Eustass Kid era un niño de tez tan blanca como la nieve y cabello alborotado de un rojo intenso. Siempre fue un niño problemático, no dudaba en meterse en problemas pero la mayoría de veces salía bien librado. Era un niño algo solitario, su capacidad de meterse en problemas no le daba muy buena reputación entre los niños de su pequeño pueblo y hacían que se alejaran de él. No es como si eso le importara mucho, pero en el fondo deseaba tener un amigo.
Así que normalmente se pasa su tiempo construyendo pequeños robots, con las pocas piezas que podía encontrar. Eso era algo que le encantaba, adoraba construir robots y maquinas, y esperaba poder construir maquinas más complicadas cuando creciera. Ese era su más grande sueño, y el primer robot que había construido siempre le recordaba eso. Nunca se separaba de su robot por más de un minuto y siempre lo llevaba a todas partes.
Hasta que un día lo perdió.
Recorrió toda su casa en busca del pequeño robot y no encontró nada. Inmediatamente salió a buscar su robot, ignorando los llamados de su madre, estaba completamente concentrado en su robot. No lo podía perder, era lo más preciado que poseía. Y también debía encontrarlo rápido porque recordaba que una de sus piernas estaba a punto de caerse, no quería que se perdiera para siempre y no tenía materiales para reponerla.
Estuvo a punto de rendirse, el día casi acababa y aún no había rastro de su robot. Hasta que llegó casi a las afueras del pueblo, donde iniciaba un pequeño bosque. Y en donde estaba iniciando a construir un pequeño taller mecánico en un árbol, o sea, una casita en el árbol, pero para él sonaba mejor decirle taller mecánico.
Ahí, sentado bajo un árbol, estaba sentado un niño. Jugando con SU robot.
- ¡Oye! ¡Ese robot es mío!
El niño se sobresaltó un poco al escucharlo y volvió a verlo, con una expresión seria en su rostro. O al menos eso parecía, porque su cabello rubio le tapaba gran parte de la cara.
Luego el niño se levantó y camino hasta donde estaba Kid, entregándole el pequeño robot con cuidado. Ahora que estaban más cerca, Kid podía apreciar mejor al extraño. Tenía la piel algo morena, cabello rubio, ondulado y desordenado… y también algo largo. También era definitivamente mayor que él, lo que lo hacía preguntarse porque alguien mayor estaría jugando con su robot. También sabía que no era de allí, pues nunca antes lo había visto.
- Lo siento, lo encontré tirado cerca de mi casa y lo traje para arreglarlo. Espero que no te moleste.
Ah, debió dejarlo caer cuando su madre lo llamo para que fuera a almorzar, era su comida favorita así que estaba muy emocionado. Inspecciono bien su robot una vez que lo tuvo en sus manos y confirmo que era cierto lo que decía el extraño. ¡Estaba como nuevo! Hasta parecía que nunca se hubiera estropeado. Eso lo hizo ponerse muy, MUY feliz. Los robots eran su punto débil y este extraño parecía saber mucho de ellos.
- ¡Increíble! ¡Esta como nuevo! ¿Cómo lo hiciste?
- Mamá me había comprado un libro de robótica para niños, ahí aprendí como arreglarlo.
- ¡Increíble! ¿Me podrías enseñar?
- Si tú quieres.
Kid estaba que estallaba de la emoción en cualquier momento. No podía creer que había encontrado a alguien más en ese pueblo al que le gustaran los robots. Al fin podría tener un amigo.
- ¡Sí quiero! Ahora somos amigos –Dijo con una sonrisa traviesa-
- ¿No crees que debes preguntarme primero si quiero ser tu amigo?
- No, ya eres mi amigo y punto. Mi nombre es Eustass Kid, pero tú puedes decirme Kid.
- El mío es Hayashi Killer.
- Tu nombre es raro.
- Igual que el tuyo.
Eso le gustó a Kid, no muchos tenían el valor de enfrentarlo así y ser tan directos con él. De verdad le estaba agradando mucho Killer.
- ¿Y cuántos años tienes?
- Once ¿Y tú?
- Siete.
Así estuvieron gran rato hablando de cosas algo sin importancia, pero muy interesantes para un par de niños. Se dio cuenta de que Killer se había mudado hace poco con su madre y su padre, le gustaban los robots al igual que él y por alguna razón no quería que le vieran los ojos. Él intento varias veces apartarle el cabello pero todas las veces recibía un golpe por parte de Killer. También intento ofrecerle las gafas que él siempre llevaba puestas, para que recogiera su cabello también, pero fueron rechazadas por el mayor. Algún día descubriría el color de ojos del moreno. Kid le contó sobre la casita que estaba construyendo y el otro prometió ayudarle a construirla también. Al final del día se podía decir que ambos se habían hecho amigos. Y hasta lo había invitado a cenar, Killer se puso muy feliz cuando le dijo que su madre haría espagueti para la cena. Al parecer esa era su comida favorita.
Y desde ese día Kid sabía que Killer se iba a convertir en una persona sumamente importante en su vida y muy importante para él. Sentía que había algo especial dentro de Killer y estaba seguro de que se convertiría en su mejor amigo.
Lo que no sabía era que el destino les tenía preparado mucho más que eso.