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I WILL LOVE YOU por Mariposa23

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Notas del fanfic:

23-basado en los episodios finales de la segunda temporada.

Es un pensamiento apartado.
Algo q guarda recelosamente, porque es algo q quiere matar. Algo q en un principio no debió existir, pero q aún se forma lentamente y sin su consentimiento.
Lo había mantenido a raya todo ese tiempo, incluso en sus desfases de humor. Cuando él. Le puso las manos encima, a lo q era suyo.
Esa almita, tan cuidada, tan sabrosa. Tan amada…
Esa era la palabra.
Y de eso se dio cuenta incluso Alois. El moco rubio y promiscuo sin una gota de categoría, solo furia descontrolada, y perversión impredecible.
Era tan obvio, q cualquiera q quisiera ver. Lo vería.
Ese amor, si amor. Amor enfermizo q Ciel desbocaba en todo demonio.
Incluso en él.
Pero él no era Faustus, no era así de corriente, eran distintos, por q Sebastían era un demonio puro, nada de mestizajes, nada q oscureciera su fina línea real, desde los confines del abismo. Sebastían había sido un guerrero, un príncipe, allá de donde todos los demonios venían.
Su naturaleza no era desbocada, como la de cualquier demonio. Su naturaleza era maquinista, como lo debía ser la de todos los demonios descendientes del primer arcángel caído.
Pero entonces, bastó; un suave susurro con su nombre, un gemido sincero de adónico dolor.
Y entonces. …l estuvo ahí.
Después de caminar, y volar, y levitar. Leguas y leguas dentro el infierno, con esa vocecita rebotándole en el más negro de sus instintos. Estuvo ahí porque Ciel le llamo.
Y no pudo evitar ir, no refreno sus pasos, q como hechizados le llevaron hasta el niño.
Había salido del infierno después de siglos de no estar fuera de él. Solo porque un pequeño niño le llamo.
Para proponerle el trato más absurdo de todos los tiempos.
El, un príncipe, un guerrero de eones de edad.
Solicitado para ser un perro. Un mayordomo, de un chiquillo irritante y caprichoso.
Por unos minutos, con su verdadera forma, frente al niño. Espero a perder el control. Se preguntó cuándo pasaría. Cuando cubriría sus garras con la tierna sangre…
Pero no paso.
Su propia furia le dejo plantado. Cuando lo único q percibió sobre sí. Fue el aire, abanicando el olor de Ciel, el de su alma.
Tan inocente, y dulce, y amargo y salado. Tan limpio y compacto a la vez disperso. Tan ofuscante.
Eones de vida y nunca había sentido una esencia así.
No hubo ganas de derramar sangre. Solo de. Acariciar.
Que sus negras y filosas y sucias manos. Tocaran ese trozo de cielo. Aquello q le recordaba, aquello q despertaba una nostalgia profunda en su ser. De ese lugar del q su padre fue expulsado. El lugar donde todo era leche y miel. Tan blanca q ni siquiera se podía ver.
El cielo.
Ciel, su alama. Tenía esos componentes.
Y era tan inaudito.
Que un niño así de simple le convocara. Era tan inaudito q tuviera ese olor.
Aun después de toda la profanación, la perversión, la maldad, la avaricia, el orgullo y la crueldad. Que conformaban a ese pequeño cuerpo.
Como alguien tan pecador. Tan pecaminoso. Podía olor así de bien.
No tenía explicación.
Porque su sola presencia incitaba a la abominación. Incluso él, sin ser un simple humano. Quería cosas, cosas carnales. Se sentía provocado para hacer “maldades”, era como el mito de “Helena de Troya” hecho carne.
Era esa mimas locura, q Helena provocaba en los hombres. Ese deseo de avicia y guerra, y vino y desenfreno. Deseos de sexo. Eso mismo se respiraba cerca de un niño de 10 años…
Apenas una década. Y este niño sería capaz de causar una nueva guerra entre, el mismo cielo y el infierno.
Porque así de poderoso era su olor.
Asique por las horas donde sus pensamientos sin rumbo, no consentidos. Se fugaban y hacían destrozos consigo mismo. Quería justificarse, diciéndose q tales problemas. Tal caos. Era digno del alma de Ciel.
Su deber, el reto de ser su demonio. Era mantener en todo momento el objetivo, la “dignidad” como demonio q debía tener.
Sebastían sabía, q otros demonios, no habrían aguantado tanto como él.
Y el reto ya no solo consistía en resistirte a comerle. Era algo mucho más serio y subyacente.
Algo subyugante.
Había q resistir de Ciel. El hecho, la tentativa. De q te humanizara.
De q cosas. Que no debían haber en un demonio, comenzaran a existir libremente y hasta manifestarse.
Ese era el doble filo en su alma.
La capacidad de dar sentimiento, a seres vacíos.
Ya sean ángeles o demonios. Eh incluso otras, cosas…
Sebastián, había aceptado el reto. Porque era fuerte. Porque era digno del alma de Ciel, de comérsela, de tratarla.
Pero.
El costo de su confianza. Había sido muy alto, casi impagable.
Porque casi había perdido.
Porque casi sentía. Cosas por Ciel.
Y todo el tiempo, era una intensa lucha para mantenerse a raya.
Hasta q en un deliberado momento. Ya no pudo.
Y agradeció desde el fondo de su ser. El no tener a Bocchan más cerca. O no asegura q su auto control siguiera.
El momento en el q se dejó vencer, por el alma de Ciel. Fue cuando sintió q lo perdía.
Lo perdía de verdad.
Frete al mocoso Alois, frente a Claude y frente a Hanna.
Entonces, dejo salir, aquellas cosas q Ciel le había insertado inocentemente.
Y pensó.
Pensó en cuanto podría amarlo.
Degusto la idea, de rendir el infierno, a los pies de un humano. Pero no uno cualquiera. No otro, q aquel q tenía la esencia del cielo, en su alma.
Sopeso la idea de, doblegar al mundo. Y convertir a Ciel en un dios pagano. Porque, su adoración; ya era.
Imagino invadir el cielo. Tan osado como el infierno no lo era hace tiempo. Y a esos “rostros” inmaculados, llenos de gracia limpia pero vacía. Restregarles, esa porción de cielo q dejaron ir, al formar a Ciel.
La sangre de su cuerpo, la de su forma real. Reverbero complacida, imaginando todos los escenarios posibles. Donde se comería, todo de Ciel.
La inocencia faltante, y la inocencia restante. Ese cuerpo esbelto pequeño y suculento.
¿Se lo comería de apoco? ¿Lo aria de prisa?
Un buen platillo muy apetitoso, y más de mil maneras para cocinarlo.
Era maravilloso.
Esos ojos, azules como abismos en el cielo.
Esa piel, del color de las sagradas velas de la iglesia.
Y su boca.
La copia, idéntica. El nuevo sustituto. De la fruta del pecado.
Aquella q hiso caer a todos los humanos.
Su mente se llenó de Ciel. De todo lo basto, de todo lo enorme q podía ser Ciel. Que lo era, para él.
Y en todo ese infierno de laberinto, entre juegos macabros y rosas espinadas, con tanta presión sobre sí.
Solo pensó q amaría a Ciel. Sobre el contrato.
Sobre aquella promesa de sangre y de vida. Le amaría para incumplirlo.
Porque aun q el sabor fuera excepcional. Nada. Nada. Se compararía como tener a Ciel en vida.
Amaría verlo crecer.
Verlo de adulto. Con los rasgos finos y astutos. Siendo una copia exacta de su padre. Solo q esta, mucho más mejorada. Lo amaría cuando cumpliera los veinte. Y su voz ay estuviera definida. Lo amaría cuando cumpliera los treinta, y aun q considerado hombre, siguiera teniendo las caderas infantiles. Lo amaría a los cuarenta, cuando Ciel tuviera la imperiosa necesidad de tener hijos. Y lo amaría los cincuenta, cuando fuera tan experimentado q su voz se tiñera de alivio. Lo amaría a los sesenta, cuando los mechones altivos y azules, se tiñeran de blanco. Lo amaría a los setenta, cuando se volviera más olvidadizo y despreocupado. Lo amaría a los ochenta, cuando solo supiera de dormir y de comer gelatinas. Lo amaría a los noventa, cuando estuviera postrado en una cama, mirando a la nada satisfecho con su vida.
Lo amaría, toda una vida.
Y antes de morir, lo volvería a hacer, para q naciera otra vez. Y otra vez, en otra vida. Desde q fuese un bebe, hasta hacerse un anciano. Lo amaría.
En un circuito sin fin.
Porque ese era su destino. Y el de Ciel.
Lo amaría en todas sus formas, y en todos sus cambios.
Y abriría puertas y caminos. Todo lugar donde Ciel quisiera entras, o salir. …l lo fabricaría.
Cumpliría cada deseo. Le llenaría de hijos y gelatinas. Le enseñaría más sobre la vida q la vida misma. Le aria el amor, como una vestía encarnada. O como un casto ángel del cielo.
Lo aria todo, de la forma en q Ciel quisiera. Porque lo q quería él, era a Ciel.
Porque envejecer, nacer y crecer juntos. Era lo q quería.
Quería a Ciel, para sí. En toda la vida.
La humana, la angelical. Incluso la demoniaca.
Más allá de su alma, trozo de santidad. Quería a Ciel, porque amaba, esa indiferencia injustificada, amaba esos gestos felinos, ese orgullo, esa fragilidad.
Amaba todo lo q era Ciel, su alma, y su cuerpo.
Y quería hacer algo, mucho más q comérselo.
Y le gustaba lo vergonzoso q podía ser. Le gustaba imaginar. Que rostros tendrían sus crías. ¿si tendieran el color de pelo de Ciel, o sus ojos, o su olor?
La niñez recién se despegaba de Ciel, exhibiendo aun, rasgos infantiles y lisos. Apenas dejando ver, la belleza q seria en sus quince abriles.
Sebastían amaría verlo crecer. Porque amaba verlo.
Pero amaría aún más, tenerlo. Eternamente para siempre. Solo para sí.
Lo amaría en soledad u en compañía.
Lo amaría más adulto o más infantil.
Solo, lo amaría.
Y eso pensó. Durante su trecho, el q recorrió para llegar a Ciel.
Eso pensó. Cuando su voz, elegante y serena dijo su acostumbrado “Yes my Lord”
Y lo supo. Lo cumplió.
Cuando descubrió q Ciel era un demonio.
Supo q ahora. Recién comenzaba todo…

Fin.

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