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Así de ilógico. por Nemmesis

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Notas del fanfic:

No quiero que luego de leer vayan a golpearme, pero es algo que estoy dispuesta a aceptar(?)

Este fic lo escribí hace unos... Cuatro años. Quedó muy bizarro para ser sincera, pero bueno, nada resulta normal despúes de una noche en vela escuchando a Laruku. 

Acepto toda especie de criticas;; 

Notas del capitulo:

Sí, sí, un Mpreg hfskfha. 

Lean, disfruten, odienme(?) y dejen review. 


Sepan disculpar si hay errores. 

 

“¿Podré algún día hacer que mi corazón deje de amarte como lo ha hecho hasta hoy?" Su mirada se elevó hacia el inmenso cielo cubierto de nubes grises, suspiró pesadamente, cerró los ojos con fuerza e intento dejar los recuerdos atrás...

 

**********************************************************************

 

- Años atrás -

 

Las grandes puertas se abrieron dándole el paso a su libertad. Habían transcurrido ocho largos años donde solo había visto hombres vestidos con trajes iguales, paredes aisladas, comida podrida, peleas clandestinas, silencio tras las rejas, debilidad, poder, abuso y dolor.

Su larga cabellera castaña fue movida por el suave viento y una sonrisa se posó en sus tersos labios; era libre. Los primeros pasos fuera de ese gran lugar fueron contados, miró al cielo volviendo a sonreír... Observó todo a su alrededor, como un turista que visita por primera vez una inmensa cuidad, sus ojos se iluminaron, ¿cuánto habrían cambiado las cosas? Todo era totalmente distinto, aunque la gente era la misma, corrían de un lado a otro, con sus maletines y portafolios, sus mocasines de elevados precios al igual que sus trajes de gamuza, observando la hora en sus relojes de muñequera como queriendo retroceder el tiempo para no llegar tarde a esa importante reunión. Parejas paseaban felices tomadas de las manos, sin importarles el qué dirán, mujeres adineradas y sin mucho que hacer caminaba con sus bolsas llenas de bisutería. Las personas de aquella transitada cuidad no cambiaban.

Se quedó estático en ese lugar observando todo, él no tenía donde ir, a quien acudir. Ocho años atrás había quedado solo en aquel mundo extraño… Afirmó con fuerza su pequeño bolso roñoso y se lo llevo al hombro comenzando a caminar sin lugar determinado, las personas lo pasaban a llevar, lo chocaban e insultaban.

 

—Mierda de sociedad. — murmuró entre dientes.

 

—No culpes a la sociedad de tus desgracias.

 

—¿Qué? –miró a todos lados buscando a la persona que le había hablado.

 

—Ellos no cambiarán, seguirán igual. Es uno el que debe luchar contra la marea. - se acercó a él un chico de negros cabellos y baja estatura.

 

—¿Me... hablas a mí?

 

—Se te ha caído esto. — le mostró su billetera- Si fuese uno de ellos —apuntó al resto de personas que caminaba a su alrededor-, no me hubiese molestado en devolvértela.

Ni siquiera la hubiese recogido.

 

—Gracias. — dijo cortante y la recibió.

 

—No todos estos peces son iguales.

 

—¿Necesitas algo más? Si quieres recompensa, lo siento mucho. — abrió la billetera- No hay nada.

 

—N-no, no quiero recompensa, ni nada por el estilo. Además, parece que no eres de aquí.

 

—¿Por qué dices eso?

 

—Por como vistes, parece que eres un vagabundo. Quizás por eso la gente te insulta y tropieza contigo.

 

—¿Disculpa? — frunció el ceño— No sé quién eres y porque me hablas así. Pero no necesito perder más el tiempo así que...

 

—¡Mi nombre es Hideto! —se adelantó a decir- Hideto Takarai...

 

—¿Eso me importa?

 

—Supongo que no, pero de todas maneras quiero ayudarte.

 

—¿Ayudarme?

 

—Claro. Pareces perdido o solo. No lo sé... ¿Estás solo? —el mayor suspiró frustrado.

 

—Debo irme.— comenzó a caminar.

 

No estaba listo para ese tipo de encuentros, para ese tipo de personas, para... Definitivamente no estaba listo para nada. Continuó caminando sin voltear a ver al extraño chico de negros cabellos, algo en el había despertado un sentimiento tan extraño como el que una vez sintió años atrás, miró al cielo y sonrió melancólico. Su larga caminata terminó en un parque, donde se sentó a descansar.

Las horas pasaban y el cielo comenzaba a tornarse anaranjado, las personas allí comenzaban a irse, el frio y el viento que corría era capaz de colarse hasta los huesos. Se pasó las manos por los brazos tratando de darse un poco de calor, un leve cosquilleo se posó en su nariz y de allí el resultado de un fastidioso estornudo. Del bolsillo izquierdo de su chaqueta sacó un pañuelo, junto venía un pequeño papel.

 

—¿Y esto? —En el había una nota: “Estás solo, lo sé. Esta es mi dirección, puedes venir. Si te quedas en la calle pescaras un refriado", terminando el mensaje, había una dirección— ¿Y cree que iré? Que fastidio...

Volvió a guardar el papel en su bolsillo y suspiró. La noche poco a poco se hizo presente, al igual que el frio y el hambre. “Debería comerme mi orgullo’ pensó y elevó su vista hacia el cielo. “No hay estrellas... Pensé que podría ver las estrellas esta primera noche fuera de aquel lugar’ bajó la mirada decepcionado.

Se puso de pie, el viento jugo con sus cabellos amarrados por una coleta y volvió a suspirar... Comenzó a caminar sin lugar determinado, solo caminó hacía donde lo llevaran sus pies. Fue así que llegó hasta un barrio residencial. “La dirección…’ Sacó del bolsillo de su chaqueta, el papel que aquel chico de baja estatura lo había metido por arte de magia, leyó la dirección y comenzó a caminar... Después de caminar por varias cuadras, pudo dar con la casa. Una casa pequeña, con un patio delantero con miles de flores. “No debería...’

 

—¿Qué haces aquí?

 

—¡Mierda! —Volteó rápidamente para toparse de frente con aquel chico.

 

—Lo lamento. ¿Te asusté?

 

—S-si… digo, ¡no! Ah...— guardó el papel en su bolsillo.

 

—No pensé que te animarías a venir.

 

—Yo tampoco.— suspiró.

 

—Entonces tenía razón.

 

—¿A qué te refieres?

 

—Qué estás solo.

 

—N-no, claro que no. Yo...

 

—¿Me dirás que vienes a la casa de un total desconocido solo porque sí?

 

—Está bien, sí. Estoy solo. — desvió la mirada algo enojado.

 

—Aja... ven, pasa. Nos congelaremos si nos quedamos afuera.

 

—S-si

 

El dueño de casa abrió la puerta y ambos ingresaron. Por dentro la casa era más hermosa que como se apreciaba desde afuera. Tenía una planta baja, una sala de estar con varios sofás que se veían bastante cómodos, una pequeña lámpara de pie al lado del sofá más grande y una pequeña mesa de centro. Cerca de la entrada había un pequeño baño para las visitas. El comedor con una pequeña mesa con cuatro sillas y junto a el, la cocina con un estilo americano. El segundo piso contaba con tres habitaciones, dos de ellas con su respectivo baño.

 

—¿Y tus padres? —preguntó el mayor sentándose en uno de los sofás.

 

—No tengo. Vivo solo.

 

—¿Solo?

 

—Ellos fallecieron hace ocho años. Me dejaron su herencia, con ella vivo.

 

—Vaya... Estás solo.

 

—Al igual que tú. — le sonrió. Aquella sonrisa hizo sonrojar al pelicastaño.

 

—Ah.

 

—¿Tienes hambre?

 

—Un poco.— su estómago rugió— Ah, creo que bastante.— emitió una sutil risa.

 

—Ja, ja ven. Vamos a preparar algo, así me cuentas de ti.

 

—S-si…

 

El menor comenzó a preparar algo rápido para que pudieran cenar. Él no paraba de hablar, en cambio el mayor solo se limitaba a dar cortas respuesta; “Si, no, claro, a veces, quizás, etc.” Cuando la cena estuvo lista, ambos se sentaron en el comedor.

 

—Así que eres de Osaka.

 

—Si.

 

—¿Y qué haces aquí en Tokio?— el mayor guardó silencio— ¿Y vestido así?

 

—No creo que sea bueno decirte.

 

—Hum...— hizo una mueca con sus labios- Por lo menos dime cómo te llamas.

 

—Satoru...Okabe.

 

—¿Satoru Okabe? — se quedó pensativo— Okabe... ¡¿Queeé?!

 

—Te diste cuenta.— se levantó de la mesa— Es mejor que me retire.

 

—¡No! No, no, no.— rodeó la mesa para quedar frente a él— ¿Eres el reo que salió de prisión hoy? — el mayor suspiró.

 

—Sí, el mismo. Eh, esto es incómodo. De verdad, mejor me voy.

 

—¡No! Digo... a mí no me molesta.- cruzó los brazos— ¿Puedo preguntarte algo?

 

—Está bien.

 

—¿Te encerraron por el caso del narcotráfico? Eh, el que sucedió hace ocho años ¿no?

 

—S-si- lo miró fijamente- ¿De verdad no te importa?

 

—Esa noche murieron mis padres... Por culpa de ellos... De los Yakuza...— agachó la mirada.

 

—¡¿Qué?! — el mayor hizo que levantara la mirada- Yo...

 

—Tú no tienes la culpa, a ti te involucraron ¿no es así?

 

—Eso da igual, ¿pretendes alojarme en tu casa aun sabiendo que...?

 

—Creo que me gustas. —Lo interrumpió.

 

—¡¿Quueeeé?! — “me estoy mareando, esto es demasiado para mí".

 

—Cuando te vi hoy, deambulando por las calles, te seguí. 

 

—Pero... yo no puedo... ¿Te gusto? —Aún no caía en cuenta de lo que sucedía.

 

—Ah, lo siento. Soy muy torpe.— Se volteó para dirigirse a la sala, el mayor lo siguió.

 

—Explícame una cosa.

 

—¿Qué?

 

—Descubriste que soy una posible narcotraficante que trabajaba para los Yakuza, posiblemente estuve involucrado en la muerte de tus padres, me alojas en tu casa y me confiesas que te gusto... ¿Estás bien de la cabeza?

 

—Sé que suena a una completa locura, pero es así.— Se sentó en sofá más grande y le señaló al mayor que se sentara junto a él— No quiero estar solo...

 

—Eres solo un niño.

 

—Tengo la suficiente edad. —Se defendió. — Además siento que te conozco, me gustas demasiado... no sé cómo explicarlo. Solo quiero que me acompañes.

 

—Esto es demasiado extraño y confuso.— Se tiró unos cuantos mechones de cabello— Creo que necesito descansar.

 

—Te llevaré a tu cuarto.

 

EL dueño de casa guió al invitado hacía su habitación, esta era la última puerta al final del pasillo y la segunda habitación en tener su propio balcón. El mayor dejó su bolso sobre la cama y volteó a ver al pelinegro.

 

—Gracias...

 

—No te preocupes... Si necesitas algo, solo me llamas, ¿si?— le sonrió.

 

—De acuerdo.

 

El de baja estatura se retiró, dejando al pelicastaño en la habitación. Este recorrió el lugar con la vista y se recostó sobre la cama, cerró los ojos e inevitablemente se quedó dormido. Horas más tarde un minucioso olor a tabaco hizo que se despertara, miro la hora en el reloj sobre la mesita de noche, eran las tres más cuarto de la madrugada. Frotó sus ojos y lentamente se levantó para buscar de dónde provenía aquel embriagante olor. Se asomó por el balcón y pudo divisar una figura al otro extremo, parecía ser la primera habitación. Salió de allí y se dirigió a aquel lugar, abrió lentamente la puerta y llamó al menor, más no hubo respuesta así que ingresó, el humo provenía del balcón...

 

—¿Qué haces aquí? Hace frio...— se cruzó de brazos.

 

—No podía dormir.— dijo sin voltear.

 

—Pero te enfermarás.

 

—Eso da igual... Necesitaba fumar.

 

—Entonces te acompañaré. — dijo apoyándose en la rejilla.

 

—No es necesario.

 

—No es necesario, pero quiero hacerte compañía.

 

—Como quieras. — exhaló una gran bocanada de humo.

 

—Es por todo lo que pasó hace un rato, ¿cierto?

 

—En parte sí.

 

—Para mí también es difícil. — suspiró y dirigió su vista al cielo.

 

—Esta vida es extraña...— se llevó otra vez el cigarro a los labios.

 

—Totalmente absurda.

 

—Pero no puedes cerrarte a las miles de posibilidades. — se acercó a el y observó el cielo.

 

—Si todo fuese más sencillo... Quizás.

 

—Eso solo depende de ti.

 

—Tal vez no solo dependa de mi. — Volteó el rostro para mirarle directamente a los ojos.

 

—Solo debes torcer un poco el destino.

 

—Creo que eso es imposible.

 

—Puedo mostrarte que todo aquello a lo que le temes no es más que una absurda fantasía.- Lanzó el cigarillo al suelo y tocó con la yema de sus dedos, esos fríos y esquivos labios. Más el mayor suspiró.

 

—Esto es la realidad. La estúpida realidad.

 

—¿Puedes por un momento dejar de pensar?

 

—¿Dejar de pensar?

 

—SÍ, deja de pensar y tan solo actúa.- el espacio de sus labios se anuló, uniéndose en un beso tímido y cálido del cual ninguno de los dos se quiso separar.

 

 

Si tan solo eso fuese posible... el oxigeno poco a poco les comenzó a faltar, teniendo así que separarse de esa unión perfecta. La mirada de ambos se encontró y no hizo falta nada más. Volvieron a unir sus labios, una y otra vez. El menor enlazó sus brazos en el cuello del mayor y este lo guió dentro de la habitación. Por un momento los pensamientos y cuestionamientos fueron a parar a algún lugar, lo único que quería oír eran esos leves suspiros que salían de la boca del pelinegro. Poco a poco fueron cayendo en la cama, sin alejar sus húmedos labios. La mano del mayor viajó por debajo de la camiseta ajena e hizo que aquel cuerpo se estremeciera.

 

—Nhn...— dejó escapar por fin el primer gemido— Sa-satoru...- el mayor se separó y lo miro fijamente a los ojos.

 

—¿N-no quieres?

 

—S-sí.. pero...- desvió la mirada.

 

—No lo has hecho nunca. ¿Es eso?- el menor ocultó su rostro en le pecho del pelicastaño- Hey, Hideto…- lo tomó del mentón- Seré suave contigo ¿Esta bien?- el pelinegro asintió tímidamente.

 

Otro beso más y se sumaron las caricias. Caricias que eran repartidas por cada centímetro de piel, el mayor bajó lentamente besando el cuello del menor, dejando pequeñas marcas en su paso. La mano que aún mantenía bajo la camiseta del menor comenzó a acariciar su piel tersa y suave, piel virgen... El pelinegro se estremecía por cada toque, en especial aquellos que eran dedicados a sus rosados pezones, los gemidos no tardaron en salir uno tras otro de esos húmedos labios que fueron presa de otro beso lleno de pasión.

 

—Mh... — gimió entre el beso.

 

—¿Estás... seguro? — se detuvo para mirarlo directo a los ojos.

 

—S-sí... conti-nua...

 

 

La ropa de ambos poco a poco fueron a dar a algún lugar de la habitación, el calor que emanaban sus cuerpos hacían que se unieran una y otra vez en un beso cargado de deseo. El mayor, con una de sus manos acariciaba las suaves hebras pelinegras y con su otra mano atendía la parte más íntima de su presa.

 

—Dioses...- El cuerpo del pelinegro se arqueaba con cada toque.

 

Aquella prenda gris, la única que quedaba, desapareció. El menor ahora era masturbado por las expertas manos de su inquilino, quien le comenzaba a repartir besos por aquel pálido torso sin dejar la tarea entre sus manos, sus labios se detuvieron en su vientre, sonrió y se llevó aquella erección a su boca. Un sonoro gemido inundó la habitación.  Lamia con desesperación aquel miembro caliente, succionaba y besaba, subía de arriba a abajo como si su vida dependiera de ello.

 

—Detente... Por favor....— las suplicas no eran oídas— Hm... Me vengo...

 

Sin apartar su rostro de aquella hombría, tragó toda esencia provenida del menor, relamió sus labios y se llevó los dedos a la boca, los lamió y humedeció los suficiente. Esos mismos dedos fueron llevados hasta la estrecha entrada del pelinegro.

 

—No...

 

—Si no lo hago te a doler.

 

—Pero...

 

—Solo relájate.— el primer dedo se abría paso a ese virgen lugar.

 

—Aah...

 

—Tranquilo.— el segundo y la espalda del menor se elevó unos centímetros.

 

-Nhnn... Duele...

 

—Un poco más- el tercero se abría paso en el cuerpo ajeno.

 

—Aah... Basta, duele.

 

—Listo. —Sacó lentamente los dedos, su trabajo allí ya estaba listo. Separó las piernas del menos posicionándose entre ellas y llevando su miembro erecto a aquella entrada, lo penetró de una sola vez-

 

—Nh... Agh...- un par de lágrimas rodaron por las sonrojadas mejillas del menor

 

—Tranquilo. —Poco a poco las embestidas se hacían más rápidas y los gemidos inundaban por completo la habitación.

 

—Ahhh... Mh... —Era demasiado, el calor, los roses, las manos de aquel desconocido que recorrían sin vergüenza su cuerpo.

 

 

Sus cuerpos se unieron perfectamente aquella noche… La primera noche de muchas otras que vendrían…

 

 

****************************************************************************

 

 

Muchas noches más...

 

 

—Siento que la luna brilla más cuando hacemos el amor... —Exhaló una bocanada de humo.

 

—Y yo siento que te amo cada vez más.

 

—¿Eh? —Volteó para quedar de frente al mayor.

 

—Que te amo cada día más…

 

—Y yo a ti, Satoru... —Volvió a fumar.

 

—Mala costumbre la tuya de fumar con este frio. —lo abrazó por la cintura.

 

—Me relaja, me inspira y me da calor.

 

—Pero yo puedo darte calor.- le besó los labios.

 

—Hum... Mejor vamos a dormir que mañana hay mucho trabajo que hacer.

 

—Ah, está bien- volvió a besarlo- Pero la mañana es mía.

 

—Sabes que si.- otro beso más.

 

Las mañanas eran perfectas, los días llenos de alguna que otra sorpresa, un beso fugaz, una sonrisa cálida. Las noches estaban hechas para más besos y sonrisas, caricias, palabras de amor. Calidez y miradas. La vida estaba hecha para ellos... Aquel extraño encuentro los había unido quizás por algún hilo rojo del destino, tan irrompible, tan fuerte, tan eterno.

 

Pasaban las horas, los días, los meses, los años y ellos seguían allí, tomados de la mano bajo la sombra de un árbol...

 

—¿Un hijo?

 

—No digo que ahora, pero, quizás...

 

—No creo que debamos esperar tanto.- volteó el rostro para verlo directo a lo ojos.

 

—¿Eh?

 

—Eso, que... —Llevó la mano del mayor hasta su vientre- No deberemos esperar.- le sonrió cálidamente.

 

—...

 

—¿Satoru?

 

—...

 

—Mi amor... —Buscó su mirada— ¿Estás llorando? —el mayor seco rápidamente una traviesa lagrima que se escapaba de sus ojos.

 

—¿Estás hablando en serio? — lo miró nuevamente.

 

—S-si...

 

—Amor... - se levantó del asiento y se arrodillo frente a él— ¿Te casarías conmigo?

 

—¡¿Queeeeé?!

 

—Me has dado la noticia más hermosa de mi vida.

 

—Yo...

 

—Quiero estar contigo el resto de mis días, Haido. Quiero amarte siempre.

 

—Sí. — dijo firme.

 

—¿Ah?

 

—Que acepto.— lo miró fijamente, más luego le sonrió- Y yo quiero compartir el resto de mis días contigo.

 

Sellaron el momento con un tierno beso, y así, tomados de la mano volvieron a su hogar. Horas, meses, tiempo, felicidad…

 

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Nada podía ser más perfecto, el amor, la vida, ellos y su felicidad. Recostados en la cama, uno al lado del otro. El menor con aquella enorme barriga...

 

 

—¿Sentiste?

 

—Le gusta como canto. — alardeó el mayor mientras entonaba una hermosa canción.

 

—Yo canto mas lindo.- cruzó los brazos haciendo un puchero.

 

—Claro, claro.

 

—Hum...

 

—Te has puesto mañoso últimamente.- se acercó a sus labios y lo besó- Sabes que me enamoras cada vez que pones esa carita.

 

—Ah.- sus mejillas se tiñeron de carmín.

 

 

***********************

 

 

La sonrisa en sus labios lo decía todo, él era feliz y había encontrado la felicidad en un atípico encuentro inexplicable, de eso se trataba el destino, de encuentros y casualidad. De historias escritas que merecen no tener final...

 

Abrió la puerta de su hogar, hoy le daría la hermosa noticia que aquel ser que traería al mundo seria la niña que tanto el esperaba. El silencio dentro del hogar le pareció tétrico y extraño, como nunca antes lo había sentido. Un escalofrió le recorrió la espalda y los pequeños vellos de su brazo se erizaron.

 

—¿A-amor?- llamó desde la puerta. Mas no hubo alguna respuesta- ¿Satoru?- Nada.

 

Dio los primeros pasos hacia la sala de estar solo para encontrarse con la peor escena que la vida y sus ojos le podían estar mostrando. Su cuerpo se tensó, sus piernas le fallaron y cayó de rodillas al suelo. La respiración se le cortó, su corazón latía tan rápidamente que parecía que saldría de su pecho en cualquier momento. Cerró sus ojos fuertemente queriendo creer que todo aquello era una absurda y horrible pesadilla.

 

-¡Satoruuuuuu!- el grito desolador que salió de sus labios, fue el pie inicial para que aquella pesadilla se hiciera realidad.

 

El cuerpo sin vida del hombre que amaba, yacía tirado en el piso rodeado de un charco de sangre, una nota sobre su pecho era la única pista de lo pudo haber ocurrido...

 

—Una venganza.— sentenció el oficial.

 

—Obra de los Yakuza.— emitió otro.

 

Mas el menor solo acariciaba su abultado vientre con la mano temblorosa, en momentos cerraba fuertemente los ojos como queriendo despertar, en momentos las lágrimas parecían no acabar y los sollozos comenzaban a hacerse presentes. El dolor era agonizante, no había manera de volver atrás...

 

**************************

 

Las lágrimas lo acompañaron durante los años venideros, en su corazón aún existía el vacío que aquel ser había dejado. Pero no estaba solo, el regalo más grande y hermoso que le había dejado estaba allí, tomada de su mano con una bella sonrisa.

 

— “Tu sonrisa de un millón de dólares’- pensó al mirar a su pequeña.

 

—¿Papi?

 

—¿Sí? Dime mi amor.

 

—¿Crees que estas flores le gusten a papá?

 

—Claro, las rosas blancas son sus favoritas.- le sonrió cálidamente.

 

—¿Lo amas mucho?

 

—Lo he amado siempre.

 

—¿Por qué se fue?- aquella pregunta se clavó en lo más profundo de su corazón e inevitablemente sus ojos se humedecieron.

 

—Porque... el destino lo quiso así. Pero me dejo algo muy valioso para mí.

 

—¿Qué cosa?

 

—A ti.- la tomó entre sus brazos y le besó la mejilla.

 

 

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FlashBack.

 

—¿No temes que algún día te busquen otra vez?

 

—No lo creo.

 

—Ellos nunca se olvidan de una traición.

 

—Han pasado demasiados años y nunca les volví a ver la cara.

 

—No me confiaría tanto.

 

—¿Tienes miedo?

 

—Claro que tengo miedo.

 

—¿De qué?

 

—Como que "de que", ¡de perderte!

 

—Eso no pasara, mi amor. Yo estaré siempre contigo, hasta el fin de mis días.

 

—Pero...

 

—Jamás te dejaría solo.— lo miró fijamente a los ojos— Te amo, lo sabes.

 

—Yo también te amo, pero no puedo evitar sentir miedo.

 

Fin FlashBack.

**********************************

 

“Creo que seré yo el único que te seguirá amando…’ Dejó las rosas blancas sobre aquella fría tumba, el viento de aquella tarde jugueteo con sus cabellos, miró hacia el cielo y sonrió.

 

 

—Papá nunca no dejara solos. —tomó la mano de la pequeña y siguieron con su camino.

 

 

“Nuestras vidas se encontraron por casualidad, en aquella concurrida cuidad, nuestra primera noche es una noche que jamás podré olvidar, como aquel beso bajo aquella brillante luna. El hilo rojo que mantenía nuestros destinos unidos aún sigue uniéndonos, porque el amor que siento por ti perdurara hasta mi última respiración. No olvidare nuestros días felices, nuestros días grises, nuestros besos, nuestro largo paso a través de los años, nuestras promesas…’

 

“El camino sigue, al igual que la eterna historia que algún día nos unió…’

Notas finales:

¡Que viva el HydexGACKT! 

Ya, ya, pueden decir lo que quieran, estoy aquí para eso, jaja. 

Espero que les haya gustado, no dejaré jamás de escribir sobre la pareja, así que me tendrán para rato por aquí o eso espero(?)


Mucho love para todos. 


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