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Medios Tonos (Omegaverse) por kurerublume

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Notas del capitulo:

Agradezco a NekoT, Alicexx, Mosqueta, Wintery y Cyan por sus reviews en los capítulos pasados ;)

Este capítulo tiene algo muy lindo y otra cosa medio dramática jaja pero oh, créanme, es por algo. 

Espero les guste.

CAPÍTULO XV: Drásticas decisiones


 


Después de aquella tarde en la que parecieron sucumbir a los encantos del otro, Kise y Aomine comenzaron a interactuar de una manera que sabían cualquiera calificaría como inapropiada.


No podían evitarlo, a escondidas comenzaron a arreglar esa parte del jardín que les daba la privacidad que dos amantes buscaban. Ellos no lo eran. Aparentaban muy bien. Daban roces “accidentales” y sonrisas amistosas. Daban vistazos al otro mientras no se daba cuenta. Así durante una semana.


Una tarde, después de que el rubio regresara de su trabajo con un cansancio absoluto, tentado a dormir un rato, se vio arruinado cuando notó que Aomine lo esperaba donde siempre, esa tarde ocurrió algo sencillo pero importante: un beso en el dorso de su mano, el moreno le dedicó un beso suave a esa parte de su piel como despedida y agradecimiento. Kise sintió cómo su cara ardía mientras intentaba sonreír y verse casual.


Al día siguiente, mientras estaba la escuela, se decidió a hacer algo aún mejor. Un beso en la mejilla como despedida. Un gran atrevimiento para un Omega, pero estaba bien, ¿cierto? Eran buenos amigos.


Pasó una semana y esos besos eran cada vez más cerca de los labios. Los dos lo sabían y por eso cada noche comenzaban a sentir un peso de culpa acompañada de una extraña liberación.


En la mañana sus actividades escolares fueron lentas, fueron tediosas para el rubio; las labores de sus patrones fueron fastidiosas para el moreno. Acariciaban sus labios de tanto en tanto, ansiando ese momento, preguntándose cuándo se daría por fin y si estaban malinterpretando las cosas.


Aomine sintió algo extraño en la parte baja de su abdomen, algo que hacía mucho no sentía.


Por eso, cuando el sol acariciaba una última vez en el día las copas de los árboles, sabían que no soportarían más. Estaban arrodillados sobre la tierra, con las manos inquietas. El jardín ya tenía los rosales y demás flores que había pedido su madre. Era decisivo. El moreno fue el primero en acariciar la mejilla del Omega, quien cerró los ojos por reflejo.


—¿Tú también lo sientes? —preguntó nervioso. Años que no estaba como ahora.


—Sí… —susurró el rubio abriendo los ojos y sonriendo con alivio—, sí lo siento, Aominecchi.


El Alfa le sonrió de regreso— ¿Entonces puedo hacerlo? —miró fijo los labios del otro.


Kise no dijo nada más, volvió a cerrar sus ojos y se acercó al moreno, quien con su otra mano terminó de juntar sus rostros. Su primer beso fue tan tierno que casi les ocasionó una risa infantil.


Se separaron, sonrieron aún más y volvieron a juntarse. Aomine jaló a Kise a su lado para que se colocara entre sus piernas y se sintiera seguro. Él también lo quería así, como si pudiera corrobar de esa manera que ese Omega lo estaba correspondiendo. Que también le importaba poco su color de piel. Su estúpido rango.


Kise también se atrevió a tomar su rostro, acariciar las hebras de su cabello con delicadeza y sentirse pleno en el proceso.


¿Cómo habían llegado a eso? Aparentemente por culpa del jardín, solo una semana y media de esa excusa que había finalizado. Por eso ese día era tan importante. Si no era en ese momento, sentían que no sería nunca.


Cuando se separaron se dieron cuenta que estaban agitados y en especial Kise al lamer sus labios sin darse cuenta.


El moreno se puso de pie y ayudó al Omega a levantarse. No dijeron nada, no sabían qué seguía después.


—Yo… —dijo Kise— voy adentro, si tardo más se preguntarán dónde estoy —antes de irse, Aomine tomó su mano.


—Escucha, esto…


—Fue especial —sonrió con amargura.


—¿Fue? —preguntó confundido— Eso quiere decir que tú no lo quieres más.


El rubio estaba nervioso— No es eso, Aominecchi. Lo deseo todos los días desde hace tiempo —confesó—, pero no podemos repetirlo —volteó a mirarlo con determinación—, ¿sabes lo que te harán si lo descubren? No quiero eso.


—¿Te preocupas por mí? —cuestionó esperanzado.


—Yo… —estaba titubeando mucho, eso no era bueno.


—Ryota —le llamó por su nombre—, sé mi pareja. Seremos cautelosos, lo prometo —dijo pareciendo un adolescente idiota. No podía esconderlo, quería que ese Omega fuera suyo. Quería besarlo muchas más veces. Antes de poder responder, escucharon que dos sirvientas se aproximaban—. Dame tu respuesta cuando estés listo —dijo despidiéndose con un beso en su mejilla.


El Omega contempló cómo su sirviente se marchaba con un andar casi primaveral. Si pudiera él gritaría de la emoción. Una pareja, el moreno quería ser su pareja y se lo había dicho sin titubear. Era tan perfecto, él quería decirle que sí.


Seguía pensando en su respuesta cuando, al entrar a casa, se dio cuenta que había alguien junto a sus padres:  Wakamatsu.


—Kise —saludó formal vestido con un traje café—, ¿cómo has estado?


—Muy bien, gracias por preguntar —correspondió con una sonrisa—, ¿a qué se debe tu visita, Wakamatsu?


—De hecho —habló su madre—, vino para llevarte a salir —dijo emocionada.


—¿Salir? —volteó a ver al Alfa, quien se encogió de hombros, dando a entender que había sido idea de sus padres— Ah, entiendo. Me encantaría salir contigo, pero me temo que… hay alguien que me ha estado cortejando en estos días —dijo sin más—. Y me llama la atención.


El Alfa, lejos de sentirse ofendido, sonrió— Entiendo, Kise. No me gustaría interrumpir algo tan prometedor. La invitación está abierta para el día que gustes —se despidió de sus padres y se fue sin más.


Los padres del Omega estaban sorprendidos— ¿Y quién es esa persona? —cuestionó su padre una vez estuvieron solos—¿Por qué no nos lo habías dicho?


—Es del trabajo, es modelo igual que yo. Es un Beta —mintió. Pues tampoco podía decir que era un Alfa del trabajo ya que no estaban permitidos en la agencia.


—Ah —exclamaron ambos padres. Sin saber muy bien si era algo bueno o malo.


—Es alguien dos años mayor que yo, me estaba enseñando del oficio y sin pensarlo hubo cierta atracción entre nosotros —confesó mientras tomaba asiento en la mesa para poder cenar—. Luego los presentaré, es algo tímido. Pero me ha pedido venir a comer, espero esté bien —sus padres asintieron en silencio y tomaron asiento igualmente.


Mientras comía con calma, por dentro el Omega estaba muerto de miedo. Había mentido en prácticamente todo.


Pero eso no evitó que, al irse a acostar, sonriera una última vez, recordando una y otra vez la textura y cariño con el que había probado esos labios. No era de los que se enamoraba tan fácilmente, y sospechaba que Daiki tampoco, pero no le estaba importando nada de eso.


Su Omega estaba regocijado y eso le gustaba.


***


Esa noche había sido especial para él. Kouki se sentía desfallecer por haber tomado semejante libertad y atrevimiento. Pero había valido la pena mil y un veces.


El lunes por la mañana, llegó temprano a la oficina, emocionado por ver a su jefe y saber qué diría.


Se sorprendió al ver que estaba ya en una junta, con la puerta entrecerrada y seguro de que no había nadie en esos momentos. La curiosidad le pudo, se acercó sigilosamente para saber con quién estaba conversando, le parecía sospechoso.


Pero apenas dio dos pasos cuando escuchó que se despedían. Corrió a los baños a ocultarse, lavando sus manos como excusa. Entró una persona segundos después, era alta, una mujer de cabello negro y ojos miel.


—Buenos días —saludó el Omega.


—Buen… —de pronto, el ambiente se sintió pesado—, ah, ¿tú eres el Omega que contrataron hace un tiempo?


—Sí, lo soy. Me llamo…


—Cariño, ¿por qué aceptaste ser el conejillo de indias de Akashi Seijuro? —Kouki no entendió su pregunta, pero sí sabía que estaba siendo hostil.


—Soy su asistente.


Hubo un silencio corto— ¿Sabías que Akashi te contrató por sugerencia mía? Le dije que si contrataba a un Omega, la empresa se vería progresiva, inclusiva y que sería bueno para nuestra imagen. ¿Quieres saber lo que me dijo? —hizo una pausa en la que simplemente sonrió— Que los Omegas se le hacían los seres más vulnerables e ineficientes que pudieran existir, pero que lo haría por el bien de la empresa. Y aquí estás, meses después. Por lo visto has hecho un gran trabajo.


Fue lo último que le escuchó decir antes de que saliera de ahí. El Omega al principio estaba confundido, pero luego comenzó a recordar sus primeros días ahí. Akashi le aterraba, le hablaba como si fuera tonto e incluso parecía disfrutar cuando se imponía. Recordó que había pensado en renunciar dos semanas después.


¿Cómo había podido olvidar eso en esas semanas?


Akashi era… otro. Era petulante, egoísta y no confiaba en él. ¿Entonces era verdad lo que aquella mujer había dicho? ¿Lo había contratado por obligación y por el bien de la empresa?


No, no, no. Sacar conclusiones no serviría de nada.


Hace meses no se hubiera atrevido a hacer eso, pero ahora, con la confianza que le tenía a su jefe, estaba seguro que si le preguntaba obtendría una respuesta sincera.


Se dirigió a la oficina del pelirrojo a paso firme, pero mientras daba paso tras paso, su determinación se veía envuelta en un miedo e incertidumbre como nunca. Tomó aire y tocó dos veces a la puerta.


—¿Akashi, puedo pasar? —asomó apenas su cabecita y vio cómo el Beta asentía en silencio— Buenos días.


—Buenos días, Kouki —saludó impasible.


—Yo… es que… Akashi, ¿por qué me contrataste?


El Beta se vio algo aturdido al principio, pues abrió grande los ojos— ¿Por qué quieres saberlo? Ya te lo dije.


—No es cierto, solo me contrataste y ya.


Su jefe se puso de pie— ¿Hay algo que quieras decirme? —ahí estaba de nuevo esa manera de responder y actuar con él. Tenía tanto tiempo sin verlo así que por eso había olvidado el principio de su relación laboral.


—No fue porque me creyeras capaz, ¿cierto? —dijo cabizbajo.


Akashi entrecerró los ojos— Dilo sin tapujos, Furihata —demandó con una voz demasiado dura.


—Esa mujer con la que estabas, me dijo que fue sugerencia de ella, que crees que los Omegas son inútiles. O creías, no lo sé, ¿aún crees eso? —levantó la mirada y pudo observar cómo Akashi cambiaba su semblante a uno sombrío.


—Aún lo creo, pero tú has demostrado ser lo contrario. Sin mencionar que el hecho de que seas Omega ayudó, la dedicación que demostraste no tiene igual —se acercó al castaño a paso lento—. ¿Te molesta que piense eso?


Furi sintió un escozor en su pecho— ¿Quieres decir que como Omega te soy conveniente?


—Algo así, pero no me malinterpretes, Furi —acarició su mejilla—. Lo que pasó hace unos días no debe volver a repetirse, fue… inigualable, lo confieso. Pero si dejamos que vuelva a suceder, en definitiva, no será para nada conveniente.


Fue imposible no darle un manotazo para que dejara de tocarlo— Bien —dijo seco—, entonces me retiro, señor. Traeré las copias que me pidió en ese pedazo de papel sobre mi escritorio.


Dio media vuelta, mordiendo su labio inferior y recordándose que debía ser fuerte. Así que por eso Akashi no había ido a buscarlo ni nada. Porque se había arrepentido de su beso… no, de todos los besos que se dieron esa noche. De cada uno de ellos.


Una vez se marchó, el pelirrojo tomó asiento y se desplomó en él. Había sido tan duro, tan difícil decir esas cosas. Pero si de algo estaba seguro, era que había sido para el bien de Furi, su Furi. Sabía que los Omegas que tenían un romance con su jefe, no eran bien vistos y que eran rechazados. Eso le había pasado con sus padres. Peor si eran de diferentes rangos. No quería que Kouki terminara así. Por más que anhelara volver a besarlo, abrazarlo y susurrarle las más tiernas palabras, debía ver primero por el castaño.


Por su lado, cuando el Omega llegó a su escritorio, tomó una decisión: no renunciaría al trabajo, al contrario, seguiría ahí para continuar ascendiendo laboralmente. Luego otra decisión radical, de la que no se arrepentiría durante los siguientes dos años: fingir ser un Beta.

Notas finales:

Espero no me abucheeeeen xD

Ojalá les haya gustado el tierno beso de nuestro AoKise ^^

¡BESOS!

 


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