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Medios Tonos (Omegaverse) por kurerublume

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Notas del capitulo:

Bueno, sé que demoré en actualizar. Fue lo del temblor y pues vivo en la Ciudad de México, entonces estuvo algo pesado; ayudar un poco y prepararse para cualquier cosa. En estos días me di cuenta que la gente hermosa siempre estará ahí, que podemos contar con el otro de manera recíproca. Fue un sentimiento extraño. Pero bueno, ya aquí está el sig cap.

Espero les guste 😊

CAPÍTULO III: Secretos

 

Iba a un paso bastante apurado; llevaba corriendo diez cuadras básicamente al mismo ritmo y sin descanso. Todos lo veían con cara extrañada, ya que, como por qué carajos un Omega iría tan deprisa.
Poco le importaba a Tatsuya.


Siempre había sido puntual y ese día, no sería la excepción.


El estúpido de su hermano había considerado “gracioso” esconderle su uniforme para el trabajo. Casi chilló cuando ese Bakagami se mofaba de él sin mostrar ni rastro de arrepentimiento.


Tuvo que aguantarse y portarse como el hermano mayor que era. Total, ya tendría tiempo para su venganza.


Vio su reloj, eran las 3:00 pm. Sí, llegaría rozando al lugar. Ni siquiera notaba esas gotas surcar su rostro ni los jadeos que emergían de su garganta sin intención.


—Disculpe el retraso, jefe —exhaló fuertemente al saberse dentro de la pastelería.


El pelimorado apenas y volteó a verlo— Tienes el rostro lleno de sudor —soltó sin más, absorto en su tarea de decorar aquel pastel por pedido con un estilo victoriano con varias decoraciones en dorado.
Tatsuya sólo se sonrojó y se sintió apenadísimo al saberse no sólo de apariencia agotada, sino apestoso. Sí, había notado cómo aquel Alfa, que era su jefe, movía la nariz con el ceño fruncido— Enseguida iré a arreglar eso.


z98;¿De verdad huelo tan mal?z99;fue lo que se preguntó con pena.


Sin más, apresuró su andar a los vestidores. Ahí vio a su compañero Sakurai, quien tímidamente le ofreció un pañuelo.


—Si sigues apestando así, acabarás llamando a todos los Alfas de la zona —dijo el castaño medio bromeando medio hablando en serio. Tatsuya estaba dejando su olor por todas partes—. Hasta a Murasakibara.


Esa frase lo había hecho sonreír— Claro, sobre todo a él. En todo caso, sería imposible. Él ya tiene a alguien —admitió con aquella sonrisa que Sakurai había notado prácticamente desde que había entrado a trabajar.


No sabía qué decir. Simplemente abrazó a su compañero, intentando calmarlo y hacerle saber que… pues lo sabía, que era obvio, que ni era su culpa y que estaba de su lado para apoyarle.


—Lo siento —fue lo último que dijo para sonreírle una última vez y marcharse antes de que Murasakibara fuera a reclamarles por tardarse tanto.


El azabache se quedó quieto por unos instantes antes de volver a su semblante cotidiano.


Daba igual.


Durante meses se había dedicado a observar de reojo a su jefe; a preguntarle y pedirle que le enseñara a decorar pasteles, hornear; a ser un buen empleado, subordinado… Omega. Pero por más que lo intentaba, parecía que aquel gigante simplemente lo pasaba de largo. Tristemente sabía cómo fruncía el ceño cuando le pedía todo eso, como si realmente le molestara, pero aun así, nunca se negaba.


Eso hacía que su lado más optimista siguiera ahí.


Maldita debilidad y malditas ganas de saberse apreciado por él, por Atushi. Era como un deseo masoquista que no acaba de comprender. Si su jefe ya tenía a una bella Omega que apenas una semana atrás había presentado, y maldición, se sentía tan celoso. Ese día había decidido no querer avanzar más. A pesar de que eran del mismo maldito rango, y aun así, era imposible; qué cínico destino.


Ese día lloró, su lado Omega se sintió prácticamente desechado. Odió eso, lo odió como nunca antes. Si fuera por él, le habría dicho desde hace meses que quería… no sé, una cita,, comida, paseo, ¡lo que fuera su maldita voluntad! Pero no, eso estaba tan mal visto. Un Omega no podía dar el primer paso, mostrar deseo era tan indecoroso, tan impropio; tan injusto.


Se dio un último vistazo en el espejo, sonrió levemente y salió de ahí para ocupar su puesto en el mostrador.


—Buenas tardes, ¿qué desea… comprar? —no podía ser cierto, esa Omega roba amores estaba ahí.


—Hola, bonito —dijo sonriente y Tatsuya jamás sintió un cumplido como aquel, como una espina de vergüenza—. Vengo a ver a Murasakibara, ¿me dejas pasar? Olvidé la llave que me dio.


—Claro. Permítame —dejó que la Omega pasara, la verdad que ella era muy amable y cero presumida. Eso sólo hacía más difícil el detestarla.


Segundos después, notó cómo su compañero hacía una señal extraña mirando fijo hacia una dirección para seguidamente irse a la parte posterior. Eso despertó su curiosidad y aprovechando que el local en esos momentos estaba vacío, lo siguió.


Siendo lo más sigiloso posible, se acercó hasta donde estaba Sakurai. Sus ojos se abrieron de asombro al verlo junto a un moreno, probablemente de rango V.


—Toma, Aomine —dijo tranquilo, pasándole una bolsa con al menos 8 piezas de pan.


—Sakurai, ya te dije que no hace falta.


—Claro que sí, te había pedido que me dejaras hacer eso por ti, por favor. Desde ese día te debo mucho y esta es la única manera de pagártelo. Fue mi culpa, no me odies, por favor —sus ojitos se volvieron cristalinos y miraron con temor al Alfa frente a él.


—Maldición. Te ayudé sólo unos minutos, tú llevas con esto por semanas. ¿Sabes lo vergonzoso que es? Lo acepto por cortesía, pero no pienses que de verdad lo necesito —espetó con voz firme para tomar la bolsa de mala gana y darle la espalda al Omega.


—Gracias —dijo suavemente para contemplar cómo aquel Alfa se iba—, Aomine —cuando ya no lo vio más, dio media vuelta para quedarse estático de inmmediato; Himuro se había descuidado por el asombro de aquella escena y cualquiera podría verlo a la perfección— ¿V-Viste todo? ¡Por favor, no le digas a Murasakibara! Él es un buen Alfa, lo juro. No ha pasado nada, sólo le doy pan cada semana. Se lo debo. Fue mi culpa —el castaño comenzó a lloriquear conforme pronunciaba cada palabra. Tatsuya simplemente se acercó con cuidado y lo abrazó.


—Está bien, Sakurai —acarició ese suave cabello—. Ahora los dos sabemos un secreto del otro —aseguró con una sonrisa e invitó al otro Omega a regresar al trabajo.

 

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Al día siguiente, con algo de pereza, se incorporó de su cama. El sol todavía no daba señales de querer salir. Fue al baño a tomar una ducha y verse lo más presentable posible.


Una vez listo, se dirigió al comedor donde su madre ya estaba con el desayuno en la mesa. Se sonrieron para en cuestión de segundos, escuchar cómo entraba un pelirrojo corriendo y gritando.


—¡Maldición, se me hizo tarde! Disculpen las molestias —tomó asiento en la mesa y sin pena alguna, comenzó a devorar lo que había.


La verdad era que a Himuro y a su madre no les molestaba, era como de la familia y podía comer lo que quisiera; no importaba su rango ni su color de piel; nada.


—No puedo creer que desayunes en tu casa, y todavía vengas aquí a seguir comiendo, Taiga.


—Soy un Alfa en crecimiento —se excusó—, tengo que comer mucho. Además, el camino a la escuela es algo cansado, ni pienses que me iré sin comer bien para aguantar todas esas materias.


El azabache no dijo nada más, simplemente asintió y siguieron comiendo. Diez minutos después, ya se encontraban de camino a su escuela. Y como siempre, los vecinos les veían mal y con cierto desdén al verlos juntos.


—No puedo creer que sigan con eso —admitió con fastidio y sintiéndose chiquito el Omega. Si algo le molestaba en serio, eran esas miradas de desaprobación por ver a dos personas de diferente color de piel simplemente caminando y conversando.


El otro simplemente rodeó su cuello y se pegó más a él con una sonrisa— Seguro piensan que cogemos todos los días —empezó a reír al ver la cara del mayor, pues ni siquiera había considerado eso como una razón—. No es que me des asco, pero eres como mi hermano. Sólo déjales que piensen lo que quieran, tienen piedras en la cabeza.


—Como tú —aseguró sonriente y seguro al lado de su hermano.


Demoraron alrededor de media hora en llegar a la escuela de Tatsuya, aquella que era para Omegas y contados Betas. Por eso Taiga siempre iba a su casa, porque lo acompañaba y le daba protección.


—Bueno, te dejo. Me mandas mensaje para que... —se quedó mudo. El otro le miró extrañado, siguiendo la dirección en la que sus ojos se habían detenido, hasta que lo vio.


Los dos hermanos se quedaron como idiotas contemplando a ese Omega que, obviamente, se sintió observado y se sonrojó irremediablemente al percibir de manera sutil aquel olor que emanaba del pelirrojo. Su corazón latió con fuerza, así que sin más, se acercó a ellos al saber al más bajito como Omega.


—Disculpa, ¿eres alumno de esta escuela? —preguntó con algo de timidez por culpa de esos ojos como fuego que no se apartaban de él— Las clases ya van a empezar, es mejor que entres de una vez —su atención se centró rápidamente en el Alfa—. Ha sido muy amable por acompañarlo hasta acá —y sonrió de una manera tal, que Kagami fue el siguiente en sonrojarse y pasar saliva.


—No fue nada —y no lo vio, pero esas tres palabras, dejaron a Tetsuya aturdido. Su voz había causado eso… ¿su voz?


¡No!


Sin demorar más, el peliceleste se despidió y dio media vuelta para entrar a la escuela.


—Llegó ayer —dijo Tatsuya rompiendo el silencio—. Se llama Kuroko Tetsuya, es maestro suplente. Dijeron que apenas nos lleva 3-4 años. Es muy joven —ante la mirada perdida de su hermano, decidió seguir hablando—. Fue obvio que te gustó, y me atrevería a decir que, al menos, lograste descolocarlo. Es un Omega hermoso.


—Hermosísimo —susurró sin pensarlo mucho—. Quiero decir… —intento dar un buen argumento— es obvio que todos los Omegas son bellos, es su naturaleza, ya sabes…


Himuro le dedicó una mirada de “cállate de una vez”, y funcionó, el Alfa se calló de inmediato— ¿Sabes? En serio, eres muy torpe a veces.


—Pero nadie más tiene que saberlo, sólo tú. De lo contrario, mi función de alejar a Alfas de ti, no serviría.


—¿Función?


—Quiero decir —dijo nervioso—, lo hago por gusto.


Hubo unos segundos de silencio hasta que Tatsuya empezó a reírse— Eres el Alfa más lindo que he conocido. Mi mamá siempre se pone histérica de que algún Alfa me marque a la fuerza, no sabes, controla mis horarios para las pastillas. Pero te diré algo… siento que mi pareja destinada podría estar más cerca de lo que imagino.


—Oh, no. Es una mala idea, Himuro—admitió con el ceño fruncido—. Si llegaras a soltar tu aroma por la descompensación, sería un problema. Sólo… no sé.


—Podrías cuidarme.


—¿Y si termino atacándote? No quiero eso. Sabes cómo nos podemos poner.


— Taiga, además de que confío ciegamente en ti, es algo que yo quiero hacer. ¿Acaso nunca te lo has preguntado? —cuestionó esperanzado.


El menor no dijo nada, estaba pensando en si debía o no decir su historia respecto a ese tema, ya que, claro que se lo había preguntado. Sabía que era una mala idea decirle, pero simplemente no podía mentirle a su hermano, y ahí supo que aquel secreto sería entre ellos.


Dio un suspiro— Claro que sí, de hecho… una vez dejé de tomar esas pastillas —antes de que el otro dijera algo más, continuó hablando—. Fue porque no tenía tanto dinero, pero también por rebeldía —admitió con una sonrisa algo decaída—. No te mentiré, ese día vagué por la ciudad por horas; mis sentidos estaban mucho más alerta que de costumbre porque mi Alfa estaba más despierto que nunca. Algunos olores me parecieron tan exquisitos, y otros, me dieron asco. Pero no lo encontré, no encontré a mi pareja, y fue… lo más triste que sentí. El único día que pude evitar esas pastillas, y no pasó nada. Himuro, no quiero que sientas eso —dijo con voz firme—. Simplemente no.


El mayor iba a responder, pero antes de hacerlo, la campana sonó y las puertas de la institución empezaron a cerrarse; sería una conversación para más tarde.

Notas finales:

Espero les haya gustado este cap. Nos seguimos leyendooo.

¡Besoooos! 😘😘💜💛💙


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