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Un Ángel Llora por Kunay_dlz

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Notas del fanfic:

Los personajes de Katekyo Hitman Reborn pertenecen a Akira Amano.


Los personajes de Gravitation pertenecen a Maki Murakami.


La canción pertenece a sus respectivos autores.


 


Oh sí, uno más de mis alocados proyectos con personajes de categorías y universos completamente diferentes, otra vez actuando en una historia inspirada en una canción que esta vez sí va un de la mano. Es una perspectiva diferente de los personajes por lo que no me extrañaría una que otra amenaza de muerte. Disfruten.

 

 

Un Ángel Llora

 

 

 

Desde que puedo recordar, siempre estuvo él junto a mí, alejó a los brabucones que tanto me perseguían y yo no podía más que admirar su valor puesto que él era más bajito que los demás niños en el jardín de infantes, muy similar a mí; al verlo entendí lo que la palabra ‘fragilidad’ significaba, noté el cómo lucían un par de ojos expresivos y muy grandes, se gravó en mi mente lo que era una sonrisa radiante, y, comprendí la necesidad de querer estar a su lado y ser su compañero de juegos, en la escuela, y en la vida. Él fue mi primer amigo. Ese chico de cabellos obscuros y exóticos ojos amatista, nada parecido a mi cabello castaño y ojos marrones; él era muy energético, rebosante de vida, con unas tremendas ganas de comerse el mundo; yo era tímido, muy torpe y mi única ambición era ser siempre su amigo.

Compartimos muchos juegos, le aplaudí cuando decidió que quería ser cantante, le acompañé a lecciones de canto, le sonreía cada que me buscaba con sus ojos amatista; crecimos, asistimos a las mismas instituciones de educación, talleres, cursos y tutorías hasta el término de la preparatoria. Era momento de decidir nuestras carreras, él seguía con su sueño de conquistar el mundo con su voz y yo tan solo quería seguirle como su sombra… pero, alguien apareció en mi vida, de un día a otro me convertí el heredero de una empresa de renombre mundial, en contra de mi voluntad fui guiado a ser un ‘digno’ jefe: el director de la empresa principal, legado encarnado de los fundadores de la empresa, visionario de generaciones venideras para la prosperidad de la empresa, un ejemplo a seguir en el área de los negocios.  

 

Las flores ya no llegan,

el poema se acabó...

lo que un día fue amor

en amargura se volvió.

 

Fue duro, mi ‘asesor’, encargado directo de mi educación como digno heredero, era un demonio. Solía escaparme con mi amigo, con Shu, quien me escuchaba, me daba ánimos y siempre de alguna manera me regresaba a mi endemoniado asesor como nuevo para que él me volviese a romper de mil maneras. Shu se convirtió en un ángel, era todo lo contrario a mi asesor, fue transcurriendo más tiempo, Shu iniciaba su carrera y en su debut ambos terminamos siendo pareja. Fue el instante más perfecto de mi vida hasta ese momento. Y luego mi asesor, el productor de Shu y otros amigos cercanos nos dijeron que teníamos que mantenerlo en secreto. Shu era una estrella en pleno ascenso, yo tenía en mis manos el reconocimiento de todo hombre de negocios, si los fans de Shu o ‘mis socios’ se enteraban, habría problemas.

Shu, el romántico empedernido creyó que sería una linda historia de amor, yo no tuve opción según mi asesor. Entre los compromisos que Shu iniciaba a agendar, entre las lecciones de mi asesor, entre lo que la vida profesional conlleva, Shu y yo conseguimos hacer espacio para citas; viajes a islas (cortesía de la empresa que pronto lideraría), visitas a museos en Hollywood, Broadway, Londres y otras ciudades cunas de leyendas artísticas; simples picnics en la parte trasera de la mansión a la que se me obligó a mudarme, viajes a parques de diversiones o karaokes rodeados de guardaespaldas… toda una locura cada cita. Eran las mejores. Y luego, antes de tomar la presidencia de la empresa y luego del primer disco de platino de Shu, nos casamos.

 

Ella quiere regresar

el tiempo que pasó

para poder revivir

los placeres del ayer.

 

Shu tenía más éxito con cada álbum que su disquera sacaba, hubo más compromisos, eventos importantes, conciertos y videos; yo tenía que ‘ganarme’ a los presidentes de las ramas principales de ‘mi’ empresa, poco a poco siete personas iban apoderándose de mis llamadas, de mis propuestas, de mis pensamientos… iban apoderándose de mi tiempo. Shu sufría por componer letras de canciones con un tema específico (requerido por su productor), yo sufría por las incongruencias de los reportes que llegaban de las pequeñas empresas que no se consultaban seguido… debía resolver ese problema. Shu cancelaba firmas de autógrafos dejando a sus fans descorazonados, yo cerraba negocios enteros al comprobarse su ‘juego sucio’… muchos empleados inocentes quedaban desempleados como consecuencia de sus supervisores.

Shu coordinaba una gira mundial, yo coordinaba visitas ‘sorpresa’ a otras instalaciones de ‘mi’ empresa para revisiones completas, detalladas y sin dar lugar a engaños o chantajes. Poco a poco el peso de ‘mi posición’ iba cayendo en mis hombros, las consecuencias de no poner atención en detalles aburridos en los reportes de los sectores menores era algo que no estaba dispuesto a repetir, además, la ‘formación’ de mi asesor fue de gran utilidad, sinceramente fue lo que evitó que la culpa me carcomiera por completo. Gané aliados, gané lealtad en varios ramos de ‘mi’ empresa, y gané varios reconocimientos tanto positivos como negativos así como Shu ganaba premios por su música.

 

Ya no puede ver

las cosas igual,

porque en el mar de olvido

todo ya quedó.

 

Pasaron más meses, los contactos de mi celular eran demasiados, en marcación rápida estaban los encargados más influyentes y útiles de mi empresa: Lluvia en Japón, 3; Rayo en Sud América, 4; Nube en China, 5; Sol en Rusia, 6; Niebla en Estado Unidos, 7; Niebla Dos en Londres, 8, y Tormenta junto con migo la sede principal en Italia, 2; mi asesor, 1; mi ancestro, 9; y no había más números para Shu. Cancelé varias cenas, varias veces pospuse viajes personales o de visita a nuestras familias, no me enteré de sus logros por un buen tiempo por estar enfrascado en una silenciosa guerra financiera en la empresa y ni cuenta me di cuando una estrella en el paseo de la fama llevó su nombre.

Pero eso sí, me enteré de cada nota roja, amarilla y de otros colores que llevaban su nombre; rumores de posibles parejas, pretendientes que declaraban su amor a los cuatro vientos, eventos en su nombre que dichos pretendientes realizaban para ganarse el corazón de Shu. Estuve al tanto del cambio de colores en su cabello naturalmente obscuro: primero castaño claro que lo hacían resaltar de los demás músicos que conformaban su banda, un pelirrojo discreto y otro con cabello verde obscuro; luego, adquirió un lindo color rosa que coordinaba con sus ojos; luego, un rubio platinado que de daba cierto toque felino salvaje; y, nuevamente negro, que resaltaba sus preciosos ojos.

 

Ya el océano ha perdido

su color azul...

las estrellas miran,

la luna la abraza

y un ángel llora.

 

De tanto trabajo y bajo la mirada preocupada de mis siete socios cercanos, mi asesor me obligo a ir de vacaciones por una semana; fue un desastre, me sentía encerrado, desesperado sin nada qué hacer. Shu no estaba en casa, casi a media noche llegó furioso, dijo que le dejé plantado en la cena de aniversario… otra vez. Dijo que él había convencido a mi asesor de darme tiempo para una cena ce aniversario que se había pospuesto por años, que él como idiota seguía esperando mi llegada. Me gritó que no esperaba joyas, regalos caros, viajes exóticos ni rosas rojas o alguna flor… tan solo añoraba mi presencia, hasta me preguntó si llegué a escuchar las canciones que me dedicó en sus últimos sencillos.

Sé que debí disculparme, sé que debí rogarle porque me perdonara y explicarle lo que me había absorbido tanto en el trabajo, las presiones y la culpa que malas decisiones podían causar. Sé que debí ser sincero, confiar en él… recordar que Shu siempre estuvo a mi lado desde el principio y que nunca se aprovecharía de mi debilidad. Pero no. Las lecciones a las que estuve sometido para ser el mejor, para no dejarme intimidar por nadie, por jamás bajar la mirada ni dar señales de mi natural debilidad pudieron más; enjuicié a mi lindo cantante y terminé por destruirlo como si de algún otro ‘enemigo’ que amenazaba a mi empresa se tratara. Él quedó llorando en el suelo y yo fui el vencedor, fui el ofendido por mi esposo plantado durante años en la misma fecha, le destruí el corazón… fui un gran patán.

 

Pasaron ya los años,

ya él se olvidó

de el amor que prometió

cuando la conoció.

 

En el último día de mis vacaciones, sin hablar con Shu, sin ir a nuestra habitación por esperar que él llegara y admitiera la derrota total… salí de la mansión sin los documentos que siempre cargo, los mismos que se quedaron en un portafolio en la cómoda de la habitación principal justo donde los dejé el primer día que llegué. Regresé por ellos, el chofer me miró extrañado, Tormenta atendía una llamada a gritos de Niebla mientras yo regresaba por lo que me hacía falta. Ni toqué a la puerta, entré como si hubiese estado ahí todo el tiempo sin importarme la privacidad de mi esposo. Vi a Shu envuelto en la manta que le regalé la primera vez que no llegué a dormir a casa por un viaje de negocios, en la que lo arropé y no lo solté hasta que me separaron a rastras de él. Eso fue lo que derribó mis barreras, esas paredes que mi asesor construyó en mí para que nadie viera lo débil que soy.

Me senté en la base de la cama y comencé a disculparme como el idiota que fui, que soy y que seguramente siempre seré. Expliqué lo que me mantuvo ocupado, expliqué que la culpa de dejar a varias personas sin empleo era algo que no deseaba volver a pasar, que mi empresa prosperar era lo que evitaría futuros cuentos amargos; me disculpé por mi larga ausencia, por no llamarle, por no estar al pendiente de sus discos y por dar mayor atención a los artículos de farándula que a los artículos donde mencionan sus logros. Tan solo recibí silencio. Crudo silencio. Innatural silencio. Ni una segunda respiración a parte de la mía se escuchaba en esa habitación.

 

Entra a la habitación

y en la cama él la vió...

toca su cuerpo frío,

la tristeza la mató.

 

Es como si de pronto, el pensamiento que asimila lo que ve frente a él, chocara contra su ser, destruyendo todos esos principios falsos de postura y poder en cada respiración que daba. Literalmente su mundo se había venido abajo, el cielo des que él tanto buscaba protección desde su infancia se había estrellado. Sin querer acercarse a comprobar de manera física sus sospechas, el castaño más poderoso del mundo de los negocios cae derrotado; de rodillas se acerca al lecho que acunaba a Shu… la piel pálida y la rigidez de su pecho le arrancan un grito de dolor. Desgarra su garganta al repetir una y otra vez el nombre de quien significó tanto en su vida, de quien estuvo en siempre a su lado aun sabiendo lo torpe que podía llegar a ser.

Una sarta de disculpas, degradaciones hacia su propia persona debido a su estupidez, frases llenas de culpa… la repetición constante de “perdón, perdón… Shu, Shuichi, despierta… Shu, perdóname” surgen otras palabras que se mezclan con lamentos, esas otras palabras son las que nunca faltaron cuando iniciaron explorar el tema del amor “despierta amor, mi cielo, despierta… no dejes a este bueno para nada que siempre necesitó tus palabras de consuelo, que siempre esperó a que llegaras a defenderlo de los otros chicos que me solían atormentar… vamos cariño, abre esos ojos preciosos, mi sol, mi amor… despierta” susurra a quien yacía ahí rodeado de una blancura etérea, a quien no le escucha ni le va contestar, a quien ya no está en este mundo con él.

 

Las flores ya llegaron,

el poema empezó...

sobre una tumba fría

él llora su dolor.

 

Mi mente está nublada, al cerrar mis ojos no veo más que la última imagen de Shu… vivo. Y no es algo que me guste ver, es justo como lo dejé: completamente derrotado, en el suelo y con la miraba baja, con sus hombros temblando y un sentimiento de abandono a su alrededor. Y yo fui el causante. Yo le dejé así. Yo lo maté. No importa lo que me digan mis siete… allegados, mi asesor ni mi ancestro; se supone que debía saber que Shu empezó a consumir píldoras contra la ansiedad, algunos antidepresivos y ocasionalmente somníferos para ayudar con su insomnio crónico.

Debí notar los frascos de píldoras, debí saber que Shu no debería estar solo, a veces olvida qué medicamentos ha consumido ocasionando que los volviera a consumir… debí haber sabido que también podía llegar a confundir qué medicamento no debía mezclar.

Fue mi culpa, lo destroce con palabras, provoqué un ataque de ansiedad, ingirió sus píldoras y poco después consumió un poco de antidepresivos para no sentirse tan mal y, luego, para poder dormir a pesar de todo ingirió somníferos. No fue suicidio, mi querido Shu amaba la vida intensamente; fue la soledad que se convirtió en su compañera cuando me ‘olvidé’ de él, fue la falta de apoyo de mi parte pese a haberle jurado que siempre sería su fan número uno sin importar qué y fueron mis estúpidas palabras las que le hicieron mal. Fui un monstruo con la persona que más amé en la vida… lentamente le fui arrebatando la vida con mi abandono.

 

Él sólo quiere regresar

el tiempo que pasó

para poder perderse así

en la dulzura de su voz.

 

Quedé como un alma en pena, no quedó nada de lo que mi asesor forrara mi persona para enfrentarme al mundo de los negocios, quedé tan indefenso, tan débil, tan… tan dame… justo como era antes que Shu llegara a mi vida. Esa época donde ni mis propios padres me soportaban, donde nadie quería acercase a mí, donde tan solo me hacían daño por no ser ‘normal’… esa época donde pensaba muy seguido qué sería de mí si no existiera, si nunca hubiese nacido. Y luego llegó Shu y cambió mi vida, le dio tanto color, la llenó de risas, sueños y promesas; fue mi amigo, mi compañero… mi primer y único amor.

¿Puedo seguir diciendo eso? ¿Puedo seguir clamando haberlo amado? Lo dejé de lado, lo abandoné por los negocios, provoqué su muerte. ¿Puedo seguir diciendo que lo amo?

Sé que es tarde pero, hice lo que debí haber hecho desde que dieron la noticia de mi condición como ‘heredero’: renuncié a la empresa, renuncié a los títulos, renuncié a la vida que me arrastró con ella, renuncié al honor de portar un apellido ancestral; renuncié a la vida que nunca fue para mí. Mis siete allegados ya no tendrán nada que ver conmigo, mi asesor dejará de recibir salario por estar a mi lado dando consejos y castigándome cada que cometo un error y mi ancestro estará ocupado buscando alguien a quien confiarle la empresa que es su orgullo además de estar molesto por el tiempo que le hice perder.

 

Ya no puede ver

las cosas igual,

porque en el mar de olvido

todo ya quedó.

 

Sin despedirme de nadie salí de la empresa, me fui de la mansión, me fui de la ciudad y dejé todo lo que me apartó de Shu poco a poco; salí con una mochila donde llevaba las libretas que Shu siempre cargaba, esas donde plasmaba sus ideas para nuevas canciones, donde había canciones tan privadas que no quería compartir con nadie más, donde a veces escribía versos que pequeños momentos le inspiraban… tenía la tota ilusión que así podría llegar a conocer a la persona que tanto amé y que no supe cuidar más que una tonta empresa.

Emprendí el camino hacia el cementerio donde enterraron a mi cielo, no la cripta en el lujoso monumento que su disquera construyó, fui al cementerio del pueblo donde nacimos, donde nuestros abuelos están esperándonos… bueno, Shu ya está con ellos, tan solo falto yo. Con cada paso que doy sigo pidiendo perdón a Shuichi, espero que para el tiempo que me toque ir con ellos él ya me haya perdonado. Soy tan cobarde y bueno para anda que ni siquiera soy capaz de acelerar el tiempo para reencontrarnos, no temo a la muerte, no, temo llegar demasiado pronto y ver el rostro enfadado de Shu sin haberme dado su perdón. Soy un cobarde.

 

Ya el océano ha perdido

su color azul...

las estrellas miran,

la luna lo abraza

y un ángel llora.

 

De tanto tiempo que paso en el panteón, me han dado trabajo de velador; debo asegurarme que no entren vándalos a destruir las lápidas o jóvenes con ideas extrañas rodando por las noches, recojo las flores secas, arranco la hierba mala de las tumbas y amenizo el tiempo platicando con los difuntos, les hablo de eventos recientes, les hablo de mi querido Shu y a veces canto las canciones que mi cielo dejó escritas en sus libretas.

Sé que estoy un poco loco, no por hablar con personas que ni siquiera conocí si no por sentirme más en paz rondando el cementerio que cuando me enteré que mis ‘antiguos allegados’ en realidad se preocupan por mí, mi ex asesor me visita seguido y hablamos de tantas cosas sin sentido que hasta me asusto de pensar que él es una buena persona y podría llamarle amigo. Mi ancestro ha venido incontables veces a pedirme que regrese, dice que soy quien la empresa necesita para progresar y yo le contesto que me hace falta mi corazón.

Le recuerdo que lo tuve todo y lo pedí, no la empresa, la mansión, los viajes y todo el dinero que sea acumuló en cuentas con mi nombre y un sinfín de ceros, no, mi todo eran un par de preciosas amatistas, una sonrisa rebosante de vida, una voz de ángel y el amor de quien me sacó de la soledad de mi infancia; mi Shu, mi cielo, mi querido cantante al que espero cada día y cada noche venga por mí y me brinde su perdón, y, si me atrevo a soñar, que me deje estar a su lado como siempre debió haber sido.

 

Las estrellas miran,

la luna lo abraza

y un ángel llora

 

Uno de esos días que parecen diferentes a otros a pesar del buen clima, en el cementerio ha sucedido un reencuentro; en la lápida de un chico que fue cantante yace un joven que no parece más que alguien normal, su mirada ya inmutable, digna de todo ser sin vida, se adorna con una sonrisa como la que se le brinda a la persona amada… o aquella que ha recibido el perdón de una grave falta.

 

 

 

Fin.

 

Notas finales:

Gracias por leer.


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