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Te amo, a pesar de mis cadenas por Kurenai_801

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Notas del fanfic:

 

Te amo, a pesar de mis cadenas
Por: Kurenai801 

Escrito y publicado entre enero y septiembre de 2013.

 

Agradezco que lo hayan abierto.

Desfruten de este fanfic y a la vez les pido que comprendan que la edición (2016/2019) es muy mínima, pues incluso valoro mis desaciertos y me traen gratos recuerdos.
Este fic estuvo en otra cuenta y si alguna veterena ve esto, por favor no piense que es robado. Es la misma autora y las mismas ideas ingenuas.

Gracias.

 

 

Los últimos rayos del Sol iluminan el cielo, coloreándolo de un naranja nostálgico. Las hojas marchitas caen lentamente acompañadas por ese viento de otoño. Ese mismo viento que alborota coquetamente el rubio cabello del joven sentado en la banca.

Unos ojos negros como la noche más oscura, contemplan  la exquisita imagen. ¿Acaso ese chico le había quitado el verdor a las hojas del árbol de atrás? Porque lo único verde que se encuentra cerca del árbol son esos ojos bellos, aunque algo tristes, pero bellos.

El chico con ojos de la noche camina hacia esa linda criatura, pisando las marchitas hojas.

 

—¿Puedo sentarme a tu lado? —dice en pregunta, esperando una respuesta positiva.

—Claro —dice en susurro el rubio ojiverde, sin levantar la mirada.

 

El de oscura mirada saca  un cuaderno y empieza a garabatear algo. Su cabello igual de negro que sus ojos juega con el frio viento de otoño, despeinándolo, pero no le importa y sigue con su ardua labor en el cuaderno.

El cabizbajo rubio levanta la cabeza hasta que siente sobre él la mirada de su acompañante. Mete sus manos dentro de las bolsas de su abrigo café.

 

—¿Qué me ves? –pregunta frunciendo el ceño.

 

El moreno solamente sonríe mirándolo detenidamente. Luego de unos segundos responde.

 

—¿Cuál es tu nombre? —Regresando a su trabajo en el cuaderno.

El rubio cambia su expresión molesta a una de confusión.

—¿Qué como te llamas? –Lo mira nuevamente sonriendo.

—Wolfram –responde volviendo a ver el suelo.

—Mucho gusto, yo soy Yuuri Shibuya. –Se acerca y extiende la mano en saludo.

—Mucho gusto. —Sonríe un poco, saca la mano de la bolsa y corresponde el saludo —¿Qué haces en ese cuaderno?

—¡Ah! Es un dibujo —Mira su cuaderno.

—¿Puedo verlo? —Se acerca.

—Sí, claro. —Le da el cuaderno.

—P—pero este… ¿soy yo? —Se ruboriza.

—Sí. No tengo mis instrumentos ahora pero cuando llegue a casa espero poder recordar a la perfección los colores que se reflejaban en tu rostro.

—¿Cómo? ¿Qué quieres decir?

—Soy pintor. Caminaba por aquí y cuando te vi, la tarde, este árbol… Me encantó y quisiera pintarlo, tal vez sea mi primer cuadro exitoso. —Ríe y pone su mano en la nuca.

—No pediste mi permiso —Recrimina fingiendo estar molesto.

—Creí que si te lo decía te ibas a negar y te irías —Se disculpa.

—No tengo problema con eso. No puedo perder nada ¿cierto? —Lo mira con una sonrisa.

—Claro que no. —Yuuri sonríe contento.

—¿Y vendes cuadros?

—Bueno, trabajo haciendo bocetos de las personas en el parque central. Y con suerte vendo una que otra pintura que hago sobre óleo —Responde mientras sigue dibujando a Wolfram.

—¿Estás ahí todos los días?

—Sí. Pero solo en la tarde ¿Por qué?

—Pues, así paso a saludarte. —Le sonríe.

—¡Ah! Bueno, gracias. –Corresponde con una sonrisa.

—Mira, haz levantado mi ánimo. Pero ya me tengo que ir, Yuuri. Hasta pronto. —Se despide con la mano alzada.

—Hasta pronto.—Y sonríe.

 

 

Wolfram camina con una alegría en su corazón, sin saber muy bien porque era. Aun así está contento. Si hubiese sido por él, se quedaba toda la noche charlando con ese tipo, el pintor, Yuuri. Pero no podía porque el tiempo prácticamente lo tenía contado… o más bién controlado.

 

 

—¡Ah! ¡Wolfram! ¡Hijo mio! ¡Qué bueno que ya viniste! Espero que me hayas traído dinero —dice su padre Leiko, al verlo entrar.

—Buenas noches padre. —Saluda sin entusiasmo.

—¿Trajiste mi dinero? —Se cruza de brazos en la puerta de la cocina, donde ha entrado Wolfram.

—Como cada semana. —Le da un sobre. — Odio esto  —susurra.

—¡No digas nada! Porque de esto sostengo mi empresa que se está viniendo para abajo ¿Sabes qué? Mejor pásame una cerveza. —Señala el refrigerador.—Además, era un cambio un tanto justo ¿No crees? Aunque tú, mi hijo, vales más…

—Ya he dicho que no soy mercancía. —Le da la cerveza y sale.

—¡¿De qué te quejas si no tienes que trabajar?! No sé que haces aquí. —Se sienta en el sofá.

—Tengo derecho de estar en mi casa. —Sentado también en el sofá. —Además, la señora Chery me ha dado permiso, en una hora me voy.

—Bueno porque no quiero problemas.

—Qué lástima que tu hijo te de problemas.

—No es por ti. Recuerda que yo le prometí a tu madre que te cuidaría.

—No quiero hablar de eso —suspira y se levanta. —Así que me voy.

—Ve con cuidado hijito… —Viendo la televisión.

 

 

 

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Una habitación llena de tubos de pintura, pinceles y paletas. Realmente hasta las paredes están pintadas con diferentes temas: una noche oscura, el limbo, un árbol muerto de pie, un amanecer violeta, la elegancia de un jaguar, abstracción, y varios dibujos muy bien hechos rellenan las paredes del apartamento. La alfombra que solía ser gris, ahora está decorada por manchas y gotas de pintura de diferente color.

 

—Me gusta este cuadro —Comenta un pelirrojo musculoso. —No sé porque, pero es diferente a los otros.

El ojinegro deja de leer la revista que sostiene y baja los pies de la mesita de centro para ir a ver a cual se refiere su amigo.

 

—Sí, yo también la siento diferente…

—Me da ganas de llorar, se ve triste.

—Es porque el modelo estaba triste. De alguna manera los sentimientos se plasman en esta pintura. Pero no sé porque…

 

 

 

 

~°~°~°w°~°~°~

 

 

 

—Son las 4 de la tarde ¿Será que aún está ahí? —Se pregunta Wolfram al salir del edificio de una empresa de supermercados. —Hoy no tomaré el metro… el Parque Central esta a unas cuadras de aquí, me podré ir caminando. —Sonríe ante su comentario.

Y sí, como dice, se va caminando hacia el Parque Central de la Ciudad. Busca con la mirada al chico de ayer.

—¡Yuuri! —Llama sonriente cuando al fin lo ve.

—¡Vaya! ¡Wolfram! ¡Si viniste! —Se levanta de una pequeña silla donde está dibujando a una dama con su bebé.

—¡Oh! ¿Te interrumpo? —Se apena.

—¡No, no! ¿Cómo crees? Siéntate. —Le ofrece un banquito. Wolfram se sienta junto a Yuuri.

—Hijito, quédate quietecito, el joven te está dibujando. —La mujer acomoda a su bebé en las piernas.

Wolfram observa como Yuuri traza las líneas, y lo bien que dibuja. Le queda genial, como si de una foto en blanco y negro se tratase.

—¡Hijito, mira qué guapo quedaste en el retrato! —Exclama la mujer cuando ve terminado el trabajo.

El bebé balbucea.

—¿Cuánto es? —Pregunta la mujer con una sonrisa.

—No es nada. —Sonríe Yuuri.

—¿En serio?  ¡Muchas gracias! —Se va.

 

—¿Oye que no cobras? —Pregunta Wolfram un poco molesto . —¡Es tu trabajo!

—Pero ¿No sabes que la felicidad no tiene precio? La señora estaba muy feliz.

—Pero eso…

—¿Qué pasa? —Llega el pelirrojo musculoso.

—¡Ah! Wolfram, déjame presentarte a mi amigo Yozak. Él es Wolfram.

—Hola. —Saluda Wolfram poniéndose de pie.

—Oye… ¿A ti te he visto en algún lugar?

—No creo…

 

—Claro que lo viste —interrumpe Yuuri.

—¿Dónde? —Preguntan al unísono Wolfram y Yozak.

—En la pintura que hice ayer.

—Es verdad ¿Cómo no te reconocí? —Se preguntó a sí mismo Yozak.

—Wolfram ¿Quieres ir a caminar un rato? —Invita Yuuri sin prestar atención a su amigo.

—Está bien. —Después de todo Yozak se quedaría cuidando de las cosas de Yuuri.

 

 

En el parque hay variedad de árboles, como para perderse  y jugar que estas en  la selva. Wolfram y Yuuri caminan entre ellos, alejándose de las personas que visitan el parque entre semana.

 

—Wolfram, no te he preguntado donde vives.

—Pues, la verdad  es que soy de un barrio popular. No tiene importancia, porque no me gustaría que lo visitaras. Ahí solamente vive mi padre…

—¿Y tu mamá?

—Pues, ella murió hace cinco años…

—Oh, lo siento…

—No te preocupes  ¿Dónde vives tú?

—Alquilo un apartamento por aquí cerca ¿Quieres conocerlo?

—¿Cuánto tiempo no llevara?

—Media hora, tal vez.

—Entonces, creo que no puedo.

—¿Por qué?

—En donde vivo tienen horario de entrada.

—Creí que vivías con tu papá.

—Es que, es una larga historia. Tal vez te la cuente mañana. Vendré de nuevo.

—Eso espero. Entonces, nos vemos.

 

Se quedan viéndose, buscando la forma de despedirse. Luego de un rato de intercambiar miradas intentan darse un abrazo pero no lo logran y termina con un vago movimiento de manos.

 

 

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—Wolfram ¿Dónde estabas? Ya Gwendal está aquí y te estaba buscando. —Informa  una bella mujer de cabello rubio y ojos verdes, parecida a Wolfram, tal vez por eso lo quiere mucho.

—Lo siento, realmente. —Se disculpa y se dirige a su habitación.

 

 

—¿Dónde estabas, Wolfram? —Preguntó molesto un hombre alto, moreno de ojos azules

 

 

 

Notas finales:

¡Disfruten la siguiente parte!


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