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Beta [β] por 691396

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Notas del fanfic:

Es un Omegaverse, el primero que hago, no está regido por las reglas generales de ese universo, si van a haber Alfas, betas y omegas, pero a mi modo, eso se ira explicando a medida que avancen en la historia.

Notas del capitulo:

Para quienes me leen en el fandom de Naruto, hagan de cuenta que soy otra persona, eh, digamos que soy... Números-san.

Sin más, que disfruten.

Beta


 


[β]


 


Prólogo


 


 


Ellos eran un clan poderoso, puros por generaciones, siempre alfas con características especiales, casi siempre albinos, tal vez por el incesto, la poca variabilidad genética, más no había problemas de salud, no hasta ese momento.


 


 


Kagami era el alfa de los alfas, un tigre albino de gran tamaño, buena salud y fuerza, con una mirada aterradora, quien, se volvía un gatito al lado de su esposa, su hermana mayor por casi nueve años, Riko, que ahora le tenía en el regazo; Taiga estaba pegado a su vientre como niño pequeño, emocionado por cualquier movimiento del que sería su primer hijo “Apenas tiene cuatro meses” la castaña no paraba de decírselo, más al menor la sola idea de que en ese casi imperceptible vientre se formara una vida no dejaba de fascinarle, incluso hacia que sus orejas y cola salieran para moverse –ésta última de forma frenética –sacándole risas a la mujer, que se lo contagiaba a él, y estaba bien, que rieran todo lo que quisieran, que se olvidaran del lugar en el que estaban, que se cegaran del color blanco que los envolvía, del olor a antiséptico, del sonido de las maquinas que la mantenían con vida.


 


 


Kagami sabía que Riko pronto lo dejaría, ella es un alfa y daría a luz a otro alfa a costa de su vida, tal como su madre lo hizo al tenerlo a él, tal como su mamita a su papá, tal como su abuela a su papito, las mujeres del clan morían al dar a luz a un varón, al enterarse del embarazo rogó a todos los dioses conocidos por que fuera una niña, se arrodilló ante una fuerza que creía existía durante todo un mes, hasta que la salud de la castaña decayó, rompiendo su fe, allí lo supo, era un varón, un alfa venia en camino, sintió rabia, luego tristeza, ahora, una mezcla entre las dos, porque amaba a Riko, la amaba como no tienen idea, eran pareja desde que él había nacido, ella prácticamente lo crio y ahora iba a perderla, se abrazó aún más fuerte a la esbelta figura, ocultando su rostro, sus lágrimas, sintiendo las frías manos revolver su cabello, en esos momentos deseaba morderla, marcarla, morir si ella moría, más seria en vano, le causaría un dolor que la mujer no podría soportar en ese momento, rompería las reglas del clan por nada “Solo a la destinada has de morder, de lo contrario vas a perder” perder ¿qué? Se lo había preguntado muchas veces ¿Su cordura? Eso ya estaba en el fondo del abismo, se burló de sí mismo, debió hacer caso a esa rima, lo había hecho, lo hizo tantas veces que perdió la cuenta, con el mismo resultado, la mordida desaparecía días después en medio de un dolor incomparable para Riko, haciéndole sufrir a él también.


 


 


Desde que Riko fue ingresada, él no se separaba de ella poniendo su mejor cara ¿Qué seria ese niño? Riko, o Aida Riko, era un ángel –rio –una Furia, una de las contadas que quedaba en el planeta y él un tigre, tal vez el niño fuera un tigre alado o una –muy improbable –quimera, aunque también los antepasados entraban a la ecuación ¿Qué seria? ¿Qué apellido tendría? En el clan el apellido era puesto luego de ver a la criatura que representaba “Aida” eran las furias, “Kagami” los tigres, cada apellido para una particularidad, dependiendo del color y el tipo, y su familia estaba plagada de variaciones, nunca se sabía lo que iba a salir, Taiga tuvo que descartar con pesar el que fuera una furia, solo las hembras podían serlo, esperaba que al menos perteneciera a la familia de los félidos.


 


 


Se levantó para mirar los ojos de su amada, la sonrisa fue dulce, besó los belfos con ternura, la recostó en la cama que hacía de camilla, el sol se ponía, era hora de dormir, la abrazó, lo hizo lo más fuerte que pudo sin lastimarla, ocultándola en su pecho, acariciando sus cabellos, besando su frente hasta caer dormidos.


 


 


Con siete meses el vientre seguía casi plano, cosa que era en demasía preocupante, aún más por la salud de Riko, la desmejora era notable, poco quedaba de esa mujer risueña, conectada a innumerables máquinas para al menos respirar, el cuerpo se había consumido hasta estar casi en los huesos, tan pálida, tan delgada, tan frágil y aun así para Kagami seguía siendo la mujer más hermosa del mundo, se quedaba a su lado noche tras noche, día tras día, sujetando las esqueléticas y heladas manos, susurrándole palabras de amor, esperanza y fe; no quería dejarla ir, pero sabía que era imposible, recordó el nombre que su esposa había elegido, le hablaba de las cosas que haría con él y de cuanto le gustaría que estuvieran todos juntos, prometía maravillas, aun sabiendo que Riko no podía escucharlo, que su conciencia hace meses se había ido, que ahora solo era un contenedor del niño, siguió hablando hasta romperse, como en cada noche lloró, no lo soportaba ya, apretó esas manos entre las suyas y se desahogó, ya no más sollozos o intentos de retenerlo, gritó con toda su alma, desbordando el mar de sufrimiento que llevaba dentro hasta caer en la inconciencia.


 


 


Los fuertes sonidos le despertaron, llamó con urgencia al doctor, Riko fue socorrida de inmediato “era hora” pensó con dolor, su pecho se estrujó sin piedad, se apresuró a la sala de espera, no podía contener los espasmos de nerviosismo en su cuerpo, los de pánico en su piel, la ansiedad lo carcomía, quería correr, levantarse y recorrer el hospital, los minutos parecían horas, las horas una eternidad, más todo terminó al verle, las puertas se abrieron, una enfermera cargaba un bultito, se levantó tembloroso recibiéndolo, lo supo al mirar a la enfermera, era hora de decirle adiós a Riko, cerró los ojos tratando de ocultar lo que sentía para mirar al bebé, tan pálido, tan pequeño, tan débil, sin ningún olor, sin presencia, era un beta, y según le dijeron moriría en pocos días, sonrió, no sabía qué más hacer, aun así, haría todo lo posible por que viviera, se lo debía a Riko, acarició las lanas celestes, las facciones fantasmales.


 


 


-Hola –saludó con voz ronca –soy papá –hizo un intento de sonrisa –un gusto conocerte… -sorbió –Tetsuya.

Notas finales:

¿Qué les pareció? ¿Quieren continuación?


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