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3 de octubre por Jade Edaj

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Notas del capitulo:

FMA es de Hiromu Arakawa.

 

 

 3 de octubre

 

Roy corre desesperadamente por las caóticas calles de la ciudad. Hay otras personas corriendo también, gente que intenta comunicarse por el móvil; que grita, llora y hay quienes como él, tienen el corazón a punto de salirse del pecho aferrándose a la esperanza de encontrar a las personas que aman sanas y salvas. 

Se detiene exhausto, sus piernas ya no quieren responderle, pero debe continuar... tiene que hacerlo, quiere encontrar a Edward, a ese pequeño adolescente quien trajera a su vida más complicaciones de las necesarias. Lo ama, más que a cualquier cosa en el mundo y necesita verlo para poder decírselo. Hay muchas cosas que lo atormentan en ese momento de intensa angustia, el no haber dicho y hecho las cosas de la mejor manera, el maldito orgullo de Edward y su propia arrogancia que los mantuvieron alejados casi un año; un año, que en esos momentos, podría significar toda una vida. Mas no podía volver atrás, ni mucho menos dar saltos en el tiempo. Y es justo ahora, que ha llegado decidido a hacer lo que debió hacer meses atrás antes de partir, que este desastre llega y le juega una mala pasada. Al reparar en ello un solo pensamiento lo invade: "¿habrá podido Edward salir a tiempo del edificio?"

Escalofríos recorren su cuerpo cuando observa a su alrededor, construcciones derrumbadas, grietas en las calles, automóviles aplastados con escombros o postes, letreros y espectaculares destrozados, incluso, gente herida gritando con pavor; un atroz panorama.

"Tan sólo unas cuadras más y al dar la vuelta podré ver el edificio, allí estará: en pie, como siempre; es una construcción fuerte, es..."

Pero al dar vuelta y llegar hasta el complejo habitacional, los peores miedos de Roy Mustang se intensifican, el edificio donde el apartamento de Edward se ubicaba, se vino completamente abajo. Incluso la nube de polvo no ha acabado de disiparse por completo. 

Una pícara sonrisa, un carácter voluble y todos los momentos vividos al lado del adolescente pasan al frente suyo, mientras inmóvil se deja arrastrar por la multitud de gente que va y viene con la esperanza de encontrar a sus familiares o amigos entre los sobrevivientes que lograron salir a tiempo del edificio.

"Ahora no puedo hablar mucho, Roy, pero... si llegas a la ciudad... ven a verme. Necesito que veas algo"

"Entonces, ¿puedo tomar eso como un sí?"

"¡Idiota!, después de todo este tiempo, no te lo pondré fácil, es sólo que... es importante que vengas... no lo olvides"

El grito desgarrador de una persona frente al cuerpo destrozado de alguien cala sus oídos y lo devuelve a la realidad. Observa la sangre, demasiado roja y espesa, para tolerarla. 

Y entre el infierno que se vive en la ciudad, hay gente tratando de calmar y organizar a las demás personas; y es precisamente a una de ellas que Mustang acude.

—Disculpe, los que salieron de este edificio, ¿dónde están?

—La ambulancia ya ha comenzado a llevarse a la gente herida a los hospitales, hay quienes salieron ilesos, pero muy asustados, caminaron sin rumbo... —le responde un empolvado rubio mientras usa la manga de su camisa para retirarse el sudor de la frente.

—¿Y... todos lo lograron?

—Creemos que toda la sección este quedó atrapada entre los escombros, nos estamos organizando buscando palas y baldes para comenzar a buscar por nuestra cuenta, los rescatistas no se darán abasto, hay demasiados edificios caídos en la ciudad.

 

Después de agradecerle a ese hombre, Roy empieza a recorrer los alrededores, tratando de ver algún rostro conocido entre toda esa gente que llora y se lamenta; el apartamento de Edward estaba del otro lado, cabía la posibilidad de que él hubiese logrado salir. Es ágil y astuto, seguro encontró la manera.

—Disculpe, busco a un adolescente de 16 años, él es bajito, de cabello largo y rubio, ojos dorados, frente amplia... su nombre es Edward Elric, ¿puede checar en su lista por favor?

Pero en los hospitales cercanos, no hay nadie que coincida con la descripción de Edward y tiene que extender la búsqueda hasta los albergues.

—¡Buenas tardes! Busco a un adolescente de 16 años, él es bajito, de cabello largo y rubio, ojos dorados, frente amplia... su nombre es Edward Elric, ¿puede checar en su lista por favor?

Y aunque no tiene éxito, Roy no puede concebir la idea de que en ningún lugar se encontrase, y a pesar de sus adoloridos pies, continúa con su búsqueda.

—¡Buenas noches! Busco a un adolescente de 16 años, él es bajito, de cabello largo y rubio, ojos dorados, frente amplia... su nombre es Edward Elric, ¿puede checar en su lista por favor?

 

La madrugada llega y el resultado sigue siendo el mismo: Edward no aparece, por ningún lado.

Frustrado y exhausto, Roy se sienta cerca de uno de los campamentos que la gente ha montado en las calles. Recuerda la pícara sonrisa de Edward y arruga el entrecejo. Cierra los ojos deseando con todas las fuerzas de su corazón volver a verla una vez más, conteniendo unas cuantas lágrimas de impotencia. Entonces abre los ojos e inesperadamente lo ve parado a unos cuantos metros del improvisado campamento. Su empolvada vestimenta negra le revela que su cuerpo está herido; su camiseta sin mangas deja ver considerables cortes en su brazo derecho, y su pantalón rasgado, algunos cortes más profundos en la pierna izquierda. Roy se incorpora en el acto y no duda en acercarse a él con la misma rapidez. 

Con los ojos cansados pero aliviados, contempla la expresión del chico. Ha cambiado. No es la misma que solía tener antes de que se fuera; luce indiferente, ensimismado, como si no le importara nada de lo que ocurre a su alrededor. Roy entiende que esté enojado con él, nunca debió dejarlo, no después de que se lo pidiera con lágrimas en los ojos, no después de que le dijera que quería pasar el resto de su vida junto a él, y él, sin más motivo que sus propias ambiciones, aún así se marchó.

—¡Por todos los cielos Edward, al fin te encuentro! —le dice tratando de menguar el enojo del menor, sin embargo, Edward ni siquiera se inmuta con su presencia. Roy observa los raspones y moretones que decoran su piel, la sangre seca en su frente, y el temblor de su cuerpo. La madrugada es fría y el rubio no trae chaqueta, Roy intenta cubrirlo con la suya pero grande es su sorpresa al encontrarse de repente tendido sobre el pavimento. Se levanta del asfalto completamente desconcertado y se da vuelta asimilando apenas lo que acababa de suceder. 

Había atravesado el cuerpo de Edward.

 

El sol de la mañana penetra en sus párpados con intensidad, no sabe a qué hora el cansancio al fin lo venció y se quedó dormido, pero es imposible seguir durmiendo ante tanto alboroto. Abrir los ojos es suficiente para recordar todo de nuevo. Hubo un terremoto de gran magnitud en la ciudad y Edward está desaparecido. La realidad lo golpea, pero también recuerda: haber visto con claridad su hermoso rostro y haber escuchado su voz, haciendo eco en su memoria con la última frase que le dijera la última vez que hablaron por teléfono "no lo olvides"

¿Fue un sueño? o el cansancio excesivo ya le está haciendo imaginar cosas. 

Las personas caritativas que montaron el campamento en el que se encuentra, le ofrecen un poco de comida y le preguntan a quién busca.

—Es un adolescente de 16 años, él es bajito, de cabello largo y rubio, ojos dorados, frente amplia... su nombre es Edward Elric, ¿puede checar en su lista por favor?

Además de ayudar con mantas y comida, esas personas también tienen listas de gente desaparecida y tienen los nombres de quienes ya se encuentran con bien o el nombre del hospital al que los trasladaron. 

Pero en ninguna de aquellas listas está el nombre que Roy espera encontrar. 

 

Después de desayunar, el hombre de cabello negro y piel pálida, decide continuar con su búsqueda. Y es cuando, a plena luz del día, sus ojos se ven invadidos por la pequeña presencia de Edward otra vez, quien se ve desesperado y juega con sus manos nerviosamente. 

—¡Edward! —Le llama Roy mientras se acerca hasta él— ¡Edward!— vuelve a hacerlo pero sigue sin obtener respuesta. 

Los grandes y hermosos ojos del chico no lo miran, está completamente asustado y se tapa los oídos mientras se sienta en el suelo y mese su cuerpo.

—¡Ed...!

Acercándose hasta la pared en la que Edward se apoya, Roy intenta tocarle pero antes de que pueda hacerlo, el chico se pone de pie y empieza a correr. Roy lo sigue por varias cuadras hasta que al dar la vuelta por una de las esquinas desaparece. Adelante, el lugar le es bien conocido: es el mismo lugar donde empezó.

Entonces decide unirse a los voluntarios, quienes toda la noche han estado trabajando sin descansar. 

—¿Han tenido noticias? —Pregunta al mismo sujeto del día anterior, quien trae unas enormes ojeras y el cansancio tatuado en cada poro de su piel.

—Mi nombre es Jean Havoc, amigo. Supongo que no has podido hallar a quien buscas, tal vez no te sea fácil admitirlo pero lo más seguro es que esa persona todavía se encuentre atrapada aquí.

Roy dirige la vista al mismo lugar que el rubio que le habla y después de mirar los montones de escombros traga grueso y estrecha su mano para presentarse.

—Roy Mustang.

—¡Au...! Lo siento, Roy, es que ya traigo algunos callos en las manos, la buena noticia es que algunas personas ya nos trajeron guantes. ¿Por qué no vas por unos y de paso preguntas a las personas que están allá? Tengo entendido que con ayuda de los vecinos y los que salieron ilesos, han conseguido la lista completa de todos los que vivían en el edificio.

 

—¡Buenos días! Busco a un adolescente de 16 años, él es bajito, de cabello largo y rubio, ojos dorados, frente amplia... su nombre es Edward Elric, ¿puede checar en su lista por favor?

En la enorme lista, la palabra: hospitalizado, desaparecido o encontrado, figura al lado de cada nombre. El de Edward dice desaparecido y Roy no puede hacer más que respirar profundamente y dejar sus datos por si alguien obtiene alguna información.

—¡Mustang! —Jean le llama al verlo acercarse con sus guantes— estamos sacando escombro de ese lado, al parecer mi perro ha olfateado algo y anoche algunas personas aseguran haber escuchado algunas voces.

Sin saber qué lo lleva a hacerlo, Roy voltea completamente hacia el otro lado por el que le indica Havoc. Y entonces vuelve a ver a Edward a unos cuantos pasos. Cierra los ojos creyendo que se trata de un espejismo y al volver a abrirlos con sorpresa descubre que él todavía sigue ahí, mas quiere asegurarse de que lo que ve no es producto de su imaginación. 

—¿Oye Havoc, alcanzas a ver a esa persona? —Con el índice señala a Edward y el hombre que le había dirigido la palabra hace apenas unos segundos, pasea su vista en el área que Roy le señala. 

—¿Qué persona? —Pero ese par de palabras bastan para deshacer todas sus ilusiones y entender que, lo más probable, es que estuviera empezando a perder la razón en su desmedido afán por encontrarlo. Sin embargo, Black Hayate, el perro de Havoc, ladra en dirección a Edward y termina por confirmar que no está enloqueciendo. Efectivamente, ahí hay una presencia.

La gente especializada no tarda en llegar y los rescatistas se unen a los esfuerzos de los voluntarios. Después de hacer una gran labor de reconocimiento, efectivamente detectan vida en el sitio señalado por el perro de Havoc. Bajo las indicaciones, ahora de los profesionales, Roy y los demás, encuentran sobrevivientes: algunos inquilinos, otros visitantes, pero... ninguno de ellos es Edward. 

Después de esperar pacientemente y por horas a que sacaran a los recién hallados uno por uno, los cadáveres empiezan a aparecer. Las personas que identifican a sus seres queridos están devastadas y presenciar todas esas escenas, es desgastante; los nervios de Roy se destrozan con cada minuto que pasa.

Después de asegurarse que en ese lugar ya no hay ni un cuerpo más, la búsqueda continúa. 

 

Pasa más de un día sin que Roy pueda dormir o comer. A Havoc lo vence el cansancio y decide dormir un poco en uno de los campamentos. Mientras, Roy se acerca a mirar las veladoras y fotografías que la gente coloca a lo largo de la acera. El fuego lo hipnotiza y lo transporta hacia el pasado.

"Tengo que ir, Ed... esta es una gran oportunidad, dudo mucho que algo así pueda volver a presentarse"

"Prometiste que esta vez nos quedaríamos aquí, en esta ciudad"

"Ed, ya basta de niñerías, empaca tus cosas y ven conmigo, tan sólo serán unos cuántos meses, confío en que todo saldrá bien, conseguiré el ascenso y ya no tendré que seguir viajando"

"No pienso ir a ninguna parte y si en verdad te importo, tú también te quedarás"

"¡Anda vamos, no te pongas en ese plan!  No intentes ponerme condiciones cuando tenemos toda la vida por delante"

 

Jean Havoc lo saca de sus cavilaciones cuando se acerca a él para ofrecerle una taza de café. No sabe en qué momento se despertó y alejó.

—Lo que daría por un buen trago de Whisky ahora —tomando la taza Roy se sienta al final de la acera.

—Y yo por una cajetilla de cigarros... ánimo amigo, aún hay esperanza.

Palmeando su hombro el rubio bebe de su propia taza y se sienta, junto a él.

—¿Y el perro?

—Black Hayate también necesita descansar... tiene algunos cortes en las patas... con las curaciones y unas botitas, tal vez pueda volver a intentarlo... 

—¡Gracias...! Por hacer esto, por ofrecerte como voluntario.

—Descuida, para compensar el que haya corrido con suerte y salido ileso, es lo menos que puedo hacer, Roy. Ahora dime... ¿cómo es ella?

—Él... —corrige Roy de inmediato— él es un adolescente de 16 años; bajito, aunque no le agradaría nada escucharme decir eso —ríe por lo bajo— tiene el cabello largo y rubio; sus ojos son grandes y dorados y brillan como el mismo Sol; su frente es amplia y; su nombre es Edward Elric... regresé a esta ciudad tan sólo para poder verlo y pedirle matrimonio.

Un silbido escapa de los labios de Jean Havoc sin poderlo evitar—. Ustedes han de ser de Amestris... supe que ahí es común ese tipo de relación.

—Si tienes algún problema con eso lo entenderé.

—No, no amigo, no me mal interpretes. No estoy familiarizado con ese tipo de cosas, pero eso no significa que no lo tolere o que no pueda ser empático con lo que estás pasando en estos momentos.

Roy bebe un poco de café y continúa hablando, en situaciones como ésta el poder desahogarse con alguien, es una bendición.

—Hace poco más de un año, tuve que mudarme a este país por trabajo y Edward vino conmigo. A él no le importó dejar su país, su familia, amigos, colegio, todo... y yo, no pude hacer lo mismo cuando él me pidió que renunciara a mi trabajo para que me quedara aquí con él. Edward se encariñó con esta gente y no quiso irse conmigo cuando me dieron un puesto en una urbe mucho más grande que ésta. ¿Puedes creer tal ironía? Después de estar intentando por meses comunicarme con él... cuando al fin toma mi llamada y acepta volver a verme... sucede esto.

—¡Hey...! Esto no es algo por lo que debas de culparte, el terremoto fue completamente inesperado, toda la gente aquí tiene una historia también y sufre por ella... no te culpes, no lo hagas. Roy, estas cosas tan sólo pasan, son caprichos de la naturaleza.

 

Después de terminarse el café, Jean y Roy regresan a las labores de rescate, pero Roy se sigue rezagado y separando del grupo, tratando de dejarse guiar por la voz que por momentos resuena en su cabeza.

"Roy, no lo olvides" "No lo olvides"

Y como poseso, Roy se adentra a un lugar oscuro y apartado de los escombros.

—¡Roy no vayas por ahí, es peligroso!

Su nuevo amigo le llama sin éxito y mira con congoja lo vulnerable que está la estructura que el de cabello negro atraviesa.

Edward se apoya de espaldas a la agrietada pared y se desliza hacia abajo hasta quedar sentado en el suelo; su rostro inexpresivo cambia y empieza a sollozar fuertemente. Roy sufre al verlo. 

"Ellos están gritando, puedo oírlos"

—¿Quiénes son ellos? ¿Hay más gente donde  te encuentras?

Intenta tocar el dorado cabello para consolarle y en esta ocasión Edward no huye, pero la mano de Mustang tan sólo le atraviesa, las lágrimas de Roy forman un nudo en su garganta y se llena de angustia al ver lo mucho que el pequeño de ojos ámbar sufre mientras se coloca en posición fetal. 

—Has de estar muy asustado. ¡Sólo espera un poco más, voy a hallarte, lo prometo! —El miedo invade sus ojos, todos y cada uno de los pensamientos que le vienen a la cabeza, le torturan y le llenan de angustia al mirar el brazo derecho y pierna izquierda de Edward sangrar de repente— ¿Estás herido?¿Qué te duele? —Y Roy desea estar en su lugar, para evitar que sufriera.

El ente se toca el pecho y al levantar la vista, logra hacer contacto con sus ojos y le dice antes de desaparecer.

"Ya no me queda mucho..."

Entonces, Roy busca con ahínco alrededor de esa estructura. Aunque todos le advierten del peligro, no deja de hacerlo, aún y cuando los aparatos no detectan señales de vida en esa zona.

—Tal vez si pudieras mostrarme el lugar indicado dónde buscar... —dice al aire, después de unas horas, con la esperanza de que el ente de Edward de nuevo le hablara, pero tan sólo aparece y desaparece sumamente desconectado de la realidad.

 

Otro día pasa, y las esperanzas se van perdiendo. Roy sabe que el tiempo es crucial, Edward cada vez luce más agotado. Y mientras observa de lejos a una madre llorar sobre el cuerpo de su hijo, un niño aproximadamente de seis años, comenta— creo que ahora te entiendo Ed, la realidad es demasiado dolorosa para querer estar en ella —y cuando la fé de Roy se tambalea, escucha la voz de Edward resonar con mayor intensidad en su cabeza, "No lo olvides". 

Mustang trata de averiguar sobre el paradero del rubio, pero éste tan sólo tiembla y se abraza a sí mismo "Ya no hay tiempo, ya no puedo..." y de nuevo esa voz en su mente, como si le transmitiera sus pensamientos. Roy cree que después de tanto tiempo de estar en esas terribles condiciones, Edward ha perdido las fuerzas para hablar y trata de concentrarse en todo lo que su lenguaje corporal pudiera comunicarle. Observa cómo se mece, como si quisiese arrullarse.

Roy nunca había creído en cosas paranormales, pero ahora vive una extraña situación con esa presencia y por más que le da vueltas, no encuentra otra explicación, cree que Edward está tratando de darle señales, de mostrarle de alguna forma el camino para llegar a él, tan sólo desea poder interpretarlo. 

Las escasas veces que Roy se toma unos minutos de descanso piensa sobre las almas que abandonan sus cuerpos, las leyendas urbanas dicen que las personas están en coma cuando lo hacen, o que deben estar muertos y necesitan terminar algún asunto pendiente. Roy quiere, no, necesita aferrarse a lo primero. Con la esperanza de que Edward siguiera con vida, redobla esfuerzos y sigue buscando entre los escombros de aquella estructura del edificio que tanto le intriga. No sabe si Edward está en coma, o tan solo está inconsciente, ninguna de las ideas le agrada y de cualquier forma tiene que darse prisa. El tiempo pasa y ante los comentarios de que ya nadie queda con vida, muchos voluntarios empiezan a desertar. Sin embargo, él no lo hace. Aún y cuando tuviera que quedarse completamente solo, seguirá buscando. 

Pronto la gente empieza a desesperarse y a reclamar por lo endeble que resultó ser la construcción, hablan de constructoras corruptas, de demandas, de seguros... se arma la discusión pero Roy se mantiene al margen, sabe que nada de eso le devolverá a Edward. A quien mira caminando en esos momentos, entre tanta tragedia y devastación. Lo ignora o al menos eso intenta, pues están rodeados de mucha gente y no quiere que le crean demente. Tampoco le dice a Havoc, pero él lo descubre algunas veces siguiendo algo con la mirada o hablando solo e inevitablemente cree que estar tantos días en ese lugar ha terminado por afectarle. Él es testigo de todo lo que Roy está pasando: mal dormir, mal comer, el polvo, el fétido olor y sobre todo la angustia; aunque el rubio también desea que Roy encuentre aún con vida a esa persona especial, le sugiere prepararse para lo peor.

Roy hace una pausa para mirar el desolado lugar ante lo que Havoc le comenta. 

Luego, se dirige nuevamente a la estructura, dejando atrás toda aquella discusión de la gente. El fantasma de Edward le sigue cuando se aleja lo suficiente y se sienta junto a una columna fisurada del edificio. Roy lo mira consternado, sabe que los demás están perdiendo el tiempo, las horas no se detienen y no quiere perder la esperanza de encontrarlo con bien, no quiere escuchar que está muerto. Pero Edward luce demasiado débil aparragado a esa columna, "Ya no los escucho, no escucho a nadie" , le transmite en sus pensamientos y cuando siente que le hace falta energías para seguir buscando, para seguir aferrándose a la idea de que lo encontrará a salvo... "Roy, no lo olvides" "Debes venir... debes hacerlo por ella" lo último que escucha le confunde un poco mientras ve como los ojos dorados se cierran lentamente y Edward se queda dormido. Roy niega con violencia tragando su llanto, lo llama varias veces, intenta despertarlo, pero cómo hacerlo si tan sólo lo atraviesa. Con desesperación, le pide al pequeño cuerpo perdón por rendirse de esa manera; pide que resista tan sólo un poco más.

En eso, los motores de las máquinas que han empezado a remover las cosas de mayor peso llaman su atención. Havoc lo saca arrastras de todos esos escombros, justo antes de que las máquinas iniciaran con su trabajo. A Roy le aterra el que fuesen a aplastar a Edward cuando ve cómo los brazos mecánicos levantan toda la pesada estructura de acero, que al parecer dividía las dos secciones este y oeste del edificio. Roy analiza las cosas y se pregunta qué es lo que Edward estaría haciendo del otro lado del edificio, por qué no salió de ahí de inmediato, ¿llevaba los audífonos?, eso explicaría por qué el rubio no escuchó nada: ni las alarmas, ni la evacuación y tal vez cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando, ya era demasiado tarde.

Terminando de sacar la pesada estructura de metal, la gente no piensa permitir que las máquinas sigan interfiriendo, así que hacen una valla humana para evitarlo y piden un poco más de tiempo para rescatar los cuerpos que aún se encuentran atrapados entre los escombros. Havoc ha traído de nuevo a su perro y éste comienza a ladrar cuando encuentra a un grupo de personas atrapadas más abajo; justo en el área de las salidas de emergencia, donde se supone que también podría estar Edward; al ver que son cadáveres, con mal olor incluso, hay quien devuelve el estómago; los demás se aproximan para reconocer los cuerpos destrozados antes de que cerraran las bolsas. Roy se niega a hacerlo. Y al no ver al ente por ningún lado, se preocupa y tiene una crisis nerviosa. Empieza a culparse por dejar a Edward en esta ciudad, por no llevárselo consigo aún en contra de su voluntad, por no haber podido hallarlo antes de que esa estúpida máquina llegara y aplastara toda esa zona. 

Entre la desesperación Roy respira profundo tratando de calmarse y recordar, Edward en su forma de espíritu le transmitió muchas cosas, tiene que pensar con claridad algo que pudiera ayudarle. Recuerda que hablaba de voces, tal vez está cerca del grupo recién hallado. Mirando entre las ruinas trata de recordar, cuando aún vivía con él, los pasillos y las salidas de emergencia. Se sube a un montículo y cuesta abajo, descubre una mano sobresaliendo de los escombros. Le toma tan solo unos segundos reaccionar y bajarse a remover el mueble que está encima de ese cuerpo, saca fuerzas de donde ya no las hay y al fin logra liberarlo. Cabello largo y rubio, su corazón se acelera demasiado pensando que pudiera tratarse de Edward. Dando vuelta al cuerpo lentamente, nota que se  trata de una chica. Expulsa el aire que ni siquiera se había dado cuenta que estaba conteniendo, cuando los ladridos de Black Hayate se escuchan. Y mientras algunos rescatistas bajan con Havoc para ayudarle a sacar a la chica, a Roy le parece escuchar algo más. Se arriesga y se adentra un poco por un reducido espacio y entonces, lo que escucha le paraliza: es el llanto de un bebé.

—¡Ella tiene un bebé! —Le dice a Havoc quien recién llegaba trayendo consigo a su perro Black Hayate quien ladra de nuevo y entra en ese reducido espacio en donde se escucha el llanto con mayor intensidad, entonces Havoc también lo escucha. 

—¡Hay que mover esto!

—Esperen, esto podría colapsar —uno de los rescatistas los detiene justo a tiempo y enseguida calzan la entrada con pedazos de vigas que hallan cerca. Arrastras, uno de esos hombres pasa por un estrecho agujero; y después de unos minutos... logra sacar al bebé.

Es un milagro.

Ese bebé lo ha logrado después de tanto tiempo. 

Se lo pasan a Roy para que lo sostenga y él no puede evitar liberar un par de lágrimas cuando toca su tierna y empolvada carita con uno de sus dedos.

La gente que mira desde arriba aplaude y celebra el hallazgo. La chica reacciona y empieza a toser por el escándalo, se habían olvidado por completo de ella cuando escucharon al bebé.

—¡Tranquila, tranquila, usted y su bebé ya están a salvo! —Le dice Havoc a la rubia tomando al bebé de los brazos de Roy para acercárselo y que ella pudiera verlo, mas ella niega con insistencia. 

—Ed... Ed-ward... 

Mustang siente que el alma se le va al suelo cuando ella apunta el agujero por el que los rescatistas se encontraban sacando el cuerpo de alguien más.

Negándose a creer que fuese demasiado tarde, Roy reúne las fuerzas que le quedan para acercarse a recibir el cuerpo empolvado y maltratado de la persona que había estado ocupando sus pensamientos a cada segundo, desde que ese infierno se desatara. 

—¡Edward!

Havoc observa con tristeza cómo su amigo cae en el pedregoso suelo, con su pequeño en brazos: rígido, inerte y con los labios morados. Los desgarradores gritos de Roy se escuchan al abrazarlo, la fría mejilla de Edward había hecho contacto con la suya.

Sin duda, es ese adolescente, Roy por fin lo ha encontrado: bajito, rubio, de cabello largo y empolvado, ojos dorados y apagados, de frente amplia y fracturada...

 

 

 

—...su nombre es Edward Elric, ¿puede agregarlo a la lista de los cuerpos recuperados, por favor? —dice Havoc al hombre que actualiza las listas, mientras aleja a un devastado Roy Mustang de la bolsa negra que contiene el cuerpo de su amado Edward dentro. Roy no puede quitarle los ojos de encima mientras la cierran.

—Tuvimos que arrancarle al bebé de los brazos, suponemos que estuvo alimentándolo con su pecho hasta que perdió la conciencia —escucha Roy de uno de los sujetos que había sacado el cuerpo de Edward del agujero. Con los ojos hinchados y cansados de tanto llorar, su mirada se encuentra con la de un confundido Jean. Y antes de que la ambulancia pudiera partir, al fin reacciona y de inmediato la intercepta para hablar con la chica que salvó.

—¡El bebé...!

La chica hace a un lado la mascarilla de oxígeno, para hablar con Roy Mustang. Conocía ese rostro, era el mismo que aparecía junto a Edward en los retratos de su casa.

—No es mía... yo... soy Winry, yo... sólo la... cuidaba, —dice con voz apagada y casi inaudible— su nombre es... Mady Mustang... Ed era mi amigo y sé... que la nombró así por el padre... de ella... 

Volviendo a ponerle la mascarilla de oxígeno, los paramédicos no le permiten explicar más.

Teniendo una nueva motivación para seguir adelante, Roy busca con desesperación a la bebita en el hospital pediátrico, todo el mundo sabe dónde se han llevado a "la niña del milagro".

Después de identificarse y reclamarla como suya, a Roy le permiten verla a través del cristal del cuarto de cuidados intensivos. Sus nuevas lágrimas siguen el mismo camino que dejaran las secas cuando observa el frágil cuerpecito de su bebé entubado. Y deseando con todas sus fuerzas que se recuperara, percibe el reflejo de Edward en el cristal, tan hermoso y tan radiante como lo recordaba. Edward le ofrece una cálida sonrisa antes de desvanecerse y Roy al fin lo entiende.

—Querías que la encontrara; no pudiste mostrármela antes, por eso querías que supiera cuál era la razón por la que habías corrido al otro lado del edificio cuando todo comenzó. 

 

Sacando las cuentas, Roy dejó a Edward cuando ya estaba esperando un bebé suyo, él nunca se lo dijo porque tal vez quería que se quedara por amor y no por sentirse con obligación, por eso le ocultó la existencia de la pequeña.

Roy no sabía que Edward podía concebir, había escuchado de algunos casos de hombres así en Amestris, mas no sabía cómo es que eso podía ser posible. Y ahora, no sabe nada de bebés, de pañales o medicinas, no sabe si podrá criar a una hija sin Edward y no sabe si logrará ser un buen padre. 

Son muchas cosas las que Roy Mustang no sabe, pero si de algo está completamente seguro, es de que ese 3 de octubre... jamás lo podrá olvidar.

 

FIN

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado y recuerden, responderé a todos los comentarios.

Gracias por leer!


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