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Medios Tonos (Omegaverse) por kurerublume

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Notas del capitulo:

Perdonen la demora de 10 días, ya entré a dar clases y esta semana y la pasada estuvieron medio intensas. Pero ya me senté a escribir sí o sí este capítulo que espero les guste.

El siguiente será el tueno de los Omegas.

Gracias a NekoT y Paty por su apoyo <3.

CAPÍTULO XI: Crisis Alfa

 

Después de haberse tranquilizado un poco con lo de su jefe, Wakamatsu logró terminar de leer la mitad del documento para el final de la jornada. Ese día no le tocaba Universidad, así que se quedó más horas para poder adelantar lo que le habían pedido.

 

Pero para cuando reaccionó, eran ya las 9:45 pm.

 

—¡Maldición! —exclamó poniéndose de pie lo más rápido que pudo. Colocándose su saco gris y tomando su maletín para salir de ahí y llegar antes de que cerraran la pastelería. Sabía que, si no era ese día, entonces ya jamás se animaría a hacer esa estupidez de invitar a una cita al Omega.

 

De hecho, los nervios le carcomían entero. Con Furi no lo había pensado mucho y de hecho fue más el susto que otra cosa. Pero para invitar a Sakurai, sentía que el corazón galopaba solito y ansioso en contra de su voluntad. Y para su sorpresa, no fue nada nuevo.

 

Al arrancar su carro y llegar a la pastelería en tiempo récord, se sorprendió al verse en la misma situación de cuando conoció los ojos más bonitos que hubiera visto jamás: Sakurai estaba cerrando y ya todo estaba a oscuras.

 

Apretó el volante una vez para salir de su automóvil.

 

Así que cuando llegó a su lado, le tocó el hombro sin decir nada— ¡Dios! —gritó asustado de nueva cuenta el Omega. Se cubrió con la mochila que llevaba— ¡Llévese todo lo que tengo!

 

Kosuke se quedó un rato en silencio, procesando lo que acababa de pasar. Hasta que finalmente decidió hablar— Sakurai… —dijo apenado—, no voy a robarte.

 

El castaño se asomó todavía sin creerse eso, pero cuando vio que no era nadie más que Wakamatsu, soltó un suspiro de alivio— Lo siento, es que llegó de espaldas y de la nada me tocó, sin llamarme ni nada. Perdón, es solo que…

 

—Lo entiendo —interrumpió—, fue mi culpa. Una disculpa por eso —dijo apenado por haberle causado semejante susto al Omega. Tomó nota: anunciarse antes de llegar en la oscuridad a tocarle el hombro.

 

—¿Gusta algo de la tienda? —preguntó sonriendo Ryo.

 

—N-No, yo… a decir verdad, vine aquí para invitarte… a cenar —apretó sus puños, esperando la respuesta del otro.

 

A Sakurai casi se le cayó la boca de la sorpresa, se puso algo nervioso y se sonrojó de igual manera— Yo…

 

—Me encargaré de llevarte a tu casa, así que por la hora no te preocupes —insistió lo más tranquilo que se permitió.

 

—¿A-A dónde quiere ir?

 

—Hay un restaurante muy bueno a unos diez minutos, lo importante es que quiero cenar contigo, Sakurai —le sonrió galante antes de ofrecerle la mano para llevarlo a su carro.

 

El omega lo dudó un poco antes de tomar su mano— Por favor, me gustaría llamar a mis padres, no quiero que se asusten.

 

—Por supuesto —y rápido como rayo encontró un teléfono público para que desde ahí llamara el Omega, el cual tardó un poco, ya que convencer a sus padres si podía ir a una cena con un ALFA de rango I era una noticia muy… sorpresiva y difícil de digerir.

 

Incluso escuchó algunos gritos y exclamaciones como «¡Pero que no te toque!» «¡Te mantienes a un metro de él!», entre otras.

 

Aunque bueno, eso quería decir que le habían dicho que sí, así que no se quejaba.

 

—Perdón la demora, mis papás estaban algo preocupados —dijo al llegar a su lado, aunque Wakamatsu se había mantenido lo suficientemente cerca para cuidarle y lo necesariamente lejos para darle privacidad a la llamada.

 

—Les hubieras dicho que ibas con amigos del trabajo —sugirió el Alfa.

 

Pero Sakurai lo miró con los ojos bien abiertos— Jamás podría mentirles así a mis papás —confesó de una manera algo cómica, pero muy en serio. Wakamatsu no dijo nada más respecto a eso. Pero se le hizo tremendamente tierna la honestidad del Omega. Mientras más lo veía, más le gustaba.

 

Así que cuando llegaron al restaurante familiar, muchos ojos lo miraron casi con incredulidad. ¿Qué hacía un Omega rango III con un Alfa rango I?

 

El restaurante era de tonalidad cálida, mesas en las ventanas y en el centro una barra que rodeaba todo el restaurante. Tenía sillones forrados con una tela roja, y tanto sus orillas como las mesas eran de una madera casi pálida y bien barnizada.

 

Pero todo eso pasó desapercibido por el Omega, quien se empezó a hacer chiquito conforme pasaban entre las mesas de todos los… espectadores.

 

Una mesera les entregó la carta, intentando verse natural y casual, pero no podía quitarles los ojos de encima. Así que Wakamatsu la vio con superioridad para después voltear hacia Sakurai.

 

—¿Ya sabes qué pedir? —le preguntó con voz suave.

 

—Una malteada de fresa, por favor —dijo para cerrar la carta y entregársela rápido a la mesera.

 

—Para mí sería una hamburguesa y un agua natural —cerró su carta y esperó hasta que la mesera se fuera para acercarse un poco más al castaño—. ¿Estás bien? —hizo ademán de querer tocar su mano, pero el menor la quitó.

 

—Sí, todo bien —contestó mirando la mesa—. No se hubiera molestado en invitarme.

 

—Yo quería salir contigo desde… creo que desde que te conocí —confesó sin pensarlo mucho, hasta que vio la reacción de Ryo y ¡oh, demonios!— ¡Quiero decir… no desde que te conocí, bueno, creo que sí, pero no quería decirlo de esa manera! Me refiero a que… —fue silenciado en cuanto el castaño colocó su mano sobre la de él para intentar calmarlo.

 

—Es un halago —dijo quedito y volvió a retirar su mano de la del Alfa. Como no queriendo permitir tener más contacto.

 

—Gracias, Sakurai —pero aún estaba con un extraño sentimiento—. ¿Sabes? Puedo pedir todo para llevar —sugirió sonriendo—, nadie nos manda a comer aquí —se puso de pie para de nuevo ofrecerle la mano al Omega.

 

—G-Gracias —agradeció de corazón, pues tantas miradas sobre él lo incomodaban como nunca. Se suponía que por eso estaban los rangos, para que las personas no se mezclaran de una manera tan obvia.

 

Esperaron hasta que su orden estuvo lista para dirigirse de nueva cuenta al carro del Alfa, quien obviamente le abrió la puerta a su cita como todo un caballero.

 

Se sentaron a comer, incluso cuando Ryo insistió en que seguramente iba a ensuciar sus asientos porque era medio torpe. Pero el Alfa le aseguró que no era ningún inconveniente.

 

A Sakurai le empezaba a gustar la compañía del Alfa. Y no es como que le despreciara antes, pero lograba ponerlo como maraca y eso, para él, era lo siguiente de incómodo.

 

—¿Hace cuánto trabajas ahí, Sakurai? —inició la conversación Wakamatsu.

 

—Hace como un año. Es un bonito lugar para trabajar, mis compañeros y mi jefe son muy buenos —contestó para finalmente darle un trago a su malteada—. ¡Está muy rica! —dijo casi eufórico.

 

Wakamatsu se empezó a reír— Tienes algo aquí, Sakurai —lo limpió apenas de la mejilla, y de inmediato, el Omega empezó a alborotarse… hormonalmente—. ¿Sakurai? ¿Estás… bien? —preguntó confundido. Como si hubiera encontrado algo verdaderamente delicioso que comer y que no estaba entre sus manos.

 

—Perdona, disculpa. No es intencional —se removió en su asiento mientras lograba calmarse. Y lo hubiera logrado, de no ser porque el Alfa ya estaba completamente afectado por su olor—. ¿Wakamatsu? —tocó su hombro para ver si estaba bien, pues el rubio estaba viendo al suelo— ¿Pasa algo?

 

En ese momento, temió, temió como nunca en su vida en cuanto el Alfa lo miró. Se lo comía con la mirada y sus ojos parecían casi distantes.

 

Dos segundos después, Wakamatsu estaba sobre él, habiendo reclinado el asiento del copiloto para poder tener sumiso al Omega.

 

—Dios, Omega, hueles delicioso —musitó grave mientras pasaba su nariz por el cuello del castaño.

 

—Ah, Wakamatsu, tranquilo —cerró sus piernas en cuanto sintió cómo el Alfa intentaba separarlas—. No, tranquilo —pidió indefenso. Pero el rubio tomó sus tobillos y los subió lo más que pudo— ¡Ah, no! —se estremeció al sentir los dedos del otro hurgando en sus pantalones, en sus glúteos— Wakamatsu, ¡ahm! —se mordió sus labios al sentir cómo tanteaba su entrada con un dedo.

 

—Omega, quiero preñarte —dijo casi gruñendo. Lamió su dedo índice y volvió a acariciar su ano—, quiero penetrarte y lamerte entero, déjame probar tu lubricación —Sakurai cerró los ojos, intentando no escuchar cada una de las palabras del otro.

 

Así que hizo lo obvio: usó su voz Omega.

 

—Alfa, tranquilo —pidió acariciando su brazo—. Por favor, me asustas, Alfa —decía con los ojos acuosos—. No quiero, por favor.

 

Esa vocecita logró que Wakamatsu reaccionara. Sin creerse en la posición en la que tenía al Omega. Este estaba llorando, cubriéndose el rostro con los dos brazos mientras que su mano seguía dentro de sus pantalones.

 

—Sakurai —susurró aterrado de sí mismo.

 

Jamás se lo perdonaría.

 

 

 

***

 

 

 

Mibuchi había estado algo atareado ese día en particular. Había ido a otra cena, pero esta vez para un Alfa. Lo cual era aún más curioso que una cena de presentación Omega, de verdad eran muchos para un solo Alfa. Incluso se había molestado un poco cuando descubrió al anfitrión comerse con la mirada a los Omegas que habían llegado.

 

No, a él nadie podía mirarlo de esa manera si no quería.

 

Así eran las reglas: solo podía verlo así a quien él le permitiera, no a cualquier Alfa ansioso y frustrado.

 

Por eso había decidido irse al jardín un rato, para despejar la cabeza e intentar olvidar todo el enojo de la cena. Él ya no quería ir a más de esas fiestas, seguían siendo divertidas, claro, pero muy cansadas y algo tediosas una vez te acostumbrabas.

 

Aún podía recordar a la primera a la que fue y la primera que hizo en su casa. Habían sido casi eufóricas, alegres e incluso románticas. Pues algunos Alfas le pedían una cita para cortejarlo y eso le encantaba. Amaba salir con esos Alfas, amaba que le dijeran lo bello que era y se regocijaba en el placer de superioridad que implicaba.

 

Para Reo, un Omega tenía más poder que cualquier Alfa… solo si sabía usarlo bien.

 

—¿Se quedará aquí hasta que anochezca? —se sobresaltó al escuchar esa voz detrás de él. Pero ni siquiera se dignó a voltear.

 

—Me quedaré el tiempo que yo quiera —dijo serio y volviendo a su postura relajada y casi delicada—. Te puedes ir a tu casa o a donde sea que vayas —ordenó convencido de que el Alfa le escucharía, pero no.

 

—Estaré con usted hasta que se digne a entrar.

 

—¿Hasta que me digne? —frunció el ceño y esta vez sí que volteo a verlo muy enojado— No me hables con tanta confianza, Nebuya —exclamó a modo de orden, pero el Alfa simplemente cerró los ojos y se sentó en el césped.

 

—¿Le traigo una manta?

 

—No… gracias —dijo entre apenado y molesto. Odiaba cuando su sirviente se ponía en esa actitud servicial, casi sumisa y dispuesta a complacerlo. Como si realmente se preocupara por él— ¿Llegó una carta hoy?

 

El Alfa tuvo que retener un gruñido— Sí… dos.

 

—Ponlas en mi tocador, las leeré después —y de repente, una sensación desconocida se apoderó de él. Una especie de nostalgia, de tristeza e impotencia que no lograba digerir.

 

—¿Mibuchi? —el moreno se acercó a él, notando el cambio en el ambiente.

 

—No me toques, ya lo sabes —pidió con voz tranquila, simulando su escozor interno—. Es mejor que entremos a la casa —se puso de pie, sin esperar a que su sirviente hiciera lo mismo.

 

—Reo… —fue tomado de la muñeca y jalado con algo de brusquedad con un solo propósito: un abrazo—, ¿sabes que puedes confiar en mí? Si algo te preocupa, a mí también —acarició esos mechones suavecitos y se atrevió a embriagarse con su olor dulzón.

 

El Omega se sentía indefenso— ¿Qué…? ¿Por qué? —intentaba articular una pregunta, pero se sorprendió sintiéndose extremadamente confortado por esos brazos, por ese cuerpo que parecía no querer dejarlo ir.

 

—Reo… —susurró el Alfa, agachándose un poco, tomando entre sus manos ese fino rostro. Pudo contemplar esas hermosas pestañas y esos ojos tan duros pero bellos. Pudo admirar la belleza de ese Omega que desde hacía años lo había cautivado y provocado—, ¿por qué me rechazas con tanta insistencia? —preguntó suavemente, pero dolido por haberle preguntado eso.

 

—Jamás te acepté —respondió el Omega, sin atreverse a mirar también a los ojos a su sirviente.

 

Algo estaba pasando que se sentía débil, sin ganas de apartar el cuerpo del mayor.

 

—Pero me buscaste —dijo mientras acercaba sus labios a la mejilla de Mibuchi, rozando un poco. Permitiendo que su barba acariciara esa piel tersa.

 

Eso generó unos escalofríos tremendos en el otro— N-No —pero fue apretado aún más hacia el cuerpo del moreno—, no lo hagas, te lo advierto.

 

—Muchas advertencias —sonrío apenas antes de atreverse a besarlo. Besarlo como llevaba años deseando, volver a probarlo como se habían permitido tiempo atrás.

 

El Omega se fue de su cuerpo por unos segundos, sin creerse lo que estaba pasando. Intentó apartarse por fin, pero fue inútil, estaban bien afianzados los dos. Esas manos curtidas y ásperas lo estaban reteniendo con decisión, pero sus labios eran suaves y se movían con delicadeza contrastando todo lo demás.

 

Sentía que podía permitirse solo un poco…

 

Hasta que el Alfa comenzó a oler extraño y su trato se hizo rudo.

 

—Ya es suficiente —Mibuchi intentó pararlo.

 

—No —espetó el moreno, descendiendo para besar y lamer ese cuello. Posicionando sus labios en su oreja—. Ahora, lubrícate para mí, Omega —ordenó con voz Alfa. Generando que el otro arqueara la espalda y cerrara los ojos por la intensidad con que su cuerpo estaba respondiendo.

 

Era humillante.

 

Su entrada se contrajo como nunca. Sentía cómo lubricaba con tal de obedecer la orden del Alfa.

 

—¿Qué te crees? —cuestionó jadeando y con un peso gigantesco crecer a cada momento. Se suponía que Eikichi era diferente. Se suponía que no era como los demás Alfas. Él pensaba que jamás usaría su voz para intentar acostarse.

 

Y en cuanto el Alfa lo tomó de los glúteos para levantarlo y ponerlo de espaldas a la pared, se sintió totalmente a su merced.  

Notas finales:

¿Se esperaban algo así? ¿Quién fue más bruto?

 

Nos leemos el próximo miércoles (porque este domingo tampoco puedo >.<)

¡BESOS!


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