El arte de la seducción se aprende mediante la experiencia. Fallo, error, remiendo y acierto. Ese es el proceso para todo y la habilidad “sexual” no era la excepción. Christopher Giacometti lo sabía, pero se negaba a aceptarlo, porque… ¿en serio debía explicarlo?
Un movimiento, un gesto, un sonido salido desde el fondo de la garganta. La imaginación vuela, sientes tu piel erizarse, usas un modelo perfecto para que tu lado oscuro brote sin problemas. Lo das todo en la pista, desbordas atractivo adulto con tanta fuerza, que ves a una de las mujeres resbalar de su asiento y eso te hace sentir una deidad. Una que puede ver a los mortales desde más allá de las nubes y con un solo movimiento de sus manos destruiría a quien le diera contra en cuanto a belleza se refiera
¿A quién no le daría curiosidad?
—¡debes decirme! ¡Por favor!
—eres insistente pequeño — sonreía con superioridad, pero escondía la diversión al ver a aquel tailandés enfrente de sí
—¡Yo necesito respuestas! — Pichit revolvía sus cabellos negros con fuerza y protestaba haciendo una mueca con sus labios curvados y arrugando su nariz respingada
—no te diré
—Vamos Chris — ya ni siquiera usaba alguna expresión formal para llamar a alguien mayor que él. Solamente quería saber aquello por lo que se desveló y empezó con su plan de rastreo — quiero saber qué se siente
—lo experimentarás cuando decidas probar aquello
—pero yo ni pareja tengo. Además… se supone que acudo al experto. ¡VAMOS!
—eres insistente
—no dejaré de serlo hasta obtener lo que quiero — Pichit golpeaba, con sus manos abiertas, la mesa de aquel restaurante a donde arrastró a Chris en cuanto se lo encontró en medio de la calle — necesito saber qué se siente estar en intimidad con la persona que amas
—no necesariamente tiene que ser la persona que amas — sonrió mientras peinaba sus cabellos en la sección rubia — puede ser cualquiera y eso incluye al género al cual la otra persona pertenezca
—ya — bufaba mientras se volvía a sentar, pues al golpear la madera se había levantado e intentado verse más amenazador y obtener sus respuestas… ¡sus malditas respuestas! ¿Acaso era tan difícil responderle aquella preguntita directa? — te refieres a una pareja como Viktor y Yuuri
—así que lo sabes
—solo digamos que jamás ingreses a una habitación sin llamar… hasta les dejé las fresitas
—¿fresas?
—iba a ir a hablar con Yuuri sobre nuestros planes de viajar a Miami, tenía hambre y… ¡ese no es el punto!
—así que los viste y te dio curiosidad — no pudo contener la risita y eso sólo logró enfadar más al muchachito
Pero Chris tenía razón, la curiosidad de Pichit despertó después de que viera a su amigo en esa clase de escenas con quien era y sería el entrenador del japonés. El tailandés aún tenía presente en su memoria, el rostro sonrojado de Yuuri mientras soltaba un gritito cuando Viktor le mordía en cierta zona del pecho. La escena fue perturbadora, dos hombres semi desnudos mientras uno de ellos estaba entre las piernas del otro… fue raro.
Pichit se quedó de piedra cinco segundos cuando los vio, acalló un grito de sorpresa y de emoción –pues su amigo logró conseguir el amor del mayor ídolo en el patinaje— dejó su tazoncito de fresitas y cuando Yuuri lo vio, el moreno levantó el pulgar en apoyo y silenciosamente, ¡salió corriendo del maldito cuarto! ¡Cómo cuando un ratón huye de un gato! ¡Sólo recuerda que aseguró la puerta antes de cerrarla y salió corriendo mientras se cubría la boca! ¡¿Cómo no gritar cómo niña al ver aquello?! Al menos eso hizo cuando llegó a su habitación y ahogó su voz con una almohada. Sabía que esos dos se querían, pero no imaginó que tanto
Una foto un poco reveladora sí sacó, eso sólo por si en alguna ocasión futura tenía que chantajear a alguien. Pichit la revisó durante el transcurso de ese día, pues Yuuri y Viktor parecían disfrutarlo en extremo. El tailandés concluyó que aquella muestra física de amor debía tener una chispa, un toque, un algo que podía desbordar el lado más “pecador” de una persona. Quería saber qué era, cómo se sentía, qué se necesitaba para lograr aquello, cómo reconocer a la persona indicada, cómo hacerlo correctamente… en pocas palabras, quería apurarse en saber aquello y recurrió a la persona que le daba esa imagen y más
—eso no se puede explicar, Pichit — de cierta forma, aquella insistencia le parecía adorable
—¡pero Chris! — lo estaba siguiendo a través de la calle, pues sabía perfectamente que no podría volver a dormir si es que no tenía respuestas — demonios… ¡sólo dime!
—ya pasaste a la desesperación con vulgaridad — aún seguía caminando y de paso le guiñaba un ojo a una muchacha joven, la misma que al ver aquello huyó con las mejillas rojas
—¡te mandaré a la mismísima Pm2;hūm0;hm2;o25;ing lew! — vociferó a todo pulmón en medio de la calle
—estoy seguro de que me insultaste en tu idioma — reía Chris y no dejaba de ver a Pichit apretar los puños. Con elegancia se desviaba de la ruta directa y doblaba en una esquina, el suizo quería evitar el tema… aunque, hacer enfadar a “risitas eternas” también era divertido
—¡Sólo responde cómo demonios se siente intimar con alguien más! — genial, ya perdió la paciencia
—eso no se puede describir… lo debes experimentar
—sólo ponlo en palabras… por favor. Necesito saber
—no
—entonces… entonces
—nos vemos Pichit-kun — sonrió antes de ingresar a su hotel y el que la mayoría de competidores compartían — buena suerte con tu recopilación de información
—¡ayúdame! — pero no se iba a dar por vencido así de fácil. Por eso lo siguió hasta el ascensor… porque… porque… ¡porque era necio! ¡Porque su virginidad gritaba por desaparecer! ¡¿Para qué ocultarlo más?!
—no es posible — sin inmutarse presionaba el botón que marcaba su piso
—eres quien más desborda sensualidad. Seduces a quien desees, hombres y mujeres… ¡sólo responde!
—te lo dije… eso no…
—¡te ofrezco mi cuerpo si quieres! — y lo dijo. Pichit ni siquiera supo de dónde sacó valor para decirlo — enséñame qué se siente aquello
—wow — sus labios se separaron para decir algo, pero no pudo procesar aquello — no me esperé eso
—entonces
—no — sonrió y salió del ascensor con calma
—¡¿Por qué?! — ni siquiera sabía por qué seguía insistiendo… tal vez debía parar — ¿no soy de tu tipo?
—eso — miró al Pichit una vez más antes de abrir las puertas de su habitación — hazlo con alguien a quien ames. La primera vez es importante
—pero soy yo el que decide con quién hacerlo —cuando vio al más alto querer negarse se hartó. Lo empujó con fuerza y lo obligó a entrar a aquella habitación para después encerrarse dentro, con aquel Suizo — estoy hablando en serio
—no pensé llegar a este punto
Chris estaba sorprendido, en verdad que lo estaba. Mucho más cuando el pequeño moreno lo sujetó de la playera y lo miró directamente mientras reiteraba aquella decisión. El más alto no sabía qué decir ante ello. Tantos años seduciendo a muchos, enfrentando miles de declaraciones y ofrecimientos no tan sanos, rechazando amores plagados de inocencia o lujuria… pero tener a un adversario pidiendo aquello era diferente. Podía identificar la necesidad sincera del muchacho, la curiosidad, la ansiedad y… la infantil petición egoísta y de la que se arrepentiría después
—¿estás seguro?
—lo estoy
—admitiré que me pareces exótico, Pichit
Un juego, tal vez dos… si había oportunidad serían tres. Chris le dio vueltas a aquello con un solo movimiento oportuno, dejando al moreno pegado a una de las paredes. Le cortó el paso, porque desde ese momento él tendría el control de aquello. Acercarse a ese pequeño tailandés fue fácil, sus miradas chocaron, sus respiraciones se combinaron. Chris sonrió al verlo temblar cuando rozó la mejilla de Pichit usando dos de sus dedos. Inocencia reflejada en la duda y en las decisiones apresuradas
Lindo.
—estás loco — besó la mejilla del pequeño y sonrió
—no lo estoy…
—elegiste la respuesta incorrecta
— e-estoy seguro de esto
—¿por qué yo?
—porque eres experimentado — admitió Pichit
—¿sabes cuál es mi mayor secreto? — sostuvo al más joven de los hombros y con su barbilla repasó la mejilla del más joven que soltó un quejido lleno de sorpresa
—no lo sé
—que sólo me entregaré a quien elija como mi compañero para una vida larga — besó la mejilla roja por la vergüenza seguramente y se alejó — y tú no eres esa persona
—pero qué
—deberías hacer lo mismo — retrocedió dos pasos y se acomodó un mechón, su favorito
—¿de qué hablas?
—deberías guardar tu virginidad para quien realmente ames
—eso… — pero el otro no detuvo su hablar
—así como yo guardo la mía para quien yo crea correcto o correcta
—¿eh?
—no puedo responder tus dudas… porque no sé cómo se siente aquello
—¿eh?
—el unirse con la persona que amas… aun es un misterio para mí
—pero con otras personas, tú… de verdad que tú tienes fama de…
—me ofendes — hizo una pose dramática, pero soltó una risita — las personas se guían por las acciones, más, no ven el interior
—te refieres a que tú… eres… no bromees
—soy tan virgen como tú — le guiñó el ojo — y claro… complacerse a sí mismo no cuenta como una experiencia de ese tipo
—¡QUÉ!
—seducción, sensualidad, placer, eso… sólo son complementos de algo más importante
—sigo sin entender — Pichit sujetaba su cabeza con fuerza… porque… ¡Eso debía ser una broma!
—las personas aprenden eso después de perder su virginidad… pero yo soy especial
—¡no puede ser!
—aprendí aquello primero, porque para mí eso es como mi fetiche
—¡Chris es más virgen que un canario de un mes! — se quejó el moreno
—no lo divulgues así de fácil. Es encantador que todos piensen algo diferente de lo que soy en realidad
—¡TRÁGAME TIERRA! — Pichit no podía siquiera recomponerse — ¡HE SIDO ESTAFADO!
—no exageres, Pichit
—¡HASTA HUELE A AGUA BENDITA!
—cálmate — no podía soportar la risa
—¡EL MUNDO ESTÁ DE CABEZA!
Pero al final, eso era la realidad.
Las apariencias, engañan