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Medios Tonos (Omegaverse) por kurerublume

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Notas del capitulo:

Estaba medio en las nubes, pero regresé. Se me olvidó que ya tenía esto listo desde hace una semana y media, lo siento >.<

Espero les guste el cap y al ratito respondo sus reviews ;)

CAPÍTULO XVI: Déjale todo a tu Alfa/Omega

 

Tatsuya estaba medio cabizbajo como una semana en total, Kagami lo notaba pero prefería mantenerse al margen, simplemente cuidando que no empeorara.

 

Lo seguía acompañando a la escuela con ánimo, y más guapo que de costumbre. La razón era obvia y eso al pelinegro le daba gracia porque estaba clara la intención de su aspecto tan pulcro y seductor.

 

En especial cuando, de una manera cero discreta, buscaba a su profesor. En toda esa semana solo lo había logrado dos veces y realmente quien cortaba la conversación era el Omega, pues mantenía una distancia prudente que Kagami siempre buscaba quitar.

 

El fin de semana, Kagami seguía pensando en esos ojitos cielo tan lindos y asustadizos que trataban de evadir el contacto visual. Sí, ya era demasiado obvio que lo quería cortejar, pero ese maestro estaba poniendo resistencia. En lugar de derrotarlo, le dio más energía para seguirse esforzando.

 

El lunes por la mañana, iba caminando acompañado de su casi hermano cuando lo vio a lo lejos, a punto de entrar a la escuela. Intentó ocultar su ansiedad de ir corriendo para estar a su lado, solo que sí caminó más aprisa y Tatsuya tuvo que acelerar el paso.

 

—¡Kuroko! —gritó a modo de saludo el pelirrojo, junto a la reja de la escuela— ¡Buenos días!

 

—Buenos días, Kagami —sonrió—, Tatsuya —hizo una ligera reverencia y dio media vuelta.

 

—¿Cómo ha estado? —insistió el Alfa ubicándose a su lado— Me preocupa que vuelva a enfermarse —afirmó, atreviéndose incluso a deslizar tenuemente su dedo índice por la mejilla del Omega.

 

Eso logró descolocarlo— N-No, para nada. Ya estoy muy bien. No tienes que preocuparte —aseguró mientras evitaba mirarlo a los ojos.

 

—¿Sabe? Disculpe el atrevimiento, pero tiene los ojos más preciosos que he visto en mi vida —se agachó un poco y lo tomó de ambas mejillas—. Por favor, no me evada —su expresión parecía ser de tristeza, como si de verdad lamentara no poder admirar esos orbes de cielo.

 

Tatsuya tosió— Joven Kagami, gracias por tal halago —dijo Kuroko mientras se alejaba con ese sonrojo tan notorio en su pálida piel—, será mejor que cada quien ingrese a sus aulas —dicho eso, se despidió educadamente.

 

Una vez estuvieron solos, el pelinegro habló— Kagami, ¿no crees que es demasiado arriesgado? Deja tú las edades, él es un Omega de clase I, y tú de clase III. Esa es una brecha muy grande, ya sabes lo que les hacen a esas parejas —intentó sonar casual al respecto, pero un escalofrío le recorrió la espalda. No quería que Kagami sufriera por eso, por enamorarse de alguien… más blanco.

 

—Lo sé, pero Tatsuya —enunció serio—, hace mucho que no oía a mi Alfa. Yo pensé que solo me atraía, pero lo único que me repite mi Alfa es que esté cerca de Kuroko. Yo también quiero estar junto a él. Yo… —pensó bien sus palabras antes de terminar su oración— creo que él podría ser mi destinado —aseguró mientras ubicaba su mano derecha en su pecho.

 

***

 

—¡No podría esperar menos de ti, Shin-chan! —exclamó alegre Takao cuando supo todo lo que su jefe había hecho por Akashi para salvaguardar a los Omegas y Alfas que habían tómalo la «píldora de la ceguera».

 

—N-No es para tanto —respondió apenado, pero internamente satisfecho de que su asistente Omega lo considerara tan importante—, es solo un ejemplo de las maneras en que podemos ayudar a las personas sin necesidad de hacer cosas malas.

 

—Entiendo —sonrió mientras miraba profundamente al peliverde, no podía evitarlo, sentía una inmensa admiración hacia Midorima. De repente bajó la mirada, apenado—. Sé que a ti no te gustan estas cosas, Shin-chan, pero… te traje algo —dijo al tiempo que sacaba un recipiente de su portafolio, uno muy grueso y de color café.

 

Midorima comprendió que se trataba de comida, así que, sin poderlo resistir más, abrió el recipiente. Encontrándose con unas galletitas decoradas burdamente— Gracias —se cubrió la boca para evitar que su sonrisa fuera notoria—, es muy amable de tu parte.

 

—Es un pequeño agradecimiento por todo lo que has hecho por mí —contempló por un momento las manos del doctor—, aunque no sea suficiente, espero no le haya molestado.

 

—Para nada —aseguró rápidamente para que el Omega no pensara en esas cosas innecesarias—, ya tengo mi cena —se le escapó una linda sonrisa, la cual contagió al azabache.

 

Takao dio media vuelta, quedaba media hora del turno, pero había sido un día muy tranquilo y solo habían atendido a doce pacientes. Midorima no pudo evitar contemplarlo con su batita blanca, observar cómo se la quitaba con delicadeza y dejar a la vista su ropa casual, algo ajustado en los pantalones y color gris, muy formal.

 

—Haré el inventario —dijo el Omega. Y Midorima tampoco pudo evitar… admirar su bello cuerpo. ¿Siempre había sido así?

 

—Maldición —se sentó en su silla, el consultorio tenía ese olor lavanda y logró calmarlo unos instantes—, ¿algo cambió? —susurró mientras cubría su rostro con ambas manos.

 

No era estúpido, lo sabía, ya no podía negarlo. Estaba empezando a ver a Takao como un Omega muy hermoso. Pero no entendía cómo, si ni siquiera el azabache le estaba coqueteando, solo estaba ahí trabajando duro y queriendo aprender.

 

Para Midorima, pensar eso era una falta de respeto hacia el Omega. Pues él iba a trabajar, no a intentar conquistarlo.

 

Pero hey, eso no le impidió invitarle a cenar al día siguiente después de pensarlo seriamente a cambio de sus horas de sueño.

 

Y para su total deleite, Takao no se negó.

 

 

Al día siguiente, Midorima se descubrió ansioso y pendiente de su apariencia, su olor. No quería terminar sucio.

 

Por eso cuando dio la hora de la salida, fue al baño a lavarse la cara y repetirse que solo era una cena entre colegas, algo normal. Salió de ahí y Takao ya estaba esperándolo en la puerta, ese día había ido vestido con otro pantalón algo ceñido y una camisa azul marino. Sus ojos grisáceos brillaban como nunca antes.

 

—¿Listo? —le preguntó cuando notó que su jefe no se movía.

 

El Alfa parpadeo varias veces, reaccionado por fin— Sí, vamos.

 

—¿Ya sabes a dónde iremos? —preguntó mientras subían al coche de Midorima.

 

—Sí, pero no sé si te guste, se llama «The Door».

 

—Me gusta cómo pronuncias el inglés, Shin-chan —confesó dulcemente el pelinegro mientras se ponía el cinturón—. Vayamos ahí.

 

El otro se hizo de oídos sordos y decidió emprender la marcha.

 

Una vez llegaron, el Omega abrió la boca por lo bonito del lugar. Pues tenía jardineras a las orillas y focos de luz cálida. Vitrales de mujeres con fruta, arcos grandes— ¿Está bien? —cuestionó nervioso Midorima.

 

—Me encantó —afirmó, enfocando su atención todavía en el decorado y la estructura de ese lugar con influencia francesa.

 

Tomaron asiento en la parte de la terraza a petición del Omega, quien no quería decirlo, pero sentía más calor del habitual.

 

Pidieron algo sencillo y un café. Empezaron a conversar de sus familias, Midorima se quedó perplejo al saber más sobre su asistente, su convicción, que vivía solo… todo. Todo lo dejó fascinado y era imposible no seguirle preguntando más y más.

 

Takao, por su lado, quedó aún más maravillado con todo lo que su jefe había hecho de estudiante. Con las diferentes ponencias o pláticas que daba en el posgrado, cómo las empresas lo buscaban para saber su opinión –ya que le dijo al pelinegro que empezaría a ir con él a todo esto-, pero que en sí lo que al a él le interesaba era el trato con los pacientes. Ah, qué bonito Alfa al admitir que le gustaba eso y no ganar mucho dinero.

 

Duraron así otras tres horas, hasta que se dieron cuenta que las personas empezaban a retirarse.

 

—Con permiso, iré a pagar —Midorima se levantó, pero inmediatamente el Omega también lo hizo.

 

—Yo te acompaño —sacó de su portafolio una cartera, de la cual comenzó a sacar billetes—, espera, aquí tengo más —Takao por fin le ofreció el total de la cantidad indicada.

 

El peliverde negó con la cabeza— Takao, esta cena corre por mi cuenta —aseguró sonriéndole, ocasionado que se sonrojara.

 

—N-No, por favor —gimió el Omega—, yo…

 

—Takao —suspiró—¸de verdad. No es porque seas Omega, es porque quiero hacerlo.

 

—Es por mi Omega —explicó—, él siente…

 

—¿Qué siente? —preguntó, empezando a preocuparse por Takao— ¿Estás bien?

 

—Siento cómo está inquieto, Shin-chan —miró hacia el suelo, apenado—. Quiere creer que esto fue una cita, pero claramente no lo es. Por eso, si permito que pagues todo, entonces…

 

Midorima por fin pareció entender a qué se refería el pelinegro— Comprendo. Y no me molesta —contestó tomando una postura muy firme—. Mi Alfa siente lo mismo, por eso quiero pagar la cena de esta cita, Takao —enunció meticulosamente, haciendo énfasis en la palabra «cita» y notando la reacción del Omega.

 

Y se sintió IN-CRE-Í-BLE.

 

Takao se ruborizó en un santiamén, abrió grande sus ojos, entre la sorpresa y la vergüenza.

 

—Shin-chan…

 

—¿Te molesta que un Alfa como yo quiera cortejarte? —Midorima le estaba cediendo prácticamente todo el control a su Alfa, por eso empezaba a hablar tan directo— Kazunari —susurró, próximo a acortar un poco más esa distancia entre ellos.

 

—Yo… —se quedó mudo— No. No me molesta, Shin-chan —dijo inquieto y muy nervioso—. Quiero que lo hagas —terminó diciendo mientras miraba fijamente al Alfa.

 

Ambos se sonrieron cómplices.

 

Midorima se ofreció a llevarlo a su casa, y sí, también al final Takao dejó que el Alfa pagara la cena de su primera cita.

 

Por eso cuando llegaron a su destino, el peliverde, con todo el porte que sus nervios le permitieron, tomó la mano del Omega y la besó con dulzura— Buenas noches, Kazunari.

 

—Buenas noches, Shin-chan —y rápido como bala salió del coche.

 

Espero hasta que el Alfa le indicara con la mirada que ya entrara a su edificio. Así lo hizo, y se recargó sobre la puerta, suspiró y se pasó los dedos por el rostro y el cabello.

 

Subió a su departamento y, como adolescente, se tiró en su cama para sonreír y sentir un cosquilleo agradable en el dorso de su mano. Shin-chan había sido tan galante y seguro en la cena.

 

No mintió cuando le confesó que su Omega estaba ansioso, pues casi lo escuchaba gritar que tenía una cita con su Shin-chan y que… lo besara. Y el Alfa se sentía igual. Por extraño que sonara, al parecer, ambos habían decidido dejarse llevar y eso había funcionado. Los dos se sentían igual.

 

Ya quería otra cita. Lo ansiaba demasiado.

 

***

 

Reo estaba ese día alistándose para otra fiesta que darían sus padres.

 

Observaba cómo algunos sirvientes se notaban más ansiosos que otros. Observaba cómo los invitados que iban llegando, se molestaban con facilidad si algún sirviente estorbaba en su camino y hacían una expresión de asco que no terminaba de entender.

 

Era simple, la única razón por la que él se molestaría con un sirviente, sería si éste fuera ineficiente, no tanto por la cuestión racial. Era curioso, a algunos de sus amigos también les parecía estúpida esa cuestión, pero nadie decía nada. Porque sus papás creían que la mezcla era errónea y que arruinaba un buen linaje.

 

La decoración para esa fiesta en particular era en un gris satinado con blanco. Demasiado pretensioso para su gusto, pero no podía ni tenía ganas de replicar nada. Él había optado por un pantalón ligero –a lo que sus padres no estuvieron muy de acuerdo- y una camisa especial para los donceles de color blanca. Un adorno plateado en la cabeza recogía su cabello. Se veía espectacular, como siempre. Pero en esa ocasión se había esmerado más por el objetivo que tenía marcado especialmente: Nebuya. Ese maldito gorila sin modales coqueto con medio mundo.

 

La velada empezó a las 6:00 pm en punto, con un breve brindis por parte de su padre.

 

Hubo tres tiempos en la comida. Él se retiró educadamente una vez terminó el postre, se dirigió al jardín trasero, esperando encontrarse con aquel sirviente.

 

—¡Mibuchi! —escuchó que le gritaba uno de los invitados, un colega de su padre que era joven… y que estaba intentando cortejarle desde que se habían conocido hace unos tres meses— ¿Cómo ha estado? —preguntó el Alfa pelirrojo, alto y con buen porte.

 

—Excelente, gracias por preguntar. Sigo con mis estudios, ya sabe —respondió amable pero impaciente.

 

—Me alegra saber eso, Mibuchi —se acercó a él hasta que lo rodeó con el brazo— ¿Le molesta si esta velada me uno a usted?

 

—Señor, yo… —y lo vio, a Nebuya acarreando un costal—. Lo siento, no creo que sea correcto. Con permiso —esquivó sin más ese incómodo abrazo y caminó tranquilo hacia el cobertizo, donde sabía que Nebuya iría y donde habían tenido ese buen recuerdo juntos.

 

Pasó menos de un minuto para que la puerta se abriera, dando paso a un sudoroso Nebuya— ¿Qué haces aquí? —le preguntó brusco en cuanto lo vio detrás de él, junto a la puerta.

 

—Vine a dejar algo… y te estaba esperando —cerró con seguro el cobertizo. Respiró profundo antes de ponerse de rodillas y jalar del cabello al Alfa—. Quería darte algo —y sin más, lamiéndose los labios, le dedicó un beso en la comisura—: un agradecimiento por tu esfuerzo.

 

El Alfa enarcó una ceja, comenzando a cuestionarse qué pretendía el otro— ¿Y entonces le agradecerás así a todos? —comentó en un tono de burla.

 

—Solo a los invitados —bromeó haciendo una cara de fastidio que le agradó y le causó un poco de celos al Alfa al imaginarlo haciendo eso—, o tal vez solo a ti, quién sabe —dijo para calmar a su sirviente.

 

—¿Por qué te gusta jugar conmigo, Reo? —preguntó mientras se incorporaba con un aire de seriedad tal, que el Omega tragó saliva— ¿Por qué? —repitió la pregunta, acercándose al otro con tanta cautela que ni se dio cuenta en qué momento lo dejó arrinconado.

 

—Porque no sabía lo que quería, hasta hace unos días —susurró con el corazón latiendo tan rápido que dudó que pudiera resistirlo más—. No me gusta verte coqueteando con otras —se mordió el labio, avergonzado de sus celos.

 

—Ni a mí me gusta ver cómo coqueteas con los demás y les permites que te abracen —soltó con algo de enojo, pues había visto de soslayo la escenita que había montado el otro Alfa pelirrojo bueno para nada—. Pero sabes tan bien como yo que esto es una pérdida de tiempo.

 

—¿Lo es? —preguntó dolido— No lo sé —cerró sus ojos, permitiendo sin intención que Nebuya admirara sus largas pestañas y su perfil tan hermoso.

 

—Reo, no vuelvas a rechazarme —dijo al tiempo que tomaba ese delicado y orgulloso rostro entre sus manos—, porque no te lo permitiré —demandó con un ardiente beso, sujetando bien esa cintura que parecía negarse.

 

—Mmmm —gimió al sentir el cuerpo tibio de Nebuya tan ansioso de él—. No lo haré —prometió sellando de nueva cuenta sus labios.

 

No dudaron al momento, pues fue en automático: Nebuya lo tomó de las nalgas y lo instó a que se subiera en él, enroscando sus piernas en su cadera. El Omega comenzó a mover su pelvis de una manera tan lenta y sensual, que el moreno sintió cómo su entrepierna despertaba en segundos.

 

Apretó más ese trasero tan delicioso y él también comenzó a mover su cadera de arriba hacia abajo, fantaseando con tener al Omega desnudo y listo para recibirlo en su interior— Reo —dijo entrecortado—, tenemos que parar —Reo se detuvo y comprendió la posición en la que estaban.

 

Fue consciente de su entrada mojada y la erección del Alfa que se erguía y demandaba ser atendida— S-Sí —puso los pies en el suelo y le dio la espalda a su sirviente—, lo siento, yo…

 

Nebuya lo abrazó por detrás con una gran sonrisa— Yo también me dejé llevar. Eres tan hermoso y orgulloso, Reo. Fue una gran sorpresa que me hayas dejado tocarte así, ¿no te arrepentirás? —tanteó el terreno con esa pregunta mientras inhalaba un poco de ese dulce aroma en el cuello del Omega.

 

—No lo haré —volteó de medio lado y acercó su rostro al de Nebuya.

 

—Me gustas mucho, Reo —confesó entrecerrando los ojos para poder unir sus labios una vez más antes de que el Omega tuviera que marcharse.

 

—Y no te culpo —respondió satisfecho mientras se despedía con una mirada coqueta.

 

El resto de la cena fue algo tediosa e incómoda con semejante humedad queriendo empapar su ropa. En especial cuando no podía dejar de pensar en Nebuya tocándolo, embistiéndolo y besándolo con tanta pasión.

 

Se retiró antes de esa reunión y una vez en su cuarto se despojó de su ropa, tomó papel y se secó su entrada. Con su dedo índice repasó su circunferencia, lamiendo y mordiéndose los labios de solo imaginar lo que Nebuya podría hacerle a esa parte de su cuerpo.

 

—¡Ahm! —gimió fuerte.

 

No podía ser verdad el poco control que estaba teniendo sobre su cuerpo.

 

Se suponía que iba a picar al Alfa para que volviera a fijarse solo en él, pero en sus planes jamás había aparecido eso. ¿Qué iba a hacer?

 

¿Cómo lograría ocultar una relación así de los demás?

 

Porque oh, sí; no se arrepentía y quería continuar con Nebuya. No se había percatado de cuánto había esperado por algo así con su sirviente, y ahora que lo tenía, no dejaría que nadie dañara su curiosa relación. Aun si para el Alfa solo era un triunfo sexual, para Reo significaba algo un poco más profundo, aunque jamás lo diría en voz alta.

 

 

 

Notas finales:

¿Y qué tal les quedó el ojo, ehhh? ;D creo que me dejé llevar

Espero les haya gustado. Nos seguimos leyendo.

¡BESOTEEES!


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