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Mi nueva aventura por Ayumi Kuran

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Notas del capitulo:

¡Hola! Bueno, aquí traigo la actualización como cada semana aunque esta semana con un poco de retraso. En mi país se acaba de cumplir la media noche pasada por muy poco (oficialmente estoy a martes) y por ello me siento en la obligación de explicar el por qué no actualice antes.


La verdad es que he estado ocupada el día entero, cuando pude ponerme en el ordenador me di cuenta de que no tenía hecho el capítulo seis así que he estado durante un par de horas escribriendo la continuación (que por cierto es el más largo con diferencia hasta el momento).


Pido disculpas por este pequeño error, procurare que no vuelva a pasar más. Una vez dicho todo esto, espero que lo disfrutéis.

Larry vio de forma fija al antiguo faraón, ambos retándose con la mirada dispuestos a ganar la silenciosa apuesta que se había formado, después de todo había mucho en juego.


- ¿Cuándo empieza esta locura?- Comentó, cruzándose de brazos para ver la sonrisa en los labios de su ex.


- A media noche.- Lo dijo tranquilo, acercándose al azabache que rehuyó su contacto.- Tienes que estar aquí a las doce en punto, a partir de ese momento comenzará esta semana. Te aconsejo que traigas una maleta con todo lo que consideres primordial.


- ¿Una maleta?- Arqueo una ceja, incrédulo.- ¿Por qué narices necesito traer una maleta?


- Eso…- sus pasos eran suaves, acercándose hasta acorralar al Daley entre la pared y su cuerpo. Sus ojos chocaron y sin apartar la mirada se dirigió hasta su oído.- Es un secreto.


Larry sintió como un placentero escalofrío le recorría el cuerpo entero ante la sensación del vaho acariciando su piel, sintiendo el calor del cuerpo contrario extenderse por el propio. Al darse cuenta de lo que esto estaba ocasionando, puso sus manos en el pecho contrario para alejarlo, carraspeando de forma suave.


- Bien, entonces prepararé las maletas.- Se dio la vuelta dispuesto a irse cuando sintió unos brazos rodearlo por la espalda, obligando a la propia chocar contra el pecho ajeno.- ¿Qué haces?- Sin poder evitarlo su cuerpo se tensó por completo ante ese contacto que de alguna forma le daba la sensación de ser demasiado intimo.


- No lleves comida.


- ¿Qué? ¿Por qué?


- Solo hazme caso y no la traigas.- Sin decir nada más, deshizo el abrazo para empujarlo de forma suave hasta la puerta, teniendo la confundida mirada sobre sí lo único que pudo hacer fue sonreír.- Nos vemos en unas horas, Larry Daley.


El mencionado entendió que ese era el fin de la conversación,. No había nada más que decir y mucho menos que hacer, al menos por al menos cinco horas. Dándole la espalda salió del ala, al fin se lo permitían, para dirigir sus pasos directamente a la puerta de carga y descarga del museo. Podría haber aprovechado para tener una conversación con los chicos, verlos bien después de tanto tiempo, no obstante algo le decía en su interior que lo mejor que podía hacer era evitarlos, cuanto menos contacto tuviera manos sufriría al llegar la separación.


- Y ahora… ¿qué hago?


Sus manos se pasearon por su pelo, quitándolo de su rostro mientras soltaba un suspiro. Iba a ser una larga noche, de eso estaba convencido. Después de todo comenzaba con tener que decidir qué tipo de ropa iba a llevar, luego tenía que decirle a Sofía que se irían por unos días, contarle esto a Érica y a Nick para finalmente ir al lugar donde había comenzado ese desastroso trato del que ya se arrepentía. ¿Por qué no podía pensar mejor las cosas antes de tomar una decisión?


<< Será mejor que vaya primero al departamento, tengo que ayudar a Johnny y ver si tiene que ir al hospital. Y ya de paso arreglo las maletas>>


Una vez la decisión fue tomada comenzó a caminar de forma tranquila, procurando que sus sentimientos no se vieron más revueltos de lo que ya estaban. Hacía tiempo, cuando su amor por Ahk era mucho más fuerte de lo que lo era en esos momentos, había soñado con que su pequeño lucero conociera a su padre, tener un tiempo de convivencia, aparentando ser una familia unida, feliz y amorosa. Ahora, casi tres años después, se veía con lo que más soñaba a punto de convertirse en realidad…justo cuando menos deseaba que eso ocurriera, cuando lo único que quería era matar esos sentimientos que aún procesaba por el egipcio para poder rehacer de forma definitiva su vida. Pero ahora estaba otra vez en ella, que hijo de puta era el destino.


Antes de darse cuenta había llegado a su destino metido en sus pensamientos, esto hizo que una ligera mueca se colocará en su rostro, reprendiéndose mentalmente por no poder sacarlo de sus pensamientos, aunque había sido para quejarse de él. Sus manos rebuscaron en sus pantalones las llaves del piso, deseando poder haberlas alcanzado antes de que la fuente de sus problemas lo hubiera sacado del lugar.


Nada. No las encontraba.


- No puede ser.- Gimió de forma adolorida, apoyando su frente en la puerta, apretando sus labios hasta que formaron una fina línea.


Tocó la puerta, teniendo la esperanza de que el rubio permaneciera en el lugar, de algún milagro despierto.


Dos minutos…


Ni un sonido se oía.


Cinco minutos…


El viento chocaba contra su cuerpo, obligándolo a abrazarse a su abrigo mientras esperaba pacientemente a que le abrieran, algo que no parecía que fuera a suceder.


Diez minutos…


Sus manos golpearon la madera de forma insistente, sintiendo la desesperación subir por su espina dorsal.


- ¡Johnny, ábreme la puerta!


El sonido era atronador, haciéndole preocuparse aún más de lo que ya lo estaba. ¡¿Y si Ahkmenrah lo había matado?! ¡Oh, Dios! ¡Le iban a considerar un asesino! Después de todo no podía decir que un tipo que llevaba muerto cientos de años lo había matado en un aparente ataque de… ¿ira? ¿Enfado? Bueno, de algo así.


Veinte minutos…


Con la resignación, el miedo y la angustia atenazando su pecho se dio por vencido, dando la vuelta para correr directamente hasta el piso del arrendatario, a quien le pediría que le dejará la llave de emergencia. Una grácil vuelta fue lo que demostró que emprendía con su propósito, corriendo tan rápido como podía.


- ¿Larry?


Al oír esa voz adolorida junto al chirrido de la puerta sus pies se enredaron entre sí de la sorpresa, cayendo contra el suelo de cara, sacándole una mueca de dolor junto a unas gotas de sangre no obstante ignoro esto a la perfección, girando su mirada hasta posarla en la persona que le había hablado. Johnny estaba recargado en la puerta, el dolor era visible en sus facciones mientras se masajeaba el brazo lastimado en un vano intento por reducir las latentes punzadas de malestar.


- Johnny…- Murmuro sin poder creerlo.- ¡Johnny!


La alegría fue tanta de verlo en una pieza, desapareciendo todos esos negativos pensamientos, sintiendo la calma de saber que aún permanecía vivo y que esa muerte no caería en su conciencia, que no dudo ni un solo segundo en levantarse del suelo para correr hasta donde estaba el otro, entrelazando sus brazos en el pecho contrario en un abrazo.


- Me alegro tanto de que estés bien…ya me temía lo peor.- Sus palabras salieron en un tono ahogado.


- Larry…- Su voz sonó sorprendida pero cálida, devolviéndole el abrazo mientras acariciaba su pelo.- No tienes idea del miedo que sentí cuando me levanté y no te vi, entonces comprendí que ese malnacido te llevo consigo.


El profesor de historia sintió como su compañero se tensaba, apartándolo de sí para poder palpar su cuerpo, sacándole un pequeño rubor a causa de esta acción.


- ¿Estás bien? ¿No te ha hecho nada?- La angustia era latente al igual que la rapidez en las que esas manos fueron pasando por su cuerpo.


- Estoy bien, tranquilo.


- ¡No puedo estarlo!- Su tono de voz sonó alterado, viéndolo con preocupación.- Ese tío está loco, es peligroso… ¡podría volver a colarse en tui piso y hacerte daño a ti o a la pequeña! ¡Tenemos que demandarlo, avisar a la policía!


Si fuera otra persona la que hubiera entrado de esa forma en su casa no dudaría en acudir a los oficiales como el otro le recomendaba, el único problema es que la persona a la que deberían de perseguir…bueno, nunca la atraparían. Dejémoslo de esa forma.


- Entremos al apartamento, este no es un tema para hablarlo en la calle.- Trato de mantenerse tranquilo, viendo como los más cotillas del edificio comenzaban a asomar sus cabezas de forma discreta, pegar sus oídos a las paredes para obtener el chisme.


- ¡Pero…!


- Por favor.- Junto sus manos, señalando de forma disimulada hacía las viejas al visillo.


- Está bien.- Suspiro, apretándole la mano para arrastrarlo al interior de su casa, cerrando la puerta.


Y a pesar de eso Larry no tardó en oír como unas sillas eran colocadas en frente de la misma, sus orejas pegadas a la puerta de madera en un intento de oír lo que pasaba dentro. Seguro que incluso estaban con palomitas y refrescos, esperando a que ambos subieran la voz para poder enterarse mejor de lo que pasaba.


- Debemos ir cuanto antes.- Su azulada mirada se posó en la de su compañero.- Si ponemos ahora la demanda pueden actuar cuanto antes, seguro que logran que no te entré más en el lugar.


- No es necesario.- Se dirigió a la cocina, cogiendo un vaso para servirse algo que le hiciera sentir mejor, opto por tomarse una coca cola, no quería oler a alcohol cuando fuera a recoger a Sofía.


- ¿Cómo estas tan seguro?- Sintió la presencia del otro en el mismo espacio, parecía ansioso por algo.


- He hablado con él, dejará de molestarme.- Lo dijo convencido de sus propias palabras, como si fuera la verdad absoluta.


<< Aunque solo lo hará si consigo que durante una semana no me saque las palabras malditas. >>


- ¡No puedes fiarte de lo que diga ese tipo!- Su voz se vio levemente alzada.


- Lo hará, dejará de molestarme.- Le dijo con calma, tratando de que su mirada no se dirigiera a los licores que tenía en casa.- Además, he decidido que me iré por un tiempo.


- ¿Irte?- Su voz sonó decepcionada, su expresión de angustia sustituida por una triste.- ¿A dónde?


- Es…un secreto.- Prefería evitar decir el destino real, lo tomaría por loco.


- ¿Por qué te marchas?- Se acercó a él, Larry no rechazó su cercanía.- ¿Es por mí?


- No, en absoluto.- Negó con su cabeza y manos, sonriéndole para acariciar su mejilla.- Solo voy a irme unos días para calmarme, además, de esta forma mi acosador creerá que no estoy y me dejará, ¿no?


- Um…cierto.


En ese momento Larry lamento mentirle, mucho más al ver esa sonrisa sincera en los labios contrarios. Pero no podía decirle que se iría a vivir con su acosador, que no podría verlo por una semana. Aunque siendo sincero, unas mini vacaciones le vendrían muy bien.


- ¿Qué tipo de ropa llevarás?


Eso hizo que se quedará pensativo, siendo una vez más seguido hasta su habitación, de donde saco una maleta de debajo de la cama. ¿Qué tipo de ropa llevaría? Pues teniendo en cuenta de que era invierno iba a necesitar ropa cálida, no podían permitirse resfriarse, pero también iban a estar refugiados por el calor de la calefacción. ¿Debería llevar ropa menos abrigada? Era una decisión difícil. Finalmente opto por llevar una mayor ropa de invierno, le seguía la ropa de primavera que iba a ser suficiente para evitar que alguno de los dos enfermará en el tiempo que pasaran dentro del edificio y muy poca ropa de verano, solo un par de vestidos para Sofí y dos shorts para él.


- ¿No iréis a un sitio cálido?


- Sofí quiere ver nevar.


Eso era cierto, su pequeña añoraba ver la nieve caer  pero seguramente eso será algo que no pasará ese año, al menos no mientras su pequeña este despierta. Claro que no iba a levantarla solo para verlo, necesitaba que su cuerpo se ajustara bien al descanso.


- Oye Larry, ¿puedo ir con vosotros?- Esa pregunta le hizo casi tensarse, no sabía cómo había podido contener ese impulso.


- Lo lamento pero me temo que no.- Le dio una sonrisa, cerrando la maleta.- Solo iremos nosotros dos.


- Entiendo.- Sintió algo de lastima al verlo suspirar tan desanimado antes de ser abrazado, un tierno beso posado sobre sus labios.- Entonces iremos los tres juntos la próxima vez.


- Por supuesto.


Una caricia en sus mejillas fue lo último que hicieron antes de finalmente separarse, caminando ambos hasta la salida. Al abrir la puerta vieron a las ancianas como supusieron en la entrada, cuchicheando sobre lo que habían escuchado e incluso ¡se habían inventado partes! Pero decidió pasar de ellos, no valía la pena estar discutiendo sobre algo de lo que no iban a cambiar su opinión.


- ¿Iras a la casa de tu ex -  esposa?


- Sí, voy a recoger a Sofía y a comunicarles sobre el pequeño viaje.


- ¿Estaréis mucho tiempo lejos?


- Solo una semana.- De repente paró, estando rente al taxi para girar a ver a su acompañante.- ¿Crees poder esperarme una semana?


- Y toda una vida si fuera necesario.


Se sintió cálido escuchar eso de esos labios cerezas que le daban una tierna sonrisa, acariciando su rostro antes de besarse de una manera indescriptible, lo llevaba a las nubes a causa de la delicadeza, el amor y la pasión que desprendía.


- Nos veremos pronto.- Murmuro con sus brazos rodeando el cuello contrario.


- Por supuesto.- Sus manos acariciaron sus caderas, rozando sus labios.- Larry, te amo.


Esas palabras le hicieron sentir un balde de agua fría, sabía de esos sentimientos pues Johnny no había reparado en decírselo, confirmarlo pero aún no estaba preparado para sobrellevar ese tipo de sentimientos, no cuando debía luchar contra los propios.


Sin mediar palabra termino de meter sus cosas en el coche para posteriormente entrar él, dándole la dirección. Nada más ponerse en marcha sus ojos vagaron por la ventana, tratando de no pensar en lo que estaba haciendo, no queriendo pensar en nada de lo que había pasado. Pero fue justo entonces que reparó en un pequeño detalle…


Ahkmenrah se le había declarado.


Su corazón se congelo ante esa verdad y es que a pesar de todo lo que habían estado discutiendo para que Larry estuviera con él, todo eso estaba atado a esos profundos sentimientos. Sin embargo fue en esos momentos que recordó sus palabras, sus facciones cuando le reclamó sobre su decisión, la incredulidad de estar con él…estaba más claro que el agua, el egipcio no quería una relación, sino volver a tener a su juguete sexual.


- Hemos llegado señor. Son treinta dólares.


- Aquí tiene.


Una vez pagada la cuenta bajo del vehículo, acercándose hasta la puerta de la casa y tocar, sintiéndose estúpido por haber aceptado esa maldita semana. Joder, cuanto desearía viajar en el tiempo, recriminándose a sí mismo que jamás permitieran que sus sentimientos por el otro crecieran hasta el punto en el que lo hicieron.


- ¿Larry?- La voz sorprendida de Érica no se hizo de esperar.- ¿Qué haces aquí? Creía que seguías en tu cita con Johnny.


- Sí, bueno… ¿puedo pasar?- Suspiro, sintiendo que toda la situación empezaba a superarlo.


- Em…sí, claro, pasa.


- Gracias.


Sus manos se aferraron a las asas de las maletas, empezando a caminar con ambas a sus lados mientras la mirada verdosa de su compañera la veía con especial interés y atención, no faltaba mucho para que empezará con su interrogatorio.


3…2…1…


- ¿Qué haces aquí? ¿Y Johnny? ¿Por qué llevas esas maletas? ¿Qué ha pasado?


Una sonrisa se coló en su boca, la conocía tan bien que ni se extrañaba de su reacción. Simplemente ignoró deliberadamente todas sus interrogantes, sentándose en el sofá, esperando a que su compañera hiciera lo mismo.


- Es una larga historia.


- Pues adelante, tenemos toda la noche.


- No, de hecho solo tenemos unas horas.


- ¿Por qué? ¿Y esas prisas?


Larry vio su ceño fruncido, sabía que su paciencia se acababa al igual que su cordura empezaba a llegar a su fin.


- Cuando os fuisteis, Johnny y yo estuvimos hablando y…acordamos ser compañeros con derecho a roce.


- Vamos, que os fuisteis lo antes posible a tener sexo.


El sonrojo que se posó en las mejillas de Larry junto a que no lo negará le hizo soltar una fuerte carcajada.


- ¡Seréis picaros! Menos mal que me llevé a Sofí, sino a saber lo que oba a ver.


- No hicimos nada.- Trató de que su rubor desapareciera de sus mejillas, suspirando al recordar lo que ahora venía.- El otro padre de Sofí se coló en mi departamento, quería hablar conmigo.


- ¡¿QUÉ?!- Su grito sonó tan fuerte que estaba convencido que se escuchó varias calles alrededor.- ¡¿Y qué paso?! ¡¿Cómo mierda tiene la desfachatez de ir a verte?!


- Bueno, no es la primera vez que lo hace.- Admitió, recordando la noche anterior.- Lo que paso fue que noqueo a Johnny y me sacó como su fuera un saco de patatas.- Frunció su ceño al recordarlo.- Estuvimos hablando y…decidimos, mejor dicho, acordamos que pasaría una semana con él, si lograba hacerme decir que lo amaba jamás me separaría de su lado pero sino…jamás volvería a molestarme.


-…


-…


-…


-… ¿Érica?- Su silencio le empezaba a preocupar.


-… Necesito una copa.


Con la elegancia que la caracterizaba fue al mini bar que había en la habitación, sacando una botella de un fino coñac para echarlo en un vaso cercano, tomándose todo el contenido de un golpe antes de servirse un nuevo vaso. Una vez hecho esto fue hasta su lado.


- ¡IDIOTA!


Un fuerte coscorrón se hizo presente, haciéndole soltar un gemido adolorido, frotándose la parte lastimada.


- ¡¿Eso a qué ha venido?!- Le reclamo enfadado.


- ¡¿Cómo has podido aceptar?!- Lo vio entre enfadada y desesperada.- Ese hombre puede haber venido para quitarte a Sofí.


- No sabe que ella es su hija.- Sus manos juguetearon nerviosas entre sí.- Ni si quiera lo sospecha. De hecho, yo…le dije que era cierto que tenía una hija pero que ella era de una mujer…


- ¿Qué la tuviste con una mujer?- Su ceja se arqueo, cruzándose de brazos.- ¿Se puede saber quién es la pobre alma a la que hundiste en tus mentiras?


- Helena Brown.- Murmuro muy bajito, esperando no ser escuchado.


- ¡¿Metiste a una de tus alumnas en esto?!- Otro fuerte golpe en su cabeza le hizo volver a gemir, llevando sus manos al lugar lastimado.- ¡Insensato! ¡Estúpido! ¡Neandertal!


- ¡Ey! Tampoco he hecho nada para que me llames neandertal.- Le reclamó ofendido.


- Tu idiotez se comprará a la de uno, eso es seguro.- Tratando de calmarse, cogió el coñac para tomarse la mitad de un golpe, cerrando sus ojos para pensar.- Supongo que me toca hacer de niñera por una semana. Bueno, tampoco tengo problemas, después de todo adoro a mi sobrinita.- Una sonrisa amorosa se posó en sus labios.


- Es que…- Titubeo, no queriendo provocar su furia otra vez.- He decidido que ella venga conmigo.


- ¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!- Vio a Larry como si estuviera demente.- ¡¿Es qué quieres que sepa la verdad?!


- ¡Por supuesto que no!- La mera mención de ello le horrorizo de tal forma, que se puso tan pálido como un fantasma.


- Pues no puede ir.- Tajó, cruzándose de brazos de forma seria.- Si es por quién la va a cuidar, yo lo haré encantada. Aunque prefiero que no vayas con él en primer lugar pero sé que no me harás caso.


- Es más fácil complacerle en esto y quitármelo de encima de una vez a tenerlo acosándome durante dos meses.- Agachó la mirada, mordiendo el interior de su mejilla.- De esa forma sí que podría saber la verdad de mi princesita.


- Si lo demandas es más fácil que te deje tranquilo.


- No serviría de nada.


- ¿Por qué lo dices?- Frunció su ceño, sin comprenderlo.


- Yo me entiendo.- Subió su mirada, paseándose por el lugar en un intento de calmarse.- Esta es la única manera de dejar todo zanjado de una vez.


- ¿Y si descubre la verdad? Después de todo estará pegado a la pequeña


- No lo hará.- Se paró en seco, viendo por la ventana.- Yo me aseguraré de que no lo esté.


- No es tan fácil, vivirán juntos. Y si es una copia de él en pequeño y de niña, como siempre dices, es más sencillo que lo descubra.


- Él no cree que un hombre pueda quedarse embarazado, aunque casi nadie lo cree, además le incentive demasiado a creer que ella viene de mi relación con una mujer cuando estábamos juntos. Lo que menos hará es si quiera imaginar la verdad


Érica pasó sus manos por su largo cabello rubio, mordiendo sus labios mientras pensaba en una manera de disuadir a su amigo de su decisión pero nada era algo con bastante peso para hacerlo, mucho menos para al menos lograr que la pequeña se quedará con ella.


- ¿Podrás soportarlo?- Pregunto al fin, no estando segura de permitir que esto sucediera.


- ¿A qué te refieres?- Se giro para verla a la cara.


- Sé que aún lo amas, tú mismo me lo confesaste no hace mucho. Si él dice que te ama, tú…podrías caer, revivir esos sentimientos con más fuerza que nunca en estos momentos. Volver a caer.


- No lo haré.- Sus palabras estaban llenas de convicción, viendo la luna a través de la ventana.- ya me ha dicho esas palabras y sé que solo son una forma de que vuelva a dejarme hacer, para él solo soy un juguete. Pero ya no soy igual, años atrás es cierto que no hubiera dudado en entregarle una vez más mi corazón pero ahora…ahora estoy convencido de no permitirlo ante nada.


Sin poder evitarlo la fémina sonrió ante sus palabras, la calmaban y hacían ver que Larry iba a estar bien. Si en algún momento volvía a creer en el amor ella lo apoyaría, fuera con quien fuera, pero si iba a ser con ese hombre que tanto le hizo sufrir en el pasado…debía demostrar ante nada que era alguien que valía la pena, alguien que no le haría llorar de la misma manera una segunda vez.


- ¿Api?


Las miradas de los adultos se dirigieron a la puerta de la habitación, donde una adormilada oji azul, quien abrazaba a su osito de peluche con un brazo mientras con el otro se frotaba su ojito.


- Cielo, ¿qué haces despierta?


Hablo de forma suave, acercándose para cogerla en brazos, viéndola acurrucarse en su calor mientras bostezaba, los labios del adulto posándose en el revuelto pelo de su pequeña.


- Había gitos y chali a ve.- Su mirada inocente trataba de quitarse el sueño, viéndolos.- ¿Peleabais?


- ¿Qué? No, en absoluto.- Su mano acaricio la espalda de su pequeña, viéndola relajarse.


- Es otra cosa pequeña diablillo.- Érica se puso en pie, acercándose hasta la pequeña familia para besar la frente de la infante.- Tu papa me estaba diciendo que os vais una semana de vacaciones.


- ¿En cherio?- Como si esas palabras fueran mágicas, irguió su cabecita, viendo a su progenitor asentir, internamente agradecido por el apoyo de su amiga.


- Así es, nos vamos toda una semana fuera.


- ¿A onde?


¿Dónde? Buena pregunta, pero peligrosa, después de todo ¿cómo le decía que se iban a vivir al museo de Historia Natural, donde deberían permanecer escondidos sin poder salir? ¡Oh, mierda! Debió haber dicho que iría solo.


<<Soy el mayor estúpido del mundo>>


Se lamento internamente.


- Eso, ¿a dónde vais?- Y la rubia se le unió, curiosa.


- Eso…es un secreto.- Les guiño el ojo, dejando la curiosidad mientras él buscaba una solución para su problema.


- No es justo.- Se quejo la adulto.


- ¿Cuano vamos?


- Nos vamos ya cielo.- Su princesita hizo una mueca, se notaba que se caía de sueño.- Pero tú puedes dormir ahora, así cuando lleguemos te llevaras una buena sorpresa al ver todo.


<< Y yo tendré tiempo de pensar bien cómo solucionar este problema>>


Su niña se lo pensó, asintiendo mientras se acurrucaba, bostezando para caer a los brazos de Morfeo. Para su desgracia no le pudo dejar hacerlo, debía decirle algo antes.


- Sofí…- La llamó de forma suave, viéndola abrir sus cansados ojos.


- ¿Chi?


- Cuando te despiertes y veas el lugar no te asustes, ¿vale?- Su mano acaricio su suave pelo.- Yo estaré contigo.


- Va…e…


Y sin poder decir más se quedó dormida, mostrando una expresión mucho más que angelical.


- ¿De verdad te vas ya?- Érica fue la primera en hablar, se veía el descontento ante esa idea, aún quería estar más con ellos.


- Sí, se me ha hecho algo tarde.- El reloj marchaba las doce menos veinticinco.- La semana empieza desde las doce, debo estar antes de esa hora en el lugar acordado.


- Entiendo.- Dándose prisa, fue hasta las maletas, cogiéndolas para ayudarle, regalándole una sonrisa que fue de vuelta. Ambos bajaron, montando todo en el auto para que Érica se montara en el conductor, dispuesta a llevarlos al lugar acordado.


El viaje era en silencio, ninguno tenía nada que decir, al menos no deseaban que de alguna manera dijeran algo que molestará al contrario, arruinando la paz que en esos momentos poseían.


- Necesito pedirte un favor.-  Su mirada paso a su amiga, quien asintió a sus palabras.


- Dime qué necesitas.


- Nada más dejarme en el lugar, vete.


- ¡¿Qué?!- Eso sí que no se lo esperaba


- ¡Shhh! Vas a despertarla.- La regaño, señalando a su pequeña que se removió un poco antes de seguir durmiendo.


- ¿Por qué no puedo verlo?- Frunció su ceño, en desacuerdo.


- Porque entonces iras a declararle la guerra.- Suspiro, viendo como un pequeño rubor se posaba en las mejillas de la contraria, afirmando su teoría.- Esto es algo que debo solucionar solo, por favor, vete en cuanto nos dejes en el lugar.


-…


- Érica.- Su voz era una advertencia.


- Está bien.- Suspiro, apretando sus puños en el volante.- Pero solo si me contestas a una pregunta de forma sincera.


- De acuerdo. ¿Qué es?


- ¿Por qué llevas a Sofí contigo? Sé que la adoras y que no te gusta dejarla con desconocidos o causar molestias, pero yo la adoro y no soy una desconocida. ¿Por qué permites que este tan cerca de él?


- B…Bueno…yo…


- ¿Sí?


Larry mordió su labio inferior, aspirando el aire antes de finalmente armarse de valor.


- Porque siempre soñé con pasar unos momentos los tres juntos en familia, que mi pequeña conocería a su padre y supiera qué era tener a los dos. Quizás, en algún futuro, no le guarde rencor ni odio si pasan este tiempo juntos. A pesar de todo son padre e hija, ¿es mucho pedir poder verlos juntos, cómo soñé desde que supe que estaba embarazado?


-…No, supongo que no.- Reconoció al fin, en un suspiro.


No pasaron más de diez minutos cuando finalmente llegaron al lugar acordado, la entrada del museo. Con cuidado, Larry cargó a la pequeña entre sus brazos, asegurándose de taparla bien con la manta, no permitiendo que nadie viera ni una sola de sus facciones, solo él que era quien la sujetaba con firmeza y sobreprotección. Su amiga, por otro lado, bajo las maletas y las llevo hasta la entrada donde la guarda de Inglaterra salió a recibirlo, cogiéndolas para entrarlas en el lugar.


- ¿Y eso?- Una de sus cejas se arqueo, pidiéndole a su amigo una explicación.


- Ella nos permite reunirnos dentro del museo, es…un favor que nos hace.- Rió de forma nerviosa, viendo como la otra lo juzgaba con la mirada pero sin decir nada.


-Bien, supongo que entonces está todo hecho.


- Sí…solo queda decir, adiós.


- Más bien, hasta pronto.


Sonrió, dándole un abrazo para después besar la frente de la pequeña en una forma de despedirse de ambos. Por un momento, la mujer rubia sintió que alguien la fulminaba con la mirada, casi deseando matarla de esa forma. No obstante, al mirar a su alrededor no encontró nada ni a nadie. Extraño pero no le tomo mucha importancia.


- En cuanto vuelvas llámame, vendré a recogerte.


- ¿No quieres que te llame mientras este fuera?- Arqueo una ceja, inquisidor logrando sacarle una risa


- No voy a fastidiar durante el tiempo que estés fuera, además, estoy en desacuerdo hasta cierta medida. Prefiero no saber nada en esa semana, o si no, iré a donde quieras que estés para traerte aunque sea a la fuerza.


- Oído cocina.


Una última risa fue dada entre ambos, viendo como su compañera se subía en su automóvil para ponerlo en funcionamiento, dando la vuelta y marcharse por donde vino. Larry vio la hora, ya debía entrar pues en un minuto se acababa el plazo y parecía que Eri cumplió con su parte. Con ello en mente tomó aire, armándose de valor para cruzar las puertas justo cuando tocaba la media noche.


Todos los habitantes del museo lo veían con fijeza, nadie se atrevió a decir palabra, quizás fuera por el hecho de que los había estado rehuyendo de una forma muy directa o puede que fuera porque tenía a su pequeña apoyada en su pecho, respirando de forma suave mientras abrazaba a su peluche, claro que nadie podía ver cómo era por culpa de la sabana.


- Has llevado justo a tiempo.


Ahkmenrah apareció en su campo de visión, una enorme sonrisa estaba puesta en sus labios mientras sujetaba con firmeza la tabla, eso de alguna manera, no le dio una buena espina.


- Como dije, estaría aquí a media noche para pasar una semana juntos.


- Esperemos que seas capaz de comportante durante ella.- Las palabras de Merenkahre, el padre de Ahk, sonaron duras. Se notaba que el carió que le cogió cuando salvó la vida de su familia años atrás había sido sustituido por un infinito odio.


- Padre.- Ahkmenrah le dio una breve reprimenda con su tono, mientras que su padre se acercaba a su esposo, mandándole una mirada despectiva a Larry y su hija, algo que no le importó mientras se la diera a él pero no a su pequeña.


- No miré de esa forma a mi hija.- Su voz sonó fuerte, clara. No iba a permitir que la trataran mal por su culpa, porque suponía que la tenía de alguna manera.


- ¿Y cómo la he mirado?- El sarcasmo estaba en su voz, como empezaba a odiarla.


- De la misma forma en la que yo la veo a usted.


Un silencio incomodo se hizo presente, ambos se miraban con odio, ambos por el mismo motivo: defender a su hijo.


La antigua emperatriz no iba a consentir que un don nadie le hiciera la vida imposible a su hijo, que lo hiciera sufrir y llorar. Antes de eso, destruiría a ese ser, por mucho cariño que le tomará con anterioridad a Larry por lo que hizo por su familia, incluso lo aceptaba como el esposo de su hijo aunque con ello no tuviera nietos. Claro, eso fue hasta que vio a su pequeño Ahkmenrah llorar por su causa.


Larry por otra parte no iba a permitir que nadie viera con superioridad a su hija, no iba a permitir que la humillaran y aplastaran a su antojo, menos por esa mujer por muy abuela suya que fuera. No le importaba ganarse el odio del mundo entero si con ello se aseguraba su bienestar y felicidad, aunque si era sincero consigo mismo no esperaba que la guerra comience tan pronto. Más bien, había esperado poder evitarlos, teniendo la fiesta en paz.


- Es mejor que nos vayamos ya.- La voz de Ahk sonó algo temblorosa.


El ambiente era tenso, se podía notar a leguas y casi no podían respirar. Claro, que las palabras que acababa de decir su ex – amante, le hicieron ignorar por completo a la otra mujer.


- ¿Irnos? ¿A dónde?- La confusión estaba presente en su rostro, sacándole una sonrisa al egipcio.


- En seguida lo veras.


Colocándose en medio de la habitación, alejado de los demás, presiono ciertas teclas de la tabla, ocasionando que una especie de agujero se empezará a formar hasta que alcanzo el tamaño adecuado para que entrara una persona adulto. La mano del príncipe Egipcio se mostró ante él.


- Es la entrada.- Comentó sin más, dirigiendo su mirada a la pequeña, que al igual que la primera vez, estaba cubierta por las sabanas.- ¿Puedo cargarla?


- NO


Su respuesta fue tajante, apretándola contra sí, importándole poco que Ahk hubiera elevado los brazos para cargarlo. No iba a permitir que nadie la tocará, menos esos tres que pertenecían a su familia “paterna”. Poco a poco, el rechazado fue bajando los brazos, suspirando.


- ¡¿Cómo te atreves a decirle eso?!


- De la misma forma en la que usted no permitió que cualquiera cargará a su hijo.- Le respondió a la que en algún momento pudo haber sido su suegra.


- ¡Mi hijo no es cualquiera, es un príncipe que fue faraón!


- No me importa.- Cortó directamente, viéndola con seriedad.- Yo decido quién puede cargar o no a mi hija, y he decidido que solo yo lo haré.


Estaba furiosa, lo podía ver al notar sus manos temblar pero al ver a Ahk negar con su rostro, una sonrisa triste en sus labios, fue que se calmó. Paso a su lado, golpeando sus hombros con rudeza pero el ambiente hostil no le hizo desistir, mucho menos al recibir por segunda vez ese contacto, esta vez por parte del faraón, quien lo mira con odio.


- Te ayudaré con las maletas.


Una vez dicho esto, Ahk las cogió por las asas a pesar de que Larry no quería permitirlo, sin embargo, cargar a su hija le dificultaba poder arrastrar las dos maletas que llevaba consigo. Su mirada fue hasta los faraones quienes cruzaron la “puerta” que había abierto Ahkmenrah, él no estaba seguro de cruzar pero al sentir una de las manos del nombrado pulsar en su espalda no le quedó más opción que cerrar sus ojos, cruzando.


Tras unos segundos los abrió, jadeando al ver que el lugar había cambiado por completo, ya no estaban en la sala del museo sino en medio del desierto, uno que mostraba la gloria de la noche junto al frío que hacía en este, causándole un pequeño escalofrío pero no dijo nada. Su mirada viajo por los miembros de la realiza hasta que finalmente acabó en el agujero que se fue cerrando hasta quedar en nada, desapareciendo por completo.


- ¿Dónde estamos?- Se atrevió a preguntar.


- En Dressrosa.- Una sonrisa se posó en los labios de Ahk, ensanchándose ante lo que sea que estuviera pensando.- Es un lugar que fue creado por los dioses egipcios, por el sol y la luna. Aquí es donde se puede volver a la vida de una forma completamente distinta hasta la que hemos hecho hasta ahora. Este lugar fue un regalo que nos hicieron los dioses, permitiéndonos poder volver a vivir.


- ¿Eh?


- Pff.- Merenkahre rodó los ojos, viéndolo como si fuera tonto.- En teoría, en este lugar se hace de día y de noche, con la diferencia de que al salir la luz del sol nosotros no nos convertimos en polvo ni volvemos a ser objetos inanimados, sino que estamos vivos durante el día y la noche. Vosotros lo conocéis como el lugar donde se encuentra la fuente de la juventud y la inmortalidad.


Larry tardó unos segundos en procesar la información.


- ¿Quiere decir…que ustedes están vivos como si jamás hubieran muerto, como…yo?


- Se puede decir así.


En ese momento Larry sentía que desmayaba, sus planes de que Sofía no estuviera cerca de él durante el día se acababan de complicar gravemente.


¡Oh, mierda! ¡Debió haberle hecho caso a Érica!

Notas finales:

Bueno, ¿qué tal? ¿Os ha gustado? He considerado necesario poner las explicaciones porque...básicamente, si no las ponñia se quedaba raro XD.


Espero poder veros la próxima semana, ¡cuidaros!


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