Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi nueva aventura por Ayumi Kuran

[Reviews - 79]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola! Bueno, aquí traigo la actualización y solo tengo que decir que...¡wuo! La verdad es que no esperaba que esta historia tuviera tanta aceptación XD Aunque eso me hace muy feliz, ¡me anima mucho a escribir la continuación aún más rapido! Y también a públicar el resto de historias que tengo en mente de esta pareja nwn


Bueno, si no importa (?) voy a hacerme algo de publicidad...si os gusta esta pareja, tengo otra historia de ellos que se llama "Mío, solo mío" por si queréis leerla.


Y una vez dicho todo esto solo me queda decir...¡disfrutad de la lectura!


PD: en las notas finales dire los días de actualización.

Larry miraba a la distancia, donde se podía apreciar la música sonando a todo lo que podía, la gente bailando y divirtiéndose dentro del museo. Siempre se pregunto cómo es que nadie se dio cuenta de que algo extraño sucedía allí pero ya no importaba, se había percatado de que sus vidas eran tan rutinarias y ajetreadas que cualquier cosa fantástica o fuera de lo normal no iba a ser notada por nadie ni aunque le golpeara en toda la cara.


- Um…


Su mirada se dirigió hasta sus brazos donde su angelito reposaba dormida en ellos, sin ser consciente de nada a su alrededor.


- Es hora de regresar a casa, ya es muy tarde.


Esas palabras no iban dirigidas a nadie en especifico, quizás iban hacía sí mismo en un intento de alejarse de ese lugar que tantos sentimientos le provocaba, mucho más ahora que la persona que tanto tiempo había estado esperando por volver a ver estaba ahí…con otro.


Su agarre se intensificó de forma casi imperceptible, dándose la vuelta para marcharse del lugar, negándose a ver tras él, aunque por unos instantes sintió que alguien le observaba. No, eso era imposible, él no era del tipo de personas que atraían a los demás, era al contrario: los alejaba.


Cuando llegó a la casa, fue hasta el dormitorio de su pequeña, cambiando sus prendas por un pijama dejando que descansará en su cama, ya mañana le daría un baño. Ya era demasiado tarde como para lograr que se diera uno. Con delicadeza le dio un beso en su frente, arropándola bien antes de finalmente cerrar la puerta de la habitación. Su mirada se dirigió al reloj, marcando las dos de la mañana y él sin ser capaz de dormir, parecía que la emoción de saber que todo volvía a ocurrir una vez más en Nueva York lo estaba manteniendo en vela.


<<Iluso>>


Su propio pensamiento le hizo sonreír de una forma algo adolorida pero sobretodo resignada, después de todo estaba más resignado que cualquier otra cosa. Agitando su cabeza comenzó a caminar hasta su cocina, de donde saco una pequeña botella de licor que tenía guardada para situaciones especiales, mismas donde sus sentimientos más negativos hacían mella en él como había estado pasando desde hacía un par de semanas.


Sus manos cogieron con cuidado el vaso más cercano, sentándose en el sofá de la sala para abrir la botella y dejar que el anaranjado líquido callera en el recipiente cristalino. Se lo llevo a la nariz, aspirando ese olor fuerte que estaba convencido que le haría olvidar durante un tiempo todo lo que estaba pasando, mucho más: le haría tener un horrible dolor de cabeza a la mañana siguiente. ¿Le valía la pena? El primer trago fue la respuesta.


Sus ojos se cerraron al sentir el amargo sabor invadirlo por completo, haciéndolo soltar una mueca de desagrado, casi tentado a dejarlo de lado pero algo le impulso a seguir tomándoselo hasta que el vaso quedo en la nada, vacio, pero esto no duro más que unos segundos antes de volver a ser llenado. Luego hubo otro y otro y otro y otro…tantos que perdió la cuenta de los que llevaba, solo sintiendo su cabeza dar vueltas sin descanso.


De un momento a otro había sentido como todo empezaba a moverse, como si los objetos se cambiaran de sitio a propósito para confundirlo, no obstante él sabía que eso no era así, solo era su propia mente nublada en alcohol, una que no era capaz de razonar nada de lo que hacía en esos instantes. Su cuerpo se hecho para atrás, quedando tumbado en el sofá manteniendo sus ojos cerrados, dejando que su respiración comenzará a acompasarse, dispuesto a dormir en esa posición por al menos un par de horas.


- Larry…


Sus ojos se abrieron con pereza, con dificultad al oír como si lo llamaran, un murmullo lanzado al aire pero la realidad era distinta, estaba solo y por mucho que tratará de distinguir esa voz por si volvía a sonar eso no paso. Decidido a restarle importancia al asunto, volvió a su posición anterior, poco a poco durmiéndose.


- Larry…


Otra vez había sonado, esta vez acompañada por unas suaves pisadas, casi imperceptibles pero no para él que se había pasado tantas noches en vela, vigilando que no hicieran trastadas en el Museo o le gastarán bromas como solían hacer. Trató de fijar su mirada pero todo estaba demasiado borroso, lo único que sintió fue una mano en su mejilla, en un toque suave. En ese momento se altero, tratando de ponerse en pie y encarar a la persona que se había colado en su casa pero una fuerte presión en su pecho le hizo mantenerse acostado, sin posibilidad alguna de moverse o alejarlo, manteniéndolo acostado con el extraño sobre su cuerpo, inmovilizándolo.


Sus puños se apretaron con fuerza pero a pesar de saber que sus intentos serían en vano quiso quitárselo de encima pero no pudo, su mirada trataba de enfocarse lo mejor posible en quien estaba encima de él, tras pasando a su vez la oscuridad sin mucho éxito hasta que sus pupilas se adaptaron a la noche, pudiendo ver ante sí a su agresor. Su corazón se encogió en su pecho para a los segundos golpetear de forma casi dolorosa contra su esternón, apreciando la expresión pícara de Ahkmenrah.


- ¿Qué…?


Sus palabras quedaron en el olvido cuando los labios opuestos se posaron sobre los suyos, de forma salvaje, brutal. Sus dientes mordieron con algo de dureza sus pliegues rosados, haciendo que cualquier pensamiento en su mente se fuera al olvido, solo deseando sentir más de ese contacto tan húmedo e intimo que se le era cedido, abriendo su boca para darle paso a la lengua contraria, dejándole explorar.


Poco a poco sus brazos fueron liberados, sintiendo como era sujetado de forma posesiva de sus caderas, atrayéndolo hasta el pecho contrario. Ni lento ni perezoso, enredó sus brazos en el cuello del príncipe, haciendo un contacto aún más intimo, no dejando ni un solo hueco entre ambos, disfrutando de esa sensación que hacía ya tres años que no saboreaba.


- Ahk…ah…


Un pequeño gemido escapó de sus labios, separándose del otro unos milímetros para poder recuperar el aliento que se le había sido arrebatado, estremeciéndose al sentir como la lengua contraría recorría sus labios, bajando por su mejilla y clavícula para posarse en su cuello, lamiéndolo con insistencia, sacándole suspiros junto algún pequeño gemido que trataba de acallar, pero no pudo evitar que uno un poco más alto saliera cuando los dientes contrarios se posaron sobre su piel, mordiéndola antes de chupar, como tratando de marcarlo.


Un estremecimiento le surco el cuerpo cuando las manos contrarias le arrebataron con desesperación su camisa, dejando su pecho al descubierto para pasar a lamer sus pezones, estimulándolos mientras bajaba aún más sus manos, colándolas en estos, queriendo tocar con firmeza su trasero.


- ¡Ah!...Ah…es-espe…ra…


Le costaba hablar, ambos podían sentir de la misma forma en la que sus cuerpos reaccionaban ante la presencia del contrario, no siendo capaz de mantenerse quietos aunque lo desearan, tocando tanta piel como les era posible. Sus ojos chocaron por unos instantes, solo eso hizo falta para que Larry le atrajera de su cuello, chocando de una forma desesperada, anhelando recuperar los años que estuvieron separados.


- Mío…eres mío…


Su voz sonaba completamente posesiva y Larry solo podía asentir entre jadeos, enredando sus piernas en las caderas contrarias mientras se friccionaban, sintiendo el bulto que se había formado en el otro chocar directamente con su trasero, ahogando sus gemidos en sus labios cuando comenzó a moverse simulando embestidas, unas que se mostraban desesperadas.


- No lo olvides…me perteneces.


Sus ojos se cerraron al sentir el aliento de Ahk chocar contra su lóbulo, dejando espacio en su cuello para que hiciera lo que deseará con él, tratando de contener los temblores de su cuerpo cuando una de las manos contrarias comenzó a acariciar de forma suave su erección, manteniendo sus caderas quietas, apresándolas con fuerza para sentir la excitación contraria por completo, agitándolo más de lo que ya se encontraba de por sí.


La mano que sujetaba su cadera empezó a dejarla libre, viajando hasta su propia mano para entrelazarlas cuando una vez más se lanzó hacía su boca, recorriéndola por completo como si estuviera saboreando la cosa más deliciosa del mundo, empezando a moverlas para posarlas sobre su falo, haciendo que se masturbara a sí mismo, viéndose obligado a morder sus labios para que ningún sonido saliera de estos, sus mejillas tornándose rojizas al ser devorado por la mirada contraria que disfrutaba del espectáculo que se le daba. El príncipe de Egipto apresó sus caderas, manteniéndolas chocando de una forma ruda contra sí, no permitiendo que hubiera un solo hueco entre ambos como paso cuando le hizo masturbarse. Sus caderas comenzaron a moverse, apretándose tanto a ese culo que parecía absorberlo aún estando cubierto por la ropa, incitándolo a no retrasar más lo tan anhelado. No tardó en dejarse llevar por el deseo, simulando potentes embestidas que los hacían delirar, su sangre hervía como si fuera lava, quemando todo su ser para dejarle una profunda marca, digna de su encuentro.


- Larry…


Un último gemido se hizo presente en el ex – guarda cuando finalmente llegó al orgasmo, sintiendo como todo su ser flotaba tras esa avasalladora sensación. Sus ojos pesaron, quedándose dormido con una suave caricia como la del viento, un último recuerdo antes de caer finalmente en la inconsciencia.


 


Un sobresalto le hizo levantarse, su respiración agitada cuando una de sus manos viajo temblorosa hasta su pecho, sintiendo sus latidos resonar con fuerza en sus oídos de forma casi dolorosa. Se vio obligado a cerrar sus ojos, tomando varias bocanadas de aire para calmarse mientras las imágenes de lo ocurrido se paseaban en su mente, haciendo que varios sentimientos se encontraran dentro de sí: anhelo, esperanza, vergüenza, furia, preocupación…


Sus manos recorrieron todo su cuerpo, dándose cuenta de que su ropa estaba toda en su sitio, sus ojos buscando cualquier evidencia, algo de semen de cuando llegaron al orgasmo pero este era inexistente, solo estaba presente el vaso tumbado sobre la alfombra y la botella sobre la mesa, casi vacía. Poco a poco se calmó, siendo todos esos sentimientos reemplazados por la decepción, por unos segundos realmente había creído que él había ido a buscarle, queriendo mantenerlo a su lado dándose cuenta de su error al haberlo dejado marchar.


<< Que estupidez, ni que eso fuera a pasar realmente>>


Lo tenía claro, lo sabía pero su corazón era tan ingenuo que realmente lo había creído. Pero todo eso le había ayudado a comprender que sus sentimientos eran tan fuertes como el primer día, que por ello nunca se había sentido con las fuerzas suficientes para hablar con él, por esto era que lo rehuía…era irónico que se diera cuenta de esto solo cuando había tenido un sueño erótico que lo había hecho estremecerse hasta los rincones más inhóspitos de su alma.


- Api.


Su mirada se dirigió hacia esa pequeña y temblorosa voz, viendo a su niña con la preocupación pintada en su rostro, pequeñas lágrimas bajando por sus mejillas, corriendo para abrazarlo. Esto hizo asaltar sus alarmas, colocándola en sus piernas mientras comprobaba angustiado que estuviera bien.


- ¿Qué paso?- Sus dedos quitaron las lágrimas que caían de esos hermosos ojos azules, heredados de sí mismo.- ¿Te has hecho daños?


- Etabas gitando.


Tardó unos segundos en darse cuenta de lo que pasaba, ¡su pequeña le había oído gemir en sueños! Dios, ¿podía haber algo peor que eso?


- ¿Te itiste upa?


Su carita preocupada le causo ternura, poco a poco el sonrojo que se había posado en sus mejillas desapareciendo para acunar a su pequeña entre sus brazos, acariciando su espalda de forma suave para consolarla y calmarla.


- No me he hecho daño, estoy bien.- Susurro en su oído, viendo como se relajaba aunque duro poco.


- ¡Pelo, pelo…!- Aún estaba alterada, pero una sonrisa junto a un beso en su mejilla pareció aplacarla.


- Estoy bien solo fue…


No sabía qué iba a decirle, obviamente no podía saber la verdad aún era muy pequeña para ello, pero ¿entonces? Debería de haberle dicho que le dolía la cabeza (algo que era verdad), así todo hubiera quedado solucionado pero, ¿y ahora?


- ¿Ela una pesailla?


- Sí, una…pesadilla.- Una sonrisa de calma se instaló en sus labios al ver su solución ante sus ojos, viendo curioso como la pequeña fruncía su ceño.- ¿Ocurre algo?


Poniéndose de pie aún estando en sus rodillas llevo su pequeña manita hasta su pelo, acariciándolo con ternurita para luego hacer gestos graciosos con ellos.


- ¡Fuela, fuela malos!- Sus gestos se hicieron más insistentes hasta que le vio con inocencia, preocupada.- ¿Mejol?


- Sí.- Sintió la ternura y el calor inunda su cuerpo por completo, estrechándola entre sus brazos mientras besaba su cabeza, feliz.- Gracias cariño.


La pequeña sonrió feliz al ver a su papi mejor, besando su mejilla antes de bajarse para ir al baño por mandato de su progenitor, quien no tardo en ir hasta allí con la ropita de su cielo, llenando la bañera con agua tibia, permitiéndole entrar en ella, riendo al verla jugar con la espuma hasta que con una mirada traviesa comenzó a llenarlo de agua. Ante esto fingió una cara enfadada antes de estallar en carcajadas mientras jugaban juntos, definitivamente era el bálsamo que necesitaba en su vida, curando todas sus heridas.


- Venga pequeña diablillo, si no nos damos prisa llegaras tarde a la guardería.


Ante ello puso una cara un poco rara, negando para darse prisa y comenzar a vestirse, no dejando que su papi se le acercara.


- ¡No! ¡Soy gande, yo puelo!


- Está bien.- Larry se resignó, suspirando al ver lo independiente que era.- Pero si necesitas ayuda avísame, ¿vale?


Ella asintió y él se vio obligado a salir, vigilándola desde el marco de la puerta por si necesitaba ayuda, preocupado. La resignación se hizo presente al ver que era capaz de hacerlo sola, no era justo que creciera tan rápido.


Cuando la chica estuvo a punto de abrir la puerta, Larry se fue a la cocina donde hizo de forma rápida el desayuno, colocándola en la mesa ante la mirada de su niña, quien fue ella misma la que se preparó su tostada (llenándose en el proceso) y leche (que acabo casi la mitad regada por la mesa), negándose a que lo hiciera su progenitor.


- ¡Es hola! ¡Amos!


- Ya voy, ya voy.


Larry suspiro mientras cogía las llaves de la casa, asegurándose de que la infante lo llevará todo antes de, finalmente, salir de la casa. El transcurso del recorrido fue enérgico, escuchando embelesado todo lo que su angelito pensaba hacer.


- … y después jugalemos al pilla pilla y nos lanzalemos por el tobogán y al pollito inglés y…y…y… ¡mutas cosas!


- Se ve que os vais a divertir mucho.


- ¡Sí!


La emoción era palpable pero cuando finalmente vio a sus amigos esta aumento, si es que era posible, antes de darle un rápido beso a su papi para poder ir corriendo a juntarse con ellos, viendo con una sonrisa el cómo entraba junto a una de las trabajadoras del lugar que solo se encogió de hombros con una risita.


- ¿Larry?- El nombrado se giró para ver a su antiguo jefe, el Dr. McPhee quien le sonrió de forma sutil antes de acercarse a él, aferrándose a su brazo.- Necesito hablar con usted.


- Um…claro.


Para Larry no era un misterio de lo que quería hablar el otro por lo que lo siguió con calma, llegando a tener una perfecta imagen del museo que aún se mantenía cerrado, aunque eso sería solo por muy poco tiempo.


- ¿Qué diablos paso la otra noche?- La desesperación estaba pintada en su voz, al igual que el nerviosismo. Eso le hizo gracia, recordando cómo fue su propia experiencia.


- Pues que el museo cobro vida, como le comente años atrás.- Lo dijo de forma natural, como si hablaran del tiempo.


- ¡Pero eso es imposible!- Por un momento pareció que se echaría a llorar.- ¡Están…muertos! Son momias y objetos inanimados.


- La tabla de Ahkmenrah.- Lo cortó, ignorando su estado de ánimo.- Es mágica, le dije que era capaz de darles vida. Y usted lo comprobó anoche.


- Era cierto…lo era…


Unas suaves palmadas en su espalda trataban de reconfortarlo, haciéndole ver que podría ser peor… si es que eso era realmente era posible. Bueno, lo fue.


- Podría haber sido peor.


- ¿Peor de lo que vi anoche? No lo creo.- Larry arqueo una ceja al oírlo, frunciendo su ceño durante escasos segundos antes de dejar su brazo colgando en el banco.


- Cuando yo empecé la primera noche el tiranosaurio Rex se me lanzó encima, tirando de lado la mesa de las visitas solo para que le lanzará el hueso para jugar; Atila me persiguió con intenciones de desmembrarme; Dexter, que es el capuchino, me robo las llaves y por su causa estuve a punto de ser devorado por los leones. Estaba perdido y solo, aquello era un caos y creía que iba a morir ahí si no fuera porque Teddy me ayudo. ¿Tienes idea de lo que es que todos se estén peleando, tratando de matarte en el camino porque les molestas en sus discusiones? Es una sensación horrorosa. No me hacían caso, se descontrolaban. ¿Por qué cree sino que había ocasiones en las que estaba el lugar destrozado o cosas fuera de su sitio? Seguramente si no hubiera sido por el dinero me hubiera marchado tras esa primera noche, algo que sea dicho de paso intente. Y ya que estamos con esto, debieron de pagarme más de once dólares y medio la hora.- Un poco de reclamo estaba en su voz tras lo último, aunque admitía que después de la tercera noche adoraba su trabajo.


- ¿Paso por todo eso?- El rostro del director del museo estaba pálido, pasando sus manos por él para tratar de calmarse.- Entonces verlos bailar y a dos esqueletos de dinosaurios en un tira y afloja no fue tan malo.


- No, de hecho le aseguro que si yo no hubiera estado presente en el museo esos años, en los que logré de una milagrosa forma que hubiera paz, usted hubiera visto su lado más…brutal, anoche.


El silencio se hizo presente entre ambos, perdidos en sus propios pensamientos ante todo lo ocurrido, cada uno con su propio punto de vista de las cosas.


- Y…- Su mirada se dirigió hasta el director, quien le miraba con algo de calma.- ¿Por qué no va al museo en la noche? Por lo que he oído parece que tenía una fuerte unión con ellos. Yo no diría a nadie que fue.


Larry se tensó al oírlo, por un momento se imagino estando con todos ellos, como si nunca hubieran transcurrido esos tres años en los que estuvieron separados, sintiendo la emoción invadirlo, de golpe recordó que él ya no era parte de esa gran familia, Teddy le había pedido que les dejará marchar y eso había hecho e incluso seguiría haciéndolo lo que le restaba de vida. Además, ¿de qué iba a servir? Él no quería ver a su ex amigo con derecho a roce, tampoco quería ver al que sabía era su nueva pareja menos a los padres de este. Ir sería como decir que era masoquista. No, no era algo que le entusiasmará.


- Lo siento pero no puedo.- Lo dijo de forma lenta, viendo como la expresión de su compañero se tornaba angustiada, tragando saliva de forma difícil antes de sonreír de una forma extraña.


¡Oh, ese mal presentimiento volvía! Y eso que había desaparecido desde hacía casi tres años ya, desde que tuvo a su bebita.


- ¿Por qué no? Sería como una reunión de ex – alumnos.


- Cierto, lo sería.- Asintió viendo como parecía relajarse el otro.- Pero yo no puedo asistir, los demás sí y eso basta para que este la diversión.


- Vamos, no sea así.- Le dio un breve golpecito en el brazo, tembloroso.- Será divertido.


- Estoy convencido de ello pero desgraciadamente tengo mucho trabajo que hacer.- Se excuso, recordando la montaña de trabajos que corregir.


- Eres profesor de historia, ir al museo una noche puede ayudarte a recordar buenos momentos e incluso preguntarles datos que realmente necesites saber de ellos.- Sus intentos eran cada vez más insistentes, su mano aferrándose a su brazo de forma disimulada.


- Es cierto, podría no obstante me quedaré en casa, cuidando de mi hija y trabajando.- Su tono dictaba que no pensaba retroceder, teniendo la esperanza de dar el tema finalmente por acabado.


Que iluso era.


- Puedes buscar una canguro con la que dejarla.- Trató de razonar con él, recibiendo una negativa.- O llevarla al museo.


- ¡¿Estás loco?!- Su grito había sonado, furioso.- ¡¿Cómo puedes sugerirme que la lleve sabiendo…lo que pasa?! ¡¿Quieres traumarla por el resto de su vida?!


Las miradas de los transeúntes se habían posado sobre ellos, sabía que debería haber mantenido la calma pero no podía ante lo que escuchó, lo que no entendía es como había podido cambiar sus palabras en el momento justo para que nadie se enterara de lo que pasaba o no darle unos buenos insultos como se merecía, unos buenos golpes le hubieran venido de maravilla también.


- Según lo que tengo entendido, algunas noches Nick las pasaba contigo en el museo.- Le recordó, con seriedad.- No pasaría nada porque ella pasará allí una noche.


- Nick tenía trece años, era consciente de lo que pasaba. Sofía solo tiene dos años y medio, si la dejará ir sería condenarla. Por un lado todos la creerían loca porque no podría aguantar siempre ese secreto, por el otro se asustaría al verlos vivos.


La mirada de Larry estaba fulminando a McPhee que ya no sabía ni qué decir o hacer para convencerle de ir, aunque fuera por una mísera noche. Sus puños se apretaron, buscando en su cerebro algo que le ayudará.


- Me tengo que ir.- Larry se levantó, enfadado para marcharse pero una mano en su antebrazo se lo impidió, su mirada luciendo amenazante.


- Por favor.- Soltó su brazo, bajando la mirada a punto de suplicar, se notaba en su voz y acciones.- Aunque sea solo una noche, ve. Te lo suplico.


Esas palabras sí que lo habían descolocado. ¿Él? ¿Suplicando? ¿Acaso era el fin del mundo? Aún en estado de shock se sentó de nuevo en la banca, viéndolo como si tuviera dos cabezas. Estaba empezando a sentir miedo, más que cuando vi al museo cobrar vida por primera vez.


- ¿Se puede saber qué pasa? ¿Desde cuándo suplicas?


- No lo hago nunca, esta es la única excepción.- Eso hacía que su mal presentimiento se hiciera más fuerte. ¡Oh, dulces problemas! Tres años sin ellos ya era demasiado.- Y es por un buen motivo.


- ¿Qué sucedió?- Su mirada se volvió sería, sacándole un suspiro al otro antes de ponerse en el mismo estado que él.


- En el museo…ellos han pedido verte.- Sus palabras le tensaron un poco, ¿todos? No…- Sobretodo Ahkmenrah, como entenderás al ser gracias a él que la tabla funcione hay que darle cierto… ¿privilegio? Además, ¡fue un faraón egipcio! Quién sabe qué tipo de entrenamientos tuvo, algo es seguro: debe ser un arma mortal viviente.


¿Ahk un arma viviente? Si era alguien inofensivo, al menos nunca había dado la impresión de ser alguien fuerte o poderoso no obstante McPhee llevaba razón en algo, si había sido capaz de manejar a Egipto en su época con sabiduría y justicia, derrotando a sus enemigos es que era fuerte, mucho más de lo que él nunca pensó. Es posible que fuera gracias a todos esos entrenamientos que tuviera cuerpo de Dios…


Al pensar en ello sin poder evitarlo, las imágenes de su sueño se hicieron presentes en su mente, sacándole un profundo sonrojo que trato de disimular, sacándolo de su rostro al igual que esos pensamientos.


<< ¡NO! Borra esos pensamientos de tu mente en este mismo instante Larry Daley, sabes que no debes. Se razonable>>


- Lo lamento Dr. McPhee pero no voy a cambiar de parecer, he decidido que no voy a ir al museo y no hay nada que me haga cambiar de opinión.


- ¡Pero...!


- He dicho que no. Hace tres años deje oficialmente atrás mi trabajo como guarda nocturno, tres años atrás yo deje de pertenecer a esa “familia”.- Su voz empezaba a endurecerse, mostrando sin quererlo lo afectado que le tenía ese tema.- Hace tres años…Ahkmenrah y yo decidimos cortar todo tipo de relación, más bien, fue él quien lo hizo. No tiene derecho a venir ahora a decidir lo que tengo que hacer con mi vida. Me da igual que se lo digas, más claro no puedo hacerlo: NO iré esta noche, NO iré otro día y sobretodo NO voy a volver a verlo nunca.- Con rapidez se puso en pie, cogiendo sus cosas ante la cara sorprendida del otro, la palidez presente en su expresión pero eso no evito que terminará de hablar.- Te aconsejo que los mantengas vigilados, pueden escaparse en las noches del museo, si llegan a quedarse fuera del mismo para cuando salga el sol se convertirán en polvo.


No dijo nada más, solo se dio la vuelta para ir hasta el supermercado, aún rumiando para sus adentros lo que había hablado con el otro. Si realmente creía Ahk que iba a volver a dejar que todo fuera como él quería… ¡ja! Que siguiera soñando despierto.


Tras terminar sus compras se las llevo a la casa, de alguna forma un fuerte dolor en el estómago le hizo inclinarse sobre su propio cuerpo, soltando un pequeño grito de dolor mientras cerraba sus ojos, costándole mantenerse en pie. Tomó varias bocanadas para poder calmarlo. Esto le extraño, hacía años que no se sentía de esa forma.


 


 


En el atardecer había un hombre que estaba muy nervioso, justamente el director del museo que veía las piezas de exposición con suma preocupación, tenía el presentimiento de que lo mejor que podía hacer era huir del lugar antes de que fuera demasiado tarde. Algo que no le sonaba nada mal, después de todo ¿quién le iba a impedir marcharse a su casa, estando terminada su hora laboral? Fácil: nadie.


Tras esto una gran sonrisa se posó en sus labios, la que le pertenecía a alguien que se veía salvado de una condena de muerte más que segura. Sus pasos se dirigieron con prisa hasta su despacho, recogiendo todo de la forma más rápida posible. Al acabar fue de la forma más veloz que se le era permitida hasta la puerta, sin darse cuenta de que los últimos rayos del sol habían caído, dando con ello un sonido escalofriante: el rugido de dos dinosaurios.


Ante esto sus piernas temblaron, corriendo aún más rápido hasta la salida no obstante hubo algo que le impidió llegar hasta su objetivo, sintiendo un inmenso terror al ser alzado por los aires, viendo una huesuda y larga cola moverse bajo él.


- ¡AH!


Sus manos se aferraron horrorizadas a lo que le sujetaba, temblando aún más al sentir los filosos dientes del tiranosaurio Rex sujetarlo, al borde del colapso.


- Amigo mío, ¿a dónde ibas con tantas prisas?- Teddy lo miro desde el suelo, montado sobre su fiel amigo mientras poco a poco empezaba el lugar a llenarse de las figuras que hacía escasos instantes habían cobrado vida, quienes le observaban con una ceja alzada.


- Yo...solo iba…a…a…- El nerviosismo le consumía, mucho más al ver las miradas tan profundas en él.


- ¿A dónde?


Sus nervios empezaron a fallarle al ver a Ahkmenrah descender por las escaleras en compañía de sus padres, observándolo de tal forma que no sabía cómo es que no se había meado encima del miedo. La voz no le salía del cuerpo, esto enfadaba a Merenkahre quien consideraba su silencio una falta de respeto hacía su hijo, algo que no estaba dispuesto a consentir. Por suerte para él, alguien decidió ir en su rescate.


- Seguro que iba a abrir las puertas para el gigantón, después de todo esta noche venía a vernos.


Jed acababa de llegar a la sala acompañado de Octavio, habían tardado algo más que los demás pero había valido la pena ante la escena que se les presentaba. Pronto todos los “seres inanimados” del museo cambiaron su expresión; Rexi meneaba su cola con alegría al volver a ver pronto a su amigo; Teddy junto a Sacagawea estaban impacientes por saber que había sido de su vida; Atila hablaba con un tono animado, su expresión más alegre; Dexter se movía con impaciencia por el lugar, parecía feliz ante la idea…en teoría, todos tenían algo que decirle o querían hacer con él cuando lo vieran, sobretodo Ahkmenrah quien estaba ansioso de la misma forma en la que sus padres lo estaban pues estos tenían algo que decirle a ese ser que se había enredado con su hijo, porque sí, unos buenos padres siempre se enteran de lo que hacen sus hijos y ellos no habían tardado en saber de la “relación” que mantuvieron.


- Sí bueno…sobre eso…- Nadie le estaba prestando atención, ese era el mejor momento…- No va a venir.


- ¡¿Qué?!


…o quizás no.


El golpe que sufrió lo dejo sin aliento por unos segundos, Rexi había abierto su mandíbula dejando que se golpeara con fuerza contra el suelo, sacándole el aire y un tremendo gemido de dolor que a nadie le importo realmente.


- ¿Cómo que no va a venir?- Las palabras de Ahkmenrah sonaban peligrosas, no creyendo lo que escuchaba. Sus padres lo vieron de reojo, era extraño ver a su descendiente de esa forma.


Tembloroso, McPhee se puso en pie, sujetando su espalda que crujió al levantarse, adolorido.


- Él mismo me lo confirmo esta mañana. He insistido todo el día pero…no podía.- Sus pasos retrocedieron al ver la ira en esos ojos negros, pertenecientes al príncipe egipcio.


- Entonces vendrá mañana.- Afirmo Shepseheret, la antigua emperatriz, calmando la ira de su hijo y los ánimos de los demás.


- Em…es gracioso pero…- Una risa algo histérica se le hizo presente.- No va a venir, según sus palabras textuales…nunca.


El silencio se hizo pesado, demasiado. El pobre humano presente retrocedía de forma suave, no queriendo alarmar a nadie para huir lo antes posible, chocando sin percatarse con una espada perteneciente a sir Lancelot.


- Amable caballero, ¿cómo es que el hombre parecido al bufón no vendrá?- Su voz sonaba oscura, demasiado, haciéndolo temblar.


- E-Es lo que dijo…


- ¿El qué, exactamente?- Sacagawea no lo había dicho de mala manera pero los nervios del hombre estaban demasiado alterados para notarlo.


- D-Dijo que tenía mucho trabajo…


- ¡Es de noche! ¡¿Qué trabajo tiene en la noche?!- El potente grito del príncipe de Egipto le hizo encogerse, tembloroso.


- E-Es profesor…tiene que dar horas extra…en su casa y…- Trago saliva de forma pesada.- Dice que tiene que cuidar de su hija.


- ¡¿Hija?!- El grito sorprendido de la mayoría de los presentes se hizo escuchar, pero no por ello la incredulidad se dejaba hacer presente en sus rostros.


- Sí, tiene… una hija de… dos años y medio.- Sin poder aguantar más se desmayo, dejándolos a todos con la boca abierta.


Larry… ¿tenía una hija?


Las miradas se fueron hasta el faraón, quien poseía una mirada sombría, las cosas no iban a acabar bien, nada bien.

Notas finales:

Espero que os haya gustado, yo me la pase bien escribiéndolo XD No obstante sigo teniendo ciertos problemas para expresarme en algunas partes de la historia...no sé si se note.


Bueno, ¿cuándo voy a actualizar? ¿Qué día hay que revisarlo para encontrala? Pues voy a actualizar una vez a la semana, más especificamente los martes (lo hago en la noche en mí país así que es posible que en otros sea todavía lunes).


Creo que eso es todo...así que ¡nos vemos en una semana!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).