. Mi cabello se encuentra pegado mi rostro, y mi camisa ahora es una excusa patética de barrera entre el mundo exterior y mi abdomen—. ¿Dónde está el baño?

Él asiente con la cabeza hacia la puerta del baño.

Me doy la vuelta para abrir una maleta, y empiezo a hurgar en ella mientras Zoro camina de nuevo a su dormitorio. Me alegro de que no me pregunte sobre lo que sucedió después de nuestra conversación anterior. No estoy de humor para hablar de ello.

Selecciono un par de pantalones holgados y una camiseta, luego agarro mi bolsa de artículos personales y me dirijo hacia el baño. Me molesta que todo en este apartamento me recuerde al mío, con sólo unas pocas sutiles diferencias. Este es el mismo cuarto de baño con las puertas de Jack y Jill a la izquierda y derecha, que conducen a los dos dormitorios contiguos. Uno de ellos es el de Zoro, obviamente. Tengo curiosidad por saber a quién le pertenece el otro, pero no la suficiente como para abrirlo. La regla del chico Hooters era permanecer fuera de su habitación, y el no parece ser del tipo que bromea.

Cierro la puerta que conduce a la sala de estar y la bloqueo. A continuación, compruebo las cerraduras de las dos puertas de las habitaciones para asegurarme de que nadie pueda entrar. No tengo ni idea de si alguien más, aparte de Zoro y el chico Hooters, vive en este apartamento, pero no quiero correr el riesgo.

Me quito la ropa empapada y la tiro en el lavado para evitar empapar el suelo. Enciendo la ducha y espero hasta que el agua se caliente, para luego meterme bajo el chorro de agua y cerrar los ojos, agradecido de que ya no me encuentro sentado afuera en la lluvia. Al mismo tiempo, tampoco estoy muy feliz de estar donde estoy.
Nunca esperé que mi vigésimo segundo cumpleaños acabara conmigo duchándome en un apartamento extraño y durmiendo en un sofá que pertenece a un hombre que apenas conozco desde hace dos semanas, todo esto a manos de las dos personas que más me importaban y en las que realmente confiaba.

 

 

 

Notas finales:

Solo quiero saber que tal quedo, tal vez lo siga subiendo o tal vez solo deje el prólogo por aquí....como sea, gracias por su atencion 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).