—Por otro lado, creo que el solo de Aoi sería... ¿Ruki? ¿Me estás escuchando?
—¿Eh? —Ruki salió de su trance y devolvió la mirada expectante de Uruha con una de confusión—. Ah, sí. Claro que estoy escuchando.
Apretó los labios en una sonrisa y rogó interiormente que Uruha no se fijara en lo mucho que le estaba costando no retorcerse en su asiento. Por debajo de la mesa, mantenía firme su agarre alrededor de la muñeca de Kai y apretaba los muslos para evitar que se la introdujera en medio.
Uruha alzó una ceja en respuesta y después sacudió la cabeza, aparentemente aceptando la pobre excusa de Ruki y llenando de alivio a éste en el proceso. Aclarándose la garganta, el vocal regresó a un semblante serio y permitió que sus ojos vagaran hacia un lado para encontrarse con la cara sonriente de Kai. Bastardo. No podía resistirse, ¿eh?
Uruha siguió y siguió y siguió hablando sobre lo que él creía era la lista de canciones más adecuada para la presentación del día siguiente. Después de que habían pasado seis minutos completos, Ruki se sintió más o menos seguro. Lanzó una mirada rápida hacia Kai otra vez, y éste volvió a responderle con una sonrisa y un asentimiento, como si no tuviera su muñeca apresada en un agarre asfixiante. ¿Cómo lograba mantener una cara tan serena?
Resopló y sacudió la cabeza cuando Uruha volvió a lanzarle una mirada interrogante. Aflojó poco a poco los dedos alrededor de la muñeca de su novio, y finalmente volvió a colocar las manos encima de la mesa.
Pasaron otros tortuosos 15 minutos, hasta que los del staff, que también habían estado presentes en la reunión, decidieron que ya era tiempo de un descanso. Al escucharlo, Ruki se levantó disparado de su silla, y se apresuró a salir del lugar.
Estaba seguro de que Kai lo seguiría.
—Parece que hoy has estado un poco nervioso —se burló el baterista mientras entraba a la cocina del estudio. Ruki torció sus labios en una sonrisilla altanera.
—Ajá, es que me topé con un manoseador...
—¿En serio?
El menor escuchó pasos detrás de él y pronto se encontró envuelto en un abrazo, con el pecho de Kai pegado a su espalda, infundiéndole una calidez reconfortante. El calor se extendió por ambos cuerpos, y a Ruki lo habría fulminado un rayo si hubiera jurado que no logró colorearle las mejillas.
Kai suspiró justo en su oído y rozó las palmas en su estómago, como si no estuvieran en un edificio público sujetos a que cualquier persona del staff los encontrara. Nadie sabía de su relación, a excepción de sus compañeros de banda, pues había resultado demasiado trabajo el tratar de escondérselos a ellos.
»—¿Y te atacó?
Ruki tragó saliva. Los labios en su cuello hacían que cada vez fuera más difícil el evitar gemir.
—Sí —tartamudeó, colocando sus manos encima de las que seguían en su abdomen. Sintió la boca de Kai formar una sonrisa contra su cuello—. Intentó tocarme los muslos...
—Oh, cómo se atreve.
Ruki no pudo soportarlo más. Se volteó para encarar a Kai y le mostró una sonrisa traviesa.
—Eres increíble.
Por fin, el batero se inclinó para darle un beso, uno que era justamente eso: increíble, y todavía igual de estremecedor como lo había sido el primero que compartieron. El recuerdo de cómo Kai lo había derribado en su cumpleaños de hace tres años lo hizo sonreír contra los labios del otro.
Hasta que la puerta se abrió y Aoi se adentró como si se tratara de su casa; lo que fuera de lo que se estuviera quejando con Reita fue remplazado por una carcajada.
—Ay, chicos, ¡por favor! ¡Consigan un cuarto!
Kai gruño, retirándose del beso con fastidio, antes de voltearse y fulminar a su compañero con la mirada.
»—¡Está bien, está bien! Igual ya me iba —se burló Aoi y se giró, para después empujar a Reita de vuelta al pasillo—. Vámonos, Rei. Estamos molestando a los tortolitos.
Ruki rió ante lo absurdo de la situación, pero de pronto sintió unas manos en sus caderas y ya no fue capaz de notar en qué momento la puerta se cerró.