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MA-nimal por RedGlassesGirl

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Notas del capitulo:

Advertencias: Puede que no lo parezca en un principio, pero la historia se va a poner más violenta a medida que avance y las escenas de muerte son gráficas y crudas. No incluye la muerte de personajes principales. A pesar de que es terror, también es sátira y comedia, con muchas referencias a cultura pop.

¡Feliz Halloween!

MA-nimal - Capítulo 1

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Las calles estaban oscuras. El ambiente pegajoso del aire se adentraba por sus pulmones llenándolos con una maraña pesada de olor poco agradable.

Lo que había en los recovecos de las grietas de las paredes y el piso tenía un aspecto muy feo. Fluidos innombrables,o inimaginables tal vez. Teniendo en cuenta el riesgo que era pensar demasiado en ellos, y terminar agregando otra sustancia repugnante vaciando su estomago sobre ellas, no quiso mirar mucho más eso.

Esta calle, este barrio. No tenía nada que ver con cualquier lugar que haya visto en Japón o Shin Makoku, lugar dónde sucede esta historia. Parecía más un callejón salido de una película de Hollywood en China Town; una película exageradamente racista, y si se podía también, de terror.

La niebla formada por el humo que salía de las rejillas de ventilación de los restaurantes no ayudaba tampoco, lo hacía sentir el nuevo protagonista de Silent Hill. Pero Yuuri no tenía una linterna, y menos un cuchillo. Lo único que tenia era un Murata Ken a su lado, y no era muy útil a menos que sea la hora de los puzzles.

El lugar no era de su agrado, pero Yuuri y su acompañante simplemente permanecían ahí merodeando, observando las tiendas. La curiosidad mato al gato, pero no lo podía evitar, no se sentía lo suficientemente incomodo para irse y no tenía idea de por qué.

En su sano juicio hubiera pensado en meterse en un lugar así, y no lo había hecho a conciencia en realidad. Dos vueltas mal en el camino y habían chocado con el primer restaurante alumbrado por lamparas de colores vivos y un ambiente nocturno del bajo mundo.

Tenía una vaga idea en su mente de las encrucijadas de las calles, vívida pero algo borrosa a la vez, formando un pequeño laberinto de idas y venidas en las que por momentos estaba totalmente seguro por donde salir de allí y por otros el paisaje lo turbaba y llenaba de dudas.

Cada pequeño pasillo extra o cada callejuela lo hacían titubear. ¿Se estaba metiendo más y más en la enredadera donde se quedarían atrapados, o aun sabia donde estaban parados? Apretó las manos dentro de su chaqueta de los Shinma Lions y continuó caminando a paso desinteresado, el mejor que podía mantener.

Ambos chicos llevaban las capuchas de sus respectivas ropas puestas, y el rey tenia un par extra de anteojos que usualmente no usaría. La salida al pueblo se convirtió en una semi aventura en el momento en que perdieron a Josak y Conrart. Un poco adrede, un poco sin pensar que terminarían en un lugar como este.

Un hombre de malas pintas miró a Yuuri mal al pasar, una mujer invito a contraer negocios turbios a Murata entre muchos halagos que sonaban sospechosos en una esquina, y varias chicas de ropas flojas intentaron convencerlos a ambos de entrar en un bar. La verdad, no podría elegir cual situación le había incomodado más.

Necesitaba salir de ahí, tomar una calle principal, caminar a la avenida y salir a un lugar donde encontrar un par de soldados o un carruaje de vuelta al castillo. Este no era lugar para curiosear, no a esta hora.

Tal vez algún otro día, mes, o año, cuando la luz del sol estuviera resplandeciendo sobre sus cabezas. Aunque por un momento imaginó que la vida de ese lugar moriría proporcionalmente a cada una de las luces de color y otras farolas sobrecargadas que se apagaran.

Sin saber porque, Yuuri de repente se detuvo. Por un momento se lo preguntó a sí mismo, como exigiéndole a su inconsciente la explicación por qué cesaron sus funciones motoras. Antes de formular una pregunta de la que no obtendría respuesta, perdió la mirada en el aparador de una tienda.

Juguetes.

Pero no venidos de un mundo feliz de colores, alegría y pomposidad.

Este mundo era diferente, el de los renegados, las cosas extrañas. Como un circo, donde todo lo excéntrico termina recopilado. Hasta cierto punto era aterrador. Observo un payaso: cuerpo de lana, cabeza, manos y pies de cerámica.

Jamás le habían gustado demasiado los payasos, pero nunca les dedico mucha atención. Ahora comprendía porque cierta gente tenía una seria fobia hacia ellos, que nada tenia que ver con la ultima remake del clásico de Stephen King. Si su padre de pequeño le ponía algo como eso en su cuarto, seguramente hubiera terminado durmiendo en el jardín de por vida.

—¿Quieres entrar? —preguntó Murata Ken, con un tono que intentó ser jocoso pero que en realidad cargaba varias dudas.

La campanita antigua y llena de polvo sonó cuando se abrió la puerta, el olor a viejo y encierro le invadió las fosas nasales destapándoselas. La iluminación era escasa, pocas lamparas en las paredes proyectaban haces de luz amarillenta sobre todo el lugar, que ya de por si parecía solo conocer la gama de los marrones, terracotas y ocres. ¿Por qué aun nadie inventaba alguna clase de bombillas en este mundo? Luz blanca y potente.

Caminó entre las estanterías observando el sinfín de objetos extraños mientras su amigo tomaba otra ruta haciendo lo mismo. No solo juguetes, ahora también encontró antigüedades que se abarrotaban en los rincones. Desde alhajeros y adornos de mesa, hasta una que otra chatarrería vieja y aparentemente inservible. Lo que no era cubierto por una fina capa de polvo estaba contaminado por el oxido.

Tragó fuerte y dudó cuando al dar media vuelta se encontró de golpe con un cráneo de algún animal pequeño a la altura de su cara. La garganta le sabia áspera, y su corazón parecía ausente en su pecho en vez de activo latiendo asustado. Ignoró eso y continúo por donde venía. Por segunda vez en esa noche se quedó parado inmóvil en el lugar, sus pies pegados al piso.

Miro de reojo todo a su alrededor, no sentía nada extraño. Por más que se esforzara no obtendría poderes paranormales, aunque fuera o no el Rey de los Demonios, nunca detectaba las energías malignas —o de ningún tipo— cuando se lo proponía. Apenas hace poco había tenido la decencia de ponerse a practicar majutsu, con resultados no tan prometedores como esperaba.

Resignado, Yuuri avanzo un par de pasos más. Le aliviaba sentir que podía caminar, que tenía el control de su cuerpo. Sus paranoias rozaban lo inentendible. Esto no era un videojuego donde un agujero negro te traga de improvisto, te hechiza un alienígena, una chica linda sale de una televisión, o algo parecido —dejando de lado que a él se lo tragó un inodoro y ahora era el Maou, claro—.

Pero este joven rey seguía teniendo ese tipo de fobias a lo inimaginable todo el tiempo, en todo lugar. Aunque siendo una tienda como esta podría perdonárselo, aquí sí parecía que de cualquiera de esas cajas a sus pies saldría una mano huesuda que tirara de ellos.

Justo cuando terminaba de fantasear con dedos verdes y fríos en sus tobillos, vio en lo más bajo de un estante a la derecha la mítica mano de mono cubierta de telaraña. "Bueno, me estaría pareciendo que es hora de irnos~", canturreó en su mente intentando sonar casual y simpático para sí mismo.

—¿Qué pasa, Shibuya, te ha dado ganas de ir al baño?

—¡No! Y no me preguntes eso. Oye, Murata, ¿no se te hace este lugar un poquiiito raro? Además —Yuuri bajó la voz considerablemente y se inclinó hacia su amigo que le siguió el juego—, mira al tipo ese que parece el dueño ahí sentado. Está como fosilizado.

El hombre susodicho era un mazoku al cual el rey intentaba calcular la edad con dificultad, se decidió porque podría rondar los cuatrocientos años o más. Eso se le hacia super raro, no se podía acostumbrar a esto de la edad multiplicada cinco veces.

—No te pongas nervioso, es normal. Y al señor no le pasa nada malo, a juzgar por como duerme tranquilo su siesta se podría decir que este barrio no es tan feo como pensamos. Hay tiendas como estas en todas partes, incluso Japón.

Claro, siesta de noche con la apariencia de la difunta y momificada Alazon la madre de Saralegui. Yuuri se dio una patada mental por pensar eso y le pidió disculpas en su mente a la pobre señora que nunca conoció en vida.

—No se que clase de lugares frecuentas tu, pero yo dudaría de eso.

—Tsk, eres muy paranoico. Aunque tu siempre guardián Lord Weller no está aquí, ni a quien me asignaron a mi tampoco, ¿crees que yo te dejaría entrar a un lugar peligroso? —Murata levanto ambas palmas abiertas frente a él e hizo una mueca—. Ni aunque tuviera un arma podría hacer demasiado para protegerte.

—Lo se, lo tuyo es el cerebro. Pero todo sigue siendo muy raro.

—Mira eso, ahí en la esquina del techo. ¿Puedes verlos, los cables? Y eso de allá también, y toda la decoración en esa pared. No es solo la mercancía, está todo decorado a propósito, y es un poco fantoche.

—Creo que lo que no me gusta son todos esos animales disecados.

—Mmm, no me habías contado que viste un circo de animales exóticos una vez, que había un dragón zomozagori embalsamado o algo.

—Esa historia termina con alguien golpeando unos guardias con una cabeza de exposición embalsamada para permitirme escapar...

Viejos recuerdos, viejas aventuras. Los animales en este lugar estaban duros al igual que aquellos, aunque otros no parecían tan disecados. Yuuri juró ver moverse algo por ahí a la derecha, pero no pudo comprobarlo. Para cuando le dio la espalda, lo que consideró una estatua de adorno demasiado realista lo siguió con la mirada, tieso y con las manos rugosas y ásperas como el cuero aferradas a la estantería. La mascota del lugar no era un gato. Lo que sea que era, escapaba hasta de la librería de datos mentales del Daikenja.

Mientras Yuuri miraba alrededor nervioso con las manos en los bolsillos estirando su sudadera que emulaba perfectamente a una de la Tierra, Murata se entretenía revolviendo la parte más baja de los estantes a unos metros.

—¡...Mira lo que encontré! Ugh, coff, coff...

Para cuando Yuuri se dio la vuelta, ya era demasiado tarde, el mecanismo se había activado y lo que saltó de repente de la caja que sostenía en las manos su amigo le hizo dar un respingo. —¡Uwaaa!

Era una viborita de tela con ojos saltones.

Murata rió con fuerza. —¡¿Qué te pasa?! ¡No era para tanto!

Abochornado, el chico beisbolista cambio su pose rápidamente, desarmando el abrazo a si mismo y enderezándose como si nada hubiera pasado. Enojado, le dio una cachetada al resorte. —¡Cállate! Solo me tomaste desprevenido. Estúpido juguete, estúpido Murata.

—No sabia que eras tan susceptible.

—Es culpa de mi madre por siempre nadar hablando de cosas sobrenaturales. No soy así de supersticioso.

Mientras charlaban un rato sobre algunas anécdotas, Yuuri continuó mirando los estantes ahora más relajado. Quisiera o no, el susto lo había aflojado. Luego de separarse de su amigo una vez más pasado un tiempo, en la punta de una estantería al fondo encontró una caja con agujeros que le llamó la atención.

El cubo estaba hecho de madera oscura, sin ser demasiado grande o chica, más o menos del tamaño de una pelota de fútbol. Pero Yuuri tenia cierta historia personal con las cajas malignas, así que en general los objetos de cuatro lados le causaban algo de repelencia. Esta no era la excepción.

A pesar de eso, se sentía curioso. Esos agujeros en la parte superior del lateral eran bastante grandes, como un colador poco útil, lo cual daba a entender que eran para otro propósito. Dentro tenia que haber algo vivo.

Se moría por ver dentro. Aunque, tal vez podría ser una araña o algo completamente desagradable. Tampoco habían pequeñas garras que asomaran por las aberturas aunque estuviera esperando verlas.

—Ohh~ —la voz que le interrumpió de su lado derecho lo sobresaltó de repente, vieja y rasposa como una mala grabación en VHS—. Así que lo has notado, mmr, claro, claro, debe se ser por algo. Déjame mostrarte eso niño, mmr.

—Realmente no tiene que molestarse.

—No es molestia, no, no, mmr. —Ese carraspeo que hacia el viejo lo estaba poniendo más nervioso, no veía a Murata por ninguna parte—. Es único, uno en un millón, realmente especial.

—No es la misma caja que estoy viendo ahí más atrás, hay unas cuantas-...

—Esas están vacías, mmr.

—Qué conveniente —susurró el rey.

Cuando el hombre tan añejada como las cosas de su tienda sostuvo la caja en alto para que la vea, se vio obligado a agacharse un poco e intentar echar un vistazo con un ojo por uno de los agujeros. A cierta distancia, por precaución. Dentro de la caja, el destello de una mirada le dio escalofríos, enderezándose de repente.

—Puedes abrirla, no se mueve, mmr.

Con muchas dudas, Yuuri terminó por aceptar. —O-ok... —La tapa con bisagras no tenia ninguna clase de cierre, solo al echarla hacia atrás se abrió suavemente sin rechinar—. ¿Qué es esto, un muñeco? —preguntó al ver que el pelo del supuesto animal era opaco y sin vida, las orejas de otro material sobresalientes parecían de cuero.

—Es un juguete de compañía —le corrigió el hombre cuyo gorrito cuadrado ahora le comenzaba a resultar gracioso.

—¿Qué era eso... cómo es que se llamaban? —de repente comentó Murata acercándose por una esquina con las manos vacías pero sucias de polvo—. Ese muñeco que era tan popular... ee, ¿Furmy?

—Ah, los Furbies. Se llamaba Furby, claro.

—Es extrañamente similar. Que raro, ¿no? Estamos en otro mundo y todo pero algunas cosas son las mismas, aunque no lo hubiera esperado de esto.

—Cierto, aunque se ve bastante diferente, como una versión steampunk —comentó el Maou dándole una vuelta, en la parte trasera tenia una pequeña cola del mismo cuero arrugado que las manos, pies, hocico y orejas.

—Es ciertamente un ítem muy particular, de pura colección, ¿mmr?

—Y viene con especificaciones, ¿acaso? Como no darle de comer después de las doce, o nada de bañarlo...

—No es como un animal vivo —aclaró de nuevo el señor con muchas ganas de ganarse una venta—. Aunque si no se le da cuerda de vez en cuando se le arruina el sistema y si no lo lavas se llenará de pulgas.

De un minuto a otro, Yuuri tenía cien pesos menos en el bolsillo y una caja muy vieja sin etiqueta abajo del brazo.

—¡Muchas gracias por su compra~!

Dándole la espalda al alegre saludo de una persona un poco más rica, Yuuri se quejó por lo bajo hacia su amigo. —Pero que robo, con este dinero comemos y bebemos toda la noche en el bar de Josak.

—¿Si no querías pagarlo para que lo compraste? Ahora no te quejes. Es un regalo inusual para una niña.

—Ah, ¿esto? No es para Greta.

—Entonces para quién. No veo que sea el tipo de cosas que le gusten a Lord von Bielefeld. Y si es para mi, lamento decirte que paso, gracias. Preferiría una figura de colección de otra cosa.

—Aunque tendré en cuenta eso para tu cumpleaños, no es para ti, ni tampoco para Wolfram. Se lo compré a Gwendal. Estuve cometiendo muchos errores con el papeleo últimamente, y me enteré que estaba triste porque se murió un cachorro en una camada de sus gatitos hace poco.

—¿En serio? qué pena. Pero no me parece que von Voltaire sea la clase de persona que le gusten esas cosas.

—Pues empieza a creerlo, para que cuando lo conozcas más no te sorprenda.

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—Me temo mi querido Majestad que lo han timado.

Lady von Karbelnikoff Anissina, la temida mujer conocida como Lady Veneno, colocó uno de sus finos y pálidos dedos sobre su barbilla con la otra mano sosteniendo su codo. Su espalda arqueada y su pose gallarda le daban presencia aunque fuera bajita.

—Este muñeco programado como mascota es tan solo una baratija muy popular de hace cincuenta años. Esa compañía hace mucho tiempo que quebró cuando pasó su época de gloria. Interesante idea, a las masas le gustaba, pero no lo suficiente para perdurar en la historia. En definitiva, ese invento fue un rotundo fracaso.

La forma en la que hablaba de otros inventos era muy similar a la que usaba consigo misma en algunos aspectos.

La cara de decepción de Yuuri con la boca abierta le dio pena internamente al mayor de los hermanos, pero su faceta exterior solo presentaba el fantasma de una arruga en el entrecejo. El hombre de ojos celestes tomó el muñeco, dejando que Yuuri aun sostuviera la caja que se tomó el trabajo de limpiar un poco.

—Un regalo de Su Majestad mismo, hmf, me siento honrado.

El tono irónico de Lord von Voltaire era el de siempre, pero a fuerza de costumbre Yuuri supo distinguir que su mueca torcida era una verdadera sonrisa.

La criatura de juguete extrañamente no desentonaba como adorno sobre el escritorio del mazoku adulto. Apartada en una esquina junto al tintero, su color oscuro era símbolo de belleza. Aunque para Yuuri al verlo ahora ahí, era un tanto aterrador, especialmente ese hocico de cuero y el borde en sus ojos que le recordaba a un chimpancé bastante más feo. No ayudaba que, en alguna clase de intento vano de aportar realismo, alguien había decidido esculpir dos hileras completas de dientes en el mecanismo interior de su boca.

Pero si a Gwendal le gustaba... Y además, lo que valía era la intención.

—Pero de verdad parece que le gusta esa cosa... —murmuró el joven Maou observando con cautela el aparato que hasta hora nunca se había movido.

La risa de Lord Weller a su lado era tan refrescante como siempre. —A Gwendal suelen gustarle muchos las cosas como esas, ya se lo había dicho, acariciables y tiernas.

—Dudo que sea demasiado lindo de acariciar, ya he tratado, es un tanto áspero. Como sea, Gwen, ¿has probado si funciona?

Günter, habiendo ya dejado de mordisquear su pañuelo con furia pensando que nadie lo había notado estar así de celoso, recobró la compostura. Golpeando suavemente un pilón de archivos sobre la mesa para ordenarlos y agendándolos en la caja a su izquierda, se levantó con gracia de su escritorio.

—¿Debería servir algo de té mientras probamos el curioso objeto mecánico que ha conseguido Su Majestad?

—Creo que estás siendo demasiado delicado con las palabras Günter, es solo un juguete —comentó Yuuri—. Tiene un manual, fíjate ahí en la caja.

—Se ve bastante extenso —comentó impresionado Conrart mientras su hermano mayor pasaba varias páginas.

—Es bastante más complejo de lo que esperaba, pero según esta parte, simplemente funciona a cuerda.

Hubo una especie de suspiro de alivio mental de parte del regente y el secretario que ni el Maou beisbolista o el León de Ruttenberg pudieron entender. Se basaba en cierta tensión mental que ambos poseían por ser sujetos de experimentos para maquinas a base de maryoku. Unos simples engranajes eran buena noticia.

—Darle cuerda con veinte vueltas cada cinco horas, no mojar sin retirar la caja interna, activar de a una seña a la vez para evitar fallos. Eso es lo que dice la página cinco.

Entonces Gwendal hizo a un lado el manual en la mesa y dio la vuelta el muñeco revolviendo la piel de la espalda, la cuerda era apenas visible. El té humeante se fue sirviendo en cada taza a medida que contaban las vueltas.

—No está haciendo nada —se quejó Yuuri al ver que el Furby del mundo de magia y espadas no se movía sentado en el escritorio—. Rayos, Conrart, mañana acompáñame a pedir el reembolso.

—Espere un momento Su Majestad, hay muchas más instrucciones en este programa. —Günter pasó varias páginas y se quedó observando una parte mientras le daba un sorbo a su té, verlo con el cabello recogido y sus lentes de lectura de esa manera lo hacia lucir sumamente digno a diferencia de su modo enloquecido—. Mm, mm, ya veo. Los comandos son una serie de señas con las manos, y luego otras más complejas incluso con palabras. Haz esto frente a sus ojos.

Gwendal imitó la seña con dos dedos para abajo moviendo la muñeca de derecha a izquierda como le indicó.

—Bobibo buu...

—¡¿Qué?! ¿Esa cosa habla? Y está haciendo los mismos ruidos estúpidos... es decir, los mismos ruidos característicos del que yo conocía. ¿Qué está diciendo Günter?

—El manual ciertamente incluye un diccionario, pero según las notas, los primeros sonidos no tienen sentido. Son solo balbuceos. Con el tiempo puede aprender cierta cantidad de palabras reales.

—Es cómo un bebé.

—Hay que concederle que es algo lindo —comentó Conrart.

Para ese momento, habían perdido a Gwendal en otro planeta mental. Lo que había sido un regalo sorpresa bastante soso se había transformado en lo que en días subsiguientes seria una tremenda obsesión.

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—Esa cosa te esclaviza, deberías ver como anda Gwendal, pero él lo adora así que no es que vaya a decirle nada —le dijo Yuuri a su mejor amigo.

—Bueno, si Lord von Voltaire le gusta, ¿qué tiene de malo?

—Nada, nada. Lo que pasa es que me sorprende lo parecido que es a un tamagochi, los recuerdas, esas cosas redonditas que adoraban las chicas.

—No eran solo para chicas, yo tenia uno —se quejó Murata, recordándole con la mirada que tenia una mente muy cerrada como siempre.

—Si, bueno, yo también tuve uno. Azul con un dinosaurio, pero me duró tres días y se murió, lo resetee unas cuantas veces más y no hubo caso, así que eso fue todo.

—¿Pero no te levantas todos los días super temprano Shibuya? A la mayoría se le moría porque esos horarios eran una locura.

—Se me murió porque no le limpiaba la caja de arena... o lo que sea. Mi historia con los tamagochis es bastante breve, pero digamos que gracias a eso sobreviví la moda. Aunque hubo una chica en mi clase de secundaria baja que lo tuvo como por dos años, no se hasta que punto era una adicción.

—Lo que a mi me impresiona es que le aguantaran tanto las pilas. Pero pensando en eso, el que tiene von Voltaire es a cuerda, es decir que es eterno. ¿Cuanto crees que le dure?

Entrando por la puerta, Lord von Bielefeld Wolfram tomaba casualmente la mano de una curiosa Greta contenta de ver tanta gente aquí esta noche.

—¿Qué dure que cosa? —preguntó el ex príncipe.

—Otra vez te haz traído almohada propia y todo... —murmuró Yuuri al ver una escena que en realidad era bastante cotidiana para este entonces—. Estábamos hablando del juguete que le regalé a Gwendal.

—Ah, he escuchado hablar de eso a Weller, pero no lo he visto aun.

—Gwen está totalmente cautivado con él. —El segundo hijo, Lord Weller Conrart, tranquilamente molía un puñado de granos de café tras otro sentado en uno de los sillones individuales frente a la mesa de té.

La pequeña princesa se apresuró a ir directo hacia su joven padre adoptivo, y colgándose de él de una manera adorable, lo miró directo a los ojos.

—Yo también escuche sobre el juguete, ¡quiero verlo! ¿Podemos ir a verlo ahora? ¿Puedo tener uno?

Con toda la pena del mundo, Yuuri se negó. —Lo siento Greta, es el único que conseguí que andara, aunque prometo ir a la tienda a revisar de nuevo por las dudas. O tal vez Anissina pueda hacer algo al respecto si consigo otro. —Y de paso, si es que no andaba, el rey pediría un buen descuento para compensar el robo del que ya había comprado—. Y no creo que Gwendal esté disponible a esta hora, mejor lo vienes a ver mañana a la oficina.

—¿En serio puedo ir a la oficina? —preguntó esperanzada la niña.

Haciéndose rogar solo por diversión, Yuuri hizo como si lo meditara y fuera un tema sumamente importante. —Solo durante el receso para los bocadillos.

Padre e hija rieron cómplices, y aunque la sonrisa de Wolfram lo delataba, le susurró al oído al rey por la espalda un regaño como un secreto. —La mimas demasiado.

—Oye Murata, —dijo Yuuri ignorando el comentario pero intercambiando una mirada cómplice con el mazoku rubio—, estaba pensando que esa cosa también se parece a ese animal de esa película vieja de terror... ¿cómo era que se llamaba? El que no le das de comer a las doce y no le tiras agua.

—Los Gremlins. Un clásico, no sabia que tenias esos gustos, Shibuya.

—Fue el insoportable de mi hermano el que insistió en que la vea. —Era Shouri el de los gustos medio frikis, pero Yuuri tenia malos recuerdos y murmuró para si mismo—: Aunque era una terrible elección para un niño de cinco años...

Hubieron un par de noches en las que un pequeño Shibuya no pudo ir al baño en la oscuridad.

—No hablen de cosas que no entendemos, es de mala educación —se quejó Wolfram.

—Bueno, bueno. No tienes porque enojarte, Wolf. Vamos a la mesa que ya casi está el café y te contaré la historia. Tu también Greta.

—No me gusta el café, es demasiado amargo —vino la segunda queja del chico orgulloso.

—Ya te pusiste caprichoso.

—¿Qué tiene de malo dejar en claro lo que no me gusta?

—Fiu~, veo que la tienes difícil, Shibuya. Pero igual es algo lindo. —El comentario del reencarnado Daikenja hizo que se ganara una mirada fulminante de los ojos verdes, pero como siempre, Wolfram no dijo una palabra al respecto.

—Le he puesto leche y bastante azúcar, también algo de crema y canela, ahora debería estar bien, ¿verdad, Wolfram?

El chico apretó los labios pero termino aceptando la primera taza humeante que le ofreció su hermano. —Hump.

Conrart rió a sabiendas de que se quedaría callado un buen rato. Y así el mazoku tomó asiento, sosteniendo su taza y dando un pequeño sorbo de prueba, lo único malo parecía ser que aun estaba demasiado caliente. La pequeña princesa se sentó a su lado y esperó ansiosa una segunda versión personalizada y dulce, pero sin canela.

Yuuri y Murata tomaron asiento en el sofá en frente del padre mazoku y la hija, dejando al segundo hijo en la cabecera para continuar su papel de barista.

—¿Van a contarnos un cuento? —preguntó Greta mirando a los dos chicos de cabello y ojos negros.

—Algo así, en realidad es una película.

—La palicula que es como un libro animado mucho más divertido.

—Si, pero por favor no imites la pronunciación de Wolfram. Como sea, es una película bastante vieja de terror.

—¿De terror? —Los ojos de Greta brillaron de la emoción. A los niños les encantaban las historias de terror, es por eso que muchos de los libros de Lady Veneno eran tan populares entre los mas pequeños.

—Pero también tiene un poco de comedia, es algo satírico —aclaró Murata.

Luego de darle un sorbo a su taza, Yuuri la dejó en la mesa para mirar con una actitud un poco actuada a su hija y también a su prometido, que aunque quisiera esconderlo estaba tan a la expectativa como Greta de lo que venia a continuación.

—Entonces —comenzó a recitar Yuuri teátricamente—, en un lugar bastante lúgubre de los barrios bajos había una pequeña tienda de antigüedades y cosas raras. Un inventor necesitaba un regalo para su hijo, y de casualidad llegó a esa tienda.

—Un inventor, ¿como Anissina?

—Si, de hecho, todo lo que inventa es bastante cuestionable y funciona raro, pero volveremos a eso luego. Este hombre descubre una caja en esa tienda, atraído por un dulce canto que venia de ella. La canción es de una criatura muy bonita que estaba encerrada dentro, y al verla decide comprarlo de inmediato.

—¿Como es la criatura? ¿de verdad es tan bonita?

—Si, es adorable. El juguete de Gwen se parece apenas un poquito, porque este animal es mucho más lindo. E inteligente, puede cantar y también puede decir algunas palabras.

—Eso no suena realmente terrorífico —comenta Wolfram.

—Apenas estamos empezando la historia, son menos de veinte minutos de película Wolf.

Conrart rió mientras rellenaba su taza. —Wolfram tiende a ser un poco ansioso a la hora de escuchar cuentos.

—Si ya lo se —dijo Yuuri mirándolo fijamente, a lo que el chico solo le corrió la cara y prefirió dedicarse a arrimarle su taza vacía a su hermano en silencio—. Entonces, el hombre logró comprar al animal a pesar de que el anciano dueño de la tienda no quería venderlo. Pero antes de irse, recibió una advertencia importante. Eran una serie de reglas que tenia que cumplir sí o sí. No darle de comer después de las doce, no dejar que le de la luz y no permitir que lo toque el agua.

—¡Al revés que las planta! —exclamó Greta—. Pero las plantas no comen, hacen la fo-to-síntesis.

Para ese momento, todos estaban riendo en secreto, especialmente los dos padres adolescentes que podrían derretirse por dentro escuchando hablar así a su hija. Como Yuuri estaba distraído, Murata continuó por él.

—Pero claro que no todo es color de rosas, y las reglas existían para algo. Y obviamente alguien iba a romperlas. La luz no era problema, simplemente le causaba daño al pobre animalito, pero darle de comer si causaba problemas, y lo peor era el agua. Cuando por error le cayeron encima unas gotas, bam, bam, bam, bam, ¡un montón de pelotas peludas saltaron para todos lados mientras la criatura gritaba de dolor!

Yuuri hubiera cuestionado su manera de contar la historia y la probable falta de un rating ATP en la descripción de la cinta, de no ser que Greta estaba completamente atrapada por la teatralidad del Daikenja. Reía a carcajadas ahora que el chico había rodeado la mesa e hincado su dedo una y otra vez en la panza de la niña al ritmo de sus onomatopeyas. Lo dejo que continuara.

—Y así es como ahora habían más criaturas, porque se quintuplicaba con el agua. Aunque intentaron llevar una con un científico, ni siquiera la ciencia podía definir que eran. Y como les habían dado de comer después de las doce, estos raros animales entraron en un estado de crisálida. Justo como los osos abeja, pero mucho más aterradores.

En este punto de la historia, la atención de los otros dos adultos que no sabían sobre la trama estaba posada en Murata. En el momento en que Yuuri tomó las riendas otra vez, los tres pares de ojos giraron hacia él de inmediato, dos adultos y una niña.

—Como dijo Muraken, lo que salió de adentro de los capullos no era para nada lindo. El animalito adorable ahora se había vuelto baboso y espinudo, con una piel de reptil con manchas oscuras y unos ojos amarillos, una boca llena de dientes, enormes orejas arrugadas, pequeñas colas de tortuga y manos con garras afiladas. Y lo peor de todo, eran tan o más inteligentes que antes.

—Eso probablemente suponía el mayor problema —comentó Conrart.

—¿Qué tan inteligentes? —preguntó curioso Wolfram.

—Lo suficiente para gastarles bromas pesadas a todos en el pueblo. Bromas fatales para más de una persona. Y así comenzaron a destruir todo los pequeños monstruos llamados Gremlins. Armaron caos en las tiendas, se metieron a las casas, condujeron vehículos y los chocaron, incendiaron cosas. Eran una plaga total.

—Y cada vez eran más —agregó Murata—, porque su líder malvado decidió continuar reproduciéndose sin parar hasta que llenaron una sala de cine completa. Así es como el hijo del inventor y una chica tuvieron que decidir un mejor plan que deshacerse de ellos uno por uno, y plantaron una bomba en ese lugar donde estaban todos reunidos.

Adueñándose del final como del principio, Yuuri cerró la historia. —Pero el líder aun estaba vivo y continuaba a las andadas, por lo que tuvieron una ultima feroz batalla en una tienda departamental y lo eliminaron de una vez por todas gracias a una potente luz que lo fundió por completo hasta los huesos.

—Sip, había moco y babas por todas partes, con el esqueleto moviéndose en medio. —La interpretación de Murata del movimiento se ganó una risa por parte de los más grandes, pero Greta estaba más impresionada por lo otro.

—Uig, que asco.

—No se que me gusta más, si esta o la de Alien vs. Predator —se preguntó Conrart.

—¿No hay una manera de que podamos verlas? —preguntó Wolfram a cualquiera que aportara una idea.

—¡¿Podemos verlas?! Yuuri, ¿de verdad podríamos verlas? —la emoción de Greta había alcanzado su máxima potencia.

—No lo se, es complicado, aquí no existe la electricidad. ¿Alguna idea Murata?

—Lo único que se me ocurre es una computadora portátil y rogar que alcance la batería, o de alguna manera tener a mano un cargador portátil ante una emergencia. Si realmente tomamos muchas precauciones podría funcionar traerla. Primero hay que ver si realmente es posible, pero estoy dispuesto a aportar la mía. Aunque cargador no tengo.

—No creo que Shouri se moleste tanto si desaparece su cargador una media hora.

Especialmente si nunca se enteraba quien se lo había llevado.

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Continuará...


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