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Medios Tonos (Omegaverse) por kurerublume

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Notas del capitulo:

Como puse en Wattpad al actualizar, estos meses no han sido buenos. Falleció mi abuelo y una tía está medio mal igual. Entonces me ha costado escribir.

Pero hay que sobreponerse, así que logré escribir este capítulo que espero les guste tanto como a mí :) Ojalá sea tan bueno como los demás.

 

CAPÍTULO XIV: Enredos y cosas bonitas

 

 

 

Se hallaba en su departamento, pensando y no queriendo parar en la culpa que seguía sintiendo después de haberle mentido a Shin-chan.

 

Habían pasado tal vez… casi dos semanas. Seguía desempleado, aunque al parecer su exjefe no le tenía guardado rencor, ya que a la única entrevista que había ido jamás mencionaron el problema ni mucho menos. Pero esa conciencia que tenía lo obligó a irse de ese trabajo por temor y vergüenza.

 

Estaba recostado en su cama individual, con sábanas color crema, un buró con una lámpara y su reloj de mano. Las paredes eran blancas y las cortinas de color café. Tenía pereza de hacer su compra, pero ya era necesario.

 

Así que se bañó y arregló apenas lo necesario. Salió del edificio y caminó con pesadez. Llegó a la tienda donde se abastecía y comenzó a poner las cosas en un carrito. Fue a la caja y ahí, justo ahí, estaba Midorima. Pagando unas latas de… ¿alcohol? Eso era muy extraño.

 

Iba a saludarlo, pero no lo hizo en cuanto recordó cómo habían terminado por su culpa. Se hizo chiquito y bajó la mirada. De repente la idea de correr a comprar algo más era muy tentadora. Su carrito sonó con un extraño chirrido, lo que provocó que el peliverde volteara con el ceño fruncido por ese sonido tan molesto. Y esa expresión se esfumó a una de sorpresa total y luego a una de incomodidad.

 

Takao se encogió y se fue a la zona de lácteos lo más dignamente posible.

 

Midorima tenía un debate interno. Su corazón casi se había salido del susto al ver al Omega, pero no solo eso, sino con algo más de por medio. ¿Fue emoción? Bueno, después de todo, Takao era casi un amigo. Era normal sentirse así cuando le había traicionado.

 

Vaya días en los que se había reprochado y regañado por todo. Por haber sido tan confiado, por haberle agarrado cariño al Omega quien se aprovechó de eso; por haber tratado tan mal a Takao cuando le confesó la cruel verdad. Había sido listo ese dichoso Omega, pues lo que faltaba era producto, no ingresos.

 

Una parte de Midorima entendía la razón de sus acciones; la otra no lo toleraba. Su Alfa estaba tan confuso como él. Además, el cobarde se había largado apenas se miraron un poco. ¿Y ese ratón asustado había sido su asistente?

 

Estaba pensando en eso cuando el chirrido del carrito regresó junto a un sonrojado Takao. Se acercó al peliverde, plantándose frente a él.

 

—Sigo lamentando mucho lo que hice, le aseguro que ya no he trabajado con nadie más para así evitar que vuelva a pasar. Porque así soy yo, Shin-chan —ah, qué bonito que le llamara así de nuevo y sin darse cuenta—, quiero ayudar a los demás, pero siempre termino arruinando todo. No te verás involucrado más conmigo. Prometo tener más cuidado, no volverá a ocurrir esto: encontrarnos en algún lugar por accidente. Una disculpa.

 

Se quedó unos segundos ahí parado, hasta que decidió responderle— No me molestó verte aquí, solo me sorprendió.

 

Takao abrió los ojos algo entusiasmado por su respuesta— A mí también — confesó el Omega con una ligera sonrisa.

 

—Además, si quieres aprender a ayudar, yo te tengo que enseñar. Eres demasiado tonto y seguro ya no quieres trabajar en ninguna parte por flojo.

 

El azabache levantó la vista entre confundido y molesto— ¿Qué? Yo no soy flojo, yo soy…

 

—Imprudente —espetó, pero luego suavizó su voz—, eres un Omega imprudente que deja llevarse por los demás. Te preocupan, ¿no es así? —el otro asintió— Pues entonces aprenderás a hacerlo de la forma correcta. Yo te enseñaré, Omega.

 

Takao había abierto la boca más y más de la sorpresa— ¿Cómo me enseñarás, Shin-chan?

 

Maldición, esos ojos eran tramposos y embusteros, seguro así era como conseguía todo lo que quería. Y ahí iba él todo estúpido a socorrerlo y quizás verse engañado otra vez— Regresarás a trabajar conmigo, ¿entiendes? Si yo pensé que eras incompetente, los demás son unos totales inútiles.

 

—Prometo serte leal —afirmó tiernamente al tiempo que abrazaba a su, otra vez, jefe Midorima. Pero el peliverde se sonrojó a más no poder por esas tres palabras. Le daba el aire de un esposo prometiendo su fidelidad.

 

Ese Omega sí era un tramposo mentiroso.

 

***

 

En la pastelería «Murasaki» las cosas se habían puesto muy tensas, pero demasiado. Desde el incidente que había tenido Himuro, su jefe había estado distante y siempre hacía un puchero cuando le preguntaba algo o se acercaba mucho a él. Sakurai notaba esa tensión y se limitaba a sonreír. No le había contado a nadie sobre ese Alfa aprovechado que lo había acorralado en su auto. Cuando lo recordaba sentía ganas de llorar, una combinación entre tristeza y decepción.

 

Después de todo, ese Alfa le había llamado la atención. Se había portado tan respetuosamente cuando se conocieron, cuando fueron a comer aquella noche. Él se sentía tan emocionado por haber sido invitado. Pero los Alfas solo querían una cosa, bien se lo habían dicho hace años. Él confió y lo traicionaron, se quiso aprovechar de su aparente debilidad, incluso cuando él había pedido que parara.

 

Sacudió su cabeza, tomó la bandeja de pan recién hecho con relleno de queso y zarzamora; y fue al mostrador para acomodar todo ahí. Pasó la cocina y entró a la zona de la clientela, se congeló, dejó de parpadear para no perder de vista a ese infeliz que osaba regresar después de semanas. Wakamatsu también lo vio y se acercó hacia donde estaba. Sakurai retrocedió algo asustado.

 

—Ryo… —dijo con un rostro lleno de remordimiento—, quiero hablar contigo, ¿tú quieres?

 

El castaño comenzó a voltear a todas partes— No —respondió.

 

—¿Y así como estamos? Es público y no… no puedo hacerte daño.

 

Sakurai se lo pensó para al final acceder con un deje de tristeza y sin mirarlo a los ojos— ¿Qué se le ofrece? El día de hoy tenemos en promoción el café americano con una pieza de pan.

 

Wakamatsu negó— Te debo mil y un disculpas, Sakurai. Te traté como nadie se lo merece. Me desprecio por haberte hecho eso, escuchaba tu voz, pero no podía parar. Algo en mí se quemaba a cada segundo que no podía hacértelo… —ambos abrieron los ojos por semejante manera de decir las cosas, el Alfa aclaró su garganta—. Quiero decir, de verdad me estaba quemando y ya no podía pensar. Ya me dieron el tratamiento necesario. No sabía que era por las pastillas, dejé de tomarlas. No tengo excusa, pero quiero que sepas que si me necesitas aquí está mi número —dijo extendiendo su tarjeta—. Te aprecio, Sakurai. Quiero apoyarte en lo que pueda.

 

Sus latidos golpeaban y sentía que se escuchaban en todo el lugar G-Gracias —respondió finalmente.

 

Dejó que el rubio se fuera y sus ojos se cristalizaron. Tuvo que salir a la parte posterior de la pastelería. Estaba llorando. Ahora todo tenía sentido, los últimos días habían sido una bomba por culpa de esas pastillas. Había varias víctimas de sus efectos. Ya se había reportado el deceso de uno aunque seguía en investigación.

 

Wakamatsu había sido una víctima tanto como él lo fue.

 

¿Debía buscarlo y hablar de nuevo?

 

***

 

Cuando Sakurai se había retirado de la cocina, no se dio cuenta que había dejado a dos tipos tan tensos en ese lugar. Himuro ni se atrevía a levantar la vista, siempre miraba al piso.

 

Atsushi incluso preparaba los postres con algo de rudeza. ¿Ya cuántos días habían pasado de eso? No le importaba. Era mediodía, así que esa tanda sería la última para por fin irse y pasar la tarde en suma tranquilidad.

 

—¿Es la última tanda? —escuchó que habló esa vocecita tan familiar y que le había causado varios problemas, no solo con su cuerpo, también con su pareja. Es que era incluso estúpido e inevitable no desear algo tan… delicioso y dulce. Había quedado algo prendado por ese Omega, pero Murasakibara era orgulloso, no le gustaba que alguien quisiera imponerse.

 

En especial cuando le había tomado tanto tiempo decidirse a salir con alguien. Las cosas iban estupendo.

 

—Sí, después de que barnices esos panecillos quiero que barras la parte de la cafetería, ¿entendido?

 

—Sí —ese azabache tenía toda la tristeza cargada en el tono de su voz. Le dolía apenas su comportamiento con ese Omega, pero tampoco quería tomarle tanta importancia. Era su empleado y listo—. Murasakibara… —ladeó la cabeza y se encontró con los ojos plateados y el semblante decaído—, de verdad lamento mucho lo de aquel día. Ya estoy a punto de terminar mi tratamiento para contrarrestar el efecto.

 

—Bien por ti —respondió y regresó a su labor.

 

—También quería saber si cuando lo termine, tú… quisieras salir conmigo.

 

Dejó de golpe de hacer sus cosas y volteó incrédulo hacia el otro— ¿En serio? —apretó los puños— ¿De verdad esperas que por ese incidente decida salir contigo? ¿Es que acaso eres estúpido, Omega? —Himuro se sobresaltó, asombrado e indignado— Tengo cosas más importantes que hacer con mi pareja. Así que no vuelvas a insinuar algo así. Tú y yo somos empleado y jefe nada más.

 

El azabache digirió el rechazo, dolido en el orgullo como nunca antes. Él sabía que era un Omega hermoso, no muy engreído, pero sí algo vanidoso. Y que ese Alfa se diera tanta libertad, tanta importancia y desdén en sus palabras, logró que se enojara.

 

—Oh, créeme, Alfa. Es algo que los de tu clase nos han dejado muy en claro. Que los Omegas siempre nos insinuamos, ¿pero sabes qué? —rozó con su mano el brazo del más alto. Sonriendo para sus adentros cuando percibió esa reacción que ya esperaba— yo no soy el que está inventando excusas ni tratando mal a los demás. Ni mintiéndome a mí mismo —habló con voz dulce—. Solo quería salir para arreglar las cosas, porque nos siento algo tensos e incómodos. Quería solucionarlo, pero ya veo que no será posible —comentó tragándose su miedo—. Considera esta mi renuncia. Fue un placer haber trabajado para ti.

 

Dejó todo lo que estaba haciendo y salió de ahí con parsimonia bien fingida. Atravesó la parte de la cafetería apenas sonriéndole a Sakurai cuando lo miró desconcertado. Caminó entre las calles para ir a casa. Tomó el transporte y se asomó por la ventana intentando quitarse la culpa y tristeza.

 

Él no solía ser así de impertinente, pero ese Alfa se lo había ganado. No por ser Omega iba a soportar que le hablaran de esa manera. Y claro que mintió, él sí le había pedido salir a Atsushi en un plan romántico. Tenía la sospecha de que el otro había empezado a notarlo más y que solo necesitaba un empujoncito.

 

Y ahora había sido rechazado y estaba desempleado. Sus padres estarían medio aliviados de que dejase de trabajar en una panadería para así enfocarse más a sus estudios. Necesitaba enfocarse en otra cosa para así mantener ocupada su cabeza. ¿Otro trabajo? ¿Alguna actividad extra?

 

Tenía que pensar en muchas cosas. Y tenía toda esa tarde y toda la semana para hacerlo.

 

***

 

Sus problemas hormonales habían disminuido drásticamente. Kuroko por fin había tenido el alta del hospital, ya su Omega no estaba en peligro después de haber estado dos días con ese celo irregular.

 

De solo recordarlo le entraba el miedo y la inseguridad. Temía que su siguiente celo fuera igual, por eso su médico le había agendado otra cita, tres días antes de que se presentara ese ciclo. Eso le había reconfortado.

 

Salió del hospital un sábado, así que tuvo el domingo para ponerse al día. En el trabajo simplemente mencionó que había tenido un problema de salud, ya después al director le mostraría el documento médico, pero solo a él. Se moría de la vergüenza de solo pensar en eso.

 

El lunes que regresó, sus alumnos llegaron con él a preguntarle cómo seguía, si estaba bien y que lo habían echado de menos. Era irónico que un maestro suplente requiriera pues… suplencia. Ese pensamiento hizo que riera –internamente- de sí mismo.

 

Por la tarde decidió caminar de regreso a su departamento de soltero. Aún recordaba cuando le había confesado a sus padres y amigos que quería vivir solo. Sus reacciones habían sido dignas de grabarlas. Tenía sus ventajas y desventajas, una de ellas era el llegar a casa y no tener a nadie que lo recibiera o mimara. Sobre todo eso: el cariño. No necesariamente de una pareja, también de sus padres. Supuso que aún estaba algo hormonal por semejantes pensamientos tan melancólicos. Solo faltaba que empezara a llover.

 

Pasó por el parque frente a la escuela y se sentó en un banquito. Ahí comenzó a tomar agua.

 

—¡Kuroko! —se sobresaltó al escuchar su nombre— Tatsuya me contó que había enfermado, ¿cómo sigue? —su corazón dio un saltito al ver que era ese pelirrojo.

 

—Ya mejor como puedes ver, Kagami —le sonrió tiernamente—. Nada grave, me alegra haber regresado.

 

—A mí también, fue raro no verlo esos días en la entrada de la escuela —se sentó junto a él y de repente ambos se pusieron medio nerviosos— ¿Y qué tenía?

 

«Pregunta aún más incómoda» pensó Kuroko antes de responder— Un resfriado muy fuerte. Me subió la temperatura.

 

Kagami abrió sus ojos— ¿Por qué no se tomó un par de días más?

 

—No, no. Ya me encuentro perfectamente. Gracias por tu preocupación —volvió a sonreír y se controló para no emocionarse de más—. ¿Tú cómo has estado? ¿Sigues saliendo con aquella linda rubia? —ah, lo había hecho: indagar.

 

—¡¿Qué?! —el Alfa casi estaba indignado— ¿Con esa anciana loca? No, no, no. Ella solo me ayudó con unas cosas, es como mi madre.

 

—Lamento haber malinterpretado eso, Kagami —se disculpó y se ruborizó un poquito. Había sido totalmente inmaduro, celoso e infantil. Él no era así, pero ese joven lograba sacarlo de su esquema—. ¿Vas bien en la escuela? —tenía que cambiar la conversación.

 

—No tanto, a decir verdad…

 

—¿Qué pasa? —preguntó al notar que Kagami no dejaba de mirarlo extrañado.

 

—¿Por qué huele así? —cuestionó, acercándose peligrosamente al peliceleste— ¿Por qué? —terminó aspirando la fragancia de ese Omega.

 

—Me retiro. Un placer verte de nuevo, Kagami. Cuídate —hizo una ligera reverencia y dio media vuelta. Apurando ligeramente el paso conforme se alejaba del Alfa.

 

Él también lo había percibido, su aroma había brotado como una flor acariciada por el viento. Así lo había sentido. Estar junto al pelirrojo lo afectaba muchísimo. Y moralmente hablando, era incorrecto.

 

Por otra parte, Kagami estaba muy pero MUY sonrojado. Había sido inevitable y hasta un Beta hubiera podido percibir la fragancia del Omega. Y lo mejor de todo era que antes lo había percibido pero no estaba seguro. Ahora lo estaba: ese lindo Omega también sentía atracción por él.

 

Eso facilitaba mucho las cosas y disipaba las dudas. Podía empezar a cortejar a ese maestro con ojos de cielo. Porque moralmente hablando… no le importaba la edad.

 

***

 

Casi un mes, un exhaustivo mes. Apoyando a su jefe, manteniendo el contacto con el Dr. Midorima. Estaban a punto de encontrar una base sólida para deslindarse de las repercusiones legales, al menos en su mayoría. El culpable pronto recibiría el peso de la justicia.

 

Se talló sus ojitos y terminó su taza de café. Observó la gran puerta cerrada y se debatió un poco antes de ponerse de pie y tocar dos veces.

 

En el sillón estaba Akashi, hablando por teléfono más tranquilo de lo usual. Al ver entrar a Furi, sonrió. Colgó la llamada y en silencio le pidió a su asistente que se sentara junto a él— Lo logramos, Furi —afirmó con esa sonrisa aún en el rostro—, la demanda ha disminuido. Pagaremos ciertos gastos y resulta que hubo cinco involucrados. Ya los han interrogado y confesaron —el castaño fue contagiado por esa inusual sonrisa.

 

—Lo felicito, señor. A usted y a su padre —abrazó a Akashi, olvidándose por unos segundos de su relación ciertamente distante y que no involucraba ningún contacto físico. Por eso su calidez lo tomó desprevenido.

 

—Gracias, Furi. Nos ayudaste mucho, ten por seguro que compensaré tu tiempo y esfuerzo. ¿De cuánto quieres el cheque?

 

—¿Perdón? —interrogó descolocado, pues él había ayudado con gusto. Obviamente su horario laboral había involucrado varias horas extras, pero jamás había pensado en un cheque.

 

—No creerás que todas esas horas serán gratis, después de todo, es trabajo. No un servicio social.

 

—Pero señor —inspiró profundo—, usted no sabe cuánto aprecio que me haya aceptado aquí para trabajar con usted. Todos me habían rechazado, todos excepto usted —lo miró fijo y con dulzura—. Lo menos que puedo hacer es apoyarlo.

 

Akashi estuvo a punto de sonrojarse— Furi… —desvió la mirada un segundo y después la volvió a poner sobre ese Omega—, eres muy bueno. En definitiva te mereces más —lentamente fueron acortando la distancia.

 

Estaban sumamente nerviosos. Seguían mirándose fijo conforme se acercaban. Akashi fue el primero en ceder al acariciar ese cabello castaño. Y el Omega cerró los ojos para disfrutar aquello.  

 

Cuando volvió a abrirlos, el Beta estaba a pocos centímetros de su rostro, a punto de rozar sus labios— Akashi —susurró antes de terminar con la espera. Unió sus labios con los de su jefe. Y se sintió increíble, pues este afianzó un poco el agarre en su cabello. Era perfecto. Ni siquiera pudo terminar de disfrutarlo cuando Akashi terminó con ese contacto— ¿Qué sucede? —preguntó temeroso.

 

—Furi, disculpa. No estás obligado a esto. Puedes retirarte si gustas.

 

El Omega rió suavemente y volvió a acercarse a Akashi— Lo sé —dijo para volver a besar a su jefe.

Notas finales:

Pues así la cosa jaja como que me emocioné con Furi y Akashi y estaba de: ya neta que se den amor. Pero no, no queda todavía, ¿o ustedes qué opinan? :)

Espero les haya gustado. Nos seguimos leyendo.

¡BESOS! <3


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