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Regresar el pasado por Kurenai_801

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Notas del fanfic:

Esto es sin fines de lucro.

Kyo Kara Maou! no me pertenece.

“No importa cuánto te lo diga, aún así yo solo quiero que me ames”

 

Se estremeció al oír esas palabras que le taladraban los oídos. Entrecerró sus ojos y con molestia empujó del hombro a ese rubio que tanto le declaraba su amor, haciéndolo a un lado para marcharse.

Wolfram se maldijo por tener que rebajarse ante ese sujeto que venía de otro mundo. El único ser que hacia quebrar su orgullo. Y tal como dijo antes, aunque Yuuri  se avergonzara de ello, le ignorase, le hiciera sentir mal y no tomase en cuenta sus sentimientos, aun así lo amaba y también quería ser correspondido.

Quiso llorar cuando Yuuri vilmente lo quitó de su camino, empujándolo hacia un lado. Pero prácticamente ya estaba acostumbrado a ese rechazo.
¿Acaso sería bueno renunciar a ese amor? En realidad lo amaba, y aún guardaba las esperanzas.

 

Yuuri, en cambio, empezaba a distanciarse, evitando cualquier encuentro privado con el ojiverde. Mientras se preguntaba que había hecho para que Wolfram lo amara así.
Alguna vez quiso tocar esa estilizada figura, mientras dormía ¿Curiosidad, tal vez? Aunque no fuera eso, se sermoneaba mentalmente y llegaba a la conclusión de que eso era asqueroso.

 

Yuuri y sus creencias retorcidas sobre la belleza, y su maldita obsesión con la heterosexualidad.

 

 

Desde entonces, no había sentido el tiempo entre ellos, ni la distancia ¿Cuántos años habían pasado ya desde que Wolfram cedió y dejó de molestarlo sobre eso, de que lo quería?… tal vez unos tres años.
No supo cuánto tiempo, pero si advirtió las actitudes totalmente diferentes de Wolfram. No le importó, se hizo creer que era lo mejor. Hasta ese momento, esa pequeña separación, era lo único diferente.

 

La apatía de Yuuri en todo ese tiempo y los últimos tres años mataron ya el poco amor que guardaba, Wolfram, en su corazón. El amor se convirtió en rencor y dolor, un doloroso sentimiento que le sofocaba. Aprendió a vivir con eso, como todo el mundo que no supera algún dolor, más bien aprende a vivir con ello.
 Todo era tan natural para Wolfram, convirtió sus sentimientos en su propio infierno, sin darse cuenta y sin sentir alguna molestia sobre ello.

 

 

Ocho años humanos, veinticinco años después en Shin Makoku, a esas alturas se visualizó una hermosa sonrisa en el apagado rostro de Wolfram.

Después de considerable tiempo, Wolfram al fin de tanto mostraba sin dificultad una sonrisa realmente sincera y cálida.
La cual todos agradecían a los hermosos ojos miel de gata que ahora parpadeaban a su lado, junto a esa linda y tierna sonrisa de media luna.
Wolfram gustaba de acariciar esos finos cabellos plateados que jugueteaban con el viento, el rubor en las mejillas de la bella doncella era exquisitamente adorable.

Melissa von Christ, sobrina de Günter von Christ. Su fina figura rondaba los pasillos del Pacto de Sangre, desde el día que se hizo público su compromiso.

Para felicidad de muchos.

Para incomodidad de otro.

 

Pensaban que el Maou solamente estaba resentido por que Wolfram, un noble, se casara antes que él, el Rey Demonio.
Por primera vez en tanto tiempo, el joven Rey, quién aparentaba tener 26 años, sintió que le arrancaban algo.
¿Qué haría?
Un instinto asesino lo invadió ¿Tendría esa joven mujer que morir?
Quizás era mejor ocultar ese sentimiento y tomar ventaja de su posición: arrebatarla de los brazos del hermoso soldado rubio ojiverde, solamente para hacerla sufrir por tan siquiera haberse atrevido a acercarse a su Wolfram… ¿su? Pensó… inmediatamente desechó la idea.

 

“Traeremos a nuestros hijos a Pacto de Sangre, de vez en cuando, para que puedan pasar tiempo con su abuela y con mi tío… Con su respeto, Señora Chery…”

 

La dulce e inocente voz de Melissa alegró la cena y a todos los presentes, especialmente a la Señora Chery que estaba ansiosa por la boda y sus futuros nietos. Mientras el Maou no sabía ni que sentir. Al casarse, Wolfram tomaría su lugar como señor  de las tierras Bielefeld.
Lo que significaba que ya no pasaría tanto tiempo en el palacio, como hasta ahora.
Maldijo a la inocente chica… y maldijose a sí mismo por esos pensamientos tan ridículos.

Me gustan las mujeres” pensó. Olvidando que a cada doncella que invitaba o compartía su tiempo o su cama, nunca las miraba a los ojos, y ni dijo cosas lindas… tal vez lindas, pero no románticas. Es decir, no se había enamorado. Lo mismo sucedía al ir a Japón, por más que fuera con Murata a los bares, ni una mujer le provocaba una pizca de curiosidad para tocar.

 

La sonrisa que había mostrado al estar en la boda de Wolfram y Melissa, se vino abajo. La ira lo cegó, y terminó desahogándose tomando sake… y tomando a  primera chica que se le cruzó en el camino. No le importo las lágrimas de la pobre muchacha. Aunque ella había dicho que sí, ahora decía  que le dolía, él simplemente contestó que ella había aceptado estar con él esa noche, así que tenía que aguantar.

 

¿Quién aguantaría a un maldito ebrio?

 

Pero más que lo físico, lo que más le dolió a la joven fue ser tomada y besada… mientras era confundida con el recién casado.

…y qué luego de terminar, Yuuri hubiera olvidado su nombre…

 

—Es que no me llamo Wolfram… me llamo Jazmín —susurró con evidente miedo, al ser cuestionada de porque no se había ido y de porque esa cara de…

—¿Acaso pregunté tu nombre?... no me interesa, vete.

 

Dejando a sus víctimas tiradas como migajas de pan, un extraño sentimiento lo volvía un mal ser. Si el mismo sentimiento hubiese sido cuidado a tiempo, en lugar de enmalecerlo… lo haría feliz. Realmente había cambiado bastante, ya no era el chico inocente, enclenque,  que solía ser.  Si lo veían como Rey, era totalmente de respetar, admirar y temer por su gran poder. Aunque su corazón se estuviese pudriendo…

 

Renacimiento. La vida de Wolfram era otra, totalmente distinta, aunque guardaba con melancolía aquel sentimiento que algunas veces lo hizo feliz, pero mayormente le causó dolor. La pureza y amor de Melissa von Christ lo llenaban y reconfortaban cada día, realizándolo. Así se volvió un noble respetable y el más feliz que se haya podido ver, un orgulloso Bielefeld que ahora poseía otra cualidad: benevolencia.

Fue más feliz aún cuando llegó aquel hermoso ser que tenía su apariencia, con la diferencia de que sus ojos eran como la miel, como el ser que la había tenido. La hija del fuego y del viento, con la mirada y el cabello como el Sol, su pálida piel de porcelana. Altiva y orgullosa como su padre, amorosa y traviesa como su madre: Rossana von Bielefeld.

 

—Creo que el Maou me odia porque parezco un Shinzoku. —La niña reía.

 

La chica ya a sus 96 años, 17 humanos, se percataba de la mirada profunda hacia ella y a su madre (aunque su esta no lo notara). Sentía que el Maou la odiaba por algo… pero no sabía por qué, mas, no le importaba.
Seguía los consejos de su amado padre, quién decía que el Maou lanzaba la misma mirada a todos… que ese era su carácter por aún no tener esposa. La bella Rossana lo creyó, dándose cuenta de que Su Majestad cambiaba drásticamente ante la presencia de su amado padre, Wolfram, quién lo trataba de manera gentil; Yuuri no podía evitar sentirse abatido por eso.
Pero, el corazón de Wolfram supo olvidar y perdonar.  Mientras el de Yuuri se llenó de dudas, arrepentimiento y culpa.

 

Era tarde para confesarlo todo… no podía arruinar la perfecta vida que Wolfram había logrado tener después de lo mal que lo trato. Era justo, lo sabía… pero no lo aceptaba…
Solamente obtuvo un triste: “lo siento” de parte de Wolfram, cuando después de tanto tiempo le dijo la verdad… la que lo estaba matando desde ya hace varios, varios, varios años.

 

 

No pudo evitar sentirse feliz cuando lo vio llorar… y correr a sus brazos, aunque no era por amor, sino más bien por consuelo, en un momento de confusión y tristeza de Wolfram. Yuuri sabía perfectamente eso: que después de tantos años, Wolfram ya no lo amaba.
De igual forma fue feliz al tenerlo llorando en su regazo, aunque la razón le fastidiara.
La familia Bielefeld y Christ vestían de negro, en una fosa elegantemente decorada, se enterraba el cuerpo de quien fuera la bella Melissa von Christ.

Tal vez, ella, esa noche sabía que iba a morir.
Se despidió de todos, de manera diferente a otras noches. Era raro, estaba feliz, y triste.

 

«Te amo Rossana, cuídate, crece hermosa y has feliz a tu padre…»

 

La joven le dio un beso a su madre, pensando pedirle que le explicara esa frase a la mañana siguiente.

 

«Wolfram, por favor, que nunca muera el amor dentro de ti… convierte el dolor en tu fortaleza. Recuerda que amo tu valentía y tu amor a todo el pueblo de Shin Makoku.
Recuerda que soy la mujer más feliz con solo saber que me amas… y nunca olvides que yo te amo con toda mi alma…»

 

Wolfram sonrió notando las veces que Melissa conjugó la palabra “amor”. Lo último que le dijo a ella esa noche fueron todos sus sentimientos. Se había dejado llevar por las emociones de su esposa. Lo cual terminó con un susurro de Wolfram diciendo: “Te amo”.

 

 

Al parecer fue lo último que escuchó Melissa.


A la mañana siguiente amaneció sin amanecer.

 

 

Yuuri sostuvo en sus brazos el cuerpo tembloroso de Wolfram, antes, durante y después del funeral, que para los que conocían el pasado, era una falta de respeto de parte del Maou.
Como si aquel acontecimiento hubiese sido para beneficio del Rey, su relación con su amigo Wolfram iba como antes, los mejores amigos. A diferencia que está vez era Yuuri el enamorado…

Un viento fresco acompañó aquel puñetazo, cuando Yuuri osadamente  robó un beso de los labios de Wolfram. Indignado el rubio, regresó al palacio para no hablarle por un par de semanas. Mientras el pelinegro no se arrepentía de nada. Pensaba que podría hacer una familia con Wolfram y su joven hija, Rossana, pero, ahora su sueño se veía truncado, porque él mismo se encargó de hacerlo, años atrás, cuando trataba con desdén a las dos ojimiel.
Ahora, el mismo Wolfram lo decía:

«Rossana será una gran y verdadera  regente de las tierras Bielefeld, cuando yo muera…»

 

Cosa que hacia enorgullecer al mazoku de fuego… más no al de agua.

Como una buena Bielefeld, Rossana tenía un perfil firme. Lo que  molestaba al Maou, ya que parecía ser la segunda Waltorana; casi siempre lograba poner en jake al Rey… y a Wolfram eso le hacía gracia.
Con una posible enemiga en Rossana, Yuuri no quería rendirse en conquistar nuevamente a su Wolfram… ya había pasado 9 años de la muerte de Melissa, lo que volvía al pelinegro aún más seguro.

 

 

Las campanas anunciaban el inicio de la ceremonia. El templo estaba adornado con flores blancas, auguraba ser una estupenda boda. Todos estaban emocionados.
Wolfram lloraba interiormente de emociones alegres y tristes.
Günter, Gwendal, Conrad, Anissina, la Señora Chery, la Princesa Greta y los demás nobles del palacio estaban presentes y entusiasmados.
Aunque a Yuuri no le importaba…

La hermosa hija de Bielefeld entraba con un elegante y majestuoso vestido… se dieron cuenta de que era el mismo que usó su madre para la boda con Wolfram von Bielefeld. Nostalgia, amor, alegría y un montón de sentimientos encontrados flotaban por todas partes. Roger von Wincott, hermano menor de Rinji von Wincott, era el novio de la boda.

 

Pasaban los años, y todo parecía igual… aunque el Maou intentaba, no había manera de que todo fuese igual a antes. Ambos ya aparentaban 35 años.

Parecía una desdicha, lo que tuvo en el pasado, no lo volvería a tener… ni porque Wolfram estuviera realmente sufriendo… él no quería verlo triste, no quería verlo llorar y ni verlo solo. Pero un instinto egoísta lo cegaba y deseaba con toda su alma, ahora no pura, que Wolfram se sintiera de alguna manera abandonado, y corriera a donde él. Pero el caso era todo lo contrario. Parecía tan feliz como cuando Melissa vivía, ahora rodeado de una media docena de nietos.

 

No podía regresar el pasado.

 

Como boomerang llegó una nueva batalla con un pueblo de la alianza que había cambiado de rey, y este ahora quería obtener unas tierras que no les pertenecían; cerca de la región de Grantz. Ni un acuerdo, ni negociación, ni charla pudieron arreglar las cosas para ese rey bárbaro (poco visto en la edad media). Era más como un tipo cavernícola que gustaba de destruir y matar, comer exageradamente con las dos manos  y abrir mucho la boca al masticar. Gritaba en lugar de hablar, empujaba en vez de saludar.
La batalla iba a ser terrible…
Como líder, el Maou, que todavía buscaba alguna forma de solucionarlo.
Sus caballeros reales:
Su mano derecha, Conrad, el famoso, excepcional y virtuoso espadachín.
Gwendal, el gran estratega temido.
 Günter, el poderoso mazoku de viento.
Wolfram, el intenso y virtuoso mazoku de fuego… y su amor no tan secreto.

Era casi como antes… Murata lo acompañó y dio los últimos consejos. Según el Dai Kenja, todo iba a salir a la perfección.
Pero él mismo lo dijo una vez: era el sabio, pero no era como si lo supiera todo.


Aquel hombre bárbaro era aún más impredecible que el Shinou. La batalla se desató, entre lanzas, flechas… barbaridades de ese hombre que no hubieran pensado.
Fue muy duro, el Maou, Heika, y su pueblo gananaron la batalla.
Aunque el ejército de “los bárbaros” era menos, hicieron gran daño.

 

 

Sí, difícilmente es imposible regresar lo que ha quedado atrás. El tiempo perdido, lo que se pudo haber hecho… lo que se pudo haber NO hecho, ahora ya no se podía lograr. Lamentarse ahora era ridículo. Recordar esos momentos era doloroso. El último consuelo que queda es soñar despiertos, soñar con el pasado y repararlo aunque sea en sueños. Aunque no es lo mismo, el corazón lo necesita; auto engañarse, “llenar ese estómago con tofu”, aunque sea eso se podría hacer. Rescatar el pasado, imposible. Lo hecho está hecho… lo que no se hizo, no se hizo y punto ¿Pero si se realiza en sueños? Está bien, consuela a tu corazón de esa manera, vive una mentira. Porque sabes en que fallaste… y lo quieres remediar…

Los ojos de Yuuri estaban llenos de lágrimas.
Todo el sermón de arriba, todo ese monólogo lo hizo llorar… y no solo ese monólogo, también la culpa y la inimaginable tristeza que ahora sentía.
Sabía que lo había echado a perder, él y solo él era el culpable. Su estupidez había arruinado su vida. Si tan solo hubiese hecho algo más: algo más en su vida… algo más en el campo de batalla.

Sabía que ahora ya no podría ver esos ojos esmeraldas, esos cabellos dorados bailar con el viento… más que nunca, no escucharía los pocos “Debilucho” que decía al llegar al Pacto de Sangre. Sus labios finos no se abrirían más para gritar, o saludar como el caballero que era. El intenso fuego se había apagado, esos ojos ya no veían, y esa piel de porcelana ahora era seca, fría y espeluznantemente blanca, esos labios ya no sonreían. Seguramente, si viera lo que estaba pasando, hubiera dicho a todos que eran unos tontos sucios que derramaban agua salada sobre su distinguida persona. Pero ya no podía decir eso.

Yuuri se dio cuenta de todo esto: lo había perdido para siempre y la eternidad. Se vio llorando frente a la lápida del cementerio que recitaba:

 

†  “Wolfram von Bielefeld, amado padre y esposo. Hermano y amigo”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

Notas finales:

Kurenai 801
 6 de febrero 2014
Edición, julio 2016

 


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