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Ave Versus Cristus por Xora

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Notas del capitulo:

¡Volví! 

Mira lo que hace encontrar doujinshis nuevos, he estado divagando en videojuegos de antaño y escuchando remix'es (hasta ya me cree mi propia lista de reproducción, grrrr) y por culpa de ello permití que me distrajera más de lo permitido y me olvidara por completo de actualizar aquí. Joder...

En fin, ignoren mis auto-reclamos, pueden continuar tranquilamente.

Estaba harto, definitivamente lo estaba y lo comprendía tan bien que era incapaz de darse credito por fingir ignorarlo, tirarlo todo a los hambrientos demonios que solía alimentar cada vez que soñaba con Near, cada vez que lo pensaba o se quedaba embelezado por su lenta figura avanzando sobre los suelos de la casa. Los demonios habían recibido más de su alma que casi creía estar destinado a una zona especial en el infierno y es que había cometido el mayor error en su vida, tanto así que le era imposible calentarse en cualquier lugar ya que ni siquiera su habitación era tan cálida como antes; esta se sentía fría como si la niebla de cada mañana reinando en el patio emergiera de su interior para contaminarlo todo. Se arrepentía desde lo más profundo de su ser, tal y como lo predijo, tanto que no lograba discernir lo que estuvo buscando al declararse culpable de aquel sentimiento prohibido cual espejismo de oscuros deseos condenados a la suciedad. 
 
Luego de su confesión nada había cambiado realmente entre él y Near, en realidad Mello lo evadía más que nunca, lo repudiaba tanto como despreciaría las terapías de personalidad con las que fue amenazado no más de cuatro días atrás cuando en un episodio de ansiedad le había arrancado a otro niño un chocolate de las manos sin razón aparente, sólo porque no soportó los inútiles comentarios que a este inadaptado se le ocurrió soltar como cualquiera entablando una converasión corriente que no llegaría a nada, ya que ni siquiera insultó a Mello indirectamente. En consecuencia, Roger le había pedido que cumpliera una corta secuencia de tratamiento con la psicóloga del edificio para curar lo mejor posible sus males bipolares antes de que estuviera obligado a confinarse un mes por su terrible comportamiento, incluso se atrevió a quitarle una vez más el chocolate de su dieta, asegurandole necesitar menos azúcar para que el proceso fuese exitoso. Y pensando ansiosamente en ello era que Mello se dirigía a la bodega de despensas, deslizandose cual felino en tierras desconocidas con intenciones claras de pasar desapercivido ante toda mirada curiosa. Constantemente estuvo evadiendo las sugerencias de Matt por asaltar esa bodega protegida ya que esto desgarraba su orgullo como aspirante a sucesor de L pero -ahora que Matt no estaba y no existían cómplices ni participes de comentarios de esa clase en su mancillado circulo social- lo consideró conveniente y desde otra perspectiva; nadie tenía derecho alguno de limitar a Mello en sus acciones, nadie le decía qué hacer por muy dueño de la jurisdicción que Roger fuera. 
Luego de asegurar el perimetro y revisar los pasajes desiertos, Mello salió de su escondite tras la pared con la respectiva llave en mano, la cual había tomado prestada del despacho del director justamente en el momento que le fue pedida asistencia a su reprimenda. Antes de que el director del recinto se presentara y que trajera de la enfermeria al niño que agredió en su ataque de ansiedad, Mello no pudo resistirse al impulso de revisar aquel pulcro escritorio ante el cual siempre veía al adulto rectamente postrado, así que tampoco fue capaz de ignorar el brillo que había despedido ese trozo de metal maziso ni olvidar que era aquella llave la correspondiente a la bodega donde guardaban todo su preciado chocolate. El recuerdo de Matt lo golpeó cuando intentó soportar a la idea de cometer un acto delictivo y la furia misma fue su empuje a romper el reglamento por una vez en su vida, enviar al demonio todo lo llamado correcto en Wammy's House, pues dejarse arrastrar por la corriente no garantizaba encontrar un muelle con botes salvavidas; si continuaba como estaba no podría ganarle a Near. Y era ese mismo demonio avaricioso quien se detenía ante la carcomida puerta de madera con la mirada inserena al igual que sus manos que no dejaban de temblar a apesar de todo. No estaba acostumbrado a realizar hazañas poco halagadoras, estaba decidido a tomar sólo un par de tabletas e irse pero la falta de costumbre le provocaba miles de emociones negativas, todas golpeando a su consciencia amontonadas, desconsideradas, como el sudor en su frente y la sequedad de su garganta. Recurrir a semejantes artimañas para protegerse a sí mismo aunque Mello aún no estaba seguro  de qué. Alineó la llave acercandola lentamente al orificio hueco de la chapa.
 
—Mello.— El joven esloveno se heló por un instante antes de girarse para enfrentar a la dueña de aquella voz aguda, a quien no pudo reprocharle nada aún cuando su segunda reacción fue enfurecerse por ser siempre tan inoportuna. ¿Por qué no se había percatado de su presencia si estuvo alerta a cada sonido desde su llegada? Linda sonreía, quizás no notó la llave que Mello había guardado rápidamente en su bolsillo al girarse. —¿Te encuentras bien? Te ves un poco pálido— informó con sincera preocupación.
 
—¿Qué quieres?— cuestionó Mello frunciendo el ceño, ignorando por completo las palabras de Linda, no le importaban los factores que hubiesen delatado sus intenciones de haber sido descubierto por una persona más brillante. Alguien como Near, por ejemplo. Gruñó ante el recuerdo de su rival pues no se suponía que debiera estar pensando en él de nuevo sin haber experimentado algo que lo relacionara.
 
—Sólo pasaba por aquí cuando te ví y quise venir a saludarte.
 
—Pues ya lo hiciste, ahora vete.— Mello no escatimó en hacer uso de su porte defensivo ante la mirada expectante de la niña, lo único que le faltaba era soportar a una habladora compulsiva como lo era esa castaña entrometida así que no necesitaba que algo más que su plan de robar barras de chocolate le alteraran los nervios. 
 
—¿Siempre eres así de grosero?
 
—¿Siempre eres igual de odiosa?
 
—Estaba un poco preocupada, no tienes razones para tratarme así cuando mis intenciones contigo nunca fueron malas.
 
—Están comenzando a serlo— espetó sin sentir culpa por cuan brusco comenzase actuar pues, si Linda no elegía marcharse, él no tenía la obligación de ser caballeroso con la artista prodigia si nunca le agradó su compañía. —Busca a alguien que te aguante.
 
—Si me voy, Roger sabrá que intentaste robar la despensa del orfanato— le retó Linda, claramente molesta por las palabras que Mello había usado con obvias intenciones de intimidarla ya que, a diferencia de cómo era considerada por todos en Wammy's House, ella no era estúpida, sabía cuándo alguno de sus compañeros intentaba alejarla para hacer de las suyas y Mello era el modelo perfecto para efectuar actos indebidos. —No me iré a menos que también te marches.
 
Los ojos de Mello ardieron con enojo, turbado por la habilidad de Linda. Porsupuesto que se daría cuenta, además Mello no acostumbraba subestimar a nadie de aquel orfanato sin importar lo ingenuos que fingieran ser, nadie habitaba en ese lugar sin que gozara de dotes intelectuales -o de observación- sorpredentes y Linda poseía ambas aunque en menores proporciones al resto de niños, lo cual terminaba por convertirla en un molesto oponente en el instante preciso, justo como ahora.
 
—¿Qué es lo que quieres a cambio de tu silencio?— intentó sobornar.
 
—No quiero nada, sólo que desistas de tomar chocolate ilegalmente.
 
—Mira, Linda, esto no es asunto tuyo— dijo el rubio comenzando hartarse.
 
—Es asunto mío, somos parte del mismo orfanato— replicó Linda con aplastante determinación y ojos irradiantes de valor. —Si te permitiera robar la despensa estaría dandole la espalda a los principios que nos han inclucado y entristecería al fundador de este edificio. Defraudaría a L.
 
—¿Qué sabes tú sobre defraudar a quien sea?— tajó Mello empuñando ambas manos, en acento tenso, pues las últimas palabras de Linda habían calado hondo en su pecho, lo habían golpeado justo donde más le dolía; en uno de sus más desarrollados complejos como individuo. —No eres capaz siquiera de alcanzar los diez primeros lugares de puntuación. Dudo que cualquiera de nosotros te reconozca, ni hablar de L, así que deja de hacerte la valiente y haz lo que mejor sabes hacer. Dibuja un cesto de fruta o algo que para eso estás aquí, no para creerte lo suficiente importarte para pelear contra las injusticias, ni siquiera deberías dirigirme la palabra.
 
Mello se giró dispuesto a introducir la llave en el cerrojo y abrir la puerta de la despensa para tomar su chocolate y largarse, ya no le preocupaba que Linda estuviera viendo, si con ella o sin ella el resultado sería el mismo entonces le quedaría la satisfacción de haber tomado ese chocolate y degustado su relajante sabor aún si debiera realizar muchos castigos después de esto pues su chocolate volvería a sus manos gradualmente porque él así lo había querido, esforzandose para obtenerlo como mejor le conveniera.
 
—Te equivocas, Mello, esto lo hago también por Near.— Las palabras de Linda volvieron a impactar contra el organismo entero de Mello, obligandolo a congelarse una fracción de segundo a pocos centimetros de tocar la caja de chocolate.
 
—¿Qué hay con él?— cuestionó ignorando su anterior trabajo, volviendo su prioridad de develar el misterio de aquel sopresivo comentario. —¿Qué tiene que ver Near en todo esto?
 
—Lo lastimas.
 
—¿Yo lo lastimo a él?— Mello sonrió reflejando en su acento una sombra de sorna.
 
—Así es, lo lastimas con tu constante rivalidad, no... eso no puede llamarse rivalidad, lo que tú haces es enfermizo, cruel, no le das tiempo de decirte lo que realmente siente. Near ha estado tratando de volver todo a la normalidad, ha estado sufriendo en silencio porque su único amigo lo ha hecho a un lado, porque la única persona que verdaderamente le ha importado desde su llegada ha estado evadiendo conversar con él.
 
—¿Ah, si? ¿Qué sabes tú sobre lo que ocurre entre nosotros? ¿Yo lo lastimo? No me hagas reír. Lo último que quiero es escucharte cuanto lo compadeces porque si realmente yo le importara se tomaría nuestra rivalidad en serio.
 
—Near no sabe como hacerlo.— Linda sintió a las lagrimas acumularse en sus ojos.
 
—¿Y crees que viniento tú a decirmelo lo solucionará? Se ve que no lo conoces.
 
—¡No puedo tolerar que sólo pienses en ti mismo!
 
—¿¡Acaso crees que él no lo hace!? ¡Si quisiera que lo comprendiera vendría a decirmelo él, no te enviaría a ti como su vocera! ¿Sabes cuántas veces ha jugado conmigo? ¿Cuántas veces me ha utilizado como una de sus piezas de rompecabezas? ¡No lo sabes!—. Linda guardó silencio, sorprendida. —¿Quieres que hablemos? ¿¡Qué te da derecho a decirnos lo que debemos o no hacer, eh!? Sólo observas a distancia, no estás viendo lo que yo veo en él, lo que realmente es. ¡Near quiere convertirme en un fenómeno como él! 
 
—¡Near no es un fenómeno! ¡Él... !
 
—¡Abre los malditos ojos, Linda!— exclamó acercandose bruscamente a la castaña quien en reacción retrocedió asustada, observando con tal terror el gesto irritado del rubio cuyo rostro lentamente comenzaba a distrocionarse dentro de su cabeza, deformandolo, enmascarandolo con una expresión monstruosa. Mello estiró una mano con la cual pretendió sujetar a la castaña pero, antes de que al menos consiguiera tocarla, Linda golpeó su mano y se cubrió los oídos comenzando a correr lejos de él a gran velocidad.
 
—¡No!—. Y gritando desapareció en el pasillo.
 
Mientras tanto, Mello, anonadado, observó a Linda escapar sin llegar a comprender del todo lo que acababa de suceder, incluso la ira de hace un momento fue reemplazada por la sopresa de ver en Linda ese comportamiento. Nunca la había visto actuar así pues esta no era la primera vez que discutían -claro que tampoco era el mismo ambiente- pero era la primera vez que reaccionaba de esa manera; Mello sólo podía preguntarse qué había ocurrido. Sin embargo, decidió ignorarlo. Miró hacia la puerta de la bodega abierta y con un suspiro irritado la volvió a cerrar, sus apetitos habían sido calmados por aquella explosión emocional, aún si Linda fuera con el chisme se defendería diciendo que no había tomado nada ya que no sería más que la verdad, después tan sólo faltaría devolver la llave a la oficina de Roger.
 
 
 
Los días transcurrieron sin mostrar cambios desde aquel momento, las horas continuaron avanzando y el estado climatico siguió su curso sin nada que se interpusiera, existieron lluvias anunciadas pero nada que interrumpiera la armonia del orfanato. Nadie había notado circunstancias fuera de las comunes aquel día tampoco hasta el momento menos esperado para el salón de Mello quien, ignorando las actitudes extrañas que logró percibir de sus compañeros una vez lo vislumbraron cerca, caminaba despreocuado en dirección a su lugar correspondiente del aula. Los niños no dejaban de espiar su andar y eso comenzó a irritarle pero no mencionó nada hasta que llegó ante su mesa y encontró el motivo por el que todos lucían tan perturbados. Mentiría al decir que no estaba sumamente sorprendido pero tan sólo acertó a pararse frente a su pupitre para inspeccionar mejor lo que en este residía; una grotesca formación de pintura con frases de odio, rayones sin figuras concretas, trozos de sustancias viscosas y restos de animales rastreros muertos, incluyendo el cadáver de un gorrion en pleno estado de descomposición. Aturdido miró de un lado a otro tratando de identificar al culpable de aquello pero no pudo visualizar más que rostros acunados por la pena e incomodidad, que desviaban la vista tratando de no ser inculpados por tan aberrante crimen ya que todos temían la reacción que Mello pudiese tener sobre esta clara muestra de desprecio. Hacía mucho tiempo que los niños dejaron de divertirse a costa de Mello desde el momento que infundió respeto debido a su demostrado nivel intelectual por lo que encontrarse con aquello habiendose llegado el horario de escuela era preocupante para todos; nadie molestaba a Mello, nadie en aquel orfanato se atrevía. ¿Quién podría afectuar semejante artimaña en contra del segundo mejor? Quien hubiese sido no sólo debía tratarse de alguien sin escrupulos sino también alguien realmente inconsciente en los peores sentidos enfermizos del ser humano; un verdadero demente.
 
Mello tiró el pupitre de una patada y se giró en un impulso violento hacia los desafortunados espectadores quienes pudieron ver en las expresiones faciales de Mello el retrato de algo similar a la expresión de un lobo hambriento a punto de enloquecer de rabia, con las pupilas anormalmente contraídas y el ceño misteriosamente relajado, ensombrecido por la sombras proyectandose entre su fleco rubio. Entonces los más cercanos se limitaron a retroceder mientras los murmullos de la situación moderaban mucho más su volumen, temerosos e indecisos sobre articular palabra alguna.
 
—¿Quién fue?— cuestionó en acento áspero, casi adolorido por la tensión, amenazante.
 
—Cuando llegamos ya estaba así— respondió timidamente alguno de los otros niños sin medir el peligro de hablar pues aquella respuesta obligó a Mello dejar emerger una cuarta parte de la furia que estaba carcomiendole por dentro. 
 
—¡Eso no contesta a mi pregunta! ¿¡Quién ha sido!?— reiteró mirando en distintas direcciones, destilando cólera con cada ligero movimiento de cabeza y fue en este punto que nadie se atrevió siquiera a respirar fuerte, el estado de Mello era caótico y nadie tenía el valor suficiente para enfrentarlo de forma equalitativa.
 
—No lo sabemos.— Y para horror del público infante y pre-adolescente, la voz de Near emergió dentro del silencio obligandolos mirar hacia su figura de pie ante la pizarra del salón con la mirada perdida en el suelo y uno de los dedos enredados en sus caireles plateados. Su fachada indiscreta, vulgarmente desinteresada, provocó en los niños un colectivo sentimiento de envidia -y cierto rencor- pues no parecía alterarse por nada. Mello juraba que si a Near se le ocurria decir alguna de sus frases molestas, no mediría la fuerza con la que impactaría un puño contra su pálida figura. —Desde el momento que fue abierto el salón para nuestro acceso, el pupitre de Mello ya se encontraba de esa manera— dijo avalando el comentario inicial. —He entrevistado a los primeros en llegar aquí y no muestran signos de complicidad o respectiva realización del crimen, lo cual debió encontrar gestación entre las horas de salida del día anterior y cierre del aula. La culpabilidad del conserge del orfanato se descarta ya que para él no existe algo provechoso en molestar a Mello, pero el haber sido engañado para arrebatarle las llaves no es nada fácil. Esta persona es meticulosa y debe valerse de su apariencia inofensiva, a no ser que quiera que pensemos eso para ser desapercivida incluso por nosotros. No sabemos si se trata de alguien de otro curso o, en consecuencia, pertenece al nuestro, pero no cabe duda que está en busca de una venganza. Es necesario desenmascararlo.
 
—No hay muchos que ronden cerca de los salones una vez han terminado las clases, ¿cómo piensas encontrarlo, Near?— cuestionó uno de los niños, destilando nerviosismo. Near lo miró y estudió profundamente, aunque dudaba aquel niño tuviera relación, no lo culpaba de encontrarse tan inquieto, nadie que conviviera con Mello u ocupara su alrededor una cierta cantidad de tiempo podía tomarse a la ligera cualquier cosa que lo agitara.
 
—Si se trata de Mello, esta persona tiene un asunto pendiente con él pero no va a mostrarse ante el grupo por temor a las reprimendas de la autoridad residencial. Podemos afirmar que evitará a toda costa enfrentar a Mello a menos que se sienta acorralado por la presión... o lo considere el momento oportuno para culminar su plan.
 
—No me importa quien haya sido— interrumpió Mello tensando la mandibula, casi rechinando los dientes entre si. —Lo va a pagar caro por hacerme esta clase de bromas.
 
—Entiendo que esto sea desagradable para ti pero enfureciendote no solucionarás la situación, Mello, sólo harás lo que tu agresor quiere.
 
—¡Cállate, Near!— replicó Mello rompiendo su nula compostura. —¡No necesito tu ayuda! ¡Puedo encontrar a esa escoria por mi mismo y darle una bien merecida golpiza!
 
—Si tu agresor entra en los estandares de una persona perjuiciosa, o cobarde, querrá que lo encuentres ahora que estás molesto para valerse de una considerable ventaja sobre ti. Mello debe controlarse para que su enemigo no manipule la situación a su antojo.— Near hizo una pausa, dejando de enrollar su cabello. —"Es fácil jugar con las personas pasionales. Le tiendes un anzuelo y lo tomará igual a un pez hambriento. Si tiene un accidente ni siquiera será mi culpa"; es así como piensa. Está siendo muy obvio desde el principio.
 
El británico miró una vez más el sin número de sustancias derramandose en el mueble de madera en conjunto con las cascaras de insectos embarrandose con estas. Quiso ignorar el golpe a su entendimiento respecto a los inconfundibles signos inundando el cuerpo delictivo pero no existían otros sospechosos, si sus deducciones eran correctas. Alguien cuyo uso frecuente fuesen los materiales artisticos debía tratarse del abusador.
 
—La sala de pintura— expuso Mello acentuando los puños al igual que su ira. —Infeliz. Me está subestimando, cree que no podré encontrarlo, que no podré...
 
—Sabe de lo que eres capaz, Mello— declaró Near, congelando al joven esloveno con su acento fantasmal al pecatarse de que su rival yacía a sus espaldas de un momento a otro como algo sobrenatural, un espectro que se evaporaba en el espacio-tiempo a voluntad y volvía para materializarse detras suyo como su sombra. Pensarlo lo perturbó. No fue consciente del lapso de tiempo transcurrido. —Por eso quiere que te separes y lo busques solo. Se aprovechará de tus debilidades, de tus impulsos, y querrá lastimarte.
 
—Es cierto— aceptó, rindiendose a la lógica que Near planteaba, de pronto abatido. —Es probable que eso sea lo que busca pero, ¿tengo otra opción?—. Near se quedó quieto, confundido por este cambio repentino de humor en el rubio. ¿Tanto le había afectado lo que vivenciaba? Near no descartaba la idea de que Mello estuviera siendo presa de otras experiencias para mostrarse tan distante hacia su situación actual. —Estoy solo en esto, nadie de los que están aquí me ayudarán ni tampoco quiero que lo hagan. No me importa ver este problema de frente aún si es lo que mi enemigo busca.
 
—Mello.— Near intentó agregar algo más pero de nuevo fue interrumpido.
 
—Oh, es verdad, esto me recuerda... —Mello se volvió a sus espaldas para mirar dentro de los pozos negros que representaban los ojos del albino quien, igual de inmutable, le devolvió la mirada. —No te metas en mi camino, Near. Esto sólo me concierne a mi, creí que te había quedado claro la última vez que hablamos.
 
—Lo único que comprendí entonces fue que eres frágil, Mello.— El aludido ahogó una replica, apresando su voz de tal manera que fue incapaz de emitir más sonidos fuera de su garganta. —No considero conveniente que lo enfrentes por tu cuenta.
 
—Que estupidez.— Mello bajó la cabeza en busca de ocultar el sonrojo que comenzó por acalorar sus mejillas, era degradante que Near se atreviera a decir tal cosa enfrente de todos pero no conseguía evadir el hecho de que se sentía inmensamente tocado por aquella observación aunque un lado suyo lo considerase absurdo, denigrante, en especial al provenir de Near. Levantó la mirada de vuelta, alzando el mentón con clara autosuficiencia y burla hacia su rival en cuyo acento denotaba algo más que aversión; develaba sentimientos que nadie ajeno a ellos dos reconocería. —¿Qué? ¿Te pone celoso que alguien más esté tratando de utilizar a tu valioso juguete?—. Near se tensó imperceptiblemente ante aquella afirmación, percatandose del ácido abordando su sistema entero hasta transformarlo en nicho de emociones inexploradas. Cediendo a la aceptación. Lo admitía, no para Mello o para cualquier otra persona, admitía para sí pensar que alguien más quisiera acercarse a Mello -sin importar el tipo de intenciones- le enfurecía, lo hacía sentirse endemoniadamente furioso. —¿Te pone mal imaginar que pueden cautivarme, Near?
 
Lo hacía, lo alteraba tanto que no fue capaz de eludir una mutación completa en su expresión, no consiguió fingir, utilizar su arraigada máscara para ocultar la ira acumulada en su interior, en su alma, en su organismo anatomico. Y no le importó, no le importó mostrarle a Mello aquella mirada desquiciada que podría perforar a quien la visualizase, no le preocupó establecer su sentido de pertenencia por el rubio, su rival, su difuso amigo, su particular tal vez dirigido a la existencia humana, pues el joven esloveno ni siquiera era totalmente humano, no lo era para Near a pesar de aquellas contradicciones elementales caracteristicos en la humanidad de un individuo. En ese instante, Near quiso desgarrar a Mello para convertirlo en objeto exclusivo de su colección porque a él lo colocaría en un estante alto para que nadie además de él pudiese apreciar su estupidez.
 
—¿Qué pasa, Near?— cuestionó Mello con porte pedante pese a que el trago de saliva inconsciente fue amargo y casi demasiado espeso para que cruzara su garganta sin problemas al ver esa expresión trastornada, posesiva, gobernando los músculos faciales de quien permanecía delante suyo. —Con tu silencio, ¿insinuas que acerté? No te hará mal decirlo en voz alta, o acaso, ¿te da vergüenza admitirlo en frente de todos?
 
Mello tembló bajo su fachada inaccesible, impresionado por la inmensa presión que despedía el silencio del albino adjunta con aquella penetrante mirada. Por un momento creyó que estaría teniendo una espantosa pesadilla. Near no hablaba pero tampoco dejaba de mirarlo, de devorar su craneo y todo lo que componía su base craneal con una sed antinatural reinando en su mirada. ¿Qué podría estar pensando mientras lo veía de esa manera? Mello se preguntaba al borde de una crisis nerviosa, nadie nunca había inspirado ese miedo en él, ni siquiera Matt con toda su destacada fuerza física lo había arrinconado a velar por su propia seguridad considerando las circunstancias y las miradas curiosas de sus compañeros de clase que parecían esperar el primer ataque, mas ninguno de los dos quiso dar el primer paso luego de la provocasión escupida por el rubio, ni él mismo quiso aventurarse fuera de la linea que marcaban las campanas agitandose a la lejanía; sabía que el entorno a su alrededor cambiaría cuando rompiera el equilibrio establecido de forma maquinal y repetitiva, comprendía que no le convenía rasgarlo con Near en ese estado.
 
—¿Qué ha sucedido?—. Para alivio de todos, el profesor había entrado al aula, perturbando la tensión del momento pero la imagen que percibió con ayuda de su sentido visual tampoco tardó en crear otra clase de incertidumbre en el alumnado pues al abuso escolar en el orfanato era castigado severamente y de tal todos los niños estaban enterados. Y lo confirmaron silenciosamente en el momento que vieron al profesor de turno endurecer sus facciones antes de acercarse a los dos genios exigiendo una explicasión. 
 
 
 
El horario de escuela del día fue suspendido una vez las autoridades residenciales se enteraron de la agresión dirigida a Mello. Las clases del tercer aula se redujeron a importantes interrogaciones para cada niño conformandolo, obligando a Mello, la victima del suceso en efecto, quedarse hasta que cada uno de sus compañeros desfiló fuera del sitio como puestos en cuarentena. Aunque no dudó quejarse y afirmar que no necesitaba que una investigación fuera puesta en marcha, -los niños eran tratados como lo que eran así que ningún adulto se había negado a participar-, optó por obedecer a los estandares de tal porque los sermones sobre la etica y autoridad correspondiente serían una molestia para él.

Más tarde se encontró vagando en los pasillos pensando seriamente en lo sucedido y tratando de encontrar una cara a toda la provocación recibida. Consideraría el punto de vista ofrecido por Near y aceptaría que su agresor buscaba pelea pero, ¿por qué? No recordaba a nadie que hubiese ofendido salvo al niño que le arrebató el chocolate de las manos hace apenas unos días atrás pues, según su propio juicio, era el único que posee una razón aceptable para buscar humillarlo. Sin embargo, aquel llorón no pertenecía a la clase de pintura, no le interesaban los insectos rastreros y mucho menos las bases cientificas de la descomposición necrótica. Era absurdo que pretendiera molestarlo con la pesada broma de su pupitre. Detuvo de golpe su andar cuando un recuerdo impactó contra sus cavilaciones y se conmocionó de siquiera considerarlo pero con ninguna persona había tenido contactos estravagantes durante aquella serie de días consecutivos. Además era en demasía extraño que Roger no lo hayase buscado para sermonearle sobre la importancia de no tomar objetos que no le pertenecían, no había tomado el chocolate pero, ¿por qué ella no había hecho el intento de delatarlo? ¿Sería lo apropiado inculparla? No estaba seguro.
 
—Linda...— pronunció, todavía incrédulo con sus propias deducciones, después de todo ella encajaba con la descripción de Near mencionada al principio, mas aún dudaba tal fuera posible; no se lo creía porque Linda si podría ser una doble cara, mas no una potencial forajida. —No pierdo nada con ir a buscarla y aclarar este asunto— se dijo relajando los hombros y recuperandose de la impresión mientras enlistaba sitios en su cabeza respecto al posible paradero de la niña castaña.
 
—No necesitas buscarme.— Escuchar aquella voz no sólo lo dislocó e impulsó mirar en la parte de superior de las escaleras sino que ahogó un trago de saliva en el momento que se enteró de que no estaba solo; Linda lo veía desde la planta superior, su silueta bañada por la luz que entraba desde las ventanas a sus espaldas. Su mirada había dejado de ser la extrovertida y dulce que todos conocían, reemplazada por una mirada carente de calor, rígida y espeluznante incluso desde la perspectiva del rubio. —Estoy aquí para terminar lo que empezamos.
 
Mello chasqueó la lengua con disgusto y se colocó en posición para enfrentarse a la castaña, creyendo contraproducente subir las escaleras para encararla más directamente.
 
—¿Ahora cuál demonios es tu problema, Linda? Que yo recuerde jamás te he hecho nada, tú has sido siempre quien se involucra en donde no te corresponde. ¿Se puede saber de qué te sirvió maltratar mi pupitre de esa manera? Y ahora no vayas a decirme que esto también lo haces por Near porque, para él, lo que haz hecho va en contra de la ley del Wammy's House. Es un crimen.
 
—... Eres malo.— Las cuerdas vocales de Mello se atascaron frente a la respuesta recibida y, confundido, no acertó a nada más que mirar dentro del rostro indescifrable que contaminaba los músculos faciales de Linda. —Tú eres alguien malo, alguien terrible, alguien portando un disfraz con el cual engañas a la gente. Estás contaminado, sufres de tus facultades humanas, ¡eres la manzana podrida!
 
—¿Qué... ? Pero, ¿de qué demonios estás hablando, Linda?— cuestionó aturdido. —¿Tantas lecturas evangelicas te han afectado la cabeza?
 
—¡Desaparece!— exclamó Linda deformando al fin los músculos de su cara en una expresión que irradiaba odio en su estado más puro. —¡No tienes derecho de existir si vives como un monstruo! ¡Los demonios no tienen lugar en la superficie!
 
—Muy bien.— Mello empuñó ambas manos insitado por la presión de su mandibula y el ardor dentro de su pecho, completamente perturbado con aquellas molestas descripciones ofrecidas a su persona. —Ahora si me hartaste. Pensaba entregarte a Roger para que pagaras de forma más pacifica lo que me hiciste pero ahora no pienso contenerme. Así te lleve al hospital y me gane un nuevo castigo, me quedaré en paz porque te puse en tu lugar.
 
Pero, siquiera dar un paso sobre el primer escalon, una sensación en su mejilla hizo a Mello congelarse para darse cuenta que sangraba. No estaba seguro si aquel brillo que cortó por un instante la atmósfera se trató de una alfiler, un trozo de visturí o alguna imitación de arma blanca pero no cabía duda que fue lanzada hacía él con la intención de clavarla en su carne y no concretó esta vez a reaccionar mas que con miedo, bajando el escalon de vuelta a su posición inicial antes de volver a levantar la mirada y percatarse de aquello que tenía Linda en sus manos; un par de tijeras que se aferraban firmemente a sus dedos, las cuales reflejaban el brillo de los rayos solares trás ella.
 
—No me engañaras de nuevo— dijo Linda sin contener dentro de sus parpados la sal de sus lagrimas, dejandolas derramarse sin pudor por ambas mejillas. —Creí que eras humano, Mello. Y me equivoqué.
 
—¿Qué dices... ?— cuestionó Mello incapaz de comprender la posición en la que se encontraba y avanzó de vuelta a las escaleras, descubriendose completamente fuera de su compostura, contagiado de locura. —Yo siempre... siempre he sido un humano... que ellos decidieran lo contrario no tiene nada que ver... ellos podían pensar lo que quisieran pero yo... yo... siempre lo supe. Soy humano...—; Mello volvió a empuñar una mano, asegurandose de las marcas que aún lo unificaban a su antigua vida—y merezco ser reconocido por ello, por Roger, por L... y por Near.
 
Linda no dudó más en comenzar a correr por el pasillo así como, en respuesta, Mello echó a correr tras ella, convencido de atraparle antes de que sucediera cualquier otra cosa. Era consciente de que Linda estaba sufriendo algún ácido episodio traumatico pero por ello mismo era que se sentía obligado a remediarlo pues él había sido el causante de despertarlo, no sabía cómo o en qué momento pero no cabía duda de que él fue el principal autor de este peligroso acontesimiento. L se lo había dicho aquella vez en persona, Mello tendía a dañar a los demás como un reflejo inconsciente de su psiquis por superar sus propias decadencias mentales, por ello todos quienes lo rodeaban eran su blanco de consuelo personal, por ello los alejaba, por ello Matt había sido el único en soportarlo, por ello intentaba alejar a Near constantemente, porque -de alguna manera ilógica- lo protegía de él. Con lagrimas en los ojos, Mello se apresuró a entrar por cualquier puerta que visualizaba cerrada o abierta en busca de Linda, en busca de esa desquiciada niña a la que había ignorado todo este tiempo. Ella no era insistente en el circulo de Near por nada, había algo que la delataba perseguir al albino con una persistencia inagotable; algo buscaba en Near, en ellos, por eso era que siempre se metía donde no la llamaban. Necesitaba de ambos para superar sus propias inquietudes, sus propias debilidades, sus propios miedos.
 
—¡Linda!— exclamó Mello empujando la última puerta del pasillo, divisandola justo delante del carcomido escritorio del interior. Su rostro no emitía sentimiento alguno hasta que una sonrisa torsida se tensó en la comisura de sus labios, advirtiendo a Mello de su error pero fue demasiado tarde, la viga que Linda había colgado sobre el marco superior de la puerta se tambaleó al término de la vibración provocada por el agitado correr del rubio y su brusco irrumpimiento al interior del polvoriento salón. Apenas consiguió girarse para verificar aquella trampa cuando los objetos se le vinieron encima para posteriormente alzar una espesa capa de polvo en el ambiente, acompañado por un desesperado -y angustiado- grito de Linda aclamando el nombre del rubio desesperadamente. La pequeña de firmes coletas castañas finalmente había vuelto a despertar de su estremecedor trance.

Notas finales:

*Risa nerviosa* 

Nos vemos luego.


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