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Sinestesia por YoloSwag

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Notas del fanfic:

Star Trek no me pertenece, es propiedad de Gene Roddenberry.

Alguien había perdido un tesoro,
pero yo supe aquella noche,
que había encontrado uno.
John Watson—Sherlock Holmes relatos.

 

 

<<Porque eres mi amigo>>
A pesar que le dolía como el infierno respirar, había logrado sonreír débilmente. Spock había reconocido su amistad. Una lástima que esa amistad épica terminara tan pronto, quería disculparse con su primer oficial por todas las dificultades que le había hecho pasar debido a su carácter impulsivo y agradecerle su paciencia, como leve compensación por las múltiples ocasiones en que la puso a prueba. Sin embargo sus cuerdas vocales se negaron a responder.
Su tiempo había llegado.
Le tomó toda su voluntad levantar el brazo y colocar su mano en el cristal que lo separaba de Spock, éste lo miró confundido pero después de varios segundos de vacilación imitó su gesto. Su visión comenzó a nublarse, luego su corazón dejo de latir y su respiración cesó.
<<—Spock, necesito que comprendas por qué no te deje morir. Por qué volví por ti.>>
—Porque eres mi amigo.
—No, lo hice porque te amo Spock>>
Kirk despertó sobresaltado y soltó un suspiro de frustración, ¿Cuántas veces había tenido ese sueño? 
Estaba cansado del empeño de su subconsciente en decirle que estaba enamorado de su primer oficial. ¡No estaba enamorado de Spock! No violó la primera directriz por eso, lo hizo porque era su amigo, lo hubiera hecho por cualquiera de su tripulación. Además, toda unión entre ellos estaba prohibida; en primer lugar Spock estaba con Uhura y en segunda instancia se encontraba su juramento de nada de relaciones románticas o encuentros casuales con absolutamente nadie de su tripulación.
Amigos eso eran, y todo lo que podían ser.
En fin, ya se le pasaría.
Trató de levantarse pero un brazo lo mantenía cautivo, inmediatamente sus pensamientos se sumieron en un caos de conjeturas, aumentando gradualmente su angustia y desesperación. Pero cuando recordó cómo había terminado en esa situación, el mundo se precipitó sobre él.

Estaba especialmente alegre y simpático aquel día, después de todo era una boda. El pequeño pupilo de Spock, el teniente Pitchard —como expresó McCoy— había dado finalmente el gran paso.
Un terrible gran paso, si le preguntaban a él.
Aún así estaba feliz por el teniente. Además era la excusa perfecta para que la tripulación tomará un merecido descanso. Él por su parte podía tomar todo el alcohol que quisiera, sin la supervisión de Spock —quien últimamente tomaba muy en serio su deber de primer oficial— ni la de McCoy.
<<Los extraño tanto>>, pensó para sus adentros, mientras tomaba un sorbo de su cuarta — ¿o era la décima?— copa del Whisky que le había regalado Chekov. Cuando vio llegar a su primer oficial, su boca se endulzó con una sonrisa. Spock siempre parecía moverse con una gracia y elegancia medidas y precisas. Era a la vez curioso y cómico que un hombre lógico como Spock fuera amigo de alguien como él.
En este universo existen cosas que simplemente no pueden ser explicadas.
<<Cuanto amor propio Jim>>, escuchó la voz de su oficial médico en su cabeza. No era cuestión de amor propio, sabía que era un hombre interesante y atractivo, sino que Spock y él eran completamente distintos, como dos polos opuestos. Por algo él nació en la tierra y Spock en vulcano.
Su corazón se sobresaltó cuando notó que su primer oficial avanzaba hacia él con la espalda bien erguida. No recordaba que hubiera hecho algo "malo". De hecho su comportamiento había sido ejemplar en palabras del propio Spock.
Entonces, ¿por qué sentía inquieto?
    —Capitán.
Jim apuró su copa de un trago.
   —Creí que no vendría comandante. 
   —Nyota me aconsejó que sería agradable mi presencia para el teniente Pitchard. —dijo mientras miraba en torno con su habitual impasibilidad estoica, y añadió— Además de que ayudaría a incrementar la eficiencia de la tripulación, al reforzar los lazos emocionales.
   —Lógico.
   —De hecho capitán.
Estaban muy cerca el uno del otro, una silenciosa tensión surgió entre ellos.
   —Silencio incómodo. Que divertido. —Jim lamió nerviosamente sus labios.— ¿Entonces,  cuándo Uhura y tú darán el gran paso?
   —¿Gran paso, capitán? —Inquirió levantando ligeramente  la ceja izquierda. Siempre afloraba  aquella expresión cuando no comprendía una de las metáforas humanas.
   —Casarse Spock. 
Éste parecía confuso ante la idea. 
   —No tenemos planes para ese compromiso en un futuro próximo.
   —Entiendo, pero tienes que avisarme con tiempo. Ten por seguro que echaremos la casa por la ventana.
   —Capitán se encuentra bajo los efectos del alcohol. —Su voz era severa y represiva.
Jim se rió abiertamente al oír aquello.
   —¿Tú crees? —pasó la mano por su brazo, acariciándole. Spock no se resistió, aunque se agitó un poco. — Señor Spock, le aseguro que no es así.
   —Capitán, debo diferir.
No le miró a los ojos sabía que su primer oficial estaba enfadado, <<los vulcanos no se enfandan, capitán>>, pero ciertamente Spock era otra historia.
   —Bueno, le dejo comandante. —dijo, y se dio la vuelta antes de que su primer oficial le diera una paliza, científica claro pero aún así una paliza. Sintió la mirada de Spock clavada en su espalda hasta que se desapareció entre la multitud de parejas. 
La fiesta siguió su curso. Pronto los novios desaparecieron al igual que su primer oficial, ya que no volvió verlo durante el transcurso de ésta. Y como no había comido nada desde que había oficiado la boda, pronto le subió el alcohol a la cabeza, y el humo de la embriaguez nubló sus sentidos. 
Salió de la fiesta con la intención de llegar a su camarote, derrumbarse sobre su cama y dormir profundamente. Sin embargo le es difícil cuando el suelo no deja de moverse, y en un momento dado siente perder el equilibrio, como si estuviera girando y girando. No tiene la más mínima idea de cómo había terminado entre los brazos de aquel hombre, en vez del suelo, pero no se queja en absoluto.
Es un hombre atractivo y de aspecto agradable, con orejas puntiagudas, un delicado matiz verde en la piel, y unos ojos color chocolate realmente hermosos, que lo miran
con ternura, comprensión, amor, deseo y una necesidad abrumadora.
Sin pensarlo deslizó sus dedos por aquel rostro en el que había un no sé que extremadamente familiar, hasta acariciar delicadamente las orejas puntiagudas de su acompañante.
   —Sabes, mi primer oficial tiene una orejas muy similares a las tuyas. —Le dedicó una sonrisa burlona y le besó en la frente. Lo único que obtuvo como respuesta fue una especie de gruñido y luego unos labios se apoderaban de los suyos con ímpetu. Una voz en lo profundo de su mente le gritaba que algo estaba mal, que debía detenerse. Pero lo único que le importaba era el calor y la humedad de aquel beso con sabor a chocolate y alcohol.
Cuando se apartó en busca de aliento, escuchó a lo lejos un par de voces que gritaban entre risas, <<¡consíganse una habitación!>>
El hombre lo tomó del brazo, y él lo siguió dócilmente por los pasillos del Enterprise. Después de varios minutos de caminar sin decirse ni una palabra, aparentemente llegaron a su destino porque su amante misterioso lo arrastró con cierta brusquedad dentro de un camorote y cerró la puerta a su espalda.
El anhelo que vió en sus ojos mientras lo llevaba en brazos a la cama, hizo que su cuerpo se estremeciera de anticipación. Volvió a besarlo anhelante, y posesivo.
   —T' hy'la.
Aquella palabra le pareció tan llena de cariño y de deseo, que se obligó a reprimir las lágrimas que luchaban por escapar.
   —Basta de palabras y pasemos a la verdadera acción. —respondió, rodeándole el cuello con los brazos. 
Y entonces, siguieron avanzando y hundiéndose cada vez más hasta al no retorno. Amando con una pasión desesperada. Jim estaba completamente perdido en la sensación de perder los límites de si mismo. En esa sensación de unidad.
Nadie lo había hecho sentir de esa manera.
Cuando terminaron su acompañante se retiró de él y se acostó a su lado abrazándolo fuertemente, como si temiera que se fuera.
    —Ashayam.
    —Te amo. —respondió Jim en un susurro. Luego cerró los ojos, y la oscuridad se apoderó de él en cuestión de segundos.
Estaba acabado.
Metódicamente se libró del agarre de Spock, para después levantarse y tomar su ropa en completo silencio. Y antes de refugiarse en su baño compartido, lo miró una vez más; Spock seguía durmiendo apaciblemente, tumbado sobre su lado derecho, con una mano bajo su mejilla.
    —Lo siento. —musitó, con un arrepentimiento que sabía era completamente egoísta.
Cierra la puerta del baño, pegando la espalda contra ella. Y desea con toda la fuerza de su desesperación que Spock no recuerde nada de lo sucedido.


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