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Tierna sonrisa por 1827kratSN

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Notas del fanfic:

Holi

yo solo dejaré esto por aquí y me iré~

 

Notas del capitulo:

Holas~

Pos dejo esto aquí y me escapo 

 

Miraba al horizonte sin siquiera fijarse en si el sol estaba en buena posición. Disfrutaba del calor del astro invadirle los sentidos, sus ojos cerrados solo eso le permitían. Escucha una voz detrás de sí y sonríe ampliamente porque es él, la persona que ha amado por tantos años. Lo recibe con los brazos abiertos, le cede un beso tierno, le acaricia las mejillas y siente su mejilla ser presionada con delicadeza. Se acurruca en el pecho del más alto y suspira porque la fragancia sutil le embriaga los sentidos

 

 

-¿estás listo Tsunayoshi? – susurra al oído del castaño como un secreto

-lo estoy – sonríe, como muchas veces hizo antes – vamos – toma la mano de su amado y suspiraba nuevamente

 

 

Mira las nubes y piensa que Kyoya es igual a ellas, errantes, indescifrables, libres, con el poder de surcar los cielos sin prohibición alguna. Se siente afortunado de tenerlo a su lado, mucho más si lo acompaña en ese sendero que debe seguir. Mira las flores que pisa con cada paso, las pobres plantas tal vez mueren al ser aplastadas, pero no puede hacer otra cosa más que seguir. Es un camino virgen, al menos así lo creen los que viven en el pueblo cercano, pero en realidad es parte del secreto de aquellos dos caminantes

 

 

-¿estás bien? – pregunta el más alto, mirando de reojo al castaño quien asiente – falta poco

-Kyoya, ¿crees que esté bien que sigamos haciendo esto?

-lo está – susurra al viento mientras entrelaza sus dedos con los de Tsuna – lo seguiremos haciendo. Si es necesario por el resto de nuestras vidas

 

 

El camino termina con cada paso que ellos dan, sonríen cuando llegan a lo alto de esa colina cobijada con verde espesor. Se acercan a la única zona donde las flores blancas, azules, violetas y rojas crecen. Kyoya suelta la mano de Tsuna para que sea libre de hacer lo que desee. El castaño no dice nada, solo sonríe para Kyoya justo antes de darle la espalda y arrodillarse donde una pequeña puerta hecha de acero está cubierta por platas, enredaderas. Aquella puerta rebela un contenedor bajo tierra, uno pequeño, de tal forma que introduciendo un poco su mano en el suelo, puede hallar lo que celosamente está guardado en aquella tierra sin visitantes

 

 

-ya está lleno de polvo – dice como si fuera un regaño, pero sabe que es inevitable que eso suceda si algo permanece guardado por meses. Con cuidado quita el polvo con ayuda de Kyoya, quien usa un pañuelo para quitar aquello

-espera – Kyoya se arrodilla junto a Tsuna, tomando la típica pose japonesa y con cuidado toma el estuche. Deposita el objeto en el suelo y lo abre con cuidado – listo… puedes hacerlo – susurra cediéndole un hermoso violín al castaño, dueño de unos ojos brillantes de color chocolate

-espero no haber olvidado hacerlo – desliza sus dedos por la madera fina, toma el arco y lo desliza sobre las cuerdas verificando que el sonido fuera el correcto – perfecto – dice tras revisarlo un momento y suspira… es hora de comenzar

 

 

Kyoya se levanta, se aleja un par de pasos, le da su espacio al castaño y espera. Ninguno dice nada más después de eso, porque es innecesario. Porque la melodía empieza a surgir, pues Tsuna empieza a tocar con calma. El sonido se pierde entre la brisa que azota la zona, envuelve el espacio carente de personas exceptuando a ellos dos. Los dedos de Tsuna se mueven, el arco se desliza logrando la combinación exacta para que la dulce canción nazca y con ello… las lágrimas del más joven también lo hacen

Kyoya no dice nada cuando las lágrimas de su pequeño amor empiezan a brillar a compás con el atardecer. No hace nada por detener aquellas pequeñas perlas que resbalan por las mejillas hasta acumularse en la quijada ajena y perderse en un camino sin retorno hasta el suelo donde se fusionan con la tierra. Kyoya solo mira, sin mostrar emoción en su rostro, pero sintiendo cada dolorosa contracción en su pecho que le indica que sigue vivo. La tonada sigue, lo hace por tiempo extendido, lo hace hasta que la oscuridad empieza a llegar, incluso cuando las estrellas empiezan a titilar y se detiene solo cuando el temblor en el cuerpo de Tsuna ya es imparable

 

 

-¿te gustó? – nadie responde a las palabras de Tsuna – es tu favorita – sonríe a pesar de que de sus ojos no paran de brotar lágrimas – siempre lo fue – el sollozo brota sin impedimentos y Kyoya se acerca para acariciarle la espalda – por eso estoy aquí… para tocarla para ti, porque siempre te gustó escucharla

-Tsuna – susurra muy bajito mientras le quita el violín. Lo hace despacio, como si en algún momento el castaño fuera a romperse

-nunca te olvidaré – susurra mientras deja a sus manos aferrarse al manto verde que rodea aquella lápida – siempre volveré por ti, cariño… tu sonrisa, tu mirada, todo lo recuerdo a la perfección

-Tsuna

-porque eres mi pequeño niño, porque soy tu despistado padre… porque yo te vi nacer, porque yo te vi crecer y también… te vi perecer – susurra mientras deja que la tierra se funda con sus manos mientras siente su respiración faltarle y el escozor de sus ojos impedirle ver con claridad

-Tsuna – susurra mientras lo levanta y abraza, duele verlo de esa forma y duele más sentir la fría nada – Kei lo sabe… sabe que lo amarás por siempre – lo acurruca en su pecho y lo abraza con fuerza, porque sabe que el dolor que Tsuna expresa es el suyo también

-¿me escucharía? – sigue sollozando, perdiéndose en la amargura de aquel momento – sabe que… lo amo… ¿lo sabe? – se aferra al pecho de Kyoya con fuerza mientras siente su garganta cerrarse. Le cuesta respirar, hablar y vivir

-lo sabe, siempre lo supo y siempre lo sabrá – le duele también pero debe mantenerse fuerte por el bien de su pequeño amor. Tsuna necesita desahogarse, apoyarse en un muro inquebrantable y por eso de sus ojos no surcan lágrimas. Ya derramó las suficientes cuando fue el momento, ahora ya no más

-aun escucho su voz – susurra desesperado, cerrando sus ojos y rememorando la cálida risa de su amado niño, de aquellos bonitos ojos azules que brillaban

-también yo – confiesa sintiendo el escozor en sus ojos pero recupera la compostura y deja que Tsuna se siente en su regazo – cada mañana, cada día – aun parece ver a su pequeño correr por los pasillos con aquellos cabellos castaños igual de rebeldes que los de Tsuna… lo anhela

-lo siento – es la última cosa que dice antes de seguir con su faena llena de dolor y amargas culpas

 

El dolor nunca disminuye, no importa cuántos años pasen, no importa cuántas dichas vivan, no importa cuánto se esfuercen en solo sentir la felicidad de los buenos momentos. Perdieron a su pequeña joya, perdieron a su pequeña dicha, perdieron a su pequeña estrella… perdieron a su pequeño hijo. Lo vieron perecer en sus brazos, lo sintieron exhalar su último suspiro, gritaron de dolor, negaron infinidad de veces aquella tragedia, pero al final, el último toque de cálida vida se les escapó de sus manos… y eso no tenía reparo

 

 

-volvamos a casa – susurra cuando la luna está en su punto más glorioso.

 

 

Acuna a Tsuna en sus brazos, pero no espera respuesta. Tarda un poco en devolver el violín a su lugar, lo hace con extrema lentitud porque ese pequeño artefacto es lo único que lo liga con su pequeño primogénito. El violín de su hijo, el violín de su desdicha, el violín de sus recuerdos, como fuere es una joya preciada. Carga al castaño en sus brazos y empieza el retorno mientras escucha el silbido del viento, un viento que pareciera una leve risita infantil. Tsuna sonríe con sutileza porque quiere pensar que esa vocecita que la brisa le trae hasta sí, es su pequeño, el mismo que ahora lo ve y escucha desde el cielo… el mismo que ahora, se esconde entre las nubes

 

 

-te amo – susurra al final de su ritual – mi pequeño…

 

 

Notas finales:

Bien, solo diré que estaba triste y en una hora saqué esto

Además estaba en un rol que hago, solo lo exploté antes de que mis lágimas se fueran 

Besos~


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