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Crónicas de un héroe por Silence Tsepesh de Lenfet

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Notas del capitulo:

Buenas, ya llego el nuevo capítulo. Con esto, solo quedaria un capítulo y un epilogo, dos semanas mas de nuestro Héroe. Pero no desesperen, llegan mas sopresas.

 

Hadrien demostró ser diferente desde que le conocí. Apenas  dos minutos y ya sabía que él era distinto.  ¿Qué podría pensar de ese encuentro? Yo no estaba en esa misión de búsqueda en esos momentos, y de hecho, era la primera vez en años que visitaba ese país. Solo quería un poco de descanso. Apenas pude llegar y dormir unas horas, luego cuando quise ir a comprar comida y de algún modo, pasó eso: Caminaba por la calle un segundo, y al siguiente, algo se estrellaba contra mí. Me sorprendió ese impacto, porque no era más que un chiquillo al que había hecho caer, mientras yo apenas y había notado algo de ese golpe. Una mirada basto para saber que no era un humano normal, las marcas de Hadrien, su cabello completamente negro, y sus ojos pálidos rebelaban que podía usar magia.   Nos miramos un segundo, antes de que volviera a pararse. Solo un segundo para entender, por la ropa y la suciedad, por la forma en que pego contra mí y el pan que llevaba en las manos, que acababa de robar ese alimento. Los gritos del hombre no se hicieron esperar.


— disculpe ¿Cuánto es del pan?— pregunte, apenas alcance a sujetar a Hadrien antes de que saliera corriendo de nuevo.


— ¿Cómo?


— lo que tomo, ¿Cuántas monedas pagarían por eso?


— ¿pagar? Dudo que pueda pagar todo lo que ha robado ese mocoso— Hadrien no paraba de intentar soltarse, pero era tan delgado que mi mano fácilmente podía sujetarle.


— entonces…— le di una bolsa llena de monedas— espero que al menos sirva para ayudarle un tiempo— el hombre nos miro unos momentos— prometo que no lo hará otra vez— notaba de reojo las miradas de Hadrien.  No estaba contento con esto, no confiaba en mí. Camine, alejándonos del barullo que había armado.


— No deberías hacer promesas por alguien más— fueron las primeras palabras que me dirigió. Entendía que no confiara en mí, pero… la verdad es que Hadrien no tenía miedo. Había mirado a ese panadero a la cara, no se avergonzaba de haberle robado, y también me miraba a mí como si hubiera sido un grosero al meterme en sus asuntos.


— Ah, bueno, más que una promesa, es un hecho— No pensaba dejarle en la calle, donde obviamente vivía. Mientras caminábamos, comenzó a comerse el pan sin ningún reparo.


— No puedes saber eso


— Lo sé lo que no sabía era el montón de dilemas en los que me había metido, iniciando por esa bochornosa platica en la entrada de la casa ¿Cómo se le ocurría que yo pudiera hacer esas cosas?  Hadrien no quiso entrar en la casa hasta que le jure que no quería comprar su cuerpo, o algo así. No sabía si reírme de eso o esconderme por la vergüenza. Después vino esa primera noche en la casa. Hadrien era curioso, no se contenía por nada.  Dejo un desastre en el baño que le habían preparado, agua y espuma por todos lados, su cabello había mejorado un poco, pero no lo había secado bien y además andaba descalzo, por lo que el desastre del agua se extendió por algunos pasillos.


— ¿y los zapatos?


— Los deje allá ¿puedo comer?  ¿En serio?— como él no parecía que me escuchara sin comer antes, solo podía hacer una cosa.


— Si.


— ¿Qué quiere a cambio?


— Oh, nada, vamos, puedes sentarte también— Le dije, pues aun con la emoción obvia en su rostro, no se sentó y se limito a tomar otra hogaza de pan. Era algo digno de ver, como intentaba controlarse al ver tanta comida, sin saber que elegir. Elegí por él, poniendo un plato lleno delante de él.


— ¿seguro que no tengo que pagar por esto?


—no. ¿Cuál es tu nombre?— Dibujo unas letras en la mesa, que resplandecieron contra la madera unos momentos, mostrándome que él podía usar magia— ¿seguro?— pregunte, al notar ese pequeño error en su nombre, incluso en eso Hadrien era diferente.


— sí.


— entonces, Hadrien ¿Dónde vives?


— ¿Qué no es obvio? Pensé que era más listo— me respondió, sin mirarme, de hecho, devoraba un pedazo de carne de una forma que cualquier animal salvaje envidiaría.


— Soy Kiran, tu vida será diferente ahora, Hadrien— no estoy seguro de que me escuchara.   Esa fascinación por todo le siguió toda la comida, y luego al momento de decirle que podía quedarse a dormir allí. Lo primero que hizo fue pegar un brinco a la cama, saltar un rato y luego dejarse caer en ella y enredarse en las cobijas.


— ¿En serio puedo quedarme?— había perdido la cuenta de cuantas veces había respondido eso.


— Si…— al menos se quedo quieto cuando le pedí a las chicas que nos atendían que le cortaran el cabello. Por la noche, había esperado que intentara escapar que ni siquiera la promesa de un desayuno por la mañana le había convencido. Espere y espere, pero Hadrien estuvo profundamente dormido toda la noche.


 Apareció ya vestido y con zapatos en el comedor por la mañana. Seguía teniendo esa mirada curiosa y vivaz.  Esta vez se sentó, y comió con más calma mientras le miraba.  


— ¿Qué?— sonreí ante su brusquedad. 


— ¿Terminaste?— negó con la cabeza—  te diré porque te traje aquí— él solo me miro. Sus ojos…  viéndole a los ojos, me dio la impresión de que Hadrien veía algo mas allá, como si pudiera ver algo que los demás no— ¿sabes porque eres diferente a los demás?


— ¿diferente?


— tu cabello, tus ojos… no son como los de los demás.


— oh.


— dime, Hadrien, ¿has hecho algo extraño? algo que no puedas explicar—  era obvio que sí. Me miro, sosteniendo el plato del desayuno frente a él— supongo que sí. ¿Has oído sobre la magia?— Hadrien se miró las manos.


— ¿eso es lo que hago?                                 


— si… veras, hay lugares donde te enseñaran a usarlos,  te enseñan a usar la magia  y a controlar ese poder tuyo…


— ¿tú también puedes hacerlo? muéstrame.


— te he dicho que te llevare a…


— No iré a ningún lado si no me muestras primero— no era miedo, ni mucho menos era una amable petición. Le mire, y suspire.  Ningún otro niño se molestaba en preguntarme eso. Hice que los platos a su alrededor se movieran por el aire, alejándose de él. Hadrien los miro, con los ojos muy abiertos.  También hice algo que  me costó mucho… desde hacía años que no intentaba usar fuego, lo evitaba tanto como podía y solo si era una situación muy urgente… en ese momento no se me ocurrió otra cosa. Hice salir el agua de las jarras también. Hadrien observo todo en silencio.


— ¿me crees ahora?  No puedo dejar que andes por ahí sin saber usar esa magia.


— Tú no eres diferente— le mire, no comprendía en que pensaba, y a decir verdad,  nunca comprendí que pasaba por la cabeza de Hadrien— tu cabello, tus ojos… no eres extraño.


— oh, bueno, no todos somos iguales, Hadrien. Ya entenderás cuando nos vayamos con los demás— Hadrien no dijo nada sobre si quería ir o no. Me era muy complicado explicarle todo, porque a pesar de que acostumbraba enseñar, Hadrien era mayor para ser un niño, casi era un adolecente, lo cual era extraño, porque pasar tanto tiempo desapercibido y sobrevivir…  


Disfrutó mucho del viaje, me hizo recordar mi primer viaje, cuando miraba todo por primera vez, Hadrien miraba todo con emoción. Después de  arreglarle un poco el cabello y darle ropa nueva, se veía más delgado que antes. No me extrañaba que comiera como si no lo fuera a hacer por mucho tiempo, me hacía sentir cierto malestar y ternura.


— ¿Cómo es ese lugar?


— es un buen lugar, vivo ahí desde hace algunos años, hay buenos maestros y sin duda, podrás hacer muchos amigos.


— ¿amigos?


— sí.


— Kiran… ¿Qué es un amigo?


— pues… es una persona en quien puedes confiar, juegas, hablas o  solo pasas un rato agradable con los amigos. Te apoyan cuando las cosas van mal, y no te dejan solo.


— umm ¿Tú tienes muchos amigos, Kiran?


— algunos, si—  por fin llegamos.  Fue obvio que lo que esperaba Hadrien no era lo que veía— no deberías robar aquí— le dije, recordando ese detalle. Él me miro, el ceño levemente fruncido.


— ¿Por qué?


— robar no es bueno.


— Ellos no necesitaban lo que tomaba, ¿Por qué es malo tomar lo que a otros les sobra?— suspire. Eso era una cuestión ética bastante complicada de explicar.


— hablemos de eso después. Ahora,  entremos. Te mostrare el lugar… te irá bien— el cambio en su expresión cuando vio como era en realidad me lugar me hizo reír. Hadrien me hizo más preguntas, muchas de las cuales ya le había respondido antes.


Debo decir que Hadrien no era más especial para mí que los demás, al menos no en ese momento. Después de llevar a Hadrien allá, salí de nuevo en mi viaje, luego fui a algunas misiones, así que habían pasado varios meses antes de que volviera a casa.  Había saludado a algunos de los encargados del lugar, y luego me había topado con Hadrien apenas unos momentos antes de que volviera a salir corriendo con los demás.


—  Curioso chico nos has traído, Kiran— Me gire a ver al chico que me hablaba. Eudor  era un chico amable,  tranquilo, quizá demasiado. No le gustaba nada que tuviera que ver con luchas. 


— ¿sí?


— No mencionaste que no sabía leer. Se muere de ganas de hacer magia, pero no sabe leer, ni escribir. Apenas pone atención cuando le hablamos, pero al final resulta que si nos escucha. Es listo, está aprendiendo rápido a leer y escribir, pero tenemos que detenerle cuando intenta hacer un hechizo, incluso si solo quiere hacer estallar el estanque.


— eso es bueno, no lo del estanque. Que quiera aprender.


— Bueno, supongo que podría darnos algunas sorpresas— me quise quedar unos días en casa, estaba un poco cansado de viajar, y un poco de calma nunca me caía mal.  Me entretenía viendo a los niños yendo y viniendo por todos lados, intentando controlar su magia.  Justamente porque me gusta observar, fue que note un pequeño detalle. Todos los niños corrían, jugaban, andaban entre ellos, todos excepto Hadrien.  Él no parecía encajar con los demás. No entendía que estaba mal, Hadrien no hacía nada malo, si bien hacia lo que quería y cuando quería, no era un mal chico.  Poco a poco, comencé a escuchar también ciertos comentarios en los demás niños. Ninguno era malo en sí, pero me llamaba la atención que aunque Hadrien se esforzara por llevarse bien con los demás, los demás parecían alejarse de él.


— Hadrien…


— ¿umm?


— ¿Qué haces?— le encontré en el patio, mirando más allá de la cerca que marcaba el final de nuestra protección.


— nada… ¿Qué haces tú? ¿No has ido a otra de esas salidas?— me miro, emocionado. Quizá Hadrien era el único que se emocionaba por eso.


—no por ahora. ¿Por qué no estas con los demás?


—  porque es mejor aquí. Ah, lloverá— murmuro, mirando distraído hacia el espacio vacío, al campo donde no había más que arbustos— ¿entonces vas  a quedarte? Los demás dicen que tú también les enseñas cosas, ¿podrías enseñarme a mí también?


— lo hare, cuando aprendas primero lo más básico— le dije al ver que abría la boca. Hizo una mueca. La verdad, nunca tuve oportunidad de enseñarle nada a Hadrien.


 


Con los días, me di cuenta de que eso no era lo único que pasaba con Hadrien, aunque tampoco era grave, no era nada que pudiera llamar mucho la atención. Hadrien se aislaba con frecuencia, y más de uno dijo que le veía hablar a solas.  Yo nunca le vi hacerlo.  Me costaba creer que los demás se alejaran de él,  pero caí en cuenta de que mientras yo  atraía a las personas, que yo le agradaba a todos, Hadrien ocasionaba lo contrario: las personas de alejaban de Hadrien aunque él no hiciera nada. Hadrien mejoro con el tiempo, ya no era tan delgado, y solo de vez en cuando me llamaban la atención las marcas oscuras bajo sus ojos.  No tarde mucho en averiguar el misterio de eso.  Una noche, cuando regresaba a mi habitación después de asearme, me pareció escuchar una voz, un susurro entre las sombras.


— ¿Hadrien? ¿Qué haces aquí?— se encontraba sentado en el borde de la puerta del patio, mirando a la nada en la oscuridad.


— No puedo dormir, tengo pesadillas… ¿Qué es eso?— señalo mi brazo. Llevaba la camisa sobre el hombro, no puesta, y no le había mostrado a nadie mis marcas en un buen tiempo.


—… marcas— recordaba haberle mencionado sobre las marcas. Él pareció recordarlo.


— ¿Te avergüenzas?— por unos momentos, recordé a Anker, que no podía salir sin cubrir sus manos. Yo no me avergonzaba nunca de mis marcas.


— no, claro que no.


— Son bonitas, te hacen lucir bien— era la primera persona que decía que las marcas hacían lucir bien. Me reí.


— vamos, ve a dormir.


No puedo dormir— me dijo, de nuevo. Sus ojos… le mire unos segundos antes de ayudarle a levantarse. Sus ojos parecían mirar al más allá.


— intentare resolver eso. ¿Si duermes con alguien más ya no tendrás pesadillas?— no sé por qué sugerí eso. No estaba contento con que un menor estuviera despierto tan tarde.


— no lo sé.  Nunca he dormido con nadie más— me dijo, mientras caminaba hasta mi habitación, no muy lejos de allí— ¿es tuya? No se ve como la habitación de un héroe.


— ¿Te lo han dicho?— de nuevo eso del héroe. Nunca me gusto que me llamaran así, y no me sorprendía que se lo hubieran dicho.


— todos lo dicen. Yo también pienso que eres increíble. ¿Puedo tocarlas?— me sorprendió su mano sobre mi brazo. Le mire, incrédulo. ¿En serio? Hadrien no me miraba, parecía estudiar con atención mis marcas. Suspire.


— ah, Hadrien ¿siempre haces y dices lo que quieres?


— ¿Por qué no lo haría?— le tome la mano y le lleve a la cama. No sabía cómo sentirme con su toque. Hacia muchísimos años que nadie tocaba mis marcas.


— Intenta dormir… me dijeron que estas aprendiendo muy rápido— comente, al ver que  seguía con los ojos abiertos.


— no lo sé. Quiero poder hacer magia— sonaba emocionado. Supe que lo haría, muy rápido, Hadrien podría hacer magia y seria increíble. Jamás pensé hasta qué punto.


— Lo harás— Hadrien  se quedó dormido casi de inmediato después de eso. Estaba cansado al  otro día, pero salí e hice mis deberes. Ayude a los más avanzados en magia, revise los alrededores… lo usual. No vi a Hadrien ese día, hasta la noche. Y no precisamente porque nos encontráramos en la cena o en un pasillo. Era tarde, y no encontré explicación para los toques en mi puerta. Cuando la abrí, me encontré con Hadrien— ¿Hadrien? ¿Qué estas…?


— Dijiste que intentarías ayudarme con mis pesadillas— intente recordarlo, pero… bien, si había dicho que le ayudaría, pero no que iba a dormir conmigo esa noche también. Mientras pensaba eso, y comenzaba a alegar, me di cuenta de sus palabras, él quería dormir aquí de nuevo, no había tenido pesadillas.  


— Eso no fue… ah, olvídalo.


— ¿puedo venir aquí a dormir entonces? anoche no tuve pesadillas— ya lo había supuesto. Sonreí, porque no tenía caso negarle a Hadrien que viniera, porque conociéndolo, vendría dijera lo que dijera.


— lo harás aunque diga que no ¿verdad?


— quizá. ¿Te mete en problemas? No quiero que tengas problemas.


— no, no me causa problemas.


— Entonces vendré a dormir aquí— le revolví el cabello. Me sorprendí ante su textura suave. Supuse que así se sentía tocar la oscuridad.


— Tu cabello es bonito.


— Es como tus marcas ¿no? por eso sabias que yo tenía que venir aquí— le mire. Eso no era posible, recuerdo que pensé.


— sí.


— no deberías ocultarlas. Te hacen lucir más increíble de lo que eres— lo era, era posible que hubiera alguien a quien no le molestaba en lo más mínimo mostrar sus marcas. Todos, absolutamente todos, intentaban ocultarlas, a todos les había causado problemas ser diferentes e intentaban ser normales, ser humanos. Hadrien era todo lo contrario,  Hadrien era el único que estaba orgulloso de mostrar sus marcas. Su cabello, sus ojos… nunca se avergonzaría de ello.


— ¿piensas que soy increíble?


— sí.


— No lo soy en absoluto— recordé a todos los que había perdido, a todos los que no pude salvar, de algún modo u otro.


— Cuéntame algo de lo que has hecho.


— ¿Qué quieres saber?


— No lo sé, lo que sea— me miro, esperando a que le contara algo. Le conté una historia, era raro contar algo que había pasado hacia tanto tiempo y que yo siguiera recordándolo tan bien.  Era más raro tener a alguien escuchándome. No era un interrogatorio, no me estaba pidiendo una explicación, solo que le contara algo. Me sentí un poco menos mal después de hablarle sobre las culpas que no entendería, sobre las cosas que no podía contarle a nadie porque esperaban que yo fuera un héroe, las cosas que solo una persona había entendido, las cosas que tenía que hacer por conservar un poco la paz, por hacer un lugar mejor.  Todo eso, todo se lo conté a Hadrien en forma de historias.


Hadrien volvió a mi habitación la otra noche, y la siguiente…  todas las noches que siguieron a esa segunda noche, y era raro porque yo nunca dormía con nadie, y Hadrien era más bien una presencia extraña en mi cama. Cada noche me pedía que le contara una historia, cada noche liberaba algo de mi dolor.


— Hadrien…— le llame.  Nunca le dijo a nadie que venía a dormir conmigo por las noches. Yo tampoco le dije a nadie, y no porque me preocupara, la verdad nunca supe porque no le conté a nadie sobre eso, ni siquiera a Jency, mi mejor amigo que cada vez estaba tan ocupado como yo, yo era tan importante para el parlamento, que el hecho de que alguien durmiera conmigo ni siquiera daría habladurías. Al final, me había acostumbrado a despertarme y verle dormir a mi lado, o casi encima de mí. Hadrien se movía poco por la noche, así que era como si en realidad no estuviera allí.  


— ¿Qué pasa?— me incline para hablarle. Había estado en el patio, observando a los mayores hacer que el agua se elevara e hiciera una brisa fresca.


— tengo que salir. Iré a una misión— sus ojos parecieron brillar de emoción— no estaré esta noche—  creí oportuno decirle que no estaría, que no estuviera vagando por los pasillos en la noche para nada.


— no importa, está bien ¿me contaras lo que harás en la misión cuando regrese?


— claro.


— Entonces voy a esperarte— Hadrien se alejó riendo.  Mientras le miraba alejarse, me di cuenta de que no sabía cuántos años tenía.  Aunque parecía tener entre doce y catorce años, no era seguro, bien podría tener más, muchos más.  Sabía que había vivido en la calle desde que él podía recordar y no recordaba haber estado con alguien. 


Esa noche, mientras intentaba dormir en un lugar muy lejos de casa, extrañe la presencia de Hadrien a mi lado. Me costó dormir, y sentía el lugar vacío. Ese chiquillo que se había metido a la fuerza a mi vida, en más de un sentido.  Mientras miraba el techo y me convencía de que no iba a entrar en esa habitación, me pregunte si Hadrien estaría dormido ya ¿tendría pesadillas? ¿Qué tan malas eran esas pesadillas para que no durmiera?  Nunca se lo había preguntado, pero le creía. Hadrien no era un mentiroso, siempre decía la verdad aunque le metiera en problemas, yo estaba convencido de que si quisiera, podría mentir con mucha facilidad, con su carácter tan descarado… me reí al pensarlo. Los demás estaban mal, me dije, si no veían que Hadrien era singular, que era como pocos. Cuando volviera, me prometí, cuando volviera le preguntaría sobre eso, le ayudaría a practicar o lo que fuera. 


 Yo le ayudaba a Hadrien con sus pesadillas,  pero al final, Hadrien  también alejaba mis propias pesadillas. 

Notas finales:

Gracias por leer, hasta la proxima.


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