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AZBEL por Mariposa23

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Sebastián ahora es algo más viejo, más paciente. Sus ojos ámbar han recibido la recompensa después de tanto tiempo. En forma de un amo, ardiente y sonrojado q duerme bajo él.
No sabe si se ha hecho humano, o si solo. Se ha vuelto débil. Al parecer no necesita saberlo tampoco. Solo vive, aquello q el destino a cocina para Ciel. …l es un demonio puro, él no tiene destino, por q no pertenece al mundo de los vivos, nuca fue humano o vino de alguno de ellos. Pero juega a q tiene uno. Cuando vive sin objeción y solo con resignación como si no pudiera hacer nada al respecto. Podría hacer algo diferente, pero, no quiere. Quiere quedarse, paciente, sereno y tibio si pudiera. Al lado de su amo. Que también ha cambiado.
Más q los dos juntos en realidad…
Tal vez Ciel solo necesitaba tiempo. O tal algo más.
Tal vez aprendió ahora q es eterno, q la vida se es demasiado larga como para vivirla amargado…
Tal vez está pensado en otras cosas y esta tan ocupado en ello, q se olvidó de sí mismo.
Así q sus existencias encajan. Juegan una con la otra, Ciel ríe a carcajadas si gusta, y él ya no solo ríe de manera tan malvada, ahora también se libera eh intenta liberarse siguiendo una sonrisa relajada...
Es extraño, otros demonios no lo entenderían. …l mismo hasta hace algunos siglos. Se hubiera reído en la cara de alguien q pensara así. El tiempo por si solo le mostro, lo equivocada q podía estar uno, aun q fuera demonio.
Lo más probable es q su larga estadía con Ciel le haya cambiado.
Esa alma tan particular, tenía q ser revolucionaria.
Ahora esta irreconociblemente “adormilado” en una enorme cama nupcial, de sabanas grises y colcha de plumas azul cobalto. Tiene el pelo largo libre y desplegado por el fondo blanco de la almohada, su pecho expuesto recita una respiración innecesaria pero serena.
A su lado, desde el ángulo horizontal, lo primo q aparecen son unas piernas flacas y no muy largas. Propias de un desnutrido niño de 13 años. Piernas q saben a leche, y q rebotan acojinadas, piernas a las a Sebastían se ha aferrado un millón de veces al calor del orgasmo, piernas q casi fractura cuando se hunde profundo y duro en su propietario. A esas piernas un poco más abajo. Le sigue un magnifico culo, redondo, firme y parado. Cada nalga se alza orgullosa sobre cada pierna, fingiendo ser un monte, con un valle entre ellas q promete ser lo más cercana al paraíso en la tierra para cualquiera. Una minúscula tele, quiere ser obscena, y cubrir en algo esa maravillosa exquisitez, se expande de recha a izquierda, pero fracasa dramáticamente, cuando las nalgas son tan grandes y respingonas, q solo consiguen cubrirle la mitad del trasero, y para colmo solo resaltar lo grande q es. Unas caderas redondas y comestibles, caderas blasfemas en las q él ha regado con sus frutos mil veces. Una cintura estrecha q amenaza con romperse, la espalda tersa, un lomo mínimo y delicado como el de un felino. Hombros pequeños q no se suelen sostener por si solos. Y matas de cabello azul, flotando contra el camisón blanco. Debajo de ese pelo, hay un par de ojos. Que por razones inexplicables, nunca perdieron el color azul y morada, ahora claro q es un morado algo cambiado, por q hay claras mesclas, de colores rojos y dorados también, pero el fuerte y fantástico resplandor amatista, impera. Al otro lado, el típico zafiro de los Phantomhive se alza orgulloso en su gloria de antaño. Las manos blancas, pequeñas eh inquietas, retuercen la tela bajo sus puños, con ánimos de entretenerse.
Sebastían se detiene hasta ahí, por q quiere acordarse. En q momento cambio tanto, quiere pensar si es posible o no. Ya no está seguro sobre nada.
Es q en este tiempo, ha habido tanto q le hecho dudar, sobre lo q debe pasar, a lo q puede pasar.
Nunca pensó él precisamente, ser parte de esta intriga tan humano. Pero ahí está.
En la cama con Ciel cada uno holgazaneando, perdido en sus pensamientos. Absortos uno del otro. Hasta q…
No es una palabra formalmente. Ni es un gran evento. Es más un gemido-balbuceo.
Solo eso basta para llamar la atención de ambos. Para q Ciel y Sebastián. Miren a la derecha, un poquito más arriba de Ciel.
Donde está, ese…
Ese bulto.
Pequeño, extraño. Autentico.
Un bulto q cabe perfecto entre sus dos manos juntas q le reciben, un bulto q cuenta con extremidades tan pequeñas q caben entre sus dedos y juega con ellos.
Un bebe.
Es suyo.
Es de Ciel.
Porque en algún momento. Humano o no. Paso lo impasable, en vez de lo probable.
El milagro, blasfemo. Antes q lo natural.
Y las caderas redondas y pecaminosas de Ciel, se anchearon y redondearon un poco más. Su cuerpo flaco adquirió tonificación. Y sus delicadas piernas en algún punto se prepararon para sostener algo más q su propio peso.
Ninguno de los dos pregunto q era, no hacía falta. Y de haber sido alguien más, de ser diferentes. Quizá, ambos se habrían asustado.
Pero son Ciel y Sebastián. Demonios, amo y mayordomo.
No encaja el espanto en medio.
Asique en silencio, y confundidos. Miraron como el vientre plano de Ciel tomaba una forma redonda, acompañada del pecho plano parecería la mitad de una pera para cuando Ciel llego a los 9 meses.
Mientras, ambos actuaban con sus cuerpos, como si les pasara lo más normal del mundo. Ciel pasaba de rato en rato de manera inconsciente, la mano sobre su vientre, como si confirmara q está ahí, ¿Quién exactamente? Sebastián no lo sabía. Como si calmara, así mismo o a lo q llevaba dentro, Sebastián, tampoco lo sabía.
Lo veía estallar en su ropa habitual, fruncir el ceño y quemar kilómetros a la redonda, con los labios aun bien cerrados sin emitir ni una sola queja, pero causando tales fenómenos naturales, q hablaban por sí mismo. Lo veía a veces como “¿melancólico?” mirando las inundaciones por lluvia q provocaba como si, el cielo llorara en vez de él. Lo tenía tan lujurioso q la tierra entera se hacía más fértil por esas noches calientes.
Sebastián conocía lo q un, un eso. Un embarazo. Podía hacerle al cuerpo humano.
Pero ignoraba lo q le haría a un cuerpo masculino, además de demoniaco.
Vio extrañamente como su amo, después de tantos siglos volvía a atragantarse de pasteles. Solo q ahora comía, de manera sobrenatural. Un banquete repostero de 300 postres para él solo.
En ese tiempo, Ciel no se quejó, ni Sebastián. Ignoraron los, síntomas, raros. Y también la crecida pansa q les impedía pegar sus cuerpos, hacerlo en algunas posiciones entre otras cosas como darse algunos besos.
Nadie dijo nada sobre eso. Hasta q una noche. Infernalmente cálida, (si de infiernos hablaban, Sebastián sabia lo q decía), con una tormenta tropical devastando afuera. Ciel comenzó a gritar.
Algo agudo, y tan adolorido. Que paralizo a Sebastián, y habría paralizado a cualquiera con o sin siglos de existencia.
Recuerda a ver visto como Ciel se tambaleaba, hasta una esquina húmeda por la lluvia aun así cerca del fuego de la chimenea, donde había regado barios cojines; y tal como un auténtico animal se echado a, parir.
Ciel se había arrancado las ropas, sobándose copiosamente, la punta de creciente su estómago. Gimiendo, sudoroso, y adolorido aparentemente. Ciel se había separado las piernas con las manos y comenzado a empujar. Liquido transparentoso escurrió de sus piernas y Sebastían, solo sintió, al igual q el instinto, acercarse. Para apoyar, a Ciel.
Y Ciel, Ciel tenía dignidad orgullo, abolengo. Ciel tenía miedo. Mucho, lo q en todo este tiempo estuvo conteniendo ahora salía a flote, lo q no sintió en siglos de existencia reaparecía con una fuerza abrazadora. Ciel no sabía de q estaba asustado, si de sí mismo, sobre como su cuerpo había cambiado, si sobre el hecho q tenía algo con vida dentro suyo, algo q le hacía humano de nuevo. O si sobre ese algo, ahora estaba a punto de “nacer”.
Asique Ciel se tragó el orgullo y se dejó ser ayudado por Sebastían, q parecía. Tener tanto miedo como él.
Sebastián estaba patoso. Sabía cuál era el desarrollo de un parto humano, donde tenía q ponerse y lo q tenia q hacer para ayudar, Sebastían era funcional.
Pero Ciel no era humano, no era una hembra y en resumidas cuentas, si todo o algo por lo menos fuera como debería ser, lo q Ciel tenía dentro llevaba una parte de si, la mitad de un demonio puro del infierno.
Asique Sebastián no sabía q saldría o por donde…
Se hacía una idea, no era tanto; y por q no lo era, nada le garantizaba la perpetuidad de Ciel, o de la, cosas, q albergaba dentro. Lo q Sebastián no entendía, era por q cualquiera de las dos perdidas, lo afectaba tanto, tan profundamente. Como si se tratase de su propia existencia amenazada…
Sebastián se arrodillo, y Ciel se puso de rodillas también solo q frente a él. Inclino el cuerpo hacia adelante y Sebastián supo q debía sostenerlo.
Los brazos flacos de Ciel tenían la fuerza de una legión demoniaca cuando se aferraron a su brazo derecho retorciéndolo, casi amputándoselo por tan fuerte q le agarraba. Sebastián no se quejó. Su otra mano se movió por sí sola, hasta apoyarse en la espalda baja de Ciel, desnuda y tensa la acarició leve mente. Y Ciel restregó algo más el rostro sudoroso contra su pecho.
Sebastián no veía nada de lo q pasaba ahí abajo, pero lo q si veía, era como una punta redonda iba resaltando de entre las nalgas bien dotadas de Ciel, junto a liquido q desbordaba y chisgueteaba.
Al fin de mucho rato, cuando a Ciel ya se le notaba algo más, de lo q estaba pariendo. Cambiaron de posición, Ciel se libró de él, empujo las caderas y el culo hacia el frente, y poniendo sus manos abiertas entre sus piernas, con Sebastián aun sujetándole por lo hombros para q no cayera y mirando atento donde las manos de Ciel parecían esperar algo. Fue después de mucho líquido de color rosa pálido, después de un sinfín de gritos eh improperios de parte del niño q estaba pariendo, después de q Ciel afirmara odiarlo por dejarlo en estado. Fue después de muchas lágrimas q Ciel, recibió lo q sus manos esperaban.
Un cuerpo pequeño, cubierto de más liquido rosa, llorando o más bien chillado estruendosamente haciéndose notar.
Sebastián esta vez no se quedó paralizado o inconsciente. Actuó por sí solo, cuando se arrancó la chaqueta de mayordomo, y envolvió al “infante” con ella. Cuando sus manos desnudas, empujaron de manera suave, el pequeño bultito contra el pecho de Ciel para q lo acurrucara. Fue un acto involuntario, tras otro. Cuando se acercó a Bocchan, sin permisos o inhibiciones, sin ceremonias, a pegarlo contra su cuerpo en una especia nueva de abrazo, cansado sudado con él bebe en brazos. Pudo sentir los pulsos de ambos, pulsos extraños…
Hasta ahora Sebastían no puede explicarse lo q paso esa noche, lo q paso con Ciel o con él bebe, o lo q paso consigo mismo. Solo recuerda de esa tormentosa y caliente noche, la necesidad casi propia en él, de abrigar a la cría, de acoger a Ciel contra él. Para, hacer algo más q protegerlos, algo más q serles fiel…
Quizás, amarlos…
Sebastián no está seguro, de si puede realmente amar, o si realmente los amaría, no piensa mucho en ello.
Ahora q dormitan en una maña de domingo, al este de un pueblo olvidado en la vasta Europa.
Le importa más saber q quiere su…
Hijo.
Porque se ha levantado.
Ciel lo atrae asía ellos, en medio justamente.
…l bebe está despierto, mirando sin inocencia pero si con curiosidad todo a su alrededor.
Un demonio tan pequeño es muy raro. Pero es más raro a un su interior y su exterior. …l bebe cuenta con alma, con unas piscas deliciosas, del alma presa de Ciel. Aun así se sientes el mojo de demonio presente en él, un mojo q exuda poder y fuerza. Orgullo, sobre todo. Su cuerpo crece conforme pasan los meses, cosa impropia de un demonio, ya q Ciel se quedó con 13 para siempre…
Y su exterior. Es increíble…
La cría tiene la piel blanca y suave, tibia como lo era la de Ciel. Tiene los cabellos azul eléctrico y los ojos. Los ojos de dos colores. El ojo derecho lo tiene azul como él de Ciel, como el de todos los Phantomhive. Y el izquierdo lo tiene color ámbar. Como el suyo propio.
Ciertamente el niño tiene los ojos de un demonio “normal”, en ese espeluznante fuxia fluorescente. Pero ese color solo aparece cuando se alimenta. No cuando llora o cuando ríe. No cuando está enojado o contento. Solo aparece cuando se alimenta…
Y se alimenta como todo bebe humano. De la lecha de su, madre…
A Ciel le sale leche de los pezones.
Se dieron cuenta de ello, por casualidad. Una noche en las q Ciel ya tenía el vientre bien creído, iban a rededor del mes 6, cuando Ciel había tenido uno de sus arrebatos de lujuria. Y había empezado a montar a Sebastián con fuerza eh incansablemente. Había tenido el miembro tan duro y parado q le notaba a pesar de la pansa. Húmedo, rosado, con los testículos apretados y temblando chorreando semen desde la punta. La imagen resultaba tan arrebatadora, la mejor de sus fantasías q ni sabía q tenia. Sebastián le había tumbado mientras salía de él, había visto como Ciel se abría de piernas solito, exponiendo la entrada cerrada y arrugada y latiendo por más, el pene babeante y la barriga enorme y sonrosada, llena de la semilla de Sebastián. Para ese momento Sebastián ni se había podido contener y había liberado su verdadera forma demoniaca, poseyendo a Ciel con todo lo q tenia. Cuando ya el sudor perlaba todo su cuerpo, a Sebastián se le antojaron los pezones húmedos de Ciel. Cuando los succiono entre sus “fauces demoniacas” al instante recupero su forma humano. Porque de lo q estaba húmedo los pezones de Ciel, no era precisamente de sudor. Esos pezones rosados y erectos. Sabían dulce, caliente, en su segregación cremosa, y Sebastián podía sentirlo. Volvió a succionar mientras apretaba otro entre sus dedos y sentía como Ciel se corría apretándole delicioso el miembro gritando su sombre claro y fuerte. Debería venirse con él pero estaba más absorto viendo el “sueño en blanco” era una puta fantasía hecha realidad. Porque literalmente lo q emanaba de los pezones de Ciel, era leche, ese era el otro liquido blanco q se escurría entre sus dedos y q salía contra su boca, lo q se estaba tragando angurrientamente. Sintiendo por primera vez lo q era “dulce” aun q fuera un demonio.
La leche Ciel era especial. Estaba hecha para demonios, por eso para un demonio poseía sabor.
Asique solo en ese momento cuando él bebe se nutría, es q mostraba algo más de su aura demoniaca, aun q nunca le habían visto la verdadera forma.
Ahora, Sebastián se encontraba disperso en sus recuerdos. Inusuales y ardientes.
Con un bebe y un niño al costado.
Con su, cría y junto a la madre.
Ciel no le miraba, miraba al bebe, q no miraba nada en particular.
Los pequeñísimos pies rosados, balanceándose vagamente entre lo gris de la sabana. Todo el cuerpo chiquito como todo una bolita color piel, la minúscula agitación por el suave respirar y el pequeño latir. El cabello tan destacable y esa mirada…
La mirada q le recordaba, como Ciel y Sebastián, podían bailar juntos, en un vals de ensueño. Irreal, especial. Milagroso. Raro eh inexplicable.
Era hermoso…
Mí, pequeño Azbel.

Fin.

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