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Ave Versus Cristus por Xora

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Notas del capitulo:

Hola, ya no voy a escribir nada estúpido. Sólo bienvenidos y nos leemos abajo.

El estruendo cesó, hundiendose en el letargo de un denso silencio tan sólo acongojado por el rodar de varios escombros deslizandose lejos del cuerpo inconsciente cubierto de vigas y otros trozos de madera. Linda comenzó a temblar, su cuerpo entero sufrió de un ataque de pánico e inevitablemente llamó el nombre de Mello una y otra vez sin descanso. Avanzando de manera espinada entre la bruma sintió como si su corazón intentara salir de su pecho, activando cada una de sus venas, vías de su infecciosa sangre. Su garganta dolía por causa de los inconscientes sollozos que liberaba fuera de su boca mientras sus ojos ardían con la peligrosa combinación de lagrimas y polvo. Podía aprecíar la figura de Mello aún desplomada pero no lograba percibir movimiento alguno que delatase su anhelada supervivencia. Aterrada se acercó un poco más a él y lo llamó de nuevo sin recibir respuesta, entonces las emociones revueltas en su anatomía volvieron a ocasionar pánico ante la posibilidad de que el buen Mello realmente estaba muerto.
 
—No... no. Mello... ¿Qué hice... ? Mello... —su voz tremula trató una vez más pero fue en vano, el joven rubio continuaba sin responder. —Mello, perdoname. Mello... vive...
 
Linda se tomó de la cabeza y temblorosa se arrodilló frente al esloveno empezando a llorar su muerte, desconsolada pidió perdón hasta que le fue imposible articular palabras, atrapada por el desgarrador llanto que no perdió tiempo en liberar de su encierro. Una tras otra las lagrimas brotaron fuera de sus ojos claros, tejiendo pesares de memorias que jamas había conseguido superar. Su padre, su pequeño hermano, aquel dulce hámster que accidentalmente había dejado salir de su jaula y el cachorro que hambriento no dudó en tomar el bocadillo que bondadosamente le fue ofrecido por su dueño. Todo y cada uno de aquellos recuerdos volvieron a su cabeza junto a la sombra de su padre que no buscaba otra cosa más que torturarla, dañar todo aquello que consideró sagrado en el pasado e incluso en su mancillado presente. Se mesió abrazada a sus rodillas e intentó olvidar el sonido de las escaleras golpeandose con aquella masa de carne presurosa por llegar al primer piso y que se había distorcionado para traerle a su mente la imagen de Mello deteniendose al pie de las pulcras escaleras de su antiguo hogar. Quiso alejar los fantasmas cubriendose los ojos pero se dio cuenta que hacerlo sólo lo empeoraba así que volvió a su posición inicial sin dejar de meserse, sin importarle más que sus lagrimas volvieran a escurrir como manantiales destrozados sobre sus sonrosadas mejillas soportando aquel infierno. No advirtió nada más que su agitada respiración, por lo tanto, no notó aquella figura blanca que se dibujó en el contorno de la puerta -atraída por el alboroto- hasta que su mecanica intervención avisó por sí misma su presencia en la pintoresca zona del crimen, apartando las vigas de la victima desfallecida sin molestarse en mencionar palabra al respecto.
 
—Near— le reconoció Linda tiñiendo su acento con miedo luego de haberse sobresaltado por el repentino ruido justo delante suyo.
 
—Ayudame —solicitó sin mirarle—. Mello necesita que una enfermera lo revise.
 
—No. —Tal vez fue por la rapidez de la respuesta, o quizás porque no esperaba de Linda algo como tal pero Near dedicó una gélida mirada en su dirección, casi apuñalandola con una sofocadora agresión sin fuerza. 
 
Apenada, Linda rehuyó de sus oscuros ojos con igual velocidad sin comprender muy bien de qué manera manejar la situación, no era que no quisiera salvar a Mello pero temía que esto le costase caro aún cuando sabía perfectamente que merecía el peor castigo por hacerle esto a quien ahora era indefenso. Near continuó con su establecida actividad hasta que dejó libre el cuerpo de Mello para, posteriormente, revisar cualquier hueso o músculo en estado delicado haciendo uso de los aprendidos primeros auxilios. Aunque su fuerte no se tratase del practico, Near se empeñó en hacer un buen trabajo con Mello, pues no le gustaría que este yaciera en un estado critico y él no se diera cuenta de ello al transportarlo por sus medios ya que Linda no parecía dispuesta en brindarle su ayuda.
 
—Dejalo— insistió Linda sin sentir más empatía por la situación, convencida de que Mello no le importaba. Sin embargo, fue ignorada y Near esta vez revisó cada signo vital en su rival para serciorarse. —¿No me escuchaste, Near? ¡Dejalo!
 
—Intentabas protegerme.— Linda, desconociendo aquello a lo que el albino se refería, guardó silencio sin concretar apartar su mirada de su pulcra figura, ni siquiera cuando esos ojos antinaturales rodaron hacia ella, consumiendola dentro de su craso abismo. —Querías evitar que Mello me hiciera daño porque viste en los ojos de Mello a tu padre.— Las palabras de Near fueron crudas, casi insensibles aseveraciones que dejaron a Linda inmóvil cual estatua de exhibición. Se reconoció perdida, expuesta a la aberrante realidad por la cual sus sentidos mitigaban la proyección de su cordura en el espacio-tiempo, generando en su cuerpo los más primitivos instintos de supervivencia. —No querías que terminara mi vida callendo de las escaleras, presentías que esto haría Mello conmigo así como lo hizo tu padre con tu hermano menor en un ataque de ira. Aunque no fuera verdadera justicia matar a tu padre antes de que asesinara a tu hermano era mejor condenarte a sufrir las consecuencias de tus actos que permitir a la historia repetirse con Mello y conmigo. Pero te has olvidado de algo muy importante, Linda. Yo no soy tu hermano y Mello no es ese monstruo que viste incontables veces en el hombre que te engendró.
 
—Near...
 
—Tu hermano menor está muerto y ese monstruo que te atormenta está pudriendose en la carcel. Ya no estás en la casa de tu padre, estás en Wammy's House. Recuerda eso, Linda.
 
Un duro pero confidente silencio pesó sobre la atmósfera que rodeaba a los tres chicos causando en consecuencia que el entendimiento de los dos interlocutores se fusionara un instante para compactar sentimientos que afectó en mayor instancia a la joven alemana quien, inevitablemente, dejó a sus lagrimas rodar una vez más, pues así intentase secarse con el largo de las percudidas mangas de su sudadera una y otra vez no conseguía borrar el sentimiento con el cual se inspiraba la apresurada actividad de sus lagrimales.
 
—Perdoname, Near... perdón... —gimió, rogó e imploró como si estuviese ante quien podría ser capaz de traerle felicidad, la persona con la cual estaría dispuesta a seguir por siempre, arrepentida desde lo más profundo de su ser haber causado la mínima herida superficial al chico quien de alguna manera había intentado ayudarla también.
 
—Ayudame —Near reiteró. 
 
Y Linda, entre el llanto mal contenido, asintió. La castaña se levantó y apoyó a Near en sostener el cuerpo todavía inconsciente de Mello, acomodando alrededor de su cuello el brazo del rubio, acción que imitó del niño britanico para enseguida avanzar por los pasajes del orfanato rumbo a la enfermeria. Linda ya no sentía pavor hacia el resultado que obtendría en su persona tras su premeditado ataque, en esos momentos lo primordial, lo único que ocupaba su mente, era curar al segundo mejor y llevarle a salvo hasta el lugar donde le atenderían de forma meticulosa. Obvio era que estaba arrepentida y que el recelo hacia su propio ser estaba causando controversias violentas dentro de su mente pero estaba abstraída en la misión recién asignada. Mello no moriría por su culpa.
 
 
 
La luz se convirtió en el dominante tras haber muerto la espesa oscuridad en la cual fue residente temporal, sus ojos ahora abiertos recibieron el brillo incandecente haciendole complicado distinguir cualquier figura conformando el espacio en donde yacía. Además del visual, ningún otro sentido estaba activo en su anatomía así que se encontró persiguiendo figuras volatiles con una mano, intentando alcanzarlas. ¿Qué buscaba? ¿Hacia dónde se dirigía? No era consciente de ello pero supo comprender que necesitaba tomar el brazo de la delicada silueta delante suyo que apenas lograba diferenciarse de los otros objetos por los invitantes pliegos de indefinible material que visiblemente se perdían entre la atmósfera y que, al parecer, era el origen de tan abrazante calor. ¿Quién era? Se preguntó pero sólo una palabra se formó en su boca cuando precisó que poseía cuerdas vocales con las cuales hacerse notar por ella. En ese instante tan magico y celestial, Mello se reconoció como aquel niño que corría siempre tras esa bella presencia, la única que le mantuvo protegido entre sus calidos brazos, quien le ofreció todo lo que pudo desear nunca a su tan corta edad, por eso al tomar su suave brazo el sentimiento de victoria le transmitió seguridad, tranquilizandolo como jamas hubiese imaginado. De pronto volvía a sentirse completo.
 
—Mamá...— y pronunció con descomunal delicadeza al conscientizarse de que su tacto había atraído su atención, continuaba sin vislumbrar correctamente a quien llamaba con tanto cariño pero fue incapaz de soltar ese delgado brazo al que se aferraba. Vió a aquellos labios moverse pero no pudo oír lo que le decían, y no advirtió algo importante hasta que una punzada en su cabeza trajo a su organismo el dolor por el cual estaba recostado en ese misterioso lugar. Entonces el panorama fue perdiendo tal encandilante resplandor y la lucidez en su cerebro reaccionó en el instante que vio en aquellos ojos el tinte gris que había confundido con los iris azules de la hermosa mujer habitando su memoria como una marca que no se borra sin importar cuánto tiempo pase. Y lo soltó, alejando su brazo como si la extremidad del albino quemara como hacían sus inquisidores ojos que no tardaron en desviarse mientras los dedos, antes posados comodamente en la cama, se ocupaban de enrollar los plateados caireles que caían sobre su oreja derecha. —¿Por qué... ?
 
—La enfermera dijo que debías guardar reposo— informó Near tratando evadir cualquier interrogación, incomodo con lo que acababa de presenciar; una faceta de Mello por la que no se atrevería aventurarse aún si de eso dependiera su existencia. —Linda confesó— agregó, seguro de que Mello querría saber lo acontesido durante su letargo. —Ahora mismo debe estar siendo reprendida por Roger. Escuché a los profesores decir que recibirá atención psicológica urgente, seguramente será transferida.
 
—Ya veo— dijo Mello volviendo a su posición, era lo único que podía decir al respecto. Entonces el eco del silencio zumbó contra los oídos de ambos niños, sus bocas inamovibles, quietas, hasta que Near decidió romper la calma una vez más.
 
—Fuiste tras Linda aunque sabías que era una trampa.— No fue una pregunta, Mello se dio cuenta que Near estaba afirmando sus acciones con la situación y aseverando los hechos acontesidos pero no se molestó en cubrir la gracia del tema por lo que una mueca en forma de sonrisa adornó su boca mientras relajaba su cabeza sobre la almohada.
 
—Tal vez buscaba que ella me matara.
 
—Eres imprudente.
 
Mello sintió a su sangre hervir el instante siguiente de escuchar tales palabras y en un apresurado reflejo apartó brucamente la mirada de Near pues él no poseía derecho alguno de señalarle sus defectos, odiaba cuando lo hacía porque le inducía sentirse inferior, incompetente frente a sus debilidades, alguien a quien podrían leer con tan sólo mirarle. Tal vez no existiera relación alguna entre un caso a otro pero el menor acto de observación a su persona proviniente de Near le incitaba estremecerse en emociones autodestructivas.
 
—Vete al demonio— espetó, no ahorrandose el tono bien marcado de ira, tal que significó señal suficiente para que Near se apartara del filo de la cama e iniciara a caminar fuera de la enfermeria pero se detuvo justo en el contorno de la puerta en el instante que un pensamiento cruzó su cabeza cuya rafaga de malestar e inquietud le hicieron difícil contener el impulso de abrir la boca de nuevo mientras tensaba sus digitos en el mechon de cabello blanco que no había abandonado desde el momento que la voz irritada del rubio le había enviado lejos de aquel lugar; el rechazo lo tentó a efectuar un acto corrosivo.
 
—Si fuera Matt... —Mello se tensó al percatarse del acento sugerente que expulsaba Near de sus labios, pues la simple mención del pelirrojo lo había tomado completamente con la guardia baja por lo que se reconoció inepto al momento de replicar y tan sólo acertó girar la cabeza en dirección a quien todavía le daba la espalda. —¿Habrías confiado en mi si yo fuera él?
 
¿Eran celos los que percibía? ¿Continuaba durmiendo? Se preguntó Mello al ser receptor de una revolución de quimicos agitandose en su interior, descontrolando su centro racional y emocional, mismos que subieron a su rostro en forma del calor suficiente para teñir sus mejillas pero se esforzó en apartar la mirada en busca de no hacerse falsas -traicioneras- ilusiones. Era imposible que Near sintiera cualquier cosa y sería estúpido dejarse engañar a estas alturas; Mello no quería ser marioneta de nadie. Aún le costaba creer que aquel beso que había sucedido entre él y Near no representara más que un sentido de pertenencia, igual a la que una persona ofrecería a un objeto precioso por su valor economico. Y oirle nombrar a su mejor amigo era lo peor que Near podía hacer para que cediera; no lo haría.
 
—Ya te lo dije— dijo al fin, guardando compostura y volviendo a desviar su iracunda mirada del pequeño británico. —Vete al demonio, Near.
 
Insatisfecho con la respuesta recibida, Near siguió su camino esta vez sin preocuparse por obedecer los próximos impulsos que sofocaron su organismo y que trataban distraerle de su objetivo original, el cual simplemente había sido aguardar por el despertar del rubio y alertar a la enfermera que había marchado de urgencia a conseguir más medicamento para tratar las heridas de Mello en cuanto despertara. Pero, sin importar lo mucho que lo negara o intentase borrarlo, su cuerpo todavía perseguía a Mello. Aún no descifraba lo que esperaba obtener de él, el rompecabezas en su cerebro estaba incompleto y le hacían falta piezas importantes para delatar los motivos por los que no podía ignorar la simple figura del rubio rondando entre los demás huerfanos. Sabía que le deseaba, mas no estaba seguro si lo quería como un instrumento de su colección o le quería como el amigo que alguna vez fue para él o si existía algo más que podría necesitar de su presencia en el entorno que les rodeaba. Lo había besado para comprobar sus sospechas pero el contacto en sí mismo no había hecho otra cosa que generarle muchas dudas nuevas. Un beso, un abrazo, no era suficiente para develar misterios que eran opacados por la bruma del día a día. Lo único que ya había deducido era que Mello le atraía cual iman como su opuesto y le dolía imaginarle lejos. Creyó que podría estar celoso de él pero había comprobado que no eran esos sintomas los que se agolpaban en su pecho al tenerlo cerca. El palpitar de su corazón se aceleraba siquiera pensarle, la frustración y estrés en su psiquis aumentaba cada vez que le veía actuar de manera irracional y, así como lo fascinaba, le provocaba asco. Quería a Mello con la misma fuerza que lo repudiaba, igual que el peso de una balanza tambaleandose de forma peligrosa entre ambos extremos. Sonrió. Aquello era interesante.
 
 
 
De vuelta a la pasividad ofrecida por la grata soledad de la enfermeria, Mello observó el techo sobre él en un vano intento por ignorar el dolor constante que palpitaba en cada una de sus extremidades. No sabía cuál zona muscular era la que le dolía más o si existía sensación en su cuerpo más molesta, si el aturdimiento causado en su cabeza debido a los fuertes impactos, los moretones en sus brazos y piernas o los diversos puntos en su pecho y espalda, sólo sabía que terminaría por aborrecer los días siguientes a aquel por la -más que obvia- extensa inactividad. Sin embargo, más que las indiscutibles lesiones que le harían desear volver a estar sano pronto, el rostro indiferente del albino no se dignaba abandonar sus neuronas. Nunca esperó que lo primero que vería tras volver de la inconsciencia sería a su rival, mucho menos que estuviera esperando por él y también dispuesto a anunciarle los sucesos ocurridos en su ausencia. Le recordó a la época en que aún no existía competividad entre ellos. ¿Estaría preocupado? Dibujando una sonrisa sin gracia se burló de su propio pensamiento, reprochandose su ingenuidad y esperanzas pues si no lo odiaba después de tanto rechazo, lo haría cuando Mello decidiera poner punto final a esta desídia. 
 
—Near...— susurró al anonimato, derramando las primeras ardientes lagrimas que había estado reteniendo con toda las fuerzas de voluntad que ahora se desintegraba en mil pedazos por obra de un insignificante recuerdo. —Te odio, ¿por qué me haces esto?
 
Cubriendose el rostro con ambos brazos olvidó su dignidad en un rincón y se permitió llorar de nuevo como un niño pequeño lamentando una perdida mediocre, pues estas serían las últimas lagrimas que derramaría por el albino, sería su última oportunidad para derrochar los sentimientos que guardaba celosamente por él, por quien no parecía darse cuenta del dolor -fuera del físico- que provocaba en el joven esloveno con su inútiles cuidados, sus malditamente absurdos gestos que le hacían creer que poseía un hueco libre en ese frío y carente corazón. Mello lloró por ese sentir inaccesible y por ese amor imposible. 
 
¿Cómo podría un ser de nada más que intelecto amar a otro mortal que siente más de lo que puede interpretar?
Notas finales:

*Near's theme al fondo* (?)

Sería todo por esta ocasión, y sobre todo gracias por continuar aquí. Hasta pronto.


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